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Paco Sanz expone en Madrid y su arte merece visitas mayoritarias, no dejen pasar la ocasión |
Ya en otras ocasiones he manifestado mi desacuerdo con eso
de los encastes minoritarios y mi resistencia a aceptar tal terminología, el
concepto y las condiciones en que al aficionado se le sirven una vez al año, a
bombo y platillo. Nos enseñan la carnaza, salivamos un rato largo, para al
final querernos hacer llegar a la conclusión que los taurinos tienen aprendida
desde hace tiempo, eso de que estos toros no embisten, que es la tauromaquia
imposible, la tragedia, la fiereza y no sé cuantas cosas más. Aunque si tienen
interés en conocer todos los exabruptos que este tipo de hierros reciben, les
aconsejo que se lean las obras completas del señor De Córdoba, don Finito,
publicadas por canal más ediciones taurinas.
Pero si será caprichoso el toro, que cuando esperaban
fracaso ganadero, tras fracaso monumental, les sale al de Moreno Silva y les
chafa la juerga, aunque ya verán como tienen excusas preparadas para negar lo
que fue una buena corrida de toros. Que tampoco se me vengan arriba esos que
pedían desaforados una vuelta al ruedo a un buen toro, buenísimo, en la muleta.
Será el afán respondón ante tanto borrego y tanta vulgaridad acumulada. Pero no
era mi idea detenerme en esta corrida, así que sigamos el paseo por las nubes.
Decía que una vez al año nos regalan a los aficionados esto de los encastes
minoritarios, ante la algarabía del personal. Ya admitimos que este tipo de
ganaderías no se va a anunciar prácticamente durante el resto de la temporada y
mucho menos que las lidien las figuras. Eso ahora mismo, para las entendederas
de los modernos taurinos, es un dislate colosal, no resulta lógico, es ilógico,
según parece, pedir a unos matadores de toros que maten toros, porque según
dicen, con el toro de verdad no hay lugar para el arte. Ahora se lleva eso del
toro para el torero. De locos. Pero claro, de la misma forma se admite que el
ganado que esas figuras se llevan debajo del brazo de una plaza a otra, no
admite ni un puyazo, ni una lidia rigurosa, ni nada exigible a un toro de
lidia. Eso sí, esto es arte ¡Ahí va!
Pero resulta que no hay ganaderías. Y va a ser verdad,
porque las exigentes caminan para Francia en romería durante toda la temporada.
Los aficionados españoles e van para allá detrás de los camiones y vuelven
maravillados. ¿Y por qué aquí, en España no exigen lo que se les da allá los
Pirineos? ¿Por qué no se puede exigir aquí lo que los de allí aprendieron de
las plazas españolas hace tiempo? Que no han inventado nada, si acaso eso de
los ruedos diminutos que, me digan lo que me digan, no son los mejores para ver
al toro. ¿Emoción? Mucha, pero ya estamos renunciando a una parte de la corrida
de toros, ver al toro en toda su expresión. Que manía de negarnos un
espectáculo íntegro y completo. Si hasta nosotros mismos nos ponemos excusas
para justificar el que nos la estén colando tarde tras tarde. Que si tal chaval
lleva una corrida en toda la temporada, que si el ganado estaba afectado por un
maíz en mal estado, que si... Pero, ¿va a poder ser que perdamos la vergüenza
de la protesta y que recuperemos la dignidad como aficionado exigente? Que no
quiere decir que no sea flexible y comprensivo, pero que no se aprovechen para
tomarnos el pelo. Cualquier aficionado entiende que un ganadero puede echar una
mala corrida en cualquier momento, sin necesidad de que tenga que mandar todo
al matadero por una mala tarde. Eso sí, lo que no se puede permitir es que bajo
este paraguas de los encastes minoritarios se refugien ganaderos que llevan
años sin dar una alegría, amparándose exclusivamente en eso tan sui géneris de
la pureza. Así lleva años. por poner un ejemplo, Prieto de la Cal, que no ha
presentado una buena corrida desde que reinó Carolo, pero eso sí, él tiene la
pureza en sus manos; debe ser el único con algo puro en el campo hispano. Pero
bueno, el ganadero ahí sigue trabajando y partiéndose el alma por sacar esto
adelante. Bueno, pues dentro de un tiempo le damos otra oportunidad, pero no
porque sea lo “único” puro. Aparte del handicap de que sus toros necesitan una
lidia que nada tiene que ver con lo de los cuarenta mil y un pases, que es lo
único que conocen los coletudos del momento. Son toros para lucir más en el
primer tercio, ese que no interesa a nadie, pero que luego van a ver como locos
a las plazas francesas. ¡Qué cosas!
