domingo, 13 de octubre de 2024

Nos quedan los buenos recuerdos… pero no desde el ruedo

Ya solo nos queda esperar al nuevo año y mientras, soñar el toreo, zambullirnos en libros, láminas, charlas y recuerdos de toros 


Se termina una temporada más y a pesar de que se pueda pensar lo contrario, para algunos ha sido un visto y no visto; cosas de la edad. Tardes interminables, ferias interminables, tostones interminables y mira tú, que se ha hecho corto. Y ahora, si me lo permiten, voy a recordarles mis mejores momentos de lo sucedido esta temporada… Ya está. Nada o quizá quede algo, pero tendría que hacer mucha memoria, muchísima. Quedarán charlas con amigos, encuentros, visitas inesperadas, ausencias, pero de lo sucedido allí abajo, un momentito, que voy a ver si con más detenimiento… Nada, que no. Que si me pongo a revisar mis notas seguro que habrá esta o aquella tarde, pero, ¡hombre! ¿No sería algo lógico que se me viniera de golpe algo a la cabeza si ese algo fuera tan sobresaliente? Pues nada, que no hay manera. Pero bueno, siempre nos queda la última corrida, la que ha echado el cierre, pero… Recordar, recuerdo cosas, pero quizá lo que más recuerdo es quedarme petrificado al ver cómo mi plaza ha perdido el gusto por el toro, por el toreo de verdad y se ha acomodado al toro moderno, en el que ya entra sobradamente lo de Victorino, y el toreo más moderno aún, del que esta tarde había dos representantes, uno más clásico, un clásico de la vulgaridad clásica, Miguel Ángel Perera, y un excelso exponente del fototoreo, Emilio de Justo, que si te ponen una foto delante en el momento en que ha pasado el toro y se pone a sacar la panza y no se ven ni las carreras de antes y después y no se ve que corta de un tajo los muletazos, da el pego de toreo de jarte del güeno.

Lo de Victorino Martín no ha ofrecido la mejor de las presentaciones, ni de lejos. Que se puede argumentar eso de que este encaste es así, aunque esto también depende de a quién se le pregunte, unos buscan lo de Victorino “de antes”, lo cual ya es tan poco probable como encontrar la tumba de Genghis Kan, que igual existe, pero, ¿dónde? Otros dirán que lo de Victorino es así o asao, lo cuál suele coincidir con si el que opina se ha levantado con el pie derecho o con el izquierdo. El caso es que su presentación no parece la mejor de las posibles. En el caballo no se emplearon demasiado, a alguno se le castigo, pero sobre todo se les picó mal, sin ponerlos bien en suerte y sin ejecutar esta a modo. Que en eso de poner un toro en suerte no me refiero a casos como el de Perera, que de repente decide que deja ahí el animal y él se marcha por detrás del caballo, lo que vulgarmente se llama “por el culo del mulo”. En descargo del ganado hay que decir que no fue bien lidiada y que en bastantes casos se les dieron capotazos de más. Eso sí, como los más fieles de esta moderna taruromaquia, en la muleta iban y venían que era un gusto. Unos más parados que otros, pero iban. Tampoco eran bobonas, pero al final iban y venían y hasta seguían las telas allá dónde se las ponían, si se la echaban a las nubes, a las nubes que iban, si la cosa era para echarse el toro encima, pues el toro se venía encima, que si les dejaban un hueco enorme entre el trapo y el bulto, pues tiraban por el hueco que le dejaban, pero nada que no se pudiera solucionar simplemente con toreo y un poquito de mando.

De los dos espadas, pues si hacemos caso a unos, estuvieron memorables y lástima que fallaran a espadas, pero otros dirán que de toreo más bien nada, de trapazos mucho y a veces, de teatro, en exceso. Perera sigue con ese empeño de castigar a sus no afines con su destoreo, prolongando la faena hasta conseguir la desesperación de los presentes. Poco capaz con el capote, solo levantó los ánimos en un recibo rectificando en cada lance. Inoperante durante la lidia, como siempre en la muleta, siempre en línea, muy distante y abusando del pico. En su segundo pasó con la lentitud que marcaba el de Victorino, acompañando siempre en línea, escupiendo siempre para fuera al animal. Un aviso antes de pensar en tomar la espada, con la que recetó una entera muy caída y por aquello de no “estropear” la obra de arte, haciendo por no desacabellar, sin importarle ni el toro, ni la imagen, ni la desesperación del personal. A punto, por unos pocos segundos, no escuchó el tercer aviso, pero aún así, el respetable, que a veces se hace respetar muy poco, le concedió un despojo. Perera es un habitual de trasteos eternos y de ir cambiando de mano sin criterio alguno, dando más la sensación que lo hace porque se le cansa el brazo, que por necesidades de la lidia.

