lunes, 30 de marzo de 2015

¡Cataplum¡

Algún toro hubo que esperaba un torero que le dominara y pudiera, pero a esas alturas Fandiño ya había decidido hacer mutis por el foro


Pocas veces se habrá montado un espectáculo taurino con más mimo y cuidando detalles que a muchos pasarían inadvertidos; convertir la expectación en un lleno, primero con la venta masiva de todo el sol y luego la más escalonada de la sombra; dando difusión a los pensamientos del torero ante tal compromiso; la permanente presencia en las redes; hasta se repartían pañuelos blancos antes de entrar a la plaza, no fuera a ser que las orejas no fueran cayendo a pares, simplemente porque el respetable no tuviera tan valiosa arma en su poder. Hasta los toros tuvieron que pasar un concienzudo casting antes de lucir sus carnes en el ruedo de Las Ventas, justo en la primera del año. Pero... Tanto mirar lo accesorio y se nos olvida lo importante, que en esto del toreo, igual tiene que ver con el torear. Torear, que no es pegar pases, sino otra cosa muy distinta y si en este punto el que se calza las medias rosas no llega al aprobado, pues igual debería pensarse otras cosas y no pagarlo con el primero que se le pone delante. Eso es cosa de niños malcriados, soberbios y poco dispuestos a mejorar.

No sé si habrá algún punto de España del que no haya habido una persona que no se haya presentado en la plaza de Madrid o que no se hayan quedado con las ganas de ver la corrida en directo. Ha sido algo admirable, los aficionados llegando empujados por una ilusión infinita, pero que han dejado algunas cosas claras. Han dejado en evidencia a una famélica afición de Madrid, que se bastaba ella solita para poner el “no hay billetes”. Habrá que agradecérselo a esos taurinos que desde hace tiempo vienen pegando sablazos al abonado capitalino. Pero al tiempo, los señores de Taurodelta habrán podido comprobar que si hay carteles, la gente va a los toros. Si hasta los antitaurinos han sacado unos tendidos bajos de sombra, sería que no se lo querían perder, pero se lo perdieron; ¿a quién se le ocurre? No se había roto plaza, cuando ya estaban en la calle en compañía de las Fuerzas del Orden.

Salió Iván Fandiño liado en el capote de paseo y la ovación fue de órdago a grande; la plaza estaba con él, no había dudas. Podía parecer todo un poco festivalero, pero también hay que entenderlo, la ilusión y ganas de toros y de corrida grande, eran muchas. Así es el aficionado a los toros, le apalean tarde tras tarde, pero vuelve y vuelve las veces que sean necesarias y tres más. Ovacionaron de salida al gordinflón del Partido de Resina, al que no se le pudo ni picar. No se aguantaba en pie el animalito que se dolió de los palos y que acudía a la muleta arrastrándose. Cara arriba, acusando la notable flojedad, con el agravante de la falta de temple de Fandiño con la muleta. Posturas muy gallardas, pero algo a destiempo con el moribundo cárdeno.

El de Adolfo Martín tenía la apariencia de una raspa cornalona; salió apretando para los adentros, empezando a dejar entrever flojedad. En el caballo otro simulacro de suerte de varas, con el toro recostado en el peto y pegando empellones por el pitón izquierdo. Fue a su segundo encuentro andando, sin ninguna codicia, para llegar al segundo tercio sin tan siquiera poder arrancarse a los banderilleros. Fandiño inició el trasteo citando de lejos, atravesando la muleta, sin templar, algo ya casi marca de la casa, con demasiadas carreritas para recolocarse y un desarme que el cariñoso público no dudó en aplaudir. Se le quedaba en todos los muletazos, lo que no desanimó al diestro para alargar la faena innecesariamente, hasta llegar a aburrir. Y eso que íbamos por el segundo. Mal con la espada y el verduguillo, lo que se convirtió en la tónica de todo el festejo.

Paso al Cebada Gago, un cruce entre vaca gallega y charolesa, chico, pero cebadito. Le ofrecían capotes y él buscaba los toriles, ¡vaya! Muy suelto, y sin que nadie pusiera remedio a tal condición, se fue al picador que hacía la puerta; se dejó sin más mientras se le tapaba la salida. En la segunda vara, al pasito, recibió cierto castigo, mientras solo planteaba pelea por lado derecho. Se dolió de los palos y ofrecía la dificultad de vencerse por el pitón derecho. Algo pegajosito, impedía estar cómodo y poderse colocar a gusto a Fandiño, que por otra parte no mandó nunca en la embestida del coloradito. Mucha carrerita para poder recolocarse a cada pase, para acabar queriendo ahogar las escasas embestidas del animalito.

Había que levantar la tarde, esto no podía seguir así. En estas que salió el que mandaba don José Escolar. Hasta remató en un burladero. Mantazos de bienvenida, más para quitarse aquello de encima, que con la intención de enseñarle a tomar los engaños convenientemente. Le costaba al matador quitárselo de encima a la hora de ponerlo al caballo; al segundo intento le quiso poner de lejos, aunque sin cuidar la colocación del animal. Buscó el peto al paso, para empujar primero con fijeza y acabar pegando cabezazos en el momento en el que se le tapaba la salida. Para el segundo puyazo le llevó más lejos, pero de nuevo sin cuidar la colocación, pues no es aconsejable dejar a un toro con la querencia de las tablas próxima. Ya desde los medios se arrancó al caballo pensándoselo mucho, con demasiadas precauciones. Más allá de la raya del tercio dio comienzo a la faena de muleta entre enganchones, falta de mando y no correr la mano. El de Escolar era un toro de triunfo rotundo, pero que nadie interprete que estoy hablando de un toro bravo, con clase y docilidad, ¡qué va! Tenía mucho que torear, pero se le podía torear, eso sí, sin la más mínima concesión, porque ese podría ser el inicio del calvario. Trapazos, dudas, poca decisión y el toro enterándose de lo que allí había. Más carreritas, más mantazos y el toro haciéndose el amo. La lid empezaba a caer del lado del Escolar, sin que Fandiño pudiera oponer más que vulgaridad y desgana. Cuando el toro dobló, la sensación de muchos era la del que piensa que las cosas podrían haber discurrido de otra manera, si se le hubiera cuidado la lidia y no se le hubiera permitido tanto. Los hubo que ovacionaron el arrastre del toro y puede que en ese preciso momento se le atravesara del todo la tarde al de Orduña.

