Ya se marchó el ídolo de masas, que no de aficionados. Dicen
que al menos en un tiempo no volverá, pero mientras este se despedía de su
querida Sevilla, en Madrid se daba la primera novillada de esta feria de Otoño.
Pero para los nostálgicos del que se despidió, asomó un rayo de luz, se
despejaron los negros nubarrones del cielo, el futuro brilló refulgente para
estos ya huérfanos de divinidades, porque lo que viene, la novillería, promete
y todo apunta a que puede llegar a ser tan vulgar, tan incapaz, tan lejos de la
lidia y el toreo fundamental, como lo han sido, y lo son, sus mayores, sus
maestros. Y uno que sentía cierto alivio, va y se encuentra con lo que se
encuentra. Eso sí, al menos el público de reventón se quedó en casa o en el
Retiro paseando en barca por el estanque y no tuvimos que estar como piojos en
costura. Lo de calcular la asistencia resulta complicado, porque la empresa da
unas cifras que a muchos les gustaría saber cómo llegan a ellas, pero lo que ya
les aseguro es que en la última fila de las gradas de sol no cabía ni un
suspiro. Todos contra la pared, que ahí no llega el lorenzo. Eso sí, una fila
más abajo les daba el sol solo dos toros, el primero y el último; hagan sus
cálculos.
Novillos de Guadaira, mansos de esos que se quieren quitar
el palo a bocados, pero que luego hasta acudían de aquí para allá en el último
tercio, lo que engañaba a más de uno que aplaudía entusiásticamente en el
arrastre. Muy mal picados, algunos apenas picados, sin atinar en el bulto,
incluso en el brazuelo, varias veces en mitad del lomo, tapando la salida y con
unos noveles que dejaron claras muestras de su ignorancia sobre lo que es la
lidia. Que en el mejor de los casos se quedaban estorbando por el ruedo, más
que un piano en una bañera. Que los espadas hasta se afanaron en dar capotazos,
a veces muchos, demasiados, sin saber realmente con qué sentido los tenían que
dar. Eso sí, oyen que tocan para llamar a los picadores y abandonan el burel
dónde caiga. Álvaro Burdiel, que hay quien dice que ya es una figura en el
escalafón, pues se limitó a lucir su vulgaridad e incapacidad. Mucho trallazo,
mucho pico y sin parar de correr, cuando no viendo enganchado el engaño, Tanto
en sus novillos, como en el que tuvo que despachar por resultar lesionado
Ismael Martín, se limita a soltar su repertorio, siempre a merced del toro. Que
este se acelera, pues él también, que se sosiega, pues hasta puede parecer que
torea relajado y con cierta lentitud, que no temple, no confundamos. Se le
escapó uno de Guadaira, el cuarto, que después de mansear descaradamente en el
peto, acudía una y otra vez a la muleta. Bien es verdad que no se le sometía,
pero al menos podría haber aparentado el novillero que hacía algo provechoso;
pero no, estos chicos tienen la lección de la vulgar modernidad muy bien
aprendida.
Alejandro peñaranda, que un día el aficionado se hizo
lenguas con su actuación en Madrid, parece que en aquella ocasión mandó a un
primo de La Roda, y que para ocasiones posteriores ya se ha presentado él y se
ha notado. Que si en uno ha abusado del pico, de lejanías, venga trapazos, en
el otro ha añadido la versión moderna del toreo, el trallazo, acompañado del
inefable enganchón. Que si alguno se ilusionó este verano, pues que o se tome
una tila o que se le vaya quitando de la cabeza que aquello será fácil de
repetir, que igual no por falta de cualidades, que lo mismo este, como los
demás, las atesora, pero se empeñan tanto y tanto en que no se les note y en
profundizar en la asfixiante modernidad, en emular al ídolo que se va, o que ya
se fue, que acaban con la ilusión de los mortales. Y poco más de lo mismo con
Ismael Martín, que en su único novillo ya se vio superado por un animalejo de
poca presencia. Pero la voluntad no se le puede negar, quizá como a todos, pero
también tiene que rular la cabeza y a aquello quizá no era la mejor idea el
banderillearlo, pero bueno, vamos adelante. Pares pasados y el tercero más
ajustado. Ya con la pañosa, banderazos en los medios sin parar quieto. Un
revolcón y más carreras. Se le notaba absolutamente incapaz y así sucedió tras
una tanda de trapazos por la zurda quedando en evidencia con el novillo, otro
revolcón. Otro achuchón y venga a bailar, venga a tirar trapazos sin un segundo
de sosiego. Pero el personal percibía peligro, ese peligro del que no sabe
manejar la situación más por él mismo que por las dificultades del toro, y se
entregaba al torero. Un pinchazo y un bajonazo y al ir a descabellar en otro
arreón del de Guadaira se quedó inmóvil sin poder mover el brazo, pasando de
inmediato a la enfermería. Que algunos sentimos alivio la tarde previa al
creernos que con la marcha de un personaje igual el panorama se aclaraba, pero
no señoras y señores, pues lo que queda y lo que nos espera es algo así.
Enlace programa Tendido de Sol Hablemos de Toros:
https://www.ivoox.com/podcast-tendido-sol-hablemos_sq_f11340924_1.html
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