Emilio de Justo mostró su disposición, y la del público, en un primer quite por chicuelinas apartándose en todas, que el respetable jaleó con entusiasmo. Después, en el recibo de sus dos primeros no aguantó y tuvo que darse la vuelta para perder terreno hacia los medios, lo que también gustó, quizá debido a su firma tan teatral de adornar sus modos. En el sexto se gustó, como parece gustarse siempre, con unas verónicas con la puntita del capote y rectificando demasiado. Con la pañosa en su primero inició pegando respingos, para después pasárselo a una distancia más allá de lo prudencial y siempre tirando del pico de la muleta, pico y a correr, pico y a correr, lo que en lugar de desanimar a los asistentes les enardecía cada vez más. Carreras y voces, muchas voces, que casi eran más efectivas en los tendidos, que en el de Victorino. Medios muletazos, quitando el engaño de golpe para recolocarse a la carrera, mientras el toro seguía la tela allá dónde se la pusieran, aunque lo que más emocionaba era cuando se la arrebataba del hocico. El fallo a espadas desinfló el suflé, que rápidamente volvió a subir en el cuarto, al que de primeras no parecía saber por dónde entrarle. De nuevo pico y carreras y en una de estas se descubrió y el toro hizo por él, afortunadamente no impidiendo que pudiera seguir en el ruedo. Siguió con esos medios trapazos, encogido, pero que una vez que pasaban los pitones, sacaba la panza para adelante. Y con el sexto, que medio se aguantaba en pie a duras penas, pues de nuevo lo mismo, la uve de la muleta con la zurda, dejando que le tocara demasiado la tela, sin acabar de poder con su oponente, más pico, más separación, más voces, que ahora tiro el palo, eso que ahora llaman la ayuda, la de mentira de toda la vida de Dios, y el personal enardecido. Que bien que iban a cerrar la temporada todos esos que han llenado los tendidos de sol durante todos y cada uno de los festejos del curso, hiciera frío o hiciera calor… ¡Ah! ¿Qué no? Pero si se manejaban como si fuera los hijos de Díaz Cañabate, Corrochano, Navalón y don Joaquín. O sea, que… Pero bueno, qué más da, entre el teatro del espada para no descabellar y la algarabía de… de mucha gente, le dieron un despojo que el matador paseo con la parsimonia del que no tiene prisa, quizá porque ya tenía la cena hecha y los niños acostados. Y así se cerró un año más la temporada de Madrid, con gritos de Plaza 1 dimisión, con Plaza 1 sin hacer el más mínimo caso a las protestas, con unos y otros despidiéndonos de aquellos con los que hemos compartido largas tardes feriales, más largas tardes caniculares y así al final siempre nos quedan los buenos recuerdos… pero no desde el ruedo.

 

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jueves, 10 de octubre de 2024

Esa Santa Hermandad… de la Pasta Gansa



Seguro que lo que voy a contarles a continuación lo saben ustedes más que de sobre, entre otras cosas, porque ustedes son habituales sufridores de esta prole de interesados fieles de la Santa Hermandad de la Pasta Gansa. Una especie de secta en la que si hay que traicionar al hermano de al lado, se le traiciona, todo por la Santa Pasta. Esa devoción al dinero todo lo justifica. Que aparentemente todos están en concordia y armonía, eso que llaman “unidad”. Pero caramba, carambita, cuando hay un duro en el suelo y no tiene nombre, que como te agaches a cogerlo, te puede pasar de todo, que te corten una mano, que te empujen a los pies de un tráiler que pasa por allí o que te hagan perder el honor varonil y viril en un nada y menos. Hay que ver los besos y abrazos que se dan en público, pero siempre tienen que estar atentos a que no les decoren la espalda con una daga genovesa. Pero ellos insisten en lo mucho que se quieren, se admiran, se alegran de verse, se… Que como pillen al otro desprevenido…

Eso sí, como alguien ajeno y mucho más si es alguien que se coloca frente a ellos, toca lo más mínima a uno solo de la Santa Hermandad, hay qué ver cómo se ponen. Y si además el “ofendido” es alguien de quién puedan depender sus ingresos o de quién dependa su posición de supuesto privilegio, entonces habrá que ponerse a cubierto. Que ya puede ser una mosca del vinagre, una sola, que despliegan todo su arsenal tierra aire, la brigada acorazada y el séptimo de Michigan en desbandada. Que siempre se revuelven con arreones de manso al sentir el más mínimo amago de lo que ellos consideran falta de respeto, pero cuando les tocan a los jefes, ¡ojito! Aunque por ir aclarando conceptos, una falta de respeto es todo lo que diste un milímetro de ese servilismo cínico que ellos practican. Servilismo cínico y perjudicial para los torsos cuando estos son arrastrados por el lodo con demasiada frecuencia.

