jueves, 31 de marzo de 2022

Victorino Martín, el Leonardo da Vinci de la tauromaquia

 

¿Recuerdan los antiguos Victorinos? Victorino hijo, tampoco, él se queda con cómo ser aprendiz de todo.

Dicen que el que no arriesga no gana y… bueno, igual no es esta la mejor forma de empezar para hablar de Victorino Martín, porque igual ni ha arriesgado demasiado, ni sabemos si va a acabar ganando o no, eso el tiem0po lo dirá. Que hay opiniones para todo, los habrá que se rindan a sus pies plenos de convencimiento, pero también los hay que abominan de sus formas, sus fondos y sus “conquistas”. Lo que nadie puede negar es su capacidad para hacer de todo en esto de los toros. Que lo de ganadero parecía que era cumplir con un destino marcado por la intensa y exitosa trayectoria de don Victorino Martín Andrés, su padre. Pero a él esto se le quedaba chico, le sabía a poco y como un hombre renacentista de la tauromaquia, él quería más. Probó vestido de luces, pero tuvo que probar poco y sin mucho tardar, colgó el chispeante para no volver a enfundárselo. Entonces se dedicó de lleno a su ganadería, lo que seguro que no se le podía dar mal, primero con un maestro como el que tenía en casa y en segundo lugar con los conocimientos que se adquieren cursando la carrera de veterinaria.

Este espíritu inquieto del toreo, no conforme con mantener la A coronada, inició el camino de la búsqueda de un nuevo tipo de toro con los cruces que dieron lugar a lo de Monteviejo, incorporando también la sangre Urcola. Pero… pero qué difícil es esto, ¿verdad? Como novillero ya hemos apuntado que… pero como ganadero, esa búsqueda de un nuevo toro con lo de Monteviejo de momento no está dando los frutos deseados, aunque si he de ser sincero y justo, no creo que esto se pueda considerar un descalabro, pues esa búsqueda ya es un éxito digno de alabanza y para el que se requieren altas dosis de paciencia, lo mismo para los criadores, como para los aficionados. Y el que tenga prisa, que se vaya a la fórmula 1, que ahí todo va mucho más rápido. Pero en lo de ser ganadero, quizá el mayor mérito de Victorino Martín García sea el haber conseguido vaciar de todo lo que valoraba el aficionado a un hierro legendario, como es el que creó su padre partiendo de lo de Albaserrada, cinco minutos antes de que se perdiera en el matadero. Se aquello, el hijo los ha conducido a un toro que si no es por la capa, por el comportamiento podría confundirse fácilmente con el toro actual, el que nos ha traído esta asfixiante modernidad, dócil, bobón, que a nada rueda por la arena y que se erige en supremo colaborador del caballero que el destino ha puesto allí para crear “arte”. De ser un hiero del que huían las figuras, a ser uno de los preferidos de estas, pues con el nombre ya pueden decir que han matado una corrida torista. ¡Qué cosas! Como si estos se la fueran a pedir si fuera realmente torista, como ellos dicen. Eso sí, el negocio le debe ir viento en popa, porque de cuatro o cinco corridas al año que lidiaba su padre, él ha pasado a… yo qué sé, porque hay victorinos hasta en las capeas de las comuniones en mayo. O igual tampoco gana tanto provecho económico, ¿no? Bueno, él sabrá, eso son cosas suyas que tampoco creo que nos deban importar.

