sábado, 31 de mayo de 2025

Así se estrella una ilusión

Entre la nada de nada, mucho molinete que solo daban paso a enredarse y complicarse solo la existencia.


Como decía el poeta, no es que duela la verdad, o que no tiene es remedio. Que todos hemos tenido a lo largo de nuestras vidas una ilusión, de niño, el ser bombero, torero, médico, pirata del Caribe o incluso torero, pero todo esto, exceptuando casos excepcionales, porque no todo el mundo puede ser lo que quiere ser, se diluye en el momento en que se adquiere un mínimo de sentido común y sobre todo cuando en casa se ocupan de ponernos los pies en el suelo y al primer resbalón nos damos cuenta de que mejor nos preparamos para ir a estudiar, para aprender un oficio, preparar una oposición o intentar encontrar un trabajo que nos permita tener un techo y llenar la nevera. Estas son las ilusiones que son devoradas por la realidad, esa realidad que debe tener sobrepeso de tantos ideales que caen en sus fauces. Aunque ya digo que hay excepciones, unas, porque el individuo en cuestión puede ponerse cabezón, decir que quiere alcanzar una meta y al final, con mucho esfuerzo y talento, logra su sueño, pero estos son casos contados. Y luego están los que tienen quién les pague esa ilusión, sea por la causa que sea. Que no te preocupes, que si tú quieres ser capitán de barco, se te compra un barco y hecho y además, se te compra la tripulación y hasta un capitán que gobierne la nave. Pero no solo se puede comprar un título de capitán de navío, de piloto o de empresario de éxito en la empresa de papá, que ahora también uno puede hacerse con el título, sin diploma, de matador de novillos, matador de toros y casi me atrevería a decir que de figura del toreo. Que incluso puedes tener hasta cierto recorrido ejerciendo de lo que alguien ha comprado, pagado o cómo lo quiera contar. Y resulta que llega un crío y dice que quiere ser torero, de niño se mueve con cierto desparpajo, ese que embruja a los mayores y hace que la ilusión vaya creciendo y creciendo y hay alguien que ve algo que cree que le reportará beneficios y decide montar una carrera para el muchacho. Más que cuidarle, le mima, le prepara el camino para circular siempre por amplias autopistas, bien iluminadas y sin nadie que le moleste. Incluso le llegan a hacer creer que nadie más circula por esas avenidas. Y todo el mundo empieza a querer ver a ese chiquillo transitar por esa ruta de triunfo que alimenta, quizá con un dulce veneno, las ilusiones de todos. Y avanza y avanza y una semana antes de poner en sus manos un coche de mayor cilindrada, le hacen subir un puerto con curvas, carreteras empinadas y estrechas, con otros coches subiendo y bajando y de repente, aquella ilusión para el niño y para sus seguidores se convierte en una pesadilla, haciendo aflorar todas las carencias que le cantan otros espectadores que ven que va subiendo sin saber cuáles son los pedales, para que sirven las palancas y que si se gira mal el volante puede ir precipicio abajo.

Y Marco Pérez era el objeto y el sujeto de una gran ilusión, enfrentarse a seis novillos elegidos y bien elegidos, de el Freixo y Fuente Ymbro, en la plaza de Madrid. Los tres primeros que parecían para sin caballos, todos dóciles y manejables, lo que hace que la cosa adquiera tintes de gran decepción, porque si con lo bonancible no se triunfa, ni tan siquiera da la sensación de no poder, es para preocuparse. El joven novillero a una semana de la alternativa, ha dejado un sabor a hiel en los paladares de los aficionados. Se ve que tiene lecciones muy bien aprendidas, pero lecciones de fuegos de artificio, de gestos para la galería de desplantes de miradas a unos y a otros, pero siempre lejos de la cara del novillo. En su primer novillo parecía tener esa frescura del novel, pero sus modos se ajustaban demasiado a los cánones más modernamente ventajistas de toreros ya retirados, planteando los trasteos como una sucesión de trapazos abusando con mucho descaro y ningún disimulo del pico, pegando trallazos y sin amagar ni tan siquiera una vez con templar las embestidas, siempre muy fuera y doblando el espinazo en esa postura que a plazas como la de Madrid le ponen de los nervios. Haciendo eso que dieron en llamar la alcayata y que creían reservado al dueño de tres de los novillos de la tarde. Todo ha sido un enredarse solo. Inoperante durante las lidias, a veces intentando recortes que desembocaban en hacerse un lío con el capote, teniendo que salir del compromiso como Dios le diera a entender. Simple espectador de lo que las cuadrillas intentaban, que él se dejaba hacer. Que el alarde más notable y jaleado por el público fue irse tres veces a portagayola en la segunda mitad del festejo. Que para su parroquia era un signo de pundonor y para el resto, viendo lo poco que daba de sí en su saber lidiador, solo era un absurdo. Con la muleta han sido seis calcos de trapaceo, viéndose casi siempre superado por sus oponentes, quizá más por los de Fuente Ymbro, que como si se tratara de un mozo en una capea, daba uno, dos y al tercero se le echaba encima. No ha habido un solo muletazo del que se pueda decir que al menos lo intentó. Parece tener tan asimilados los conceptos de la trampa modernista, que obvia cualquier conato de toreo con verdad. Parecía solo preocuparle a él y a sus partidarios, mucho paisanaje, que hubiera despojos, pero en los novillos en los que el cotarro se animó por la acumulación de trapazos, llegaba el momento de la verdad y la espada desbarataba cualquier posibilidad de oreja. Que incluso llegaron a pedirla después de varios golpes de descabello, porque había que salvar la tarde. 

Parecía incluso que estaba midiendo los esfuerzos, pero a partir del cuarto ya era tirar la casa por la ventana, pero, había tan poco que tirar. Incapaz de solventar la más mínima dificultad que le presentaran los novillos, que se le rebrincaba, pues a seguir con derechazos y naturales. Tanto atravesaba el engaño, que en una de estas se le coló por el pitón derecho y la respuesta era evidente, no volver por ahí. En el quinto, por ese enredarse solo, por ese echárselo encima, sufrió dos revolcones, que afortunadamente quedaron en el susto. Que ya se sabe eso de la oreja del revolcón, que ya la tenía segura, pero de nuevo la espada. Pero él a lo suyo, a dar trapazos al aire, sin tener en cuenta el viaje de los novillos, él era dar el trapazo. Y llegado el sexto, para algunos la última oportunidad para rascar algo, pero, díganme, ¿hay algo más triste que cortar una única oreja en el último de la tarde? Que más parece el consuelo del actuante y de los asistentes, después de un festejo en el que el espada solo ha dejado claras evidencias de la nada, del más absoluto de los vacíos delante del toro. Sin picardías para poder a los novillos, exceptuando el arrimón de fin de trasteo, sin capacidad para calentar el ambiente con trapazos algo aparentes, sin capacidad para sujetar un novillo sin tener que ir a su aire, sin capacidad para nada que no fuera dar cabezazos, que en uno hasta salió volando la castañeta o para lanzar miradas flamígeras a los disconformes. Que el momento en que algunos creyeron ver redivivo al mismísimo Gallito fue con culerinas, telonazos y tres del desprecio, evidentemente, sin torear en ningún caso. Pero ya no creo que sea muy educado por mi parte insistir en contar esa nada que se nos ha ofrecido, con novillos, muy novillos, que eran la nada y los que tenían algo, algo que diera valor a lo que se le hiciera, los redujo también a la nada. Y claro, con todo tan, tan preparado, viernes de alto copete en la feria, ganado más que elegidito, el personal entregado desde que a la entrada le dieron un pañuelo blanco y el nombre del nuevo fenómeno anunciado en los carteles, pero sin nada, montado todo sobre la nada, pues solo puede acabar en eso, en la nada, y claro, así se estrella una ilusión.


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viernes, 30 de mayo de 2025

Qué gente más rara ocupa la plaza

Quizá a ciertos públicos habría que empezar a mostrarles esto poco a poco y con códigos que sepan interpretar. Dibuja y colorea un toro y un señor que sea el torero, aunque no lo parezca.


Que los días en los que se anuncia un figura, el público es particular, es algo sabido desde hace años. Que antes se decía que eran los claveleros, denominación que se usó durante años, que si eran los que trasegaban bandejas y bandejas de canapés, otros bocadillos de dos metros de largo y que los metían a la plaza en andas., Hasta hubo unos tiempos que llegaban con la camiseta y pañuelico del mismo color y con su banda de música y todo. Que Madrid ha visto cada cosa. Pero al menos se les podía llegar a comprender en sus comportamientos, pero es que ahora, tiempos de pantalones tobilleros, pulseritas de colores, taconazos como andamios para subirse a limpiar los cristales de la Torre de Madrid, entradas impresas en casa que parecen el mapamundi de la plaza, además tienen reacciones que a uno le chocan un pelín. Que estaba claro que el reclamo era Roca Rey, torero que congrega a su lado a multitud de no aficionados, pero según ellos mismos se manifiestan, de poco documentados. Que son capaces de pedir una oreja, méritos aparte, de enfadarse cuando ven que las mulillas se acercan y no hay trofeo, que salen espantadas las acémilas y en lo que van y vuelven sigue sin haber premio. Pero una vez arrastrado el toro... la nada, que no hacen ni que su ídolo salga a saludar al tercio. Que me imagino al torero y a los suyos animándole a que se diera la vuelta al ruedo, pero nada, el vacío, ni una palma dada con timidez. Que no creo yo que sea porque de repente les haya venido un ramalazo de exigencia, que más bien parecía que preferían sacar el bocata a soltarlo para dar palmotazos; que igual temían que el de al lado le echara mano a la manduca y adiós ganancia. Que hasta los protestones se miraban perplejos, ¡que no le hacen ni salir a saludar! Pues a partir de este detalle, que no es menor, se puede calibrar lo sucedido en la tarde y el peso de los despojos que al final se han dado, y no digo conseguidos, porque han sido puro regalo caído del cielo; bueno, del cielo, tampoco, del palco, que al fin y al cabo, es como si cayeran del cielo.

Que este público quizá era raro, quizá indescifrable, pero seguro que era un público, majo, de buen parecer y dispuesto a que todo le pareciera bien, ellos no estaban allí para romper las ilusiones de nadie y menos del figurón que según parece iban a ver. Que no cuestionaron ni un poquito la justita presencia de los de El Torero, de que no se les pudiera apenas picar, ni mucho menos de la mansedumbre, aunque igual sabían que los mansos no se protestan, que hay que quererlos como a los demás animalitos de granja que nos vienen echando en las últimas fechas. Que este público no se acuerda de la semana del toro de hace años, pero seguro que tampoco se acordarán que llevamos toda la semana celebrando en las Ventas una suerte de Expo Mascota. Vaya con los Domecq de El Torero, que cuando no echaban la cara arriba en el peto como queriendo coger la galletita que pensaban que les ofrecería el señor del palo, salían espantados y rebrincados, lógicamente decepcionados, porque en lugar de galletita, el del penco les que ría pinchar con un palo; y anda que no salían escapando pegando brincos. Pero esto de los toros, como de las toras, poco le importaba a este público tan particular de este día, que ellos iban a lo mollar, a los despojos sembrando el ruedo.

Diego Urdiales, que abría cartel, que no plaza, pues sí, ha estado por allí, eso nadie lo discute, pero el público raro tampoco le echó mucha cuenta. Que en su primero bastante con que el toro no se le fuera al suelo, con la mano alta, trapaceo por la cara y a por el estoque de verdad. En su segundo, quizá algo acelerado, pero sin tampoco verlo claro, mucho trapazo acelerado, sin poderle bajar la mano para dominarle, porque si así hacía, al suelo con él. Siempre fuera y dejándosela tropezar demasiado, sin llegar a ninguna parte.

