viernes, 23 de mayo de 2025

Los abolicionistas del tercio de varas

Quizá pretendan engañarse con mil excusas para no picar a los toros, pero al final no solo engañan al aficionado, engañan a la propia fiesta y, por supuesto, a ellos mismos.


Cartel de esos que te lo anuncian en una tele y los señores de los micros tendrían que comprar una remesa extra de elogios y caudalosos baboseos. Lo de Alcurrucén, hechos para colmar de despojos a los figuras de turno, ganadería que lleva los despojos en bandeja para que los caballeros solo tengan que tomarlas y agitarlas al viento entre clamores tan ignorantes como preocupados por el porvenir y el devenir de la fiesta. A estos, con que les llegue para acabar la tarde, ya van que chutan. Y tres monstruos que dan sentido a cualquier cartel, ¡vaya que si lo dan! Castella, ese mago del trapazo hipnótico que provoca que el personal saque los pañuelos al viento, que con unas maneras plenas de donosura, parsimonia desesperante hasta provocar la desesperación de quién la padece desde la piedra martirizándole la nobleza de su reposo dorsal. Miguel Ángel Perera, el castigador, el que cuando quiere fastidiar a la concurrencia les obsequia con sus dotes trapaceras. Y como punto final, Daniel Luque, ese torero del que se dice siempre, desde hace años, que está en un excelente momento, pero, ¡chico! Que llega a Madrid y el momento mágico se evapora y a esa supuesta magia se le ve el truco por todas partes, el conejo se le cae de la chistera, los pañuelos salen volando de las mangas de su chaqueta y las palomas inundad de guano el traje de luces.

Prototipo de esta tauromaquia moderna, unos adelantados al futuro, a eso que unos parecen buscar, otros parecen ver como la única solución y otros esperan que el vaticinio nunca se cumpla y que los festejos incruentos solo se queden en un conato de amenaza. Y, ¿que por qué digo esto? Pues si nos detenemos en esta tarde de Alcurrucenes, a ningún se le ha picado de acuerdo a la norma. A cinco apenas se les ha apoyado el palo en el lomo, que esa es otra, dónde se pica. Y a uno, el sexto, parecía estarse cobrando una venganza barrenando sin compasión. Pero si nos detenemos en los cinco primeros, los profesionales les contarán que les gustan dejárselos cruditos. ¡No, hombre, no! No nos tomen por imbéciles, no insulten a nuestra inteligencia. Es que, lo primero, no son capaces de dar una lidia correcta y de poner un toro en suerte. Y después, si a estos muertos con cuatro patas y cuernos les pican un poquito, los animales probablemente se les vendrían abajo. Que se dejan crudos a estos trampantojos de toros de lidia, que ya me gustaría ver que se dejaran cruditos a los de Escolar, Cuadri o cualquier hierro que ustedes quieran escribir sobre la línea de puntos. Eso sí, también les digo, que con estos animalotes que van y vienen, no sin dificultad, con una plaza entregada a la bazofia taurina del momento, esta plaza que jalea con fervor los enganchones, que aplaude los desarmes y que enloquece con un bajonazo, aún así, no son capaces de triunfar, de recoger un triunfo que les han prefabricado con todo el cuidado del mundo. Si es que estando las cosas como están, lo raro es que todas las tardes no saquen a cuestas hasta a los vendedores de cervezas.

Que quizá ustedes estén esperando el detalle de las lidias, del comportamiento de los toros en el caballo, pero... ¿se puede relatar lo que no existe? Que resumiendo, unos no iban al peto ni dejándolos casi debajo de este, si acaso intentaban pelear solo con un pitón, para las más de las veces salir de najas para correr por el ruedo. Carreras propiciadas por los tres espadas, que tan poco han hecho para recoger y fijar a sus toros. Que hasta el sobrero de Zacarías Moreno que hizo cuarto parecía haber estudiado en la misma escuela de mansos de los de Alcurrucén. Y la presentación... De verdad, no me pidan profundizar en esto también. Que los puristas y amantes de las castas igual habrán aventurado que si este es de lo de Núñez, de lo de Rincón, quizá Pedrajas, pero ya les digo que más de uno se habría dado con un cantito en los dientes con que hubieran pertenecido a la especie o subespecie, llámenlo cómo quieran, del toro de lidia ¡Caramba con los Lozano! Que de unas veinte corridas que van a lidiar en el presente año, a Madrid mandan esto, ya es mala pata.

