lunes, 30 de septiembre de 2019

Finde de locurón en Madrid


A veces lo más meritorio no es lo más celebrado

Que digo yo que ahora que todavía acompaña el tiempo y los niños no tienen muchos deberes, que por qué no nos vamos a pasar el finde a Madrid, así de tirar la casa por la ventana. El viernes de tranqui, el sábado a comer un bocata de calamares a la plaza de Sol, que no sé dónde verán la puerta, y el domingo a los toros, al mano a mano cumbre con toros de muchas ganaderías, que en la variedad está el gusto. Así que me cogí a mi churri, a los niños, cargué el monovolumen y hala, pa Madrid. Y esto mismo lo pensaron tantos como casi los que caben en la plaza de Madrid, un montón. Y allí que llenaron la plaza de gentío y de ganas de ver orejas y salidas a cuestas hasta del de las cervezas. Una peña con polos rosas y una barra de pan de metro y medio, que la merienda no se perdona. Todas las amistades juntas y que aquí me las den todas, que para una vez que vamos a los toros y a una corrida de postín, hay que ir preparados.

Y nos preparamos para el mano a mano con toros de Juan Pedro, que no de Parladé, de Núñez del Cuvillo y de Victoriano del Río, que no de Toros de Cortés. Que te crean falsas ilusiones anunciando cinco hierros, de tres propietarios, y al final te echan de tres hierros, de los tres mismos propietarios. Que es como decir que saldrán unos toros, a decidir, pero que por si acaso falla alguno, aunque sean tres, el respetable no podrá pedir devolución del precio de las entradas. Si es que el señor Casas, don Simón, se las sabe todas y más si es para recaudar pasta y no soltarla. Los diestros, Miguel Ángel Perera, aquel de aquella puerta grande vergonzosa, y Paco Ureña, favorito de Madrid y de toda la región de Murcia.

Resulta complicado hablar de los toros siendo de tres vacadas diferentes, pero haremos el esfuerzo. Lo de picarles era una utopía, no se les picó, contando con la colaboración inestimable del público que no solo lo permitía, sino que aplaudía el que el puyazo apenas se señalara, el que se levantara el palo, en definitiva el que no se picara a ninguno, solo al sexto, un sobrero que era un marrajo de José Vázquez, al que al menos se le picó en la segunda vara. Toros que se quedaban en el peto, como el que se queda en una terraza de la calle de Alcalá, para hacer tiempo hasta la muleta. Ellos se dejaban y el de arriba si acaso, solo si acaso, apoyaba el palo levemente en el lomo, como si fuera a aplastar un flan. Luego en la muleta ibán y venían, sobretodo si los de luces no les obligaban lo más mínimo. En lo del corre que te pillo lo bordaban. Si bien es verdad que alguno se dolió como un perro en banderillas, pero no pasaba nada, como se arrancaba de lejos en la muleta ya le valía al personal para querer darle honores de bravo.

Miguel Ángel Perera compartía cartel en este mano a mano del que muchos aficionados de Madrid opinaban que bien, pero que les sobraba Perera. Pues empezamos bien. El extremeño empezó desarrollando ese toreo suyo tan predecible. Sin cuidar la lidia, ¿pa qué? No picando a su primero, no fuera a ser que se le desmorrara contra el suelo. Que luego decía que era porque a él le gusta dejarlos muy cruditos. Ya, en su punto, ¿no? Y con muchas patatas. Faena iniciada por el pitón derecho, abusando descaradamente del pico, sin cargar la suerte, cambio de mano y lo mismo, con enganchones incluidos, trapazos en línea recta, sin rematar jamás, para acabar a la velocidad mortecina del Juan Pedro, que no quiere decir que templando.

Su segundo le desarmó ya con el capote. Se picó en quites con Ureña, ante un animalito que malamente aguantaba aquel trajín. Y fue José Chacón quién más le cuidó con capotazos justos y con suavidad. Telonazos de inicio, muy solemnes, enganchados y ya con la diestra, pues a darle al pico, echándoselo para afuera. Medios pases siendo benévolo, que a veces, ni a eso llegaban. Pero él se propuso pasar el rato y alargó la faena innecesariamente, la faena y el trasteo. Y le salió el quinto, uno de Núñez del Cuvillo al que parecía que había que llevar en parihuelas. No se le picó, se le dejó a su aire, si va al caballo solo, como si va acompañado. Se dolía de los palos como un perro, pero en esto que Perera decidió, oportunamente, darle distancia, cada vez más y allí que se arrancaba el animalito hasta con prontitud, para ir y venir en muletazos que nunca le sometieron, ni tan siquiera le molestaron. La misma de siempre, pero eso de ver las arrancadas de lejos y para dar en los morros a los que protestaron al toro, el cotarro se animó y venga a venirse el personal p’arriba. Vaya cierre del finde, un locurón. Uno tirando líneas y los otros tirando vivas al viento. Siempre ventajista, con la zurda aún tenía que recuperar el sitio, escondiendo la pierna de salida y con la tela atravesada. Bernadinas fin de fiesta y un pinchazo que no desanimó a los entusiastas. Si sería así, que ni tan siquiera un metisaca barriobajero en la paletilla les sosegó. Tal sería la cuchillada, que ni pudo volver a entrar a matar para que aquello no fuera tan deslucido. Vuelta al ruedo y el sol jaleando la hazaña de un fulano bebiendo en bota sin respirar. Plaza de Madrid, sí señor.

Paco Ureña comenzó fuerte. Su primero no quería nada con las telas, ni con sus portadores. Le dejaron a su aire, que él decidiera. Había que esperar a la muleta, que para eso se viene a Madrid, para ver la muleta. Ayudados por alto para comenzar la faena, con dos muletazos por abajo por ambos pitones y se toree o no, eso gusta al público. Pases acompañando, para a continuación ponerse derecho, acompañando, que no toreando. Con la zurda ya aparecían los retorcimientos. Cites de frente abusando del pico, medios pases, para acabar despatarrándose con muletazos por ambos pitones. Entera contraria y una orejita, por aquello de luego poder contar que le pidieron la oreja a Ureña.

