Dos de los triunfadores estadísticos de la temporada de
Madrid. Y digo estadísticos, porque los números son algo innegable, algo que
está ahí y punto, no hay discusión. Eso sí, si entramos en la forma en que se
engordaron esas estadísticas, ahí igual sí que la hay; que unos vieron el
renacimiento de Lagartijo el Grande y otros… Otros solo vimos a un señor que
con trampas, una parroquia muy fiel y una plaza llena de feriantes se le
entregaban con el único fin de ver a su amigo, paisano o al paisano del vecino,
salir a cuestas. El otro encarnaba todo por lo que antes se pitaba y abroncaba
a los que calzaban las rosas. Pero en su momento hubo una extraña conjunción de
los astros y ¡hala! a convertirles en figuras, en mandones que tenían que estar
en todas las plazas, en todas las ferias y en Madrid más que en ningún sitio,
porque en caso contrario se estaría cometiendo una ignominia que el afisionao
no podía imaginar. Pues nada, van y los ponen en esta feria de Otoño, con
ganado a modo, aunque algunos quieran ver en lo de Victoriano del Río unas
fieras que se comen a los niños vestidos de luces. Pero también hay que tener
en cuenta que en Madrid en otoño, pasado el verano, con toros cinqueños o a
punto de serlo, más fuertes, no es lo mismo que en mayo. Fernando Adrián,
acelerado toda la tarde, como si tuviera prisa por ir a celebrar el triunfo que
creía seguro. Y Borja Jiménez, que estaba dispuesto a soltar el repertorio de
siempre, a veces más deslumbrante que lo que realmente era.
Lo de Victoriano del Río ha seguido su guion habitual, con
la inestimable colaboración de sus lidiadores. Un encierro que no se puede
picar, que no aguanta más allá del picotazo y medio, al que dejan a su aire los
dos primeros tercios y después, en el último, pues que les da por seguir los
engaños. Solo el sexto pasó por alto eso de no poderlo picar y sí, a ese sí que
se l picó y hasta cumplió en ese primer tercio, peleando debajo del peto. En cuanto
a la presencia, bueno, alguno iba más justito que otro, pero bueno, tampoco era
para cortarse las venas. Fernando Adrián se fue a portagayola en su primero y a
su segundo, y así de primeras se puso a darle afarolados y chicuelinas, que ya
si eso el propio toro se pararía y fijaría solo, que esa es su obligación,
saber lo que tiene que hacer ya de salida. Aunque no se lo debieron explicar
muy bien, porque ya en los primeros banderazos con la muleta parecía que se
comía al madrileño, que quizá no esperaba verse desbordado tan pronto. Trapazos
con el pico, agazapado en las orejas para citar y que el animalito se le estaba
subiendo a las barbas. Que si a ver si cazo un natural por aquí, ah, no por
allí, absolutamente incapaz, cerrando de un solemne bajonazo. Pero aún le
quedaban dos. El que hizo tercero ya flojeaba casi de salida, picotazo casi en
la barriga y ni tan siquiera picotazo, se dolió en banderillas y ya con la
muleta, trallazos por abajo y ahí ya se le volvían a complicar las cosas a
Fernando Adrián. Insulso, aburrido y sin parar quieto, bailando constantemente.
Otro que se le iba a marchar sin haber podido hacerse con él. Que sí, que esto
es muy difícil, pero, ¡hombre! Algo tendrá que poner de su parte el matador, no
solo posturas, carreras y más posturas con gesto altivo y retador. Que ya solo
quedaba uno y a Adrián le entraron las prisas, por si no había tenido pocas
toda la tarde. Al menos el recibo de este fue el más orinal de los seis, no le
esperó a portagayola. Eso sí, no se puede manejar el capote con más desgana.
Hablar de picar sería una utopía, si acaso un raspalijón, mientras el de
Victoriano pegaba algún amago de arreón muy discreto. Que ya estábamos en el
último tercio y aún nadie había fijado al toro y allá que fue el espada de
rodillas en los medios, más dando la sensación que a la desesperada, que siguiendo
una idea con cierto criterio y algo de lógica. Banderazos por delante y por
detrás jaleados por la popular que aún esperaba reverdecer pasados ridículos para
la plaza de Madrid. Por supuesto que siempre abusando del pico, el animal se le
revolvía, más que por tener malas ideas, porque nadie lo llevaba embarcado y
porque adelantaba el engaño más de la cuenta, quedándose al descubierto. Daba
uno, dos y ahí ya le quitaba la muleta y pretendía un desplante. Esa
precipitación le costó algún susto; como diría uno de los viejos del lugar, se
cogía solo. Siguió cada vez más precipitado, alborotado y cada intento de
entusiasmar a su parroquia, más encendía a los que veían que se le iba el toro
sin haberlo visto, que alargaba el trasteo sin otro beneficio que desesperar y
dejar más que en evidencia su escasa capacidad lidiadora. Que habrá quién tire
de la estadística y nos salga con no sé cuántas salidas a cuestas. Pues muy
bien, pero en este mano a mano ha despejado todas las dudas de lo que puede dar
de sí. Un torero mediocre y con escaso bagaje para algo más que para que los
partidarios le pidan despojos simplemente por sumar.
