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¿Recuerdan la gran pelea en varas de los de Núñez del Cuvillo? Pues tranquilos, que no es porque tengan problemas de memoria |
A veces una tarde, un día, que empezaba lleno de
incertidumbres, acaba con un alegrón. Y eso ha ocurrido con el Aleti y con la
final recién conquistada. Estoy seguro que todos, los colchoneros y la
entusiasta afición marsellesa han acabado felices al acabar el partido. ¿No? No
me digan que a los hinchas del Olimpia no les ha gustado ver tres goles, ver a
un equipo ganar y disfrutar de lo lindo. ¿Qué más se puede pedir? Que si me
dicen que no es así, igual pienso que esa gente es muy rara, extraña, que son
unos reventadores y que no les gusta nada y si encima leo o escucho que
censuran a su equipo, hasta podría acusarles de demagogos, ¿O no? Pues igual
así me resulta más fácil hacerme entender de cómo en una tarde en las que tres señores
han cortado tres orejas, no solo algunos nos hemos quedado helados, sino que
además se nos ha ido el alma a los pies. Que los franceses igual esperaban un
equipo potente, pues los aficionados esperaban una corrida de toros. Que los
otros querían un equipo dominador e incisivo; pues los aficionados esperaban
toros de lidia, toros a los que tal apelativo no les quedara colgandero, como
un sayón de un gigante de dos metros y un puñado de arrobas.
Lo de Núñez del Cuvillo es cómo si el dueño de un bar esperara
a cobrar a unos clientes para irse a comprar al mercado y le pagaran con bonos
restaurante, y de repente se le vienen abajo las patatas, el pescado, las
verduras y la ilusión. Una corrida en la que ha sido imposible poner ni medio
puyazo, a la que no se ha podido enjaretar ni un muletazo a ley, de arriba
abajo y de fuera a adentro, cómo decían los más viejos del lugar. Una corrida
justita de presentación, mansa, boba, floja, pero que luego seguía las telas,
siempre y cuándo estas no tuvieran poder, no fuera a ser que los animalitos
rodaran por el suelo. Eso sí, para el juego de te tiro la pelotita, me traes la
pelotita, no tienen competidor. La corrida ideal para los aficionados a las
pelotas, que quizá no tanto para los de los toros.
Era el primer lleno de la feria, más de una semana después
del comienzo de la feria, para que veamos lo que interesa esto actualmente. Que
igual son alucinaciones mías, pero hace unos cuantos años, se contaban las tardes
por llenos. Pero en esta ocasión, sí que ha habido el no hay billetes y la
verdad es que se notaba en el ambiente un algo especial, la gente que no estaba
habituada a tenerse que acoplar entre espaldas y rodillas, los vasos de
yintonis que no faltaban, los ternos de domingo endomingado y si cesaba el barullo,
el sonido inconfundible de los grandes aficionados, el clis clas de las pipas.
Que los pobres de las almendras no estaban preparados, que si en lugar de
almendras hubieran vendido pipas, habrían acabado con el cuadro, cerraban por
falta de existencias hasta el próximo piponazo. Que igual a ustedes les
gustaría más que me centrara en la corrida de toros, pero claro, ¡qué listos! Y
a mí, pero hay veces que lo que no puede ser, no puede ser y además es
imposible.
Antonio Ferrera venía
con el cartel de poderoso lidiador, consumado maestro en el dominio del toro y
de los tres tercios de la lidia. Pues él pensaba lo mismo y así se ha puesto a
ello, con la única salvedad que ante esos ejemplares de Cuvillo, resultaba
grotesco y anacrónico ponerse con ademanes de maestro. Que ante el toro, vale
casi todo que sirva para mandar y dominar, pero ante estos engendros ganaderos,
a veces hay que taparse un poquito. Y si para colmo nos ponemos creativos y no
se nos ocurre otra cosa que clavar la espada de mentira en la arena, eso que
ahora llaman “la ayuda”, y ponernos a dar trapazos con la diestra, pues la cosa
aún resulta más extravagante. Eso sí, que aún le quedó tiempo al respetable
para acomodar las pipas y el yinton, para pedir la oreja. Había mayoría y el
señor Magan no podía hacer más que sacar el pañuelito blanco. Pues ya está, no
le demos más vueltas. En el cuarto se vio la verdadera sapiencia taurina del
personal que puso el no hay billetes y del tipo de espectáculo que quieren ver.