Son muchos los casos de los que se agarran a los encastes
minoritarios y a la pureza. Si hasta parecen pretender que nos olvidemos de que
esos toros, lo de lidia que se supone que crían, son para la plaza, para que el
aficionado disfrute y se entregue a su casta y su bravura. Que ser ganadero no
es echar pienso a los animales, eso que lo haga el piensero, y relatar los
fenotipos, zootipos, prototipos y logotipos. Que una ganadería de bravo no
puede ser un parque zoológico, ni un Jurasic Park taurino, que lo de llevar una
ganadería tiene mucho trabajo, aparte del propio de mantener a las reses en
óptimas condiciones sanitarias; hay que tener una idea de a dónde se quiere
llegar y a traves de la tienta, rigurosa, ir seleccionando, probando, dando un
pasito para adelante y diez para atrás, hasta ver si esa idea primigenia es
posible. Y estar preparado para pegarse algún trompazo de vez en cuando, lo que
te lleva a volver a empezar. Vamos, que nada tiene que ver ni con la ciencia y
quizá sí más con la conciencia, la de ser buen aficionado.
Me ha asombrado ver como en el ciclo que Taurodelta ha
preparado para septiembre, que me niego a nombrar por ese titulillo tan
hiriente, detrás del nombre de cada ganadería, a modo de aclaración y entre
paréntesis, nos ponen la procedencia de la ganadería. ¡Ay, señor! Así andamos.
Aunque no se crean, que hay muchos terminólogos profesionales que se aprenden
estos palabros a la perfección, aunque no sepan qué dicen, que lo mismo te
llaman preferia en Madrid a lo que hay antes de San Isidro, que asepsia de las
protuberancias craneales a las fundas, que hay gente pa’ to. Y te sueltan que
lo de Victorino es Saltillo, que lo es, y ya sientan cátedra y te han resumido
el árbol genealógico del señor Martín en dos patadas. Y aquí vuelvo al valor de
las ganaderías, sobre todo cuando son llevadas por ganaderos escrupulosos que
imprimen su sello particular. Porque ustedes me dirán lo que tienen en común la
ganadería de don Victorino Martín, don Adolfo Martín y don José Escolar, de
procedencia directa Albaserrada, con muchas similitudes en la presencia, pero
no tanto en el comportamiento. Pues hala, que son Saltillos. Me veo dentro de
podo hablando del encaste Bos Primigenius. Y mientras discutimos de estas cosillas,
los taurinos seguirán colándonos lo de los encastes minoritarios solo una vez
al año, no el resto de la temporada, como si esto fuera Tauromaquia
Underground, excluyendo de la responsabilidad de matar tales hierros a las
figuras, figuritas y figurones, porque ellos son artistas y no están para estos
fregados. Y por si fuera poco, hasta hacen alarde de ello. ¿Será posible
semejante descaro? Pero tranquilos, que al aficionado no se le ocurrirá pedir
otro tipo de hierros durante el resto de la temporada, en Madrid y en todas las
plazas. No, hombre, eso es una locura, ya me voy a Francia, que allí deben
estar de la cabeza todos los que compran lo imposible, lo que lleva la tragedia
en los pitones. Ya llegará septiembre en Las Ventas y nos harán ese regalito envenenado
de los encastes minoritarios, un trágala consentido.