Al de Victorino Martín le recibió con mantazos acortándole el viaje y teniendo que darse media vuelta para ir cediendo terreno hasta los medios, lo que siempre hacían los buenos peones, mientras que ahora se entretienen en juguetear con el toro desde el burladero entre el 6 y el 7, haciendo a veces que derrote inútilmente contra las tablas. La cosa se animaba, el toro empujó bien en la primera vara, llegando casi a derribar, mientras Fandiño andaba por allá lejos, dejando hacer a la cuadrilla, ya ven, se intercambiaban los papeles. Lástima que el toro se dañara una pata y que el presidente optara por mandarlo a los corrales. En su lugar apareció otro de Adolfo Martín, una cabra, pero que se comía a su matador. Otra vez a darse la vuelta en dirección a los medios. Fue alegre al caballo, poco castigo y carioca, en la segunda vara desde más lejos, pero mal colocado, se arrancó primero andando para después avanzar con más codicia. Marronazo en el lomo, mientras el espada andaba preocupado por otras cosas, dejando claro que aquello había dejado de ser de su interés. Ya ven, si el maestro se enfurruña se acabó la fiesta. Trapazos para llevarlo con la muleta de aquí para allá, naturales con tirones, sin correr bien la mano, sin mando, sin temple... y sin ganas. Quiere acortarle las distancias, le desarma y a por el acero, pinchazos casi a paso de banderillas, hasta que lo echó abajo con una entera.

El Palha iba a ser el bueno, aunque fuera feo de estampa, gordete como la mayoría y pobre de pitones. Larga de rodillas, sin preocuparse en fijar al toro, este acabó deambulando por el ruedo como los adolescentes por el parque alrededor de las mocitas. Mantazo por aquí, mantazo por allá, carreras y más carreras, dando una clara idea de lo que es una lidia caótica y sin sentido. Tres puyazos, el segundo y tercero acudiendo con alegría, dándole cera en el último y tapándole la salida. Se dolió de los palos, mientras aquella locura proseguía. Fandiño tenía que estar por allí, pero esto es algo que está por confirmarse. Sí asomó para mantearle levemente y en el momento en que vio que el toro se le iba para las tablas, ni corto, ni perezoso se fue a por la espada, sin tan siquiera intentar sacarlo de allí con un mínimo de ganas. Lo tuvo que ver muy claro, pero quizá debería pensar que los de los tendidos también lo querían ver, es más, puede que hasta les hubiera gustado ver los recursos del matador para hacerse con el Palha.


Una mala tarde, muy mala, que ni de lejos respondió a lo que los muchos querían ver. Tanto cuidar los detalles, pero puede que se le pasara uno fundamental, que no es otro que el pensar que matar seis toros nunca puede ser tan solo dar más posibilidades a la estadística con el único objetivo de cortar dos orejas y salir a hombros. Esto normalmente no suele salir bien. Una encerrona es desplegar la torería que uno lleva dentro, sin estar pendiente de la casquería. Y si el señor Fandiño se vio defraudado, que piense que no es el único y que por muy mal que se pudiera sentir, jamás, repito, jamás, puede encararse con el público, con el que le paga, con el que le mantiene, con ese mismo que otras tardes le ha aclamado y que le ha llevado al puesto en el que está, pero quizá no acabe de ser el que le corresponde por los méritos hechos ante el toro. Hubo quien incluso tuvo el buen humor de aplaudirle al marcharse, los menos, como si quisieran reconocerle no sé que absurdo logro. Pero, ¿es esto ser justo con los que se entregan y torean jugándosela de verdad? Pues creo que no. Tanto se infló el globo, tanto se infló, que cuando todos pensaban que agarrados a él cruzarían los site mares, el globo de repente hizo ¡Cataplum¡

domingo, 22 de marzo de 2015

Valor y huevos


 
Vaciarse sobre el morrillo echando la muleta al hocico del toro y salir airoso de la suerte, eso sí que es valor y valía

El valor siempre ha sido una cualidad muy valorada en un torero, a veces llegaba con este a dónde no llegaba con sus otras virtudes, más bien escasas, pero en estos casos se ponía el valor sobre la mesa y esto se convertía en el salvoconducto que le permitía ser matador de toros. El valor, esa fuerza que te impulsa a afrontar los peligros, aún sabiendo que estos están ahí, esperando y que pueden cambiar la incertidumbre en tragedia en menos de lo dura un pestañeo. Así los toreros valientes eran admirados, pues no dudaban en irse al toro con garbo y decisión aunque el marrajo mostrara las peores intenciones. Asumían con naturalidad el que se podían quedar en el intento, pero no solo se atrevían, sino que hacían alarde de ello con naturalidad y torería, cumpliendo con lo que se le debe exigir al que viste taleguilla y medias rosas.

