En otros tiempos los toreros madrileños eran capaces de mucho más que dar pases, pases y más pases y no torear. |
Fiesta de la Comunidad Madrid, fiesta que conmemora aquel
levantamiento del pueblo de Madrid ante el francés, mientras el ejército patrio
se echaba un mus mientras estaban acuartelados lejos de las balas, los cañones,
las macetas, las tijeras, navajas de barbero y cualquier cosa con que pudieran
defenderse de las tropas napoleónicas. Gesto y gesta heroica de aquellos
madrileños de principios del XIX. Lo que han cambiado las cosas, cómo ha
cambiado el cuento. Que si hoy se diera el mismo escenario, viendo cómo se comporta
el público que acude ahora a las Ventas, empezarían con que vaya mérito los
pobres soldados invasores, que lo difícil que es aguantar el gorro ese tan
alto, que lo que les aprietan ñas botas, que lo lejos que están de casa, que si
las camas son duras, que el sargento es un sieso y que todavía los hay que se
quejan y protestan. Nada, a por ellos, a por esos indeseables que no se rinden
ante esos brazos de mar uniformados que te llenan los ojos, el corazón y el
alma. Y así, con estos mimbres, dentro de dos siglos no habría ningún festejo
del 2 de mayo que celebrar.
Pero como ahora somos muy sentidos con esto de las
celebraciones y conmemoraciones patrias, van y montan una goyesca para recordar
la fecha. El personal pisando el ruedo, caballos carros, majas, majos, música,
caballos con música, que solo faltaban los bueyes y ya empalmábamos con el
Rocío. Pero no se preocupen, que Plaza 1 lo tiene todo previsto, ¿hacen falta
bueyes? Pues venga bueyes, que los carros ya los tenemos a mano, una del
Montecillo, que ni pintiparada para que te queden unas fotos de chúpame dómine
¡Qué estampa! ¡Qué porte! ¡Qué vacíos! Más huecos que el Felipe IV de la plaza
de Oriente. Lo que es no tener nada dentro y el peligro que desarrollaron en
gran parte hay que achacárselo a los que lucían calzas rosas. Que claro, vacíos
estaban, pero si delante se ponen unos señores a no se sabe qué, pues también
ayuda. Eso sí, hay que reconocerles que sobrevivieron a su propia ineptitud.
Que sí, que ya sé que me dirán que estuvieron grandiosos, pero ya les digo,
como los napoleónicos aquel 2 de mayo, con aquellos uniformes, aquellos
bigotes, aquellos… Aunque para gustos, los colores.
Lo del Montecillo en el caballo a lo más que ha llegado
alguno es a medio pelear con un solo pitón y sin humillar, cabezazos al peto al
notar el palo y si había algún asomo de fijeza era cuando les tapaban la
salida. Salían escapando de allí y durante toda la lidia no perdían ojo de los
terrenos de chiqueros, quizá pensando que allí estarían más cómodos. De salida
se resistían a tomar los capotes, esperaban en banderillas y en el último
tercio, el que mejor se limitaba a ir un poco y venir menos; parados, entrando
como mulos y saliendo como bueyes de carros, opositando para viajar este año al
Rocío. Que habrá a quién esta bueyada les habrá parecido un desfile de
alimañas, pero ya digo, para gustos… Y claro, si esto eran fieras corrupias, la
terna eran guardias de corps luciendo sus galas militares con galanura, aunque
les guiara el mismo Belcebú contra las gentes de Madrid. Afortunadamente, ni
Robleño, ni Javier Cortes, ni francisco José Espada tenían tan aviesas ideas,
ni mucho menos, pero su actuación no ha sido para deslumbrar, no ha habido
oropeles que refulgieran con el sol. Es más, quizá se podría decir que han
hecho lo que saben, lo que les es ya habitual, aunque en otras fechas les
pidieran darse un doble rulo por el ruedo venteño. En esta ocasión ha habido
algo más de decoro, sobre todo por parte del respetable, aunque en el sexto se
le podía haber ido la chaveta a más de uno. Fernando Robleño solo aprovechaba
las arrancadas, acompañando el viaje, que no toreando, metiendo el pico y
recolocándose repetidamente. Se limitaba a cazar muletazos, pegando tirones, allá
adónde fuera el toro y cortar el pase a base de muñecazos por delante de la
cadera.
Javier Cortés no anduvo muy lejos de su compañero de terna,
con la salvedad de dos derechazos aceptables, pero esto es lo de siempre, ¿se
puede llamar toreo a dos muletazos dentro de toda una faena? Que juzgue cada
uno. Lo demás eran trallazos y más trallazos, sin asomo ni de temple, ni de
mando, yendo detrás del animal allá adónde este quisiera marchar. En su segundo
más de lo mismo, enganchones, sin pararse casi en ningún momento y eso sí,
pegando muchos pases. Y cerraba Francisco José Espada, quien no podrá quejarse
de los incondicionales que tanto se esfuerzan en hacerle creer que es un
maestro del arte de torear. Otra cosa es la realidad, un torero que parece
torear al aire, él va por un lado y el toro por el que le dé la gana. Alargando
el brazo, sin mando, viéndose apurado en algunos momentos por los del
Montecillo que se le echaban encima. Mucho baile y poco gusto, sin dudar en
tirar del repertorio más vulgar que pudiera imaginar. Abusando del pico, tanto,
que el toro no dudaba en vencerse por el hueco que dejaba entre el engaño y el
bulto. Que si un cambio de mano por aquí, que si trapazos de uno en uno,
alborotado y vulgar, pero llegando a un público que antes de empezar el trasteo
ya parecía decidido a prefabricar un triunfo a costa de lo que fuera. La tarde
acabó sin más sobresaltos y tal y cómo dio comienzo, podía haberse cerrado, con
los bueyes uncidos a un yugo, que por algo tan señalada fecha era el día de los
carros.
Enlace al programa Tendido de Sol Hablemos de Toros:
https://www.ivoox.com/podcast-tendido-sol-hablemos_sq_f11340924_1.html
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