viernes, 30 de septiembre de 2016

¡Feliz día de San AutoRes y San AVE!

Ni los faroles parece que puedan iluminar esta fiesta inmersa en tanta oscuridad


De bien nacidos es ser agradecidos y en tal fecha como es el último día de septiembre, en Madrid, en su plaza, se celebra la festividad de San AutoRes, famoso por su no parar por esos caminos de Dios, y San AVE, quien en lugar de hollar los caminos, volaba por las vías de RENFE. La cantidad de cosas y milagros que tenemos que agradecer a ambos santos, algunos más que otros; y si no, que les pregunten a los tres espadas que se anunciaban en la feria de Otoño de Madrid en tan señalada fecha. Tres maestros en eso de mover al paisanaje a las Ventas para, no sin desmedido entusiasmo, conseguir que sus paisanos se vuelvan a casa con algún despojo que otro. Eugenio de Mora, que me he enterado hace poco que hace un toreo puro y clásico, Juan del Álamo, muy querido en su tierra, y Román, que torear no sabrá, pero, ¿y lo que entusiasma al paisanaje y al los presidentes que no distinguen entre petición insuficiente y petición mayoritaria?

Lo de Fuente Ymbro ha salido una corrida colaboradora, con ritmo y sin toros informales. ¡No, no! No se crean que me he “volvido” loco o que he perdido la noción, es que si hablamos de torillos modernos, para toreo moderno, hay que ponerse a la altura. Pero les confieso que no me manejo en esa terminología, mis disculpas, así que vamos a lo clásico. Corrida justa de presentación, sin alardes, con alguno más con tipo caprino que otra cosa. Quizá entre toda la corrida habrán recibido entre medio y tres cuartos de puyazo, so pena de que cayeran redondos a la arena. Flojones, sin casta, pero que era ver la muleta y hala, a ir y venir como el perrito que busca la pelotita. Y ahí estaban tres gladiadores para plantar cara a semejantes fieras corrupias. Esos tres que en el verano gozaron del favor de un puñado de los animosos que durante el verano venteño apenas cubrían un cuarto de plaza y que con quince pañuelos y un fulard ponían los despojos en manos de los tres actuantes en cuestión y de otros muchos. Y de aquellos polvos, este aburrimiento, esta vulgaridad y esta incapacidad manifiesta para hacer el toreo, que no para pegar pases, que de estos largan docenas y docenas como si no costaran.

Eugenio de Mora, ese torero que dicen que es recuperable, como si algún día hubiera sido un provechoso matador de toros; a todo lo más disimulaba la trampa un tanto mejor. En esta de otoño no ha sido el caso. En sus dos toros ha obviado el primer tercio, no pudiendo ni tan siquiera poner el toro al caballo, ejecutando en su segundo la afamada suerte del piano, que no es otra cosa que llevar el caballo al toro y no al revés, emulando a aquel concertista de piano que arrimaba este a la silla y no al revés; cuestión de personalidad que diría aquel. A su primero le recibió de rodillas, por aquello de que los trapazos de hinojos tienen más valía, pero los trapazos, trapazos son. Acompañaba las embestidas sin rematar jamás un muletazo, sin mando, dando aire al burel. Con la muleta completamente atravesada por el izquierdo, no mejoró lo hecho con la derecha. A su segundo, ni tan siquiera pudo trapacear, pues el animalito no se quería quedar por dónde hubiera un trapo rojo. Medio lo sujetó por momentos, pero la querencia huidiza era más fuerte que la voluntad del espada.

Juan del Álamo, que venía a Madrid tras un tour veraniego confeccionado al calor de los ecos de las orejas recibidas en Madrid. A su primero no hicieron ni intento de disimular el que el picador iba a cobrar por estar y no por picar. Ni amago de regañar tan siquiera al toro. Trapazos plenos de enganchones, carreras para recuperar el sitio, pico y escupiendo al toro de la suerte, un todo pa’ fuera insoportable. El segundo le hizo apurarse un poquito más en los capotazos de recibo, en los que el animal se quedaba debajo de la tela, pegajosito, al salmantino le costaba hasta quitárselo de encima y como el animal era un informal y un maleducado, no paraba de seguir el engaño de del Álamo. En el último tercio varios conatos de trapazos, pero el de Fuente Ymbro medía el suelo a hocicazos una y otra vez, pero el espada, erre que erre, que no quería llevarse de vuelta ni un trapazo. El toro ya estaba demasiado parado y la absurda insistencia no tuvo otro premio que un feo revolcón, que afortunadamente no le impidió seguir en el ruedo.


