jueves, 19 de diciembre de 2024

Los valores de…

A todos, muy felices fiestas y que el año que entra nos haga olvidar el pasado, que sea como si nunca hubiera existido, aunque...


Que no habremos escuchado una y mil veces eso de los valores del toreo, pero quizá eso sea generalizar demasiado. Que el toreo tiene unos valores indiscutibles y hasta ejemplarizantes para todo el mundo, aficionados, no aficionados y mediopensionistas. Valores como el de enfrentarse a una fuerza de la naturaleza poniendo la vida por delante, enfrentarse a un toro, al toro íntegro, con edad, con sus defensas sin manipular, habiendo sido seleccionado manteniendo su casta, la fiereza propia de su estirpe, un ser que impresiona, hechiza, atemoriza solo con la mirada, la mirada de un animal dispuesto a arrancarte lo más precioso. Unos valores admitidos por todos, por el que decide vestir el traje de luces, respetando el rito, un rito heredado generación tras generación que ha llegado hasta hoy. Los valores que puede encerrar la tradición, el uso y la costumbre. Valores que respetan, hacen suyos y exigen que se respeten los que son espectadores de todo esto; que no solo espectadores, sino estudiosos, entusiastas pensadores, tertulianos, compartiendo su pasión de igual a igual con todo el que quiera rendirse al toro, eje del rito, fuente de todos estos valores.

Pero… y aquí viene el pero, una cosa son los valores del toreo y otra los valores de los taurinos, que para entenderlos mejor, borren todo lo anterior y así no habrá lugar ni a confusiones tendenciosas, ni a contaminación de todo lo dicho hasta ahora, todo lo que ha hecho grande esto del toreo, pero que estos taurinos se empeñan en… dejémoslo en no tenerlo en cuenta. Que si empezamos por el principio, por el eje, el toro, eso es lo primero para lo que los valores mutan en fraude. La casta, la integridad, el respeto que debe imponer el toro y el respeto que se le exige, todo salta por los aires en cuanto empiezan las manipulaciones. Que si una selección buscando la docilidad, la ausencia de casta, la exclusión de la fiereza, pretendiendo convertir al toro a un simple colaborador de aquel hacia quién han trasladado el eje, el torero. Sus valores van dirigidos a la eliminación de todo lo que pueda incomodar al de luces, ya sean encastes poco habituales, pitones en puntas, exigencias de cualquier tipo. Y sus valores solo se ven ensalzados cuando los réditos económicos son jugosos. ¡El parné! Que no quieren perder ni un céntimo y si para ello hay que poner unas fundas a los animales, con el evidente perjuicio para la lidia y para el toro, constituyendo en un afeitado encubierto y legal, aunque que ilícito. Esos valores que suponen el escapar de la verdad, el zambullirse con delirio en las trampas, en el destoreo y en la imposición de la mentira como verdad, anulando no gustos, que también, sino cualquier voz discrepante, cualquier voz que pretenda tan solo hacer referencia a lo que se vio en otro tiempo. Estos son sus valores, los de los que nda vale si se sale de sus esquemas, de sus intereses. Los valores de despreciar al que paga, en la mayoría de los casos con mucho esfuerzo, pero que nunca es suficiente, el no entender que esto no es solo para privilegiados, es para todos. Como ellos dicen, es del pueblo, pero claro, según sus esquemas, es solo del pueblo seguidista, de la masa que aclama su vulgaridad, porque si uno dice que así no, ese queda desterrado, a partir de ese momento ya no es pueblo, es…

Pero estos valores también alcanzan a los que se sientan en los tendidos. Ahora solo pueden estar dirigidos en una dirección, la del triunfalismo, sin preocuparse de que ese triunfalismo mine los cimientos de la fiesta de siempre y de esos valores que engrandecieron el rito del toreo. A ver dónde están los valores del saber estar en una plaza, con seriedad, con apasionamientos, incluso con partidismos, pero por encima de todo, leales al toreo. Los valores de estar en una plaza con ese respeto y a la vez exigencia, esta por encima de todo, han mutado en el botellón, la algarabía sin criterio, los vivas y los jaleos al paisano, que ni tan siquiera se dice ¡olé! Mucho alcohol, incluso impulsado por los propios empresarios, para los que es más importante convertir una plaza en una macrotasca, que conservar la dignidad de una plaza de toros. Eso sí, todos estos luego van corriendo desaforadamente a hablarnos de los valores de…

 

Enlace al programa Tendido de Sol Hablemos de Toros:

https://www.ivoox.com/podcast-tendido-sol-hablemos_sq_f11340924_1.html

lunes, 2 de diciembre de 2024

El valor de las orejas

El toreo es mucho más que orejas, el toreo fundamentalmente es poder, mando, y hasta arte, para enfrentarse a la casta, a la fiereza.


