La personalidad es otra cosa, que nada tiene que ver con las trampas |
Sorprenden continuamente las coartadas, las excusas que los
tramposos y sus palmeros inventan para justificar lo injustificable, la trampa,
la mentira en el toreo. Quizá en muchos casos encuentren la inspiración en esos
tendenciosos comentaristas de la tele, que se descomponen y pierden los papeles
y las formas cuándo se ven obligados a inventar razones, a veces de una
incoherencia insultante, queriéndonos hacer creer que en todas y cada tarde de
toros, los toreros están sublimes, grandiosos y hasta homéricos. Qué cosas.
Debe ser este, el gremio de los matadores de toros, novillos toros, becerros y
gallináceas enastadas, en el que no hay vez en que el genio les brote a la hora
en punto.
Echan en cara a algunos aficionados derrotistas,
reventadores y oprimidos domésticos, que no les gusta nada. ¡Hombre! Que la
cosa no está para tirar cohetes ya se sabe y si encima hay que aplaudir esta
pantomima tan bien manipulada, pues apaga y vámonos. Les escucho con frecuencia
afirmar que cada torero tiene su tauromaquia. Vaya, no han aprendido la
clásica, la de siempre, al de la verdad y se entretienen en inventarse una
propia. Son los Hillo y Montes de nuestra era, con tauromaquia propia y todo.
No me dirán que no es cosa de mérito, pero los castillos de arena ya se sabe
que al primer envite del mar, aunque sea pequeñito, se desmoronan. Basta
prestar atención, tampoco demasiada, para darse cuenta de que las distancias se
trasforman en lejanías, que el valor se vuelve arrebato caprichoso y sin
sentido y el cacumen se queda hueco como una caracola, que si acercan el oído
parece que solo escuchan el rumor del “bieeeejjjjnnn torero, bieeejjnnnn”.
Confunden la personalidad con las trampas. Que un figurón se
escabulle detrás de las orejas en la suerte suprema, pues que es su manera de
manejar la espada, tapándonos los ojos para que no veamos esas formas de
sirlero de los bajos fondos para guindar carteras al personal. La personalidad
es saber interpretar con pureza todas las suertes y ejecutarlas con un sello
propio, llegando a ser diferente a todo lo demás, pero sin apartarse ni una
miaja de la verdad, dándole al toro en cada embestida la opción de que coger a
su oponente, para acabar imponiendo la trayectoria que marcan los engaños, que
son los que alejan la tragedia y acercan a los héroes, a los toreros, a los que
pueden con el toro, desde el momento en que este asoma por la puerta de
chiqueros. Porque cómo preguntaba un joven aficionado que cuándo se empezaba a
preparar al toro para la suerte suprema, la respuesta solo era una, desde que
suenan los clarines, ni tan siquiera hay que esperar al primer capotazo. Ahí
cada uno, jugándose la pierna, poniendo la barriga por delante, que muestre su
personalidad, la que quiera. Que no confundamos la personalidad de cada torero,
con la condición de cada truhán, ya sea vulgar pegapases, perfilero, tramposo o
cazatoros traicionero. No mezclemos personalidad con condición.
Curiosamente, los defensores de esas “tauromaquias ad hoc” y
“personalidades ventajistas, no suelen tener un repertorio de argumentos ni
demasiado amplio, ni demasiado profundo; enseguida tirar de lo de los atributos
masculinos, de lo de la maestría y de eso de que a un artista no se le pueden
poner límites. Vaya, ¿Qué también son artistas? Pues estamos en las mismas, no
creo que haya un gremio sobre la tierra en el que además de buenos, todos sean
artistas. La mayoría no tienen arte ni para llevar el vestido de torear, como
para tenerlo para torear. Y cuidado, que no me confundan elegancia o buenas
maneras, con eso de crear arte. Que se me vienen a la cabeza un puñado de
matadores artistas de verdad y créanme, no ganarían un concurso de belleza, ni
a oscuras, pero, ¡caray! Cuándo cogían capote o muleta y se plantaban ante el
toro, surgía la magia del toreo y meciendo las embestidas, frenando el instinto
de ataque de la fiera, se transfiguraban en la reencarnación de Adonis o Apolo.
Y además, con personalidad, porque esta era condición casi imprescindible para
ser, primero saber, poder y luego interpretar, transitando siempre por la
rectitud de la verdad, por el camino empinado y empedrado del toreo de siempre.
Que todo lo que se quiera hacer más cómodo y confortable no es más que pasos hacia
la trampa, pasos para alejarse del toreo y que no me lo vistan ni de
tauromaquias propias, ni de oscuras personalidades, porque al final lo que
asoma sin remedio no es otra cosa que la personalidad de los tramposos.
Enlace programa Tendido de Sol del12 de noviembre de 2017:
Ahora necesitan su toro,falta que se pongan de acuerdo y compren las camadas de los "bravos".Esos que se dejan,son colaboradores y no miran al tramposo.
ResponderEliminarLo de los mentirosos e interesados de la prensa bacinilla es ya "normal".
D.C.S.
D.C.S.:
ResponderEliminarPero después hay que entrar en ese adoctrinamiento tendencioso, como todos los adoctrinamientos, y encima convencidos. Esa imposición del convencimiento, que no hace sino alejarnos más de esa línea de pensamiento único. Ellos deciden y los demás, a tragar.
Un saludo