Poco pintan las rayas cuando hay verdad |
Andamos por Madrid en esto de los desafíos ganaderos, que
parece que es como una especia de Champions League de ganaderías o un Europa
América, pero en versión toros y con hierros que a las figuras no les suenan ni
del “Saber y Ganar”. La verdad es que el señor casas, don Simón, se lo ha
tomado muy en serio, será por preparación. De los resultados taurinos, pues hay
de todos, bueno, malo y regular, porque es lo que tiene esto de los toros,
afortunadamente. Y en cuanto a la asistencia, pues reconozcamos que con el
trabajo que se ha tomado el señor empresario, casi sube por encima del cuarto
de entrada habitual. Mis felicitaciones, aasí podrá seguir argumentando
falazmente a la Comunidad de Madrid para que se elimine la temporada de Madrid
y de la misma forma, la Comunidad de Madrid tendrá razones para eliminar la
temporada y convertir esta plaza en una ferianta más del panorama taurino. Y
todos tan contentos, los domingos por la tarde o siesta o mus o cuñados o quedarse
con cara de imbécil añorando el poder ir a los toros de marzo a octubre, todos
los domingos y fiestas de guardar, ferias aparte.
Pero si hay una aportación a valorar en esto de los desafíos
ganaderos, esa es la de las rayas. Menos mal que nos ponen las rayas, como si
estuviéramos en esas plazas del sur de Francia, en esos reducidos ruedos, en
los que casi no les cabe ni el ojo de la cerradura que nos pintan en Madrid,
pero aquí nos cabe eso y veinte rayuelas para los niños. A ver si con la
reducción del ruedo que pretende el señor Casas, don Simón, las rayitas quedan
mejor. Que me dirán que estas no valen para nada ¿Cómo que no? Para que el
personal se ponga de manos y vocifere cuando el caballo la roza o cuando el
toro no está centradito. Y no hablemos de ese jalonado que indica la distancia
al penco. Que miren ustedes si nos habremos vuelto cómodos, que ya no sabemos
diferenciar si a un toro se le pone de lejos o si se le mete debajo del peto,
si no es por las rayas, que al final van a tener que contratar a jueces del
salto de longitud para que den fe de si el toro va de lejos o no. Que ya
puestos, que instalen un cronómetro y que cada diez segundos pegue un pitido,
para que sepamos si el toro puesto en suerte tardea o no. Porque entonces, a
ver quién tiene bemoles a discutir que un toro no ha sido pronto, cuando se
arrancó a los ocho segundos, cuatro décimas de dejarlo en medio del cono de las
rayas.
Que hay que dejar que la modernidad entre en el mundo de los
toros, que si el caballo de picar no se pone justo, pero justo, justo, frente a
la Puerta de Madrid, está mal, no está realmente a contraquerencia, aunque se
ponga frente a uno de los pilares de la puerta. Que ya sabemos que resulta
molesto, pero es que el aficionado con telemetría en el iris no puede evitar
levantar la voz para aquello de: ¡picador, a tu sitio! Que si está en las
rayitas, no pasa nada, pero, ¡ay como te salgas de ellas! Que te gritan lo de
picador que malo eres, pero con una inquina. Luego da igual que circule en
sentido contrario, que barrene como un salvaje, incluso que levante el palo y
se apoye en la arena con él, como haría Moisés tras cruzar el desierto, pero
las rayas, las rayas, ni me las toques.
Que si le damos tal importancia a las rayas, esto habrá que
oficializarlo y darles una función real y que el no respetarlas fuera motivo de
castigo. Que te las pasas por el arco del triunfo, una pasta; que las pisoteas,
pero como sin querer, menos pasta; que las pisas, pero no las pisas, una
colleja; que las rozas, al rincón de pensar. Pero claro, entonces esto tomaría
un cariz, una tensión, provocaría unos debates interminables y eso no puede
ser. Pues ya está, la solución nos la han puesto en bandeja, para los casos en
los que no se sabe si el toro está en la segunda rayita o si se ha adelantado
el solo a la primera, si se ha salido del ojo de la cerradura o se ha metido
solo, al bar, perdón, el VAR. Y ahí estarían vigilando para decidir el Maxi,
Esplá, Fernández Román y Amón y Zabala decidiría lo que a él se le pusiera y
los demás a callar. Y allí que saldría el señor alguacilillo dibujando un
cuadrado en el aire, para contar a la concurrencia lo que había ocurrido y
cómo. Pero claro, lo de las rayitas con el caballo, eso requiere de una mayor
exactitud y para eso, nada mejor que el ojo de halcón. Allí me veo al otro
alguacil subido a una silla de dos plantas, que a las primeras voces echaría
mano de la cámara y veríamos como la animación nos mostraría la pezuña
avanzando hacia la raya y… ¡Huuuuuuuuuuy, síiiii! Rozó la rayita. Al rincón de
pensar. Que ya puestos, esto del ojo de halcón, una vez comprado, también se
podría usar cuando asomaran las figuras y que en un santiamén te dijera si el
hipermercado que cabe entre toro y torero sería con parking de superficie o
subterráneo. Aunque, ¿ustedes creen que esto lo admitirían los taurinos? No por
lo ridículo, ni por lo absurdo, sino porque igual algunos ya se percataban de
eso de pasarse el toro allá por la carretera de circunvalación, con sus
rotondas y todo. ¿Y creen ustedes que los aficionados no serían capaces de ver
si el caballo está en su sitio, si el toro está en suerte o no, si lo ponen en
largo o en corto, incluso sin las rayas del tercio? Que a ver si va a ser que
se puede prescindir perfectamente de las rayas, las de siempre y las del ojo de
la cerradura. Que uno se pone a pensar y pensar y cae en la que cuenta de que
mejor las rayas, para el fútbol y la Copa Davis.
Enlace programa Tendido de Sol del 16 de septiembre de 2018:
https://www.ivoox.com/tendido-sol-del-16-septiembre-de-audios-mp3_rf_28613821_1.html
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