Y salió el animoso Román, recibiendo al tercero rodilla en tierra, aunque a veces esta tocaba la arena una vez había pasado el toro. Lo que son las cosas, hasta puso l toro en suerte aseadamente; que ya sé que esto debería ser la norma, pero no me dirán que no hace ilusión el ver que un coletudo pone cuidado en ello. Yo hasta le habría pedido ya la oreja por semejante detalle, pero en seguida se me pasaron las ganas. Primero por no poder ver picar medianamente bien y luego por la retahíla de trapazos que se nos venía encima. Bien es verdad que en los primeros compases de la faena el animal parecía vencerse un tanto por el lado derecho, pero no hasta el punto que llegó tras pasar por la muleta del valenciano. Un toro que tomaba el engaño con codicia, citando de lejos en las dos primeras tandas, pero tanto le atravesaban la pañosa, que no paraba de tirarse por el hueco que quedaba entre esta y el bulto. Así una u otra vez, sin que nadie le mandara ni una vez, y pasándole por la cara la muleta, echándose Román el toro encima, él solito. Quería hacer ver que el toro era un marrajo, pero bastante poco acusó lo mal que le hicieron las cosas, dejando al aire la absoluta incompetencia del joven matador. Muchas ganas, pero poca ciencia.  Cerró con una entera muy trasera, asomaron algunos pañuelos y el usía le regaló un despojo. ¡Ay, Madrid! En su segundo quería Román rubricar la Puerta Grande, que si con nada dan una oreja, igual con un poquito caía la segunda, pero no. mantazos a la última cabra montés del encierro, el bicho a su aire, que me quedo en este penco, que me voy a por el capote que de Mora andaba meneando inoportunamente antes del segundo puyazo. Un primer estatuario apartándose y a correr detrás del animal que se fue corriendo a refugiarse en los terrenos del cinco. Más trapazos, mucho aire al hocico, sin temple, un cambio de manos ejecutado muy torpemente y pa’rriba al quedarse descubierto en la cara del toro. Pero al público hasta parecía gustarle, porque a veces la emoción provocada por la misma incapacidad, parece como disimulara esta. Otra torpeza y otro tantarantán, seguido de un aviso antes de montar la espada. Pero verán ustedes como tanto a este Román, como a sus compañeros, los vemos de nuevo de la mano del producer del arte. Que no es que ninguno tenga ni asomo de arte, pero son baratos, no dan guerra, taren a una buena representación del paisanaje y si si es cuestión de dar ambiente y colorido, ¿para qué más? Pero nada, en fecha tan señalada, ya saben ¡Feliz día de San AutoRes y San AVE!

jueves, 29 de septiembre de 2016

La tauromaquia que se nos viene

Si don Joaquín viera en lo que se ha convertido esto del toreo, si viera cómo vienen las nuevas generaciones y si viera a cierto personaje en la que fue su plaza, entonces igual... igual le dolería tanto cómo nos duele a los demás.


Si usted es uno de esos nostálgicos que pide el toro y el toreo de verdad, olvídense, que de eso ya no nos queda ni una caja, ni Papa Noel, ni los Magos, ni las tiendas de precio justo, ni tan siquiera en Toisarás, que allí lo tienen todo, todo, menos lo dicho. Admitámoslo, los tiempos del toreo de verdad ya pasaron a mejor vida. ¿No lo creen? Pues les voy a demostrar que sí, y una vez lo haya hecho, por favor, evítense los llantos, los lamentos y estar próximos a una ventana abierta, no vaya a ser que... Dato uno: lo de monsieur Casas ya se ha consumado y será el nuevo capo de las Ventas en los próximos años. Dato dos: si nos paramos a echar cuentas de los tres novilleros que han abierto la feria de Otoño y su deambular desorientado por el ruedo venteño. Dato tres: a lo que ha mandado Joselito algunos les llaman novillos para la lidia, mientras otros no saben cómo calificarlos.

Novillada de abono, pero o han bajado los abonos a menos de la mitad de lo que había o los abonados no han logrado colocar la entrada ni regalándola o a las horas que empieza la juerga solo pueden acudir parados, jubilados, estudiantes o Benavides, el jeta, que ha puesto como excusa en el curro que tenía hora en el dentista. Pero mañana verá cuándo nadie se lo crea, que bastará mirarle a la cara para comprobar que la cosa era mucho más grave que una simple limpieza de piños. Imagínense lo que tiene que ser aguantar seis mamertos del Tajo y la Reina, cuatro de lo primero y dos de los segundo. El que tenía más presencia era gracias a los kilos, lo que le hacía más propicio para rellenarlo como un pavo con paté de gusanitos para Navidad. Algunos inválidos, tanto que el segundo se fue para atrás y salió un sobrero de ¡Ave María! (No me digan que no han tarareado la cancioncita, porque no me lo creo) Quizá el más boyante, colaborador, que se dice ahora, con ritmo, formal o cómo lo califiquen estos modernos coleccionistas de neologismos táuricos, fue el cuarto que iba y venía, pero al que Manolo Vanegas no le prestó demasiada atención, más bien ninguna.

Tres puntales de la novillería, Manolo Vanegas, que no tuvo la suerte de que le comentaran por encima eso de la lidia, la colocación durante esta, que hay que picar mínimamente a los toros y que si el animalito topa contra el peto sin que el de aúpa se emplee un poquito, no cuenta como puyazo. Que puede que haya a quién no le importe que se eche el toro para fuera, que se los pase allá a lo lejos o que incluso tire la espada a la arena para sacudir la muleta de impurezas al modo Dani Luque, aunque esto no fuera necesario, porque la muleta no tenía tales impurezas; cosa diferente es lo referente a la forma de ver el toreo de este joven aspirante a torbellino taurino. Si hasta suelta la muleta allá dónde caiga como si no le hiciera falta, que lo mismo ese es el caso, no le hace falta, ni sabe darle uso.