El plato fuerte, a lo que iba el personal, era Roca Rey, que les habían dicho en el barrio, en la panadería, en el bar y hasta en la novena a San Isidro, que este era el que daba las mayores satisfacciones al orbe taurino. Y claro, si nada más tomar la muleta, el limeño se hinca de hinojos en la arena, ¿qué más hace falta para saber que este era el mesías que iban a ver? Que lo del pico exagerado, ha quedado demostrado que lo ve el que lo quiere ver y punto. Trapazos por todas partes, siempre fuera y cazándolos allá dónde pillara. Cambios de manos talanquereros, largando tela en cada muletazo, el novillo por los suelos, recorriéndose todo el ruedo, como si cada tanda fuera una estación del vía crucis del bovino bobino. Acabó llegando a toriles, ¡oh que sorpresa! Y al despenarlo con una entera trasera y caída, la amable concurrencia pidió el despojo, que el presidente, acertadamente, no concedió. Y después de arrastrarse al de El Torero, cuando Roca Rey estaba allí en la barrera que si con la toalla por aquí, la toalla por allí, ni una palma aunque fuera para hacerle saludar. Pero, ¿esto qué es lo que es? Los no peticionarios ojipláticos y los peticionarios... de verdad que no sé qué hacían estos una vez agitado el pañuelo. En el segundo, otro novillote bien majete, la cosa transcurría dentro de la monotonía habitual de este figurón, que me apañen al moribundo y luego yo me apaño solo. Venga trapazos y trapazos muy de su firma, pico, lejanías, ahora me la engancha, ahora me voy para allá a ver si lo pillo, sin que nadie se dignara a jalear tremendo monumento a la vulgaridad, hasta que cuando debía andar allá por la tanda número diecisiete o la veinticuatro, como sí que había que protestaban, alguien de este amable público, cuando se barruntaba el primer aviso, decidió empezar a jalear. Como si fuera una consigna preestablecida, los ocupantes de la plaza secundaron el jaleo y mucho más cuando Roca empezó a desplegar ese repertorio de ahora me la cambio de mano, ahora abrimos el tarro de la más exquisita vulgaridad, siempre fuera, faltaría más, y cuando llegaron los invertidos bailados, ¡para qué más! Que lo de la espada caída no importaba, lo que tocaba era que le dieran un despojo, ahora sí, ahora se le podría aplaudir una vez arrastrado el novillo ¡Ufff, qué alivio! Ya tenían algo que contar al volver a sus casas.

Rafa Serna confirmaba alternativa y... que abrir plaza es duro y liarse a dar trapazos así de entrada, cuesta, que el personal aún está a ver cómo se encaja entre las rodillas del prójimo de atrás y cómo se le encaja en las suyas el prójimo de delante. Y si unimos que su tarea solo era eso, dar trapazos, no pudiendo con un animal que aún moribundo le hacía no parar de correr. Inválido y todavía algunos veían al torero que podía echarse por los aires. En su segundo, una vez despertada la amable concurrencia, comenzó con telonazos y aún así el burel no aguantaba en pie. Trapazos en línea abusando hasta hartarse del pico, atravesando la muleta lo indecible y a merced de lo que mandara su oponente. No lo llevaba embarcado, lo que casi le cuesta un disgusto un achuchón, que quedó en susto. Venga trapazos, enganchones, para acabar encimista y entre enganchones, adornos de plaza de carros y tras una entera caída, ¡viva el despojo! Que esta no se la esperaba el personal, que igual pensaban que solo podía cortar despojos el que sale en la tele y en esa peli de buenos efectos de sonido y venga primeros planos. Pero ya llevamos no sé cuántos días de feria, cada tarde el público es diferente, cambia de la noche a la mañana, pero hay algo común a todos y que nos hace pensar en qué gente más rara ocupa la plaza.


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jueves, 29 de mayo de 2025

Las ganaderías que embisten, ¿no?

Aún no había salido del hotel y el personal ya estaba dando palmas


Hay una gran parte de los taurinos, que cuando se habla de tal o cual ganadería, poco tardan en afirmar de unas eso de que no embisten, que las buenas son las otras, las de garantías, las que embisten. Qué maravilla eso de saber las que “embisten” y las que no. Y uno se maravilla aún más cuándo se entera de que a qué se refieren con eso de que las buenas, las de garantías, son las que embisten, entiendo eso de embestir como el que los animales vayan y vengan sin hacer ni amago de un mal gesto, mientras el coletudo se harta a poner posturas. Y como esos hierros son los que embisten, ni se tienen que preocupar de si se embarca o no, porque los güenos son los que embisten. Y claro, si en el cartel figuran los nombres de unas figuras, hay que ir a lo que embiste. Y si hay una ganadería de garantías, de las de verdad, de las que no fallan, de las que permiten posturas y contoneos, es la de Garcigrande. Y que nadie se atreva a llevarme la contraria, porque como me salten, les mando a ver lo que esta casa echa por toriles, allí dónde se anuncien... aunque igual, ¿no sería un poco pasarse? Que siempre he estado contra todo de prácticas que puedan perjudicar a las personas. Y a ver cómo se repone uno de ver toda la camada de esta o de cualquier otra ganadería de garantías durante un año.

Vaya corrida que ha echado el ganadero salmantino, de no haber por dónde agarrarla. Presentación de Garcigrandes, si acaso alguno algo pasado de pitones, pero todos integrantes de una mansada para pasar a los anales de las mansadas. Pero tan faltos de casta, que ni la emoción de los mansos. Borriquillas tontas, que en muchos casos se aguantaban en pie por esa falta de casta y acometivi9dad, aunque si los artistas les tiraban los engaños al suelo de mala manera, claro que rodaban por la arena. Pero si había “jarte”, todo lo demás no importaba, que el “jarte” todo lo puede y borra todo lo malo. Bueno, es una forma de hablar, porque al final, esa gentita tan animosa, tan aplaudidora, tan dispuesta a entregarse a cualquier postura galana, hasta estos se han enfadado. Que era la corrida de la prensa y quizá era para que saliera la reseña del festejo en primera plaza, pero según parece, saldrá en la Hoja del Lunes, y el que no sepa lo que era, que lo busque.

Abría plaza Morante de la Puebla, al que, vayan ustedes a saber por qué, se le ha hecho salir a saludar. Y es que otra cosa no, pero la ñoñería se está imponiendo en esta plaza que un día fue seria. Y salió el primer Garcigrande, justito de todo. Al que el maestro instrumentó una serie de capotazos sin apenas moverse, con garbo y salero, pero sin torearlo en ningún lance. Pero si quién mueve el capote, aunque no lleve al toro toreado, es un “jartista” está permitido el delirio, que nadie se lo echará en cara. Y si además el toro ya casi iba parado, pues mejor parra la estética taurina. Que tanto lo querían cuidar, como se cuida a un herido en la Casa de Socorro, que fue al caballo y por eso de no picar, el caballero armado a poco que se come de un atragantón la arena de Madrid. A la siguiente, aunque sin picar, ya tuvo la precaución de aguantar el palo en el lomo. Y quizá uno de los momentos más intensos fue cuando el Garcigrande hizo hilo con con un banderillero y allí que salió Morante a hacer un quiebro a cuerpo limpio, quitándole el toro. Un quite pleno de torería y vista, mucha vista ¿Cómo no se va a aplaudir ese arranque de torería? Ya con la muleta, en los primeros compases el toro se iba al suelo a nada que se le obligase. Muletazos con gusto, pero el animal no tenía el gusto de aguantarse en pie. Pero el personal ya estaba invadido por una corriente de complacencia que lo jaleaba todo, hasta el rodar por la arena del bovino bobino. Muletazos con ese garbo que tiene este torero, guiándolo con el pico, con perdón, de perfil, perdón otra vez, y el toro por los suelos. Erguido, relajado, a la velocidad, corta, del animalito. Con la zurda citaba desde fuera, en corto, pero sin decaer el grado de decibelios que llegaba al nivel de “entregado entusiasmo”. Concluyó con unos adornos que acabaron de caldear aún más el ambiente, cerrando con una entera quizá algo trasera, lo que quizá hizo que el toro no rodara de inmediato. Tres golpes de descabello y ahí pudo quedarse en el limbo los trofeos que con toda seguridad se le habrían pedido ante esa mona bonachona. Su segundo era otra cosa y a pesar de la reacción del respetable, sin tanto “jarte” tuvo momentos de más sustancia. Lo recogió Morante sin alardes con el capote abajo, consiguiendo sujetarle en un primer momento, pero al final la mansedumbre era mayor que el poder lidiador del de la Puebla. Un manso que en la segunda vara dejó aún más clara su condición, queriendo quitarse ese maldito palo que le hacía pupa. Se le lidió con mucho sentido y eficacia por Curro Javier, consiguiendo mantenerle sujeto a las telas, evitando carreras de más y huidas a otros terrenos. Tomó Morante la muleta, empezó por abajo con la diestra, pero el animal no estaba para historias, trapaceo por la cara y media atravesada, así, sin pensárselo dos veces. Y el de Engrandecer huyó cobarde a refugiarse al calor del olivo. Bronca grande del respetable, pero quizá eran los que no entendieron que Morante de la Puebla, con sus cosas, sus virtudes, que está siempre atento, y sus defectos, que quizá muchas veces aparente más de lo que es, pero lo que no es, es un destajista del toreo. Y la mayoría no vio bien ese abreviar de esa manera, pro también les digo que hubo quién lo agradecía y lo entendió, porque, ¿para qué marear la mona, si la mona no tiene nada?

El segundo que se comenta que estuvo por allí, fue Alejandro Talavante, que este sí, este es de los que si tiene que alagar los trasteos hasta desesperar, pues los alarga y ya está. Los mantazos de recibo a su primero solo sirvieron para dejar suelto al segundo de Garcigrande. Manseó en el caballo, que si peleaba en algún momento era con un solo peón y a ver si así se quitaba ese molesto palo. Lo que le escocieron los rehiletes, pero allí estaba Talavante para arreglarlo todo; telonazos tropezados con una mano, para continuar con manivolazos tirando del pico y dejando pasar el

tiempo sin que ni él, ni el toro dijeran nada. Venga trapazos u más trapazos desde muy fuera y con el pico de la muleta, para acabar de un bajonazo imponente e impotente. Al quinto se puso a darle mantazos a pies juntos al que luego en el caballo le picaron en la paletilla y él echaba la cara arriba, mirando las nubes. El trasteo fue la nada, pico, carreras, siempre muy fuera, cerrando así una feria que empezó con triunfo protestado y ha acabado como si no hubiera comparecido.