Pero eso del valor son dogmas antiguos y trasnochados, esas cosas de los ingenuos de antes o de los pasados de moda de ahora, que ya no tienen cabida en este mundo de dioses, ídolos, figuras de la torería, maestros rebosantes de técnica y almas sensibles que saben apreciar lo bueno, hasta cuando no se produce. Esos privilegiados que encuentran lo excelente hasta en la vulgaridad. Lo que pita y pita de verdad son los huevos. Si el valor suplía las carencias de los toreros antiguos, los huevos directamente crean y licencian maestros. Basta con “¡Qué huevos tiene!” y ya no hay lugar para responder o plantear más argumentos posibles. ¿Falta saber ver al toro? Huevos. ¿No es capaz de lidiar de forma medianamente aceptable? Huevos. ¿Sus maneras son más propias de matarife, titiritero o chalán? Huevos. No hay nada que no arreglen estos atributos en la tauromaquia que hoy sufren muchos aficionados.

El Domingo de Ramos Iván Fandiño se enfrenta a seis toros de diferentes ganaderías, habrá que esperar acontecimientos, pero el comentario más extendido acerca de este acontecimiento es el referido a los “huevos”. Sobre todo porque este torero ha hecho siempre por basar sus actuaciones precisamente en esto. Ya puede estar a merced de un toro, sin saber como poderle, que si hay huevos, ya todo se minimiza. ¿Que se encuna para entrar a matar de una forma muy bien estudiada y dando la sensación de estar viendo a un atleta del Cirque du Soleil y no a un torero? No importa, porque allí ha habido eso que tanto gusta al respetable. Haciendo memoria ahora mismo no recuerdo a un Fandiño lidiador, poderoso, con temple, mandando las embestidas y luciendo a los toros, pero de huevos estoy sobrado. ¿Eso es el toreo? Pues permítanme que tenga mis dudas.

Ya ha pasado la feria de Valencia y tengo que reconocer que ha habido momentos en los que yo también he apreciado la notable presencia de esto que se llama “huevos”. Pondré solo dos ejemplos; uno el de Jiménez Fortes, un chaval que deambula por esas plazas del mundo lo mejor que puede y que le echa muchos, pero muchos de estos a lo que hace. ¿Valor? Pues eso no lo tengo tan claro. Precisamente los huevos los veo en como un torero con tan escasa preparación se planta delante del toro. Pega los pases dando la salida antes de tiempo, sin importarle por donde se ande el toro, eso no va con él. Se queda al descubierto él solito y al toro no le queda otro remedio que hacer por él. Eso son huevos, no sabe torear y sale al ruedo con intención de hacerlo. En esas circunstancias la sensación de peligro es más que evidente y los modernos taurinos no solo no le piden que se haga a un lado, sino que encima se permiten la injusticia de jalearle y repetirle a voces eso de “¡Qué huevos!” Pero los mamporros se los lleva el torero, no los jaleadores entusiasmados.

Otro caso de “¡qué huevos!” es lo que sucedió el día de la reaparición de El Soro. Yo admiro la afición demostrada, esas ganas de querer volverse a vestir de luces, incluso con mucho esfuerzo el afán desmedido de sus fieles, que tras tanto penar, querían verle hacer el paseíllo de nuevo. Pero eso no puede ser excusa para permitir que se rebasen los límites de la cordura, del respeto por la Fiesta, el respeto por el toro, por el aficionado y por lo que significa el traje de luces, el rito y la historia. A mí muy personal modo de ver lo que allí ocurrió es que un señor muy limitado físicamente, creo que no tan siquiera llegaba a los mínimos exigidos para poder torear y llevar la lidia, se mantuvo a merced de un animal, que por otra parte tampoco cumplía los requisitos de trapío que se deben exigir en una plaza de primera. Todo giraba en torno a si El Soro aguantaría o no, si podría dar más o menos pases y en provocar y mantener una atmósfera de locura desmedida y sin razón. Si nunca fue un torero dominador, con recursos y artista, ahora no lo iba a ser por ciencia infusa. Fue un torero que todo lo basaba en su poderío físico, carreras, saltos y un derroche de facultades portentoso, pero, ¿y lo de torear? Pero claro, ahora, después de todo el calvario que lleva pasado, no pretendamos que mantenga esta forma. Desgraciadamente, esto es imposible. Y no culpo a Vicente Ruíz, que tantas veces habrá soñado con vestirse de torero en su tierra, a quién culpo de este descalabro es a los que le anunciaron y a los que con sus alabanzas desmedidas le perjudican más que otra cosa. ¿Qué habría pasado si en ese revolcón las lesiones hubieran sido más serias? Entonces todo sería un “y si” acusador. ¿Y si no le hubieran permitido torear? ¿Y si el médico de la plaza hubiera tomado cartas en el asunto y hubiera certificado que el torero no estaba apto para la lidia? Y si, y si. ¿Y si nos tomamos esto un poco en serio?


Pues a todo esto, a tanta inconsciencia los hay que lo llaman valor. No hombre, esto son lo que muy bien dicen ustedes “huevos”. Los mismos que le echa un señor que se sube a once kilómetros con un paracaídas, sin saber si se le saldrán los ojos de las órbitas y se tira en paracaídas, los que un descerebrado le echa a eso de subirse a un rascacielos para caminar por unas estrechas vigas y encima lo graba en vídeo o los que le echa un chalado metiéndose entre los leones en un parque zoológico. El valor es otra cosa, el valor es cuando un torero ve el peligro que tiene un toro, las dificultades que ofrece y aún así se va a por él y salvando todas las dificultades, a base de lidiar, saber torear y sabiendo ver al toro, acaba llevándole por dónde este no quería, hasta que se le acaba entregando. Vamos, que para imponerse tiene que pasar un verdadero quinario, consciente de lo que hay allí. Eso sí es valor, bueno, valor y huevos.

