lunes, 2 de junio de 2025

Desbandada del Rocío, que ni bueyes, ni palmeros, ni trapaceros para dar aire

Para ir a los toros, prepárense cómo se debe y verán como a partir del cuarto barreño o cuarto toro, todo se ve con mejores ojos.


Que llegarán las hermandades rocieras y protestarán ala empresa de Madrid, porque van y montan un festejo en domingo, con seis bueyes que seguro que habrían sacado del lodo a seis carretas a la vez, cargadas de romeros de barro hasta los bujes. Y si a esto le quitamos ese ambiente que da el personal con ganas de dar palmas hasta para llamar al sereno y por si fuera poco, con estos calores que nos caen de lleno, les hurtamos los ventiladores que atenúan la flama moviendo sus muletas al viento, ¡poco se enfadan con Plaza 1! Que al final esto ha sido desvestir un santo, para vestir a otro, pero nada, que si tirábamos de la manta de un lado para que hubiera romería, no había toros y si no había toros... Bueno, es que toros, lo que se dice toros, es mucho decir. Y decir toreros o público aficionado, ya es exagerar la propia exageración.

Que hablar de lo del Parralejo como si no fueran bueyes y se tratara de una corrida de toros solo está al alcanza de imaginaciones privilegiadas y eso, perdónenme ustedes... Mansos, como buenos bueyes, que a veces iban y venían sin más, como penco que busca una zanahoria. Pero aún así, a alguno de los que calzaban las rosas, se les han hecho bola, que no podían con ellos, que primero besaban la arena y luego les ponían a corretear a los tres ases del trapazo, Miguel Ángel Perera, Fernando Adrián y Tomás Rufo. Y a la par, un generoso público que entre cabezadita y cabezadita, jaleando algún enganchó, trapazos a tutiplén, siempre con el pico y muy fuera por parte de los tres anunciados, pero era pasarse el animal por el culo o ponerse de hinojos y ahí perdían toda la dignidad de personas honorables lanzando bienes y vivas a los cielos.

Que podría decir que se puso cuidado en el primer tercio, pero... para qué decir nada; poco y mal picados, que cuanto menos se le picaba, que ya es decir, más aplaudía la parroquia. Eso sí, si un casco sobrepasaba la raya, no les digo nada. Aunque si las protestas eran porque el jinete se emparejaba con el del Parralejo hasta más allá del tercio no dejándole escapar, pues ahí está bien la jarana protestona. Pero quizá esta sea la excepción que confirma la regla. Y más locura al ver cómo Fernando Sánchez ponía, en el mejor de los casos, un casi sobre un pitón.

De la terna que tocaba enfrentarse a los bueyes del Parralejo, quizá lo mejor que se puede decir es que ya han terminado su presencia en esta feria. Miguel Ángel Perera se podría llevar el premio a la regularidad, pues en sus tres tardes ha repetido la misma canción hasta el hartazgo. Ya sabemos de eso que le gusta dejárselos cruditos, como el dice, y que el resto opina que no los pica, porque no pueden con su alma. Y luego, pues ya saben, venga a doblarse para poder atravesar el engaño hasta ponerlo casi de perfil, venga trapazos y más trapazos, siempre quedándose al refugio de las orejas y dejándosela enganchar en demasiadas ocasiones, sin quedarse quieto un momento. Trapazo y carrera para recuperar la posición de defensa con el brazo bien estirado. Que otra cosa es lo de las faenas medidas de Perera, faenas que si se midieran en metros, no habría cinta métrica bastante y si fuera por el grado de hartazgo del personal, al cielo con ella.

Fernando Adrián, otrora grandioso triunfador y eterno agradecido a las compañías fletadoras de autobuses, ese torero de no sé cuántas puertas grandes, esta feria y esta tarde que sus grandes éxitos dependen en gran medida de la fluidez del tráfico en la N 3 de entrada a Madrid. El resto es ese toreo ventajista, perdón por lo de toreo, vulgar, chabacano, que enciende al público eventual cuando se pone de rodillas o pega afarolados también de rodillas. Pero sacándole de ahí, del trapazo, del pico, de quedarse muy fuera, los enganchones y banderazos por alto, poco más puede ofrecer. Que es un animalito justito de fuerzas y se limita a pegar ventanazos y a quedarse a merced del animal. Y por si fuera poco, como sus dos compañeros, es fiel practicante del “no quieres sopa, toma tres tazas” o dicho de otra manera, no quieres trapazos, pues...

Y cerraba Tomás Rufo, al que, no lo olvidemos, algunos veían como nuevo valor del toreo y hasta se lo demandaban a la empresa. Pues él también ha evidenciado que su gloria está íntimamente unida al número de autobuses llegados por la N 5. Que como sus compañeros, es fiel representante de la ciencia de la “Trapazología” ¡Válgame! Que lo dicho en los casos anteriores y en los de todos los días, se puede aplicar a este torero sin temor a desviarnos ni un poquito. Que asombra, igual que sus compañeros, la cantidad de metros que se recorren de carrera en carrera y detrás del toro, allá adónde este quiera conducirles, porque hablar de mando en los tres, y en tantos, espadas, es como hablar de irse de vacaciones a Marte, un imposible. Pero cuidado, que el señor Rufo también tiene sus picardías, como es en el sexto, sin ningún criterio lidiador, que le indicó a su peón que le llevara el toro al cinco. No se imaginan la algarabía que se montó, cómo celebraba el paisanaje que Tomás, que así le gritaban, les fuera a llevar el trasteo allí, a sus pies. Que lo iban a ver bien cerquita. Y para más inri, va y se pone de rodillas. No se cabía de gozo. Un primer intento y al segundo trapazo, a correr, que me pilla. Vale, no pasa nada, se intenta de nuevo, pero... al primer muletazo la muleta voló por los aires. Pero no pasa nada, que aún quedaban trapazos. Trapazos de todas clases, con el pico, enganchados, fuera, citando casi de culo, con la pierna contraria escondida descaradamente y para poner una guinda, pasada de fecha, muletazos apelotonados. Como para no creérselo. La poca fortuna con la espada le impidió que el presidente le regalara un despojo, porque pañuelos, allí en el cinco y en alguna zona más, los hubo. Y el personal salía cariacontecido porque no había habido orejas, ¡porque no había habido orejas! ¿Después de todo era esto lo que les preocupaba? Bueyes que parecían mulos, de presentación infame y de comportamiento más infame aún y tres espadas incapaces que si acaso solo saben dar trapazos ventajistas y lo que preocupaba era un despojo. Pues pregúntenles a los romeros de las Marismas cómo están de amoscados después de esa desbandada del Rocío, que ni bueyes, ni palmeros, ni trapaceros para dar aire.


Enlace programa Tendido de Sol Hablemos de Toros:

https://www.ivoox.com/podcast-tendido-sol-hablemos_sq_f11340924_1.html

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