Pero este hombre del renacimiento taurino no podía quedarse quieto, eso va en contra de su naturaleza, si juzgamos por esa frenética actividad que le adorna en su día a día. Primero la Fundación del Toro de Lidia, que nos decían que era para defender la tauromaquia. Para defender a los profesionales, porque si nos atenemos a lo hecho, en poco o en nada han defendido a los aficionados, entre otras cosas, porque a estos igual había que defenderlos precisamente de gran parte de los profesionales y más concretamente de los que se pusieron a la cabeza de dicha fundación. No tardó don Victorino en tomar un papel estelar y se dedicó a escribir cartas y más cartas a todo quisque, con bonitas palabras, buenos propósitos, pero alejados de sus actos. Que ya lo decía el otro: por sus actos les conoceréis. Y vaya si les vamos conociendo. Pero no conforme con lo de ser un adalid del género epistolar, don Victorino se enfrascó en convertirse en empresario. Primero, por aquello de la pandemia, cuando se hablaba de mil y una maneras de mantener esto vivo, se inventó lo de la “Reconstrucción”. ¡Qué cosas! Victorino y reconstrucción juntos en una misma frase. Que igual el nombre lo cogieron a voleo, porque si se lo hubieran pensado un poquito, por aquello de la coherencia, encajaría mejor lo de demolición. Un matador que eligiera compañía y cuatro toros. Con un planteamiento absolutamente contrario al espíritu del toreo, para acortar el aburrimiento y que los festejos no se alargaran tanto. ¿Cabe mayor melonada? Que ya le estás diciendo al personal que lo que vendes es un tostón y que por eso lo acortar. Esto tampoco lo debieron pensar demasiado. Pero esto del empresariado parece que le está gustando al exnovillero/ganadero/epistolario/empresario a ratos libres y ha decidido dedicarle gran parte de sus energías y ahí lo tienen, que si copas, que si… vaya usted a saber; que igual ahora con este embrollo de la adjudicación de las Ventas, quién nos dice que no se vaya a presentar. Que si no es como empresario titular, igual entre él y su amigo del alma el señor Abellán, lo mismo van y se inventan una nueva figura para que subcontrate los festejos veraniegos, lo que por otra parte no sería nuevo, que ya se puesto en práctica en otros lares. Y si todo esto no le pita a don Victorino Martín, siempre tiene la salida de hacerse promotor turístico, que te organiza una visita aquí o allá, con alojamiento, comida y desayuno en un pispas. Que ya lo veo, el nuevo gigante turístico de nuestro país será “Victorinalia, viaje por una pasta y le daremos un apañado vino español”. Un vino español para el desayuno, comida, merienda, cena, en las playas de Cancún. Si está todo pensado. Que a lo mejor tendríamos que pensar un nuevo título, porque se nos queda pequeño eso de Victorino Martín, el Leonardo da Vinci de la tauromaquia.

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lunes, 28 de marzo de 2022

El okupa del palco twitteando vergüenzas

Si la novillería viene así, se la trata así y se la exige nada, tal que así, luego no nos quejemos




Que orgullosos están los taurinos cuando uno de los suyos está al día, maneja las redes sociales, la tecnología y se desenvuelve como pez en el agua entre los modernos y la modernidad. Que está muy bien, pero … Pues eso, el pero es que esto está muy bien, pero para sentarse en un palco de una plaza de toros y más si es el de la Plaza de Madrid, hace falta mucho más que ser un moderno, que lucir pulseras de colores o ser un twittero que cruza mensajes con todo quisque. Para ser presidente en una plaza de toros y más en la Plaza de Madrid, es imprescindible afición, mucha afición, saber, pues de sus decisiones depende el buen discurrir de una tarde de toros en la que el público ha pagado su entrada y adquiere el derecho a ser defendido por la autoridad. Que lo de ser defendido no quiere decir que el que visita el palco atienda los caprichos de la gente, por muy mayoría que sea. Y aquí entra eso del saber, conocer el reglamente en profundidad para saberlo interpretar en cuestión de segundos, con absoluta observancia de los preceptos y fundamentos que rigen la tauromaquia. Y en tercer lugar, quién se siente en ese palco a la izquierda del Palco Real, tiene que ser un absoluto conocedor de lo que es esta plaza, de lo que es Madrid, sus gustos, sus manías, su historia, sus tradiciones y ser honesto, extremadamente honesto con esta afición que aunque fuera de las últimas en ser declarada de primera, ostenta el rango de primera plaza, por categoría, exigencia y conocimientos del toro y la lidia, desde antes que don Paco el de los toros esbozara su tauromaquia desde los palcos o tendidos del coso de la Puerta de Alcalá. Y dirán ustedes que cuantas letras para empezar a contar lo que ha sucedido en la primera de la temporada venteña, pero es que aunque los transeúntes, ya sean de los tendidos, gradas y andanadas o del mismísimo palco, no lo sepan o no se quieran enterar, en cada tarde de toros en Madrid hay todo eso y más detrás. Y no se puede permitir que a costa de todo esto llegue un señor a engordar su currículum de barbaridades y necedades taurinas. Que el caballero ya apuntaba maneras aquel nefasto día en que devolvió un toro por manso. Él, muy yuppi, emborronó miserablemente la historia de esta plaza. Estuvo apartado por un tiempo, sería para ver si se nos había olvidado aquel ataque a la dignidad de esta plaza; que podríamos haberlo hecho, pero es que su ineptitud se empeña en recordarnos las fechorías de este personaje. Que unos antitaurinos podrían violentar las Ventas tirando botes de pintura contra la fachada y dedicar pintadas insultantes contra el noble arte del toreo, pero desde los taurinos puede haber ofensas peores, como atentar contra la seriedad de esta plaza, poniéndole en bandeja los argumentos ofensivos para la fiesta a los antis, que ya ni botes de pintura, ni sprays necesitan para sonrojarnos. Basta con que utilicen los argumentos que estos sujetos les sirven en bandeja de plata. Que uno no sabe si todo este atropello obedece a consignas triunfalistas, lo que estaría mal, porque se supone que esta supuesta autoridad está para defender la fiesta y al que paga, con independencia de cualquier otro poder taurino. O quizá es algo más simple, sencillamente que es un inepto que “okupa” el palco sin que vengan ni los de Securitas Direct, ni la policía a desalojarle. Vaya con el señor comisario.

