El manso que se espanta al notar el hierro
Si hay algo que caracteriza al G 10 y a todos los “Ges” constituidos en los últimos tiempos es su carácter profundamente reivindicativo de sus miembros. Formalmente han luchado por el paso a Cultura, se hicieron presentes en la Mesa del Toro antes de que se le fueran rompiendo las patas, ahora se han embarcado en lo de los derechos de imagen en las corridas televisadas y se limitaron a hacer mutis por el foro en lo de Cataluña y a mostrar su desacuerdo con la prohibición solo en entrevistas, eso sí con una indignación y un sentido reivindicativo más propio de las bostonianas que de insignes figuras del toreo. Y lo que nos queda es que el G 10 da la sensación de que solo se mueve en favor de sus intereses propios y no de los que afectan a generalidad de la Fiesta de los Toros.
Constantemente andan busca que te busca un reconocimiento que creen merecer y que no reciben. Había que pasar a Cultura porque ellos solitos descubrieron que la Tauromaquia era cultura. Y nosotros sin saberlo. Toda la vida yendo a los toros, leyendo literatura taurina, viendo exposiciones de pintura o escultura taurina y nunca nos dio por pensar que eso era cultura. Si es que no estamos a lo que estamos. Entonces convinieron que el toreo era un arte, e inmediatamente todo el que viste de luces se convierte en artista. A ver quien le discute esto a El Fandi, El Fundi, Perera, Rubén Pinar o Tendero. Y gracias que no miran a Antonio López por encima del hombro y si hace falta hasta al “Guguenjein” ese que vive en Bilbao.
Están convencidos de su majestuosidad y majeza y por ello exigen que el público caiga rendido a sus pies incondicionalmente. Pero claro, esto no es posible y menos si observan con un mínimo de detenimiento la forma en que se mueven en el ruedo, en los despachos y hasta en el supermercado. Ante los díscolos y disconformes muestran su enojo y les exigen respeto. ¿Respeto? Creo que confunden los términos. Respeto se le tiene a todo aquel que se planta delante de un toro, novillo, becerro, vaca, vaquilla, choto, jato, churro, eral o añojo que tenga o vaya a tener cuernos sobre sus sienes. Respeto especialmente para los que han conseguido después de mucho sacrificio llegar a vivir del toro. Un respeto que el aficionado o público tiene asumido e interiorizado reverencialmente en su alma torera. Es como si un domingo en misa de 11 el cura se pone a tartamudear y llama apóstata y ateo al que no puede evitar echarse unas risas. ¡Hombre! que una cosa no quita la otra, que el cura es un cura, no el Espíritu Santo con gafas y tonsura.
Raro es que a un aficionado que en un momento determinado de una faena, mientras censura al torero que está en el ruedo no se encuentre con el “un respeto, que se está jugando la vida”. Pues claro que sí, se juega la vida y otras consecuencias que más vale no recordar, pero además de eso se le pide que ejecute su arte de acuerdo a unas reglas, a unos cánones que han ido tomando forma con el paso del tiempo, siempre teniendo como referente al toro. Pero claro, es que ahora hemos llegado a un punto en que esos cánones se han retorcido y tergiversado esperpénticamente y olvidándose por completo del referente. Al toro se le ha manipulado en exceso hasta casi hacerle perder sus condiciones innatas de toro, hasta llegar a lo que estos demandantes de respeto se enfrentan todas las tardes.
Señores del G 10 y adyacentes, les tenemos el respeto que merece un torero, pero es que lo que ustedes exigen es que se les idolatre por lo que se lleva haciendo desde hace algunos siglos. No, para eso hay que alcanzar unas cotas de arte, poder, dominio, valor y torería que ustedes aún no tienen. ¿Qué pueden conseguirlo? Pues es posible y entonces quizás se les premie con lo que ahora pretenden. Es evidente que tienen que pasar un verdadero quinario, desde que se ven anunciados en un cartel, hasta que ven caer a su último oponente, por supuesto, pero esto no quiere decir que para el aficionado todo se reduzca a oír, ver, callar y pagar. No hombre. Muchos además argumentan que los que no se han puesto nunca delante de un toro no saben lo que se pasa y eso les inhabilita para poder opinar. Pero esos sí que valen para pagar sus entradas y para que ellos cobren sus buenos dineros. O quizás lo que pretenden es que las corridas de toros sean solo para profesionales que se hayan “puesto delante”, como dicen ellos. Pues imagínense el panorama, una plaza con una capacidad de unos cientos de personas y poco más, llena de amistades. Lo único que no creo que les cobraran entrada. Entre otras cosas, porque a lo mejor no están habituados a pagar por ir a los toros. Entonces, ¿cómo iban a mantener este circo? Pues mal.
Señores del G 10 y taurinos adyacentes, tengan en cuenta que se les respeta, y mucho, pero se idolatra al que en primer lugar se enfrenta al toro, no a la bobona mocha, que torea con la verdad por delante y que además interpreta la suerte con pureza y arte, dándole al toro las ventajas que a éste se le pueden ofrecer sin caer en la inconsciencia y respetando al público que mantiene este espectáculo. Lo que son las cosas, mi último pensamiento taurino del año se lo iban a llevar estos señores, pero no, mi último recuerdo del mundo de los toros de este año se lo llevan don José Escolar, don Fernando Cuadri, don Diego Urdiales, don Iván Fandiño y esperando que se decida por el toreo puro y el toro íntegro, don David Mora. Para ellos y para todos los que se pasan por este blog, que tengan un feliz Año Nuevo y que 2012 sea el año de la resurrección. Resurrección laboral, resurrección taurina, resurrección social y, lo que es más difícil, la resurrección de mi Aleti, pero de eso casi mejor no hablar. Felicidad y respeto para todos y la idolatría para el que se la gane.