Hace unas semanas, en la plaza de Madrid, los pocos asistentes a un festejo dominical fueron testigos de uno de los más bochornosos espectáculos recordados por un encierro cuya principal característica, aparte de una impecable presencia, una bella lámina, era su insultante invalidez. Era asomar un toro por la puerta de chiqueros y en los primeros resuellos ya dejaba evidentes muestras de invalidez. Las causas pueden ser mil, pero el resultado solo era uno, los animales no se sostenían en pie. Hasta diez reses habían pisado el ruedo, cuando solo íbamos por el cuarto de la tarde. En total fueron diez los toros, aunque bien podían haber sido más. Y, ¿qué sucedió? Pues que los escribas del régimen no tardaron ni un suspiro en arremeter contra las protestas y los que protestaron indignados la manifiesta invalidez. Que en palabras de estos escribanos a sueldo, aquellos eran lo pero de lo peor que habita bajo el sol. Que si tenían demasiadas prisas en protestar, que si ni un mínimo de paciencia, que si estos son los verdaderos enemigos de la “tauromaquia”, que si había que deportarlos a todos a la isla del Diablo, que si mal rayo les parta. Como si nunca hubiera habido un festejo con tantos toros devueltos al corral por manifiesta invalidez, como si nunca hubiera salido una corrida infame al ruedo de Madrid y lo que es peor, como si tal invalidez solo la vieran unos ojos enfermos y unas cabezas corruptas. Y, ¿por qué tan airada y agresiva reacción encabezada por letristas pertenecientes a conocidas dinastías que en otro tiempo manejaron más de la cuenta en esto de los toros? Pues, llámenme mal pensado, pero es que el hierro anunciado era el de Antonio Bañuelos, máximo exponente de la Unión de Criadores de Toros de Lidia. Sí, esa misma, la que solo se preocupa de los dineros, de los suyos y que no ha movido un dedo desde hace años por detener el penoso deterioro de la cabaña brava, la práctica desaparición de multitud de encastes, dejándolos en el mejor de los casos en un mero testimonio del pasado. Pero claro, el jefe es el jefe y no vamos ahora molestarle y afearle su gestión quizá con el único objetivo que engrosar las arcas de todos estos ilustres ganaderos, sin importarle que el toro de verdad, que la casta, que la fiesta puedan no estar amenazados por tantos males que no se sabe hasta adónde nos van a llevar. Y ni una palabra si el señor presidente afirma que para él el caballo no es importante para medir la bravura de un toro, ¡faltaría más! Es más, la mayoría van corriendo perdiendo la dignidad para alinearse en esa fila de negacionistas del primer tercio, quizá porque esa también es una forma de conseguir poder colar muchos más de sus productos, que no toros.

Pero lo que podía haber quedado en simple anécdota adquiere nueva dimensión cuando resulta que se anuncia en la feria de Otoño de Madrid al máximo ídolo de las masas, ese que él solo es la reencarnación del Guerra, Machaquito, Joselito y el Bombero Torero. Y sale el susodicho y empieza a hacer lo de siempre, quizá con la diferencia de que sus romeros no le echan demasiadas cuentas de lo que está desarrollando en el ruedo, quizá porque en los dos primeros tercios puso en práctica su repertorio habitual en estas fases de la lisia, la nada. Nada, como siempre, ni tan siquiera estar pendiente de auxiliar a sus compañeros en caso de necesidad. Pero sí que había quién no quería perder detalle de todo lo que pasara en el ruedo el ratito de su pobre comparecencia y el de todo el festejo. Empezó con la muleta a seguir su línea de regularidad, trapazos ventajistas y más trapazos. Y unos protestaban, mientras otros… ¡Pásame el yintonic! ¿Alguien tiene pipas? Pero ya se sabe que en esto, cualquier toro te da un meneo y el meneo llegó, se quedó él solito al descubierto y llegó el percance. ¡Aleluya! Los silentes durmientes despertaron y culparon del accidente a los que protestaban. Se montó la marimorena y en la bronca es cuando mejor navega este caballero, se siente como un ibérico en un charco de m… Un despojo y ahí quedó la cosa, pero entonces, una vez acabado el mitin, desembarcaron las fuerzas del régimen taurino, los adalides del sistema y empezaron a soltar por la boca y por las plumas lo imaginable, lo inimaginable y lo inadmisible. Le habían tocado el pan y saltaron como resortes a decir cuantas barbaridades se les pasaban por la boca, como si esperaran despertar a los dormidos para lanzarlos contra los que solo veían lo que muchos, el destoreo que en nada se parece a lo que hacían aquellos con los que algún cerebro avinagrado y panza agradecido se puso a hacer comparaciones. ¿Quiénes se creían esos señores para protestar a una de sus principales fuentes de ingresos, según dicen las malas lenguas, que luego vayan ustedes a saber, que igual no les invitan ni a un café. Pero ellos sacan toda la artillería, y si se llevan por delante el prestigio de una plaza, los valores del toreo o lo que sea, les da igual, pero no me toquen al figura, a ver si… Que sepa todo el mundo lo que hay si alguien se mete con alguno de los capos de esa Santa Hermandad… de la Pasta Gansa.

 

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lunes, 7 de octubre de 2024

A saber qué tienen esas gentes en las cabezas

Vamos a la plaza, que hoy viene el ídolo de masas, el que más gusta a los del negocio y el que más aclama la muchedumbre y que nadie les contradiga o les culparan de todos los males del mundo, porque a alguien hay que culpar.


