Siempre habrá que agradecer que un día alguien creyó oportuno el llevarnos a los toros, una y cien veces |
Agradezcamos a las sesudas mentes de la ONU su preocupación
por la infancia hispana o quizá mejor debería decir por la infancia ibérica,
aunque así puede que excluya a parte de la infancia gala y americana, con las
dudas que esto plantea, pues puede ser que esas infancias puedan sentirse
excluidas y discriminadas de las preocupaciones de las mentes pensantes de la
ONU. ¿No les parece un lío? No he hecho más que empezar y ya me he perdido. A
ver si esto va a ser para minar la trascendencia de la nueva medalla de las
Bellas Artes. Que igual lo señores ONUdios se han visto ninguneados por esa
medallita a don Julián López Escobar y en represalia nos salen por estas de los
niños, las corridas de toros y lo dañino de los bocadillos de chorizo para
merendar, en detrimento de una ensalada de quinoa con pipas de girasol, brotes
de canguingos y rebrotes de aire. Pero claro, ¿qué niño pueden estar jugando y
corriendo con una ensalada en una mano y la tizona del Cid en la otra? ¡Aaaaah!
Que ahora no va así la cosa, que ahora no corren y para picar en la ensaladita
les vale pulsar la pausa.
Lo que han cambiado las cosas, tanto que algunos nos
perdemos casi tanto cómo con el asunto de las medallitas y los méritos
obtenidos para que a uno se la den. Uno que siempre había pensado que esto de
los toros tenía un aspecto educativo, que tenía unos valores que los mayores
intentaban inculcar a los niños para la vida y ahora resulta que no. Pero que
no digo yo que los señores ONUdios no tengan razón y no se sepan lo que se
hacen, pero… Porque a ver cómo me explican a mí cómo se le enseña a un crío
algo en principio tan contradictorio como es el que a un señor, en este caso un
torero, hay que reconocerle el enorme mérito de enfrentarse voluntariamente a
la muerte, con todo lo que esto conlleva, sin desear, sin tan siquiera querer
imaginar, no solo que esta llegue, sino que se evite el más mínimo percance;
pero claro, esto bajo la premisa de la exigencia y el respeto a su oponente, el
toro, que es quién tiene entre sus pitones la gloria o la muerte y al que no se
toma cómo enemigo. Dirán que vaya lío, ¿no? Pues no quieran ni pensar en lo de
las medallitas de las Bellas Artes.
A ver cómo se les enseña a los niños que la vida es vivir y
morir, que la vida es gloria y fracaso y que este puede implicar censura,
crítica, pero siempre el respeto a quién se enfrenta a esta circunstancia con
gallardía, nobleza, verdad y miedo, un miedo absoluto, que se vence con
afición, con amor al toro, ¿qué cosas? Y a ese rito que un día aprendieron de
sus mayores. A ver cómo se le puede educar a un niño en eso de enfrentarse a
una dificultad con verdad, dando en cada embestida la opción de ser cogido,
pero al mismo tiempo salvándola a fuerza de experiencia, conocimientos y el saber
que fueron acumulando generaciones de toreros, ganaderos y aficionados. Que no
digo yo que no haya un tutorial en youtube que explique todo esto, porque ya
hay tutoriales hasta para quitarse las legañas de buena mañana, pero permítanme
algunas reservas.
Que igual resulta fácil de enseñar eso del respeto a la
experiencia, el reconocimiento absoluto a la antigüedad de los mayores, los que
antes se iniciaron en este camino y que en su momento, hasta ceden paso, le dan
la alternativa a los jóvenes que vienen detrás, admitiendo que un día serán los
que les aparten del camino. Eso ocurre con los matadores, que puede ser que
cedan los trastos al chaval que un día les mostrará la salida, igual que los
aficionados, los padres o los abuelos, ceden un día su puesto a los que les
seguirán, los que puede que les superen en saber, aunque es complicado que se
dé el caso, haciéndoles sentir ese inmenso orgullo de haber sabido y podido
transmitir el amor al sacramento del toreo. Verán cómo sus pupilos caminarán
solos y con solvencia por el ruedo o los tendidos, aportando su óbolo a
mantener viva su pasión. Pero hasta en esto, cómo en la vida, aparece esa
contradicción del que parece ya valerse por si mismo y de repente, cuanto más
profundiza en el toreo, en la vida, más echa de menos a sus maestros, más
necesidad tienen de saber qué habrían hecho, que habrían dicho ellos, cómo lo
habrían visto y cómo lo habrían contado. Que ya digo que habrá tutoriales
magníficos que puedan enseñar todo esto y hasta con infografías explicativas de
los porcentajes de sentimientos contradictorios que se puedan dar en cada fase
del proceso, siempre avalados por la experimentación de prestigiosas
universidades de por allá lejos, pero de lo que no me cabe duda es que el
alumno, por muy aventajado que sea, no sabrá por esta fuente de amores,
pasiones, sentimientos, emociones y hasta identificación con las raíces, con la
tierra y sus ancestros. Quizá tampoco acaben de asimilar eso del sentido
crítico, del rigor al enjuiciar las causas por las que unos señores bien
pensantes de un Ministerio son capaces de otorgar la medalla de las Bellas
Artes a don Julián López Escobar, siendo él un ejemplo tan aventajado de la
vulgaridad, la trampa y el despropósito torero, experto en esquivar el toro; no
en el ruedo, sino en los despachos, procurando no encontrarse con este ni en un
callejón oscuro y de forma sorpresiva. Pero no creo que esto se incluya de
ninguna manera en lo que esos señores ONUdioses cuenten como parte de los
quehaceres de la ONU.
1 comentario:
Disculpe, pero vergüenza me daría decir que los toreros se enfrentan voluntariamente a la muerte como si se tratase de un acto de valentía. Hay personas que SI se enfrentan a diario a la muerte y lo hacen para salvar vidas, y no para quitarla a otros seres...
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