Manuel Troya, descansa en paz |
Uno de mis toreros de Linares ha tenido que irse a enseñar a
torear a los ángeles del cielo. ¡Qué buen maestro se han ganado! No habrá quién
les descubra mejor que él lo que es el toreo de verdad, el toro, el ser torero.
Hablaba quedo, pero categórico, humilde, discreto y sabio como solo lo pueden
ser los grandes. Pero peleón y encastado, igual luchaba por hacer que la verdad
del toreo saliese a flote, que lo hacía por la vida. De su mano fui a su peña,
en Linares, “Tercio de Quites”. En un momento complicado para mí, tiró de mí y
me regaló una visita a su pueblo que aún sigo saboreando.
Me recibió a la puerta de la plaza dónde cayó Manolete, para
ir entrando en materia; “aquí fue”, me dijo señalando un punto en el ruedo. La
capilla, el patio de cuadrillas, la sombra que cobijaba a los mayorales
mientras hablaban de toros. No sé si tendría que seguir contando aquel día, me
cuesta un mundo, pero seguiré, se lo debo, para que sepa allá a dónde se haya
ido, lo feliz que me hizo, lo a gusto que estuve y el bien que me proporcionó
cuando yo estaba en plena lucha con la enfermedad. Era un ir y venir por las
calles de Linares, la Taberna de Frascuelo, el paseo con sus bancos con
azulejos taurinos, presentándome a buenos aficionados del lugar. No me dejaba
de la mano y todo era hablar y hablar de toros. ¡Qué afición! ¡Cuánto sabía! ¡Cómo
lo veía! Lo mucho que hablamos de Rafael Ortega, ¡qué cosas!
Llegaba el momento de acudir a la peña para la conferencia
que él me encargó y, he ahí cómo era este hombre, cogió el coche y ya casi con
el tiempo justo, me llevó a ver a la Virgen de los Linarejos, para que me
ayudara y me arropara con su manto, como si fuera hijo del pueblo. ¡Ay Manolo!
Allí estarás contándole a la Señora lo que es cargar la suerte. Pero aquí dejas
un hueco muy grande. Los tuyos lo saben muy bien. Se han quedado solos, huérfanos
de padre, marido, hermano, compañero. Yo no me atrevo a meterme en ese grupo de
elegidos, pero te echaré mucho de menos. Mira que como dice una amiga, a mí
nunca me faltan palabras, pero ahora no las encuentro y además me cuesta un
mundo buscarlas. La alegría de haberte conocido, de haberte tratado y esta pena
tan grande de sentirte ausente. Pepe Luis, que no era capaz de articular
palabra, ¿cómo iba a poder? Acaba de perder un brazo, el apoyo del amigo; cuánto
te va a buscar en las mañanas de Linares paseando al sol. De mi José y Juan de
Linares, a Juan, a Pepe Luis, se le ha vuelto a morir José, Manolo Troya. Y no
puedo seguir. Lo siento.
Un beso para todos a los que desde ahora tienen un ángel en
el cielo
Dios que palo Enrique. Lo conocí el mismo día que tu, es mas, me lo presentaste tu en la taberna Frascuelo. Siempre estaba ahí en el Face con sus comentarios y su apoyo a la fiesta con su criterio de gran aficionado. Si que lo vamos a echar de menos.
ResponderEliminarJoder...Descanse en Paz. Mis condolencias a toda su familia.
Un abrazo.
Lo siento Enrique, estamos faltos de buenos aficionados.
ResponderEliminarUn abrazo.
Marín:
ResponderEliminarYa lo creo que lo vamos a echar de menos. No se me va de la cabeza.
Un abrazo
Fabad:
ResponderEliminarPero que muy faltos,
Un abrazo
No lo conocia mucho pero lo tenia entre mis amigos de facebook
ResponderEliminarEra demasiado joven para marcharse
Un abrazo para su familia
Amparo:
ResponderEliminarAsí es, demasiado joven y un hombre bueno, muy bueno, aparte de un aficionado de sobresaliente. Un lujo hablar con él, de toros o de lo que fuera.
Un beso