Parece claro que en la tauromaquia, en esa carrera incesante hacia la simplificación, vamos a toda prisa hacia la complejidad y el absurdo. Después de un comentario de Óscar en la última entrada y a propósito de las aportaciones de los señores presidentes en cuanto a número límite de estocadas o de descabellos, uno se ha puesto a pensar en posibles nuevas modificaciones para “mejorar” la Fiesta. La verdad es que todo se simplificaría bastante. Pongámonos en la faena de muleta; si establecemos una escala de 50 pases, saludos desde el tercio; 75, vuelta al ruedo; 100, oreja; 150, dos orejas; 200, indulto y a partir de ahí, léanse el prospecto o consulten a su médico, pues puede ser peligroso. Cuantificando así las faenas, la gente podría prestar más atención al bocata, al cubata, a la charla del acompañante o a la sonrisa de las jovencitas del tendido.
Que nadie me acuse de usurpar el sitio a Juan Medina en el Escalafón del aficionado, porque aunque parezca lo contrario, él no echa mano de la numerología, él hace hablar a los números. Lo que aquí se propone es mucho más simplón. Si nos centramos en eso de las estocadas y los descabellos limitados, puede que nos encontremos con la paradoja de que a un señor espada le den los tres avisos y que a lo sumo haya pinchado tres veces y que no haya podido usar el verduguillo. ¡Qué barbaridad! Dirán algunos, pero si se entretienen en hacer una llamadita a Israel Téllez, quizás éste les pueda explicar su caso la pasada temporada en la plaza de Sevilla. Y ¿qué hacemos cuando un matador decide no matar a su oponente? ¿Le mandamos unas flores?
Yo sinceramente no creo que haya que limitar nada en este sentido, quizás bastaría con que todos los que tienen derecho a lucir el oro en sus vestidos, volvieran a sentir el orgullo de ser matadores de toros o novillos y no conformarse con ser “figuras del toreo”. Hemos pasado del blanco al negro en un abrir y cerrar de ojos. De aquellos que deseaban que les tragara la tierra cuando le echaban un toro al corral a estos que se ponen a despotricar contra el toro, como si él fuera el culpable de todo, como si no hubiera cumplido con su sagrado deber de ir detrás del trapito, aunque el encargado de moverlo no sepa ni por donde se agarra. Cosas de la modernidad.
Los números no casan del todo con la Fiesta, pero hay uno que la acerca a la perfección; el número mágico por excelencia, el que nos lleva a las puertas del cielo, tanto a creyentes como a aficionados; el número tres. Así de fácil, tres tercios, tres varas, tres pares de banderillas y el infierno de la deshonra y la pena de los tres avisos. Tres intentos para que el toro vaya al caballo antes de cambiar los terrenos o de ser fogueado, tres pasadas para que le corra el turno al banderillero, por lo general tres matadores, tres peones. Siempre el tres, para lo bueno y lo menos bueno. Pero a partir de ahí, poco más hay que contar, si acaso el tiempo de la faena y de eso se ocupa el señor que habita en el palco. ¿Para qué nos vamos a complicar más? Cuando hace falta dar tantas vueltas, es que algo no cuadra bien. Si limitamos el número de veces que se puede entrar a matar, ¿esto no supone evitarle el bochorno a aquel que con el capote y la muleta no supo preparar al toro para el momento que justifica todo esto? ¿No abriríamos definitivamente la puerta a los toreadores y se la cerraríamos a los matadores de toros? No voy a ser yo el que defienda que al toro le dejen como un acerico, pero esto también es una señal para indicarle al “maestro” la puerta de salida.
