También es lealtad adelantar la pierna delante del toro, ¿o no? |
En estos días he podido leer como Julián López, más conocido
por “El Juli”, mostraba su preocupación por la figura de los apoderados/
empresarios/ ganaderos y por la falta de lealtad de estos hacia el resto de
agentes del toreo. Una reflexión muy adecuada y oportuna, si nos paramos un
segundo a ver lo que ocurre feria tras feria durante una temporada. Así podemos
comprobar como varias ganaderías están en todos los ajos, con el vergonzoso
bagaje de ver sus toros arrastrándose por los ruedos o con una presencia peor
que infame; de la misma forma que nadie se explica por qué tal o cual torero
suma y suma actuaciones. En ambos casos no sólo se producen estas presencias en
las plazas propias, sino que también se dan en la de otros “colegas”, eso que
desde hace tanto tiempo se llama “cambio de cromos”.
Si se mira este fenómeno desde el punto de vista del
aficionado la consecuencia es que este paga su entrada para sufragar estos
Holdings taurinos y no para poder disfrutar con lo mejor que hay en el campo y
con los coletudos que más interesen en cada momento, lo que no deja de ser un
fraude y una absoluta ausencia de lealtad hacia el que mantiene fincas, coches
y familias de todos los que viven del toro, el público. Pero el ángulo desde el
que El Juli parece observar este hecho se acerca más a esa idea de que esta
forma de actuación quita puestos a toreros y ganaderías que se creen con más
derecho que otros a verse anunciados en los carteles. Que no digo yo que tal postura
no sea legítima, pero quizá se la pueda considerar demasiado restrictiva y
personalista.
Está claro que El Juli se considera capacitado para hacer
todo tipo de reclamaciones en lo referente al mundo del toro, lo mismo para que
progrese una ILP, que para solicitar el trasvase de los Toros a Cultura, que
para mostrar su molestia con las líneas editoriales de medios de comunicación,
que para preferir a un comentarista en las retransmisiones de televisión, que
para decidir lo que se televisa y lo que no. Es lo que suele pasar con los
mandones del toreo, que al final pretenden intervenir en todo. Habrá quien me
diga que esto ha sido siempre así que las grandes figuras han hecho y deshecho
a su antojo, decidiendo y marcando el rumbo de la Fiesta. Salvando las
distancias, que son muchas y variadas, igual que José decidía y Juan aceptaba,
conformándose con poner los pelos de punta a los aficionados, ahora tenemos a
El Juli como urdidor de tramas y a José Tomás dejando hacer y vistiéndose de
luces sólo en fechas muy, muy determinadas.
El Juli ha decidido tomar el bastón de mando y se ha marcado
como meta la modernización de la Fiesta. Y que Dios nos pille confesados. Pero hay un punto en el que no coincide con
José, es más uno piensa que se ha colocado en el polo opuesto al maestro de
Gelves. Este pretendía mejorar el espectáculo, hacerlo más lógico y hacer del
toro un animal no tan brusco, quizá podamos decir fiero, al que a veces
resultaba imposible pasarlo de capa o muleta. Digamos que su deseo era eliminar
inconvenientes innecesarios. ¿Para qué hacer que los caballos esperaran en el
ruedo la salida del toro? Pues realmente sólo servía para que fueran heridos al
recibir los derrotes descompuestos de las primeras embestidas del negrillo
antes de fijarlo en los engaños. Pero lo que pretende Julián López a muchos se
nos antoja como una maniobra destinada a oficializar su comodidad y así decidir
sin complejos siempre en beneficio propio, dejando de lado al resto del mundo y
muy especialmente al aficionado, considerado como un enemigo de los toreros y
de la Fiesta. “¡Pa’bernos matao!”.
¿Dónde está esa lealtad al toreo? ¿En que tipo de lealtades
piénsale Juli al hacer ciertos planteamientos? ¿Cree que él está siendo leal a
la Fiesta de los Toros, a su tradición, a su historia y, lo que es más
importante, a los fundamentos clásicos? Pues deben andar por esas dehesas de
ganaderías que ni el maestro, ni sus compañeros frecuentan, no vaya a ser que un
novillo les mire mal y se incomoden. Igual don Julián se pone a seguir exigiendo
supuestas lealtades, esa que él y su gente no tienen las mañanas de corrida en
los corrales de las plazas, ni tampoco en los ruedos, con torillos que ofenden
la sensibilidad taurina de tanta gente, que a la más mínima protesta hacia el
torero pasan a convertirse en una seria amenaza, quizá la peor que pudiera
imaginarse, además de unos maleducados sin respeto.
También podría Julián López mostrar un poco de lealtad con
la Fiesta, evitando esos espectáculos bochornosos, próximos al abuso y a una imagen
que no corresponde con lo que debe ser el Toreo. Los hay que se sienten muy
orgullosos de protagonizar una pantomima, tanto que incluso llegan a afirmar
que casos como el de ese festival recientemente celebrado, cuya fotografía de
cinco señores rodeando con pose de matones a un novillote desmochado y agotado,
es el modelo a seguir en un futuro inmediato. Un poco de lealtad al toro, la
columna que debe sostener todo este mundo, a una historia gloriosa que no
merece un capítulo tan negro y funesto como el que estamos viviendo, y a todos
los maestros, pero maestros de verdad, no esa legión que ahora se mueve por
ahí, que fueron construyendo este bello edificio que es la Tauromaquia, el
Toreo, los Toros o como prefieran nominarlo y que no exige ni lealtad, ni
culto, ni respeto, ni mimitos, pero díganme, ¿No creen que lo merece como pocas
cosas en este mundo? Así que si El Juli se preocupa por la lealtad, que empiece
aplicándose el cuento en carnes propias y que no se adjudique esa dignidad de máxima
autoridad en el toro, porque puede que
esto sea el primer atentado contra eso que ahora tanto parece quitarle el sueño.
Ya saben, Don Julián y la lealtad como gran preocupación