Se busca toro encastado para emocionar al respetable. Razón: en la finca de la Utopía |
Pues aquí seguimos dándole y dándole al caletre para intentar ubicar esto que unos llamamos los toros y otros la tauromaquia, aunque… ¿Realmente estamos hablando de lo mismo? Que en otros tiempos el personal iba a los Toros y ahora van a “defender la tauromaquia”. Antes los Toros parecían defenderse solitos y ahora, ahora le vienen defensas de todas partes, sin permitirle tan siquiera defenderse de tanta defensa. Ya saben, Dios me libre de mis amigos, que de mis enemigos… o aquello de “cuerpo a tierra, que vienen los nuestros”. Aunque también he de aclarar antes que nada, de que lo que a continuación expongo no deja de ser el punto de vista personal de quién se ha atrevido a hacer una instantánea del momento presente de esto que insisto en llamar los Toros. En primer lugar me sorprende que se ha superado eso de trasladar el eje de todo esto, el toro, para trasladarlo al torero; Así, de repente, el importante era el señor vestido de luces, el público iba a verle a ellos y ellos afirmaban sin rubor eso de “me vienen a ver a mí”. Pero parece que eso ya está casi superado y ahora el atractivo, el gran motivo para acudir a una plaza de toros, tal y como te lo anuncian a bombo y platillo, es que puedes hartarte a copas, que puedes cenar opíparamente gracias a los tenderetes que se montan en la plaza y como fin de fiesta, a gozar de la discoteca instalada en la misma plaza de toros. Que yo nunca he sido de esos de hablar de una plaza, por ejemplo la de Madrid, como el templo, me parece una exageración demasiado pretenciosa, pero, ¡hombre! Entre lo del templo y el bochinche… Bonito trayecto, del toro al torero y del torero al gran desmadre gastronómico alcohólico danzante.
Pero claro, al toro, al actual, tampoco se le pueden pedir
gollerías, porque lo mismo no las puede soportar, porque ahora resulta que se
le cría para propiciar y yo diría que hasta garantizar el lucimiento, el
triunfo del señor de luces. Que qué le vamos a pedir a un animal que, según
manifiestan los “profesionales”, tiene que rondar muy próximo a la invalidez,
aparte de la bobonería, de la ausencia de bravura y de la inexistencia de la
casta; ¿qué digo casta? Que no tenga ni el menor asomo de chispa, de picante,
porque entonces ya estamos perdidos, entonces ya se acabó el arte, el triunfo y
los mil trapazos, uno detrás de otro. Que si con el noble simplón no paran de
correr, con el que no venga enseñado del campo a embestir, igual los coletudos
acabarían hasta aprendiendo a volar. Pero que esto no para aquí, porque anda
que no se cansan de pedir el toro a la carta, que si yo lo necesito así para
expresarme, que si no es así es que es a contraestilo, que si no es imposible,
que parece que escriben la carta a los Reyes Magos, que estos, todo bondad, se
lo traen envuelto para regalo a la plaza y resulta que tampoco saben ya qué
hacer con lo que piden. Entonces, si el genio de la lámpara les concede el
deseo del toro a la carta y con este tampoco, ¿qué hacemos? Bueno, siempre se
les puede echar la culpa a los políticos por no apoyar o por no decir que apoyan
a la “tauromaquia”. Así sí que nos quedamos a gusto. Se culpabiliza a quién sea
y tan felices.
Y resulta que con lo difícil que dicen que esto, que no dudo
ni por un momento que lo es, hay más toreros que nunca con casi dos décadas de
alternativa y más, que ahí siguen impartiendo su cátedra de castigo para el
aficionado, aburriendo por sistema. Eso sí, tan arrogantes ellos, no quieren
abrir plaza, por eso de que el público aún no se ha ubicado y para evitar
semejante compromiso, pues ponen a confirmar alternativas hasta a Paquillo el
de las lechugas. Que el chaval no está preparado, que es demasiado pronto, pero
todo sea por no abrir plaza, que eso es “mu complicao”. Pero volviendo a esos
“atractivos” extra taurinos para que el público acuda a las plazas, ¿no se dan
cuente de que están confirmando que esto ahora mismo lo han desvestido de todo
el interés, que siempre fue y debe ser mucho, y que lo que ofrecen es
prácticamente la nada? Que me dirán, como ejemplo, las tardes de no hay
billetes de la última feria de Madrid, que es verdad y vean que digo “no hay
billetes”, porque las localidades de abonos regalados no se llenaban cómo
algunos habrían imaginado. Que por la tele no sé cómo se vería, pero en la
plaza ya les digo yo que a muchos, a demasiados de esos que agotaban el
billetaje lo que más les preocupaba era que no se les derritieran los hielos,
que no faltara el alcoholazo y que los refrescos de dos litros no los llevara
solo uno, que repartieran el peso y que durara el botellón hasta que el trámite
del ruedo concluyera y pudieran seguir la juerga en la discoventas. Que sería
injusto afirmar que toda esta juventud, porque había mucha juventud, que no
estuvieran interesados en nada de lo que pasaba en el ruedo; no, no es así,
pues la verdad es que su atención era evidente si el de luces era paisano, si
era uno de los que salen en las revistas, si era un nombre que les sonara o si
vieran que iban a poder sacar a un caballero a cuestas, que luego eso se podía
contar a las amistades. Eso sí, siempre salpicando el ambiente de la plaza con
vivas y más vivas. Que esto podría ser solo una mala anécdota, pero es algo
más, es ese empeño en apropiarse de algo, los toros, que no es suyo, ni de
nadie, que siendo genuinamente hispano, afortunadamente, ya no es exclusivo de
esta tierra, que en eso de expandir nuestra cultura, también estaba esto de los
Toros. Pero ellos, los que dicen que esto no se puede politizar, bien que se
empeñan en ello y en excluir a todo aquel que no coincide con su forma de ver
otras cuestiones ajenas a los Toros. Hala, a crear un gueto en el que quedan
fuera muchos aficionados a los toros. Que como sigan echando a más gente, no va
a quedar quien responda a esos vivas, porque los que responden ahora, si les
dan el barreño de alcoholazo más barato en la acera de enfrente, no se
preocupen, que se mudarán a la otra acera con sus vivas, sus barreños y sus
modelitos postineros, unos enseñando tobillos y otras… Y por otro lado están
los adalides de la fiesta, los que se autodenominan exigentes, cuidado con los
que se autodenominan nada, que en su afán de erigirse líderes de una supuesta
afición, voceros de no sé qué, se agarran a detalles de una supuesta lidia y
los convierten en categoría. Eso sí, que no dudarán en soltarles en pleno
rostro cosas como que ellos valoran mucho la suerte de varas, pero que les vale
que el toro vaya y luego… luego Dios dirá. Que se mesas las guedejas al ver a
un toro metiendo los riñones, pero tapándole la salida, que si se pica o se
araña con el palo no les importa para pedir vueltas al ruedo, que se entregan a
señores que corretean por el ruedo, porque dicen que ha pegado dos, dejando de
lado eso que tanto cacarean de la lidia completa. Y que si sin esa lidia
completa hay que sacar los pañuelos para las dos orejas, pues se saca y punto.
Que hace años, los taurinos y no taurinos, recuerdo que cuando iba a la plaza
me deseaban una buena tarde de toros y ahora lo que me desean y se desean, es
que haya buenas faenas ¿Y el resto? Pero ya he avisado que este era mi punto de
vista personal y que por supuesto uno está abierto a escuchar a quién pueda y
quiera aportar, pero de momento, esperando esas opiniones, la sensación es de
que esto pinta de todo, menos bonito.