Volvía Pablo Aguado a Madrid y bien que lo hemos sentido. Algunos aficionados hasta esperaban algo del extremeño, paro... Que no quiero yo decir nada, porque hasta le han hecho saludar; ¡Bien! Siempre está bien ser educado, pero... Quizá habría podido estar mejor si a su primero no le hubiera pegado los latigazos que le arreo, ¡Ay el temple! Pero eso es cosa de viejos. Venga a recolocarse tras cada muletazo. De salida recibió una paliza de cuidado de su segundo, dejándole tocado y dando síntomas de cierta desorientación por momentos, además de tener que estar bastante dolorido. Y no se puede decir que le auxiliara la cuadrilla en eso de medio llevar la lidia, ellos que estaban en condiciones y sin haber recibido de aquella manera. Faena deslavazada, merodeando al toro y tirando de vulgaridad.


Rafael Serna volvía a Madrid después de aquel impresionante cornalón en las novilladas del verano. Nadie lo recordó, ni se lo agradeció. No se lo tomen a mal a los asistentes, quizá sea porque ni se enteraron de aquel, ¿no se dan cuenta que la afición de Madrid ya no existe como tal? Los japos de aquel día estarán en su casa tomando té, los cuatro nativos del foro que sí estuvieron estarían digiriendo el cocido y los demás, pues lo dicho, ni noticia del percance. Que así está Madrid, para que se vayan haciendo una idea. Tampoco se puede destacar nada de lo hecho por el hispalense, vulgarote, pesado, cansino, premioso y sin cuidar la lidia lo más mínimo; y así pasó en el sexto, por no poner el toro en suerte y mientras el caballero andaba bailando el caballo inoportunamente, se arrancó el novillo, yéndose al estribo izquierdo, cuándo asomó el monosabio audaz, ese que se agarra a los rabos de los toros como un rayo, coleando inmisericorde para salvar los caballos del jefe y sin hacer caso ni a las protestas, ni a los mandatos del alguacil; ¡ah, no! Que el alguacil estaba pendiente de acabar una partida de chinos con el chulo de banderillas y el encargado del botijo de los picadores. Luego al señor monosabio, o don monosabio, que no sé cuál es el trato, le invitaron a abandonar el callejón, que no está mal, pero dudo que alguien decida multarle por tomarse atribuciones que no le corresponden. Pero son tantas las cosas que se daban por sabidas uy que ya esta juventud que viene se pasa por el arco del triunfo, que uno no da a basto. Allí se iba Rafael Serna a obligar al médico de la plaza a que saliera al ruedo, lo que el galeno hizo tímidamente, sabedor de cuál es su sitio. Que al doctor Garcái Padrós, igaul que a su padre, habría que ponerles una estatua en la plaza, dicho sin el menor atisbo de ironía, pero cada uno en su sitio. Ese sitio que el mozo de espadas de Aguado ignora. Al ser cogido su matador en el centro del ruedo tras una personal versión de la portagayola y un afarolado de rodillas, fueron en su auxilio sus dos compañeros y las cuadrillas, en una frenética carrera de capotes para hacerle el quite al compañero; bien, pues, ¿qué hacía el señor porta muletas y capotes danzando por el ruedo? La situación era de máxima tensión, por supuesto, pero, ¿qué hacía el señor porta muletas y capotes danzando por el ruedo? Todo esto no son otra cosa que signos, síntomas de esta nueva, e incomprensible para muchos, forma de entender todo esto, al menos en Madrid. Quizá no entendemos, no acabamos de saber que esta es la tauromaquia que se nos viene.

lunes, 26 de septiembre de 2016

La racanería se paga y Taurodelta, ¿lo pagará?

Igual a lo que monsieur Casas llama arte, otros lo llaman...


Nunca pensé que iba a verme aplaudiendo ningún hecho protagonizado por monsieur Casas, pero la jugada de tahúr del Misissippi con que ha sorprendido a la pareja Taurodelta Bailleres es de maestro, en el más puro estilo de Maverick o Jim West; ellos esperando tenerle como aliado, mantenerlo pegado a sus enaguas como un leal perrito faldero. Tan confiados que estaban, que presentaron una oferta que cumplía con extrema e insultante justeza a lo que la Comunidad de Madrid pedía en su pliego. Un pliego que por otra parte no presentaba ninguna novedad, ni demanda alguna que pudiera obligar a los litigantes a mejorar el estado actual de la Plaza de Madrid. ¿Para qué? Si tal y como va todo ahora va de lujo. No le hacen ni caso y encima recaudan sus buenos dineros. ¿Qué la afición languidece? Pues que tomen Bovril o aceite de ricino, que eso da muchas fuerzas y si la Fiesta padece una alarmante anemia, pues morcilla y lentejas a tutiplén. Pero allá que se fueron los rácanos mentales de la empresa actual junto con el señor mexicano que otrora parecía la reencarnación de Nefistófeles, pero que ha sido asomar la mosca y el cuento ha cambiado de tal forma que la bruja de Blancanieves se ha convertido en una sex simbol del calendaria Pirelli de este año.