Última de la feria de Otoño de Madrid, con la presencia de la gran figura, el que dicen que llena las plazas, el que despierta más interés por esos mundos de Dios, el que dicen que arrastra las masas. No me voy a poner a discutir nada de eso, más que nada, porque me importa entre nada y menos, que se interesen por ello los del negocio, pero no creo que sea cosa que deba interesar a los que clamamos por una fiesta íntegra y llena de verdad, con el toro como eje de todo esto. Pero lo que sí que me atrevo a afirmar es que este figurón no aporta nada al toreo, es más, creo que resta, y si llega algo de su mano solo es ponzoña. Un señor que navega como nadie en la bronca y que para engrosar sus estadísticas de despojos tiene que echar mano de ella y nunca jamás de conocimientos de la lidia, de verdad en su toreo, de mando, de dominio, porque, que me perdonen sus partidarios, pegar trapazos, lanzar las telas al aire, permitir que se las enganche el toro y pasarse el toro por el culo nada tiene que ver con eso, con el dominio y el mando y si añadimos ese permanente abuso del pico y de citar desde muy fuera, pues nos queda lo que es, un vulgar pegapases con un márquetin admirable. Tan admirable que convence a las masas, esas mismas que van a la plaza con el único fin de ver despojos y más despojos y creerse que han visto algo grande, porque en lugar de ver la incapacidad de un señor para hacer el toreo, se creen ver un héroe dispuesto a inmolarse por una causa divina, que en realidad no es otra que alimentar su vanidad y llenar la bolsa a coste de incautos que van a eso que ahora llaman la “tauromaquia”. Pero si solo les guiara la inocente ingenuidad, pues venga que vale, pero no parece que sea así. Estos son los que no consienten que nadie mantenga, ni mucho menos razone, una opinión opuesta a su triunfalismo rayano en la necedad. Que se ponen a jalear, muy a menudo con falso y hasta escaso entusiasmo, pero que solo se ven espoleados cuando alguien no está por la labor de entregarse a su delirio talanquereño. Y en estas, en gran medida por esa falta de recursos y vicios exagerados de su ídolo, resulta que el toro le levanta de mala manera y le tiene a su merced unos interminables segundos. Cite de pecho desde muy fuera, el brazo estirado exageradamente y el animal opta por tirar por el hueco y se produce el indeseable percance. Y la reacción de esta gente, reacción infantil de niño caprichoso, es buscar un culpable inmediatamente y automáticamente miran al sector que protestaba las trampas del ídolo; ellos, ellos son los culpables, por su culpa el ídolo ha sido cogido, no hay otra causa nada más que ellos. Pero, ¿qué tiene esta gente en la cabeza? Que no es la primera vez y como en otras ocasiones, me pregunto: ¿se puede ser más…? ¿Cabe mayor ruindad? ¿Qué razonamientos tiene esta masa de…? Que igual no caen en la cuenta de quizá los que protestan uno de los motivos por lo que lo hacen es por eso mismo, porque con esas maneras es muy probable que un toro te levante los pies del suelo. Eso sí, despechados, piden el despojo para su ídolo, la oreja del rencor. Y así en un suspiro saltan por los aires, una vez más, esos supuestos valores que estos y otros a los que solo les importa el negocio, atribuyen a la fiesta de los toros. Los toros, que si son de Fuente Ymbro, pues poca novedad, clones modernistas tras clones modernistas que sirven para colaborar a lo que es todo este circo. Dignamente presentada, justa de fuerzas, sin poderla picar y lista para el trapaceo.

Además había dos actuantes más, que gracias a estas mañas de este ídolo de pacotilla, esta divinidad de la ignorancia, pasan a segundo plano. Uno, paco Ureña, torero al que se le podrán reprochar muchas cosas, pero que no se le puede negar nunca ni la honradez, ni la entrega. En su primero, uno de Fuente Ymbro justito de fuerzas, le trasteó atravesando la muleta y entre enganchones, que cuando daba la salida antes de tiempo el animal se le venía al hueco entre trapo y bulto. Inédito con el capote, a su segundo, que no se le picó, le llegó incluso a recibir medio aseado, para después dejarse invadir por una faena de más dar aire que torear, dejándose tocar demasiado las telas, mano alta, achuchado por momentos, muy fuera y trapazos de uno en uno muy encima de su oponente. Y en el que le hubiera tocado al ídolo de la muchedumbre, que no estaba por la labor de ir al caballo, después de un mitin en banderillas de la cuadrilla del ídolo, que no parecían ver cómo dejarle los palos a un animal que esperaba mucho, lo que ciertamente complicaba bastante el parearlo, pero quizá tampoco están acostumbrados a estas cosas, quizá están acostumbrados a lo mismo que su jefe, a la boba y a la bronca con quien no le ríe las gracias; gracias que maldita la gracia que tienen. Ureña intentó por ambos pitones y el de Fuente Ymbro solo se defendía, provocando enganchones y algún desarme. Tampoco era como para ponerse a hacer gollerías.

Víctor Hernández se vio favorecido por la corriente despojista provocada entre las masas por la divinidad de la “tauromaquia” y en su primer toro, al que recibió con flamear incomprensible de telas sin pensar antes en fijarlo, pagó su osadía durante la lidia; suelto al caballo, ahora voy, ahora me marcho, cabeceando frenéticamente en el peto. Tomó el espada la muleta y se lio a pegar trapazos muy distante, aparte de que citara de lejos, dando aire al Fuente Ymbro, siempre distante, con el pico de forma exagerada y poniendo posturas y más posturas, con con5tinuos enganchones y los rencorosos con los críticos que no se sabe si estaban muertos o estaban de parranda, que apenas reaccionaban, hasta que con el toro a paso de caracol le regaló un viaje que acompañó al mismo ritmo y le “bienearon” con algo más de ímpetu, llegando al éxtasis con un intento de bernadinas que comenzó con una situación comprometida que dio paso a un alboroto de trapazos sin sentido que enaltecerían a un maletilla en las fiestas patronales… y a la masa con ansias de despojos, que colmaron con eso, con un despojo. A su segundo le volvió a dejar a su aire, flojo, no se le picó, si acaso se dejaba poner el palo encima, sin que el de arriba y el de abajo hicieran además de hacer fuerza. Con la pañosa comenzó con telonazos, aquello que alguien llamó del celeste imperio, porque el personal enloquecía y lo que pasaba era que se les engañaba como a chinos. Y efectivamente, la muchedumbre se entusiasmó, por supuesto. Lo que vino después es lo de siempre, trapazos con la muleta al bies, ventanazos, muchas prisas, haciendo lo que marcaba el toro, hasta un desarme con un violento golpe en la cara. Más arreones, desarmes y mucha carrerita. Sería por el metisaca traicionero en la paletilla que el personal obvió lo del despojo, aunque seguro que se quedaron con ganas, porque si a lo que se viene es a eso, para que disimular. Y que nadie les quite el caramelito, que ya saben, se pillan un perraque de padre y muy señor mío y si no consiguen lo que quieren, como los niños caprichosos, embisten contra lo que se les ponga delante y si tienen que culpar al de enfrente de ser culpables de una desgracia, pues al cuello a por ellos, que solo son unos que protestan por todo, sí, por todo lo que ellos no son capaces de ver y mucho menos de enterarse y de lo que tampoco se quieren enterar, porque ellos… Y viendo estas actitudes uno solo puede decir que a saber qué tienen esas gentes en las cabezas.