Tomás Rufo es un torero de muy reciente hornada, que parece entender esto de una manera demasiado modernista, sin plantearse otra cosa que inhibirse durante la lidia y guardar todas sus energías para el concierto de trapazos y depende del público, unos días le premian con despojos y otro, por hacer prácticamente lo mismo, le ruegan que abrevie y se vaya a su casa, para poder hacer lo mismo los demás. Pies juntos en su primero, y gracias que se evitó las chicuelinas. Cara muy alta en el caballo, mal picado. Con la muleta Rufo empezó dando vueltas como un giraldillo en día de temporal, para continuar apelotonando trapazos. Siempre metiendo el pico y quedándose muy fuera, refugiándose casi en las orejas del toro. Pero en el sexto tampoco cambió mucho la cosa con el manso que si notaba la puya se quería ir y si no, a darle al peto. Y de nuevo con la pañosa, sin saber superar un leve calamocheo, porque es más de dar trapazos que de torear y así... Pero el espada venga a ponerse pesado, mientras su compañero de baile solo quería irse de allí. No paraba quieto un momento, trapazo y a volverse a colocar y así una y otra vez. Un bajonazo para que le quiten el carné y para casita. Y así, otra vez que alguien quiera montar un cartel de los que te enamoran, y más para celebrar el aniversario de la Corrida de la Prensa, pues nada, lo tienen fácil, tres figuritas, cada uno en su figureo y un encierro de las ganaderías que embisten, ¿no?


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miércoles, 28 de mayo de 2025

¡Zas! En toda la boca

A veces el toreo por abajo es la mejor medicina para poder a un manso.


Si en esta feria había un día señalado para el aficionado era este, el de la corrida de Dolores Aguirre. Unos esperaban a los pupilos de la Dehesa de Frías, con reservas en cuanto a los de luces, y otros a los toros y a los actuantes que la tenían que pasaportar. Pues la realidad es que, a no ser que se sea pariente, amigo, vecino o la abuela de los toreros o de los toros, no parece que haya nadie satisfecho con lo sucedido. Lo más probable es que se hayan llevado para casa una tremenda decepción, sin tan siquiera poder encontrar la manera de tapar el fiasco de la tarde. Que siempre se puede echar mano de consuelos comparativos, que si tal o cual ganadería les pasa esto o lo otro y que los toreros ya han hecho más que fulanito o menganito la tarde de tal. Bueno, si eso sirve de consuelo, allá cada cual. Que esto es como aquel que le dice a un vecino que no aparque en su plaza de garaje y el vecino le salta con que su mujer es conocida por todo el vecindario ¡Qué dislate! Pero ya digo, por muy mal que estén otros, no le quita ni una pizca de valor a la crítica que se pueda hacer a esta corrida. Dos toros justamente presentados, sin alharacas, pero otros pasaban demasiado justos. Eso sí, a alguno le han ovacionado de salida, quizá por lucir más leña que sus compañeros. En cuanto al comportamiento, está claro que ni de lejos se les ha dado el trato que pedían, pero a pesar de todo, ha aflorado demasiada mansedumbre; en unos se manifestaba no queriendo capotes, huyendo a terrenos más templados y sin esos pesados de los telones rosas, otros queriéndose ir y yéndose del caballo, otros no queriendo ver el caballo, otros corneando con un solo pitón, en ocasiones alternando el derecho y el izquierdo, en fin, que casi completan el catálogo de signos que delatan la mansedumbre de un toro. Aunque en su descargo hay que decir que han sido lidiados de forma muy deficiente, por no decir que las lidias han sido nefastas, porque siempre hay quién se puede ofender. Ni llevarlos al caballo, ni fijarlos en primera instancia y lo de los picadores, el esperpento que ya se está convirtiendo en norma, picando vaya usted a saber dónde les viene bien. Que sí, que luego se les abronca, se les grita eso de “!Picadooooorrr, que malo eres!” Pero no quiero yo eximir de responsabilidades a los matadores, los que al no fijar al toro dejan que vaya de cualquier manera al peto, lo mandan al relance y en lugar d estar atentos para quitar del peto, se quedan allá, a lo lejos, como espectadores de privilegio. Pero dicho esto, los de a caballo tienen lo suyo. Y me dirán los caballos, que también, pero esos petos que llegan hasta... y rígidos que no ceden ni... ni con el envite de los animales que se estampan contra ese muro acorazado.

Los actuantes no se podrán quejar de la acogida recibida, de esa nueva moda de exultante ñoñería, de sacar a saludar a cualquiera, principalmente si es... bueno, vayan ustedes a saber qué son. El caso es que dejan a la plaza de Madrid por los suelos y delatan algo más, que aunque solo sea cuestión de cuatro, afecta a toda la plaza, y no es otra cosa que definirla como una plaza con preferencias fuera de la lógica que siempre impero, de acuerdo a criterios que poco tienen que ver con los méritos contraídos. Aunque me dirán que la última vez tal o cuál, de acuerdo al criterio de cuatro, que igual creen tener más preponderancia de la que deberían tener y que igual no tienen, pero la endogamia es lo que tiene.

Salió a saludar al romperse el paseíllo Fernando Robleño y la verdad es que se ha pasado la tarde devolviendo tal saludo. Ausente con el capote y en la lidia en los dos primeros tercios, cuando tomó la muleta fue para no parar de correr mientras intentaba pasar al de Dolores abusando del pico de la muleta, ya digo, que sin parar de bailar, ante un animal que cuando le corrían un poquito la mano, ¡qué cosas! Seguía el trapo, pero la cosa iba de Robleño detrás del toro a ver si cazaba algún muletazo pegando tirones. Pero aún podía ir la cosa a peor y lo fue, con un bajonazo. En su segundo, ningún mastodonte, más bien todo lo contrario, tuvo que dejar que fuera el peón el que se lo fijara a las telas y sin tropezarlas, no como en su caso. En el caballo lo más destacable fue ese no querer penco y casi hasta huir al que hacía la puerta. Y nueva sesión de trapazos, ahora te la quito, ahora un tirón, echándoselo fuera. Si bien es cierto que el toro acudía con cierta brusquedad, pero en esos casos, el empeñarse en dar derechazos y naturales, quizá sea obcecarse en lo imposible. Quizá podría haber puesto en práctica otros recursos lidiadores, pero... él sabrá. Que decía uno que si machetear, pero nadie le hizo caso. Y la guinda fue un espadazo muy caído haciendo guardia. Como para hacerle saludar de nuevo, aunque, y tal y cómo está la plaza, nunca se sabe.

Damián Castaño, que se negó a saludar de salida, se encontró con un toro muy justito y flojo, aunque el animal hasta parecía querer pelear en el peto, pero la flojera se lo impedía. Flojera que se hizo presente durante todo el trasteo y a nada que se la ofreciera Castaño, el de Dolores se iba al suelo, aunque el espada no perdía la ilusión de ponerse erguido y mover la tela, pero no había manera, y con el pico siempre por delante, mucho menos. Pues hala, otro bajonazo y para adelante. El quinto ya de salida le tomó afición a rondar las tablas. Un inválido que a la salida del caballo no podía disimular su tambaleo. A su aire por el ruedo, tuvo mejor suerte cuando fue un peón el que le llevó al caballo en la segunda vara, dónde hasta parecía amagar con pelear. Manifestando su querencia hacía toriles, especialmente en banderillas, yendo como un rayo al ver la salida al fondo. Ya en el último tercio, Castaño no parecía poder con él, tirando de pico y escupiéndolo de la suerte. Siempre fuera y atravesando el engaño, pero que no se crean que semejante “espectáculo” hasta tenía sus seguidores que lo jaleaban. Trasteo sin pies ni cabeza, a ver si daba pases sin criterio alguno, más pico y a ver si cazo uno aquí y otro en Bombay, alargando ya demasiado su presencia, que concluyó con una entera caída, para que el animal se fuera a doblar al abrigo de las tablas.

El tercero era Juan de Castilla, que empezó sin poder hacer con su primero en el recibo de capote e inmediatamente se dio la vuelta, perdiendo terreno hacia los medios. Al animal le costaba moverse, especialmente después de su paso por el inquisidor del penco, que no atinaba con el palo, pero que pinchaba aquí, allí, como si tenía que picar al mismísimo cielo. Al inicio del trasteo, De Castilla se lo sacó más allá del tercio, le dio distancia y en la primera embestida el animal se le cruzó, él se quedó al descubierto y se lo llevó por delante. A pesar de estar cogido, siguió en el ruedo, instrumentando muletazos escupiéndolo de la suerte. El animal medio calamocheaba, se le quedaba y el espada solo atinaba a trapacearlo con vulgaridad, pico con la zurda y dándole aire, quedándose por momentos a merced, por adelantarse al viaje del toro, enganchones continuados, pico y brazo largo para cerrar las series. Y será por el drama, que se dio la vuelta al ruedo, quizá porque en estos días se premia el arrojo, más que el toreo con cabeza. Que también es cierto que el primero llega, es fácil de ver y lo segundo... eso ya es otro cantar. Pero el espada estaba decidido y lo quiso mostrar yéndose a portagayola. El toro de primeras no le hizo caso. Le capoteó después con precaución y en el transcurso del primer tercio se empeñó en poner de largo a un manso que no quería complicaciones. Que el que uno toro vaya de lejos al caballo es un verdadero espectáculo, pero es que a veces, ¿no nos empecinamos en atropellar la razón? Pero nada, el toro decía que él allí no iba, para al final conseguir que llegara al peto, para no picarle. Se puso a lo de siempre, derechazos y naturales y el de Dolores queriéndose ir al segundo muletazo, buscando las tablas, mientras el de luces iba detrás. Con la derecha, más pico y la muleta retrasada, tropezándosela demasiado y venga a ir detrás a ver si así, pero era que no. Quizá pedía, como alguno de sus hermanos, otra lidia, un macheteo por abajo hasta vencerle y luego, pues ya se vería. Una tarde que tantos esperaban, que esperaban el toro, que no llegó, ni por presencia, ni por comportamiento, y esperaban a tres toreros que pelearan, pero tampoco, fue un chasco generalizado y a esas iniciales esperanzas, respondieron toros y toreros con un amplio y sonoro, ¡Zas! En toda la boca.


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lunes, 26 de mayo de 2025

Entre vivas y carracas se diluyó toda esperanza de toreo

Cuando sale un toro para el triunfo, hay que agarrarlo con las dos manos, antes de que se escape volando a la Luna, para no volver más.


Decir que volvía Fuente Ymbro a Madrid resulta ya demasiado redundante, ¿Se ha ido alguna vez? En las Ventas es típico y ya tradición el que haya dos tiros de mulillas, que no haya música durante la lidia, que las protestan sean habituales y que Fuente Ymbro aparezca y repita varias veces en la temporada. Que unas veces decepciona, incluso con estrépito, y otras hace que todo el mundo lamente que sus toros no hayan tenido suerte con los lidiadores que les acompañaban en el cartel. Pues en este festejo de San Isidro han tenido la peor suerte imaginable y es que si los de luces anteponen el despojo al toreo, al final se concluye que lo mismo no hay despojo, pero sí destoreo, destoreo a tutiplén. Corrida bien presentada, algunos, como ese sexto, mejor que sus hermanos, pero en la presentación, ni un pero. Luego tenían sus cosas, en la mayoría de los casos defectos en parte provocados por la ineficacia de los de luces y en otros, acrecentados por la ineficacia de los de luces. Ineficacia como la del confirmante, Diego San Román, amparado por leales compatriotas a los que les puso muy difícil el poderle dar su ánimo, porque a poquito que se vio, el coletudo no daba de sí para merecer medio halago. Sonaban las carracas, flameaban las tricolores, pero nada. A su primero ya le costaba sujetarle de salida y eso que las fuerzas del animal estaban más que justas, aunque le daba para encelarse en el peto, aunque cuando no notaba el palo. Inicio de faena en los medios con culerina y trapazo, pero o se levantaba o le levantaban y se levantó para empezar la primera sesión de trallazos. Que hasta la presentaba plaza de primeras. Pero al momento, ¡zas! Pico y enganchones. Sin acabar de encontrar los terrenos adecuados, el mansito acabó yéndose a tablas y lo único que lo9gró San Román es verse agobiado por el toro, que no sabía por dónde tirar y como no sabía, bajonazo que te crío.

