Parece ser que todo indica que a muy corto plazo, Diego Urdiales iniciará una serie de giras en las que deleitará al público con conciertos de bandurria y otros instrumentos de cuerda. Todavía quedan algunos cabos sueltos, como es el repertorio que interpretará, si será acompañada por una orquesta camelística o si será un limitado coro de voces blancas. Mucha gente se sorprenderá sobre esta nueva faceta del diestro riojano y de la posibilidad de convertirse en un afamado intérprete de este instrumento. Es más, él será el primer sorprendido. Incluso ignoro si sabe por donde se coge la bandurria, si por la parte fina a modo de estaca para estampársela en el hocico a tanto taurino incompetente, rácano y con mucha más afición, pero mucha más, a los billetes que al toro. También puede tomarla por la parte ancha, apoyando la panza sobre su pecho, para que en el momento en que esos mismos individuos se le acerquen, aprovechar para meterle el astil por la boca, haciéndole al mismo tiempo una endodoncia, una exploración laríngea, una endoscopia, un lavado de estómago y ya de paso una colonoscopia.
Habrá quien piense que a qué viene todo esto, pues muy sencillo, aunque ahora los haya que se sorprendan con las últimas actuaciones de Urdiales por los ruedos del norte de la península, lleva años demostrando que es torero, de verdad, pero por las mismas, su torería, valor, poder, capacidad y conocimientos de la lidia, le sirven para bien poco, y si no es con el toro, pues que sea con la bandurria con lo que se pueda ganar los contratos que merece.
Quizás alguien piense que se me ha volado el escaso sentido común que me quedaba, quizás también los habrá que el riojano no me infunde ni el más mínimo respeto o también puede que la bandurria sea la única salida posible para este torero. ¿Y por qué? Pues blanco y en botella, si después de hacer en el ruedo lo que casi ningún torero se imagina y lo que las figuras ni se lo plantean, después de enfrentarse al toro, después de no apearse de la verdad a pesar de las tarascadas que le lanzan y después de no hacer un mal gesto jamás, ¿qué le queda para que los señores empresarios de espectáculos taurinos le tengan en cuenta? ¿Qué le queda por hacer para superar las diez o quince corridas por temporada? Pues está claro, dar conciertos de bandurria.
Todo parece indicar que pesa mucho más en su contra el estrellarse con un ganado infame, que el lidiar, poder y mandar, en definitiva torear, las perlas con las que frecuentemente se encuentra. Pero creo que somos muchos los que coincidimos en que este señor, matador de toros, para más señas, no es ningún gladiador, ni ningún loco que se mete entre los pitones de los toros sin más recursos que el “a ver qué pasa”. Tarde tras tarde pone en práctica un amplio repertorio de recursos lidiadores, de toreo puro para domeñar a la bestia y no exento de arte. En pocas palabras, que conoce el percal y si se mete en la boca del lobo, lo hace a conciencia y sabiendo que allí hay peligro. ¿Le entrará gindama? Pues seguro que sí, ya he dicho que no parece ningún loco, pero es torero y lo demuestra.
Por esas cosas del no saber que hacer, me he puesto a ver el vídeo de Bilbao con un toro de Victorino, así, para matar el rato. Y viendo como le hacía frente al amigo del señor Martín, he pensado ¿qué tiene que hacer este hombre para torear más? Y de ahí venía lo de la bandurria. Creo que no le he visto citar con la pierna de salida retrasada ni una sola vez, cuando lo más sensato habría sido pirarse al hotel y meterse en el jacuzzi. Aguantaba tarascada tras tarascada, viéndose obligado a apartarse para no resultar cogido, pero aún así ha ido metiendo al cárdeno en el trapo y no es que le ha dado algún pase, eso se queda para los mediocres, él ha toreado. Lo de la técnica, la toreabilidad y esas mandangas no tenían sitio en este caso. El Victorino con la boca cerrada, aireando una arboladura como la de un velero y con no muy buenas intenciones. Un vídeo para verlo dos veces, por lo menos, una estando pendiente de la forma de hacer de Diego Urdiales y la otra fijándose en las reacciones del toro.
Creo que nadie dudará de mi debilidad por este torero, no solo de ahora, sino desde hace ya tiempo, pero no creo que esto reste valor a lo que hace, ni tampoco creo que resulte excesivo pedir que le veamos en Madrid en la feria de Otoño, en la de este año, no dentro de quince. Méritos ha hecho para ello, y de sobra. A ver si por una vez la empresa de Madrid confecciona unos carteles pensando en el público de Madrid y no en los espectadores del canal Toros 24 h. Lo mismo ya es tarde para que Taurodelta atienda esta petición y ya nos tienen cerrados los carteles de esta feria, a la que las figuras no asisten ni como areneros, y donde nos meten a los Pinar, Tendero, Tejela, Puerto o alguno se similar corte, uno de esos de la “impresionante baraja” de toreros de la actualidad. Pero de verdad, señores Martínez Erice, no se vuelvan locos, no se rompan la cabeza, que yo sé que resulta “pero que mu complicao” hacer carteles redondos, pero en esta ocasión hagan uno cuadrado y contraten a Diego Urdiales, que vale, que seguro que no tiene ni p… idea de tocar la bandurria, pero si es por eso, nos conformamos con que venga a torear, que con el capote, la muleta y la espada sí que sabe dar la nota.
