Si es que ya no se ve toreo ni en los carteles de toros |
Tranquilos, no quiero confundirles así, de salida, no quiero
decir que el próximo San Isidro recientemente anunciado sea diferente, nada más
lejos de la realidad, porque es una copia, salvo mínimas excepciones, de lo del
año anterior y el anterior y el anterior y el anterior y muchos anteriores más.
Es lo de las figuritas con los mismos toros, casi clonados de un curso para
otro y que seguirán estando la temporada que siga y todas las que vayan
después, mientras ellos no se cansen, que con tanta comodidad no se cansan; es
lo los de relleno que habitan al amparo de una casa o personaje poderoso y que
nos los podemos encontrar en casi cualquier cartel y que en algunos casos se
les lleva aguantando desde hace demasiado y que hasta justifican su presencia
echando mano de la estadística, algo tan taurino y tan propio de las artes, como
la numerología, donde figuran orejas cortadas, sin atender al verbeneo
imperante en también demasiadas tardes feriadas y también dependiendo que si se
portan bien con el amo, mientras no saquen los pies del tiesto, seguirán
apareciendo, no hasta que ellos quieran, como los otros, sino hasta que el amo
se aburra de ellos. Así que para que esto no ocurra, a agachar la cerviz y a
postrarse ante la superioridad. Y luego, como remate, los desheredados, los
dejados de la mano de Dios, que se ven obligados a tragar con lo que no quiere
nadie, que para eso son los parias del toreo. Eso sí, a no ser que estén cómo
el Espartero en Sevilla, o mejor, se caerán de futuros carteles con una brisita
que casi ni las hojas movería. Que de matrícula cum laude para arriba; si no,
cualquier otra cosa que hagan se considerará como escasez de mérito para
renovar la confianza en su quehacer taurino. Y como mucho, pueden repetir
mientras no haya otro que se preste a tragar quina a cucharones y encima a
precios muy económicos.
Lo del ganado tampoco ofrece demasiadas variantes. Por un
lado, los que viajan debajo del brazo de los figuras, lo que asegura que,
fracasados año tras año, incapaces de juntar una corrida completa y decente,
año tras año, y que no echen más que animalejos aborregados, fofos y
descastados, tengan asegurada al menos una corrida para Madrid, sino dos o más.
Si no, que le pregunten a Núñez del
Cuvillo, que les podrá desarrollar toda una tesis de cómo no faltar un año tras
la vergüenza del anterior. ¿Que le tengo manía? Pues hombre, viendo el daño que
le está haciendo a la fiesta y que encima me lo pretende explicar
fundamentadamente, pues no es que sea mi ideal como compañero de sobremesa. Y
luego, en la banda contraria, los que hacen tilín al aficionado, que no siempre
son alimañas devoradoras de toreros, lo que ocurre es que como estas no las
matan las figuras, directamente las metemos en el cajón de eso que muchos llaman
toristas y a veces hasta les ponen esa “linda” etiqueta de los “encastes
minoritarios”, que en mala hora se le ocurrió a quien fuera tal calificativo;
si con decir ganaderías de toros bravos debería bastar, ¿no?
Los aficionados ya están más que hartos de este panorama que
se viene repitiendo desde hace años y en su afán por querer que esto cambie,
plantean mil y una fórmulas, todas ellas admisibles. Pero para que esto, el
cambio, se pueda dar, hace falta que se cumplan una serie de condiciones. La primera
sería que los toreros tuvieran torería, que no es el contonearse elegantemente
como una rancia debutanta de los más rancios bailes de sociedad. Esa torería es
el orgullo de sentirse matador de toros, el querer ser más que ninguno y, en
caso de duda, retar a quien sea en el ruedo y con una corrida de toros. O sea,
lo que ahora suena a imposible. Además, haría falta un aficionado que no se
conformara, ni asumiera dogmas inventados interesadamente por los taurinos, como
que ciertos toros, esos de las ganaderías duras, no embisten y que para hacer
arte, como si hubiera alguno capaz de ello, necesitan un toro a modo, cuando no
eso de que las figuras ya no están para ponerse delante de estos u otros toros.