martes, 17 de marzo de 2015

San Isidro y las meriendas



¿Se imaginan que pudiéramos ver otra vez a don Antonio con su toro blanco? Seguro que ahora toraeará todas las tardes para la corte celestial
Qué expectación había por conocer los carteles de San Isidro, ¿verdad? Si es que la incertidumbre no nos dejaba conciliar el sueño. ¿Reaparecería Domingo Ortega? ¿Quizá Marcial, Pepe Luis o el maestro Chenel? No, lamentablemente eso no es posible, si acaso en la cabeza de los que hayan podido llegar a ver a unos o a otros, pero no en el ruedo de Madrid. ¿Qué tal los carteles de la feria del año 15? Pues reflejan lo que hay, que es más bien poco, que se tiene muy poco o nada, en cuenta al aficionado de la plaza de Madrid, que se arrincona a este en beneficio del gusto de los isidros, que no digo yo que haya que ningunearlos, pero que tampoco se ceben con los parroquianos de esta plaza. Que igual que no parecería bien que llegaran los “sabios” madrileños a imponer su criterio a otras plazas, que además deben mantener su personalidad, tampoco me agrada el camino inverso. Quizá esto sea culpa de la tele de los toros, tan empeñada ella en la uniformidad de todo en la Fiesta. Así es más fácil controlarlo todo, incluido el adoctrinamiento al que insistentemente se somete a los espectadores de televisión.

Se puede comprobar que Taurodelta sigue comprando los toros en los chinos, en paquetes económicos de pague dos y llévese cien. Se agradece lo de Pedraza de Yeltes, las “toristas” que siempre asoman, este año con Miura y Partido de Resina otra vez, la ausencia de Escolar, los Cuadri, lo de Adolfo y los Victorinos, a los que siguen insistiendo en colgarles el cartel de duros. Luego están esos hierros que mantienen la cara siempre y cuando no se les exija lo que se debe pedir a un toro de lidia, como el pasar por el caballo para algo más que hacerles la manicura, y las ganaderías que solo entienden su presencia los que las exigen por imperativo legal. Yo solo espero que lo de Fuente Ymbro dé con el maíz bueno de una vez y si no, que les den muesli en el desayuno, a ver si así se acaba con la tontería y con las excusas que con tanta gracia nos quiere hacer tragar su señor ganadero.

Con los de las medias rosas pasa otro tanto de lo mismo, por un lado hay que tragar con los “triunfadores” de la temporada pasada, esos que se llevaron despojos sin venir a cuento, gracias a la potencia autobusera y el afán orejero de la masa, que luego fardan en el barrio de haber visto orejas, pero a los demás nos hacen la cusqui, teniendo que tragar a los mismos muermos año tras año. Sorprende lo de Paco Ureña, pues siguiendo la lógica de Taurodelta, lo normal habría sido que lo hubieran encerrado en las mazmorras de la Alhambra, pero afortunadamente las buenas maneras que dejó entrever, han sido recompensadas con dos tardes. ¡Aleluya!

Luego están los que tienen que abaratar el cartel, que se les contrata aunque estén en Vietnam en la recogida del arroz, pero que no nos los quitamos de encima ni con mucha voluntad. Los que pone el Plus, como son Padilla y Finito, pues si no, no hay retransmisión, y que ya se encargarán los que tienen que hacerlo, de justificar su presencia durante la corrida. Ya le pondrán a Caballero con una pancarta 12x8, reivindicando a los compañeros de medio de comunicación, con un ¡Padilla maravilla! o ¡Finito, que no eres tan bajito! Pero esto queda en nada cuando hablamos de las figuras. Si hasta el pestañeo es de maestros, si basta con que el artista sacuda el capote, que ya nos quedamos “embelesaos”, si es que nos tenemos que callar y dar gracias al cielo por compartir tiempo con ellos, pero ¿y el toro? ¿Alguien ha visto al toro? ¿Algún toro por ahí que se le pueda echar a los fenómenos del arte? Eso sí, El Cid se encierra con seis de Victorino. Pero, ¿va a acabar ya este martirio de seis toros para una coleta? Ojalá me tenga que tragar estas palabras, pero, ¿no han dejado ya suficientemente claro el estado en que están hierro y torero? Que si por cosas de la casualidad la tarde es de triunfo, puede pasar que una golondrina no haga primavera, que el de Salteras lleva ya mucho tiempo descabalgado del toreo y se limita a deambular por el adocenamiento modernista.

Y por supuesto que no quiero dejar de lado el caso Urdiales, quizá el único torero que el año anterior nos hizo pensar en que lo que algunos queremos no es una utopía, ni una idealización, ni tan siquiera un exceso de exigencia, simplemente toreó, que ya es mucho. Pues bien, este año se ha apuntado a la de Adolfo, lo que no le supone demasiado riesgo en cuanto a su trayectoria, pues el simple hecho de ponerse con el toro ya dice bastante, entre otras cosas, su decisión a arriesgar de verdad, a jugarse la pierna. Pero lo de Cuvillo y Victoriano del Río sí que puede ser peligroso. De acuerdo que es el terreno de los demás y que si quiere medirse con ellos tiene que ceder, pero no acabo yo de verlo del todo claro, puede ser una trampa para Urdiales, pues en caso de tarde aciaga
, sus compañeros seguirán en el circuito como si tal cosa. Eso sí, a él le van a dar de todas partes y con saña, pues ya se sabe, si molesta, a degüello con él y si puede descubrir la trampa de los demás, pues duro y a la cabeza. Ojalá le salga bien la jugada. Va a ser un mesecito largo, demasiadas tardes para lo que ofrece el panorama actual y si ustedes se ven con fuerzas y ganas de pasarse a cuchillo la feria al completo, pertréchense de una buenas meriendas, de pipas a cascoporro, elijan una compañía que les dé palique y güisqui, mucho güisqui, que hacerse este vía crucis sin merienda, sin pipas, sin güisqui y encima tomándoselo en serio, es muy duro, y se lo dice un cartujo de los toros.