Un toro que salió dispuesto a recorrerse el ruedo varias veces, que fue al
caballo al relance, que no se le picó y que el picador le hizo la carioca. Un
segundo encuentro en el que el animalejo fue abandonado en las inmediaciones
del penco, para que le pusieran el palo trasero y de nuevo la carioca, sin que
se picara lo más mínimo. Pues bien, en ambos casos, se ovacionó con entusiasmo
al de aúpa. Que se lo juro por Godín, que no me invento na de na. A
continuación Ferrera se gustó con muletazos al mortecino animal que se
arrastraba por el ruedo, mientras el de las calzas rosas se ponía bonito,
ofreciendo el pico de la muleta, no fuera a ser que… Si soplaba un poquito el
viento, el Cuvillo al suelo; si en lugar de andar con la mano alta le daba por
bajarla medio dedo, el Cuvillo al suelo; pero que Ferrera estaba encantado y
allí se lió a regalar tandas y más tandas al personal. Ya desesperaba, el
público se impacientaba y él, una más y otra y otra y… Era un caso típico de lo
que los científicos denominan “si no quieres caldo, toma Ferrera”. Un metisaca
infame en los blandos y cuándo quiso montar de nuevo la espada, el Cuvillo se
desplomó. Viva el arte torero y el chachachá.
El segundo era José María Manzanares, casi na, que además
era portada del programa del día, sí hombre, ese cuadernillo que se supone que
es la guía para la corrida, pero que las cosas de la modernidad han hecho que
las portadas parezcan sacadas de una revista de modas de los cincuenta. Eso sí,
moderno es. Que no censuro los diseños, que son bastante buenos, pero quizá
quién los encargó obvio eso, que era para un programa de mano de una corrida de
toros. Pero nada, sigamos con el show. Recibió Manzanares a la fiera y a nada
tuvo que darse la vuelta de espaldas a los medios. Es que la casta del
animalito era un vendaval de embestidas; que no cuela, ¿no? Pues no, no puede
colar. Le dejó muy suelto por el ruedo, total, ya pararía. En lo que debería
ser el tercio de varas proyectaron un documental de no hacer pupa a los
animales, en el que un picador simulaba la suerte de varas, tapaba la salida al
que hacía de toro y picaba trasero. Con la muleta, el alicantino hizo lo de
siempre, posturas, muleta atravesadísima y el animal pasando muy lejos, sin
obligarlo, por supuesto. Muy fuera, con enganchones y pareciendo más que daba aire
al toro, con perdón, que otra cosa. En su segundo, otra fiera devora niños, le
saludó con verónicas siempre echando el pasito atrás, dos amagos de picotazo y
un quite a pies juntos en que el toro le tropieza y le arranca el capote. El
trasteo de muleta difirió muy poquito del anterior, poniéndose bonito, eso sí,
pero casi un calco de lo anterior, aunque quizá el respetable, como ya estaba
merendado, tenía más bríos para jalear los trapazos. Y aquí sí, claro que sí,
una orejita.