Podemos darle a esto las vueltas que queramos, puyas de diferentes tallas, la suerte de varas cronometrada y midiendo los kilopondios que desarrolla el toro al empujar, la velocidad media del galope en banderillas, el número de arrancadas en la muleta, la curvatura del arco que debería describir en la embestida, el grado de torsión del espada de turno, la duración de la faena, el número de entradas a matar y la desviación de la línea recta en la ejecución de la suerte suprema o lo que es lo mismo, cuanto se sale al hacer la cruz, los descabellos, los fallos del puntillero, el número exacto en el escrutinio de pañuelos orejeros, los decibelios del personal al berrearle al oído al señor presidente y la longitud del bocata y litros de cubata que un ser humano es capaz de engullir en una “feliz” tarde de toros. Números, cifras, guarismos, ecuaciones, incógnitas, integrales y logaritmos, pero al final todo se reduce a tres tercios, tres puyazos, tres pares de banderillas y la estocada por derecho. Y si todo esto se cumple, al final el toro tendrá que acabar respondiendo a estas exigencias y será la Fiesta la gran beneficiada de la seriedad y rigor en la repetición del número tres.
PD: Mis felicitaciones a Taurodelta por haber conseguido los méritos suficientes para convertirse casi en el único candidato posible para gestionar la Plaza de Madrid; pero de eso hablaremos más adelante, antes uno tiene que asimilar el pliego publicado ayer.
Que nadie me acuse de usurpar el sitio a Juan Medina en el Escalafón del aficionado, porque aunque parezca lo contrario, él no echa mano de la numerología, él hace hablar a los números. Lo que aquí se propone es mucho más simplón. Si nos centramos en eso de las estocadas y los descabellos limitados, puede que nos encontremos con la paradoja de que a un señor espada le den los tres avisos y que a lo sumo haya pinchado tres veces y que no haya podido usar el verduguillo. ¡Qué barbaridad! Dirán algunos, pero si se entretienen en hacer una llamadita a Israel Téllez, quizás éste les pueda explicar su caso la pasada temporada en la plaza de Sevilla. Y ¿qué hacemos cuando un matador decide no matar a su oponente? ¿Le mandamos unas flores?
Yo sinceramente no creo que haya que limitar nada en este sentido, quizás bastaría con que todos los que tienen derecho a lucir el oro en sus vestidos, volvieran a sentir el orgullo de ser matadores de toros o novillos y no conformarse con ser “figuras del toreo”. Hemos pasado del blanco al negro en un abrir y cerrar de ojos. De aquellos que deseaban que les tragara la tierra cuando le echaban un toro al corral a estos que se ponen a despotricar contra el toro, como si él fuera el culpable de todo, como si no hubiera cumplido con su sagrado deber de ir detrás del trapito, aunque el encargado de moverlo no sepa ni por donde se agarra. Cosas de la modernidad.
Los números no casan del todo con la Fiesta, pero hay uno que la acerca a la perfección; el número mágico por excelencia, el que nos lleva a las puertas del cielo, tanto a creyentes como a aficionados; el número tres. Así de fácil, tres tercios, tres varas, tres pares de banderillas y el infierno de la deshonra y la pena de los tres avisos. Tres intentos para que el toro vaya al caballo antes de cambiar los terrenos o de ser fogueado, tres pasadas para que le corra el turno al banderillero, por lo general tres matadores, tres peones. Siempre el tres, para lo bueno y lo menos bueno. Pero a partir de ahí, poco más hay que contar, si acaso el tiempo de la faena y de eso se ocupa el señor que habita en el palco. ¿Para qué nos vamos a complicar más? Cuando hace falta dar tantas vueltas, es que algo no cuadra bien. Si limitamos el número de veces que se puede entrar a matar, ¿esto no supone evitarle el bochorno a aquel que con el capote y la muleta no supo preparar al toro para el momento que justifica todo esto? ¿No abriríamos definitivamente la puerta a los toreadores y se la cerraríamos a los matadores de toros? No voy a ser yo el que defienda que al toro le dejen como un acerico, pero esto también es una señal para indicarle al “maestro” la puerta de salida.
Podemos darle a esto las vueltas que queramos, puyas de diferentes tallas, la suerte de varas cronometrada y midiendo los kilopondios que desarrolla el toro al empujar, la velocidad media del galope en banderillas, el número de arrancadas en la muleta, la curvatura del arco que debería describir en la embestida, el grado de torsión del espada de turno, la duración de la faena, el número de entradas a matar y la desviación de la línea recta en la ejecución de la suerte suprema o lo que es lo mismo, cuanto se sale al hacer la cruz, los descabellos, los fallos del puntillero, el número exacto en el escrutinio de pañuelos orejeros, los decibelios del personal al berrearle al oído al señor presidente y la longitud del bocata y litros de cubata que un ser humano es capaz de engullir en una “feliz” tarde de toros. Números, cifras, guarismos, ecuaciones, incógnitas, integrales y logaritmos, pero al final todo se reduce a tres tercios, tres puyazos, tres pares de banderillas y la estocada por derecho. Y si todo esto se cumple, al final el toro tendrá que acabar respondiendo a estas exigencias y será la Fiesta la gran beneficiada de la seriedad y rigor en la repetición del número tres.
