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Urdiales vivió el toreo |
Lo de las creencias, las pasiones, las entregas
incondicionales a una idea, los mundos heredados, los universos aprendidos y a
veces no vividos, a veces te regalan eso mismo, el poderlos vivir, aunque sea
por unos breves instantes, muy intensos, pero que siempre se hacen cortos. Y el
toreo, esa creencia que tantos profesan, unos porque lo vieron un día, otros
porque se lo contaron y todos, porque lo quieren volver a sentir, hay veces que
te besa en los labios, te abraza y te hace sentir cosas que no se pueden
explicar y además, que nadie lo intente, es imposible. Puede exteriorizarse con
exabruptos, alaridos, silencios crispados, muecas, lágrimas furtivas, pero
explicarse. Se puede contar lo que ocurrió un día, un instante, pero lo que
sintieron los corazones, ni lo intenten. O sí, inténtenlo y disfruten del no
saber que decir y en este caso, de lo que sucede cuando se vive el toreo.
Y se ha vivido con una interesante corrida de Fuente Ymbro,
con sus cosas, incluso con algún manso de manual, con comportamientos
cambiantes a lo largo de la lidia, con un buen tercero que su matador tiró por
el retrete y un sexto que un peón crecido con los aplausos inutilizó a base de
tirones con el capote. De presencia aceptable para estas alturas de año y por
momentos exigentes con sus lidiadores, con la pega, que no es pequeña, de que
no fueron picados, ofrecieron esa imagen del toro moderno, que no aguanta ni
medio puyazo y eso que uno de ellos derribó al caballo. Al primero lo recogió
Urdiales por abajo, llevándolo toreado, siguiendo en buen tono en los primeros
lances en pie, pero ahí ya empezó a flojear el de Fuente Ymbro, saliéndose del
engaño. Un garboso galleo por chicuelitas del riojano para poner el toro en
suerte, rematadas con una larga con aires cordobeses. Después de los dos
picotazos de rigor, el toro ya parecía un moribundo. Apretaba cuando veía los
toriles de fondo, aunque estuvieran muy al fondo. Le tomó Urdiales con la
muleta con muletazos por ambos pitones, con torería y llevándolo, para
continuar con la diestra en una tanda muy molestado por el viento, aparte del
vicio del animal de vencerse por ese pitón derecho. Tuvo que buscar los
papelillos y tirar del Fuente Ymbro a esa zona menos ventosa. Naturales de uno
en uno, el toro no acababa de tener continuidad y para colmo, asomaban los
enganchones. Cambio a la diestra, uno suelto, limpio, de nuevo al izquierdo y
el quedarse el toro le obligaba a tener que volver a cruzarse, impidiendo la
ligazón y continuidad de la faena. Con el toro ya parado, el mejor momento fue
una tanda de naturales arrancados a regañadientes al animal, obligando a tener
que tirar mucho de él. Sucesión de intentos, para terminar citando de frente
mientras no cesaba de escarbar y hasta soltaba algún arreón que otro. Uno
estimable, para cerrar con una serie de adornos con gusto, muy toreros y
culminar con un estoconazo, consiguiendo el primer trofeo de la tarde.
En su segundo parecía que Urdiales estaba pensando más en
irse a casa, que en ponerse a hacer el toreo, pero caramba, caramba. Salió el
cuarto doblando las manos, le dejaron de cualquier manera en el caballo. Sin
castigo en la primera vara, costó que volviera de nuevo, deambulando la lidia
por terrenos del nueve. Una capea en el ruedo, que cerró el Pirri llevando ante
el peto al toro, que hizo sonar el estribo. Antes de que Urdiales se fuera al
toro, el mismo Octavio Chacón auxilió a los compañeros para cerrar al toro y
allá que se fue el matador. Tanteo a una mano por ambos pitones, intentando
torear, para proseguir con la derecha, pero con tirones y hasta atravesando el
engaño. Un derechazo muy largo y muy hondo, pero no parecía estar claro lo de
continuar por ese lado, cambio a la zocata y ahí llegó una tanda de naturales
imperiales, conduciendo al toro, tirando de él, templando, mandando, rematando
atrás y quedándose colocado para el siguiente, ligando, gobernando las
embestidas y el remate. Una tanda más y otra con la derecha, no del nivel de
“esa tanda”, pero con fuste y torería. Remates muy toreros, para proseguir de
nuevo por el derecho, una tanda citando de frente con la izquierda, dos
muletazos espléndidos, un kikirikí y un natural rodilla en tierra para abrochar
el milagro, ponerle el sello de Urdiales en el lacre y enviarlo todo al cielo.
Una faena que transcurrió con esa naturalidad improvisada del que tiene el
toreo muy bien asimilado, muy interiorizado, que no planeado de antemano. Un
fluir que culminó con un estoconazo que le llevó directo a los brazos del
alguacil que ya esperaba con los máximos trofeos en Madrid, dos orejas, dos
vueltas al ruedo y los hubo que pidieron la vuelta al ruedo a un toro que se
inventó el torero, pues él hizo todo, él hizo al toro. Y A partir de ahí, que
si dos orejas, que si una, que si mil, da lo mismo, porque cuando surge el
toreo, no se puede cuantificar en despojos, eso para otros que viven y matan
por ellos. Claro que los disfrutará Diego Urdiales, pero lo que ha dado a la
plaza de Madrid es mucho más que dos desechos de casquería. Eso no paga, ni
pagará, el toreo.
