miércoles, 28 de mayo de 2025

¡Zas! En toda la boca

A veces el toreo por abajo es la mejor medicina para poder a un manso.


Si en esta feria había un día señalado para el aficionado era este, el de la corrida de Dolores Aguirre. Unos esperaban a los pupilos de la Dehesa de Frías, con reservas en cuanto a los de luces, y otros a los toros y a los actuantes que la tenían que pasaportar. Pues la realidad es que, a no ser que se sea pariente, amigo, vecino o la abuela de los toreros o de los toros, no parece que haya nadie satisfecho con lo sucedido. Lo más probable es que se hayan llevado para casa una tremenda decepción, sin tan siquiera poder encontrar la manera de tapar el fiasco de la tarde. Que siempre se puede echar mano de consuelos comparativos, que si tal o cual ganadería les pasa esto o lo otro y que los toreros ya han hecho más que fulanito o menganito la tarde de tal. Bueno, si eso sirve de consuelo, allá cada cual. Que esto es como aquel que le dice a un vecino que no aparque en su plaza de garaje y el vecino le salta con que su mujer es conocida por todo el vecindario ¡Qué dislate! Pero ya digo, por muy mal que estén otros, no le quita ni una pizca de valor a la crítica que se pueda hacer a esta corrida. Dos toros justamente presentados, sin alharacas, pero otros pasaban demasiado justos. Eso sí, a alguno le han ovacionado de salida, quizá por lucir más leña que sus compañeros. En cuanto al comportamiento, está claro que ni de lejos se les ha dado el trato que pedían, pero a pesar de todo, ha aflorado demasiada mansedumbre; en unos se manifestaba no queriendo capotes, huyendo a terrenos más templados y sin esos pesados de los telones rosas, otros queriéndose ir y yéndose del caballo, otros no queriendo ver el caballo, otros corneando con un solo pitón, en ocasiones alternando el derecho y el izquierdo, en fin, que casi completan el catálogo de signos que delatan la mansedumbre de un toro. Aunque en su descargo hay que decir que han sido lidiados de forma muy deficiente, por no decir que las lidias han sido nefastas, porque siempre hay quién se puede ofender. Ni llevarlos al caballo, ni fijarlos en primera instancia y lo de los picadores, el esperpento que ya se está convirtiendo en norma, picando vaya usted a saber dónde les viene bien. Que sí, que luego se les abronca, se les grita eso de “!Picadooooorrr, que malo eres!” Pero no quiero yo eximir de responsabilidades a los matadores, los que al no fijar al toro dejan que vaya de cualquier manera al peto, lo mandan al relance y en lugar d estar atentos para quitar del peto, se quedan allá, a lo lejos, como espectadores de privilegio. Pero dicho esto, los de a caballo tienen lo suyo. Y me dirán los caballos, que también, pero esos petos que llegan hasta... y rígidos que no ceden ni... ni con el envite de los animales que se estampan contra ese muro acorazado.

Los actuantes no se podrán quejar de la acogida recibida, de esa nueva moda de exultante ñoñería, de sacar a saludar a cualquiera, principalmente si es... bueno, vayan ustedes a saber qué son. El caso es que dejan a la plaza de Madrid por los suelos y delatan algo más, que aunque solo sea cuestión de cuatro, afecta a toda la plaza, y no es otra cosa que definirla como una plaza con preferencias fuera de la lógica que siempre impero, de acuerdo a criterios que poco tienen que ver con los méritos contraídos. Aunque me dirán que la última vez tal o cuál, de acuerdo al criterio de cuatro, que igual creen tener más preponderancia de la que deberían tener y que igual no tienen, pero la endogamia es lo que tiene.

Salió a saludar al romperse el paseíllo Fernando Robleño y la verdad es que se ha pasado la tarde devolviendo tal saludo. Ausente con el capote y en la lidia en los dos primeros tercios, cuando tomó la muleta fue para no parar de correr mientras intentaba pasar al de Dolores abusando del pico de la muleta, ya digo, que sin parar de bailar, ante un animal que cuando le corrían un poquito la mano, ¡qué cosas! Seguía el trapo, pero la cosa iba de Robleño detrás del toro a ver si cazaba algún muletazo pegando tirones. Pero aún podía ir la cosa a peor y lo fue, con un bajonazo. En su segundo, ningún mastodonte, más bien todo lo contrario, tuvo que dejar que fuera el peón el que se lo fijara a las telas y sin tropezarlas, no como en su caso. En el caballo lo más destacable fue ese no querer penco y casi hasta huir al que hacía la puerta. Y nueva sesión de trapazos, ahora te la quito, ahora un tirón, echándoselo fuera. Si bien es cierto que el toro acudía con cierta brusquedad, pero en esos casos, el empeñarse en dar derechazos y naturales, quizá sea obcecarse en lo imposible. Quizá podría haber puesto en práctica otros recursos lidiadores, pero... él sabrá. Que decía uno que si machetear, pero nadie le hizo caso. Y la guinda fue un espadazo muy caído haciendo guardia. Como para hacerle saludar de nuevo, aunque, y tal y cómo está la plaza, nunca se sabe.