Pero bueno, a continuación venía un veterano al que todo el mundo le reconocía su buen gusto. Le salió otro manso que se recorrió casi tres cuartos de la plaza curioseando el olor del olivo y cuando ya parecía tomar los capotes, Curro Díaz se vio completamente superado, incluso perdiendo su defensa. Incapaces él y su cuadrilla de ponerlo al caballo, con capotazos y más capotazo, algunos queriendo acariciar el cielo. Con la pañosa, si el toro aguantaba en pie, aparte de un trincherazo que animó a los suyos, muletazos atravesando la muleta en exceso, citando muy fuera. Encimista, un desarme y la firma con un bajonazo. En su segundo, que hizo cuarto, de nuevo inédito con el capote, dejándoselo tocar demasiado. El Fuente Ymbro a su aire, teniendo que hacerse cargo de llevarlo al caballo el peonaje. Mal picado, recibiendo leña en el segundo encuentro, una vez que el de aúpa se orientó y dio con el palo en el lomo del animal. Ya en el último tercio, más trallazos y enganchones, sin que Curro Díaz fuera capaz de ordenarse, a merced del animal, hasta acabar frente a toriles o adónde hubiera decidido su oponente. Y con un bajonazo se diluyeron las esperanzas de los que todavía esperan, pero que cada vez parece que hay menos que esperar.

Román repetía y hasta los había que le esperaban después de su digna actuación de su primer día en esta feria. Y la verdad es que no decepcionó y volvió a ser el Román de siempre, el Román con sus cosas que a veces no se entienden. Recibo a pies juntos, como si no importara que el toro corriera y corriera al no quedarse en su capote. Este torero sabe lo que gusta en esta plaza y así puso de lejos al Fuente Ymbro en su segunda vara. La verdad es que se le pegó apenas nada. Y tomó la muleta y allí que se fue a los medios a pegar trallazos con la diestra, enganchones y más enganchones, adelantando el viaje del engaño, lo que provocó una colada por ese pitón, por el que ya apretó en banderillas. Venga carreras con la zurda, acompañando y acto seguido seguir corriendo, sin parar ni un momento, dejándosela tocar demasiado. Pero lo fuerte surgió en el quinto, al que sí que recogió con el capote, pasándolo por abajo. Exceso de capotazos para llevarlo adónde no quería ir, al caballo, para acabar siendo apenas picado entre el 6 y el 7. Muy suelto por el ruedo, lo recogió por bajo con la derecha y acto seguido se fue a los medios a darle distancia. Y venga a meter el pico, siguió citando de punta a punta, lo que entusiasmaba a la parroquia, que se quedaba más con la distancia, que con la ausencia de toreo. Lo que importaba era jalearlo todo, que en una serie de cinco trapazos se la enganchó en tres, pero eso poco les importaba, los vivas estaban justificados, viva esto, viva lo otro y Román pegando unos majestuosos trapazos, siempre con el pico por delante y muy fuera. Y llegó el revolcón, afortunadamente sin consecuencias, pero que seguro que sería la llave para arrancar un despojo. Muy vulgar, muy talanquerista, con las inefables bernadinas atropelladas, lo que para muchos era el sumun del dramatismo en plaza de carros. Y el toro, una maravilla para la muleta, se le iba de trapazo en trapazo y tras un pinchazo y más de media caída, una orejita. Y sí, el toro se le fue, un toro para el que pidieron algunos la vuelta al ruedo, pero quizá estos serían los que en los dos primeros tercios estaban mirando en el móvil si iba a llover o si había atasco en la A 3 para volver a casa.

Y cerraba Diego San Román, escuchando de nuevo las carracas y, por supuesto, más vivas a su tierra, a los que respondían otros con los vivas a la suya. Vivas y más vivas y ni un triste ¡Aúpa Aleti! ¿No? Pues no. Y el queretano igual esperaba que le saliera un toro bien enseñado, con educación, uno de esos con embestidas formales, pero... De primeras no quería capotes, ya vamos mal. Pero si al segundo mantazo nos liamos a pegar chicuelinas, así, de salida, igual la cosa puede ir de complicado, a más complicado. Lo del picador de tanda fue para mandarle primero a aprender a montar y luego ya, si eso, a que aprendiera a picar, que no metiera la grupa para recibir al toro y que no masacrara con el palo largo en mitad del lomo y bastante más allá. Y, ¿qué se puede esperar de un torero? ¿Que toree? Pues este toro era para eso, para que un torero toreara, porque todo lo que le hiciera con verdad tendría mérito, mérito para ensalzar al que hubiera sido capaz de ello. Pero San Román no estaba para eso, él estaba para dar trapazos, pocos limpios, ninguno templado, lo que hacía que la cosa se le complicara más y más. Le quitaba el engaño y el toro la buscaba, le sorprendió en más de una ocasión, venga a largar tela y a ver si aquí o allí cazaba un muletazo, para acabar a merced del Fuente Ymbro. Acabó encimista, pero la ocasión se le había escapado entre tanta vulgar inoperancia. El personal no sacó pañuelos, pero quizá lo debería haber sacado él para decir adiós a una oportunidad como esta para afirmar que quiere ser torero, aunque igual... igual solo quiere ser figura o algo así sin importancia.  Y así se quedó más de uno, viendo cómo entre vivas y carracas se diluyó toda esperanza de toreo.


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domingo, 25 de mayo de 2025

Soñemos el toreo... porque verlo, lo que se dice verlo

Los artistas nada parecen tener que ver con los "jartistas", aquellos hasta se enfrentaban al toro, que le preguntaran a Pepe Luis con los Miuras, y estos bastante tienen con que los animalitos no rueden por el suelo.


De siempre, cuando se anunciaban los toreros denominados de arte, el que acudía a la plaza esperaba que estos soñaran el toreo; y cuando lo soñaban, todo el mundo se sentía como raptado por esa sensación que genera el toreo puro, el toreo con gracia, con ese garbo de los elegidos, con ese hacer así, que hacía reventar los corazones de los presentes. Una verónica, una media, un natural y el de pecho, con poquito se alegraban los espíritus, porque si el toreo, además de con verdad, se hace con arte, ¿para qué más? Pero hay que tener cuidado, porque también sucede, ha sucedido muy a menudo, que salían pseudoartistas, simplemente los que pretendían hacer pasar por arte el amaneramiento, el poner poses, vaciando de toreo todo lo que querían hacer colar como tal. Pero los artistas de verdad no siempre estaban tocados por el duende del toreo, había tardes que... Y a los fervientes seguidores de tal o cual torero solo les quedaban dos caminos, primero el de la resignación y después, a veces entrelazándose, el enfado supino; que era para ver a los partidarios enfadados con su torero. Pero cuánto han cambiado los tiempos y las modas.

Si vamos a ver a los “jartistas”, lo principal es estar dispuesto a entregarse en cuerpo y alma a su causa, que si es necesario que se venden los ojos, se vendan, pero que la boca y las manos queden libres para jalear y aplaudir. “Jartistas” que han perdido el privilegio de llamarse artistas y que no llegan a saber ni cómo es eso de soñar el toreo y entonces a los aficionados les toca hacerlo a ellos, soñar el toreo de fulano o mengano, porque estos “jartistas” ya no se lo podrán poner delante, simplemente serán amaneramientos aparentes que unos jalearán y otros... otros, pues eso, una siestecita y a soñar con toros, toreros y el toreo.

Que había mucho que soñar la tarde de lo de Juan Pedro Domecq. En primer lugar había que soñar con toros, toros de verdad, con presencia, encastados y si es con un punto de fiereza, mejor que mejor. Corrida infame, algunos de ellos más terciados y anovillados que con el cuajo mínimo de un toro, no solo para Madrid, sino para cualquier plaza en la que se anuncien como toros. Y eso que menos uno, todos eran cinqueños. Flojos que les costaba mantenerse en pie, pero que desde los primeros compases se pudo advertir que la presidencia no iba a echar ninguno para atrás. Como viene siendo norma en estos días de figuras, no se les picó, solo se simuló la suerte, tan bien, que alguno hasta debió pensar que estaban viendo un primer tercio en toda regla, pero no, esto también había que soñarlo, porque la realidad... Que no es dura la realidad, lo que no tiene es remedio. Y sí, más o menos iban y venían a la muleta. Que este ir y venir era lo que sucedía entre caída y caída. Y el remiendo de Torrealta, comparado con los otros, parecía el torazo de nuestras vidas, pero eso es lo que pasa cuando comparamos a un mono tití con un chimpancé, pero no hacemos la comparación de este con un gorila de espaldas plateadas. Pero vamos, que tampoco es que se les fuera a exigir lo más mínimo durante la lidia. Que ya se sabe que el “arte” se limita a dar aire al animal, a que vaya en línea, a que no se le baje la mano ni por equívoco o desmadejamiento del “jartista”.

Y en el mano a mano se enfrentaban Juan Ortega y Pablo Aguado, de los que decían las malas lenguas mantenían una competencia exacerbada. Pero que viéndoles deambular por el ruedo de Madrid, quizá esa competencia se ciña a quererse poner primeros en la cola del súper. Detenerse en la actuación de ambos diestros sería abundar en una redundancia innecesaria. Pico, siempre fuera, corriendo constantemente y no pudiendo con animales flojos que solo parecían querer no perder el equilibrio. Eso sí, ambos poniendo posturas gallardas, con medias al aire, que no al toro, con remates que jalearan los presentes. Juan Ortega paseando su donosura vacía de toreo verdadero. Que sí, que detalles rebosantes de estética parda, pero... ¿y el toreo? Pues de toreo, nada. Que anda que no estaba el personal dispuesto, pero no, el espada no estaba por soñar el toreo, estando casi más cerca de la pesadilla. Que él se ponía por las inmediaciones del toro, como gustándose, ante un animal, como el quinto, al que pedirle dar dos pasos podía hasta resultar abusivo.

Pablo Aguado no disimulaba nunca el abuso del pico, pero lo adornaba bonito. Que para él lo de no bajar la mano no es, ni mucho menos, un problema. Con esa naturalidad que le atribuyen, erguido, con la tela muy atravesada, citando desde fuera y a ver si el toro no se viene abajo. Enganchones jaleados, porque eso de no ver a un caballero partido en dos por la bisagra les pone locos. Y así pasó en el que cerraba plaza, el torazo de Torrealta, que otra tarde habría si9do uno de tantos y tantos, pero claro, con los juanpedros, parecía el abuelo de estos. Pero claro, con ese toreo desdeñoso, alejado, insulso, pero recto, con la muleta por un lado y el Torrealta por otro, al quedarse al descubierto y verse achuchado por esa imprudencia, el respetable vio peligro y emoción, pensando que allí había un gladiador. Pico, pico y más pico, echándoselo para afuera con la uve de la muleta con la zurda. Y el Torrealta cada vez a paso de Miserere y Aguado acompañando el cortejo fúnebre, pero con unas poses como pa comérselo, pero no para volverse loco. Desarme y aplausos, casi de uno en uno y serie de adornos algo tramposillos, que vio como le celebraban uno del desprecio con la zurda y lo repitió por tres veces. Bajonazo final y fulminante, que animó a los presentes a pedir el despojo. Al menos allí se acababa la pesadilla del pitiminí, del aparentar y no torear. Pero bueno, el que no se consuela es porque no quiere, así que soñemos el toreo... porque verlo, lo que se dice verlo.