Al cuarto, el jabonero, le recibió con mantazos siempre jaleados, sin hacer por ponerlo en el caballo, algo no infrecuente en este matador. Se lo sacó al tercio sin templar jamás y ya con la diestra, a cada muletazo seguía una carrerita. No se hacía con él y el animalito no se toreaba solo, pedía al menos un poquito de mando. De uno en uno y siempre recolocándose e insistiendo. El sexto fue devuelto ya con las banderillas puestas, pero es que el animalito no se tenía en pie. Y salió uno de José Vázquez, parado y escarbando, echando las manos por delante. Mantazos más bien de compromiso, dejando que el toro le tocara demasiado el engaño. Se fue suelto del caballo para recorrer mundo y fue en la segunda entrada cuándo aprovechó el picador para darle con el palo. Buscaba la puerta de toriles, hacía hilo con los banderilleros y se dolía de los palos. Lo recogió bien Ureña con unos redondos por abajo, pero ya de pie se le venía rebrincado, echando los pitones al cielo. Lo que había que tragar; un derrote tras otro y a esperar el siguiente, buscando las tablas desesperadamente. Intentaba el diestro sacarlo de su querencia, pero una y otra vez era imposible. Se fue adónde pedía y aguanto que le pasara el pitón por la barriga, queriendo sacar lo que aquel no tenía. Alargó demasiado, se puso un tanto histriónico, quizá queriendo arrancar la oreja, pero no tenía sentido. Unos valoraron aquello como lo más meritorio de la tarde, otros puede que se desilusionaran porque no había más orejas, pero ya daba igual, que la habían gozado de lo lindo con el descaro de un señor que exige, no pide, exige respeto  para él, cuándo él mismo no lo tiene ni para el aficionado, ni para la plaza, ni para el toro. Pero unos protestones no iban a amargarnos un finde de locurón en Madrid.

Enlace programa Tendido de Sol del 29 de septiembre de 2019:
https://www.ivoox.com/tendido-sol-29-septiembre-de-audios-mp3_rf_42263892_1.html

domingo, 29 de septiembre de 2019

Se conformaban con el 0-0


Quizá caminemos hacia gsutos más primitivos, despreciando todo lo avanzado en el toreo y olvidando que este es la parte más sofisticada y complicada de la tauromaquia.

Tarde de toros/ fútbol, a ver si Daniel Luque marcaba de una vez por todas, si Costa se sentía torero y si a los del Puerto les funcionaba el contragolpe, mientras Simeone le daba una buena lidia al contrario o si Zidane encontraba el sitio con la espada. Un lío, la verdad. Lo único claro es que la tarde fue de salir a conformarse con el cero a cero. Los del Puerto, si bien es verdad que no les entendían, tampoco es que estuvieran por expresar mucho, pero que tampoco se nos olviden esas lidias con casi una centena de capotazos, largando tela de cualquier manera y sin pretender fijar a un toro en toda la tarde. Y visto lo visto, los toros, cada uno de una manera, si se tenían que salir buscando las tablas o la puerta de toriles, pues allá que se iban. Eso sí, no se caían, que ya es un adelanto en esto del Puerto.

El primero de Daniel Luque salía buscando por dónde escapar, intentó saltar, escapaba de los toreros, que solo atinaban a rodearlo y enseñarle lo rosa, pero sin bregar para al menos intentar fijarlo mínimamente. Primer puyazo traserísimo tapándole la salida, un quite pausado a la verónica de Daniel Luque y una nueva entrada con el toro arrancándose con prontitud, para que le señalaran el puyazo de fea manera en la paletilla. Luego asomó Juan Leal, que venía dispuesto a demostrar lo que pone en práctica por esas plazas de Dios. Y vaya si lo demostró. El del puerto seguía mostrando su interés por todo lo que fuera con la puerta de toriles al fondo. Le alegraba la sangre para arrancarse con prontitud. Una primera tanda de Luque erguido, sin abusar del pico como suele ser costumbre, que parecía  que iba a ser el redescubrimiento de este torero. Pero el espejismo se diluyó en media tanda, con la mano alta, lo que hacía que el animal mostrara una embestida más descompuesta. Para continuar con tandas de trapazos, pico y echando al toro para afuera. Más picos, intento de medios muletazos y el de negro se acabó yendo decididamente al abrigo de las tablas.

Al grandullón de la Ventana del Puerto, feo, de malas hechuras, lo que por tierras charras definen como un vaco. Barbeaba sin disimulo, a ver que había detrás de ese muro de madera. Verónicas sin enmendarse, de brazos encogidos, sin bajar las manos. En el peto sencillamente se dejaba, empleando solo el pitón izquierdo. En la segunda vara le dejaron por allí, para que se limitara a pegar tres derrotes y acabar saliéndose suelto. Insistió en quitar Juan Leal, esta vez con gaoneras a la velocidad del rayo. Que si no es porque uno atiende una barbaridad a los que saben, nunca habría llamado a aquello gaoneras. Tomó Luque la muleta y en este ni atisbo de algo esperanzador. Trapazos desde el primer momento, acelerado y con el pico de la muleta. Ya empezó buscando las tablas, unas tandas más largando tela y entre la sosería y el aburrimiento, buscaba refugio y abrigo en los adentros y de la puerta de chiqueros, ya sin disimulo, si es que disimuló en algún momento. Muy aquerenciado, le hubo de cuadrar con el toro casi apoyado en un burladero. Y lo peor era lo incierto que estaba y el peligro de un repentino arreón defensivo, como así sucedió.