Damián Castaño, que se negó a saludar de salida, se encontró con un toro muy justito y flojo, aunque el animal hasta parecía querer pelear en el peto, pero la flojera se lo impedía. Flojera que se hizo presente durante todo el trasteo y a nada que se la ofreciera Castaño, el de Dolores se iba al suelo, aunque el espada no perdía la ilusión de ponerse erguido y mover la tela, pero no había manera, y con el pico siempre por delante, mucho menos. Pues hala, otro bajonazo y para adelante. El quinto ya de salida le tomó afición a rondar las tablas. Un inválido que a la salida del caballo no podía disimular su tambaleo. A su aire por el ruedo, tuvo mejor suerte cuando fue un peón el que le llevó al caballo en la segunda vara, dónde hasta parecía amagar con pelear. Manifestando su querencia hacía toriles, especialmente en banderillas, yendo como un rayo al ver la salida al fondo. Ya en el último tercio, Castaño no parecía poder con él, tirando de pico y escupiéndolo de la suerte. Siempre fuera y atravesando el engaño, pero que no se crean que semejante “espectáculo” hasta tenía sus seguidores que lo jaleaban. Trasteo sin pies ni cabeza, a ver si daba pases sin criterio alguno, más pico y a ver si cazo uno aquí y otro en Bombay, alargando ya demasiado su presencia, que concluyó con una entera caída, para que el animal se fuera a doblar al abrigo de las tablas.

El tercero era Juan de Castilla, que empezó sin poder hacer con su primero en el recibo de capote e inmediatamente se dio la vuelta, perdiendo terreno hacia los medios. Al animal le costaba moverse, especialmente después de su paso por el inquisidor del penco, que no atinaba con el palo, pero que pinchaba aquí, allí, como si tenía que picar al mismísimo cielo. Al inicio del trasteo, De Castilla se lo sacó más allá del tercio, le dio distancia y en la primera embestida el animal se le cruzó, él se quedó al descubierto y se lo llevó por delante. A pesar de estar cogido, siguió en el ruedo, instrumentando muletazos escupiéndolo de la suerte. El animal medio calamocheaba, se le quedaba y el espada solo atinaba a trapacearlo con vulgaridad, pico con la zurda y dándole aire, quedándose por momentos a merced, por adelantarse al viaje del toro, enganchones continuados, pico y brazo largo para cerrar las series. Y será por el drama, que se dio la vuelta al ruedo, quizá porque en estos días se premia el arrojo, más que el toreo con cabeza. Que también es cierto que el primero llega, es fácil de ver y lo segundo... eso ya es otro cantar. Pero el espada estaba decidido y lo quiso mostrar yéndose a portagayola. El toro de primeras no le hizo caso. Le capoteó después con precaución y en el transcurso del primer tercio se empeñó en poner de largo a un manso que no quería complicaciones. Que el que uno toro vaya de lejos al caballo es un verdadero espectáculo, pero es que a veces, ¿no nos empecinamos en atropellar la razón? Pero nada, el toro decía que él allí no iba, para al final conseguir que llegara al peto, para no picarle. Se puso a lo de siempre, derechazos y naturales y el de Dolores queriéndose ir al segundo muletazo, buscando las tablas, mientras el de luces iba detrás. Con la derecha, más pico y la muleta retrasada, tropezándosela demasiado y venga a ir detrás a ver si así, pero era que no. Quizá pedía, como alguno de sus hermanos, otra lidia, un macheteo por abajo hasta vencerle y luego, pues ya se vería. Una tarde que tantos esperaban, que esperaban el toro, que no llegó, ni por presencia, ni por comportamiento, y esperaban a tres toreros que pelearan, pero tampoco, fue un chasco generalizado y a esas iniciales esperanzas, respondieron toros y toreros con un amplio y sonoro, ¡Zas! En toda la boca.


Enlace programa Tendido de Sol Hablemos de Toros:

https://www.ivoox.com/podcast-tendido-sol-hablemos_sq_f11340924_1.html

3 comentarios:

  1. Existen toros, mejor dicho existían, que era preciso cuidar desde el embarque hasta su lidia etc.etc.
    Yo desde mi ignorancia y por afecto con la casa de Da. Dolores ,soy de capaz de justificar el resultado de ayer.

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  2. Qué desastre, ni toros, ni toreros, ni nada de nada.
    Por muy torista que sea Dolores Aguirre, mulos con cuernos, de bravo, ni asomo

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