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sábado, 24 de mayo de 2025

Tanta preparación, tanta preparación, ¿para esto?

Una tarde preparada para los triunfos grandes y solo te puedes quedar con un banderillero llevando a un toro a una mano

Se habían escuchado muchas cosas acerca del festejo con los toros de Victoriano del Río, paradigma de la cabaña brava moderna; con el ojito derecho de algunos de esos afisionaos que se han ganado el derecho a todo solo por el paso de los años, como en la mili, Emilio de Justo, aunque parece que en ese ojito derecho lucen un parche, como el del pirata Mala Pata; Además, Roca Rey, el que gusta de llevarlo todo atado y bien atado; y cerrando, Tomás Rufo, gran esperanza de más afisionaos, unos que creen saber ver el talento en la forma de rascarse la nariz y otros que creen ver talento en el destoreo del majestuoso trapaceo. Que lo que son las malas lenguas, se decía que quién iba segundo ya había elegido sus toros por contrato, pero, ¿cómo va a ser eso' Ya digo, las malas lenguas, porque, ¿creen ustedes que esto es posible? ¿Qué presidente, comisario de policía por añadidura, iba a consentir eso en una plaza como la de Madrid. Eso no puede ser, ¿no? Aunque tampoco nadie, ni por accidente, han desmentido tal cosa. Pero vamos, que seguro que sin ninguna duda, esto será aclarado, ¿verdad que sí?

Pero cuestiones fuera de la legalidad aparte, lo que no se puede negar es que era un cartel muy bien pensado, muy bien preparadito. Lo de Victoriano del Río, pues ya digo, a lo moderno, que algunos que estaban para devolverlos hasta se mantenían en pie para jugar a ir detrás del pañuelito rojo. Que no olvidemos que estamos hablando de la modernidad, lo que quiere decir que eso de la suerte de varas, ¡Miau! A otro perro con ese hueso. Que sí, que les tapaban la salida, que unos se querían ir del peto, otros cabeceaban queriendo quitarse el palo, pero a ninguno se le pico. Que claro, dirán algunos que si se les picaba, nos quedábamos sin toro y si nos quedábamos sin toro, nos quedábamos sin trapaceo sublime. Pues hala, que no se pique, lo que muchos no solo agradecían, sino que además lo aplaudían. Picadores triunfantes por no picar, por hacer que hacían. Que sí, que es verdad, que así está el panorama. Que igual al que renqueaba de una mano, de una pata, a nada que se le hubiera dado con el palo lo mismo se venían abajo. Pues nada, sale el sobrero y si el sobrero anda igual, el sobrero del sobrero y el sobrero del sobrero del sobrero, que los hay felices porque se les time, pero también los hay que...

De los de luces, pues depende a quién pregunten, unos les dirán que ha sido el primor del toreo a cargo de Emilio de Justo y Tomás Rufo, pero claro, si quieren oír o leer eso, pregunten a los que tal cosa afirman. La verdad es que por momentos, hasta resulta resultón con el capote, pero olvídense de que lo eche por delante para enganchar la embestida y despedirlo detrás de la cadera y sin dar el pasito atrás, que lo que manda es saludar con el telón y poco más. Eso sí, incluso fue capaz de poner el toro al caballo con un tosco galleo, pero lo del garbo y la gracia se tiene o no se tiene y de Justo...

En el trasteo de muleta todo fue un correr y correr para recuperar el sitio después de cada trapazo con el pico, cuando no rematada con un enganchón. Si hasta parecía que no pudiera con el Victoriano. Siempre muy fuera y dejando ver que lo de la quietud iba a ser aspirar a una utopía. Pero lo bueno de verdad se lo guardaba para el final, cuando con chabacano desdén tiró el estoque a la arena, para dar trapazos enganchados con la derecha. Luego un mal ratito con la espada y punto. El cuarto, después de echarse una siestecita apoyado en el peto, revivió para la gran sinfonía del trapazo con mucho pico, muy perfilero, venga trallazos acelerados, más carreras y remates alargando el brazo casi hasta el contorsionismo; que no paraba quieto, muletazos de frente, sacando el brazo y por lo tanto, desviando la posible embestida para fuera. Otra vez el numerito de tirar el palo y para acabar, una entera caída, por lo que el usía le concedió una orejita de esas que se recuerdan por los siglos de los siglos, o igual no, que si no es porque uno va anotando lo sucedido, nada de lo sucedido lo habría podido describir aquí.

Pero no podemos negar que todos eran convidados de piedra en esta tarde en la que aparecía Roca Rey. Al que iban a ver era al limeño, claro que sí. Pues no lo vieron, o por lo menos no vieron lo que pretendían. Que ni una culerina... o sí. Igual sí, pero, ¿quién se acuerda ya? Nada que destacar en los trasteos de muleta, que primero citaba a cierta distancia, para acortarla inmediatamente y liarse a pegar los trapazos propios de la casa, muy fuera, muleta muy atravesada, pico, pico, ausencia de mando, para acabar en toriles. A su segundo, un inválido que siempre se quería marchar a tablas, se lio a repetir el repertorio habitual de destoreo, intentando dar trapazos a una borrica de las de ir a vender melones. Pero Roca Rey insistía en la nada, enganchones, pico, trapazos, hasta que se decidió por probar con el número de la cabra de trapazos sin criterio, alargando en exceso la faena. Bueno, esta vez, con el cuidado que había puesto él y su gente, pues no han acertado o quizá... bueno, alguien en algún momento no lo ha hecho. A ver la otra que aún le resta.

Tomás Rufo es un prototipo de la modernidad, es un hijo de su tiempo, que parece que tampoco se haya preocupado por enterarse de algún fundamento de esto que se llama toreo. Y me refiero a cosas como ponerse a dar chicuelinas de recibo a un toro, en lugar de pensar en alargar las embestidas. Me refiero a eso de pegar trallazos con la muleta desde fuera y abusar con descaro del pico, que igual alguien le tendría que explicar qué es eso, que lo mismo le hablan de pico y te cuenta que su vecino cría gallinas en el sobrado. Pero lo que nadie parece que tenga que explicarle es cómo encender al personal, al público, a ese que lo del pico tampoco le suena a nada que tenga que ver con el toreo, que realmente nada tiene que ver con él, pero ustedes me entienden. A un animalito limitadito de fuerzas, pero como era de los modernos, muy dispuesto a jugar a lo de seguir el trapito, aunque solo divisara el pico que le mostraba Rufo. Cites con la muleta atrás, atravesando la tela una barbaridad, apelotonando, que no ligando trapazos y sin pensar en un momento en eso de presentarla plaza, que tenía los despojos en e bolsillo, pero la espada, ese juez implacable dejó la cosa en nada. Que con el cuidado con se habían puesto todos los elementos a favor para fabricar triunfos y...Tanta preparación, tanta preparación, ¿para esto?


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viernes, 23 de mayo de 2025

Los abolicionistas del tercio de varas

Quizá pretendan engañarse con mil excusas para no picar a los toros, pero al final no solo engañan al aficionado, engañan a la propia fiesta y, por supuesto, a ellos mismos.


Cartel de esos que te lo anuncian en una tele y los señores de los micros tendrían que comprar una remesa extra de elogios y caudalosos baboseos. Lo de Alcurrucén, hechos para colmar de despojos a los figuras de turno, ganadería que lleva los despojos en bandeja para que los caballeros solo tengan que tomarlas y agitarlas al viento entre clamores tan ignorantes como preocupados por el porvenir y el devenir de la fiesta. A estos, con que les llegue para acabar la tarde, ya van que chutan. Y tres monstruos que dan sentido a cualquier cartel, ¡vaya que si lo dan! Castella, ese mago del trapazo hipnótico que provoca que el personal saque los pañuelos al viento, que con unas maneras plenas de donosura, parsimonia desesperante hasta provocar la desesperación de quién la padece desde la piedra martirizándole la nobleza de su reposo dorsal. Miguel Ángel Perera, el castigador, el que cuando quiere fastidiar a la concurrencia les obsequia con sus dotes trapaceras. Y como punto final, Daniel Luque, ese torero del que se dice siempre, desde hace años, que está en un excelente momento, pero, ¡chico! Que llega a Madrid y el momento mágico se evapora y a esa supuesta magia se le ve el truco por todas partes, el conejo se le cae de la chistera, los pañuelos salen volando de las mangas de su chaqueta y las palomas inundad de guano el traje de luces.

Prototipo de esta tauromaquia moderna, unos adelantados al futuro, a eso que unos parecen buscar, otros parecen ver como la única solución y otros esperan que el vaticinio nunca se cumpla y que los festejos incruentos solo se queden en un conato de amenaza. Y, ¿que por qué digo esto? Pues si nos detenemos en esta tarde de Alcurrucenes, a ningún se le ha picado de acuerdo a la norma. A cinco apenas se les ha apoyado el palo en el lomo, que esa es otra, dónde se pica. Y a uno, el sexto, parecía estarse cobrando una venganza barrenando sin compasión. Pero si nos detenemos en los cinco primeros, los profesionales les contarán que les gustan dejárselos cruditos. ¡No, hombre, no! No nos tomen por imbéciles, no insulten a nuestra inteligencia. Es que, lo primero, no son capaces de dar una lidia correcta y de poner un toro en suerte. Y después, si a estos muertos con cuatro patas y cuernos les pican un poquito, los animales probablemente se les vendrían abajo. Que se dejan crudos a estos trampantojos de toros de lidia, que ya me gustaría ver que se dejaran cruditos a los de Escolar, Cuadri o cualquier hierro que ustedes quieran escribir sobre la línea de puntos. Eso sí, también les digo, que con estos animalotes que van y vienen, no sin dificultad, con una plaza entregada a la bazofia taurina del momento, esta plaza que jalea con fervor los enganchones, que aplaude los desarmes y que enloquece con un bajonazo, aún así, no son capaces de triunfar, de recoger un triunfo que les han prefabricado con todo el cuidado del mundo. Si es que estando las cosas como están, lo raro es que todas las tardes no saquen a cuestas hasta a los vendedores de cervezas.

Que quizá ustedes estén esperando el detalle de las lidias, del comportamiento de los toros en el caballo, pero... ¿se puede relatar lo que no existe? Que resumiendo, unos no iban al peto ni dejándolos casi debajo de este, si acaso intentaban pelear solo con un pitón, para las más de las veces salir de najas para correr por el ruedo. Carreras propiciadas por los tres espadas, que tan poco han hecho para recoger y fijar a sus toros. Que hasta el sobrero de Zacarías Moreno que hizo cuarto parecía haber estudiado en la misma escuela de mansos de los de Alcurrucén. Y la presentación... De verdad, no me pidan profundizar en esto también. Que los puristas y amantes de las castas igual habrán aventurado que si este es de lo de Núñez, de lo de Rincón, quizá Pedrajas, pero ya les digo que más de uno se habría dado con un cantito en los dientes con que hubieran pertenecido a la especie o subespecie, llámenlo cómo quieran, del toro de lidia ¡Caramba con los Lozano! Que de unas veinte corridas que van a lidiar en el presente año, a Madrid mandan esto, ya es mala pata.