miércoles, 11 de marzo de 2015

Fuera reglamentos

La creatividad, la personalidad es una cosa, la dignidad, honestidad y el respeto por la Fiesta, el toro y el aficionado, otra


El paso de la modernidad y la evolución sigue firme e inexorablemente camina tozudamente hacia la cima del “¡Esto es un sindiós!” Se poda la historia por la cepa, los ritos, los sentimientos, las normas no escritas, esos intangibles sin otra función que mantener la dignidad y el respeto que llevaba la Fiesta navegando por el tiempo, sorteando violentas tormentas, afilados escollos y piratas para los que la palabra honorable era sinónimo de rapiña. Hace ya tiempo que todos estos valores han ido cayendo como hojas secas de las ramas del toreo. Era una carga inútil que no valía para nada, no se podían vender como leña y por lo tanto tampoco servían para dar calor en el invierno; en otoño simplemente se convertían en basura que había que recoger; en primavera y verano ni tan siquiera brotaba el aroma de las flores, ni la dulzura de la fruta. En lo que nadie debió caer es que en verano, esas hojas daban sombra y así, mientras el sol arrebataba las mentes con sus soplos de fuego, a su amparo, podía darse el milagro del toreo, ese en el que la violencia se convierte en pausa y el valor en arte. El toreo, que gran cosa, la imposible sencillez, que a pesar de todo, es.

Pero en esta carrera “evolutiva”, en esta obsesiva modernización, en esta continua búsqueda de la desnudez impúdica en la que se despoja a la fiesta de todo fundamento, le ha tocado la vez a las normas escritas, esas tablas de la ley que es el “Reglamento”, esas páginas redactadas por los padres de la tauromaquia y que han ido pasando de generación en generación para que los elegidos fueran adaptando este espectáculo a las demandas de los tiempos. Primero para intentar regularizar la lidia, con sentido común y en función de un profundo saber sobre lo que es el toro de lidia. El riesgo de que el caos se adueñara de las plazas y de que aquello pareciera más un holocausto del toro que una manifestación armónica del arte del bien torear, se convertía en una constante amenaza, cuyas consecuencias podrían haber sido si no la desaparición, sí el convertirse en un hecho marginal. Lo siguiente fue más una anticipación a la sensibilidad que se podría adivinar, que no una proyección de lo que era la sociedad entonces, que aún soportaba el espectáculo de los pencos destripados en el ruedo. Pero siempre con el toro como eje de la Fiesta y sin que amenazaran los complejos de culpabilidad entre aficionados, legisladores y gentes del toro como viene ocurriendo desde hace ya tiempo, que parece que nos creemos obligados a estar disculpándonos permanentemente y lo que es peor ese bochorno por ser aficionado que nos lleva a querer escondernos y vivir en una clandestinidad voluntaria. Eso sí, como cualquier antitaurino o personaje que se acerca a los toros de medio lado, admitimos el “arte” y vistosidad del toreo, siempre y cuando se deje a un lado la sangre y la muerte.

Tan asumido se tiene eso del arte, o mejor dicho, que todo lo que sucede en el ruedo es “arte”, que los hay que en comparación con lo que ellos creen de otras disciplinas, piensan que no puede, ni debe haber reglas, ni normas que pongan orden en este guirigay. Pues nada, para evitar conflictos con la legalidad se le da patente de corso a la élite taurina y que esta obre a su antojo, bajo la coartada y apariencia de “amparar el arte” y con el fondo de “proteger su bolsa”. Leía hace unos ya tiempo a mi amigo Marín, en el Retoñal, que en la novillada de las Colombinas se organizó la mundial cuando el respetable clamaba para que un manso fuera devuelto a los corrales, porque si no, no se podría garantizar el óptimo discurrir de la lidia. ¡Tócate el alma Manué! Dicho en román paladino; que si el novillo es un manso imposible, allí no hay ni orejas, ni indultos, ni nada que ayude a hacer la digestión de la merienda. Pues sin reglamento, ni normas, ni na’ de na’, el señor presidente de la corrida podría haberse evitado el motín de la Merced y haber mandado al mansito a los corrales.

Habrá quien diga que tampoco habría pasado nada, que así se le podría haber facilitado el estar “a gusto” al novillero, pero, ¿se imaginan éste arma en manos de la cofradía de los taurinos reinantes? Cuanto “manso” iba a volver a los corrales, sobre todo los cornalones, grandullones y los de esas ganaderías que se quieren limpiar del panorama de la Fiesta. Vamos, que es posible que ni tan siquiera saltaran a la arena. Ya tenemos el precedente de Madrid, cuando “Brigada”, aquel castaño de Cuadri no podía pasar el reconocimiento veterinario según el señor Muñoz Infante porque le daba en la nariz que iba a ser manso y al que por la tarde Robleño le quiso hacer malo, malísimo, pero fracasó en el intento.

Sin reglamento podríamos ver como un presidente da orejas a gusto sin tener que mirar estocadas, bajonazos o perrerías varias, pues el “arte” está por encima del bien y del mal. Las faenas podrían durar días, pues ya saben eso de que no puede ponerse límite a la inspiración; se podría evitar que salieran los montados, que las banderillas fueran siete pares y no tres, que el señor espada decidiera indultar al borreguillo colaborador de turno para agrandar su propio triunfo o vaya usted a saber qué se les puede ocurrir a esas mentes retorcidas de los señores jerarcas del taurinismo. ¡Qué no se puede limitar la creatividad, la inspiración. Pero, ¿quién lo limita? Las únicas fronteras que establece el reglamento es la del fraude, la mentira y la de no permitir que esto tan serio que es el Toreo, se convierta en una vergüenza y en una caricatura aún mayor de lo que ha llegado a ser.