Anda que no les tendría calados monsieur Casas a sus exsocios. Bastaba esperar, dejarles racanear a gusto, para en el último momento, cuándo los otros se las prometían tan felices con un póquer de ases, se descuelga el francés con una escalera de color. No me dirán que no es para darle una cerrada ovación. Pero claro, si en ese instante de sorpresa uno se para a pensar medio segundo, es que se te queda la sonrisa congelada, la quijada encasquillada y los brazos desmadejados incapaces de dar una sola palmada. ¡El francés tomando Madrid! ¿Qué más nos puede pasar? Pues ahí lo tenemos metido en nuestras alcobas, sin que la señora Cifuentes, adalid de la tauromaquia como su antecesora la señora Aguirre, pero no dedicándole ni un segundo de su tiempo. Perdón, miento, sí que se lo ha dedicado, para ir al callejón de las Ventas a lucir sonrisa y para tirárselo a los morros a otros partidos, pero no para afearles el abandono de la Fiesta, no, más bien para reafirmarse en esa carrera de haber quién es más de la tierra. Sí, esa carrera inútil que no sirve para otra cosa que para que los no afines se radicalicen en su oposición a los toros.


Todo esto es una suposición, pero si será absurda la situación, que si no se concede la plaza a monsieur Casas solo será por la vía de la cacicada en toda regla. Paradojas de la vida. La misma que fue el que se hicieran los pliegos a imagen y semejanza de Taurodelta, como un traje a medida, para que no les tirara de la sisa, para que el tiro fuera amplio, el bajo de los pantalones al milímetro y de repente se les cuela un señor y se quedan como Dios les trajo al mundo. Unos pliegos que eran continuar con lo ya establecido; San Isidro, Otoño y los domingos. Y los litigantes, en un ejercicio extremo de creatividad han ofrecido San Isidro, Otoño y los domingos. ¡Ah! Y pasta, mucha pasta, más el pico de la Escuela de tauromaquia. Y yo me pregunto, ahora que monsieur Casas entrará con ganas y vigores renovados, impaciente por mostrar sus dotes productoras, ¿volverá Madrid a disfrutar de las cabeza de camada de las ganaderías que se anuncien? ¿Vendrán a Madrid los que despunten por esas plazas del mundo? Aunque decir que van a venir los que despuntan por esos mundos, igual es un arma de doble filo, porque si ahora la esperanza de la afición de Madrid es Javier Jiménez, Román y alguno más que ande por ahí, salimos de Guatemala y nos metemos en Guatepeor. No creo yo que el señor productor piense en toreros y ganaderías del gusto de Madrid, más bien todo lo contrario, en el mejor de los casos, que no sé si será el peor, es muy probable que nos endiñe tarde tras tarde a lo más mediático y a lo que este señor quiera ensalzar artificialmente para sacarle el máximo provecho. Tampoco creo que vaya a ponernos las cosas fáciles, si por otros lares no duda en hacer cortes de mangas y ponerles cara de perro a quienes no comparten sus criterios; un señor que no admite la disparidad de criterios, que a la crítica responde con una virulencia vomitiva y que se atreve a plantar cara a aquellos que ya hace años que nos dejaron. ¿Qué podemos esperar de un señor que afirma que Joaquín Vidal se dedicó a decir mentiras para destruir la fiesta? Un aficionado que fue tan admirado como querido por la Plaza de Madrid y que a este caballero le molesta y le injuria, cuando don Joaquín ya no le puede contestar. Quizá sean dos formas de entender la fiesta, seguro que sí, pero lo que está claro es que una mantiene el espíritu de lo que siempre fue Madrid y la otra alimenta el negocio y el verbeneo que nunca tuvo sitio en esta plaza. Quizá por eso monsieur Casas ha incluido en su candidatura a Nautalia, para ver si consigue sustituir por palmeros y japoneses a la vetusta y ya anacrónica afición de Madrid. Esa misma que solo le queda que asistir atónito a los tejemanejes de la Comunidad de Madrid, y que si acaso solo podrá ser testigo mudo de que la racanería se paga y Taurodelta, ¿lo pagará?


Enlace programa Tendido de Sol del 25 de septiembre de 2016:
http://www.ivoox.com/tendido-sol-25-septiembre-2016-audios-mp3_rf_13052324_1.html

martes, 20 de septiembre de 2016

Llenar las plazas, pero, ¿cómo?

Quizá el señor de Galapagar sea el último gran motivo para llenar plazas, que se lo pregunten a monsieur Casas, pero, ¿puede ser esta la única vía para garantizar un futuro halagüeño? ¿Tres tardes al año por plazas de segunda?


Resulta habitual utilizar el argumento de las plazas llenas para que muchos muestren su regocijo por el “buen estado” de la Fiesta. Y es verdad que da gusto ver los tendidos llenos en una tarde de toros, cosa que por otro lado es muy infrecuente, aunque muchos insistan en lo contrario. Solo tomando un ejemplo, el de la plaza de Madrid, que antaño contaba sus tardes de feria por llenos, ahora si acaso, de los treinta espectáculos de San Isidro, llena siete u ocho. Que por la tele les contarán lo contrario y las cámaras enfocarán a los tendidos más concurridos, pero la realidad del cuatro, cinco y seis, es tozuda. Estoas zonas no aguantan la prueba de las “piernas encogidas”. A pesar de esa cifra de días de no hay billetes, les cuento que en todo el San Isidro de 2016 solo hubo tres o cuatro tardes en las que no pudimos estirar cómodamente las piernas.