Y vamos con los espadas, que a nada que hubieran acertado con un bajonazo de primeras, no demasiado descarado, lo mismo habría llenado el esportón de despojos repletos de pulgas. Castella con trapazos sin bajar la mano a su primero, abusando mucho del pico y de citar desde fuera, con unas dosis de sosería asfixiantes, quizá para que en lugar de pensar que el toro era un inválido, la cosa era que el galo estaba en un estado de éxtasis teresiano. Éxtasis del que nos espabiló con un bajonazo . En su segundo puso en práctica lo nunca visto, citar desde los medios y pasarse al toro por el culo. Innovarse o morir; pues hombre, morir, no, pero innovarse con la opción “B” de los inicios de faena de Sebastián Castella con una práctica de casi ya 25 años, igual sorprender, no sorprende, o sí? Oiga que los ha habido que lo han celebrado como eso, como si no lo hubieran visto nunca. Y claro, si el personal que enloquecía con esto, no lo habían visto nunca... pues ya me dirán ustedes el tipo público que se aposentaba en la piedra de Madrid. Pero claro, entonces es cuándo podríamos entender el porqué de jalear los enganchones. Que me cambio el trapo de mano, ahora la ves, pues ya no la ves, me meto entre los cuernos, me lo saco exagerando el pico, que invertidos, que... Y por si esto fuera poco, el gesto de mayor honestidad de Castella, tirar la muleta lejos de sí, no la necesitaba para nada, le sobraba, fuera despojos. Que el trapo debió respirar aliviado al sentir al fin libre de tanta sacudida desabrida. Y de nuevo otro bajonazo, por supuesto que tirando de nuevo el trapo. Pero tranquilos, que pronto volverá este dechado de arte, elegancia y cursilería taurina elevada al infinito.

El que volvía era Miguel Ángel Perera, el paradigma de dejárselos cruditos, el incomprendido, el que necesitaría un megáfono para explicarle al personal esas cosas suyas que solo entiende él y la lógica de la pacata modernidad. Ese maestro del trapazo, del abuso del alivio, de echarse los animales, cruditos, claro, para fuera, desde fuera y que se adorna incluso después de una estocada haciendo guardia. Que como en su segundo no duda en bailar cuando no es capaz de llevar las embestidas con la muleta. O que si tiene que ir por el ruedo detrás del toro para cazar trapazos, pues se va, que así al menos sí se ha podido casi dar la vuelta al ruedo. Pero nada es nuevo de lo que cada vez que aparece provoca Perera, el tedio, la desesperación y la ausencia absoluta de cualquier asomo de toreo, aunque le guste dejárselos cruditos.

Y si todo esto les ha parecido poco, llega Daniel Luque, que al menos en su recibo a su primero, hasta dio algún lance medio aseado, pero tampoco se me vengan arriba. Que al manso no sabía ni cómo hacerse con él y al menos poderlo llevar al caballo. Con la muleta, por si no fueran suficiente los trapazos abusando de pico, pues vamos a innovar con esos cites poniendo el engaño del revés, que no torean, ni nada que se le parezca, pero el personal los jalea. Venga cambios de mano, trapazos de uno en uno entre los pitones, más cambios y más muleta del revés. Que tan en caída libre iba la tarde, que en el sexto parecía que se le había acabado el entusiasmo, a él y la concurrencia. Que ya no se le despertaba el ánimo ni con todos los enganchones que vendrían a continuación, ni con el abuso de pico, ni apelotonando los muletazos, ni con seguir poniendo el engaño así agarrado para eso que no sé quién llamó luquecinas o algo parecido, perdonen mi falta de cultura postmoderna del taurinismo. Que como me decía un amigo en la tradicional tertulia antes del festejo, estamos demodé, ya no estamos en este tiempo, nuestro tiempo se pasó y claro, así no hay quién la goce con el trapaceo, los enganchones o ese citar desde las Antípodas. Y la conclusión es que el festejo del día de los Alcurrucenes, con Castella, Perera y Luque, parecía más uno de esos conmemorativos u homenajes, en este caso a los abolicionistas del tercio de varas.


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jueves, 22 de mayo de 2025

Qué feria estamos echando

Que antes los de Arauz hasta eran bonitos, pero quizá eso ya sea otra historia.


Anda que nos lo queríamos perder. Que muchos auguraban una feria triunfalista, sin toro, sin primer tercio, sin toreo, sin rigor, ni seriedad... y acertaron de pleno, así va transitando este San Isidro, pero, y aquí está el pero, que el que no se emociona es porque no quiere. Que aquí hay emoción “pa to quisque” ¡Que no hay toro! Pero hay emoción ¡que hay poses! Pero hay emoción ¡Que hay pases de medio recorrido, pases interruptus! Pero si hay emoción. Que sí, que la emoción es algo subjetivo, que lo que se jalea hoy a fulanito, se le censura con ferocidad a... pongan ustedes los nombres que prefieran. Que a estos les darán todos los despojos que quieran, que nos echaremos las manos a la cabeza, que hablaremos de la irrefrenable debacle de la exigencia de la plaza, de su prestigio, del hundimiento de la fiesta, pero si el que toca no es el que sea, pues se echa mano de la emoción y santas pascuas. Que es algo muy lícito, desde luego, pero entonces permítanme que en estos casos, cuando me vayan a transmitir sus emociones, que cierre las orejas y me repase mentalmente la tabla del ocho, que siempre se me atragantó.

Era ganado de Arauz de Robles, un hierro al que unos dicen que vieron en no sé dónde y que hasta estuvo bien, pero si nos ceñimos a Madrid... Aunque en esta tarde de feria, aunque mandos, alguno hasta tenía su cosa. Desiguales de presentación, justo se ovacionó de salida uno con cuerpo justo y descomunal arboladura, aunque al segundo capotazo se inutilizara y se devolviera al corral. En su paso por el caballo, por esas máquinas trituradoras de toros dirigidas por unos partelomos sin diploma, en el mejor de los casos solo se dejaron, como fue el caso del quinto de la tarde, que aguantó sin más la saña del de a caballo. Al primero se le castigó poquito, mientras intentaba escapar una y otra vez al notar el palo en el segundo encuentro, marchándose hasta tirando coces. Al segundo ni se le picó, si bien es verdad que fue con alegría en la segunda vara, para que le recibieran con la grupa por delante. El tercero, más que justito de fuerzas, solo peleaba con el pitón izquierdo, mientras le hacían la carioca y siempre pendiente de tener localizada la puerta de toriles. El cuarto, corretón, bien llevado al caballo por Morenito de Aranda, solo atacaba por el lado izquierdo y de nuevo ese vicio de la carioca, para no recibir ni un leve picotazo en la segunda vara. El quinto, al que se le maleó mucho durante la lidia, como ya se ha dicho, se dejó pegar de lo lindo. Y el sexto, un sobrero de Castillejo de Huebra, flojeaba ostensiblemente, que igual si hubiera caído algún capote abajo, lo mismo se habría marchado para adentro. Este era notar el palo y salía a escape dando un respingo, para finalmente medio plantar pelea con derrotes cuando le tapaban la salida. Y ahora viene lo de la emoción, que según el estado de ánimo, el parentesco o el paisanaje, emocionaban según a quién; Morenito de Aranda, a los que gritaban ¡Viva Aranda! Y a más gente, Jiménez Fortes, que emocionó a bastantes más y Adrián de Torres, que bastante con llegar a los suyos.

Morenito de Aranda, torero que siempre ha mostrado unas maneras que gustan, intentó manejar el capote durante la lidia, lo que consiguió especialmente en el cuarto, poniéndolo en las dos ocasiones en suerte, algo que no sé si alguien más puede decir lo mismo no solo en esta feria, en toda la temporada de Madrid. Con la muleta, en su primero, un toro que entraba con cierta violencia, sí es cierto que le instrumentó muletazos, pero sin conseguir aplacar esas embestidas, dando trallazos, que poco ayudaban a mandar y dominar, lo que acusó el de Arauz a la hora de cuadrarlo, lo que dificultaba con un leve gazapeó que ya venía de atrás y que acabó llegándose a que sonaran dos avisos. En el cuarto, un corretón feote, había que sujetarlo y evitar que acabara en toriles. Y lo que son las cosas, en este, como en toda la tarde, se aplaudía por no picar, que igual serán cosas de lo de emocionarse, pero, ovacionar por no picar... y volvió Morenito con un trasteo acelerado, con trallazos destemplados, teniendo que recolocarse constantemente y rematando las series al cielo. Concluyó con esa estrategia que muchos aclaman, de meterse entre los pitones, pero que quizá no sea el ideal de un toreo supuestamente estilista.

Jiménez Fortes volvía después de muchas vicisitudes personales. Se le veía con otros modos, hasta con poso, diría yo, pero una cosa son las apariencias y otra lo que sucede ante el toro. Que hay que contar que él también puso un toro en suerte. Que resulta extraño el tener que destacar lo que debería ser la norma, pero así están las cosas. Trasteó a su primero, siempre erguido, evitando retorcimientos, por abajo, hasta asentado, pero con cierta sosería. Continuó atravesando el engaño y dando más aire que toreo, ante un animal ya parado. Muletazos recortados, sin darles profundidad, sin rematar, citando desde fuera y con esos cuartos de muletazo muy jaleados por la parroquia. Quizá la espada, dos pinchazos y un bajonazo, evitaron que los presentes pidieran la oreja. A su segundo le recibió aseadito con el capote. Mala lidia, para pasar al último tercio, iniciando con muletazos con la diestra por ambos pitones, tirando del pico y cerrando con un enganchón. Muy fuera y abusando del pico, precisamente por citar desde esa posición. Continuó encimista, lo que también se jaleaba, El de Arauz de cuando en cuando se dedicaba a escarbar y Fortes proseguía con muletazos atravesando el engaño, uno y se paraba, para terminar largando tela. Y de nuevo la espada, aunque los emocionados ya no reparaban en otra cosa que en dar rienda suelta a esa emoción. Que algunos pensarían que llevaban una feria de diez, mientras otros pensaban que, quitando los caballos, ya llevaban con esta, diez.

Adrián de Torres, de quien se dice que un día ilusionó, en sus sucesivas apariciones por Madrid dejó claro que no había muchas ilusiones que alimentar. Que seguro que tendrá tardes en las que emocione a paisanos, no paisanos y transeúntes, pero al menos con su primer manso solo pudo limitarse a ir detrás del animal a ver si cazaba un muletazo aquí, allá, más allá, recorriéndose el ruedo de lado a lado. Un borrico al que solo le faltaba la albarda y ponerse a vender peras de Roma, Melocotones de Aragón y tarritos de arrope. Quizá no era lo más conveniente el ponerse a dar derechazos y naturales, pero está visto que es complicado que un torero de hoy en día se aparte de esa rutina y opte por lidiar. Que lo mismo acabaría igual en toriles, pero al menos no habría hartado al personal viéndole detrás del toro por el ruedo. Su segundo se inutilizó después de un mantazo por los aires, por lo que tuvo que aparecer otro manso, muy manso, de Castillejo de Huebra. De primeras Adrián de Torres no pudo con él e inmediatamente tuvo que darse la vuelta y ceder terreno de espaldas a los medios. El animal, aparte de manso, flojo como para devolverlo de dónde salió. A la muleta entraba rebrincado y el espada se empeñaba en poner poses gallardas, en dar trapazos tirando de pico y aguantar las continuas caídas del toro. Multitud de muletazos, todos vacíos y sin sentido, a un animal que entraba un tanto rebrincado, pero eso no impedía que el trasteo se alargara y alargara hasta hacerse eternamente insufrible. Y así empezaba una semana, novillada aparte, en la que unos se aprietan el cinturón en espera de Dios sabe qué, otros decididos a ceder o vender su entrada los días de relumbrón, los días de estrellas del firmamento taurino, otros se resignan y siguen yendo tarde a tarde y otros no ocultan su júbilo, unas tardes porque hay despojos, otras porque los podía haber habido y así salen de la plaza deslumbrantes de entusiasmo y emocionados, repitiéndose y repitiendo el sentir de su corazón de afisionao, qué feria estamos echando.