 

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sábado, 5 de octubre de 2024

Si es que dan, para lo que dan, portagayola y …

A veces lo sucedido en el pasado más parece un sueño y el sueño que se persigue se convierte en una simple pesadilla y es momento de andar devolviendo orejas que te regalaron de la manera en que se regalan las orejas en estos tiempos de tauromaquia modernista.


Dos de los triunfadores estadísticos de la temporada de Madrid. Y digo estadísticos, porque los números son algo innegable, algo que está ahí y punto, no hay discusión. Eso sí, si entramos en la forma en que se engordaron esas estadísticas, ahí igual sí que la hay; que unos vieron el renacimiento de Lagartijo el Grande y otros… Otros solo vimos a un señor que con trampas, una parroquia muy fiel y una plaza llena de feriantes se le entregaban con el único fin de ver a su amigo, paisano o al paisano del vecino, salir a cuestas. El otro encarnaba todo por lo que antes se pitaba y abroncaba a los que calzaban las rosas. Pero en su momento hubo una extraña conjunción de los astros y ¡hala! a convertirles en figuras, en mandones que tenían que estar en todas las plazas, en todas las ferias y en Madrid más que en ningún sitio, porque en caso contrario se estaría cometiendo una ignominia que el afisionao no podía imaginar. Pues nada, van y los ponen en esta feria de Otoño, con ganado a modo, aunque algunos quieran ver en lo de Victoriano del Río unas fieras que se comen a los niños vestidos de luces. Pero también hay que tener en cuenta que en Madrid en otoño, pasado el verano, con toros cinqueños o a punto de serlo, más fuertes, no es lo mismo que en mayo. Fernando Adrián, acelerado toda la tarde, como si tuviera prisa por ir a celebrar el triunfo que creía seguro. Y Borja Jiménez, que estaba dispuesto a soltar el repertorio de siempre, a veces más deslumbrante que lo que realmente era.

Lo de Victoriano del Río ha seguido su guion habitual, con la inestimable colaboración de sus lidiadores. Un encierro que no se puede picar, que no aguanta más allá del picotazo y medio, al que dejan a su aire los dos primeros tercios y después, en el último, pues que les da por seguir los engaños. Solo el sexto pasó por alto eso de no poderlo picar y sí, a ese sí que se l picó y hasta cumplió en ese primer tercio, peleando debajo del peto. En cuanto a la presencia, bueno, alguno iba más justito que otro, pero bueno, tampoco era para cortarse las venas. Fernando Adrián se fue a portagayola en su primero y a su segundo, y así de primeras se puso a darle afarolados y chicuelinas, que ya si eso el propio toro se pararía y fijaría solo, que esa es su obligación, saber lo que tiene que hacer ya de salida. Aunque no se lo debieron explicar muy bien, porque ya en los primeros banderazos con la muleta parecía que se comía al madrileño, que quizá no esperaba verse desbordado tan pronto. Trapazos con el pico, agazapado en las orejas para citar y que el animalito se le estaba subiendo a las barbas. Que si a ver si cazo un natural por aquí, ah, no por allí, absolutamente incapaz, cerrando de un solemne bajonazo. Pero aún le quedaban dos. El que hizo tercero ya flojeaba casi de salida, picotazo casi en la barriga y ni tan siquiera picotazo, se dolió en banderillas y ya con la muleta, trallazos por abajo y ahí ya se le volvían a complicar las cosas a Fernando Adrián. Insulso, aburrido y sin parar quieto, bailando constantemente. Otro que se le iba a marchar sin haber podido hacerse con él. Que sí, que esto es muy difícil, pero, ¡hombre! Algo tendrá que poner de su parte el matador, no solo posturas, carreras y más posturas con gesto altivo y retador. Que ya solo quedaba uno y a Adrián le entraron las prisas, por si no había tenido pocas toda la tarde. Al menos el recibo de este fue el más orinal de los seis, no le esperó a portagayola. Eso sí, no se puede manejar el capote con más desgana. Hablar de picar sería una utopía, si acaso un raspalijón, mientras el de Victoriano pegaba algún amago de arreón muy discreto. Que ya estábamos en el último tercio y aún nadie había fijado al toro y allá que fue el espada de rodillas en los medios, más dando la sensación que a la desesperada, que siguiendo una idea con cierto criterio y algo de lógica. Banderazos por delante y por detrás jaleados por la popular que aún esperaba reverdecer pasados ridículos para la plaza de Madrid. Por supuesto que siempre abusando del pico, el animal se le revolvía, más que por tener malas ideas, porque nadie lo llevaba embarcado y porque adelantaba el engaño más de la cuenta, quedándose al descubierto. Daba uno, dos y ahí ya le quitaba la muleta y pretendía un desplante. Esa precipitación le costó algún susto; como diría uno de los viejos del lugar, se cogía solo. Siguió cada vez más precipitado, alborotado y cada intento de entusiasmar a su parroquia, más encendía a los que veían que se le iba el toro sin haberlo visto, que alargaba el trasteo sin otro beneficio que desesperar y dejar más que en evidencia su escasa capacidad lidiadora. Que habrá quién tire de la estadística y nos salga con no sé cuántas salidas a cuestas. Pues muy bien, pero en este mano a mano ha despejado todas las dudas de lo que puede dar de sí. Un torero mediocre y con escaso bagaje para algo más que para que los partidarios le pidan despojos simplemente por sumar.