Ahora se han presentado las candidaturas para regir el destino de las Ventas en los próximos años y llama la atención la coalición de monsieur Casas con Nautalia. Está claro, el objetivo del señor empresario no es otro que llenar la plaza, sacar sus buenos billetes y después, el que venga detrás, que arree. No hay ni asomo de intentar fortalecer los cimientos de la plaza, ni fidelizar al aficionado, ni mucho menos recuperar a tantos y tantos que se han perdido. El “éxito” se pone en manos de los circuitos turísticos que tanto apetecen a monsieur Casas. y servidor que piensa que la plaza de Madrid debería llenarse un día con huelga de RENFE, de los pilotos de Iberia y de los conductores de ALSA y Autores. Menuda majadería, dirán ustedes, ¿no? Pues no digo yo que no, pero la cuestión es que en Madrid tiene que haber una afición lo suficientemente potente y establecida como para llenar por sí misma, que los que vayan lo hagan em metro y autobús y el que tenga dónde aparcar, que lo haga en coche. Lanzaron las campanas al aire aquel día en que Fandiño llenó Madrid. Pues ese fue el gran fracaso de Madrid, se necesitaron riadas de autobuses de aficionados de fuera para poder cubrir la piedra de las Ventas.

A los señores empresarios les importa un bledo de dónde les venga la pasta, lo mismo les da si les viene de la familia Kawasamata, que de la peña la “Lopecina” de Vila Real del rei Jaume el Conqueridor, que de los amigos del Rebujito de Trebujena, que de la Asociación de Escanciadores de Fanta de Cudillero, lo mismo da, la pasta es pasta y si una vez forrados dejan la plaza y la fiesta como un solar, allá penas, mejor, porque así podrán edificar un centro comercial de quince plantas, con trescientas salas de cine y un Carrefour con gasolinera. ¡Ojo! que cualquiera que venga a mi plaza no solo es bienvenido, sino que además le estaremos muy agradecidos por visitarnos y ofrecernos su visión de todo esto; no quiero que se me malinterprete. Los isidros no son el mal de la plaza de Madrid, el mal son los que, como monsieur Casas o los mismos Choperitas, solo buscan el negocio por el negocio, para hacer aún más negocio, con el mínimo esfuerzo. Si acaso aparentan que esto les importa, se indignan con que el Ayuntamiento de Madrid no aporte su parte a la Escuela Marcial Lalanda y cuando les piden que se hagan cargo de la de José Cubero “Yiyo”, echan las muelas.

Estos señores empresarios mantienen ahí una pelea interna entre llenar la plaza y el forrarse con el mínimo esfuerzo. Si primara lo de llenar, en San Isidro habría cambiado la cosa, se habrían empeñado en confeccionar mejores carteles e intentarían superar el cuarto de plaza de fuera de feria, que en la actualidad ya les supone un entradón. 11 millones de turistas en la capital en 2015 y los tendidos de Madrid muestran esa presencia famélica de la piedra al descubierto. A ver si eso de querer llenar con los visitantes no va a ser la mejor fórmula. Eso sí, los cuatro despistados no van a protestar el que entre los tres actuantes sumen cinco actuaciones en los últimos dos años, o que el ganado se arrastre por el ruedo. A estos no les tienen que mandar a los guindillas para que les desalojen de su localidad para que no protesten más. Si acaso, obligar al cervecero a que acelere el paso y les visite más a menudo.

Que igual a monsieur Casas le funciona eso en su Nimes natal, con un puñado de festejos al año, anunciando a muchos que él decide convertirlos en figuras, contando con visitantes de todo el orbe taurino, pero esta fórmula no puede ser la empleada para construir el futuro de Madrid; eso sí, si quiere que Madrid tenga futuro, porque a lo mejor esto no entra en sus planes. Que lo que funciona aquí, puede ser la debacle de allí, así que hay que pensarse mucho las cosas y tener en cuenta todos los elementos que adornan a cada plaza, que sí, que hay que llenar las plazas, pero, ¿cómo?




Enlace programa Tendido de Sol del 18 de septiembre de 2016:

jueves, 15 de septiembre de 2016

Ustedes no quieren variedad de encastes

Si lo que realmente nos importa no es ni el tercio de varas, ni los quites, ni nada de nada, lo bueno son faenas interminables de 500 pases o más. Así que lo de Veragua, por decir un nombre, sobra, aunque se diga lo contrario, pero los hechos...


Si alguien no ha escuchado alguna vez eso de la variedad de encastes, lo bueno, lo deseable, que nos quita el sentido, que se tire al Manzanares, porque eso es que no está vivo, que hace tiempo que abandono el mundo de los vivos. Lo que no acabo de entender es el motivo de esta demanda, pues por un lado oigo una cosa y por otro veo otra distinta, muy del gusto Domecq, eso de que tanto abominan. Que no digo yo que la cuestión vaya por la bella lámina que presenta el toro cárdeno, el berrendo o el ensabanado, que ya en si mismo es una estampa para enmarcar, pero no creo que la cosa vaya por ahí.

