domingo, 31 de julio de 2022

Los misterios de la “Tauromaquia 5G”

Lo del primer tercio es una de esas cosas que ya cuesta entender.

El tiempo pasa, vaya si pasa y a qué velocidad. Que cuando uno se quiere dar cuenta, ha perdido el tren y está solo como un pasmarote plantado en el andén, despidiendo a una máquina que se va y se va y se va y… Y eso le ha pasado a servidor con esto de los toros. Si habrán cambiado las cosas, que hasta el nombre me han cambiado. Ahora el que no habla de tauromaquia es un indocumentado en lides táuricas o un desfasado. Que uno no es que sea un portento de sabiduría de ningún tipo, pero casi prefiero quedarme en lo de desfasado. Que si lo seré, que aquello de la “Tauromaquia 2.0” me parece que también me ha sobrepasado. Uno que empezaba a pillarle el tranquillo y ya van por la “Tauromaquia 5G”. Que te pones a escuchar al personal, a la prensa, aficionados, profesionales, empresarios y aún prestando mucha atención a sus palabras, si les dedicas dos minutos y miras sus actos… Ahí es para volverse tarumba de la azotea.

Ahora resulta que el ir a los toros, o la tauromaquia, según quién hable, no es para ver las evoluciones de unos animales, cada uno con el comportamiento propio de su sangre, y la respuesta que unos señores vestidos de luces son capaces de dar. Se pide seriedad, rigor y resulta que lo importante es irse de merendola a la plaza. Que no es que te lleves el bocata y en el tercer toro, o cuando apriete el hambre, te lo enfundes sin ofrecer al vecino; si acaso el “¿gusta?” de cortesía y punto. Pero ahora es que hay plazas muy serias y soberanas, en las que dicen que así, de plano, que te las cenes y ya de paso, si acaso, te soltarán unos novillos que serán atendidos y cuidados por tres novilleros. Que esa es otra, con estos hay que tener un cuidado especial, porque llevan pocos o ningún festejo a sus espaldas. O sea, para que yo me entere, que hay que procurar que no les pase nada, pero de primeras ya les embarcas en semejante trance. Luego, que hay que tratarles con mimo, con cariño, por aquello de no quitarles la ilusión. O sea, que lo que fue plaza de toros un día, con esta “Tauromaquia 5G” se convierte en un tascuzo con olor a fritanga y además en un jardín de infancia, en el que al final a los niños se les da un caramelito, perdón, un despojo, que pasean todo contentos ante la dulce mirada de la abuela, el abuelo, la mamá, el papá, los hermanitos, primos, primas, vecinos, vecinas de esas que le vieron nacer, paisanos, gentes del barrio, primos de los paisanos amigos de los primos… Nunca se conoció un jardín de infancia con tanta concurrencia, ni creo que tan a favor de la criatura.

Pero claro, uno también escucha en los exigentes eso de la variedad de encastes, eso de los hierros que no lidian y cuando le ponen una de esas, pues aún esperan que actúen igual que las otras, las mayoritarias, las monoencastadas, las que ni en pintura, pero eso sí, de colores diferentes al negro. Y ojo, que luego esto tiene múltiples variantes, si el ganadero, los toreros o quién sea, son amigos o enemigos, si son simpáticos, buena gente, si se dejan saludar por la calle y pasar la mano por el hombro para una foto, si en Tarazona de los Pinos echó un toro o novillo que para qué, porque estos exigentes no se pierden una ni en Tarazona de los Pinos, ni en Cantarcillo del Valle, incluso despreciando lo que den en su plaza, de la que no se cansan de decir que es la primera plaza del mundo. ¡Qué cosas! Que estos son los mismos que te dicen cosas como: “hay que respetar la suerte de varas” o que “la suerte de varas es fundamental”. Que eso es así, a ver quién no está de acuerdo con tales sentencias… Bueno, la verdad es que hay ganaderos que dicen lo contrario, pero bueno. Pues eso, que mucha suerte de varas y resulta que todo lo ciñen a que el toro vaya al caballo, ya tarde un minuto, dos, seis, tres meses, si va al penco, ¡olé la fiesta! Que a ver quién es el valiente con conocimientos y verborrea capaz de decirles que es cómo, dónde, desde dónde vaya, cómo, de qué manera, con qué ganas y para dónde y desde dónde empuje, aparte de cómo se va de allí, para dónde tira, en fin. Que yo no seré el que se meta en tales explicaciones, porque me faltan conocimientos y verborrea, y a estas alturas, a mi edad, pues… Que tanta suerte de varas por aquí, tanto “hay que picar” por allí y resulta que en lo que centran toda su afición es en la muleta, que ya pueden haber arañado levemente los morrillos de loas toros, que ya pueden estos haber tirado derrotes o ni eso, que si luego van al trapo, estamos ante el corridón del siglo. Y no les digas que no, que igual se te ponen a darte explicaciones y es peor el golpe que el coscorrón. Y algo parecido sucede con los de luces, que tanto que hay que cuidar la lidia, pero si el fulano en cuestión ha pegado una tanda y media de cuartos de muletazo con pose flamenca, ya tenemos nuevo ídolo; y nos es que nos hagamos partidarios de ese torero para los restos, es que nos convertimos en hooligans que han perdido el sentido. Ferias enteras se podrían montar con los de dos cuartos de muletazos y medio y hierros que van y viene sin que sus viajes digan nada. Pero que el mal seguro que no está en ellos, el mal está en un servidor, que no ha sabido adaptarse a los tiempos, que no ha sido capaz de hacer caso a esa frase de “esto es lo que hay y hay que acostumbrarse! Que será por esto, por lo de la edad, que uno no ha sido, no es, ni será lo suficientemente espabilado para poder desentrañar os misterios de la “Tauromaquia 5G”.

lunes, 4 de julio de 2022

Es que os ponéis exigentes y no puede ser

Ángel otero y nada más, ¡qué lástima, lastimera!

