Se veían los toros venir a lo lejos, pero no se detuvieron en Valencia, pasaron de largo, otra vez |
Acabada la feria de Fallas, dependiendo de lo que se escuche
y se lea, parece que ha sido un serial que en casi su totalidad se ha celebrado
a plaza partida, emulando a esa modalidad que últimamente solo se ha podido
disfrutar en el Puerto de Santa María. Una plaza, dividida a la mitad por una
barrera con un burladero a la mitad y un toro, un torero y sus respectivas
cuadrillas a cada lado de las tablas. ¿Habrá impuesto el señor Casas tal
modalidad para la feria valenciana? ¿Será un paso más en esas producciones
artísticas del empresario galo? Pues parece que sí.
Que uno pone la tele y los señores comentaristas están
viendo de las tablas para un lado, la mitad soleada, todo glorias y parabienes,
magisterio de cualquiera que calce medias rosas, extraordinaria bondad de todo
aquello que tenga apariencia de bóvido, aunque más bien se maneje cómo un
borrego cuyo mayor logro es mantenerse en pie, todo ello amalgamado por el
entusiasmo de un público ferial, verbenero y que no porque le roben la cartera,
pero que enfurece cómo un tigre enjaulado si le niegan un pirulí; vamos, que
tragan el fraude en su máxima expresión, un espectáculo muy alejado de lo que
siempre se ha entendido como fiesta de los toros, pero se rebelan y amotinan
cuándo se le niega una oreja al ídolo local.
Pero el inconveniente de eso de las plazas partidas es que
nadie asegura que lo excelso de un lado se proyecte sobre el otro, en este
caso, sobre el que está y ve el aficionado, cubierto de una penumbra
impenetrable que se lleva por delante toda posible esperanza de verdad y
autenticidad. Una profunda umbría esperando que un rayo de luz rompa el fraude
en dos. Pero esto no pasa todos los días, ¿qué digo? Ni todos los meses, pero
basta que se produzca el prodigio, que como en el origen de los tiempos, un
hágase la luz es suficiente para descubrir los trucos, las trampas y ese débil
atrezzo sobre el que se sustenta el toreo actual. Parece que una tanda de
Antonio Ferrera ha dejado al descubierto ese entramado de grapas, tableros
sobrepuestos pintados de colores brillantes por un lado y sin tan siquiera
lijar por el otro. Dicen los de aquella mitad de la plaza que bastó un torillo
que medio aguantaba en pie para descubrir a esos mercaderes de humo. Que es lo
que tiene el comercias con el humo, que se te mete en los ojos, te empiezan a
llorar sin control, se te pega en la garganta y casi cuesta respirar y así es
como en la mitad negra de la plaza partida, cualquier brillo de los cristales
del toreo roto o el aliento en la cara del mismo Satanás hace creer al cegado y
asfixiado que ha visto y respirado la frescura del toro y la vitalidad del
toro.
Quizá sea ya tarde, pues parece que por ley natural la noche
vence a la tarde, oculta el sol y cada vez va quedando menos sitio y menos
aficionados en esa parte luminosa y esperanzadora. Mientras, como faroleros del
hampa taurino, los de los micrófonos y algunos “maestros” se ocupan de ir
apagando luces y sofocando ilusiones. Y ahí están los señores de la televisión,
y la señora recién incorporada, desplegando todas sus artimañas pretendiendo
cambiar la realidad, justificando y generando coartadas a esta banda de aves de
mal agüero. Y en estas que para que no falte nada, salta a la arena el
príncipe, el rey de la trampa, un tal Ponce, sobrado de soberbia, que se cree
el inventor, el reinventor y el que lo fundó, que no admite quién le contraríe,
so pena de que este le lance rayos vengativos emponzoñados de su soberbia, su
infinita soberbia. Él es el más grande, él es el único, el es juez y parte, él
decide quién sí y quién no, cuándo y dónde, porque es sencillamente, él. No
necesita seguidores, ni tan siquiera paisanos que le sigan, porque él se basta
y se sobra para cantar sus loas al cielo y a su persona. Nadie cómo él. ¿Cómo
sería si realmente toreara y venciera con verdad al toro? Igual no necesitaría
halagadores de palo, igual habría tortas para seguir a un torero de verdad,
servidor el primero. Pero, de momento, solo nos queda esperar que igual que la noche
venció a la tarde, la mañana derrote a la madrugada. Mientras tanto creo que
nadie dudará que por el momento y más en Valencia, Ponce no necesita del
entusiasmo hooligan.
Enlace programa Tendido de Sol del 18 de marzo de 2018:
4 comentarios:
Lo que no comenta el de "acendrada torería"es la falta de ligazón en sus faenas.
Cuando pretenden los comentaristas de tv decir algo serio no pueden por que,están comprometidos a hablar al dictado de los estafadores del aficionado y sirven para perpetuar el fraude y ayudan a la caída de la fiesta y el toro.Tienen la pretensión de hacer creer que eso es torear y justifican el regalo de orejas.Tienen como objetivo el acabar con el aficionado y lo que hacen es el ridículo y son objeto de mofa.
Saludos.
Desde Surco.
No me convenció en absoluto la feria valenciana. Hubo festejo que abandoné al tercer toro por haber habido dos devoluciones y tener pinta de seguir por ese camino. Animales muchos anovillados y sin cara ni trapío para una Plaza de Primera, comentaristas que hablan y hablan y cuentan cosas que me esfuerzo por ver y no veo. Cambiaron al Sr. Muñoz al que escucho cómo ve el toro, por Doña Cristina, creo que perdiendo en el cambio. Retazos toreros de Ferrera y Ureña y mucho valet, banderazos y ventajismo, por la mayoría de los actuantes, además de un aflamencamiento con la Presidencia por parte del Sr. Ponce, que le valió un triunfo. Con fé espero la Feria Sevillana, aunque con poca.
Rigores.
Surco:
Nos quieren hacer creer que todo este circo es para defender la fiesta, pero nada más lejos. Aquí solo cuenta su negocio y todo lo que este se lleve por delante, les vale, porque no miran por otra cosa.
Un saludo.
Rigores:
Así ha sido y eso se le escucha a los aficionados, pero otra cosa son las voces oficiales, que esas ya sabemos para qué lado tiran. No quieren al aficionado, pero al final va a ser el único que responda cuándo las cosas les vayan mal.
Un abrazo
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