Pero realmente, ¿para qué piden toros de otros encastes a lo de domecq o núñez, si a la postre lo que quieren ver y lo que valoran es esto? ¿Para qué quieren otras cosas si el patrón que aplican es este? Que vemos salir un bobalicón de Santa Coloma, Albaserrada, Veragua o Pablo Romero que sigue la muleta como un perrillo y hasta le echamos valor y afirmamos que salimos contentos y satisfechos de la plaza. ¿Qué espectáculo es el que queremos? ¿El de la variedad que siempre fue seña de la Fiesta de los Toros o el del monotercio del pase, pase y pase? Resulta gratificante ver a un toro arrastrar el hocico por el suelo, pero que sea queriendo coger la tela y no siguiendo la zanahoria. ¿Se puede salir contento cuándo con este tipo de toro nos roban el primer tercio o simplemente el animal no cumple de la forma que se espera que lo hagan los que lucen un hierro de esos tan mal llamados encastes minoritarios? Allá cada uno, pero es cómo entrar a una peli de Kurosawa y que te suelten una de Almodóvar, ¿no? O entrar a “El Imperio de los sentidos” y que te zasquen con “La canción de Bernadette”. Que películas son, no digo yo que no, pero no es lo que esperábamos, ¿verdad?

Cuántas veces hemos salido de la plaza de ver una corrida de esos hierros que todos tenemos en la cabeza y no podemos con la decepción de, después de haber visto cómo se masacraba al toro en tres largos y mal aplicados puyazos, te sale el espabilao domecqticado y cómo no ha aguantado nada más que treinta muletazos, te suelta que no ha tenido fondo en la muleta. Con un par. Pero, ¿hemos venido a setas o hemos venido a Rolex? Que no digo yo que no tenga que ser esto así, que seguro que sí, pero permítanme que me asombre. Y si ya entramos en cuestiones de presencia y trapío, ahí ya nos podemos volver tarumbas. Que a mí me gusta el toro grande, que imponga, pero hombre, con lógica y eso sí, sin que tampoco me quieran engañar, algo muy habitual si hablamos de algunas ganaderías, especialmente la de origen buendía, en que a veces, solo a veces, me quieren hacer pasar el gato por toro. Tampoco es eso. De la misma manera que me quieren hacer por toro de lidia, toro de Madrid, por ejemplo, el animalote con tres metros entre pitón y pitón. Que un día, cómo extrañeza, está bien, es curioso y hasta atractivo para ver cómo se desenvuelve el torero, pero que esta excesiva arboladura no sea el velo que esconde al novillo.

Es complicado todo esto, muy complicado y los mismos matices, finos matices, que rodean esto del toro, pueden hacer que lo blanco no siempre sea blanco, ni el negro, negro, pero lo que no es admisible es que queramos que el verde sea negro, que el amarillo sea negro, que el rojo sea negro y así todos los colores que se nos vengan a la cabeza, porque el negro combina muy bien. Porque, ¿no será que usted solo quiere ver el negro? Que el verde puede conjuntarse muy bien con un tercio de varas con tres puyazos y cumpliendo en el caballo, con arrancadas alegres de desde lejos, otras el malva exige que se le haga todo por abajo desde el primer capotazo, el rojo te pide que todo se le haga muy bien para que lo que podía valer no llegue a convertirse en imposible, el azul igual te pide que estés muy atento y que poco a poco le vayas metiendo en los engaños... Anda que no hay colores, más que en una caja de Alpino de veinticuatro. Y perdonen los lectores de otras latitudes, los Alpino eran las pinturas que los niños españoles nos encontrábamos la mañana de Reyes junto al resto de los regalos. Qué empeño en que pintáramos. Pero vamos, que si me dicen que el único color posible es el negro, pues adelante, uno tragará y tendrá que intentar hacerse a la idea de que en esto de los toros se acabó la variedad y que no hay opción a otros matices, todo negro, negro y negro, nada de verdes, azules o amarillos, pero por favor, luego no me digan que lo que quieren es la variedad cromática del espectro de colores, porque a mí me da que lo que realmente pasa es que ustedes no quieren variedad de encastes.


lunes, 12 de septiembre de 2016

Cuándo la afición rinda homenaje al torero

Al final el toro saldrá el 16 de octubre para rendir homenaje a Víctor Barrio


Estamos en unos tiempos en los que parece que los que deberían ser los más interesados en que esto se moviera y creciera, en cifras y prestigio, son los que más hacen por acelerar su hundimiento. Los profesionales, cómo se hacen llamar, cumplen con este concepto en cuanto a cumplir, cobrar y punto. Es verdad que cuándo se produce un hecho desgraciado todos corren a mostrar su adhesión a los damnificados, pero luego... ¡Ay, luego! Se apagan las cámaras, se apartan los focos y cada uno a lo suyo, que son profesionales. Pero esto de los toros no es solo el profesionalismo, afortunadamente. Digamos que los “profesionales” marcan el día a día, pero los que realmente lo sustentan, lo alimentan e intentan conseguir que haya un futuro cierto son los aficionados. Sí, esos a los que uno se refería despectivamente con que cabían en un autobús, esos a los que se quiere callar en beneficio de los gustos de las masas, esos que incomodan y a los que se quiere arrinconar, pero que siempre, siempre, están ahí, lo mismo para pagar su entrada religiosamente y casi con el mismo esfuerzo que irse de rodillas en peregrinación a Lourdes, que para echar la pata pa’lante en caso de necesidad.

