Puestos a eliminar, no se sabe, ni sabemos dónde está el límite |
Es ya demasiado habitual el leer en los programas de mano,
en el historial de las ganaderías o en las reseñas de la UCTL esa frase tan
simple y tan dañina de “se eliminó todo lo anterior”, para a partir de ahí
contarnos cómo y en qué momento el mercantilismo se adueñó de esa vacada. Que
uno asociaba nombres como Albaserrada, Aleas, Atanasio, Gamero Cívico, Conde de
la Corte y un largo etcétera, a glorias pasadas, a la casta y bravura del toro
de lidia y, por supuesto, a toreros de una pieza que sin volver la cara,
acababan erigiéndose en triunfadores y conquistadores de la fama ante el toro. Ese
se eliminó todo lo anterior es tirar por el camino de la simplificación y a ver
si con un poquito de suerte la ganadería la convertimos en una pequeña o gran
factoría de productos, sin aspirar a más que a ser meros colaboradores del
“importante”, el torero; y ya, si es que el coletudo de turno lo tiene a bien,
soñar con el indulto. Y digo si el coletudo lo tiene a bien, porque a los toros
ya no se les indulta por sus méritos en el caballo, en la lidia durante los
tres tercios; ahora todo depende de que el señor de turno se haya levantado
inspirado y tenga a bien jugar al pasimisí, pasimisá con el animalito que tiene
la obligación de seguir el trapito rojo con educación, buen gusto, decencia y
formalidad, mucha formalidad. ¡aaah! Y ritmo, que no se nos olvide lo del
ritmo.
Pero siendo grave esta simplificación, este se elimina todo
lo anterior no se detiene solo en la cabaña brava, este fenómeno se ha
extendido a toda la fiesta de los toros. Empecemos por los que organizan los
festejos, los empresarios, que sin olvidar la máxima de la rentabilidad,
también eliminaron todo lo anterior, especialmente ese mínimo de afición que
debe mover a cualquiera que se meta en eso de montar corridas de toros y
novillos. La falta de afición les impide estar al tanto de cómo marchan
vacadas, matadores, novilleros y de lo que el aficionado de cada plaza demanda.
En la actualidad, y desde hace ya tiempo, se limitan a un corta y pega de lo
que se anunció otros años y en otras plazas, permitiendo que se abran carteles
solo si el que quiere hacer el paseíllo “subvenciona” su presencia, si se
acomoda a lo que se le vaya a pagar o si viene de la mano de una casa con mando
y más si eso permite entrar en el mercadeo de intercambio de favores; yo pongo
al tuyo, tú pones al mío y aquel pone a los de los dos. Así funciona esto. Que
ya te anuncian con semanas y meses de antelación a fulanito y menganito, que no
faltan ni en los cumpleaños del Burger King. Y lo que es peor, el aficionado ha
entrado en esa dinámica y ya quiere saber quien irá a Madrid en Septiembre,
cuándo apenas acabó mayo, sin importarle si ese que apuntó algo pudiera repetir
al domingo siguiente. Ya está asumido eso de mirar a lo lejos y no a lo que
tenemos delante.
Pero si hay un aspecto en el que se elimina todo lo anterior
resulta más ofensivo, este es el de la torería, con el irrenunciable apoyo de
la prensa y voceros del movimiento. Que no solo pretenden eliminar lo anterior,
que ya está más que eliminado, sino que pretenden que los que un día vimos
aquello, que lo olvidemos, quieren una lobotomía taurina que haga que se nos
borre cualquier posible recuerdo que permita comparar a unos con otros. Y a continuación,
cuando ya no haya nada con que comparar, presentar ese argumento de categoría,
ese concepto sobre el que todo coletudo del momento justifica el estar ahí, el
“baja tú”. Lo último, al espectador se le exige que haga lo mismo o mejor, que
el actuante que cobra por ello. En este se elimina todo lo anterior se ha
eliminado el concepto de lidia, el manejar el capote, el saber ver a los toros,
el poder con ellos, el limar los defectos, el llevarle por dónde no quiere, el
mando, en definitiva, el torear. Y ya me dirán, si en el toreo eliminamos el
toreo, ¿qué nos queda? Pues eso, lo que tenemos ahora. Y desde el tendido las
plumas y micrófonos que se arrastran como procesionarias buscando coartadas a
ese esperpento que ahora, todos muy finos, llaman tauromaquia. Hasta en eso se
ha eliminado todo lo anterior, que lo que antes era toreo, los toros, ahora
solo es tauromaquia ¡Ay señor!
Que al final va a resultar que nos pensábamos que el mal
solo había llegado a las ganaderías que dejaron de serlo para convertirse en un
negocio rentable y también ha llegado a esos coletudos que dejaron de ser
matadores para convertirse en artistas que se ponen a expresar a base de
componer y que aspiran a ser figuras. O los señores empresarios, que además de
ser propietarios de factorías, gestores de trayectorias de toreros e ingenieros
de economías rácanas y miserables, ya son productores artísticos, sin necesidad
de afición a nada que no sea el billete grande y abundante. Y es que si nos
paramos un momento, los aficionados al final caemos en la cuenta que igual que
leemos en los programas de mano en la reseña de las ganaderías, también en el
toreo, en los toros, se eliminó todo lo anterior.
3 comentarios:
Que verdade tao triste..
Bato-me contra isso ha mais de 35 anos...chamam-me doido ����
Depois d 35 anos repetindo isto é a chamarem -me louco.. e com desagrado que vou confirmando o fim da festa..Deus nos ajude
Luis:
Así es, que Él nos ayude, a ver si esto frena en algún momento y a partir de ahí que repunte, pero...
Un abrazo
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