jueves, 10 de octubre de 2024

Esa Santa Hermandad… de la Pasta Gansa



Seguro que lo que voy a contarles a continuación lo saben ustedes más que de sobre, entre otras cosas, porque ustedes son habituales sufridores de esta prole de interesados fieles de la Santa Hermandad de la Pasta Gansa. Una especie de secta en la que si hay que traicionar al hermano de al lado, se le traiciona, todo por la Santa Pasta. Esa devoción al dinero todo lo justifica. Que aparentemente todos están en concordia y armonía, eso que llaman “unidad”. Pero caramba, carambita, cuando hay un duro en el suelo y no tiene nombre, que como te agaches a cogerlo, te puede pasar de todo, que te corten una mano, que te empujen a los pies de un tráiler que pasa por allí o que te hagan perder el honor varonil y viril en un nada y menos. Hay que ver los besos y abrazos que se dan en público, pero siempre tienen que estar atentos a que no les decoren la espalda con una daga genovesa. Pero ellos insisten en lo mucho que se quieren, se admiran, se alegran de verse, se… Que como pillen al otro desprevenido…

Eso sí, como alguien ajeno y mucho más si es alguien que se coloca frente a ellos, toca lo más mínima a uno solo de la Santa Hermandad, hay qué ver cómo se ponen. Y si además el “ofendido” es alguien de quién puedan depender sus ingresos o de quién dependa su posición de supuesto privilegio, entonces habrá que ponerse a cubierto. Que ya puede ser una mosca del vinagre, una sola, que despliegan todo su arsenal tierra aire, la brigada acorazada y el séptimo de Michigan en desbandada. Que siempre se revuelven con arreones de manso al sentir el más mínimo amago de lo que ellos consideran falta de respeto, pero cuando les tocan a los jefes, ¡ojito! Aunque por ir aclarando conceptos, una falta de respeto es todo lo que diste un milímetro de ese servilismo cínico que ellos practican. Servilismo cínico y perjudicial para los torsos cuando estos son arrastrados por el lodo con demasiada frecuencia.

Hace unas semanas, en la plaza de Madrid, los pocos asistentes a un festejo dominical fueron testigos de uno de los más bochornosos espectáculos recordados por un encierro cuya principal característica, aparte de una impecable presencia, una bella lámina, era su insultante invalidez. Era asomar un toro por la puerta de chiqueros y en los primeros resuellos ya dejaba evidentes muestras de invalidez. Las causas pueden ser mil, pero el resultado solo era uno, los animales no se sostenían en pie. Hasta diez reses habían pisado el ruedo, cuando solo íbamos por el cuarto de la tarde. En total fueron diez los toros, aunque bien podían haber sido más. Y, ¿qué sucedió? Pues que los escribas del régimen no tardaron ni un suspiro en arremeter contra las protestas y los que protestaron indignados la manifiesta invalidez. Que en palabras de estos escribanos a sueldo, aquellos eran lo pero de lo peor que habita bajo el sol. Que si tenían demasiadas prisas en protestar, que si ni un mínimo de paciencia, que si estos son los verdaderos enemigos de la “tauromaquia”, que si había que deportarlos a todos a la isla del Diablo, que si mal rayo les parta. Como si nunca hubiera habido un festejo con tantos toros devueltos al corral por manifiesta invalidez, como si nunca hubiera salido una corrida infame al ruedo de Madrid y lo que es peor, como si tal invalidez solo la vieran unos ojos enfermos y unas cabezas corruptas. Y, ¿por qué tan airada y agresiva reacción encabezada por letristas pertenecientes a conocidas dinastías que en otro tiempo manejaron más de la cuenta en esto de los toros? Pues, llámenme mal pensado, pero es que el hierro anunciado era el de Antonio Bañuelos, máximo exponente de la Unión de Criadores de Toros de Lidia. Sí, esa misma, la que solo se preocupa de los dineros, de los suyos y que no ha movido un dedo desde hace años por detener el penoso deterioro de la cabaña brava, la práctica desaparición de multitud de encastes, dejándolos en el mejor de los casos en un mero testimonio del pasado. Pero claro, el jefe es el jefe y no vamos ahora molestarle y afearle su gestión quizá con el único objetivo que engrosar las arcas de todos estos ilustres ganaderos, sin importarle que el toro de verdad, que la casta, que la fiesta puedan no estar amenazados por tantos males que no se sabe hasta adónde nos van a llevar. Y ni una palabra si el señor presidente afirma que para él el caballo no es importante para medir la bravura de un toro, ¡faltaría más! Es más, la mayoría van corriendo perdiendo la dignidad para alinearse en esa fila de negacionistas del primer tercio, quizá porque esa también es una forma de conseguir poder colar muchos más de sus productos, que no toros.

Pero lo que podía haber quedado en simple anécdota adquiere nueva dimensión cuando resulta que se anuncia en la feria de Otoño de Madrid al máximo ídolo de las masas, ese que él solo es la reencarnación del Guerra, Machaquito, Joselito y el Bombero Torero. Y sale el susodicho y empieza a hacer lo de siempre, quizá con la diferencia de que sus romeros no le echan demasiadas cuentas de lo que está desarrollando en el ruedo, quizá porque en los dos primeros tercios puso en práctica su repertorio habitual en estas fases de la lisia, la nada. Nada, como siempre, ni tan siquiera estar pendiente de auxiliar a sus compañeros en caso de necesidad. Pero sí que había quién no quería perder detalle de todo lo que pasara en el ruedo el ratito de su pobre comparecencia y el de todo el festejo. Empezó con la muleta a seguir su línea de regularidad, trapazos ventajistas y más trapazos. Y unos protestaban, mientras otros… ¡Pásame el yintonic! ¿Alguien tiene pipas? Pero ya se sabe que en esto, cualquier toro te da un meneo y el meneo llegó, se quedó él solito al descubierto y llegó el percance. ¡Aleluya! Los silentes durmientes despertaron y culparon del accidente a los que protestaban. Se montó la marimorena y en la bronca es cuando mejor navega este caballero, se siente como un ibérico en un charco de m… Un despojo y ahí quedó la cosa, pero entonces, una vez acabado el mitin, desembarcaron las fuerzas del régimen taurino, los adalides del sistema y empezaron a soltar por la boca y por las plumas lo imaginable, lo inimaginable y lo inadmisible. Le habían tocado el pan y saltaron como resortes a decir cuantas barbaridades se les pasaban por la boca, como si esperaran despertar a los dormidos para lanzarlos contra los que solo veían lo que muchos, el destoreo que en nada se parece a lo que hacían aquellos con los que algún cerebro avinagrado y panza agradecido se puso a hacer comparaciones. ¿Quiénes se creían esos señores para protestar a una de sus principales fuentes de ingresos, según dicen las malas lenguas, que luego vayan ustedes a saber, que igual no les invitan ni a un café. Pero ellos sacan toda la artillería, y si se llevan por delante el prestigio de una plaza, los valores del toreo o lo que sea, les da igual, pero no me toquen al figura, a ver si… Que sepa todo el mundo lo que hay si alguien se mete con alguno de los capos de esa Santa Hermandad… de la Pasta Gansa.

 

Enlace programa Tendido de Sol Hablemos de Toros:

https://www.ivoox.com/podcast-tendido-sol-hablemos_sq_f11340924_1.html

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