jueves, 25 de febrero de 2021

En el autobús siempre hay sitio


Están los toreros que quedan en la memoria de los aficionados grabados a fuego y los otros

A veces hay frases desafortunadas que hacen fortuna. Quizá sean esas que pronuncian aquellos que no las piensan, aquellos que quieren justificarse, defenderse u ocultar un complejo. Que igual sí o igual no, quieren pasar por filósofos, pero la realidad es que se quedan en charlatanes de mercadillo. Eso sí, no quiere decir que tal o cuál frase no sea celebrada y sea un recurso en mitad de una charla que pretenda ser medio seria, que tampoco seria, seria del todo. Recordarán ustedes aquello que el inefable Jesulín dijo un día; no, no me refiero a cuándo se bajó los pantalones en un programa en directo, ni cuándo comparaba todo con un toro. A lo que voy es a aquello de que los aficionados a los toros, los fetenes, cabrían en un autobús. Que era una forma de autojustificarse de que a estos no les entrara ni con calzador su idea y formas de ser torero y de que, aún rebozado en la vulgaridad más absolutamente chabacana, lo importante era ser seguido por las masas. Un argumento sobado y requetesobado por los que nunca podían imaginar ser apreciados por su toreo por el aficionado. Este que sabe discernir lo bueno de lo malo, valorar hasta las intenciones, pero que se queda frío ante lo que estos “héroes de masas del momento” llaman dar espectáculo.

 Curiosamente, con la escasez de aficionados que estos taurinos dicen que hay, no para de preocuparse y ocuparse por su presencia. Que si son los que caben en ese supuesto autobús, poca guerra podrían dar, ¿no creen? A ver si va a ser que les afecta más de lo que dicen lo que piensa el aficionados de ellos. Que luego vendrá lo de la zorra y las uvas, que saltarán, saltarán e intentarán saltar más alto, pero no llegarán y entonces dirán que los aficionados están verdes, que se conforman con el gentío que es pan para hoy y hambre para mañana. Que si nos ponemos a hacer listas, algo de lo que no soy muy partidario, seguro que los que en su día fueron valorados por el aficionado, también lo son años más tarde por la masa. En cambio, aquellos que jaleó esa masa han caído en su olvido, lo mismo han cambiado los nombres por los de otros que “dan espectáculo” y que cuándo no vistan de luces pasarán directamente a la olvido y serán sustituidos por otros, manteniendo viva esa cadena de entusiasmo efímero y amnesia permanente. Cuanto “espectacular se pregunta el por qué de su situación; él que fue un ídolo de masas. Y cuántos aficionados, porque serán los únicos que se acuerden de ellos, se preguntarán que qué fue de fulano o mengano.

 Nadie quiere a los aficionados, especialmente esos del coge el dinero y corre, del trincar sin mirar atrás. Esos que creen que el futuro, el presente y hasta el pasado es suyo, porque les aclamaron un día las masas enfervorecidas por los vapores del garrafón. Es esta una “filosofía” con entusiastas seguidores que repiten una y otra vez que esto de los toros se mantiene por la pasta que ponen los públicos, que los aficionados aportan nada y menos y que para cuatro perras que se gastan, no paran de dar la matraca. Y será verdad que el público supone más dinero, ni entro ni salgo en esas cuestiones, entre otras cosas, porque no creo que todo se pueda traducir a dinero. Es como si usted va al médico y le dicen que le tienen que operar y en lugar de decirle que estará una semana ingresado, un mes de convalecencia en la cama, otro en reposo con pequeños paseítos y una rehabilitación de seis meses, le soltaran que usted está enfermo y que son 12.000 por un lado, más 15.000 por los meses de baja y entre 2 y 3.000 de los medicamentos, que baratos, baratos, no son. Y marchando.

 Si nos ponemos a pensar en una casa, ustedes me dirán que sin ladrillos no hay casa; y razón llevan, pero, ¿una casa son solo los ladrillos? ¿Ustedes se quedarían tranquilos si les entregaran su piso, un cuarto con ascensor levantado solo ladrillo sobre ladrillo sin nada que los uniera? Yo ni en una caseta para el perro, ni mucho menos metía allí al pobre perro. Falta algo que dé solidez a todo ese mamotreto, algo que lo mantenga en pie y que evite que se vaya desmoronando con las primeras lluvias, con los vientos del invierno, con las tormentas primaverales o con esos aguaceros de las gotas frías del final del verano y principios del otoño. Pues esa masa, esa argamasa que une los ladrillos y que evita que la casa degenere en un montón de cascotes y escombros, eso es el aficionado a los toros. Que si estos no existieran, el deterioro de la fiesta podría haber sido tal, que ya ni toros, ni vacas, carretones engalanados con luces de colores. Ni toreo, ni torea, una danza esperpéntica de unos señores que perdieron el norte y olvidaron el fin último y el primero de esto que es el toreo: torear. Que sí, que los aficionados molestan, y mucho, en mitad de una verbena, pero igual es que esto nunca puede convertirse en una verbena. Que habrá quién me diga que exagero y que nunca se llegaría a los extremos de tal degradación. Que igual no acabarían trapaceando un carretón, pero párense a pensar en lo que esto era hace veinte años y en lo que es ahora, sin que hace dos décadas viviéramos en el edén del toreo, ni mucho menos. Que lo de ser aficionado no es fácil, por supuesto; que los habemos que llevamos toda la vida intentando acercarnos a ellos y ya ven, aún en parvulitos de aficionado, pero creo que merece la pena dejarse el aliento en el intento. Que no hay que perder el ánimo y hay que seguir y seguir. Y se dejen ir siendo presa del desaliento y piensen que en el autobús siempre hay sitio.