Bajo ese manto de no coartar la personalidad e los toreros se arropan los mentirosos ventajistas que solo siembran el deshonor en la Fiesta, al tiempo que van echando de las plazas a aficionados, no aficionados, curiosos y despistados. No se han enterado, según parece, del derecho del espectador, el que paga y mantiene todo esto, a no ir a lo que no le gusta a lo que le aburre y hasta le cabrea monumentalmente. Tiramos del falso orgullo de aficionado, se les tacha de malos taurinos y a ver si así reinciden en su delito, en nuestro delito, de seguir pagando para alimentar el fraude. Si serán cortos de miras, que pretenden acabar con las normas escritas de los toros. Así verían allanado el horizonte y podrían perpetrar todos los atentados imaginables e inimaginables contra la Fiesta. Muy bien, deroguen todos los reglamentos, adapten las normas a sus caprichos, tal que fueran políticos que legislan a favor de obra, que desregularizan hasta lo imposible, para así poder desmontar el Estado a capricho y así conseguir llevarse hasta el aire que respiramos. Pero en su hermanamiento en la estupidez, políticos y taurinos no se dan cuenta de una cosa, que las normas mas fuertes e inamovibles son aquellas que precisamente no están escritas, simplemente están grabadas a fuego en el ideario popular, cosas como honestidad, verdad, honradez, vergüenza, tradición, respeto, justicia o libertad. Que podrán tener su conciencia tranquila por la estúpida circunstancia de no infringir leyes o artículos de estas, quizá porque hayan sido eliminadas arteramente, lo que no quiere decir que el aficionado, el pueblo o los ciudadanos se den cuenta perfectamente quienes son los pocos honorables en toda esta historia. Pero nada, si ustedes quieren, podrán dar paso libre a la personalidad, la creatividad y el arte, pero la realidad es que son unos desahogados y arrimados que solo buscan su beneficio propio, pero cuidado, que eso de vender el alma al diablo al final no trae cuenta.

viernes, 6 de marzo de 2015

Manuel Troya, un ángel en el cielo

Manuel Troya, descansa en paz


Uno de mis toreros de Linares ha tenido que irse a enseñar a torear a los ángeles del cielo. ¡Qué buen maestro se han ganado! No habrá quién les descubra mejor que él lo que es el toreo de verdad, el toro, el ser torero. Hablaba quedo, pero categórico, humilde, discreto y sabio como solo lo pueden ser los grandes. Pero peleón y encastado, igual luchaba por hacer que la verdad del toreo saliese a flote, que lo hacía por la vida. De su mano fui a su peña, en Linares, “Tercio de Quites”. En un momento complicado para mí, tiró de mí y me regaló una visita a su pueblo que aún sigo saboreando.

Me recibió a la puerta de la plaza dónde cayó Manolete, para ir entrando en materia; “aquí fue”, me dijo señalando un punto en el ruedo. La capilla, el patio de cuadrillas, la sombra que cobijaba a los mayorales mientras hablaban de toros. No sé si tendría que seguir contando aquel día, me cuesta un mundo, pero seguiré, se lo debo, para que sepa allá a dónde se haya ido, lo feliz que me hizo, lo a gusto que estuve y el bien que me proporcionó cuando yo estaba en plena lucha con la enfermedad. Era un ir y venir por las calles de Linares, la Taberna de Frascuelo, el paseo con sus bancos con azulejos taurinos, presentándome a buenos aficionados del lugar. No me dejaba de la mano y todo era hablar y hablar de toros. ¡Qué afición! ¡Cuánto sabía! ¡Cómo lo veía! Lo mucho que hablamos de Rafael Ortega, ¡qué cosas!

Llegaba el momento de acudir a la peña para la conferencia que él me encargó y, he ahí cómo era este hombre, cogió el coche y ya casi con el tiempo justo, me llevó a ver a la Virgen de los Linarejos, para que me ayudara y me arropara con su manto, como si fuera hijo del pueblo. ¡Ay Manolo! Allí estarás contándole a la Señora lo que es cargar la suerte. Pero aquí dejas un hueco muy grande. Los tuyos lo saben muy bien. Se han quedado solos, huérfanos de padre, marido, hermano, compañero. Yo no me atrevo a meterme en ese grupo de elegidos, pero te echaré mucho de menos. Mira que como dice una amiga, a mí nunca me faltan palabras, pero ahora no las encuentro y además me cuesta un mundo buscarlas. La alegría de haberte conocido, de haberte tratado y esta pena tan grande de sentirte ausente. Pepe Luis, que no era capaz de articular palabra, ¿cómo iba a poder? Acaba de perder un brazo, el apoyo del amigo; cuánto te va a buscar en las mañanas de Linares paseando al sol. De mi José y Juan de Linares, a Juan, a Pepe Luis, se le ha vuelto a morir José, Manolo Troya. Y no puedo seguir. Lo siento.


Un beso para todos a los que desde ahora tienen un ángel en el cielo

jueves, 5 de marzo de 2015

Parecían otra cosa

¿Se acuerdan ustedes?