Hay cosas que a algunos no les entra en la cocorota y es que no se puede confundir una tarde de toros, con un martirio voluntario. Que ya que vas, pues disfruta y déjate de mirar que si el animalito no se aguanta en pie, que si el torero corre el peligro de levantar un huracán desde el ruedo, de que los palmeros decidan hacer huelga a la japonesa y aplaudir a todo rabiar hasta al que pone el cartel de no hay billetes, aunque a este habría que montarle o una estatua, una calle o una ONG para que puede encontrar otra salida laboral. Pero bueno y si encima vamos a fijarnos e intentar entender lo que decide el señor guardia que se sube al palco, pues acabemos. Que esto no es vida.

Pero, afortunadamente, no todo el mundo es tan malaje como esos que pretenden ir a los toros a exigir y no a disfrutar de la “tauromaquia”. Que los hay animados que van y hacen salir a saludar a Gómez del Pilar al acabar el paseíllo. Qué menos, después de su última y gloriosa actuación en la que fue capaz de estar dando trapazos a un animal durante casi diez minutos, sin que el toro se enterara, pero oiga, dio pases, que lo de torear es cosa de esos “amargaos”. Que sí, que cuando un torero está grandioso, no menos, siempre se le ha sacado a saludar, pero es que ahora se quiere recibir con palmas a todo aquel que nos ha “gustao”, porque es majete y buena gente. ¡Ojo! Que también puede ser que después de ir a la enfermería se les sacara, pero claro, en los casos en que casi había estado más para allá que para acá. Pero claro, igual son los mismos que perdonan a Galván que se lie a pegar verónicas siempre con el pasito atrás y que le consienten que se ponga a poner poses flamencas con un inválido que no se aguantaba en pie, mientras protestaban los avinagrados y se deleitaban los amantes del “jarte”. Que bonito es ver mentir bonito, ¿verdad? Que al animalito que no se aguantaba sobre las pezuñas ya casi le obligaba el señor artista de la Isla a cabecear los engaños como si fuera Santillana, aquel rematador que llegaba al cielo y casi podía rematar lo mismo un balón, que un Boeing 747 que pasaba a su lado. Que me dirán ustedes que vaya crónica es esta, pero ya les digo yo, que esto no es una crónica de la corrida, es, si acaso, una crónica del absurdo, del absurdo de un ganado infame, inválido, hasta medianamente presentado, pero invadido por la termita en su interior. Y para dos que salen con algo, le tocan a Gómez del Pilar, que a su primear manso y afable para la muleta, solo fue capaz de darle trapazos, pero eso sí, le pegó dos tandas trapaceras de rodillas que hicieron las delicias de los motivados. Y a su segundo, que quizá tenía serie y media, no más, pues más de lo mismo, pero ya saben, entre arrimones y trapazos al más puro estilo de Paco Ojeda, y para contrarrestar las protestas de esos… pues una orejita que al espada le dio cosita pasear. Podía parecer esto la culminación del despropósito de un señor que se subió al palco, que no sé si era un comisario de policía, como manda el reglamento, o un caballero que andaba por los alrededores de la plaza, que había quedado allí con la/el querida/o y le dijeron que le iban a llevar a un sitio apartado donde solo se sentaban cuatro o cinco personas. Y él que pensó que iba a ser algo íntimo, se encontró enfrente a toda una plaza de toros. Perdón, a una plaza de toros toda granito y unos cuantos, más de cinco mil según la empresa que parecían menos de tres mil según el ojo humano, con unos diciendo fu y otros fa; los del fa son los animados, que con eso del fa aún esperaban que la cosa se animara y siguiera con el sol, la, si, do, re, mi…

Y hubo otro señor calzando las rosas, al que el destino no ha llamado por los caminos del toreo. Que igual puede mejorar mucho más, que margen tiene, pero lo de empeorar va a ser más complicado y si lo logra… paciencia, suerte y sobre todo, paciencia con él. Que él se empeñaba en pegar trapazos, pero es que ni para engañar tenía garbo. Que si se fija en Galván, pues sabe como meterte la bola y para algunos hasta hacer que pase, pero este Francisco José Espada, no deja ni que le regalen una orejita, que después de un espadazo hasta la mano que levantó a los entusiastas del sitio, vino la verdad de la suerte, asomando cuatro cuartas el acero por el costado del último inválido. Y al final la cosa quedó en que unos se marcharon creyendo que les habían fastidiado la tarde los de las protestas, porque a ellos les había parecido todo estupendo y que si esto es así siempre, intentarán volver a las Ventas no una vez, sino al menos una vez al año, sin faltar ni uno. Y los otros, pues salieron pensando que esto se ha acabado, que esto no hay quién lo levante, porque nadie quiere que se levante. Unos desde el palco, otros mintiendo y mostrando sus incapacidades con los trastos, otros criando moribundos invadidos por la carcoma y otros aplaudiendo todo y alejando lejos de si cualquier atisbo de crítica o exigencia. Eso sí, al menos un tal Ángel Otero manejó el capote y los palos, que no es poco. Pero ya les digo, ¿cómo vamos a pasarlo “dabuti” si solo vemos lo malo mientras intentamos buscar lo bueno? Y es que os ponéis exigentes y no puede ser.