Y a todo esto, primera novillada de los Chospes. Bien presentada, sin demasiado dentro, pero suficiente para que algún torerillo con alma pudiera mostrar unas mínimas intenciones de ser torero y no conformarse con algo tan vacío e insustancial como ser figura y acumular despojos y salidas a cuestas de las plazas en mitad de un delirio verbenero y triunfalista. Malos tiempos para la fiesta. Malos tiempos para eso que se dio en llamar la suerte de varas. Puñaladas en mitad del lomo, en la paletilla o supuestos puyazos señalados como el que propino Israel de Pedro al quinto, después de que este le mandara al suelo. Malos tiempos para el segundo tercio, en que los hubo que hicieron saludar a un banderillero por tirar los palos y por verse apurado en el segundo encuentro, aunque no cuadrara en la cara del toro, pero eso ya es lo de menos, que la cosa dicen que va de emocionarse. Pues emociónense, no se corten. Malos tiempos  para la lidia, aunque un señor de luces parezca que se sube a una moto y echa a correr a toda mecha, pero como lleva el capote a una mano, eso hay que aplaudirlo, que también emociona. Malos tiempos para el temple. Toda una tarde en la que no se puso un toro de buena forma al caballo, que no es lo mismo ni dejarlo allí dónde caiga, ni dejarlo suelto por el ruedo, ni mandarlo contra el peto al relance y que lo que nos preocupe sea si el caballo se pone frente a la puerta de Madrid o un palmo más a su izquierda, como si aquí ya no estuviera a contraquerencia.

Los novilleros, pues si se trataba de emocionar, igual si estaba por allí su tía abuela o Cándida la del segundo, igual sí que se emocionaron, lo que parece indicar que emoción y parentesco o vecindad son dos conceptos estrechamente unidos. Carlos Aranda reñido con el capote, que no pasa de utilizarlo como un mal menor para pasar un trámite. Con la pañosa, pues algo parecido, aunque parece que le dedica más esmero. Muletazos desde fuera, para afuera, siempre echándose al novillo lejos, sin la menor intención de rematar un único muletazo. Pico de la muleta, desde la pala del pitón y sin ningún criterio más que el de acumular trapazos, lo mismo con la diestra que con la zocata, para culminar sus dos trasteos con excelsos bajonazos mientras se salía descaradamente de la suerte. Que llevo todo el tiempo dándole vueltas y pensando que tan magistral forma de ejecutar la suerte suprema me recuerda a alguien; pero alguien muy afamado, alguien de los puestos de arriba. Bueno, ya me acordaré.