Y vamos con los espadas, que a nada que hubieran acertado con un bajonazo de primeras, no demasiado descarado, lo mismo habría llenado el esportón de despojos repletos de pulgas. Castella con trapazos sin bajar la mano a su primero, abusando mucho del pico y de citar desde fuera, con unas dosis de sosería asfixiantes, quizá para que en lugar de pensar que el toro era un inválido, la cosa era que el galo estaba en un estado de éxtasis teresiano. Éxtasis del que nos espabiló con un bajonazo . En su segundo puso en práctica lo nunca visto, citar desde los medios y pasarse al toro por el culo. Innovarse o morir; pues hombre, morir, no, pero innovarse con la opción “B” de los inicios de faena de Sebastián Castella con una práctica de casi ya 25 años, igual sorprender, no sorprende, o sí? Oiga que los ha habido que lo han celebrado como eso, como si no lo hubieran visto nunca. Y claro, si el personal que enloquecía con esto, no lo habían visto nunca... pues ya me dirán ustedes el tipo público que se aposentaba en la piedra de Madrid. Pero claro, entonces es cuándo podríamos entender el porqué de jalear los enganchones. Que me cambio el trapo de mano, ahora la ves, pues ya no la ves, me meto entre los cuernos, me lo saco exagerando el pico, que invertidos, que... Y por si esto fuera poco, el gesto de mayor honestidad de Castella, tirar la muleta lejos de sí, no la necesitaba para nada, le sobraba, fuera despojos. Que el trapo debió respirar aliviado al sentir al fin libre de tanta sacudida desabrida. Y de nuevo otro bajonazo, por supuesto que tirando de nuevo el trapo. Pero tranquilos, que pronto volverá este dechado de arte, elegancia y cursilería taurina elevada al infinito.

El que volvía era Miguel Ángel Perera, el paradigma de dejárselos cruditos, el incomprendido, el que necesitaría un megáfono para explicarle al personal esas cosas suyas que solo entiende él y la lógica de la pacata modernidad. Ese maestro del trapazo, del abuso del alivio, de echarse los animales, cruditos, claro, para fuera, desde fuera y que se adorna incluso después de una estocada haciendo guardia. Que como en su segundo no duda en bailar cuando no es capaz de llevar las embestidas con la muleta. O que si tiene que ir por el ruedo detrás del toro para cazar trapazos, pues se va, que así al menos sí se ha podido casi dar la vuelta al ruedo. Pero nada es nuevo de lo que cada vez que aparece provoca Perera, el tedio, la desesperación y la ausencia absoluta de cualquier asomo de toreo, aunque le guste dejárselos cruditos.

Y si todo esto les ha parecido poco, llega Daniel Luque, que al menos en su recibo a su primero, hasta dio algún lance medio aseado, pero tampoco se me vengan arriba. Que al manso no sabía ni cómo hacerse con él y al menos poderlo llevar al caballo. Con la muleta, por si no fueran suficiente los trapazos abusando de pico, pues vamos a innovar con esos cites poniendo el engaño del revés, que no torean, ni nada que se le parezca, pero el personal los jalea. Venga cambios de mano, trapazos de uno en uno entre los pitones, más cambios y más muleta del revés. Que tan en caída libre iba la tarde, que en el sexto parecía que se le había acabado el entusiasmo, a él y la concurrencia. Que ya no se le despertaba el ánimo ni con todos los enganchones que vendrían a continuación, ni con el abuso de pico, ni apelotonando los muletazos, ni con seguir poniendo el engaño así agarrado para eso que no sé quién llamó luquecinas o algo parecido, perdonen mi falta de cultura postmoderna del taurinismo. Que como me decía un amigo en la tradicional tertulia antes del festejo, estamos demodé, ya no estamos en este tiempo, nuestro tiempo se pasó y claro, así no hay quién la goce con el trapaceo, los enganchones o ese citar desde las Antípodas. Y la conclusión es que el festejo del día de los Alcurrucenes, con Castella, Perera y Luque, parecía más uno de esos conmemorativos u homenajes, en este caso a los abolicionistas del tercio de varas.


Enlace programa tendido de Sol Hablemos de Toros:

https://www.ivoox.com/podcast-tendido-sol-hablemos_sq_f11340924_1.html

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