Habrá quien piense que a qué viene todo esto, pues muy sencillo, aunque ahora los haya que se sorprendan con las últimas actuaciones de Urdiales por los ruedos del norte de la península, lleva años demostrando que es torero, de verdad, pero por las mismas, su torería, valor, poder, capacidad y conocimientos de la lidia, le sirven para bien poco, y si no es con el toro, pues que sea con la bandurria con lo que se pueda ganar los contratos que merece.
Quizás alguien piense que se me ha volado el escaso sentido común que me quedaba, quizás también los habrá que el riojano no me infunde ni el más mínimo respeto o también puede que la bandurria sea la única salida posible para este torero. ¿Y por qué? Pues blanco y en botella, si después de hacer en el ruedo lo que casi ningún torero se imagina y lo que las figuras ni se lo plantean, después de enfrentarse al toro, después de no apearse de la verdad a pesar de las tarascadas que le lanzan y después de no hacer un mal gesto jamás, ¿qué le queda para que los señores empresarios de espectáculos taurinos le tengan en cuenta? ¿Qué le queda por hacer para superar las diez o quince corridas por temporada? Pues está claro, dar conciertos de bandurria.
Todo parece indicar que pesa mucho más en su contra el estrellarse con un ganado infame, que el lidiar, poder y mandar, en definitiva torear, las perlas con las que frecuentemente se encuentra. Pero creo que somos muchos los que coincidimos en que este señor, matador de toros, para más señas, no es ningún gladiador, ni ningún loco que se mete entre los pitones de los toros sin más recursos que el “a ver qué pasa”. Tarde tras tarde pone en práctica un amplio repertorio de recursos lidiadores, de toreo puro para domeñar a la bestia y no exento de arte. En pocas palabras, que conoce el percal y si se mete en la boca del lobo, lo hace a conciencia y sabiendo que allí hay peligro. ¿Le entrará gindama? Pues seguro que sí, ya he dicho que no parece ningún loco, pero es torero y lo demuestra.
Por esas cosas del no saber que hacer, me he puesto a ver el vídeo de Bilbao con un toro de Victorino, así, para matar el rato. Y viendo como le hacía frente al amigo del señor Martín, he pensado ¿qué tiene que hacer este hombre para torear más? Y de ahí venía lo de la bandurria. Creo que no le he visto citar con la pierna de salida retrasada ni una sola vez, cuando lo más sensato habría sido pirarse al hotel y meterse en el jacuzzi. Aguantaba tarascada tras tarascada, viéndose obligado a apartarse para no resultar cogido, pero aún así ha ido metiendo al cárdeno en el trapo y no es que le ha dado algún pase, eso se queda para los mediocres, él ha toreado. Lo de la técnica, la toreabilidad y esas mandangas no tenían sitio en este caso. El Victorino con la boca cerrada, aireando una arboladura como la de un velero y con no muy buenas intenciones. Un vídeo para verlo dos veces, por lo menos, una estando pendiente de la forma de hacer de Diego Urdiales y la otra fijándose en las reacciones del toro.
Creo que nadie dudará de mi debilidad por este torero, no solo de ahora, sino desde hace ya tiempo, pero no creo que esto reste valor a lo que hace, ni tampoco creo que resulte excesivo pedir que le veamos en Madrid en la feria de Otoño, en la de este año, no dentro de quince. Méritos ha hecho para ello, y de sobra. A ver si por una vez la empresa de Madrid confecciona unos carteles pensando en el público de Madrid y no en los espectadores del canal Toros 24 h. Lo mismo ya es tarde para que Taurodelta atienda esta petición y ya nos tienen cerrados los carteles de esta feria, a la que las figuras no asisten ni como areneros, y donde nos meten a los Pinar, Tendero, Tejela, Puerto o alguno se similar corte, uno de esos de la “impresionante baraja” de toreros de la actualidad. Pero de verdad, señores Martínez Erice, no se vuelvan locos, no se rompan la cabeza, que yo sé que resulta “pero que mu complicao” hacer carteles redondos, pero en esta ocasión hagan uno cuadrado y contraten a Diego Urdiales, que vale, que seguro que no tiene ni p… idea de tocar la bandurria, pero si es por eso, nos conformamos con que venga a torear, que con el capote, la muleta y la espada sí que sabe dar la nota.