A veces la espera alimenta la ilusión más allá de los
límites recomendables y lógicos, acabando todo en un chasco de dos palmos de narices.
Algunos esperábamos la novillada de los Maños con ganas de ver a esos
encastaditos de Buendía poniendo las peras al cuarto a los de coletas postizas
y torería impostada. Pues no, no fue el día; que seguro que los unos y los
otros han ido recogiendo triunfos a espuerta, y los que les quedan, pero en la
previa a la feria no se dio el caso. No hubo ni asomo, ni una falsa ilusión que
nos pudiera llevar a creer que allí iba a poder suceder algo de enjundia. Dos
veces echaron para atrás los toros de este hierro y nos quedamos con las ganas.
Pues bien, a ver si de novillos… Pero nada. Que uno recordaba manifestaciones
procedentes de todas partes reivindicando esta ganadería. El criador nos quería
hacer tragar con ruedas de molino eso de sus toros eran así y así los quería.
Escuchamos indignados arremeter contra Madrid, como si hubiera un veto orquestado
contra esta vacada, tildándonos de tiranos taurinos, de ignorantes, de
prepotentes y yo que sé de cuántas cosas más. Pues nada, nos vino la de los
Maños y esta no pasó ninguno de los exámenes que se supone que debe superar una
corrida, en este caso de novillos. Que uno ya está cansado de escuchar eso de
que lo de Buendía no tiene caja, como si creyeran que nos descubren algo que no
se supiera. Claro que no, porque esto es así, y no confundir e incluir a todo
lo de Santa Coloma, porque entonces podríamos estarnos metiendo en un buen
jardín. Pero claro, tampoco podemos caer en el error de confundir lo chico con
la seriedad, lo mismo que los kilos no significan trapío, nada más lejos. A lo
de los Maños les faltó seriedad, toda, y más para salir a la plaza de Madrid.
Que los de Bucaré, Chopera o los originales de Buendía no eran elefantes, no
nos quieran confundir. Primer examen suspenso, pero vayamos a la segunda parte.
Que uno recuerda lo mismo de esta sangre y se le vienen a la memoria aquellos
toritos que salían y si no se les hacían las cosas bien, ¡ojito! Que los
buenos, si los de luces no estaban en lo que tenían que estar, se convertían en
imposibles, porque todo se lo guardaban en sus adentros. Pero no, lo de los Maños
fue una mansada descastada que huían del caballo al notar el aliento del palo,
que buscaban terrenos cómodos dónde esperaban que no hubiera señores con un
trapo rosa, que no se les picó apenas y que descargaban toda su ira derrotando
desesperadamente contra el peto. Y para el último tercio, pues si acaso iban y
venían, en la mayoría de los casos sin humillar, como mulos en la noria, aunque
aquí también hay que apuntar esto en el debe de los actuantes. Y dirán que por
qué tanta dureza con este hierro. Pues yo se lo explico en dos palabras, porque
hay veces que cuando las cosas no salen, cuando una corrida tuya o de tu hierro
emblemático no pasa, no se puede echar tanta basura sobre una plaza y una
afición. Que solo ha habido que esperar y al esperar, en una sola tarde ha
devenido la desesperación y más cuando se acudía a la plaza a ver algo
diferente, algo ansiosamente diferente.
De los novilleros, pues muy poquito, nada, que decir. Los
dos primeros Jorge Molina y Álvaro Burdiel, con ya unos pocos paseíllos en
Madrid, pero no se puede venir a soltar el mismo discurso de siempre de derechazos
y naturales, naturales y derechazos, allá dónde me pille, yendo detrás de los
novillos, allá adónde estos quisieran transitar, mayormente a favor de su
querencia. Que no se te pueden dar dos avisos en cada toro y que decidas tomar
la espada después del primer toque de clarín. Que me decía un amigo que si no
hay nadie en el callejón midiendo el tiempo, pero, ¿es que el espada no veía lo
que tenía delante? Y todo para abusar del pico, no parar de corretear y dejarse
enganchar la tela con demasiada frecuencia. Y quitando lo de los avisos, que a
Burdiel solo, ¡solo! Le sonó uno por toro, poca diferencia hay entre los dos
primeros. Bueno, entre los tres, porque Víctor Cerrato sigue con absurda
fidelidad los mismos dictados de la modernidad, si acaso con un poco más de
entusiasmo malñ entendido. Que a nada que a loas tres les achuchaban un
poquito, ya estábamos perdiditos, ya se nos nublaba el entendimiento. Y a este,
para colmo, algo que empieza a ser demasiado habitual, convertir la suerte
suprema en un supremo show, envainado la espada en el último y queriéndose encunar,
a ver si así se entusiasmaba el personal, ese que sacaba los pañuelos sin que
ellos mismos supieran la razón. Bueno, sí, que al amigo, paisano, primo o lo
que fuera, había que conseguir que le dieran un despojillo y luego recordárselo
al cruzárselo por la calle del pueblo, barrio o “urba”. Que a Cerrato le tocó
el más entretenido del festejo, un manso de libro que requería mucho mando,
mucho poder, a ver si así se le clamaban esos ímpetus de huida de manso, pero
no, lo único que ofreció el joven torero fue… vaya usted a saber el qué. Y así,
de tanto esperar, tanto esperar y… acabó lloviendo.
Enlace programa Tendido de Sol Hablemos de Toros:
https://www.ivoox.com/podcast-tendido-sol-hablemos_sq_f11340924_1.html
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