Víctor Hernández, que igual un día hasta llega a figura, intentó entrar en quites y mostrar variedad con el capote, lo cual está más que bien, pero para la próxima vez, a ver si además de variedad nos regala algo de calidad y no simplemente formar remolinos con tanto mantazo al aire de Madrid. Con la muleta, pues si les cuento lo de su primer novillo y lo del segundo, igual no encuentran las siete diferencias como en los pasatiempos. Quizá la mayor diferencia, que no es poca, es que con el segundo de la tarde no podía y el quinto se dejaba y se dejaba, se toreaba solo, metía el hocico que era un gusto. Gusta del toreo a distancia en el cite y luego a la hora de pasárselos, siempre distancia. Medio o cuartos de muletazo, sin rematar jamás, si acaso delante de la cadera pega un muñecazo y hasta da la ilusión de rematar, pero no, solo es eso, una ilusión. Brazo estirado a veces en exceso, mucho pico, despegado, a veces hasta apelotonado, como en su segundo, al que recibió en los medios por delante, por detrás, por arriba, por abajo y como si fuera un mago de los que no hacen magia, con el “ahora te crees que lo ves, ahora no lo ves” y eso, que lo del torear, no lo ves. Ni lo ves, ni lo verás. El quinto entraba a todo lo que le pusieran delante sin hacer ni un extraño. Mantazos por abajo para cerrar la faena, pero sin torear jamás. Culminó con una entera tendidilla, rinconera, soltando el trapo y echando a correr a cuerpo limpio, porque ya saben, lo rojo lo había tirado, igual que si al final de tocar a Vivaldi un violinista tira el instrumento y se lo estampa en la jeta del caballero del bigote de la tercera fila. Pero oiga, que esto parece que emocionó y el más emocionado debió ser el señor presidente. Le llegarían unos cuantos twitts y no se pudo resistir. Que no le ha dado tiempo ni a remolonear a los mulilleros. Primero un pañuelo y luego el otro y porque igual ya no le quedaban más, que si no allí lo tenemos venga a sacar pañuelos. Y se consumó la bronca, bronca con el regalo del segundo despojo, bronca cuando el matador lo recogió, bronca cuando lo mostró, bronca cuando lo paseó, bronca cuando lo volvió a mostrar, bronca cuando se tapó, bronca cuando iban a pasear al espada a hombros, bronca cuando abrieron la puerta de Madrid y bronca hasta cuando estábamos subiendo al metro camino de casa. Pocas tardes de triunfalismo recordaba con tanta bronca. Pero oiga, si el personal se emocionó. Que ya les digo yo que si el chaval en lugar de aprovechar el tirón declina esa salida a cuestas, dice que se va por el patio de caballos, igual hasta un servidor se habría emocionado y pensado que este quiere ser torero. Cerraba la terna Uceda Vargas, anodino, que a las mismas cualidades de sus compañeros ha de sumar la de los enganchones, el no dar ni un lance, ni un muletazo limpio. Vulgar como sus compañeros, además se encontró con el que más tenía que torear, pero al que no entendió ni de lejos, limitándose a dejar se cerrara en tablas y a atosigarle ahogándole la embestida. Que no debía haber nadie que le dijera lo contrario, pero no quiero que sufran ustedes, se lo aclaro desde ya, que hubo más emocionados que hasta pidieron un despojo para el sevillano, pero el señor del palco debió pensar que solo le faltaba liar otra parecida a la de hacía veinte minutos. Que de esta no le echaban del palco, no del cuerpo superior, de esta le mandaban a presidir a la Monumental de Saigón, que igual ellos sí que tendrán una temporada completa garantizada, no como nosotros en Madrid. Pero no, de momento solo estará como el okupa del palco twitteando vergüenzas.

 

Dedicado a mi amigo Rafa Díaz, que estando bien, mal o peor, él siempre querría poder estar en su tendido.

 

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miércoles, 23 de marzo de 2022

Cambalaches a la madrileña

Si no hay temporada en Madrid por la ineptitud de la administración competente, ¿habrá huelgas, manifestaciones, paseos de indignados o se le echará la culpa al maestro armero?