Volvía a Madrid Octavio Chacón, quien desde su mayo triunfal
parecía haber transitado por caminos de diferente trazado. Su primero parecía
que no le iba a facilitar la ruta, frenándose ya de salida, yéndose suelto del
capote y un caminar de medio lado nada halagüeño. Manos por delante, parones,
queriendo marcharse, se fue suelto, cruzándose peligrosamente por el derecho y
en su huída, acercándose a los terrenos del picador que tapaba la puerta, de
dónde se le apartó, no sin riesgo. Le costaba ir al peto, siempre escarbando y
en cualquier momento soltando un arreón. Bien conducido al caballo por Chacón,
de dónde salió pegando respingos. Un manso de libro. Segundo puyazo cabeceando
en el caballo, para acabar dándose el piro: Dos encuentros y el toro sin picar,
lo que tampoco se consiguió en la tercera entrada, pues tras el picotazo salía
escopetado a otros terrenos menos ariscos con él. Bien recogido de muleta por
abajo, a una mano, templando las embestidas, pero sin poder confiarse ni un
segundo. El toro siempre quedándose, y todo lo que le instrumentaba el espada
cargado de mérito. Venga derrotes, la cara arriba, quedándose en el segundo
muletazo y en una arrancada de repente, arroyando al matador. Continuó por el
derecho y el panorama era idéntico, el primero mal, pero el segundo, imposible,
que no había manera, uno y a por las zapatillas. Una entera algo más allá del
rincón y una orejita, que costaba protestar después del quinario que pasó el
gaditano.
Si el que hizo segundo era una joya, el que salió quinto era
una joya engarzada en una mansedumbre apabullante. Ya se quedaba por el lado
derecho de salida, aunque eso sí, derribó y todo al picador. En estas que
Chacón perdió el capote, se apartó de la escena y en un arreón desde lejos se
lo llevó por delante, quedando el torero enganchado por el pitón y aguantando
derrote tras derrote. Parecía como si fuera un capricho eso de no calar, como
si algo hiciera que el pitón no llegara al torero y se quedara unos milímetros
antes. Hasta cuatro veces hubo de ir al caballo, la cuarta cambiándole la
lidia, más a favor de querencia, en terrenos del seis. Siempre apretando para
los adentros y complicando a los rehileteros. Ya con la pañosa, se lo sacó con
muletazos por los dos lados, rematando con dos de pecho. Tirando de oficio,
pero allí no había nada que hacer. El de Gallardo se fue a toriles, pues a
toriles con él. No había manera, muletazo y a correr. Reservón, siempre al
abrigo de las tablas y huyendo. Quizá el matador quería hacer con el toro lo
que este no admitía y no le hizo lo que pedía a gritos, cuatro por abajo y a
otra cosa.
A David Mora le tocó el lote de la tarde, algo que no
resulta infrecuente, y se lo dejó escapar, lo que también ha sido siempre
bastante frecuente. Pero es muy difícil aprovechar el toro bueno si todo se
hace al revés. Capotazos echando el paso atrás, desentendiéndose de algo tan
básico como poner el toro en el caballo, aunque fuera para que no le picaran y
le dejaran el palo trasero; y eso que el animal mostraba fijeza, aunque solo
peleara con un pitón. Se hizo desmonterarse a Ángel Otero por tirar dos pares
de banderillas, pero ya se sabe, los aplausos por programa, que igual una tarde
va con pseudónimo y no le hace caso nadie. Comenzó Mora el trasteo con
muletazos por abajo, pero sin temple, ni mando, trallazos y más trallazos.
Tirones y trapazos de todos los colores, derechazos y naturales con la muleta
al bies, muy fuera y hasta arqueando el cuerpo. Le dio distancia, pero el
resultado no variaba y mientras, el de Fuente Ymbro no se cansaba de embestir,
hasta concluir con esa frase de “se va sin torear”. Que dice el matador que él
no puede expresarse con esos pitos de fondo y esas protestas. ¡Caramba! Que se
ponga, verá cómo cambia la música, aunque siempre le quedará el tenis o enrolarse
en una sinfónica que ahí el silencia es religión. De la misma forma que en
esta, la del toreo, el bajonazo es pecado mortal.
El sexto quizá fuera el más feote de todos, que ya en el
segundo tercio fue devuelto, porque le dio la gana al señor presidente, porque
el animal se rompió una pata, cuando quizá lo procedente hubiera sido llamar la
atención a Ángel Otero por los tirones mientras lidiaba, que provocaron que el
animal se dañara, y que el matador entrara a matar, pero no, salió una cabra de
El Tajo, al que David Mora mandó al suelo en los mantazos de recibo. Puyazo
trasero y el animalito empujaba y todo para afuera, con el pitón izquierdo;
detalles que interesarán al ganadero, muy preocupado por cómo actúan los
animales en el peto. La segunda vara fue algo más que un pinchazo, pero poco más.
Tras dolerse de los palos, el diestro comenzó por tirones por abajo, siempre
atravesando la muleta, para continuar con su habitual sinfonía de pico,
enganchones, brazo estirado y ausencia de toreo. Mal día para soltar tal
repertorio de vulgaridades, porque hasta los más entusiastas de la modernidad y
el destoreo supieron que lo excelso no se puede explicar, si acaso contar, si
acaso dejar escapar exabruptos, alaridos, silencios crispados, muecas, lágrimas
furtivas, pero no explicarse, que eso es lo que pasa cuando se vive el toreo.
Enlace programa Tendido de Sol del 7 de octubre de 2018:
https://www.ivoox.com/tendido-sol-del-7-octubre-de-audios-mp3_rf_29144442_1.html