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martes, 20 de mayo de 2025

Estos tienen madera de figuras

Quizá la primera lección, para novilleros y espadas de alternativa, sea la afición a esto, no la simple pretensión de ser figura.


Las novilladas de siempre han sido una ventana a la esperanza, a la ilusión por poder atisbar el futuro que en poco tiempo será nuestro presente. Ver a ese novillero del que un día poder decir: yo le vi presentarse en Madrid, ya vi que el chaval... Vivir esto como un pequeño o un gran descubrimiento, un pequeño tesoro que con el paso del tiempo se convertirá en mucho más que las Minas del Rey Salomón. Yo ya lo dije, este chaval tenía que dar mucho que hablar, este quería ser en esto del toro. Que oiga, también todo depende del color del cristal con que se mira. Que siempre están los que lo quieren ver todo mal ¡Nooooo! Hay que ser positivo y más con los chavales ¿Verdad que sí? Que a veces hay que hacer verdaderos esfuerzos para ver algo positivo; puede ser, pero con un poquito de empeño y buena voluntad. Aunque ya digo, también depende de la tarde, el ánimo, si el sol te da lleno, si el frío se te mete en los huesos. En la novillada del Conde de Mayalde, seguro que muchos habrán visto con tranquilidad que el futuro del negocio taurino lo tienen asegurado. Toros de vaivén, perdón, novillos, pero novillos de los modernos, no se esos que le complican la vida a los chavales, de esos que les quitan la ilusión y luego, ¿a ver qué hacemos? Que daba lo mismo que no se les pudiera picar, ¿qué más da? Que daba lo mismo que ninguno de los novilleros haya sido capaz de sujetar a uno solo de sus oponentes, que estos no echaran cuentas de los mantazos que les propinaban, que se iban sueltos a los caballos y de las mismas se marchaban del peto. Aunque no se vayan a pensar que los chavales no estaban atentos, claro que sí, allí, desde la distancia, para tener mejor perspectiva, lo divisaban todo a la perfección. Vamos, que seguro que habrán podido percatarse de que lo mejor que pueden hacer es cambiar de cuadrilla, los de a pie y los de a caballo, de la misma forma que con mejor perspectiva, el que haya estado en tendidos, gradas y andanadas se habrá quedado con la copla de que ninguno de los tres actuantes sabe manejar el capote y no solo no tienen el menor sentido de la lidia, es que por si esto fuera poco, es como si no fuera con ellos. Y en esto incluyo su colocación y colaboración con los compañeros en el segundo tercio. Que el que parea viene apurado, pues que corra más, que no van a menear un dedo por un quítame allá ese novillo. Que si se piensan que los del Conde iban devorando tiernas criaturas, nada más lejos. Que aguantaban en pie cómo mejor podían y llegado el último tercio, hasta iban con docilidad detrás del trapito. Que se caían demasiado a menudo, sí, pero es que si por eso vamos a abandonar esta bonita postura del positivismo, es que no somos ni positivos, ni nada, solo pura fachada. Que sí, que el cuarto de la tarde, después de varios desplomes se derrumbó definitivamente y no había manera de levantarlo y sin tan siquiera poder el espada ni tan siquiera cambiar el estoque simulado por el de verdad, hubo que apuntillarlo en los medios, pero eso son pequeñeces. Total, si había que despenarlo igual, ¿no? Que vale, que igual resulta un espectáculo bochornoso, que todo puede ser, pero es que si no aguantamos que a un novillo no se le puede ni tan siquiera entrar a matar, pues estamos buenos.

De los novilleros, para que se den cuenta de lo positivo de la tarde, podría resumirle lo hecho por uno de ellos y luego hacen un corta y pega y se lo aplican a los tres. Que eso tiene su mérito, así, sin ensayar, sin prepararlo, visto uno, vistos los tres. Fabio Jiménez, nulo con el capote, solo esperando llegar a la muleta, para empezar a dar trapazos con el pico, cambiar de mano según le soplaba el viento, pico con la derecha, pico con la izquierda, carreras, sin mando, siempre muy fuera y sin que falten los oportunos enganchones, que incluso hubo quién lo jaleaba. Y como he avanzado, esto puede ser un corta y pega y allá vamos, cambiando solo el nombre. El Mene, nulo con el capote, solo esperando llegar a la muleta, para empezar a dar trapazos con el pico, cambiar de mano según le soplaba el viento, pico con la derecha, pico con la izquierda, carreras, sin mando, siempre muy fuera y sin que falten los oportunos enganchones, que incluso hubo quién lo jaleaba. Y por último, Tomás Bastos, nulo con el capote, solo esperando llegar a la muleta, para empezar a dar trapazos con el pico, cambiar de mano según le soplaba el viento, pico con la derecha, pico con la izquierda, carreras, sin mando, siempre muy fuera y sin que falten los oportunos enganchones, que incluso hubo quién lo jaleaba. Y ya les digo que con estas líneas repetidas tres veces, me desvío muy poco de lo desarrollado por cada uno.

Las diferencias pueden ser la cogida en su primero de Fabio Jiménez al quedarse al descubierto por adelantar el viaje de la muleta al del novillo y el no haber llegado ni a montar la espada con el que tuvo que ser apuntillado antes de tiempo. Tomás Bastos, pues la pena es que no hizo nada que le pudiera diferenciar de sus compañeros, así de triste. Y El Mene, que venía con la aureola de figura en ciernes, pues quizá lo conviertan en figura, quién sabe, pero en nada se diferenció ni de sus compañeros de terna en esta, ni en las de otras tardes. Pero oiga, como va para figura, lo que no puede faltar es el descaro y de eso dio muestras más que suficientes, de figurón ya cuajado en esto de faltar al respeto al personal. Que mientras no pasaba nada de nada, en un instante de torpeza, el del Conde le echó la zancadilla, se fue al suelo y se vio en una situación comprometida de la que parece que no hubo consecuencias. Pues ya está, si te dan un revolcón, la oreja del ídem, del revolcón, está más que justificada, ¿no? Que hasta hubo pañuelos y todo, quizá cuarenta, cincuenta o alguno más. Evidentemente, o no tan evidente, el presidente no atendió esa raquítica demanda. Y así, porque sí, El Mene salió a saludar, bronca, y cuando parecía rectificar y meterse para dentro, su cuadrilla le dijo que para adelante y hala, a saludar. Pero lo malo es que los mismos hooligans de luces, incluido el que se tiró una vida limpiando la puntilla antes de que engancharan al toro, le dijeron que diera la vuelta. Nueva bronca, nuevo amago de no seguir y otra vez los peones le animaron a que se la pegara, que querían estirar las piernas. Bronca grande, gritos de fuera fuera, palmas de tango, siendo una de las vueltas más protestadas que se puedan recordar. Pero estas son las cosas por las que uno se convierte en figura, estas son las cosas que tienen que aprender, lo que parar un toro, lo de poderle, lo de lidiarle, lo de... tantas cosas, cosas que no importan, lo que importa es lo otro. Y visto esto, A ver quién me discute que estos tienen madera de figuras.


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lunes, 19 de mayo de 2025

Con homenajes así, sobran las ofensas

Quizá alguno esperaba imágenes añejas para conmemorar el aniversario de la Unión, pero al final todo fue una muestra de lo que hay en este tiempo, la dura actualidad que nos toca...


Conmemoración del 120 aniversario de la Unión de Criadores de Toros de Lidia, perdón, Real Unión. Y la empresa de Madrid, que para estas cosas echa el resto, que para esto de las celebraciones son un primor, si caen en la cuenta de lo que hay que celebrar, como aquel 16 de mayo que no hubo toros, porque se les pasó ¡Vaya! Pero esta fecha no se les ha pasado. Que seguro que tuvieron una reunión de “brainstorming” y allí todos pensando y pensando: ¿Y si invitamos a los fundadores? ¡Qué idea! Pero hay un problema, de hace doce década igual ya... Pues repetimos el cartel del primer aniversario; ya, pero repetir el cartel de hace 119 años, si es que hubo cartel ¡Ya está! Algo novedoso, algo que no se ha hecho nunca, pintar en el ruedo la señal de la Unión, perdón, Real Unión. Eso puede estar bien, pero falta algo, se me queda un poco cojo ¡Ya está! Ponemos los dos años uno encima de otro, el de la fundación y el de la celebración. Va a ser la sensación. Y dicho y hecho, allí que han plantado casi frente a la puerta del desolladero, perdón, de arrastre, han plantado todo lo acordado. Que al autor de la idea al menos le habrán dicho eso de “eres un crack, campeón”. Y allí que andaba un operario con las manos llenas de cal y otro con el carrito de pintar los tercios, más un señor con un cepillo perfilando las líneas.

Y para rematarlo, aunque no sea lo más importante del día, un festejo de esos “pa afisionaos”. Que igual para muchos daba el pego de primeras, pero de segundas. Lo de la Quinta, algo en lo que confían muchos y otros no tanto, sobre todo desde que se apuntan a ella los figuras, que ya es síntoma de que ahí hay algo que... Más tres espadas de los de garantías, Uceda Leal, la elegancia vestida de luces; Daniel Luque, que está a puntito, a puntito de reventarlo, desde hace... Y Emilio de Justo, al que se le valoran los cuartos de muletazos como si fueran enteros y que lleva paseando su terno de figura que le tira y aprieta como si fuera o seis tallas más grande o seis más pequeño, aunque a él no parece importarle.

Poco le importaba a Uceda que su primero se desmoronara al oler el capote, con el que tuvo que darse la vuelta para perderle terreno a la fiera que apenas podía con el aire que exhalaba. En el caballo echaba la cara arriba mientras le prometían que no le iban a hacer daño y así se evitaron el picarle. A la muleta empezó yendo medio tambaleándose el animal, se quedaba a media embestida, mientras Uceda se limitaba a dejar que le tocara el engaño y a no quedarse quieto. Y el toro más muerto que vivo, pero había que hacer que se hacía y dejar que pasara el tiempo. Y en el cuarto, pues poco parecía cambiar el panorama. Uno sin parar de bailar y el otro a ver si aguantaba en pie. Tampoco se le picó, mientras no paraba de cabecear en el peto. Vistosos ayudados por alto, con gusto, para continuar más que aseado por el pitón derecho, pero limitándose a acompañar el viaje. Por el izquierdo casi era solo dar aire al moribundo, que si se quedaba, descubría al que no tiraba de él. Siempre con la mano alta, solo faltaría, para que el de la Quinta acabara yendo con andar de acémila y él como gallardas poses. Una entera y orejita a ese ponerse bonito.