De todos es sabido que lo madrileño es genuino y que no necesitamos, aquí en el foro, importar nada de fuera, que las cosas aquí son a la madrileña; el bocata de calamares, con calamares del Manzanares, por supuesto, el chotis, nacido en Viena, que por un tiempo fue un barrio de Madrid, el mantón de Manila, que seguro que se inventó en aquellas famosas cafeterías de los sesenta y setenta, mientras unas señoras tomaban su tostadita y su bañera de café o el chocolate con  churros, con chocolate de las plantaciones chocolateras del Parque del Oeste. Que no, que no necesitamos nada de fuera para ser tan genuinos como somos. Y como somos muy madrileños, aquí también sabemos de cambalaches, pero a la madrileña, y si no, ¿cómo me explican lo de los pliegos para la plaza de las Ventas?

Que empezamos y es un no parar. Que ya empezó a sonar raro que cuando allá en el paleolítico taurino postpandemia se convocó el concurso, en el pliego se hablaba de que el adjudicatario empezaría a operar a partir de la primera decena de junio ¿Cómoooo? Justo en mitad de la temporada y justo casi al día siguiente de la conclusión de San Isidro, feria también mu madrileña. Y el personal se preguntaba que cómo era eso, que no se entendía, aunque seguro que estos no eran ni madrileños, si acaso, de algún barrio periférico que no entienden eso de “a la madrileña”. Que uno, que igual no entiende de esta forma de vivir la vida, ya pensó que igual eso de que Madrid era plaza de temporada iba a ser verdad, era, que ya no es, pero bueno, tampoco quiero yo perturbar a las mentes madrileñas con mis ideas periféricas.

Y nada, que se montó la feria de San Isidro, aunque no sé si muy a la madrileña o más bien con baremos propios de otras tierras. Una feria preparada para el triunfalismo, que igual muy del foro, esto no es, pero bueno, también puede ser que en una bocacalle de Alcalá esto sea lo que pita. El señor Abellán sacando pecho, como si él fuera el padre de la criatura, sacando pecho por todo, sacando pecho por haber reunido a los aficionados y haberles contado el pliego, cuando ya estaba todo cerrado y con un “esto es lo que hay”, que igual es muy a la madrileña, según su forma de ver el madrileñismo, que cuidado, como no andemos vivos, se puede llegar a confundir con el catetismo, de lo que en Madrid también sabemos un rato largo y tenemos cualificados representantes. Empezaban a oírse ecos de que si los Choperas iban a juntarse con el demonio mexicano que ninguno de esta gente quiere por aquí, que si Ramón Valencia con Matilla, lo que provocó un ataque de ansiedad en algún coletudo engreído y poco comprometido. Vamos, que el ambiente “a la madrileña”, se empezaba a animar, mientras los aficionados se hacían cruces tratando de elegir algún festejo de todo el serial o ver cuáles eliminaban con un cierto raciocinio y no teniendo que recurrir a los dados, porque si por ellos fuera, igual eliminaban más de tres y de seis y de…