La gente está de uñas con las figuras del toreo, como influidos por mal viento, los públicos de todo el mundo han vuelto sus garras hacia los artistas más artistas de la historia artística del arte del toreo artístico. Ha bastado con dejar plantada a la Maestranza para que se desate la iracundia del respetable. No está dar un plantón tan monumental a tan sobresaliente dama, pero a lo mejor esto se podía vislumbrar desde hace tiempo, cuando esta chavalería ventoseaba con estrépito en la arena del Baratillo. Como les reían las gracias cuando exigían el borrego, no entendían que no se les rindiese culto divino, ni admitían que nadie les ensombreciese su vulgaridad, incompetencia y falta de afición. Pero el aficionado a los toros es muy vulnerable a la ilusión, no necesita grandes logros para que empiece a pensar en lo que pudiera llegar y se autoproclame protector y devoto de simples apuntes de promesas. Lo que pasa es que aunque estas no siempre se cumplan, esto no quiere decir que el parroquiano se apee de su fe torerista. Resulta complicado reconocer un error, que realmente tampoco llega a serlo, pues a todos se nos ha acelerado alguna vez el pulso al ver a un novillero pegar dos verónicas y una media o una serie de naturales abrochados con el de pecho. Que puede incluso que no alcancen los niveles mínimos que se deben exigir, pero basta con eso del “tiene algo”.

Lo malo llega cuando el mismo espada y su “entorno” se agarran como a un clavo ardiendo a ese “tiene algo” y se deciden a iniciar una campaña  favorable para el prometedor coletudo y acaban convirtiéndolo en lo que ni por asoma podría llegar a ser. Basta un gestito para que la centuria de adeptos se convierta en un manípulo, esta en una cohorte y esta en la Legio VIII Augusta. Y claro, mucho se le tienen que torcer las cosas al “elegido”, para que los fieles se apeen de su posición de “yo le descubrí de becerrista” Que ya se sabe, que el ser humano lleva mucho mejor el que le roben la cartera tarde tras tarde, que reconocerse engañado. No sé si hubo algún aficionado que no se ilusionara hasta el infinito con El Juli. Fue verle en la tele en Chinchón y ya sentíamos que había vuelto Joselito El Gallo. Intentábamos calmar tanto entusiasmo, pero dentro de nosotros bullía tanta ilusión de grandes tardes futuras, que resultaba imposible contenerse. Vino a Madrid de novillero él solo con seis animales escogidos y animó el cotarro con esa fuerza juvenil que tenía. Pero bueno, tampoco había que exigirle que aquel día fuera su primera página de oro nada más abrir el libro. Pero luego no acababa de cuajar en lo esperado. Más tarde llegó que si se le tenía manía, como si fuera un mal estudiante, que si la suerte, que tenía capacidad para poder con todo, una tarde aceptable con un sobrero de la familia política y esos intentos de manejar y adaptar todo el mundo a su comodidad, bailes de corrales, plantes, geses y corridas con ganado vergonzante, ya sea en España, América o la China maoísta. No hay quien le vea con el toro, no hay quien le enfrente a otra cosa que no sean los juanpes o ajuampedrados y seguimos pensando que es un torero que puede, pero no quiere. Pues habrá que ver ambas circunstancias.

Otro que nos llevaba a la plaza era Perera, ¿recuerdan aquel chaval honrado, humilde y con ganas de comerse el mundo aunque llevara el alma en canal? Pues de aquella verdad nos ha quedado un toreo monótono, vulgar, tosco, ventajista y una aparente soberbia en el ruedo, que más parece que quisiera fastidiar al respetable que deleitarle con su toreo. ¿No quieres caldo? Pues toma tres tazas; y aquí llegan esas faenas desesperantes y aburridas, que luego le jalean con eso de que ha estado muy serio. Hay que reconocerle que en 2014 se anunciara con una de Adolfo en la que no desentonó, la verdad, pero puede que esto sea demasiado poco para un figurón, ¿no? Seguimos con Talavante, el sustituto de José Tomas, el nuevo mesías después del mesías. ¡Cómo manejaba la zurda! Hasta que se acomodó y punto, aunque por el momento deberíamos esperar, pues está claro que quiere volver a sus orígenes y después de tanto amaneramiento, esto no debe ser nada fácil. Castella era de los que nos encogían el corazón, pero otro de tantos, vulgar, monótono y sin toro. El Cid quizá sea más un torero en declive, que no una esperanza frustrada, pues durante varias temporadas se mantuvo en un muy buen nivel. El caso de Manzanares la verdad es que no sé dónde encajarlo, pues no sé ni si tan siquiera llegó a ser una promesa o simplemente le colocaron ahí por las buenas. Puede que sean muchos los que esperen poder ver algo que les despierte la ilusión.


Pero quizá el caso más sangrante, sobre todo tras ese plante a Sevilla, sea el caso de Morante de la Puebla, el más grande artista de la historia del toreo, el que detiene el tiempo, corta la respiración, pero yo me pregunto, ¿cuáles han sido los méritos reales de este torero en plazas importantes? Muchos me recordarán aquella tarde de Bilbao, aquel bello inicio de faena protestado y aquella interminable labor muletera de más de setenta pases, sin que el toro se enterara. Algunos dijeron que eran más de cien, pero dejémoslo en unos 70, tampoco hay que ser tan sangrante. Poses forzadas como si tuviera delante al barrabás más barrabás de todos, los barrabases del barrabaserío, cuando lo que allí había era un borreguito tambaleándose. La torería que pareció beber de Paula se ha convertido en un histrionismo casi ridículo y chabacano. Un torero que sí que es verdad que hizo enloquecer a la plaza de Madrid con su capote, pero nada más, aún se le espera un natural o un derechazo templazo y toreando. Ese artistazo se limita a la pañoleta grande, las maneras solemnes, el café, el puro y los descaros con el público disidente y los presidentes reticentes. Y lo querían comparar con uno de Camas. ¡Ay señor! Uno tiene la sensación de que aún juntando los méritos de todos los evadidos de Sevilla, no llegarían ni a la quinta parte de lo que dio Curro Romero. Quizá ahí reside la diferencia, a unos se les idolatra por lo que se cree que pueden hacer y a otro se le venera por tardes irrepetibles, unas de escándalo y otras de gloria bendita. Uno hizo su historia a golpe de arte y los otros rellenan currículum y ya se sabe, que estos se engordan sin reparo y lo mismo que el inglés es nivel medio, en lo del toro deberían poner medio nivel. Uno se pone a hacer recuento y se da cuenta, con mucho pesar, que “parecían otra cosa”.