Ya saben, esos con los que igual un día amagan anunciarse y que a la mínima se
borran sin dudarlo. También vendría bien que los señores empresarios y
ganaderos impusieran su criterio y obligaran a torear a todos, todo. Y como
cierre, una prensa no cómplice, ni aprovechada de la estela de las figuras y
que simplemente dijera lo que hay. Que ya puestos a inventar coartadas, hasta
parece un éxito el que te echen un toro al corral. Pero que ni se sonrojan
oiga, que te lo sueltan tan convencidos de la vida.
Si queremos que esto sea diferente, igual valdría con que la
empresa comprara las ganaderías que considerara oportunas, siempre teniendo en
cuenta los méritos o deméritos de años precedentes, el estado que muestran en
otras plazas y atendiendo a las demandas y gustos del aficionado, en este caso,
los de la plaza de Madrid, porque no hablamos de ninguna otra parte, por muchos
autobuses que acudan a la capital de todas partes de España. Luego sería
juntarse con los toreros, siempre en orden a logros de otros años en esa plaza
y de acuerdo a los gustos del personal que paga su entrada y ya en faena, dejarles
elegir dos corridas y obligarles a otras dos. Que no digo que todo sea
imposición, pero sí la mitad. Y no que asomen una tarde o dos, a lo sumo, para
cubrir el expediente, que si son figuras, que hagan el paseíllo tres o cuatro
veces, que no pasa nada, que igual, hasta les hacen precio en el hotel o si
quieren, que se hospeden en un colegio mayor, si les da la gana, pero que
vengan no a cumplir, sino a destacar. Y que no sea solo ver a la troupe de las
diademas doradas, las figuras elitistas de la “tauromaquia”, cómo ellos dicen,
que tengan que alternar con quién se ponga, lo mismo con los uñas negras que
tiran bocados para escalar posiciones, que con los que no se ajuntan porque un
día se miraron mal, que con los jóvenes que quieren ser en esto del toro. Que
no me digan que la cosa es tan complicada, que solo hace falta un poquito de
voluntad, ¿verdad? Y lo mismo así, de verdad y de una vez por todas, podríamos
hablar de un San Isidro diferente.
Enlace programa Tendido de Sol del 11 de marzo de 2018:
4 comentarios:
Enrique, mucho me temo que no volveremos a ver un San Isidro diferente porque no hay más cera que la que arde. ¿Qué se podría mejorar? Pues que las mal llamadas figuras vinieran 3 ó 4 tardes en vez de las dos de turno, o una en algunos casos, que se comprara ganado de primer nivel (para eso hay que pagarlo) y que vinieran más ganaderías duras, suponiendo que Don Simón pague un precio justo para que traigan lo mejor a Madrid y no a Francia. Poco más se puede hacer porque no hay nada más.
Echaremos de menos la bronca anual a Morante y algún retazo de torería de Diego Urdiales. No hay más.
Mi única esperanza, como hago siempre durante los últimos años, es mirar las cuadrillas de los matadores para ver si se les ocurre traer a Angel Otero, Fernando Sánchez, David Adalid o Iván García, por poner algún ejemplo. Es que últimamente me refugio en el toro y en los subalternos...
Un abrazo
J.Carlos
Os acompaño en el pesimismo que invade la posibilidad de un buen San Isidro.
¡Santo Dios!, 34 tardes en la piedra y aguantando mantazos y picadores desaprensivos y carentes de profesionalidad...
Como no tengo remedio me los tragaré en mi casa por TV, pero me dormiré, cuando no pueda mas, sin temor a caerme sobre el vecino de localidad.
¡Ánimo Enrique!. Ve entrenando, te puedes ir a las Ventas,,sentarte en los aledaños y soñar que sale un TORO y lo torea Curro.
Un fuerte abrazo.
J. Carlos:
Es que nos tenemos que conformar con eso y nada más. Es cómo el caso de los que ven a Ferrera como nuestro adalid de la fiesta. Que sí, que el hombre por momento tiene retazos, pero es que como esa sea nuestra mejor opción.
Un abrazo
fabad:
Eso lo sueño todos los días, bien lo sabes tú. Pero también te digo que si te pasas por Madrid y el vecino sobre el que te enroscas es el que suscribe, lo doy por bueno. La charla agradable e interesante la tendría garantizada. Un abrazo
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