 Volvía Juan Leal, ese torero en el que algunos ven valor y entrega. Estupendo, pero la cuestión es si para ser torero vale con eso o si se precisa al menos un poquito de conocimiento del toro, de la lidia, si hay que tener un mínimo de recursos para enfrentarse al toro, en definitiva, si se pone la inconsciencia por encima del saber y que salga el sol por Antequera o si a estos kamikazes hay que decirles que por ahí no, que eso no es torear, igual que estamparse contra un barco tampoco era pilotar. Con el capote, aparte de no pararse quieto, se limita a mostrar la tela y escapar, sin pensar en ponerse a bregar e ir ahormando al toro. Bien es verdad que ya de salida, y también por la ausencia de un capote que le sujetara, se marchó a la zona de chiqueros, con la cara a media altura, sin amago de humillar. Le hicieron la carioca en el caballo, mientras el animal tiraba derrotes y más derrotes con el pitón izquierdo. Le dejaron corretear todo lo que quiso y más, para apenas picarle en la segunda entrada, con el picador levantando el palo y mostrando esa deplorable imagen del toro debajo del peto y los demás despreciando la posibilidad de que allí puede haber peligro. Ya sabemos que hay quien aplaude esto, pero allá cada uno. ¡Ay! Cuándo a los picas de antaño les decían que levantaran el palo y estos poco menos que te hacían una peineta. En banderillas resultó cogido Marc Leal, que se quedó inexplicablemente en la cara del toro. Comenzó Juan Leal de rodillas, con trapazos por delante y por detrás en el centro del ruedo. Ya en pie comenzó su sinfonía de pico, de quedarse fuera, escupir al toro y pasárselo deambulando allá en las lejanías. Si cada torero tiene su tauromaquia, como afirman los modernos, la de este es la tauromaquia M-40 o incluso M-50, circunvalando muy lejos del centro. Posturas forzadas enseñando el engaño por la espalda, creyendo que el hacer cosas extrañas y sin sentido es arte y sin dar jamás sensación de que alguien le haya explicado lo que es el toreo. Y si no le han explicado esto, lo de entrar a matar ni se lo han insinuado. Un extraño salto, como si en lugar de entrar a matar fuera a saltar a la garrocha. Y sin haber metido la espada, se dispuso a descabellar, con un movimiento de taladro que enerva al más pintado.

Al quinto, un grandullón que al menos recordaba algo más las hechuras de la casa, le recibió Leal con mantazos pocos convencidos y nada eficaces, dejando que le tocara siempre las telas, lo que el del Puerto aprendió de inmediato, tirando derrotes a medio viaje. No le castigaron demasiado en el caballo mientras le hacían la carioca, tirando viajes a la guata desesperadamente. Volvió a empezar la faena desde los medios y tanto espacio dejaba entre la tela y el bulto, que al final el toro no tenía más remedio que intentar meterse por ahí. Despegadísimo y desplegando toda su vulgar chabacanería y ahora, a ver si nos libramos de él un tiempecito, largo, de la plaza de Madrid.

A Juan Ortega se le espera siempre en Madrid, pues aunque no creo que haya cuajado ninguna tarde completa, y no es que se me hayan olvidado tardes muy jaleadas en esta plaza, hasta el momento solo ha dejado detalles, muy buenos, pero solo detalles, aunque eso sí, aunque solo sean detalles y algunos buenos naturales aislados, ya ha dejado más que casi todo el escalafón en mucho tiempo. Quizá por eso se le sigue esperando. Su primero salió flojeando hasta del rabo, pero no se caía, ¡qué cosas! Se empezó dándole demasiados capotazos y esta tónica se prolongó en exceso, abusando, durante los dos primeros tercios. Capotazos y más capotazos. El animal hacía hilo y en lugar de recortarles y desaparecer, allí que se quedaban. Fijo en el caballo, solo se dejó, sin más, sin presentar pelea. Nefasta lidia en banderillas. Cuándo nadie era capaz de ponerlo en suerte para un tercer para, estando en paralelo a las tablas en terrenos del cinco y viendo que la cosa podía complicarse aún más, Antonio Chacón hizo apartarse a todo el mundo, allí iba a encontrar toro y lo encontró en un soberbio par, arriesgado y con recursos de buen rehiletero. Que gusto, un torero en el ruedo. Se quedó pegajosito para la muleta y a pesar del desastre de trapazos, el animal aún iba, pero de aquella manera. Obligaba a perderle muchos pasos, se revolvía, escarbaba y Juan Ortega poco más que solo podía estar ahí. Le medio sacaba algunos muletazos con la derecha, pero no así con la zurda, por dónde ya se defendía y como prueba un arreón repentino del que le libró la agilidad de pies.

Ahora debería relatar lo que fue el sexto de la tarde, pero ya saben, después de ver cómo toros y toreros iban a por el empate, no debí tener bastante y me fui a ver otro soporífero empate a cero en el Metropolitano. Pero uno que tiene buenas amistades, le ha pedido a Gloria Cantero el que me pasara sus notas de ese sexto toro, las cuáles reproduzco sin poner ni quitar una coma:

Sexto: Bien presentado, se coloca en suerte en la primera vara pero no así en la segunda y es picado al relance y muy trasero.
Empuja con un solo pitón y levantando la testuz.
Quite de Luque por verónicas templadas sin mando.
El toro apunta demasiada indiferencia a las telas.
Se dolió en banderillas.
Comienzo de faena de muleta con la diestra, muy dubitativo y siempre descolocado. Dos tandas cortas y cambia de mano. El toro arrolla pidiendo mando, descompone al torero.
Media estocada y un pinchazo.
Silencio para el torero y una voz que se escuchó en el tendido:
"esta ganadería que no vuelva nunca más".
¿También los aficionados estaremos modernizándonos?

Y quizá sea así, que ya nos hemos modernizado y a veces sea difícil encontrar un algo de coherencia, que nos encantamos con un manso pregonao porque complica a los de luces y lo convertimos en nuestro hçéroe por siempre jamás, que clamamos por el tercio de varas y nos “emocionamos” con una corrida que no junta medio puyazo entre seis toros, que nos ponemos exquisitos con los toros y tragamos que nos anuncien nueve hierros para poder sacar seis toros en una fastuosa y memorable encerrona, que protestamos el pico y entronizamos a quienes lo tienen como seña de identidad. En fin, modernos, modernos, lo que se dice modernos y que con ganado malo, como el del Puerto, nos olvidamos de las fechorías perpetradas por los de luces y es que al final no solo colchoneros y merengues, toros y toreros, sino que también los aficionados modernos se conformaban con el 0-0.

sábado, 28 de septiembre de 2019

La chupifiesta, el chupitoreo, los chupicarretones y… que agradecidos son los paisanos


Se aplaude la habilidad, la maña, pero asomarse al balcón, ni la vieja al visillo para guipar al novio de la del segundo derecha

Los osados que se atrevan a decir que el público de Madrid es duro, demasiado duro, quizá deberían, en un acto de contrición, hacer examen de conciencia, pedir perdón por sus pecados y acatar la penitencia. Esta muy bien podría ser el tener que estar quince días seguidos, con sus noches, soportando una encerrona por jornada de esos a los que una tarde, un día que se tercia ir a los toros, a esos a los que en esa fecha jalean y piden orejas como el que pide otra ronda en los baretos alrededor de la plaza. ¡Una de oreja! Con su salsita y todo y el encargado de la barra, el señor de Villa Parro, sirviendo raciones y más raciones a golpe de pañuelazo.