Borja Jiménez era otro de los nuevos ídolos de muchos, que
iba sumando despojos y al que se le aplaudía lo que en otros tiempos en Madrid
se pitaba y no se consentía. Quizá es que los tiempos… Poca originalidad en los
recibos, tres portagayolas, tres, incluyendo alguna de esas de cuerpo a tierra.
Recibo aparente a su primero, muy jaleado, aunque fuera resbalando la pierna de
entrada en cada capotazo, pero vistoso, ha sido vistoso. Se palpaba la
predisposición favorable del respetable, que llegó a ovacionar al picador por
no picar. Así va la cosa. Inicio medio sentado en el estribo con tintes
toreros, pero que quedaron en banderazos destemplados, para seguir por abajo
tirando de pico por el pitón derecho y más acomodado en los trincherazos. Luego
vino lo de siempre, pico, medios muletazos y citando casi de culo, tirones,
enganchones y siempre fuera, muy fuera, para concluir con naturales de frente y
ayudados por abajo, siempre atravesando la pañosa. En su segundo, otra vez a la
puerta de toriles y mantazos, chicuelinas y lo que haga falta, yéndose el de
Victoriano suelto por el ruedo, hasta llegar al peto al hilo de las tablas.
Mucho cabezazo y nada de picar o tan siquiera intentarlo. Inicio de faena de
rodillas a base de trallazos, para proseguir con empalmados y alborotándose por
momentos, trapazos y más trapazos, desarme y cuidadín, que el animal se le empezaba
a venir arriba y otro desarme, para concluir aprovechando que el toro se le viniera
de repente. Y salió el sexto, nueva portagayola, nuevo desbarajuste, el animal
de aquí para allá, que si mira al callejón, más carreras y recibiendo dos
puyazos peleados, algo inusual en lo que este hierro nos ha regalado en esta
plaza en los últimos tiempos. Se arrancaba con alegría y hubo quién pedía una
tercera entrada, aunque personalmente me caben todas las dudas de si habría
acudido de la misma forma a ese tercer puyazo. Parecía que el toro pedía media
distancia y en los terrenos en los se había sentido cómodo planteando batalla,
pero el espada decidió llevárselo lejos, al amparo de las tablas y empezar a
sacudirle el repertorio de trapazos insulsos, uno tras otro, después de un
inicio agarrado al olivo. Muñecazos, pico, muy fuera, dando la sensación de que
el toro se les estaba yendo sin torear. Unos protestaban y como en toda la
tarde, otros protestaban a los que protestaban, un clásico cuando Madrid se
disfraza de plaza de talanqueras. Y como la cosa no acababa de pitar, pues a meterse
entre los cuernos, pero ni ese magno recurso de la vulgaridad consiguió que
después florecieran los pañuelos, a lo que tampoco colaboró un bajonazo
escapando de mala manera. Quién lo iba a decir, los de Victoriano del Río por
encima de unos espadas que no pudieron con ellos, que se limitaron a lo de
siempre, pero en esta ocasión con un resultado muy diferente. Cantaron la
gallina los “triunfadores” de la temporada, sin posibilidad de regalarles
despojo tras despojo, de sacarlos a cuestas, pero no nos engañemos, si es que
dan, para lo que dan, portagayola y …
Enlace programa Tendido de Sol Hablemos de Toros:
https://www.ivoox.com/podcast-tendido-sol-hablemos_sq_f11340924_1.html
1 comentario:
Enrique, como bien dices, los de Victoriano estuvieron por encima de los triunfadores del ciclo isidril. Ambos suspensos aunque le pondría un punto por encima a Borja Jiménez, también es cierto que pechó con el mejor lote o, tal vez, el menos complicado. De cualquier forma, no fue para nada una tarde aburrida. Firmaba así las dos que nos quedan.
Un abrazo, J.Carlos.
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