PD: Mis felicitaciones a Taurodelta por haber conseguido los méritos suficientes para convertirse casi en el único candidato posible para gestionar la Plaza de Madrid; pero de eso hablaremos más adelante, antes uno tiene que asimilar el pliego publicado ayer.
26 comentarios:
Aplícate Enrique, aplícate... quizás descubras el "algoritmo del triunfo perpetuo" y te forras... Así que coge la calculadora y... ¡ponte a trabajar!
Cada día estás más raro Enrique.
Dices unas cosas que ni el mismísimo Manzanares sabe.
Estoy seguro que si lee esto se queda loco.
Déjate de chorradas y preocúpate de buscar toros que quepan en la muleta y a disfrutar del empaque.
Me despido con una pregunta.
¿Qué coño es la suerte de varas?
GRACIAS!
PD:Me marcho a ver en dvd la conferencia de Rivera Ordóñez sobre el toreo.
Enrique:
En Molés TV se dedican a contar los pases de muleta. Al terminar algunas faenas exclaman alborozados: "¡¡Le ha dado 59 pases!!" Es como si se dijera que Goya dio 3.758 pinceladas para terminar Los fusilamientos del 2 de mayo. Los cogía D. Francisco y los fusilaba...
Un saludo del ventrilocuo de los números taurinos.
Xavier:
Bien pensado, creo que se me nota que soy de letras puras, por eso mis complicaciones para los números. Más allá del tres me pierdo.
Un saludo
Iván:
Como dirían en el programa favorito de mis hijos: "Tú también te has dado cuenta, ¿verdad?" No sé si son las pastillas que me tomo o las que me he dejado de tomar, pero ya ves, en ocasiones... veo toros.
¿La suerte de varas? Pues que tiran una moneda al aire y si cae cara no pican al toro y si cae cruz, tampoco pican al toro.
Un saludo
Juan:
Pero ¿no te has dado cuenta que lo bueno del arte son los metros de tela, los kilos de pintura, los pinceles rotos y el número de pinceladas? En el Prado, en las Meninas, siempre hay un montón de guiris gritando: siticintos cuarrintaitges. Y luego todos aplauden.
Parece mentira. Y serás de los que esperan que el arte sea bello. Hasta ahí podíamos llegar.
Un saludo
¡Ay Enrique! Me da la impresión de que has estado visitando la finquita esa donde las monísimas señoritas vestidas de blanco te sirven en una bandejita unas bolitas de colores distintos, a horas fijas y que no se quitan de tu vera hasta que te las has tragado todas...
Tu lo has dicho: "No sé si son las pastillas que me tomo o las que me he dejado de tomar..."
Ya deja eso... Y coge la calculadora, ¡que te haces rico!
Enrique:
Como ya te he comentado en varias ocasiones, cada vez entiendo menos lo que está pasando, y en esta ocasión tampoco voy a opinar, (prefiero quedarme a la sombra) simplemente felicitarte por la entrada dado a que haces que nosotros hagamos una gran reflexión de todo lo que está pasando….
Y es que se están complicando tanto las cosas que poder escribir una opinión se me hace tarea difícil.
Un saludo.
Xavier:
Las otras pastis ya no me hacían nada, así que me las han cambiado. Dicen que voy a ser más feliz. ¡Paz y amor!
Yo cogería la calculadora, pero ¿quién me paga el curso de formación? Son muchas teclas para saberlas usar todas.
Un saludo psicodélico
Diego:
Que verdad es que esto cada vez se entiende peor y si se llega a atisbar algo de o que piensan hacer con la Fiesta, el panorama no es nada prometedor. Lo que dudo es que tú no tengas nada que decir, otra cosa es que prefieras taparte, pero criterio tienes ¿o no? jejeje.