Cerraba Alejandro Talavante que fue el que menos suerte
tuvo, porque si las dos cositas de mérito que hizo en sus dos Cuvillos las
hubiera hecho delante de un toro, la cosa habría cambiado de forma sustancial,
pero no, lo que tocaba eran estos ejemplares que parecían traídos directamente
de una tienda de mascotas. Verónicas intensas para recibir al tercero, que
salió suelto y buscando permanentemente las tablas y no cuando no, los terrenos
de chiqueros. Dos entradas en terrenos del seis, favoreciendo su querencia de
manso, para no picarle apenas nada. A los latigazos por abajo en el inicio en
la faena de muleta, siguieron unos derechazos estimables, conduciendo la
embestida del toro, que caldearon el ambiente. Ya digo, lástima que esto no
fuera a un toro. A partir de ahí cayó el nivel y Talavante empezó a atravesar
la tela y estirar el brazo, aunque no obstante aún asomaron unos naturales
aseados, pero sin rematar. Derechazos empalmados y aliviándose cada vez más, en
la misma medida que se incrementaba el entusiasmo de la parroquia. La oreja era
inevitable y el señor Magán, obligado por la mayoría, tuvo que conceder un
trofeo. ¿Excesivo? Sí, como los demás, pero ya se sabe, si hay más de once mil
y pico de pañuelos, hay mayoría. Su segundo, hasta se permitió derribar al
caballo, le citó mal el piquero, le ofreció la grupa, le cogió mal y el caballo
acabó por los suelos, doblándose el cuello de una forma horrorosa y por si
fuera poco, ante la habitual pasividad de los de luces, el toro le caló en
varias ocasiones. No hubo otro remedio que retirarlo con premura, el que
guardaba la puerta se encargó de no picar, como los demás y mientras tanto, no
asomó otro caballo reserva, no lo encontraban. Parece ser que ya está olvidada
aquella costumbre de que en el primer tercio hubiera siempre un jinete con su
montura, esperando por si sucedía algún percance. Otra cosa más que esta
modernidad y tanta falta de afición se han llevado por delante. Pero, ¿creen
que el público protestó? No, hombre, no, para eso no se abandonan las pipas. El
trasteo lo inició Talavante con la derecha y unos muletazos de mano baja,
recortando el pase, pero con cierta estética, lo que hizo que la masa se le
entregara incondicionalmente. Otra tanda más y un remate con la izquierda,
moviéndose, pero que fue jaleado con entusiasmo por los que aún quedaban
apurando el yintonic y que no se habían ido a ver el fútbol. Una faena muy
moderna, de esas que parece que se hace, pero que no se torea, aunque aparenta.
Citando de frente, trapazo y el animal al suelo. Arrimón, que siempre gusta,
sobre todo a los eventuales, entre caídas del Cuvillo. Y ya tenía abierta la
Puerta de Madrid, pero el fallo a espadas se lo impidió. Tarde moderna, baile
moderno, animales modernos, público moderno, gustos modernos y una tarde con
poco que se quedara en la memoria, aunque seguro que para muchos seguro que
dirán: qué gran tarde de… fútbol.
Parece que la puya la utilizan para sacar una muestra de sangre para el análisis postmortem de los débiles toros y tomar las medidas correctivas a futuro.Un tercio que servía para medir la bravura,acometividad y fuerza del toro se ha convertido en un acto de salud animal.Los narradores de la tv y prensa superan a Esopo y son competencia del trilero del arte.
ResponderEliminarM.U.
Salgo de la plaza, habiendo visto cortar 3 orejas y puedo decir que no he sentido ni un momento de emoción en toda la tarde. Ha habido muletazos limpios, a cámara lenta, pero el compromiso con el toreo puro ha brillado por su ausencia. Dos han sido los motivos: de un lado el ganado, unos semovientes escasos de fuerza y sin hacer un gesto que denote un atisbo de fiereza en su comportamiento y, en el haber de los matadores, el compromiso férreo con el neotorerismo.
ResponderEliminarEn cuanto al público, creo que hoy ha sido la tarde de la “relatividad”. Sin duda, a Talavante le he visto torear mejor. Así que la oreja en el tercero me ha sabido a poco, más bien me ha parecido una tomadura de pelo. Unos doblones por bajo con mucha torería y poco más. Su colocación no ha sido la que debería, ha estado más despegado que otras veces y ha abusado del pico o, al menos, lo ha utilizado tanto como los demás pero…es Talavante, y se le consiente lo que a otros no. En cuanto a Manzanares, dentro de sus limitaciones, le honra que de unos años a esta parte en Madrid intenta torear lo mejor que puede. Que nadie vaya a ver torear a Manzanares a otra plaza porque va a ver todas las ventajas del mundo aplicadas a su toreo de salón. Pero en Madrid al menos lo intenta, se coloca mejor, a veces echa la pata p’alante, no torea tan despegado y no abusa tanto del pico. Puestos a comparar su faena del quinto con la de Talavante en el tercero, no hay gran diferencia. La colocación, distancia y abuso del pico ha sido más o menos la misma. Entonces no entiendo la “relatividad” de cierta parte del público consintiendo a Talavante lo que objetan al alicantino. Y mira que yo soy de Talavante más que de ningún otro pero no me gusta que en Las Ventas se mida a los matadores con distinto rasero. Y Ferrera…ha estado ahí, en plan pesado y con una estocada... perdón, ¡navajazo! por el que iría directo al calabozo en cualquier plaza de pueblo.
Un abrazo
J.Carlos