Si usted siguen a Daniel Luque según lo que dicen las crónicas, lleva en un buen momento desde... de toda la vida. Que se empeñan en convertirle en figura, pero él no parece estar de acuerdo. Como sus hermanos, ya de salida daba la sensación de no poder y Luque, pues parecía que estaba en la misma onda, la de no poder con uno que no podía, un lío. Cabeceó en el primer encuentro con la puya y en el segundo se limitó a dejarse dar mientras el de arriba barrenaba sin compasión. Mucho capotazos durante la lidia, para llegar al último tercio. Más trapazos, sin parar quieto , pico y serie apelotonada, sin poder bajar la mano, no fuera a ser que... Pasándoselo desde la lejanía, más baile, pico, trapazos al aire, enganchones, pero ahí seguía alargando el trasteo sin motivo, con una sola evidencia, que a más trapazos, más vulgaridad. Que parecía que iba a cambiar la cosa en su segundo, con dos verónicas aceptables por el izquierdo solamente. El toro solo peleaba en el peto con un pitón, le taparon la salida y en el segundo encuentro, el picador debió confundir ese primer tercio con un campeonato de dardos, a ver si atino aquí, no, allí, para que el animal acabara saliendo suelto. Lidia desordenada y vuelta a la muleta, vuelta al mismo repertorio. Trapazos al aire en los medios, la muleta atravesadísima con la izquierda, siempre fuera, muy fuera, tanto con la diestra como con la zurda. Banderazos, pico descarado y en mitad de una bronca, Luque puso en práctica lo del no quieres caldo... toma trapazos, culminando con solemne bajonazo.

Y acabamos con Emilio de Justo, que nadie ha rentabilizado nunca tanto dos estocadas como el extremeño, llegando muchos, pero muchos a considerarlo como un torero de nivel. A su primero le recibió con mantazos arrebatados y con el pasito atrás. Le costaba hasta ponerlo al caballo. El toro empezó derrotando el peto. Le taparon la salida, quite por chicuelinas movidas y se le puso a cierta distancia para una segunda vara. Primero al paso, para después arrancarse con cierta alegría, para recibir un picotazo caído. El toro no podía con su alma, pero de Justo decidió iniciar con muletazos por abajo; al suelo. Continuó por el lado de derecho, siempre muy fuera, abusando del pico de la muleta, ni esos cuartos de muletazo tan suyos, venga pico, echando al toro para afuera, recolocándose una y otra vez. Ahora a correr con la izquierda, me vuelvo a poner, a ver si de uno en uno, pero este no era tampoco el día. Su segundo fue el sobrero, también de la Quinta, que cosas de la vida, quizá era el de mejor presencia del encierro. Igual lo reservaban como sorpresa por ser el día que era, ¿no? Ya de salida se le hizo bola al espada. El animal quería por momentos mostrar pelea, pero no se le picó. Y De justo estaba dispuesto a echar la casa por la ventana. Citó de hinojos para comenzar el trasteo y aguanto trapazo y medio. En pie ya pudo continuar abusando del pico, muy exagerado, sin parar quieto un momento, a cada trapazo seguía una carrerita, muy fuera, siempre corriendo, cambiando una y otra vez de pitón sin criterio aparente. Como en su primero, no pasó de de dos pinchazos, más dos descabellos en este que cerraba plaza. Que los señores de la Unión, perdón, Real Unión, estarían encantados con el homenaje que les dispensó la empresa de Madrid, con la presencia de notables personajes de este mundo, que viendo quién estaba, igual alguno pensaría que alguien podría anunciar su vuelta a los ruedos. Pero de momento nadie ha dicho nada. Y en tal día, con la señal pintada en el ruedo, las fechas a conmemorar y el encierro mandado y el hacer de los actuantes, todavía alguna mente extraña pensaría que con homenajes así, sobran las ofensas.


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sábado, 17 de mayo de 2025

A ver si juntamos seis toros y montamos una para figuras

Al Rey de los Toreros, quién siempre veía en la Plaza de Madrid dónde enfrentarse a todo aquel que pretendiera adueñarse del cetro del toreo que él ostentó con dignidad, maestría y honestidad con la Fiesta.


Lo difícil que esta esto de encontrar toros para una corrida. Si es que es una misión casi imposible. Que miren que anuncian dos hierros, tres en un festejo de caballos y aún así, en la del “Día Internacional de la Tauromaquia”, aún hay que echar mano de otra ganadería a ver si así se juntan seis animales del gusto de... ¿Del gusto de quién? Que ya no es que te anuncien dos hierros y tú, que eres un ingenuo, te imagines que vas a ver tres y tres, así, a lo desafío, es que la cosa va de anunciar esos hierros y luego ya veremos cómo lo apañamos para que seis pasen el reconocimiento. Que sea cómo sea, que no se nos olvide que al menos tienen que pasar cuatro de las casas anunciadas, porque si no, si solo son tres, la empresa tendrá que devolver el importe de la entrada a quién así lo desee. Que ahora les hacen la tres catorce a los que pasan por taquilla, pero como solo cambian dos, pues no pasa nada ¡Qué cucos! ¿Verdad? Cucos o... ustedes mismos, pongan calificativos, que seguro que coincidimos si no en estos, sí en las intenciones. Que oiga, ya puestos, ¿por qué no dicen que van a salir seis toros y ya está? O ni eso, aunque... No se lo van a creer. Que esto de alguna manera ya se hace. Que me acuerdo yo de eso de “Ganaderías de la CAM”, que no hace tanto, era como se anunciaban los toros para este pasado 4 de mayo. Pero que esto va más allá aún. Parece, dicen las malas lenguas, que la noche previa al festejo los camiones llegaban de las fincas a las Ventas como si fuera la operación cruzar el estrecho en verano ¡Un tránsito! Que si ponen un peaje para camiones en la Avenida de los Toreros de Madrid, ya tendríamos pagado el primer plazo de las obras de la plaza y la fianza para soterrar la M30 en el cruce con Alcalá. Pero, ¿cuándo pasan estas cosas? Pues muy fácil, echen cuentas, echen una miradita a los actuantes y... blanco y en botella... horchata Chufi. Porque parce que ni el Puerto de San Lorenzo, ni la Ventana del Puerto tenían seis toros para Madrid y había que completar el encierro con dos de Victoriano del Río. Que menos mal que tenía dos y no ha habido que tirar también de Toros de Cortés. Pues eso, en la dehesa charra no había para un festejo. Eso sí, no les extrañe si en cualquier momento de la temporada vemos anunciarse una completa de cualquiera de estos dos hierros. A ver si la cosa es que no había toros del gusto y del agrado de... vuelvan a mirar en el cartel los actuantes.

Los actuantes que eran José maría Manzanares, Fernando Adrián y Pablo Aguado. De manzanares se podrían decir muchas cosas y seguro que todas buenas, aunque puede que ajenas a su labor en los ruedos. Ya lleva tiempo en ese punto en el que parece costarle el estar delante de un toro. Que no es cuestión de que esté ausente, es que no está, no atina ni a trapacear poniendo las posturas de siempre. Que le sale un novillote adelantado y no puede con él, que de inmediato tiene que cederle pasos reculando de espaldas a los medios. El del Puerto no parecía andar sobrado de fuerzas, se le picó poco, le empezaba a costar lo de andar de aquí para allá. Trapazos bailones con la muleta, el animal situándose para ver dónde estaban las tablas, para proseguir con trapazos venajistas con el pico, lejanos, perfilero y a ver por dónde sigo sacudiendo la tela. Un espadazo según le venía de repente y a seguir. Su segundo peleó con fijeza en el caballo, dónde le dieron a base de bien, barrenándole. Se dolió d los palos y a continuar la letanía de trapazos como en en el primero, sin nada para recordar, si acaso, como desde hace tiempo, que Manzanares no está ya para ciertas cosas y que por mucho que le busquen y rebusquen en las fincas, igual es que no existe lo que pretende torear.

Fernando Adrián, ese triunfador eterno allá por dónde vaya, que enciende a los públicos con ese efectismo vacío que al fin no dice nada y que solo le sirve para acumular despojos, lo que no está mal, aunque parece que esto tampoco le reporta poder elegir carteles y ganaderías. A su primero le recibió con mantazos de todas clases, que lo mismo da una verónica, que una chicuelina, que te sacude las mantas del invierno para guardarlas en verano. Sin sujetarlo durante la lidia, no picaron, ni tan siquiera regañaron al segundo y último del Puerto. Que descarado resultó el no picar, que aún pidiendo el cambio con dos entradas, el presidente obligó a una tercera, aunque tampoco es que... Luego vinieron los telonazos, culerinas, trapaceo con el pico, muletazos enganchados, pico y más pico, para seguir con ese encimismo que provoca el júbilo de las almas cándidas, sin importar que el animal bese el suelo en mitad de esta rocambolesca sarta de trapazos. El quinto fue el toro de la tarde, un cornalón de Victoriano del Río al que en el caballo le hicieron la carioca mientras empujaba y le picaban trasero. Y ahora sí que sí, había que ir a por la carga de despojos. De rodillas y no aguantó, porque el toro no lo permitió, pero daba lo mismo, el personal ya estaba de su parte, trapazos a mansalva a un toro que entraba una y otra vez al engaño y al salir se volvía buscándolo de nuevo para cogerlo, Muletazos en línea, redondos desde muy fuera y tirando con el pico, sin atravesar la muleta, pero tan en la pala se colocaba, que había de meter necesariamente el pico. Que ya parecía tocar el despojo que con una culerina y unas bernadinas estaba hecho, pero esa espada salvó de un nuevo bochorno a la plaza de Madrid. Este toro no tuvo la suerte de otro reciente, otro buen toro, pero a este nadie tuvo el detalle de ponerlo una tercera vez al caballo, ni la tentación de lucirlo, porque lo único que importaba eran los números de despojos. Hubo quién hasta pidió la vuelta al ruedo, pero, ¿dónde vas? Que mejor forma de desprestigiar lo hecho por un toro, un buen toro, que darle una vuelta al ruedo que le habría quedado grande. Dejémoslo ahí, un buen toro en el último tercio que no supieron o no quisieron lucir.

El tercero era Pablo Aguado. Al que le tocó el primero de Victoriano del Río, un cornalón exagerado, pero que gustó a los que le ovacionaron de salida, a pesar de que el resto no le acompañaba. Pasó por el caballo como el que pasa por ahí, sin castigo. Y el hispalense debía venir con ganas y con ganas de ofrecer algo vistoso y lo que mejor se le ocurrió es dar un molinete por las buenas. Que no digo yo que en ocasiones no sea un recurso para alegrar al toro, pero así, sin anestesia, sonó raro. Y después, pues a meter el pico en la lejanía, sin importarle que el animal no pudiera con esa exagerada cornamenta. Más trapazos con la muleta atravesada, ahora un banderazo por alto un kikiriki, pero con una sosería poco soportable. Perfilero, acompañando ese caminar mortecino del animal, que unos dirán que qué lento torea, pero claro, si a eso se le puede llamar torear. Y venga muletazos, pero con algo que nadie puede negar, ¡qué bonito aburre! Al sexto, el otro de la Ventana del Puerto, le maltrataron durante la lidia, llegando más allá de la segunda raya, pero con el caballo empujando al toro y no al revés. Y de premio, la vara enganchada al morrillo, que el animal paseó unos metros por la arena. Unas chicuelinas bien bailadas para ver si aquello cogía vuelo, para proseguir con la muleta con ese repertorio de aburrimiento elegantemente natural. Que con lo que costó juntar seis toros para homenajear al Rey de los Toreros en el 105º Aniversario de la tragedia de Talavera, el resultado no hizo honor al recordado, como todos los años, mientras lo permita la empresa, y que quizá algunos habrían esperado que al menos se hubiera dado una corrida de toros y no un mercadillo de saldos, del pague un mochuelo y llévese dos. Pero la consigna debió ser esa de a ver si juntamos seis toros y montamos una para figuras.


Enlace programa Tendido de Sol Hablemos de Toros:

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