Un saludo
Enrique:
Bueno, no se….casi prefiero taparme y no opinar, mantenerme al margen y de momento disfrutar de las entradas tuyas como las del resto de compañeros…. ¿criterio? Bueno, depende….
Un saludo.
Diego:
Ya te digo yo que sí y el que quiera comprobarlo, que escuche mañana Radio Morata desde las 20:30 en Vivir los Toros.
Un saludo
Enrique:
No, mañana no, aún no ha empezado el nuevo programa, pero donde si me podéis escuchar es el jueves a las 10:30 de la mañana en radio Morata, que Cristina Sánchez, (la torera no) me realizara una entrevista donde la contare como han ido las conferencias de la semana pasada y hablare un poco del nuevo programa, con lo cual no te lo pierdas Enrique.
Un saludo
Enrique, a propósito de los números, voy a comentar un par de cosas.
Primero, se debería tener en cuenta el número de veces que un toro entra al caballo. En Madrid deberían entrar un mínimo de tres veces al caballo, por supuesto sin las sangrías que solemos ver. De paso, abogo porque los picadores los pusiera la empresa, es decir, que no tuvieran que ver absolutamente nada con el matador, así no seguirían sus órdenes (ya sabes, el “dale, dale” en vez del “vale, vale”).
De otro lado, torear significa hacer ir al toro por donde no quiere ir. Significa quebrantar al toro en cada muletazo para que se venga abajo y te esté pidiendo la muerte. Obviamente, un mayor número de muletazos significa que no ha habido toreo auténtico porque, como dijo Domingo Ortega, “si a un toro bravo le pegas veinte muletazos en condiciones, indefectiblemente te pide la muerte”. Eso hablando del toro de antaño, un toro con mucho más motor que los que vemos actualmente en las plazas, esos que no aguantan que les bajen la mano y a los que frecuentemente vemos rodar por el suelo incluso antes de entrar al caballo.
Recuerdo una entrevista al matador francés Román Pérez, que criticaba al tendido siete de Las Ventas. Decía que es insoportable ver una corrida al lado de ellos y que incluso te contaban los muletazos (trapazos en su caso). Al poco tiempo, aún de novillero, aparece acartelado. Claro, la gente con la escopeta cargada, aún recuerdo voces diciendo: “53…57”.
Saludos Enrique y a ver si entras en el nuevo pliego de Las Ventas.
J. Carlos
Diego:
Intentaremos estar a la escucha.
Un saludo
J. Carlos:
Pobre torerillo. Delata su juventud al no recordar como le contaban los trapazos a Dámaso González. Y es que los números no suelen ser buenos amigos del toreo. A mí todavía me espanta oír lo más de cien pases de Morante en Bilbao. Si pasan de 20 o 30 y el toro sigue embistiendo, algo falla. Esa es la prueba del algodón.
Lo del pliego lo tengo ahí, como el que tiene un lobo en casa. Da miedo entrarle, pero le entraremos.
Un saludo
Molés dio el número de pases de Manzanares con Arrojado, yo admiro a este señor, porque yo lo he intentado con faenas de Ponce y El Juli y me pierdo con tanto número.
En la tauromaquia del siglo XXI se ha cambiado cantidad por calidad. Como bien apuntas el número tres se acerca a la perfección, pero no creo que a los taurinos les guste mucho.
P.D. Iván pásame el vídeo de Rivera Ordóñez sobre el (des)toreo, porque ahora se torea mejor que nunca y yo todavía no me he enterado.
Saludos.
Isa:
Perdona la confianza, pero eres un poco masoca. Contar los pases a Ponce o El Juli y ver una conferencia de Rivera Ordóñez. Lo siguiente es que te hagas del Aleti, como ya lo somos alguno.
La verdad es que sí que hay un afán por contabilizar todo, número de pases, carreras, metros, saltos. Pero son muy pocos los que se dan cuenta de la trampa de esos números. Muchos pases es igual a poco toreo y si hay poco toreo, no hay torero. Pero ellos siguen a lo suyo.