Que si alguien aún no le ha cogido el aire a esto de la modernidad, no tienen más que ponerse la novillada que habría esta Feria de Otoño y a funcionar. Novillada más feota que otra cosa, demasiado anovillados y hasta con algún kilito de más, sin exceso, de Fuente Ymbro. Unos fofisanos que peleaban en el caballo, aunque con mal estilo, de medio lado, sin humillar, tirando derrotes al peto y alguno hasta saliéndose suelto del caballo, mientras los de arriba lo mismo les deslomaban, que le señalaban el puyazo como si estuvieran haciendo mahonesa con la batidora. Que gesto tan moderno, como horroroso. Solo Pachano tuvo la decencia de no picar trasero al primero. Luego su compañero de collera, Jean Nicola Bertoli, de la cuadrilla de Le Rafí, se encaró con el respetable cuándo le reconocieron su nefasta labor en el cuarto. ¡Mon dieu! Criticarme a mí, caballero montado del Pays Catarianne de la France francesa. De los novillos se puede decir que ya podían mansear como perros en el primer tercio, que en la muleta iban y venían para que les toreara hasta el que vendía las almendras. Pónmela ahora por el derecho, ahora me la cambias, que si no me aburro y, ¡halaaa! ¡Vengaaa! ¿Otra serie? Pues sea, como esta. ¿Una más por el izquierdo? Y dos si se tercia. Será por tandas. Que me las quitan de los pitones, señora. ¡Señora, ha llegado a su casa el trapacero! Se trapacean naturales, derechazos, medios pases y muletazos largando tela, con el pico de la muleta, sin mando, sin temple, todo a la velocidad que marca el burel. ¡Ha llegado el trapacero! Y tranquilos, que allí estaba el paisanaje y los que no eran paisanaje, dispuestos a jalear todo lo que allí sucediera, con tal de no quitarle la ilusión a los chavales.

El Rafi se presentaba en Madrid, mostró una incapacidad desganada con el capote, sin parecer importarle que su novillo deambulara a su aire por el ruedo; ya vendría. Con la muleta no es que pareciera que pretendiera disimular lo de meter exageradamente el pico de la muleta, sino que más bien parecía acentuar el gesto para que nadie en la plaza ignorara tal circunstancia. Pases, pases y más pases con una desesperante sosería. Despegado, tirando líneas, teniendo que recuperar el sitio a cada muletazo, sin gusto, para acabar en uno con un absurdo arrimón. Fuera de cacho, estirando en demasía el brazo y alargando el trasteo sin razón, castigando a esa benévola plaza que ni se atrevía a decirle nada, no fuera a ser que en una de estas le abandonara la ilusión al galo. Y como colofón un bajonazo recibiendo, que a algunos les hizo pensar que el chaval tendría que buscarse un abogado ya mismo.

Pero el bueno de verdad, el alumno aventajado de la modernidad fue Tomás Rufo. Lo tiene todo. Con el capote lo mismo tiraba mantazos, que se ponía flamenco, genuflexo, echando el pasito atrás, pero poniéndose muy flamenco, eso sí, dejando que le tocara el engaño en casi todos los lances. Aunque en su favor hay que agradecer la forma de llevar al caballo a su segundo, el mismo en el que hicieron saludar a los banderilleros por clavar más con picardía y habilidad, que con verdad. Con la muleta dio una verdadera sinfonía de lo que es meter el pico, quedándose fuera siempre, cites de frente con la zocata, pegando tirones. Dejando que se la tropezara demasiado. Si bien es verdad que en su segundo tuvo más vista. Medios muletazos con la derecha, girando y acompañando el viaje, pero sin mandar y sin rematar ni un muletazo. Pasaba a la velocidad que marcaba el novillo, acompañaba, pero no mandaba y el entusiasmo cundió entre los asistentes, que por momentos vieron torear despacio, pero claro, ya lo decía aquel, que una cosa es torear lento y otra templar y que no tiene por qué coincidir y en este caso, pues no coincidió. Un natural con la rodilla flexionada, que aunque con la tela atravesada, sí que tiró del Fuente Ymbro. Y como en su primero, una orejita, más una segunda vuelta al ruedo que no tenía explicación; quizá tanteaba a ver si le caía otro manojo de trigueros del bajo del siete. 

El tercero era Fernando Plaza, quién en el manejo del capote mostraba una quietud ya en desuso, pero a la hora de manejar los brazos, ¡ay los brazos! No cabe mayor sosería y desgana. Casi la misma que mostraba con la pañosa. Telonazos sin moverse, pero luego había que torear y… Atravesando el engaño hasta meterle la punta de la muleta en el testuz. Soso, aburrido, desangelado, siempre desde fuera, más allá de la pala del pitón. Además tuvo la mala pata de que le tocara el único con un poco de guasa. Empezó dudándole con el capote, el novillo medio se atravesaba y llegó un comprometido achuchón que afortunadamente quedó en susto. En el último tercio continuó con ese defecto de vencerse por el izquierdo, le punteaba las telas y a medio muletazo le tiraba un derrotito, acentuado por ese permitir que le tocara demasiado los engaños. Feo desarme poniéndole los pitones demasiado a la vista. Acabó con un arrimón innecesario y con bernadinas trapaceras, ¿o eran manoletinas? Sablazo haciendo guardia y tras una entera rinconera, todos para casa, que allí ya no había más. Y ahora podremos tirar de los tópicos de siempre, que si la ilusión de los chavales, que si están aprendiendo, que si lo que ilusionan las novilladas, que si ya tampoco ilusionan las novilladas, pero la realidad al final no es otra que esto ha evolucionado, o degenerado, en la chupifiesta, el chupitoreo, los chupicarretones y… que agradecidos son los paisanos.

