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Entre la nada de nada, mucho molinete que solo daban paso a enredarse y complicarse solo la existencia. |
Como decía el poeta, no es que duela la verdad, o que no tiene es remedio. Que todos hemos tenido a lo largo de nuestras vidas una ilusión, de niño, el ser bombero, torero, médico, pirata del Caribe o incluso torero, pero todo esto, exceptuando casos excepcionales, porque no todo el mundo puede ser lo que quiere ser, se diluye en el momento en que se adquiere un mínimo de sentido común y sobre todo cuando en casa se ocupan de ponernos los pies en el suelo y al primer resbalón nos damos cuenta de que mejor nos preparamos para ir a estudiar, para aprender un oficio, preparar una oposición o intentar encontrar un trabajo que nos permita tener un techo y llenar la nevera. Estas son las ilusiones que son devoradas por la realidad, esa realidad que debe tener sobrepeso de tantos ideales que caen en sus fauces. Aunque ya digo que hay excepciones, unas, porque el individuo en cuestión puede ponerse cabezón, decir que quiere alcanzar una meta y al final, con mucho esfuerzo y talento, logra su sueño, pero estos son casos contados. Y luego están los que tienen quién les pague esa ilusión, sea por la causa que sea. Que no te preocupes, que si tú quieres ser capitán de barco, se te compra un barco y hecho y además, se te compra la tripulación y hasta un capitán que gobierne la nave. Pero no solo se puede comprar un título de capitán de navío, de piloto o de empresario de éxito en la empresa de papá, que ahora también uno puede hacerse con el título, sin diploma, de matador de novillos, matador de toros y casi me atrevería a decir que de figura del toreo. Que incluso puedes tener hasta cierto recorrido ejerciendo de lo que alguien ha comprado, pagado o cómo lo quiera contar. Y resulta que llega un crío y dice que quiere ser torero, de niño se mueve con cierto desparpajo, ese que embruja a los mayores y hace que la ilusión vaya creciendo y creciendo y hay alguien que ve algo que cree que le reportará beneficios y decide montar una carrera para el muchacho. Más que cuidarle, le mima, le prepara el camino para circular siempre por amplias autopistas, bien iluminadas y sin nadie que le moleste. Incluso le llegan a hacer creer que nadie más circula por esas avenidas. Y todo el mundo empieza a querer ver a ese chiquillo transitar por esa ruta de triunfo que alimenta, quizá con un dulce veneno, las ilusiones de todos. Y avanza y avanza y una semana antes de poner en sus manos un coche de mayor cilindrada, le hacen subir un puerto con curvas, carreteras empinadas y estrechas, con otros coches subiendo y bajando y de repente, aquella ilusión para el niño y para sus seguidores se convierte en una pesadilla, haciendo aflorar todas las carencias que le cantan otros espectadores que ven que va subiendo sin saber cuáles son los pedales, para que sirven las palancas y que si se gira mal el volante puede ir precipicio abajo.
