El que espere ver primeros tercios espectaculares en los festejos concurso, pues que se compre una máquina del tiempo y viaje hasta el año... hace mucho. |
Todavía resacosos de lo del día antes, con ese dolor de
cabeza, que parece que te va a estallar cuando te han metido garrafón, alcohol
de quemar o ese trapaceo vulgar y tramposo que impera desde hace años en estos
tascurrios en que han convertidos las plazas de toros. Y el tascurrio más
importante del mundo parece que va a ser Madrid, que de la mano de sus
gestores, la empresa y la Comunidad, nos están llevando a las más altas cotas
de lo insufrible. Que previo a la novillada concurso, los aficionados desviaban
las conversaciones a la buena tarde que se había quedado, a la nostalgia de los
Payasos de la Tele o a que ya va apeteciendo un chocolate con churritos bien
crujientes. Que hacían como si un poquito después no fueran a salir seis
novillos de diferentes ganaderías, que es lo que tienen las concurso. Vamos,
que se han montado un Saber y Ganar, concurso longevo de la tele hispana, pero
con la salvedad de que aquí es El que sabe, pierde”. Que en las concurso se
decía que los actuantes deberían contar con cierta capacidad lidiadora para
lucir al ganado, especialmente en el caballo. Pues otro día, si alguien tiene
tiempo y ánimo, que se lo explique a los actuantes, Villita, Jesús Moreno y
Diego Bastos.
Que lo suyo era eso, buenas lidias, primeros tercios
espectaculares, bregas eficaces y justas, para terminar poniendo la guinda en
la faena de muleta. Pues nada de eso, como se podía esperar, porque los
novilleros, estos y casi la totalidad de los que calzan las rosas, van a lo que
van, manteos de compromiso con los capotes, sin saber tan siquiera defenderse,
como hacen los maestros que cobran euros por sacos; poner los novillos en el
caballo, a contraquerencia, medir los castigos y si la cosa marcha, hacer que
vayan tres veces al caballo, aunque con cuidado, porque visto lo visto la
vigilia, hay que tomar precaución cuando se estrellen contra los petos, que ya
saben, ahí se despitorran los animales ¿Cómo no van a pesar los petos un
quintal, si los deben forrar de mármol de Macael, con una fina película de
hormigón armado. Los novillos eran, por orden de aparición, de José González,
que ya manseó en el caballo y se dolió en banderillas, aunque luego iba y venía
al trapo rojo, dónde no le hacían pupa. El segundo de la Condesa de Sobral, que
casi llega a medio cumplir en un segundo puyazo, cuando no peleaba con un solo pitón;
luego bastante tuvo con aguantarse en pie y avanzar a paso de caracol. Después
vino el de Guerrero y Carpintero, al que no se le picó, mientras él respondía
con arreones y como es ya norma, apenas se aguantaba por las poquitas fuerzas. Uno
de Quintas, aparejado de capa, ya flojeaba en los primeros compases, dos
picotazos a los que respondía echando la cara arriba, para derrumbarse en los
primero envites de muleta. Un quinto de Baltasar Ibán, que como toda la
corrida, ya daba muestras de falta de fuerzas de salida; no humillaba en el
peto, con una segunda vara en la que parecía que el picador se creía estar
tocando el tambor en el lomo del novillo. Pero aún así, este se acabó subiendo
a la coronilla de su espada. El sexto, de Ángel Luis Peña, descabalgó al
picador, después de estamparse contra el peto, al echar la cara arriba. Mala
lidia, mucho capotazo, para concluir erigiéndose en el amo del ruedo a base de
arreones, a pesar de flojear a ojos vista.
Los espadas, pues ya digo, digno representantes de este
legado de modernidad que han recibido de los maestros que esta temporada se han
ido despidiendo y los que aún esperamos que lo hagan, aunque si no quieren
pasar por el trago de Madrid, pues les mandamos unas orejas por mensajero express,
contratamos cuatro forzudos y que les saquen a cuestas por la puerta de su
casa, mientras unas plañideras les jalean en la calle. Y así, todos contentos.
Pero los que aún tienen mucho que pasar, o poco, quién sabe, son los novilleros
que se apuntaron a este “El que sabe, pierde”, eran Villita, maestro en no
saber manejarse con el capote y que con la pañosa zascaba unos latigazos
trallaceros que aplaudiría cualquier comentarista de la tele, sin pensar que
les espera el paro para el año próximo. Pico, siempre muy fuera, estirando el
brazo y en lugar de rematar los muletazos, pegando unos ventanazos que sus
maestros jalearían sin rubor, aunque en la plaza ni el paisanaje se entregó a
su insulso quehacer. Jesús Moreno, que se ganó con sangre su presencia en la
concurso, dejó claras las fuentes de las que bebe para hacer su toreo, de las
de todos. Insulso, aburrido, ventajista, sin un gramo de gracia, pero bailando
constantemente. Y Diego Bastos, que cerraba el cartel, fue capaz de superar a
sus compañeros en eso de aburrir al personal, con mucha carrera, por supuesto,
solo poniéndose pesado y como en el sexto, no pudiendo ni con una miajita de
genio, que no casta. Que ya hemos digerido el primer fin de semana ferial en
otoño, entre despedidas y concursos, pues relajémonos y ahora, disfrutemos del
legado de los maestros.
Enlace programa Tendido de Sol Hablemos de Toros:
https://www.ivoox.com/podcast-tendido-sol-hablemos_sq_f11340924_1.html
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