martes, 24 de septiembre de 2019

Si ponemos a la zorra al cuidado de las gallinas


Cuesta adivinar el futuro de los toros en Madrid y lo que se adivina no anima demasiado




Que Tino ha tenido siempre la sabiduría popular, que capacidad para dar certeramente en el clavo y el que quiera, que entienda y el que no, que siga haciendo volatines por los riscos. Quizá una de las expresiones más absurdas e imposibles sea esa de poner la zorra a cuidar las gallinas. Nadie en su juicio cometería tal barbaridad con las pobres gallinas, que ya no solo las viola el gallo, según expertos gallinólogos, sino que el hombre le come los huevos y ahora, pues eso, que de segurata le ponen a la zorra. O una de dos, o el gerente del gallinero es un saco rebosante de ignorancia o no tiene ni idea de usos y costumbres de las raposas. O lo que es peor, le importa un bledo lo que les pueda pasar a la familia Gallinez. ¿Qué se las zampan y no dejan ni las plumas para rellenar cojines? Pues se rellenan de miraguano, que también vale.



Vamos, algo parecido a lo que ha decidido la nueva ejecutiva de la Comunidad de Madrid, en Asuntos Taurinos nos han colocado a Miguel Abellán. Que así, de primeras no parecería nada descabellado eso de poner alguien del mundo de los toros al timón de la fiesta en Madrid, especialmente de la primera plaza del mundo. Pero si miramos la trayectoria del nuevo responsable, la verdad es que es para echarse a temblar. Un taurino convencido y que seguro que no hará nada que pueda incomodar a los suyos. ¿Qué puede esperar el aficionado de quién hasta hace dos días era uno más de este entramado de manejantes? Con poco poder, eso es verdad, pero es que ahora lo tiene todo. Poco se puede esperar de quién ni entendía, ni quería entender al aficionado, de quién veía a este como un enemigo a batir. De quién está más en la línea del señor casas, don Simón y de sus arengas triunfalistas para que en la plaza de Madrid se den despojos a troche y moche.



Ójala nos llevemos la sorpresa de nuestras vidas y que no ceda ante el productor que tanto daño está haciendo a la plaza de Madrid hasta hundirla a niveles nunca antes alcanzados, ni sospechados. Ójala sea capaz de exigir carteles de acuerdo al prestigio de la plaza y que no le tiemble el pulso si tiene que devolverlos a la empresa cuándo esta se los presente a la Comunidad. Ójala que el señor Abellán deje de lado trifulcas partidistas y se entregue de verdad a trabajar por la fiesta de los toros, por mantener el respeto al toro y por al menos intentar entender al aficionado. Ójala no se entregue a ese triunfalismo del señor Casas, don Simón, quién no busca otra cosa que el público facilón que paga, calla y si acaso, solo si acaso, ya volverá al año que viene, si es que le cuadran las fechas para ver a los mediáticos.



Dios nos libre de los defensores de fiesta, que de los que la atacan ya nos libramos nosotros. Que nos libre de estos que confunden el amaneramiento y el folklore con el toreo, de los que ahora se llenan la boca pregonando el arte del toreo y lo confunden con cualquier vulgar astracanada mentirosa y tramposa. Que nos libre de esos que huyen del toro, que ni de lejos se acercan al toreo, que en la crítica ven falta de respeto y que como respeto solo entienden el halago, aunque sea infundado y la idolatría a la vulgaridad y a sus artífices. Pero mucho tendría que cambiar el señor Abellán para evitar todo esto, para que no se eche en manos de los taurinos, que ahora sí que le recibirán con los brazos abiertos, porque ahora él tiene mando y ya se sabe, al que manda, se le pulen las suelas de esos zapatos caros a fuerza de lametones. Y, ¿quién se puede resistir a los brazos abiertos de par en par de esos manipuladores de la fiesta? Pues esperemos que Miguel Abellán marque precedente y se mantenga firme y con el único objetivo de defender los toros y su dignidad en la Comunidad de Madrid y, por supuesto, en la plaza de Madrid, pero igual la realidad será otra, porque si ponemos a la zorra al cuidado de las gallinas.



Enlace programa Tendido de Sol del 15 de septiembre de 2019:

https://www.ivoox.com/tendido-sol-22-septiembre-de-audios-mp3_rf_41814846_1.html

lunes, 16 de septiembre de 2019

Corrida Concurso. nos ciega la muleta y ciegos, no vemos más que la muleta


Parece increíble que de todos los puyazos solo hubiera uno que no fuera trasero o traserísimo. Y eso que había premio para el picador.

Corrida Concurso de Ganaderías, no concurso de toreros, ni concurso de muletazos, ni concurso de inventos extraños en el ruedo de Madrid. Y en una concurso, al menos en Madrid, lo que parece que se debe buscar, o se debía buscar, es el ver al toro, con una lidia completa y con todos los ingredientes, absolutamente todos, que aparecen o deben aparecer durante el transcurso de dicha lidia. Que me darán mil explicaciones, mil, pero uno prefiere eso, ver la lidia al completo. Uno no entiende por qué en Madrid en la concurso no sale el caballo que guarda la puerta. ¿Qué puede distraer al toro y hacer que este se arranque a este? Muy bien, que se arranque. ¿Es que eso no quiere decir nada? ¿Es que eso no es ver las reacciones y querencias del toro? Que pasa tres cuartos de lo mismo con el que las cuadrillas se queden en el callejón. Que es verdad que estas tienen que estar lejos del caballo y por el estribo izquierdo, sin molestar al toro, por supuesto, pero en el ruedo. De lo de las rayas ya ni hablo. Que son cuestiones que entiendo que gusten mucho en corrales de gallinas y que hasta haga pensar a algunos que esa mística acrecienta el misterio de las concurso. Me parece estupendo, pero a ver si algunos, ni muchos, ni pocos, miran a los carteles de fuera y ven eso de Plaza de Toros de Madrid. Y si tienen dudas, que miren el cartel de la boca del metro, que también orienta. Que en esta plaza cabe el caballo de tanda y el de puerta, que cabe la cuadrilla del espada de turno y el resto de alternantes y que si no se saben ubicar en el ruedo, que atiendan a los del sombrero con plumas, que ya hasta la señorita alguacil se atreve a sacudir las tablas con la fusta para poner orden allí abajo.

