Estamos llegando al final de la feria de San isidro de este año y, salvo honrosas excepciones, desde el primer día estamos escuchando la misma canción que tarde tras tarde nos atornilla las sienes. Unos días nos la tocan a trompetazos, otros con violines y la mayoría con panderos y zambombas. Y este desgaste no lo aguanta ninguna melodía, por bella que ésta sea, y si esta cancioncilla carece de toda armonía y es una trituradora de tímpanos, pues mucho peor.
Nos llevan diciendo años que no se trata de una cancioncilla graciosa, sino que estamos antes una magistral obra sinfónica, pero a algunos nos cuesta nos cuesta tragarnos ese sapo. Nos traen a las figuras más rutilantes del panorama taurino con las ganaderías de más prestigio y el resultado es el mismo. Pero si queremos encontrar algo diferente en las novilladas, la cosa cambia poco. Empezando por el ganado, que muestra los mismos o peores defectos que el de sus hermanos mayores. No s querían engañar con que si el toro grande no andaba, que mejor el más terciado y que la prueba eran las novilladas, pero me da que los esquemas son los mismos. Quizás salgan algunas novilladas mejor que las corridas porque a los novilleros se les echan hierros que ya de matadores no querrán ni ver.
Volvía el ganado de El Ventorrillo en su versión mini, pero con los mismos comportamientos que los maxi. Con mejor presentación y más trapío que en algunas corridas de toros, pero con ese mal eterno de la falta de casta y la mansedumbre que ya está apareciendo como algo habitual, demasiadas tardes seguidas. Los señores ganaderos están buscando un tipo de toro tan dócil y lo están moldeando tanto, que al final el resultado se está pareciendo más a un cordero que a un toro. Puede que ya haya llegado el momento pararse a pensar en lo que se está haciendo. Quizás abría que sopesar si toda esta basura con cuernos compensa el sexto toro que repetía y repetía en la muleta, pero que las dos veces que fue al caballo se marchó suelto en busca de sitios menos transitados. Pero que se lo piensen ya, porque la recuperación no podrá ser algo rápido, así que cuanto antes se empiece a trabajar en otro sentido, mejor. Primero hay que decidirse a cambiar, después a tomar decisiones y por último esperar los resultados, tres o cuatro años después y ver si hay que volver a empezar el proceso o no. Realmente la cosa resulta muy complicada.
Había bastante expectación y muchas esperanzas puestas en la novillada. Por un lado se volvía a ver el apellido Silveti en los carteles, el que otras veces fue sinónimo de toreo grande y el que en las últimas veces que lo vimos por estas latitudes era para helarnos el alma y encogernos el corazón. Volvía Víctor Barrio, quien lleva tiempo escalando puestos para convertirse en el nuevo delfín de la torería actual y cerraba el cartel Rafael Cerro, pupilo de Ortega Cano, tan presente en estas últimas fechas y al que tanto bien le deseamos para que se recupere.
Diego Silveti salió a comerse el ruedo si hacía falta, pero seguro que no contó con lo que le iba a salir por toriles. Quiso mostrar su toreo variado con el capote, sello de la tauromaquia mexicana, pero no logró acoplarse con sus oponentes. Con la muleta se encontró con un marrajo para abrir plaza, que se acostaba que era un primor por el pitón derecho una y otra vez, hasta que le enganchó y le dio u n buen susto. Pero por el izquierdo no era mucho mejor. Le embarcaba el azteca y a mitad del pase se daba la vuelta para el lado contrario. La cosa no era para relajarse, pero una estocada con mucha habilidad, sobre todo con el inconveniente de ese pitón derecho, licenció al primer regalo de El Ventorrillo. En el cuarto empezó con unos estatuarios, muy quieto, pero bien por las prisas, bien por la poca claridad del novillo, que salía de cada pase mirando al personal y buscando las tablas, o por las prisas de agradar, el caso es que se fue acelerando y su labor se redujo al toreo con el pico, a pegar demasiados banderazos y a no poder recetar otra estocada como en el anterior y tener que sufrir para cerrar su actuación. De todas formas, habrá que esperar.
