Lo del toro y el buen toreo parece ya ser una utopía y o pasamos por el aro o nos querrán meter a costa de lo que sea. Bueno, igual todavía tenemos algo que decir si pasamos o no. |
Que complicado resulta a veces elegir entre dos “regalitos”,
porque si coges uno, malo, pero si te decides por el otro, peor; vale, pues
entonces elijo el primero, pero… ¡Qué susto! Haber elegido muerte. Que te
decides a dejarte llevar por las corrientes neotaurinas, esa del ánimo y el
desconocimiento, la trampa con gracia, porque esto es lo que hay y no nos queda
ni la opción de que la esperanza es lo último que se pierde. Aunque, ¿están
ustedes seguro de eso? Y si no, que se lo pregunten a aquellos osados que se
fueron llenos de ilusión y con la esperanza de ver una buena tarde de toros y a
las primeras de cambio se encontraron con esa enigmática ganadería de Fuente
Ymbro. Enigmática porque es una más de la modernidad y hay aficionados que aún
confían en ese hierro, eso sí, si el señor Gallardo lo cree conveniente. Ya
teníamos el ganado y nos faltaba una terna de lujo, el artista Morenito de
Aranda, el poder de Joselito Adame y el valor y disposición de Román y al final
resulta que con estos patrones, nos toca un ganado insulso que simplemente se
deja y una terna empeñada en zurrarte un repertorio modernito, en el que el
toreo de verdad brilla por su ausencia. ¿Y aún hay a quién le quede algo de
esperanza? ¡Qué susto! Pues haber cogido muerte.
Morenito de Aranda daba la sensación de que pensaba que el
festejo empezaba media hora más tarde, o que quizá, ni empezaría en ningún
momento. En los primeros compases con su primero ya se desdibujó, dándose la
vuelta con el capote, para ir cediendo terreno, en lugar de ganárselo al toro.
Mal picado, si acaso se le castigó algo más en la primera vara, dónde empujó
con la cara alta. Capotazos descompuestos, enseñando al animal serpenteándole
en la cara. Demasiadas dudas e inseguridad, sin encontrar el sitio con la
muleta, intentando dar pases, pero no torear, gazapeo del toro, no encontrar la
distancia, ni los terrenos, sin recursos. El cuarto no prometía gran cosa,
esperando en los medios, no parecía estar muy por la labor de tomar a gusto los
engaños. Empujó con más genio que bravura en la primera vara, con brío, para
después irse en busca del que guardaba la puerta, dónde sí que le dieron a
gusto. Nadie le recogía, acabándose yendo a refugiar a terrenos de toriles. El
toro se iba complicando por momentos y a los defectos de salida había que
añadir que estaba muy descompuesto y sin que nadie pareciera capaz de hacerse
con él. Muletazos con mucha desconfianza, sin correrle la mano, quitándole la
muleta a medio pase y echándoselo hacia afuera para alivio de Morenito, al que
se le venía encima citándole por el pitón izquierdo. El animal no daba
facilidades, pero es que el matador tampoco estaba para nada y mucho menos para
imponerse y dominar al de Fuente Ymbro.
Joselito Adame llegó dispuesto a dar una lección de maestro
maduro y con multitud de recursos en su cabeza. Así que a su primero decidió no
hacerle demasiado caso de salida y ni tan siquiera se ocupo de ponerlo al
caballo, total, ¿para qué? Si tampoco le iban a picar. Como se nota que el
azteca conoce bien lo de Fuente Ymbro; el caballo, en pequeñas dosis. En dos
visitas al peto, quizá le pegaron medio raspalijón, si acaso, esperemos a ver
qué dicen en twitter, que allí uno se entera de todo. La lidia de este segundo
consistió en un déjale a su aire, si acaso Adame lo miraba así de soslayo
alguna vez y con eso ya se lidiaba solo al animalito. Comenzó el trasteo por el
pitón derecho, con un molinete, lo cuál es un buen recurso para encelar al toro
y que acudiera con mayor suavidad al primer derechazo, pero si tras un buen
recurso lo que viene es una sinfonía de destoreo, de abusar del pico, de torear
desde muy lejos y colocado muy fuera, aunque se mantuviera de primeras más o
menos erguido, el resultado era que el toreo superficial y un tanto tramposo, hacía
que algunos se desesperaran. No se podría decir ni que toreara al hilo del
pitón, ya les habría gustado a muchos. Medios pases, latigazos destemplados y
echándose el toro para afuera, para cerrar con unos ayudados rodilla en tierra,
que eran más apariencia que sustancia. Un bajonazo infame, que no le sonrojó a
la hora de darse una vuelta al ruedo por su cuenta y riesgo. En su segundo, el
quinto, quizá la cuadrilla se pensó el desaguisado lidiador del primero y se
pusieron a sujetar al de Fuente Ymbro, lo que hizo con eficacia Tomás López.