Isa muchas gracias por los comentarios que dedicas en Twitter a mis escritos. Lo malo es que no sé como darte las gracias en ese medio, pero bueno, aprovecho y te las doy ahora.
Un saludo
Los americanos cuando necesitaron un idioma,se limitaron a estropear el inglés.
Cuando se quiere desbaratar algo y no hay bases sólidas para hacerlo ,se pasa a "enmerdar" el asunto con disquisiciones,análisis estudios y demás monsergas,culminandolo todo con la creación de una Comisión ,que todos sabemos para lo que sirven las Comisiones.
Que lo hagan los políticos y los vendedores de de maquinillas de afeitar ,(ojo,nada que ver con el afeitado taurino),¡anda!,pero lo del toro es mucho más sencillo,más simple y está al alcance de casi todas las molleras.
Tú lo especificas a la perfección con el número mágico, que en tauromaquia es el tres como recitaba la gran Gabriela Ortega:"Uno dos y tres,Tres banderilleros en el redondel".
Con el número tres en cuanto a su arquitectura y el TORO como cimiento,sobran todos esos papafritas ,que al dictado del maligno, quieren acabar si no lo han hecho ya ,con la autenticidad de nuestra Fiesta.
He estado hoy observando largo rato una fotografía de Antonio Ordóñez dando un natural con la mano izquierda, y me ha servido mucho más que dos tomos de muchas páginas;uno para explicarme qué es torear y sobre todo,otro para decirme lo que es el destoreo moderno.
Las cosas verdaderamente grandes son mucho más simples de lo que nos quieren contar los que viven de eso:de contar,o sea del cuento.
Como dijo un político extrañamente lúcido cuando empezaron a querer hacer cambios en la Feria de Sevilla:Dejemos a la rosa tal cual es.
Se dediquen pués, éstos inventores de la nada, a arreglar y adecentar sus casas y sus mentes que trabajo tienen y propiciemos la salida del TORO con lo cual desaparecerían muchas de los inventos del profesor Franz de Copenhague......y más de un figura.
Perdón por llegar tan tarde, eres un jodido genio, maravilloso post, me fascina tu contundencia detrás de la ironía.
franmartin:
Hace tiempo, cuando empecé en este blog, en la primera entrada hablaba de lo sencillo que es esto, lo que no quiere decir que sea fácil de hacer y comprender, pero lo que se exige y lo que se espera es muy sencillo, pero como bien apuntas, son muchos los que tiran del cuento.
Un saludo
Costillares:
Muchas gracias, la verdad es que me quedo abrumado y más viniendo estas palabras de quien vienen.
Un saludo
Enrique, qué más aportar?
Sólo deciros que estoy anclado en la página 33 de un libro (supongo que para muchos será propaganda antitaurina) titulado "Paseíllo por el planeta de los toros" de un tal Díaz-Cañabate. Otro iluso más, como tanto otros, que pensaban que esto era para emocionarse (desde la belleza accesoria que acompaña a los toreros - ya entonces no todos eran matadores de toros- hasata el miedo que te ahoga y te solapa a la almohadilla).
Hoy, como antaño, unos cuantos descerebrados seguimos pensando que sin verdad esto no tiene razón de ser. Si llevamos más de 100-200 años con esta duda y aún no hemos palmado significará entonces que sí se defiende una fiesta estética y pinturera, pero que los que entendemos esto como algo íntegro y cabal somos más de lo que ellos piensan.
Gran entrada, Enrique, gracias por acordarte del comentario.
Esperando tu opinión del pliego estamos.
Salud y suerte
Óscar:
Pues casi mejor que no acabes el libro y que te creas que esto un día fue grande. Aunque grande sigue siendo, porque a pesar de lo que se empeñan en hundirlo, ahí sigue. Y puede que sea precisamente por esos chalados de que hablas, los que no permiten una degeneración fulminante.
Gracias a ti por el comentario. El pliego lo estoy digiriendo.
Un saludo
Enrique otra vez de diez eres un puto crack ,perdon el puto amo.no cambies
rizos
Rizos:
Muchas gracias y estás perdonado, faltaría más.
Un saludo
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