El pliego se cerraba el 15 de marzo, ya con todas las propuestas en poder del Centro de Asuntos Taurinos, pero… ¡Ay! Que nos cuentan que alguien no ha contado bien a la madrileña y resulta que se han dejado fuera a unos trabajadores. Los de las almendras, los que venden claveles, los taquilleros, los de la reventa -no estos no, que van de sobaquillo y no cuentan-, los de las cervezas, los de las almohadillas, los acomodadores, areneros, porteros, que no les llegaba la camisa al cuerpo. ¿Seré yo? ¿Seré yo? ¿Seré yo? Pues igual no era ninguno. Pero no pasa nada, se suspende el concurso hasta que se arregle el desaguisado y primero paz y después gloria. Aunque las malas lenguas, que seguro que no son madrileñas, hablaban de que a  la Comunidad les habían dado el “queo” de lo que después nos enteramos, que unos señores, la Agrupación de Profesionales Taurinos Luchadores, habían impugnado el pliego y que con tal motivo, el Tribunal de Contratación Publica de la Comunidad de Madrid, había anulado tal pliego y como consecuencia dicho concurso. ¡Caramba! Que esto no lo arregla ni uno muy muy madrileño, ni muy muy a la madrileña. ¡Ay Dios! Que dicen que se conculcaba la libre concurrencia, los principios básicos de contratación pública, que era restrictivo, muy generoso con las empresas y muy dirigido a la empresa actual, Plaza 1. ¡Ay! Que hubo quién pensaba que esto iba a ser como cuando los Choperitas, que solo faltaba poner su foto, que lo demás estaba todo cumplimentado y bien cumplimentado. Pero ya sabemos lo que pasó, que llegó el señor casas, don Simón, y ofreció un pastizal de más de canon, para luego quejarse amargamente toda la vida. Pues igual en estas mismas nos andamos, pero con caras distintas. Que ya se habían hecho su sesión de fotos firmando el contrato el señor Abellán y el señor García Garrido y al final no les va a valer la foto. Estrenar corbata y gemelos para nada. Si al menos pudieran quitarse el disgusto yendo a los toros después de la feria, pero… ¿Y la temporada? Habrá temporada? ¡Ay Dios! Que nos la vuelven a birlar como si fueran una panda de carteristas de Montera o Carretas. Que lo de vivir a la madrileña, aunque seamos de la periferia, mal que bien se soporta, porque con no ir por ciertas calles, se arregla, pero esto. Que una cosa es vivir a la madrileña y otra estos vergonzosos, abusivos e insultantes cambalaches a la madrileña.

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miércoles, 16 de marzo de 2022

Caramba con este San Isidro

Ya estamos en faena. Que Dios nos pille confesados y que los despojos no nos cieguen los sentidos, aunque igual son otras sustancias las que cieguen los de muchos.


Quizá es momento de ponerse concienzudo, sentarse en una habitación solo, ponerse a cavilar y a ver si nos sale un análisis detallado de la próxima feria de Madrid. Aunque… pero bueno, que es una vez al año y tampoco cuesta tanto; que lo que cuesta de verdad es sacar el abono, claro que cuesta, y el acudir tarde tras tarde a la plaza como el peregrino que tiene que limpiar una culpa muy culposa. Que habrá quien me dirá que para qué voy y no les falta razón, pero uno también tiene sus razones para no abandonar. La primera, porque me da la… porque me apetece. La segunda, porque a uno le gusta saber de primera mano cómo está el asunto, sin que nadie me lo cuente. La tercera, porque desde mi casa no les puedo manifestar a los señores taurinos lo que no me gusta. Y por último, porque si caigo en la debilidad de ver los toros por la tele, lo de ir corriendo a la plaza dejando de lado mis obligaciones cotidianas, lo de aguantar apretujones en el metro, lo de las casi tres horas en la piedra, el calor, el frío, los palmeros, el sopor de la vulgaridad y la casi ausencia de toro, me parecen solo pequeños inconvenientes si los comparo con tener que aguantar las cosas que dicen los caballeros que perpetran el festejo micrófono en mano.

La feria de Madrid siempre era esperada porque aparecía el toro, el toro con toda su amplia variedad de encastes y comportamientos. ¡Variedad de encastes! Una cantinela que ahora se repite y se repite, aunque les prometo que en la mayoría de los casos no le veo el sentido. Realmente, ¿alguien se cree lo de la variedad de encastes? Sí, que hay hierros con sangre Albaserrada, Santa Coloma, Núñez y Domecq, mucho Domecq, tanto como para pillarse una melopea de padre y muy señor mío. Pero yo haría otra división atendiendo a la selección y al modo en que la mano de los ganaderos funciona en la cría de sus toros. Y aquí sí que empiezan a verse cosas, como el que salvo dos o tres excepciones, a lo sumo, están los que no molestan apenas a los de luces y los que quizá puedan molestar, si es que salen con algo de complicación. Una feria ideal para que se expresen, se expresen y se vuelvan a expresar, pero, eso sí, sintiéndose a gusto. Que el aficionado igual echa de menos a tal o cual ganadería, pero es que resulta que esas se las han levantado a Madrid los de tal o cual plaza de segunda. Pobre Madrid, cómo va a poder competir con una plaza de provincias si eligen para sus fiestas lo de Rehuelga, Cuadri, Dolores o Valdellán. Pero bueno, que con estos igual no iban a poder aquellos ni expresarse, ni estar a gusto.