Enlace programa Tendido de Sol de 14 y 21 de febrero de 2021: 

https://www.ivoox.com/tendido-sol-14-febrero-de-audios-mp3_rf_65414384_1.html

https://www.ivoox.com/tendido-sol-21-febrero-de-audios-mp3_rf_65749588_1.html

viernes, 12 de febrero de 2021

Cualquier tiempo pasado fue…lo que fue

 

La gran diferencia entre el ayer y el hoy... que cada uno juzgue cómo crea

 Si empiezan a pensar que todo lo pasado fue mejor que lo presente, una de dos o estamos haciéndonos mayores, muy mayores o estamos hablando de toros. Lo que me hace pensar que, ¿qué dirán los jóvenes del presente en su futuro? Porque como su pasado sea mejor que su futuro presente… No lo quiero ni pensar. ¡Señor, llévame pronto! Que uno no es que quiera dejar ya este mundo, pero coincidirán conmigo,  ganas me dan. Que no sé lo que habrá de verdad en estas comparaciones ayer hoy, hoy mañana. Pero lo que es difícil negar es que en esto de los toros, el pasado parece hijo los dioses del Olimpo que engendraron héroes y animales mitológicos y el presente es un apañado videojuego. Aquellos parecían flotar sostenidos por leves brisas marinas y estos tienen que forzar las poses, los ademanes, para parecer que luchan y vencen al mismísimo Satanás, inundando el ambiente con el olor del sudor; pero no el sudor de la conquista, de la gesta, simplemente son los efluvios del que está dónde no quiere estar e intenta librarse de aquel trance de cualquier manera, sin importar si para ello tiene que trampear y engañar, acabando con su enemigo, que no oponente, de una cuchillada traicionera por la espalda.

 En aquel pasado, tampoco tan lejano, el toro imponía miedo, respeto, admiraba su casta y bravura, aterrorizaba la mansedumbre de los marrajos, preocupaban las dificultades que presentaba hasta el más cándido de los astados. Que cada uno tenía su cosa y ni del más noble entre los nobles se podía uno fiar. Simplemente, porque allí había un toro. La jerga taurina, siempre tan precisa, describía con dos palabras a cada animal. Al “toro de bandera” se le oponía, con perdón, “el toro cabrón”; al boyante, el marmolillo, al codicioso, el reservón. A la nobleza, el picante. Nada que ver con el de las embestidas formales frente a las informales, el agarrado al suelo con el del ritmo o el que se mete para adentro, con el que se va por fuera. Lo dicho, mundos diferentes.

 Los de luces han pasado de exhibir galones de “matador de toros”, de “toreros de arte” o “toreros poderosos”, a querer llevar la camiseta de “figura del toreo” y algunos, modelos de alta costura que les reconozcan como “artistas”. Del poder y mandar al querer expresar. De la obligación, la necesidad de llevar una lidia y hacer al toro, a esperar a dar un muletazo, ignorando las más de las veces el capote, con un toro que sea “colaborador” y con el que “sentirse a gusto”. Se empezaba en otros tiempos queriendo enseñar al que no sabe con el capote, conduciendo las embestidas, para a continuación ver su condición en el caballo. Los defectos se intentaban limar en ese momento o al menos, intentando que estos no fueran a más. Frente a ese tener que hacer, para después, poder hacer, nos encontramos con un hacer como si se hiciera, cubriendo el expediente sin más. Lo del peto, pues un trámite más y si el animal no había dejado claro aún que iba a ser un colaborador bonancible y nada comprometedor, pues nada, se esperaba al manteo, que igual, con eso de no molestarle, hasta acababa “sirviendo”. ¡Qué gran palabra! ¡Servir! Cómo se han intercambiado los papeles. Antes, el que tenía que servir era el torero, servir para conducir esa lidia, servir para ver al toro, servir para saber por dónde sí y `por dónde no, o si de ninguna manera, servir para hacerlo y servir para confirmar con la espada eso tan grande y honorable de “matador de toros”. Pero no, ahora el que tiene que servir es el toro y, lamentablemente, no sirven todos, porque hay malajes con cuernos que no se han acabado de enterar de cuál es su obligación: servir.

 Pero en este pasado y presente no solo son los que crían los animales, los que los compran y los que se ponen delante. ¡Lo que ha cambiado el público! Que de siempre el aficionado era minoría, eso está claro, pero es que antes se le respetaba y hasta se le escuchaba. Ahora ni lo uno, ni lo otro, no se le respeta, más bien se le desprecia y se pretende callar y no levantar la voz, ni para decir un “muy buenas”. Y como cierre, podíamos pensar, o quizá soñar, con una estocada hasta la bola en todo lo alto, pero… Nada de nada. Aquello que a propios y extraños cautivaba, unos dando mil razones y otros, solo una: no entiendo nada, pero aquí hay algo, esto tiene algo grande e importante. A uno solo le queda decir que aquello me cautivó y me hizo querer ser aficionado a los toros, a costa de lo que fuera, estudios, novias, trabajo, amigos, vacaciones, fríos, calores, apreturas y hasta a costa de tener que ir solo a la plaza, porque mi maestro un día se marchó para siempre. Eso sí, lo que ahora llaman tan pomposamente  tauromaquia, eso… Lo único que me queda claro es que cualquier tiempo pasado fue…lo que fue.

 Enlaces programas Tendido de Sol de31 de enero y 7 de febrero de 2021:

 https://www.ivoox.com/tendido-sol-31-enero-de-audios-mp3_rf_64686124_1.html

https://www.ivoox.com/tendido-sol-7-febrero-de-audios-mp3_rf_65047587_1.html