Abría plaza un torazo que en unas semanas se iba de edad, un torazo de la Quinta, al que Robleño recibió como buenamente pudo. Bien colocado en el caballo, peleó y empujó en el primer encuentro, un puyazo trasero dándole estopa. Mostró algo más de alegría en la arrancada para el picotazo segundo y en la tercera vara, desde lejos y tras escarbar, fue sin ningún exceso de codicia. Inició el trasteo Robleño a una mano, con muletazos por abajo, para pasar a citar dándole distancia, atravesando el engaño y sin decisión para cruzarse, lo que en este caso hasta podría ser un buen recurso defensivo. Dejaba la mano alto al final de los muletazos, por el izquierdo fuera de cacho y despegado, sacando demasiado el culo. Pero la gente estaba con él y todo se le jaleaba, aunque fuera el no dominar ni mandar en las embestidas del grandullón. Sin pararse quieto en los muletazos, el toro empezaba a enterarse de lo que allí pasaba. Vuelta al derecho y entre las dudas surge el desarme, muy aplaudido, por cierto; cosas de la modernidad. Con la zurda, de frente, de uno en uno y teniendo que recolocarse a cada muletazo a base de correr. Muletazos regañados y retirando la muleta de golpe, cuando no largaba tela sin control. Es verdad que el animal seguía la tela, pero también lo es que su matador no la manejaba conduciendo las embestidas. Le costó poder cuadrarse, el toro se repuchaba, no se quedaba quieto y entre pinchazos desacertados optó por tirarse a la desesperada, saliendo feamente prendido por la pechera. Varios intentos no cobrando más que pinchazos y empezaron a sonar los avisos, uno, dos, tomó el descabello y el de la Quinta ya se defendía, complicándole la vida al espada. Un descabello, dos más y sonó el tercer aviso. Había que hacerse a un lado, aunque el toro doblara tras el tercer clarín. A cualquiera le puede ocurrir esto, pero ya que no se monta una bronca por semejante desdoro, lo que no es comprensible es que el caballero se atreva a salir a saludar. Hubo aplausos, de acuerdo, pero un matador de toros debe saber que con tres tararís hay que taparse. Que vale que no te afecte, que no sientas eso de tierra trágame, pero tampoco hay que abusar, ¿no?

El segundo, un cornalón de Baltasar Ibán, fue recibido con matazos de compromiso por Rubén Pinar. Dejó que acudiera al caballo al relance para la primera vara, trasera, tapándole la salida, para que el toro esbozara una tímida pelea. De nuevo al relance, un picotazo señalado, para enseguida levantar el palo mientras le tapaban la salida. Tercer puyazo de lejos, en el que el Ibán se arrancó con algo más de brío, para dejarse sin apenas pelear. Hubo una entrada más, para no pasar de dejarse, sin más. Buen comienzo de Pinar por abajo con la mano derecha, para, ya erguido, limitarse a meter el pico, vulgar y acompañando las arrancadas del animal, sin nada de aquello del templar y mandar. El toro iba y volvía a ir en busca del engaño, que se movía a base de trallazos. Trapazos y más trapazos, hasta que el castaño acabó aburrido, con constantes cambios de mano sin criterio y sin que allí se atisbara el menor rasgo de mando. El albaceteño evidenciaba el no poder con su oponente; trapazos, enganchones, pero sin asomo de toreo.

Y salió el del Marqués de Albaserrada, dejando ver ya de salida su mala condición, no exenta de peligro. Le dudó Javier Cortés al ponerlo al caballo, de cerca, le pegaron un marronazo en mitad del lomo. Apretaba y tiraba derrotes al peto. En la segunda si acaso se dejó y para el tercer encuentro, de lejos, no iba ni a empellones y hubo que ponerlo de cerca, haciendo sonar el estribo. En banderillas empezó a reinar el desorden y el de Albaserrada parecía que empezaba a ser él quién mandara en el ruedo. Con la muleta no dio tiempo a más que a una tanda atosigando al torero por el pitón derecho y en el de pecho, cuándo intentaba echárselo para adelante cómo mejor podía, le tiro un derrote que le alcanzó la cara. El resultado ya es sabido y ahora a esperar que la recuperación sea cierta y que el madrileño no tenga que vivir en carne propia circunstancias que hace ya casi un año vimos con Paco Ureña. Robleño tuvo que quitarse del medio al toro, que ójala no pase a la historia por un hecho desgraciado.

Quedó la tarde en un mano a mano; se cambió el orden de lidia, saliendo en cuarto lugar el de Pedraza de Yeltes, un auténtico elefante, al que Rubén Pinar empezó manteando sin ton, ni son. Le dejaron a media distancia, acudiendo el colorado pronto y alegre. Marronazo para deslomarle. Le taparon la salida mientras se escuchaba la música del estribo. Segunda vara con más distancia, arrancándose de la misma forma. El de aúpa no atinaba, sería que no encontraba toro en semejante mole. Le dieron bastante, mientras el toro se limitaba casi a solo dejarse. Nueva arrancada por tercera vez y de nuevo le dieron leña sin compasión. Ya al comienzo del trasteo, Pinar evidenciaba dificultades para hacerse valer, de primeras no podía con el Pedraza, que se ponía pegajosito, sin dejar tomar resuello al espada. Habría que haber visto a este mismo toro con otra lidia, pero… Ni por el derecho, ni por el izquierdo, el manchego estaba igual de aperreado por ambos pitones, para a medida que avanzaba la lidia evidenciarse que el toro empezaba a acusar todo lo malo que le habían hecho. Pedía mando y le daban trapazos, acabando con una entera muy trasera y un sinfín de descabellos desganados.