Ustedes recordarán, cómo no iba a ser así, la caída de un torero, Víctor Barrio; dudo que puedan llegar a olvidarlo. Hubo movilizaciones de todo rango, en las redes sociales, en las plazas, en las fiestas de los pueblos de todos los rincones en los que se sentía el toro y que encontró su culminación en la corrida de Cantalejo con protagonismo señalado de Enrique Ponce, y en Valladolid, dónde el segoviano recibió un homenaje dentro del abono de la feria. Curiosamente, una plaza en la que el torero nunca actuó. Pero todo homenaje no puede responderse de otra forma que con agradecimiento, por supuesto. Pero quizá faltaba, o igual no, el recuerdo de la plaza, la afición ante la que sí toreó Víctor barrio, desde novillero y después como matador de toros. La afición más exigente, la más dura, la que daba y quitaba, pero puede que también sea la más sensible. Y de esta misma afición salieron tres de ellos y se pusieron manos a la obra, siempre de la mano de la familia del matador, llamaron a las puertas de la Comunidad de Madrid, allá cuándo los calores de julio y agosto apretaban y pusieron fecha al acontecimiento, el 16 de octubre, si el tiempo no lo impide y con permiso de la autoridad, se celebrará un festival homenaje a Víctor Barrio, cuya recaudación irá destinada a una fundación de nueva creación y con el nombre del torero, que se dedicará a la promoción real de la fiesta de los toros, la pasión por la que entregó la vida el homenajeado.

El cartel ya se puede decir que está cerrado a falta de dos o tres puntadas en este traje que va a venirle como un guante a la afición de Madrid. ¿Quién actuará? Pues muy fácil, los que han querido estar, así de sencillo y los que no han querido, pues no estarán. Estos tres quijotes, además de la familia, como ya he dicho, han pedido ayuda a toda la torería del momento y a algunos de los que ya no calzan las rosas. Conociendo la solidaridad del toreo, el festival tendría que haberse montado en diez minutos, incluido un descanso para el café, y el máximo inconveniente no debería ser otro que encontrar un sitio para todos, ¿no creen? Pues no, no lo crean. Al que no le dolía el bazo, le dolía el contrabazo, si no era que uno no iba si no le acompañaba otro de su cuerda de figurones estelares. Quizá lo más comprensible son los toreros retirados, que por razones obvias, no se ven para ponerse delante de un novillo, aunque a veces el aficionado no llegue a comprenderlo, pero... Si uno dice que no se ve con fuerzas, pues ya poco más hay que hablar, aunque me consta que esta terna de aficionados han hablado, hablado y hablado, hasta gastárseles las palabras y les garantizo que algunos de ellos tenían palabras para empapelar el mundo, doy fe. Quizá sea cuestión de puntos de vista, quizá los toreros en activo veían un compromiso más en  Las Ventas, sin pararse a pensar en que es un festival en el que se homenajeaba al compañero caído de la mejor forma que se le podía ocurrir a cualquier aficionado, con toros. No hombre, no, las orejas no valen en días así, los triunfos están garantizados, porque son triunfos de todos, de los actuantes, los asistentes y hasta de los que querrían asistir. Solo les digo una cosa, que habrá toreros y toreros de la plaza de Madrid, toreros que igual que un día la hicieron crujir con un puñado escaso de naturales, con sus lidias o con su verdad y su desparpajo, harán estremecerse a la afición y seguro que también a Víctor Barrio, allí dónde estés, y especialmente cuándo se vea reflejado en el ruedo al ver a a aquellos que quiso como suyos, hagan el paseíllo en la plaza de Madrid. No puedo decir más, si acaso que el próximo 16 de octubre de este año, el año de la tragedia será cuándo la afición rinda homenaje al torero.

Enlace al programa Tendido de Sol del 11 de septiembre de 2016:

jueves, 8 de septiembre de 2016

Todos los toreros tienen madre, padre, parientes, paisanos y conocidos

Y los toros no tienen patria chica


Siempre ha existido ese ánimo de sacar la cara para defender al torero de la tierra, con más ímpetu si es conocido o familiar y si ya es sangre de tu sangre y carne de tu carne, pues para qué más. Y los aficionados, quizá por educación, quizá por evitarle un mal trance a los afines o simplemente por evitarse un mal rato o una discusión innecesaria a ellos mismos, han mantenido esa sabia actitud de “¿Y a mí que más me da? Pero claro, hay veces en las que la imposición del silencio y ausencia de crítica por parte de los “afines” rebasa cualquier límite de la lógica, del tacto y las buenas maneras. Que en su momento proliferaron las escuelas de toreros, para ver si los chavales aprendían; escasos e infructuosos han sido los intentos de escuelas para aficionados, pero, ¿ha habido en alguna parte alguna escuela para parientes y afines de los toreros? Que igual que el chaval tiene que asumir los riesgos del revolcón, la crítica o el baño del compañero, los papás, hermanos, tíos, primos, cuñados y afines deberían aprender que su niño puede no solo no gustar, sino que hasta puede llegar a ser irritante verle deambular por un ruedo vestido de luces. Que el vestido de torear no es como la capa mágica de Harry Potter que hace inmune al que se la pone. El chispeante es otra cosa, no asegura el éxito, el triunfo, pero sí que garantiza el sacrificio, el sufrimiento y muchos sinsabores para tan solo poder atisbar la posibilidad de triunfo. Que uno se calza las rosas y eso no quiere decir que la gloria venga por si misma.

Pero a ver quién le explica a los habitantes de autobuses que siguen a su torero, que no pueden ir imponiendo sus filias y simpatías por esas plazas de Dios. Que el criterio no es el vociferar desaforadamente en favor del mozo de turno, que esto va más allá, mucho más allá del despiece orejil del animal, ni tan siquiera de la acumulación de despojos, que esto no puede depender del número de habitantes, de la flota de autobuses, ni del chorro de voz del paisanaje. Que entiendo que se defienda al chico de la tierra, que se le apoye, pero, ¿de dónde es la fiesta? ¿De qué pueblo parten los autobuses para defenderla? ¿Que no tiene patria chica, ni vecinos que la apoyen?
Ya es triste que por no haber nacido en Villanueva de las Piedras, no haya quién eche un capote a la fiesta de los toros. Que de boquilla muchos dicen que la apoyan, pero si la tienen que hacer pasar vergüenzas y escupirla en la cara para que el paisano “triunfe”, pues sin pensárselo dos veces, se le da en mitad de los lomos. Que da lo mismo que luego se vaya tambaleando por esos mundos de Dios, lo que sea y al precio que sea para fabricar los triunfos al vecino.

A veces, solo a veces, surge algún inoportuno que intenta que asome el sentido común, que pretende valorar con justicia a toro y torero; que a lo mejor a todo lo más que llega el incauto es a comentar con su compañero de fatigas taurinas que el chaval no tiene trazas de valer para eso de ser torero, así, sin mentar a nadie, pero simplemente esa duda ya incendia el bosque. Que la cosa puede ir desde el “Baja tú”, un clásico de la literatura populachera y del catón del buen paisano, el “seguro que tú lo haces mejor”, hasta llegar al extremo de “tenga usted cuidado, que el chaval es mi primo, mi cuñado, mi novio o mi hijo”. Y no sé por qué, es como si el cuñado, el primo, el vecino o la madre/ padre, ostentaran el derecho de poder hacer callar a todos los que le rodean, exigiendo además que todo quisque manifieste su beneplácito, adhesión y hasta entusiasmo con lo realizado por el que viste medias rosas. ¡Caramba!

Anda que no han avanzado los tiempos, que en esto del toro ya hay escuelas para todo, que lo mismo puedes aprender a ser torero, matador o banderillero, que hay escuelas y cursos especializados para presidentes de corridas, que para aficionados prácticos, para periodistas taurinos, que para izar al asta la bandera, pero no hay, quizá porque a nadie se le ha ocurrido, escuelas para parientes, vecinos, conocidos y padres de toreros. Que a veces se da la paradoja de que el chaval ha progresado más en lo de hacerse torero, que el papá en lo de ser papá de torero. Con lo difícil y lo exigente que resulta lo primero y lo fácil que parece lo segundo. Que a todo lo más debería constar de un puñado de asignaturas, “Tragar saliva y aguantar el trago, No volver loco al chaval y cómo permanecer respetuosamente en una plaza mientras a otros no les parece bien lo que hace el niño en el ruedo”. Pero vayan ustedes a saber por qué, nada de esto se enseña en ninguna escuela. Hace tiempo, años ha, todas estas cosas se aprendían en una plaza de toros o allá dónde los buenos aficionados se dignaran a abrir la boca y a hablar de toros. Lo que han cambiado los tiempos, antes un señor de estos opinaba y se hacía el silencio, es más hasta los moscones intentaban pegar la oreja para ver que pillaban de una conversación de catedráticos del toreo. Servidor mismo tiene que confesar como indiscretamente alargaba la oreja para oír las palabras del maestro Ortega, don Domingo o de don Nicanor Villalta, cuándo salían de los toros, en sus tiempos de asesores de la presidencia. Ahora no solo no alargan las orejas, sino que a estos senadores del toreo se les manda callar de malas formas, porque ya da lo mismo el toro, la lidia o vaya a saber usted qué, ahora lo importante, lo fetén, es que los chavales, y no tan chavales, acrecienten su colección de despojos y si ellos no lo logran por méritos propios, pues ya saben ustedes, que la fiesta estará abandonada a su suerte, pero, todos los toreros tienen madre, padre, parientes, paisanos y conocidos.


Enlace al programa Tendido de Sol del 4 de septiembre de 2016:
http://www.ivoox.com/tendido-sol-4-septiembre-2016-audios-mp3_rf_12776349_1.html