Y Marco Pérez era el objeto y el sujeto de una gran ilusión, enfrentarse a seis novillos elegidos y bien elegidos, de el Freixo y Fuente Ymbro, en la plaza de Madrid. Los tres primeros que parecían para sin caballos, todos dóciles y manejables, lo que hace que la cosa adquiera tintes de gran decepción, porque si con lo bonancible no se triunfa, ni tan siquiera da la sensación de no poder, es para preocuparse. El joven novillero a una semana de la alternativa, ha dejado un sabor a hiel en los paladares de los aficionados. Se ve que tiene lecciones muy bien aprendidas, pero lecciones de fuegos de artificio, de gestos para la galería de desplantes de miradas a unos y a otros, pero siempre lejos de la cara del novillo. En su primer novillo parecía tener esa frescura del novel, pero sus modos se ajustaban demasiado a los cánones más modernamente ventajistas de toreros ya retirados, planteando los trasteos como una sucesión de trapazos abusando con mucho descaro y ningún disimulo del pico, pegando trallazos y sin amagar ni tan siquiera una vez con templar las embestidas, siempre muy fuera y doblando el espinazo en esa postura que a plazas como la de Madrid le ponen de los nervios. Haciendo eso que dieron en llamar la alcayata y que creían reservado al dueño de tres de los novillos de la tarde. Todo ha sido un enredarse solo. Inoperante durante las lidias, a veces intentando recortes que desembocaban en hacerse un lío con el capote, teniendo que salir del compromiso como Dios le diera a entender. Simple espectador de lo que las cuadrillas intentaban, que él se dejaba hacer. Que el alarde más notable y jaleado por el público fue irse tres veces a portagayola en la segunda mitad del festejo. Que para su parroquia era un signo de pundonor y para el resto, viendo lo poco que daba de sí en su saber lidiador, solo era un absurdo. Con la muleta han sido seis calcos de trapaceo, viéndose casi siempre superado por sus oponentes, quizá más por los de Fuente Ymbro, que como si se tratara de un mozo en una capea, daba uno, dos y al tercero se le echaba encima. No ha habido un solo muletazo del que se pueda decir que al menos lo intentó. Parece tener tan asimilados los conceptos de la trampa modernista, que obvia cualquier conato de toreo con verdad. Parecía solo preocuparle a él y a sus partidarios, mucho paisanaje, que hubiera despojos, pero en los novillos en los que el cotarro se animó por la acumulación de trapazos, llegaba el momento de la verdad y la espada desbarataba cualquier posibilidad de oreja. Que incluso llegaron a pedirla después de varios golpes de descabello, porque había que salvar la tarde.
Parecía incluso que estaba midiendo los esfuerzos, pero a partir del cuarto ya era tirar la casa por la ventana, pero, había tan poco que tirar. Incapaz de solventar la más mínima dificultad que le presentaran los novillos, que se le rebrincaba, pues a seguir con derechazos y naturales. Tanto atravesaba el engaño, que en una de estas se le coló por el pitón derecho y la respuesta era evidente, no volver por ahí. En el quinto, por ese enredarse solo, por ese echárselo encima, sufrió dos revolcones, que afortunadamente quedaron en el susto. Que ya se sabe eso de la oreja del revolcón, que ya la tenía segura, pero de nuevo la espada. Pero él a lo suyo, a dar trapazos al aire, sin tener en cuenta el viaje de los novillos, él era dar el trapazo. Y llegado el sexto, para algunos la última oportunidad para rascar algo, pero, díganme, ¿hay algo más triste que cortar una única oreja en el último de la tarde? Que más parece el consuelo del actuante y de los asistentes, después de un festejo en el que el espada solo ha dejado claras evidencias de la nada, del más absoluto de los vacíos delante del toro. Sin picardías para poder a los novillos, exceptuando el arrimón de fin de trasteo, sin capacidad para calentar el ambiente con trapazos algo aparentes, sin capacidad para sujetar un novillo sin tener que ir a su aire, sin capacidad para nada que no fuera dar cabezazos, que en uno hasta salió volando la castañeta o para lanzar miradas flamígeras a los disconformes. Que el momento en que algunos creyeron ver redivivo al mismísimo Gallito fue con culerinas, telonazos y tres del desprecio, evidentemente, sin torear en ningún caso. Pero ya no creo que sea muy educado por mi parte insistir en contar esa nada que se nos ha ofrecido, con novillos, muy novillos, que eran la nada y los que tenían algo, algo que diera valor a lo que se le hiciera, los redujo también a la nada. Y claro, con todo tan, tan preparado, viernes de alto copete en la feria, ganado más que elegidito, el personal entregado desde que a la entrada le dieron un pañuelo blanco y el nombre del nuevo fenómeno anunciado en los carteles, pero sin nada, montado todo sobre la nada, pues solo puede acabar en eso, en la nada, y claro, así se estrella una ilusión.
Enlace programa Tendido de Sol Hablemos de Toros:
https://www.ivoox.com/podcast-tendido-sol-hablemos_sq_f11340924_1.html
Cuando se fabrica una mentira, siempre sale la verdad. Un toreo ventajista y sin alma. Si esto es el futuro.... que vuelva el Juli
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