El de Murteira le correspondía a Fernando Robleño, que le recogió con unas verónicas vistosas, pero rectificando con el pasito atrás. Para el primer puyazo dejó al toro dónde a este le vino bien, para recibir un navajazo más cercano a la penca del rabo, que del morrillo. Metía la cara cuándo le tapaban la salida, echándola más arriba cuándo el viaje iba para adentro. Se arrancó bien para el segundo puyazo, trasero, por supuesto, quedándose muy pendiente del caballo. Se le llevaron a los medios, de lo que seguro que nadie se habría dado cuenta si no es por las rayas que el señor Casas, don Simón, mando pintar en el ruedo. Provocaron una nueva arrancada pronta y boyante, dando la sensación de que se fue solo del peto. Aún así, hubo una cuarta oportunidad, más lejos aún, si atendemos a las dichosas rayitas. Muletazos por abajo, sin templar, incluyendo algún enganchón. Comenzó Robleño por el lado derecho, atravesando mucho la muleta, sin correr la mano, sin pararse quieto y dejando que el Murteira le tocara demasiado la tela. Probó por el derecho y peor, se lo echaba encima, sin pausa y abusando del pico. Daba la sensación de que el madrileño se limitaba a rondarle al toro, sin ofrecer demasiados recursos y nada de toreo, que quizá nos habría hecho ver otro toro.

Se esperaba al toro de Valdellán, pero la decepción surgió casi en el mismo momento en que pisó el ruedo. Justito de trapío, parecía salir encogido, evidenciando muy pronto una alarmante flojera, como si al animal le hubieran deslomado a palos. Se dejada atrás los cuartos traseros. Llegó incluso a ir dos veces al caballo, se derrumbó en mitad del ruedo y un nuevo derrumbe obligó a devolverlo a los corrales. Salió un sobrero de Rehuelga, en teoría ya fuera de concurso, lo que no era óbice para darle una lidia digna. Rubén Pinar se vio desbordado en los primeros compases, obligado a darse la vuelta con el capote, para a continuación quedar desarmado. Peleó bien el de Rehuelga en el caballo. El que no estuvo a la altura fue el picador, que con la puta partida pretendía picar con la astilla del palo, mientras el toro se encelaba con el peto y un monosabio rondaba a toro y caballo ofreciendo otra puya al jinete, conformando una lamentable imagen. Fue de lejos con un leve trotecillo en la segunda vara y cuándo todo el mundo esperaba que se le dejara otra vez frente al peto, el señor Pinar decidió pedir el cambio, ejerciendo un derecho propio del matador, pero enfrentado a toda la lógica del momento y a lo que el aficionado quería ver. Muchas gracias por no permitirnos ver al toro, señor matador. Después quiso brindar al público, pero claro, le dijeron que nanay, que obras son amores y… Se puso elegante el albaceteño y pretendió hacer pasar por toreo esos muletazos erguido, tirando descaradamente del pico de la muleta y pasándoselo muy, pero que muy lejos. Cites de frente, con la zurda, la diestra, pero con el control remoto en marcha. Lo despachó de pinchazo y una entera en el lomo, mientras parte del respetable se preguntaba lo que tenía que ser una tarde con seis toros para Rubén Pinar. Luego vinieron los premios y haciendo balance de la tarde y escuchando los aplausos del respetable, aparte de lo mal que se picó, lo que parece es que también en una Corrida Concurso, nos ciega la muleta y ciegos, no vemos más que la muleta.


Enlace programa Tendido de Sol del 15 de septiembre de 2019:
https://www.ivoox.com/tendido-sol-del-15-septiembre-de-audios-mp3_rf_41451261_1.html

lunes, 9 de septiembre de 2019

Ureña y de Miranda, cargando la suerte





A veces cuesta disipar las sombras que se ciernen sobre el toreo

Empezaba la temporada llena de más incertidumbres de las habituales, para dos matadores de toros: Paco Ureña y David de Miranda. Ambos venían de subir su Tourmalet particular, en el que el simple hecho de iniciar la ascensión ya era un considerable logro. Una lesión en el ojo y una lesión cervical, de la que seguro que ya tienen suficientes noticias, sin necesidad de entrar en más detalles, no solo ponían en duda la vuelta a los ruedos, sino el poder hacer una vida más o menos normalizada. Cabían dos opciones, o conformarse y quedarse en el sitio haciendo el Tancredo o adelantar la pierna y cargar la suerte de la vida. Fueron para adelante e iniciaron el paseíllo de la recuperación. Como en el toro, no sabían si habría o no triunfo. Una lidia larga, dolorosa, llena de sufrimientos, con derrotes de adversidades médicas, con casi confirmaciones de que la cosa no podía mejorar, era lo que había, conformarse o conformarse.



Ambos dejaron lo de conformarse a un lado, que para eso ya habría tiempo, que tiempo era lo que les sobraba a ambos. Todo el tiempo del mundo. Pero quizá ambos mentían cómo bellacos cuándo comenzaron esa lastimosa recuperación. Mentían al hacer creer que ellos solo querían poder llevar una vida más o menos normal, porque en su interior seguro que las intenciones eran muy diferentes. Su normalidad era volver a vestirse de luces y… ¡bendita mentira! Ambos dejaron como mentirosa a la ciencia y se encaramaron a su verdad, a la verdad del matador de toros. Y como tales, seguro que no engañaron a nadie. Ureña y de Miranda subieron ese Tourmalet y todos los puertos de las tres grandes vueltas, uno detrás de otro, como si fueran grandes series de naturales, ligados y rematados con el de pecho, el día que se volvieron a enfundar el traje de luces.



Una vez conseguido lo imposible, podía pensarse que las condiciones no iban a ser las mejores, que pedirían un poco de árnica a la hora de ser enjuiciados por el aficionado. Que en estos casos el aficionado puede ser condescendiente, pero cuando las cosas no van, aunque no lo diga, por respeto, piensa que mejor en casa, que luciendo penas. Quizá se les pudo ver a ambos con algún rasgo de tenerse que readaptar a todo aquello, que aunque conocido, era nuevo para ellos, pero si ocurrió así, no fue más de cinco minutos. Que luego vendrá el si esto no gusta o si se prefieren otras formas, pero allí estaban.