Si hablamos de los de luces, pues más de lo mismo, figuras, figuras y más figuras, que si acaso sus méritos sean que una tarde no estuvieron tal penosos, ni vulgares como acostumbran o que hace no se sabe cuántos años, hicieron un quite. Que si escuchamos a los taurinos, incluida la empresa, sus méritos fueron el haberse llenado de despojos el último año; sí, ese, ese mismo, el que le daban orejas hasta al que pintaba las rayas. Que daba igual que no manejaran el capote ni para taparse de la lluvia o que los muletazos, fueran un cuarto de trapazo o que despabilaran a los bureles de espadazo infame. Había que fabricar los triunfos y los fabricaron, ya lo creo que los fabricaron. Y aparte de estos “meritorios”, hay una larga lista de toreros de relleno que están ahí, pues no sé muy bien decir por qué están, pero están. Total, si vienen todos los años, pues este también, que ni cobran demasiado, ni tampoco molestan, tragan con lo que se les diga. Eso sí, la empresa Plaza 1 no ha hecho oídos sordos a las demandas del aficionado. O igual sí, quizá han querido aparentar que escuchaban, pero más bien da la sensación de que han querido callar la boca a los protestones y nos han colocado una única tarde al último triunfador de San Isidro, David de Miranda, y al ganador de la copa Chenel, Fernando Adrián. Cuanta racanería para los modestos y cuanto despilfarro para los poderosos o los que están bajo el manto de los poderosos. Después aparecen otros toreros que al menos se han caracterizado por querer dar siempre la cara en Madrid, Robleño, Octavio Chacón, López Chaves, Gómez del Pilar o Sergio Serrano, y el caso de Paco Ureña, al que no le dejan otra que encerrarse con seis, de los que no sabemos las ganaderías. Seis toros para él solo, que no se sabe si es para estrellarle, para ver si consigue sumar dos orejas en toda la tarde o vaya usted a saber. Lo que sí está claro es que surge la duda de si el murciano está para seis toros en solitario o si… Que tenga mucha suerte, toda la suerte del mundo, la que se ha ganado sudando sangre. Y para cerrar el capítulo de la torería, ese chaparrón de confirmaciones y alternativas de quienes no dijeron nada de novilleros, de los que en su mayoría solo cabe destacar la bondad del paisanaje y lo bien que funcionan los autobuses para llegar a Madrid. Que buenas carreteras ¿Verdad? En cuanto a las ausencias, pues tampoco creo que se vayan a echar de menos a más de uno que no está anunciado; será para que si el respetable le regala uno o dos despojos no tengan que aguantar broncas y hacer esperar innecesariamente al alguacilillo, o para que el que sea se evite el tener que dar explicaciones con un megáfono.

Como diría el otro, menuda feria. Que todo pinta que va a ser una feria con triunfos hasta reventar las estadísticas; estadísticas que luego les permitirán afirmar todo ufanos que ha sido un ciclo histórico, de época, una maravilla maravillosa. Solo habrá que mirar los números. Ya se deben estar frotando las manos los porteadores de puerta grande y ese mal necesario para cortar despojos que son los caballeros de las mulillas, torpes cuando hay pañuelos blancos y ágiles como liebres cuando las cosas no pintan. En fin, que luego nos dirán que esto es un arte, que si ellos son artistas, pero como los malos estudiantes en los exámenes, llenarán páginas y páginas de paja, sin decir nada, con la vulgaridad tan apelotonada que no les cabrá más, midiendo la ciencia y el arte por kilos. Que contrasentido, ¿no? En fin que si esto va por peso, por metros o por litros, a uno no le salen las palabras y a todo lo más que llego es a eso de ¡Caramba con este San Isidro!

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