Víctor Barrio pasea desde hace tiempo la vitola de figura o futura figura, lo que no sé si le viene bien o mal. Recibió a su primero a portagayola, para continuar con varias verónicas enganchadas Con la muleta empezó usando el pico y retrasando la pierna de salida, pero después se daba una curiosa circunstancia, si adelantaba la pierna, no remataba el pase y si la retrasaba, sí, o casi. Si hubiera adelantado la pierna y rematado atrás, aquella serie limpia, con la derecha habría tenido bastante más peso. Después el novillo, que acabó en toriles, le tocó demasiadas veces la tela y no encontró el mando que demandaba. En su segundo intentó llevar al toro al caballo con un galleo con el capote, pero luego no puso el interés debido para colocar al toro. Con la muleta dejó que le tropezara mucho la muleta de inicio, no se paró, acompañaba la embestida y como toda solución a estos problemas solo tiró de arrimón. Demasiado soso y si hay que elegir un Víctor Barrio, yo me quedó con el del día de los Flor de Jara y como afrontó la dificultad de la casta, con más casta, en lugar del torero que se alinea con el modernismo y los pases sin sustancia. Pero por lo menos me ha dejado ver cosas que no pensaba que tenía. Ahora él tendrá que elegir uno u otro camino.
Parecía que la sorpresa iba a ser Rafael Cerro, sobre todo al verlo recibir a su primero comunas verónicas aceptables, aunque con el defecto de no bajar completamente las manos y traerse el capote para si en el momento de entregarse y rematar el lance. Demostró quietud en un quite por detrás e incluso respondió a un quite por delantales con otro del mismo palo, rematado con una largo por bajo muy templada. El comienzo con la muleta fueron unos pases por bajo, destacando especialmente un natural que recordaba a su maestro. Pero a partir de ahí vino todo un recital de derechazos y naturales con la pierna muy retrasada, naturales destemplados y varios pases invertidos que acabaron de desesperar al personal, para acabar con un infame bajonazo. En el sexto la cosa no mejoró; el inconveniente es que este era el mejor novillo de la tarde y uno de esos que a veces le toca a un torero y que no le sirve para otra cosa que para mostrar todas sus carencias. Mucho pico, carreras para recolocarse, ausencia de mando y de toreo, mientras el de El Ventorrillo se le arrancaba de lejos. El extremeño despreciaba siempre el primer pase y en los siguientes no sabía como llevar la embestida. Muchos pases, mientras el toro seguía metiendo la cara en las telas. Le sonó un aviso antes de otro bajonazo descarado que sonrojaría al más flamenco.
Resulta difícil juzgar lo que van a ser estos chavales en un futuro próximo, aunque con cierto tipo de ganado, lo mejor que se puede decir de ellos es que habrá que volver a verlos, aunque algunos puede que no tengan otra oportunidad tan clara para poder decir que quieren ser algo en esto del toreo.
Nos llevan diciendo años que no se trata de una cancioncilla graciosa, sino que estamos antes una magistral obra sinfónica, pero a algunos nos cuesta nos cuesta tragarnos ese sapo. Nos traen a las figuras más rutilantes del panorama taurino con las ganaderías de más prestigio y el resultado es el mismo. Pero si queremos encontrar algo diferente en las novilladas, la cosa cambia poco. Empezando por el ganado, que muestra los mismos o peores defectos que el de sus hermanos mayores. No s querían engañar con que si el toro grande no andaba, que mejor el más terciado y que la prueba eran las novilladas, pero me da que los esquemas son los mismos. Quizás salgan algunas novilladas mejor que las corridas porque a los novilleros se les echan hierros que ya de matadores no querrán ni ver.
Volvía el ganado de El Ventorrillo en su versión mini, pero con los mismos comportamientos que los maxi. Con mejor presentación y más trapío que en algunas corridas de toros, pero con ese mal eterno de la falta de casta y la mansedumbre que ya está apareciendo como algo habitual, demasiadas tardes seguidas. Los señores ganaderos están buscando un tipo de toro tan dócil y lo están moldeando tanto, que al final el resultado se está pareciendo más a un cordero que a un toro. Puede que ya haya llegado el momento pararse a pensar en lo que se está haciendo. Quizás abría que sopesar si toda esta basura con cuernos compensa el sexto toro que repetía y repetía en la muleta, pero que las dos veces que fue al caballo se marchó suelto en busca de sitios menos transitados. Pero que se lo piensen ya, porque la recuperación no podrá ser algo rápido, así que cuanto antes se empiece a trabajar en otro sentido, mejor. Primero hay que decidirse a cambiar, después a tomar decisiones y por último esperar los resultados, tres o cuatro años después y ver si hay que volver a empezar el proceso o no. Realmente la cosa resulta muy complicada.