Parece que lo único importante en esto de los toros sean las orejas. Da lo mismo el afeitado, las fundas, la alarmante falta de casta, la galopante pérdida de la variedad en favor de la asfixiante monotonía, la desintegración de la integridad, el abandono del rito, la vulgaridad en el trapaceo, la desaparición de una lidia solo enfocada a la muleta, la continua pérdida de aficionados que hartos deciden irse sin mirar atrás, todo esto y muchas cosas más no tiene importancia para los que solo pretenden ver cortar, cortar, pasear y contar orejas. Que bien más grande sería eso de quitarlas, de eliminar este premio que quizá un día tuvieron sentido, pero que hoy en día. Eso sí, si de repente se eliminara esto de dar orejas, para una atronadora mayoría sería como si de repente se apagara el sol, como si se quedaran completamente a oscuras. El gran apagón, ya no se dan orejas. Pero algo habrá que dar, dicen muchos. Pues denles una caja de galletas y gorrito de papel, y para los que pidieran los premios, otro gorrito, así cuando volvieran al barrio, al pueblo o a la “urba” no tendrían que dar explicaciones, bastaría con verles con el gorrito. Que igual se sentirían un tanto ridículos, pero… igual es que no se han visto pidiendo y celebrando las orejas.

Que las orejas se conceden desde hace décadas, por ejemplo en Madrid, pero no tanto como algunos podrían llegar a pensar. Que sí, que siempre ha habido regalos, para desesperación de algunos que no entienden esto como el Gran Bazar Orejil, pero lo que sufrimos tarde a tarde en plazas como Madrid, en la que todo supone un mérito para el triunfo, menos lo que precisamente debería ser un mérito para el triunfo; las carreras, estar a merced del toro, apelotonar trapazos, irlos cazando por el ruedo allá adónde el toro decida, pero todo sea por el despojo, todo sea por convertir esto que un día fue un rito, en un holocausto orejero, una oda a la vulgaridad. Pero esto no se queda en algo tan superficial como eso, porque si así fuera, cualquier despojo serviría a unos y a otros para luego verse anunciado en los carteles. No, esto va más allá. Antes, hace ya tiempo, el corte de una oreja en una plaza como Madrid a los empresarios les salía caro, les tocaba rascarse el bolsillo, porque eso era excusa para que el coletudo pidiera más dinero, que por otra parte le tenían que dar, porque el público le quería ver y al señor de los despachos no le quedaba otra que aflojar la mosca ¡Qué tiempos! Tanto haces, tanto cobras y cobras por lo que vales, no por lo que las estadísticas dicen que vales, ni porque los paisanos en un delirium táurico decidieron. Pero claro, eso ha cambiado y de qué manera. Ahora el corte de despojos, que no de orejas, solo supone engrosar las estadísticas y que esos empresarios en lugar de ver encarecido un caché, puedan usar los números como excusa para poner a este o al otro, que es de su casa o de la casa de enfrente, que por esa misma razón igual no se puede poner gallito y pedir más dinero, no vaya a ser que le manden a su casa. Y ejemplos seguro que se nos viene alguno a la memoria, ejemplos de alguno que hasta tuvo que quedarse en casa, porque a alguien le enfadó una barbaridad el que le pidieran un aumento de sueldo.

De la misma forma que nos encontramos carteles conformados con supuestos triunfadores, construyendo esos triunfos sobre un manto de despojos infames, y que el aficionado no entiende cómo se lo ponen una y otra vez. Que igual acaban devolviendo los despojos, pero eso ya no importa, porque ya te lo han colado y el señor empresario te ha montado un festejo de “triunfadores” por cuatro chavos. Que los taurinos a la hora de montarse una feria se fija en el cuánto, premios, y el aficionado se queda con el cómo, la manera en que se le cubrió de despojos que a él le dejó frío. Y quizá también se podría añadir el cuándo, si coincidió con aquel día en que los paisanos tomaron la plaza en mitad de una festera algarabía, bien regada y bien… Pero para los taurinos solo cuenta el cuanto y así andamos, subidos en una estadística tan falseada como se quiera falsear, aunque, eso sí, pretendiendo darle una verosimilitud que cuesta hasta pronunciarla. Y si no, repitan eso de verosimilitud. Y ahora, el que quiera, que se convenza de que ese es realmente el valor de las orejas.

 

Enlace programa Tendido de Sol Hablemos de Toros:

https://www.ivoox.com/podcast-tendido-sol-hablemos_sq_f11340924_1.html