Sin picar, primero echaba la cara arriba, para en el segundo puyazo simplemente
quedarse bajo el peto. El trasteo de muleta siguió la misma línea de ventajas y
trampas para que el toro pasara lejos. Cambió a la zocata y ahí al salir del
primer muletazo se iba a tablas, insistió y tras varios enganchones, de nuevo
escapaba, para volver al pitón derecho y empezar a cazar muletazos, uno aquí,
carreras detrás del toro y otro, otro más, al más puro estilo de capea de
pueblo. Nuevo bajonazo y tan satisfecho que se debió quedar Joselito.
Volvía Román a Madrid, una vez más; quizá haya visitado las
Ventas este año más veces de luces, que de calle. Y de momento, a algunos solo
nos da la sensación de ofrecer solo voluntad, porque mejoras, lo que se dice
mejoras, habría que meditarlo mucho. Eso sí, el chaval es simpático y se gana a
la parroquia, a la suya, claro. Recibió a su primero con una variada serie de
mantazos sin criterio, dejando claro que a él no le importa parar a un toro, ni
fijarlo, ni llevarlo bien lidiado, la cosa es que pase. Si tras un puyazo
simulado se vuelve al caballo al relance, porque no ha sido capaz de sujetarlo,
eso es pecata minuta, naderías. Lo suyo es el trapaceo muleteril, en este
primero con un inicio por ambos pitones, largando tela. Citó de lejos para la
primera tanda y llegado el toro a jurisdicción le largó un trallazo quitándole
la muleta violentamente, lo que en otras tardes ya le supuso el lastimar e
imposibilitar a un toro. Eso, cuánto menos, es censurable. Mucho pico,
demasiado y en un cambio de mano, tras quedarse al descubierto, el toro hace
por él y le arroya, afortunadamente sin consecuencias más graves. Prosiguió con
ese toreo periférico, bullidor, pero insustancial, desde muy fuera, con la muleta
siempre muy atravesada y sin dar en ningún momento la sensación de que `pudiera
aplicar el temple. Unas bernadinas emocionantes precisamente por su falta de
capacidad y una estocada casi entera, muy trasera, marca de la casa y soltando
la muleta, algo que tampoco es infrecuente. Una oreja. Pues bien, estupendo,
incrementará sus estadísticas, pero en lo del toreo seguimos igual. El sexto
salió dando poquitas facilidades, emplazado, a ver quién era el guapo que se
acercaba por allí. Dos mantazos y no dudó en irse a toriles. Mal tercio de
varas, sin un mínimo de cuidado de poner el toro, que no pasó de dejarse, sin
más. En el trasteo Román fue fiel a su estilo y continuó con la misma tónica
que en su primero, trapazos, pico, muy fuera, muy despegado, mucho trallazo,
muñecazos, que no muletazos rematados, apelotonados y quizá si no hubiera
fallado con la espada, tras un pinchazo y un sartenazo en mitad del lomo, más
los ocho golpes de verduguillo, hasta puede que le hubieran pedido la oreja. Y
ustedes me dirán que si andamos en estás, no sabremos que elegir, porque
optemos por lo que optemos, siempre salimos perdiendo, así que ustedes decidan
si susto o muerte.
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