domingo, 1 de marzo de 2015

Expectación por Fandiño

Por favor, no más harakiris y sí más toreo reposado y profundo


Si ustedes no han sentido el bulle bulle que se vive, que se palpa en el ambiente, que se transmite por el aire, es porque no tienen corazón, ni alma torera. Vamos, si es asomar la gaita y el viento te pega un sopapo en toda la jeta de Fandiñismo y encerronismo que no se “pué” aguantar. La sociedad se mueve, el mundo se mueve, ¿qué digo? el universo entero del mundo se mueve. Y no se crean que estoy hablando de los muchos aficionados que ya están planeando el viaje a Madrid, noooo, eso es pecata minuta,  menudencias, naderías.

Me han llegado noticias de gentes de altos vuelos que quieren acudir a las Ventas y no me refiero a Pedro Duque precisamente. Será por eso de que estamos en período electoral, por lo que los políticos quieren dejarse ver en los lugares de interés, allá dónde se da cita la élite más elitista y dónde se podrán recaudar votos a paladas. Se dice que el mismísimo presidente de Gobierno, don Mariano Rajoy ha dado plantón a doña Angelita Merkel, y le ha dicho que tenía una cita inexcusable en Madrid, ¿en Soto del Real? Le preguntó la Canciller; ¡No coño, en los toros! Ahora le falta saber con quién irá acompañado. En seguida que supo de las intenciones del jefe, se apuntó Esperanza Aguirre, pero parece que no será posible, que en Ventas y en tarde de tanto relumbrón lo de aparcar va a estar jo...robado y no es cuestión de montar otro pitote por un quítame allá esa moto. Igual se tiene que conformar con don Ignacio González, aunque ya se sabe que si la plaza no tiene capota, no le acaba de gustar. Pues nada, que se acompañe de los candidatos al ayuntamiento y Comunidad de Madrid... ¡Ah! ¿Qué no se sabe quienes son? Pues vaya.

Quien parece muy animado, o no, es don Pedro Sánchez, que hasta parece que ya ha contactado con Jorge Javi para ir a un burladero del callejón, que es donde a Jorge le gusta ir. Eso sí, habrá que estar muy atento, porque lo mismo por la mañana te suelta que a él no le verán nunca en una plaza de toros, que por la tarde se te pone a cantar el “Francisco Alegre y olé” vestido de faralaes. Se rumoreaba que iba a acudir también Tomás Gómez, pero fue oír la palabra “encerrona” y echó a correr para subirse al tranvía, y es que al bueno de Tomás le pierden los tranvías. Hasta Pablo Iglesias podría asomarse por el metro de Ventas para saber lo que es una corrida de toros. Vale que no tiene ni idea de lo que es esto del Toreo, pero eso no va a ser impedimento, no sería el primero que va a los toros sin tener ni idea de lo que ocurre allí. Pero no pasa nada, conociendo de sus inquietudes y sus carencias, el señor Monedero se ha adelantado y ha invitado a Sharon Stone y a Madonna para que le expliquen que es esto de la Tauromaquia. La preocupación de la actriz de Instinto Básico es saber si podrá hacerle entender el significado más profundo de los Toros, si podrá hacerle entender ese sentido poético que a ella le ha enamorado y si llegará a hacerle ver la magnitud y la influencia de este espectáculo en el medio ambiente, la economía y en el propio ser de la gente de esta parte del mundo.

Pero no todo va ser que vayan los políticos, reconocidos próceres y apasionados del arte del Toreo, que tanto se esfuerzan en disimularlo, para que nadie les pueda acusar de favoritismo o de beneficiar al mundo del toro por interés personal. Que no me dirán que no se les da bien, que digo bien, de perlas, porque, ¿quién podría afirmar que a la clase política le molan los toros? Nadie, pero nadie y eso es porque se aguantan las ganas. Aunque ya digo que no serán los únicos que vayan, también se espera que vayan a los extras que van de público al “Tú sí que vales”, por aquello de animar al torero, para que no se enfurruñe y se tire a matar sin trapo, que así, cualquier día nos da un disgusto y se nos disloca un tobillo. También parece que acudirán las “miembras” de las Majas de Goya que ven de lo más normal del mundo el plagio artístico, junto con los ediles del Ayuntamiento de Valdemorillo que cumplen la misma función. No se sabe de momento en que consistirá su próximo “robo” de la propiedad intelectual, pero seguro que sorprenderá e indignará al incauto por igual.


Eso sí, bastaría con que tanto aficionado que está pensando en acercarse a Madrid, en gastarse su dinero, en emplear un día entero a su pasión de toro, dejando a la familia en casa ese último domingo de marzo, no se vieran defraudados, que no se sintieran estafados y que al menos se volvieran mínimamente satisfechos. Que el viaje se les hiciera más corto recordando que han visto torear y sin tener tiempo para pensar en la hora en que llegarán a casa, para madrugar al día siguiente, que es lunes. Estas son las cosas que se hacen cuando se tiene una ilusión tan fuerte y una pasión tan potente como es el toro, esa que les está alimentando tanta “Expectación por Fandiño”.