Había bastante expectación y muchas esperanzas puestas en la novillada. Por un lado se volvía a ver el apellido Silveti en los carteles, el que otras veces fue sinónimo de toreo grande y el que en las últimas veces que lo vimos por estas latitudes era para helarnos el alma y encogernos el corazón. Volvía Víctor Barrio, quien lleva tiempo escalando puestos para convertirse en el nuevo delfín de la torería actual y cerraba el cartel Rafael Cerro, pupilo de Ortega Cano, tan presente en estas últimas fechas y al que tanto bien le deseamos para que se recupere.
Diego Silveti salió a comerse el ruedo si hacía falta, pero seguro que no contó con lo que le iba a salir por toriles. Quiso mostrar su toreo variado con el capote, sello de la tauromaquia mexicana, pero no logró acoplarse con sus oponentes. Con la muleta se encontró con un marrajo para abrir plaza, que se acostaba que era un primor por el pitón derecho una y otra vez, hasta que le enganchó y le dio u n buen susto. Pero por el izquierdo no era mucho mejor. Le embarcaba el azteca y a mitad del pase se daba la vuelta para el lado contrario. La cosa no era para relajarse, pero una estocada con mucha habilidad, sobre todo con el inconveniente de ese pitón derecho, licenció al primer regalo de El Ventorrillo. En el cuarto empezó con unos estatuarios, muy quieto, pero bien por las prisas, bien por la poca claridad del novillo, que salía de cada pase mirando al personal y buscando las tablas, o por las prisas de agradar, el caso es que se fue acelerando y su labor se redujo al toreo con el pico, a pegar demasiados banderazos y a no poder recetar otra estocada como en el anterior y tener que sufrir para cerrar su actuación. De todas formas, habrá que esperar.
Víctor Barrio pasea desde hace tiempo la vitola de figura o futura figura, lo que no sé si le viene bien o mal. Recibió a su primero a portagayola, para continuar con varias verónicas enganchadas Con la muleta empezó usando el pico y retrasando la pierna de salida, pero después se daba una curiosa circunstancia, si adelantaba la pierna, no remataba el pase y si la retrasaba, sí, o casi. Si hubiera adelantado la pierna y rematado atrás, aquella serie limpia, con la derecha habría tenido bastante más peso. Después el novillo, que acabó en toriles, le tocó demasiadas veces la tela y no encontró el mando que demandaba. En su segundo intentó llevar al toro al caballo con un galleo con el capote, pero luego no puso el interés debido para colocar al toro. Con la muleta dejó que le tropezara mucho la muleta de inicio, no se paró, acompañaba la embestida y como toda solución a estos problemas solo tiró de arrimón. Demasiado soso y si hay que elegir un Víctor Barrio, yo me quedó con el del día de los Flor de Jara y como afrontó la dificultad de la casta, con más casta, en lugar del torero que se alinea con el modernismo y los pases sin sustancia. Pero por lo menos me ha dejado ver cosas que no pensaba que tenía. Ahora él tendrá que elegir uno u otro camino.
Parecía que la sorpresa iba a ser Rafael Cerro, sobre todo al verlo recibir a su primero comunas verónicas aceptables, aunque con el defecto de no bajar completamente las manos y traerse el capote para si en el momento de entregarse y rematar el lance. Demostró quietud en un quite por detrás e incluso respondió a un quite por delantales con otro del mismo palo, rematado con una largo por bajo muy templada. El comienzo con la muleta fueron unos pases por bajo, destacando especialmente un natural que recordaba a su maestro. Pero a partir de ahí vino todo un recital de derechazos y naturales con la pierna muy retrasada, naturales destemplados y varios pases invertidos que acabaron de desesperar al personal, para acabar con un infame bajonazo. En el sexto la cosa no mejoró; el inconveniente es que este era el mejor novillo de la tarde y uno de esos que a veces le toca a un torero y que no le sirve para otra cosa que para mostrar todas sus carencias. Mucho pico, carreras para recolocarse, ausencia de mando y de toreo, mientras el de El Ventorrillo se le arrancaba de lejos. El extremeño despreciaba siempre el primer pase y en los siguientes no sabía como llevar la embestida. Muchos pases, mientras el toro seguía metiendo la cara en las telas. Le sonó un aviso antes de otro bajonazo descarado que sonrojaría al más flamenco.
Resulta difícil juzgar lo que van a ser estos chavales en un futuro próximo, aunque con cierto tipo de ganado, lo mejor que se puede decir de ellos es que habrá que volver a verlos, aunque algunos puede que no tengan otra oportunidad tan clara para poder decir que quieren ser algo en esto del toreo.