Borja Jiménez era otro de los nuevos ídolos de muchos, que iba sumando despojos y al que se le aplaudía lo que en otros tiempos en Madrid se pitaba y no se consentía. Quizá es que los tiempos… Poca originalidad en los recibos, tres portagayolas, tres, incluyendo alguna de esas de cuerpo a tierra. Recibo aparente a su primero, muy jaleado, aunque fuera resbalando la pierna de entrada en cada capotazo, pero vistoso, ha sido vistoso. Se palpaba la predisposición favorable del respetable, que llegó a ovacionar al picador por no picar. Así va la cosa. Inicio medio sentado en el estribo con tintes toreros, pero que quedaron en banderazos destemplados, para seguir por abajo tirando de pico por el pitón derecho y más acomodado en los trincherazos. Luego vino lo de siempre, pico, medios muletazos y citando casi de culo, tirones, enganchones y siempre fuera, muy fuera, para concluir con naturales de frente y ayudados por abajo, siempre atravesando la pañosa. En su segundo, otra vez a la puerta de toriles y mantazos, chicuelinas y lo que haga falta, yéndose el de Victoriano suelto por el ruedo, hasta llegar al peto al hilo de las tablas. Mucho cabezazo y nada de picar o tan siquiera intentarlo. Inicio de faena de rodillas a base de trallazos, para proseguir con empalmados y alborotándose por momentos, trapazos y más trapazos, desarme y cuidadín, que el animal se le empezaba a venir arriba y otro desarme, para concluir aprovechando que el toro se le viniera de repente. Y salió el sexto, nueva portagayola, nuevo desbarajuste, el animal de aquí para allá, que si mira al callejón, más carreras y recibiendo dos puyazos peleados, algo inusual en lo que este hierro nos ha regalado en esta plaza en los últimos tiempos. Se arrancaba con alegría y hubo quién pedía una tercera entrada, aunque personalmente me caben todas las dudas de si habría acudido de la misma forma a ese tercer puyazo. Parecía que el toro pedía media distancia y en los terrenos en los se había sentido cómodo planteando batalla, pero el espada decidió llevárselo lejos, al amparo de las tablas y empezar a sacudirle el repertorio de trapazos insulsos, uno tras otro, después de un inicio agarrado al olivo. Muñecazos, pico, muy fuera, dando la sensación de que el toro se les estaba yendo sin torear. Unos protestaban y como en toda la tarde, otros protestaban a los que protestaban, un clásico cuando Madrid se disfraza de plaza de talanqueras. Y como la cosa no acababa de pitar, pues a meterse entre los cuernos, pero ni ese magno recurso de la vulgaridad consiguió que después florecieran los pañuelos, a lo que tampoco colaboró un bajonazo escapando de mala manera. Quién lo iba a decir, los de Victoriano del Río por encima de unos espadas que no pudieron con ellos, que se limitaron a lo de siempre, pero en esta ocasión con un resultado muy diferente. Cantaron la gallina los “triunfadores” de la temporada, sin posibilidad de regalarles despojo tras despojo, de sacarlos a cuestas, pero no nos engañemos, si es que dan, para lo que dan, portagayola y …

 

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El artista, el simpático y el ídolo del 5 los autobuses de media distancia

Con esta "tauromaquia" imperante nos quieren engañar como a chinos y sí, a veces, hasta lo consiguen.


Que no quiero yo que nadie se me confunda, que todo son habladurías, de uno dicen que es un artista consumado, que da gusto verlo vestido de luces, que le sienta el vestido pa comérselo, de toma pan y moja. Otro, aunque también alimenta las compañías de autobuses, derrocha tanta simpatía, que hace que se te olvide todo lo demás. Que lo digo en serio, puede ser de los toreros más majos del escalafón. Y el tercero, pues el hombre tiene tan poquito que ofrecer, que o te quedas con que es el ídolo del 5 y quizá algo del 4, o no le sacas más chicha. Y de comparsas, porque cuando están los figuras los toros no pasan de eso, de comparsas, los del Puerto de San Lorenzo y dos de la Ventana del Puerto. Un primero al que igual le hizo más pupa la divisa, que las dos entradas al caballo. Manseaba y blandeaba casi o mismo. Siempre sin perder la referencia de por dónde había entrado, al que Manzanares después de mucho tanteo se puso a pasarlo con el pico de la muleta, a una distancia razonable para no mancharse el terno, dejándose llevar a la querencia del toro, siempre de manso y por si a alguien le quedaba alguna duda, bastó verlo salir a escape tras uno de los pinchazos de Manzanares. Al cuarto, de la Ventana, aparte de quedar inédito con el capote, no pudo ni ponerlo en suerte ante el peto, donde decir que se le picó sería exagerar y mentir por igual. Pero el espada no estaba por cejar en su intento de reafirmarse como artista dónde los haya, pero… Que decían que Belmonte era feo y toreando parecía guapo. Pues en Manzanares eso no ocurre. Que sí, que compone como nadie, el Mozart de la composición deberían llamarle, pero es ponerse a torear y… Que sí, que siempre hay quien jalea el cite fuera metiendo el pico de la muleta, pero si a esto añadimos a un animal que más parece un burro que un toro, entonces ya se nos diluye el arte ante nuestros ojos. Que a ver cuándo llegará su despedida; que debería darse prisa, que ahora nos tiene calentitos y repartimos oreja como ni no hubiera un mañana. Si es que ya no es lo que era, ni un ¡guapo, guapo y guapo! Que también puede ser que las fans de otros tiempos ya no tengan los bríos de otros momentos y entre esto y que él tampoco ayuda.

A Román no se le puede discutir la disposición; el mayor problema es que no acaba de identificar muy bien las ocasiones, que resulta que a la gente la enardece eso de ver citar d una punta a otra del ruedo y allá que va él, sin pensar si su toro está para esas cosas, o sí, pero sin esas exageraciones terriblemente exageradas. A su primero no se le pudo apenas picar, una lidia desordenada, capotazos aquí y allá y el animalito penando por el ruedo cargando los kilos que su alma no aguantaba. Y Román se pone en la otra punta a llamarle para zascarle un trapazo tras otro en toda regla, despegadísimo, pegando trallazos con el pico y el animal como loco por irse a tablas. Prosiguió intentando cazar trapazos detrás de el del Puerto, recorriéndose el ruedo detrás de un mulo. Y para acabar, pues unas manoletinas, ¡ahí es na! Al otro mulo que le tocó en suerte, el otro de la Ventana, cualquier cosa que le hiciera resultaba de una sosería pasmosa. Y así pasó, un trasteo insulso, el animal por los suelos, trapazos enganchados y a que pasara el tiempo, lo mismo por el derecho que por el izquierdo, intento de frente con la zurda, pero ya saben, Román lo intenta, le han dicho que esto o lo otros es muy efectivo para levantar los tendidos, pero lo que no le dicen es cuándo emplear cada recurso y así pasa.

Pero si alguien podía levantar la tarde, si alguien podía levantar los ánimos al infinito, ese era Tomás Rufo, al menos a los del cinco y quizá parte del cuatro, que iban con ganas de sacar al muchacho por el cielo de Madrid. Que cómo ya es norma, este no se preocupa no de lidias, ni de lidias, él va a lo suyo en los dos primeros tercios, que allá se apañe el toro, y luego con la pañosa suelta su repertorio allá le pongan uno de Juan Pedro, del Puerto o la mascota de Barcelona 92. Le salió como tercero un manso acaballado que protestaron los suyos, quizá por eso de manso, que se fue al que guardaba la puerta, salió del peto, se trompicó y el usía tardó nada y menos en devolverlo al corral. Y entonces salió uno de Juan Pedro al que no se picó, con signos de mansedumbre y al que Rufo recibió en el tercio de rodillas. Trapazos muy jaleados, no podía ser de otra manera, para proseguir con la muleta atravesadísima, dejándosela tocar constantemente, mucho baile, siempre fuera y pases y más pases que le hacían parecer un giraldillo dando vueltas sobre si mismo, hasta ya ponerse pesado, pero claro, un bajonazo tampoco era la mejor forma de acabar. Pero esto ya quedaba atrás, ahora a por el último del Puerto, otro para el que mantenerse en pie era más de lo que podía ofrecer el animalito. Y de nuevo una gran sinfonía de trapazos abusando del pico, citando casi de espaldas, echándoselo para afuera y sin hacer ni amago de rematar un trapazo, quizá para que no se convirtiera en un buen muletazo. Eso sí, como los llegaba medio a apelotonar, el personal del cinco, loco, que ya veían a su ídolo pasear uno, dos o tres mil despojos, pero no culminó con la espada y todo lo soñado se esfumó igual que la faena de Rufo, avanzando hacia la nada. Y así se acababa una tarde en la que se podría decir que la corrida estaba hasta bien presentada, e incluso dejando lo de la mansedumbre de lado, que ya es mucho dejar, mansedumbre sosa, insulsa, es que no llevaban nada dentro, les costaba aguantarse y si no rodaban por el suelo era gracias a que ninguno dio un muletazo a ley, porque si a alguien le da por someter solo una vez, adiós la luz. Que esto es lo que hay, que excluir el toreo de verdad es la única forma de que estos animalitos puedan merodear por el ruedo ¿Y para quién? Pues para el artista, el simpático y el ídolo del 5 los autobuses de media distancia.

 

Enlace programa Tendido de Sol Hablemos de Toros:

https://www.ivoox.com/podcast-tendido-sol-hablemos_sq_f11340924_1.html

jueves, 3 de octubre de 2024

Pues no haber venido, ¡leches!

Salen en las fotos con cara arrogante, se muestran como figurones a punto de alcanzar el doctorado, mueven autobuses llenos de paisanos, hablan como maestros consagrados, exigen como deidades de la tauromaquia, pero suena el tararí tararí de los clarines y adiós la luz.


Que ya está bien de quejarse que si esto no hay quién lo aguante, que ¡vaya con los que van a ser alternativados! Que qué largo se me ha hecho, que ni un par de banderillas, que los de Fuente Ymbro… Pues si no te gusta, no vayas, haberte ido de compras al Primark a comprarte un pijama, tres camisetas y dos calzoncillos de felpa de cuello vuelto para el frío. Pero ya vale de quejarse, hay que saber buscarle la parte buena a las cosas, hay que ser optimista. Que sí, que ni a los de Fuente Ymbro, ni a Valentín Hoyos, ni a Nek Romero, ni a Chicharro, ni a los paisanos, ni a nadie había por dónde cogerlos, que si te ponías a sacarles algo se quedaban como un pingajo, pero hay que ser optimista ¿Y qué ha sido lo más positivo de la tarde? Pues… pues… pues… Ya sé, que no han ido los GEOS a bloquear las puertas de la plaza y después del sexto nos han dejado volvernos a casa. Qué felicidad poder volver a abrazar a los tuyos ¡Ya estoy aquí! Y que te reciban como si volvieras de la guerra de Cuba, aunque volvieran cantando.

Pero claro, una cosa es ponerse optimista y otra obligarles a leer lo que ha pasado en la novillada. Pero nada, no me voy a extender, que tampoco hay para extenderse mucho. Que resulta más fácil hablar de lo bueno de los pueblos de los novilleros, que de los novilleros mismos, que se les está poniendo una cara de abrir carteles de figuras para el año que viene, que no lo pueden evitar. Abría plaza Valentín Hoyos, de La Alberca, Salamanca; se lo recomiendo, que preciosidad y qué embutido. Seguía Nek Romero, de Algemesí, que preciosidad de plaza de toros y las paellas, los caracoles, la locura. Y cerraba Alejandro Chicharro, de Miraflores de la Sierra, uno de esos refugios cerca de Madrid para perderse y casi tocar el cielo. Ahora, de lo sucedido en el ruedo, es hablar de uno y hablar de los tres, porque es complicado diferenciar a los unos de los otros. Con los capotes son una verdadera nulidad, que ya pueden estar a las puertas del doctorado, incluso con fecha ya fijada, pero con la seda parecen verdaderos principiantes, cuando no los mozos del pueblo en la capea en honor a su patrón. Ni fijar un toro, ni ponerlo al caballo, que lo mismo venía suelto al hilo de las tablas, que va suelto y el picador en lugar de picar, no pone el palo por delante y acaba en el suelo y el factor común de dar mantazos de más, no por eso de quitar con lucimiento, sino por esa incapacidad de no hacerse con el animal. Y con el percal, ¡ay el percal! Lo de las faenas de muleta es a ver cómo te enjaretan siempre el mismo repertorio, que deciden empezar de rodillas, esté el novillo cómo esté. Consecuencia: el trapo por el suelo y el matador a la carrera. Lo habitual de citar desde fuera, de abusar del pico, de a lo sumo cazar trapazos y cuando ya no dan para más, a meterse entre los cuernos, a sacarlos de uno en uno y alargar el trasteo hasta la desesperación del personal sentado en los tendidos. Que lo de Fuente Ymbro tampoco ha dado para demasiado, casi para nada y menos, pero le sale uno con nervio a Alejandro Chicharro en el sexto y no es capaz de pararlo, de mandarle y de evitar enganchón tras enganchón para frenar la brusquedad de sus embestidas. Y quizá este fue el único caso que se ha salido un poco de la norma. Y con la espada, pues que igual hay que pensar en una escopeta de dardos tranquilizantes o irse a hacer carrera a Portugal, que allí lo de las espadas… ya saben. Eso sí, hacerle trabajar a los de los clarines, con avisos tras avisos y a veces hasta rondando el tercero.

Por otro lado, lo de Gallardo ha salido unas veces manseando buscando las tablas, si acaso medio peleando alguno aislado en el caballo, como mucho con un solo pitón, saliéndose sueltos del peto, yendo o no a la muleta como borricas detrás de una zanahoria. Eso sí, una presentación impecable, uno que se acercaba ya a toro, otros que cada vez salían más escrurriditos en el tipo raspa asardinada, otro que le tapaban los cuernos, otro con cabeza de novillo y cuerpo de gorrino Duroc e incluso uno feo acaballado, ideal para el domingo en el premio Marqués de Bradomín en el hipódromo de la Zarzuela. En definitiva, ¡una tarde… vaya tarde! Que alguno habrá pensado que el reloj se le había parado y que marcaba menos tiempo del que llevábamos allí encerrados viendo semejante espectáculo, viendo el provenir de la fiesta, que ya es el más irremediable presente. Pero claro, si resulta que todo les parece mal, que no les gusta nada, que no ponen ni un poquito de su parte para rescatar algo, para ver lo positivo, pues no haber venido, ¡leches!

 

Enlace programa Tendido de Sol Hablemos de Toros:

https://www.ivoox.com/podcast-tendido-sol-hablemos_sq_f11340924_1.html