De siempre, cuando se anunciaban los toreros denominados de arte, el que acudía a la plaza esperaba que estos soñaran el toreo; y cuando lo soñaban, todo el mundo se sentía como raptado por esa sensación que genera el toreo puro, el toreo con gracia, con ese garbo de los elegidos, con ese hacer así, que hacía reventar los corazones de los presentes. Una verónica, una media, un natural y el de pecho, con poquito se alegraban los espíritus, porque si el toreo, además de con verdad, se hace con arte, ¿para qué más? Pero hay que tener cuidado, porque también sucede, ha sucedido muy a menudo, que salían pseudoartistas, simplemente los que pretendían hacer pasar por arte el amaneramiento, el poner poses, vaciando de toreo todo lo que querían hacer colar como tal. Pero los artistas de verdad no siempre estaban tocados por el duende del toreo, había tardes que... Y a los fervientes seguidores de tal o cual torero solo les quedaban dos caminos, primero el de la resignación y después, a veces entrelazándose, el enfado supino; que era para ver a los partidarios enfadados con su torero. Pero cuánto han cambiado los tiempos y las modas.
Si vamos a ver a los “jartistas”, lo principal es estar dispuesto a entregarse en cuerpo y alma a su causa, que si es necesario que se venden los ojos, se vendan, pero que la boca y las manos queden libres para jalear y aplaudir. “Jartistas” que han perdido el privilegio de llamarse artistas y que no llegan a saber ni cómo es eso de soñar el toreo y entonces a los aficionados les toca hacerlo a ellos, soñar el toreo de fulano o mengano, porque estos “jartistas” ya no se lo podrán poner delante, simplemente serán amaneramientos aparentes que unos jalearán y otros... otros, pues eso, una siestecita y a soñar con toros, toreros y el toreo.
Que había mucho que soñar la tarde de lo de Juan Pedro Domecq. En primer lugar había que soñar con toros, toros de verdad, con presencia, encastados y si es con un punto de fiereza, mejor que mejor. Corrida infame, algunos de ellos más terciados y anovillados que con el cuajo mínimo de un toro, no solo para Madrid, sino para cualquier plaza en la que se anuncien como toros. Y eso que menos uno, todos eran cinqueños. Flojos que les costaba mantenerse en pie, pero que desde los primeros compases se pudo advertir que la presidencia no iba a echar ninguno para atrás. Como viene siendo norma en estos días de figuras, no se les picó, solo se simuló la suerte, tan bien, que alguno hasta debió pensar que estaban viendo un primer tercio en toda regla, pero no, esto también había que soñarlo, porque la realidad... Que no es dura la realidad, lo que no tiene es remedio. Y sí, más o menos iban y venían a la muleta. Que este ir y venir era lo que sucedía entre caída y caída. Y el remiendo de Torrealta, comparado con los otros, parecía el torazo de nuestras vidas, pero eso es lo que pasa cuando comparamos a un mono tití con un chimpancé, pero no hacemos la comparación de este con un gorila de espaldas plateadas. Pero vamos, que tampoco es que se les fuera a exigir lo más mínimo durante la lidia. Que ya se sabe que el “arte” se limita a dar aire al animal, a que vaya en línea, a que no se le baje la mano ni por equívoco o desmadejamiento del “jartista”.
Y en el mano a mano se enfrentaban Juan Ortega y Pablo Aguado, de los que decían las malas lenguas mantenían una competencia exacerbada. Pero que viéndoles deambular por el ruedo de Madrid, quizá esa competencia se ciña a quererse poner primeros en la cola del súper. Detenerse en la actuación de ambos diestros sería abundar en una redundancia innecesaria. Pico, siempre fuera, corriendo constantemente y no pudiendo con animales flojos que solo parecían querer no perder el equilibrio. Eso sí, ambos poniendo posturas gallardas, con medias al aire, que no al toro, con remates que jalearan los presentes. Juan Ortega paseando su donosura vacía de toreo verdadero. Que sí, que detalles rebosantes de estética parda, pero... ¿y el toreo? Pues de toreo, nada. Que anda que no estaba el personal dispuesto, pero no, el espada no estaba por soñar el toreo, estando casi más cerca de la pesadilla. Que él se ponía por las inmediaciones del toro, como gustándose, ante un animal, como el quinto, al que pedirle dar dos pasos podía hasta resultar abusivo.
Pablo Aguado no disimulaba nunca el abuso del pico, pero lo adornaba bonito. Que para él lo de no bajar la mano no es, ni mucho menos, un problema. Con esa naturalidad que le atribuyen, erguido, con la tela muy atravesada, citando desde fuera y a ver si el toro no se viene abajo. Enganchones jaleados, porque eso de no ver a un caballero partido en dos por la bisagra les pone locos. Y así pasó en el que cerraba plaza, el torazo de Torrealta, que otra tarde habría si9do uno de tantos y tantos, pero claro, con los juanpedros, parecía el abuelo de estos. Pero claro, con ese toreo desdeñoso, alejado, insulso, pero recto, con la muleta por un lado y el Torrealta por otro, al quedarse al descubierto y verse achuchado por esa imprudencia, el respetable vio peligro y emoción, pensando que allí había un gladiador. Pico, pico y más pico, echándoselo para afuera con la uve de la muleta con la zurda. Y el Torrealta cada vez a paso de Miserere y Aguado acompañando el cortejo fúnebre, pero con unas poses como pa comérselo, pero no para volverse loco. Desarme y aplausos, casi de uno en uno y serie de adornos algo tramposillos, que vio como le celebraban uno del desprecio con la zurda y lo repitió por tres veces. Bajonazo final y fulminante, que animó a los presentes a pedir el despojo. Al menos allí se acababa la pesadilla del pitiminí, del aparentar y no torear. Pero bueno, el que no se consuela es porque no quiere, así que soñemos el toreo... porque verlo, lo que se dice verlo.
Enlace programa Tendido de Sol Hablemos de Toros:
https://www.ivoox.com/podcast-tendido-sol-hablemos_sq_f11340924_1.html
Tarde de semitonos, muy flojos, mansos y sin querer dar ningún problemas a los dos exponentes del arte más sevillano. He de decir que mueven la muleta con gracia y arte como pocos, solo son unos cuantos iluminados por la varita artística, pero lo de torear.....no dieron ni uno. Se posicionan muy al hilo del pico, lo del pico roza lo escandaloso, llevan al toro tirando líneas hacia afuera y la piernecita escondida, pero muy tiesos, como los ajos. Ya la espada, tendenciosa a quedar caída. Esta tarde toro y toreo no ha habido.
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