El logro de la reaparición ya quedaba lejos, quedaba minimizado por dos matadores de toros que se empeñaron en dejar atrás esos días de sufrimiento, sin olvidar, pero sin que supusieran unas cadenas eternas que les condenaran de por vida. El logro mayor fue el alternar como uno más, con las ganaderías de siempre, con los compañeros de siempre y en las plazas de siempre, aunque el bagaje de uno y otro no fuera el mismo, que la edad también tiene sus cosas y mientras uno ya llevaba años de alternativa, el otro empezaba su caminar de matador de toros. Ureña permitió que se le pudiera censurar si pegaba el tirón en los muletazos o no, permitió hablar de verdad del toreo, porque desde el primer momento se puso en el sitio de siempre y con la ambición y afición de siempre, si no más. Admitía las críticas de la misma forma que los halagos, de verdad y sin atisbo de lástima. Solo se hablaba de un torero, ni más ni menos.



David de Miranda no solo mantenía su dar miedo al miedo, mantenía ese sentirse a disgusto si no adelantaba la pierna de salida y hasta, aunque personalmente a algunos no nos guste, cerró con manoletinas sello de la casa. Que una cosa son los gustos de cada uno, que tampoco pueden significar ir contra la personalidad del torero y otra el ver lo que es la verdad del toreo, con el toro cara a cara. Y ahora, con la temporada con el verano ya casi superado, ambos han vuelto a caer, pero sin que esto signifique tan siquiera una vuelta a la casilla de inicio, es un paso más, uno de los muchos obstáculos que tienen que superar los toreros. Y estos dos, esos que mentían al hacer creer que solo querían recuperarse para salir a pasear al parque, estos dos que lo que buscaban y para lo que se sacrificaban cada segundo de su resuperación era para calzarse las rosas, seguirán siendo un ejemplo de lo que es la fiesta de los toreros y del toro. Prepárense para seguir viendo a Ureña y de Miranda, cargando la suerte.





Enlace programa Tendido de Sol del 8 de septiembre de 2019:

https://www.ivoox.com/tendido-sol-8-septiembre-de-audios-mp3_rf_41065082_1.html

martes, 3 de septiembre de 2019

Y ahora… a divertirse


Hay momentos de la lidia en que resulta complicado ver la diversión por ninguna parte.

Según a quién se pregunte, en esto de los toros unos van a divertirse e incluso pretenden allanar el camino para que se den todos los elementos para que el personal se divierta y otros dicen que van a emocionarse. Bueno, allá cada uno, que cada uno es muy libre de entender todo estro como mejor crea. Pero en ese afán de divertir también se encuentran los que manejan este tinglado y si no, vean el caso del señor Casas, don Simón, que lo mismo te monta una pizzería que una quesería, que un tío vivo en el ruedo. Pero, ¿se darán cuenta que si esto lo planteamos como divertimento, no nos dura ni cuarto de hora? Esto es algo único, que se empeñan en convertirlo en algo banal, nada extraordinario. Si hay que competir con otras ofertas por la diversión, estamos perdidos. Que puestos a divertirse, mucho mejor el Aqualand con el tobogán mortal, el Parque de Tracciones con Dragón Kan o el mismo Zoo de Madrid con su espectáculo de delfines acróbatas.

Que si es por la diversión hay ofertas que no se sostienen. ¿Ustedes creen que el Museo del Prado o la Travista son divertidos? No hay nada que divierta menos. Que no me veo yo a nadie que entre en el Prado a las diez de la mañana, se recorra todas las salas en un corre que te pillo, que salga y que se meta corriendo a darse dos vueltas más. Y lo de emocionarse, pues que tampoco lo veo. No se me echen las manos a la cabeza, dejen que me explique. Porque lo de la diversión, como lo de las emociones es algo muy subjetivo. Que una abuela se emociona al ver el retrato que le hace su nieta de cuatro años. Que servidor, por ser del Aleti, me emociono si veo que ganamos al eterno rival, pero fuera de eso, ni los que no son abuelos, ni los que no son colchoneros, se emocionan ni un poquito. Es más, hasta puede ser que les sepa a cuerno quemado. Entonces, ¿qué separa a los toros y demás artes sublimes de la diversión e incluso la emoción? Muyy sencillo, la conmoción, el que el arte, cuando es arte y adquiere dimensiones extraordinarias, nos conmueve, nos remueve por dentro y nos hace sentirnos testigos de algo único que sin saber por qué, nos atrapa. Nos cautiva, nos deja impactados. Quizá hasta consigue hacernos creer que eso que tenemos delante es imposible, inexplicable, pero es.

El toreo es único por múltiples motivos, primero por el toro, con mil caras, miles de aristas, que se reducen a una sola idea, la casta y después ya vendrá lo de la bravura, la mansedumbre, la nobleza, la boyantía, a veces mansedumbre disfrazada de bravuconería, tantos aspectos, que lo hacen inabarcable. El torero, que partiendo de la verdad, de ese ofrecerse al toro, ya sea con arte, valor, dominio, habilidad, conocimiento de la lidia, del toro, de los terrenos. Uno u otro llenan el espíritu del aficionado, alimentan su pasión y provocan eso, su conmoción. ¿Y si se conjugan el toro y el torero al tiempo? Entonces esa conmoción se transforma en auténtica locura. Los niños son hombres, los hombres son niños y el toreo se convierte en maravilloso imposible.

Que no nos cuenten milongas arrabaleras de poco fuste, que no nos vengan con coartadas para justificar la incapacidad de los mediocres, esos que igual hasta divierten; que lo mismo, si el torero al que uno sigue o el paisano, hasta puede que emocionen, pero conmover, lo que se dice conmover, hacer que a uno se le remueva todo por dentro, que no le lleguen las palabras a la boca, que los sonidos no tengan sentido, en fin, lo que es conmover, no conmueven. Y ahora… a divertirse.


Enlace programa Tendido de Sol del 1 de septiembre de 2019:
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