Cada día me felicito más por no tener la costumbre de ver el
panfleto taurino que una vez a la semana se emite en la televisión pública, esa
que controlan unos señores que dicen que defienden la fiesta de los toros. De
verdad, no sigan defendiéndola, porque me veo que en dos patadas cierran las
plazas de toros y las convierten en macrodiscotecas para goce y disfrute del
personal. Aunque quizá no tengamos que quedarnos en que los señores de la tele
digan ahora que los toros ya salen picados o que no les importa el castigo que
se infrinja al toro. Quizá el origen de todo esto tengamos que ir a buscarlo a
aquel lejano 1992, en que el señor Corcuera, que se decía aficionado, permitió
la reducción de tres a dos varas, porque a los toros les costaba ir tres veces
al caballo, así que con todo su sentido común, el suyo, se legislaba en favor
de un puyazo menos, en lugar de hacerlo para que se cumpliera el reglamento
vigente en aquel momento, tres puyazos en plazas de primera y dos en las demás.
Y mire usted por dónde, que la “evolución” en la cría del toro de lidia, ahora
nos dice que una vara o incluso ninguna. Y ya puestos, ¿por qué no modificamos
las banderillas y las ponemos velero? ¿Por qué no hacemos que el toro sea de
tres años, luego de dos, luego de uno y luego un bonito carretón patrocinado
por aceitunas la Española y empujado por el Jacin, que siempre tuvo mucha
chispa?
Pero si aún no estábamos ya rebosados de todo, hay que
escuchar las sesudas opiniones de supuestas voces autorizadas. Empezando por
una señora veterinaria de la plaza de Murcia, que con ese donaire mediterráneo,
aunque igual es Navalperal del Sonso, afirmaba que a la gente no le gusta que
piquen a los toros, que pitan cuándo va al caballo. ¿Una señora veterinaria
taurina suelta semejante… cosa sin abochornarse, ni ponerse ni un tantico así
colorá? Que solo espero que el paisanaje murciano no se lo tome en cuenta, pues
igual tilda de menguados mentales a toda la provincia y ofendería menos, pues
todavía se podría tomar como un insulto y aún se podría echar mano del no
ofende quién quiere, sino quién puede; y está claro que esta señora no puede.
Ella simplemente se limitaba a contar una barbaridad como si el público de la
Condomina no diera para más ¡Válgame! Pero, ¡ojo! Que la cosa no acaba aquí,
que aún va el señor presidente y en ese empeño de arreglarlo, lo condecora para
una fiesta, que suelta lo mismo, que el público pita, pero aclara que el
aficionado no. Moraleja, que a los memos que no saben se la podemos meter hasta
la cepa, que no se enteran. Eso sí, a los señores aficionados no, que esos
saben lo que se traen entre manos. Muy bien, señor presidente, o sea, que
cuándo usted se sube al palco no lo hace para hacer cumplir el reglamento,
salvaguardar la integridad de la fiesta y defender los intereses de todos,
aficionados y asistentes eventuales a una plaza de toros, sino para ver si se
la cuela, bien colada. Pero si a quién se hace caso es al público, ese que
tantas veces dicen que es soberano y por agradarle se obra en contra del
reglamento, en contra de esos aficionados que supone que saben, entonces está
actuando deliberadamente incumpliendo una norma. ¡Caramba! Y esto dos
autoridades de una plaza de toros, la señora veterinaria, cuyo criterio, el
buen criterio, se hace imprescindible no solo en las operaciones previas a la
celebración de un festejo, sino, también, durante el transcurso de este. Y el
señor presidente, al que se supone garante del buen nombre y buena fama de la
fiesta de los toros. Pero tranquilos, que si esperan que sean los señores de la
prensa los que les censuren sus actuaciones y les pongan los puntos sobre las íes,
búsquense acomodo, porque ya saben como opinan, que total, ¿para qué el
caballo? Si ya sale el toro picado, nos lo evitamos y si en lugar de picar se
hace que se pica, pues también vale. Y se quedan más anchos de Pacorro en una
tinaja.
Afortunadamente, a su manera, Sebastián Castella puso un
poco de sentido común, de cordura, en este galimatías de la estupidez
auspiciado y proyectado al mundo por ese programa de toros de la televisión
pública estatal. Pues bien, el matador francés aparte de justificar las caídas
de los toros como un síntoma de bravura, que eso es otra cosa que nos podría
explicar, aunque en según que casos, hasta le doy la razón, admitió la
necesidad irrenunciable del tercio de varas, la necesidad de picar a los toros
y no para quitarle fuerzas, que es otro de los peregrinos y simplones
argumentos de los seguidores de la Tauromaquia 2.0, sino para asentar al animal,
para ahormar las embestidas., algo a cumplir en todas las plazas en las que se
den corridas de novillos y de toros, además de eso ya tan en desuso de ver la
bravura y esas cosas que decían los antiguos. Pero si prescindimos de esto, al
final va a ser que es verdad que se creen que lo del caballo es para quitarle
fuerza al animal y ya puestos, si el toro sale ya picado, si sale sin fuerzas,
si sale arrastrándose, podremos concluir que este será el fin de la fiesta,
pero de momento vayamos corriendo a dar gusto a tanto taurino sin afición, que
solo busca engrosar su bolsa y no le demos más vueltas, antes de que todo
acabe, suprimamos la suerte de varas.
Enlace programa Tendido de Sol del 22 de octubre de 2017: