Pocos son los elegidos que dejan un hueco con su marcha |
Parece como si octubre tuviera el poder de iluminar las
mentes y clarificar las ideas y como por arte de magia, a algunos se les aclara
su futuro, así, de repente, como si fuera cosa del más allá. Padilla, al fin,
ya se ha despedido de los ruedos; Talavante se ha sentido desplazado y se
aparta por un tiempo no determinado; Alberto Aguilar se ha puesto a echar
cuentas y las cuentas no le salen; y el Cid esperará una temporada más, quizá
vislumbrando una gira triunfal de despedida por esos ruedos de Dios. Lo de
Padilla ya se sabía y quizá ya estiró demasiado la goma y parece que ya se pasó
el tiempo de pasear esas maneras tan personales que le han hecho triunfar sin
dar un mal capotazo, ni un muletazo, ni tan siquiera poner un par de
banderillas medio regular. Un torero vulgar donde los haya, al que la tragedia
y la mala suerte un día se llevaron por delante, para convertirse en un ejemplo
de ambición y pundonor para todos. Se merecía que la afición se volcara con él
y así fue, pero no confundamos, que una cosa es esa lección de vida y otra el
toreo. Un torero muy integrado en el sistema del taurinismo vigente, lo que
quizá le permitió el continuar unos años más vistiéndose de luces.
El caso de Talavante de repente se ha convertido en lo
opuesto a lo que es Padilla, un torero del taurinismo, un torero del que para
algunos está permitido hablar bien, aunque a la larga sea uno más de los
figuras al uso y de los que se sintió parte. No olvidemos sus jugueteos cuando
aquello de los “Geses”, ¿recuerdan? Como se revolvían contra quien fuera para
defender su bolsa, aunque decían que luchaban por la fiesta, ¿qué cosas? Que
nos debían ver cara de ingenuos o de estúpidos. Alejandro Talavante, un torero
que en sus inicios despertó las ilusiones de muchos, hasta se veía en él al
sustituto natural de José Tomás, pero cosas de la vida, cambió de rumbo y se
tiró por lo cómodo, por las formas del puro modernismo y ahí quizá lo perdimos
para siempre, porque ni su izquierda volvió a ser su izquierda, ni Talavante
volvió a ser Talavante. Intentó regresar al origen, pero la transformación era
muy complicada. La polilla no puede volverse crisálida de nuevo y pretender ser
una hermosa mariposa. Tras un período de intensa búsqueda, al final pareció encontrar
un sitio en el que se sentía cómodo, pero no el sitio que se le reservó en sus
comienzos. Así ha ido navegando más o menos, entre dos aguas, hasta que en esta
temporada tuvo la ocurrencia de pedir una mejora al señor Matilla y al recibir
el no por respuesta y cometer la osadía de enfrentarse al todo poderoso, tuvo
que soportar el vengativo ostracismo al que fue condenado por ese magnate del
toreo. No entro ni salgo en si esa mejora era merecida o no, ese es otro
debate, pero lo que ha quedado muy claro es cómo está esto montado. O pasas por
el aro o fuera, aquí sobras. ¿Delito? El no transigir, el no decir que sí, que
bueno. Intentó responder en el ruedo con dos tardes en la feria de Otoño de
Madrid, pero puede ser que Talavante no estuviera preparado para esa guerra. Y
en parte por decisión propia, en parte empujado por las circunstancias, el caso
es que Talavante se marcha.
Lo de Alberto Aguilar es algo que nada tiene que ver con los
dos casos anteriores, nunca estuvo en una gran casa, por un tiempo tuvo que
tragar con lo duro y medio se defendía, pero aguantó poco en este camino lleno
de piedras y embarrado hasta las rodillas. Poco a poco ya ni se justificaba con
las corridas en que le anunciaban y al final ha tenido que decir adiós, porque
si no hay contratos, esto no hay cristiano que lo soporte y la realidad es esa,
que no hay contratos. Se marcha con la misma honestidad, con la honradez que
mantuvo vestido de luces, no aguantó el ritmo de carrera y nos dice adiós.
Lo del Cid quizá haya sido una sorpresa esperada, aunque lo
que muchos se preguntan es que para qué esperar un año. Pero quizá el sevillano
aún quiera arrastrase un año más por los ruedos, tal y como viene haciéndolo
desde hace demasiadas temporadas. Da la sensación de querer borrar del todo
cualquier buen recuerdo del torero que fue, aquel que encandiló a la afición,
aquel al que se quería ver, aquel que nadie se quería perder, el mismo que tras
bordar el toreo esparcía la frustración sobre los tendidos al pinchar en hueso.
Cuantas salidas por aclamación se fueron al limbo por la espada, pero daba
igual, lo hecho, hecho estaba. Eso que ahora quiere acabar de enterrar con una
temporada más evidenciando que a este Cid, ni doña Ximena le ofrecerá ni un
mínimo asomo de entrega.
Otoño de despedidas, octubre desplegando adioses, pero
paradójicamente, cuando también muchos aficionados empezaban ya a entonar el
“no vuelvo más, se acabó”, cuando empezaban a renunciar a renovar los abonos,
cuando ya se despedían de sus compañeros de localidad de años, a punto de decir
ese definitivo y doloroso adiós a su plaza, a su pasión, se les plantó delante
un torero haciendo eso, el toreo, y encantados, absolutamente entregados,
volvieron a beber la pócima mágica del toreo eterno, el de los naturales
hondos, con mando, puros, infinitos y se cambiaron las cantinelas del nunca
más, por las de por siempre jamás. No había acabado la penúltima del año y ya
estaban pensando en si este tal Urdiales vendría en mayo una, dos, tres o las
treinta y tantas del abono, incluidas las de rejones y novilladas. Que así es
esto del toro, que cuando surge el imposible, esperamos que vuelva a ser
posible. Y mientras unos deciden que se quedan un ratito más, se seguirán
oyendo de fondo esos anuncios de adioses y despedidas.
Enlace programa Tendido de Sol del 14 de octubre de 2018:
Enlace programa Tendido de Sol del 21 de octubre de 2018:
1 comentario:
Nos queda la esperanza que,de cuando en vez el embrujo y el misterio del toreo eterno nos hace renovar la afición.De los que se van;cuando se llega en silencio hay que irse igual.Saludos.
G.B.
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