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Y los picadores se fueron diluyendo poco a poco, hasta solo ser unas sombras poco antes de desaparecer para siempre |
Les ponen este cartel hace no se cuántos años, bastantes, y lo mismo a alguien se le removía la campanilla y se iba a la plaza a ver una corrida de las que llamaban torista, con tres toreros que igual sabían aparentar que tenían algo que decir. Incluso si ese alguien se ha pasado los últimos quince años en el Paraguay o criando canguros en Australia y de regreso ve tales nombres anunciados, hasta es posible que se fuera enloquecido a buscar una entrada como fuera. Toros de Adolfo Martín, una de esas ganaderías en las que a pesar de todo, mantiene la confianza de la gente y hasta le echan valor y la califican de eso, de torista. Que te salen con que un día, a saber, le salió un toro con el que fulanito... Hace que a un Adolfo no se puede picar y que aguante, hace... vaya usted a saber. Que si son prototipo de algo, y desde hace ya demasiado tiempo, es de la sosería que no se quitan de encima, además de la flojera que les adorna y si quieren, a partir de esta tarde de isidros, ya ni la presentación. Que me dirán que tal o cual estaba muy bien presentado y lo mismo hasta lo admito, pero junto con ese que me digan, ha salido cada cabra, que solo faltaban Heidi, Pedro y Niebla jugando con ellos por el ruedo. Eso sí, que no les hicieran correr demasiado, que igual se les despanzurraban en la arena y no les quedaría otra que apuntillarlo en mitad del ruedo, como el devuelto que no ha podido ni seguir el camino del cabestraje. Que lo que era una excepción que se veía una vez cada no sé cuántos años, en esta feria ya es la tercera vez en que hay que apuntillar un toro en el ruedo porque o se echan o no pueden mover ni una pezuña para avanzar. Anda, al final sí que va a ser verdad eso que anunciaba Plaza 1 a bombo y platillo, que este iba a ser un ciclo histórico. Pues sí, histórico es que haya que acabar con tres reses en el ruedo, dos sin que tan siquiera hubieran permitido montar la espada y este, para el que los cabestros caminaban muy rápido. Que habría que pedir a Plaza 1 que nos aclararan en qué bazar de los chinos compran las corridas. Y de los sobreros, ¿para qué hablar? Que del tiempo que han pasado en el Batán, algunos tienen hasta club de fans.
Los que parece que aunque tengan club de fans, ya no son tan entusiastas como antes, son los tres coletas, Antonio Ferrera, Fernando Robleño y Manuel Escribano, que entre los tres suman años de sobra para el cien por cien de una jubilación. Que sumando años de alternativa, superan con creces los que reinó Isabel de Inglaterra y la reina Victoria. Que llevan ya tanto, que cuando alguien se les cruza ya les sueltan a modo de piropo eso de “si estás hecho un chaval”, algo que solo se les dice... pues eso, a un chaval de “solo” quince años de alternativa, no, a estos se les llama emergentes. Curiosa la medida del tiempo en la actualidad taurina.
Pero si vamos a lo sucedido en el festejo, pues a un primero, bien presentado, el que decíamos antes, Ferrera le ha intentado recoger sacando chepa, que eso es que se pone en plan lidiador, pero sin lidiar. Al animal no le ha gustado eso del palo en el lomo y eso que tampoco es que le hayan picado. Brindis en los medios a Robleño, ya saben, por eso de la discreción de Ferrera, ese no querer dar la nota. Siempre inventando. Que si no quieres que te oigan, háblale bajito. Al de Adolfo había que cuidarle para que no se fuera demasiadas veces al suelo. Muletazos con el pico, sin bajar la mano, siempre notablemente fuera, queriendo llegar al tendido con esa pose de artista erguido y supuestamente natural, que puede ser, pero realmente no fue. Pico muy exagerado, muletazos de uno en uno, que ahora tiro el palo, ¡fuera chismes! Y el cárdeno pidiendo un armisticio. Y aparte del accidente en la primera entrada, en la segunda pegó un sablazo trasero poco digno. Su segundo, una vez devuelto el que hubo de apuntillarse en la arena una vez devuelto, fue un jamelgo de Martín Lorca. Suelto por el ruedo, se fue al caballo a su aire de punta a punta del ruedo, ¿y el matador? Bien, gracias. El toro jugó al entro y me voy del caballo, porque eso del palo no le hacía gracia. En el último tercio iba como un mulo y entre que el personal no quería mulos, entre que Ferrera insistía y el alboroto que se monto en un tendido, aquello parecía el patio de un colegio a la salida. Pero el espada allí seguía, sin que nadie, o muy pocos, supieran qué pretendía, alargando sin sentido un trasteo ya demasiado largo. Se volvía al público pidiendo paciencia, pero... ¡Todavía más paciencia! Que los turistas de la feria no sé, pero el abono habitual ya no pueden ser más pacientes.
Fernando Robleño, torero con una parroquia fiel en esta plaza; y por favor, no me pregunten por qué. Eso está fuera de mi negociado. Aquí ya empezó el desfile de chivas corniarmadas. El madrileño lo recibió entre danzas y bailes, girándose para perder terreno, como si aquello fuera Belcebú encabritado, con perdón. Ni se le puso en suerte, no se le picó. Con la muleta, al segundo trapazo el toro al suelo. No lo acababa de ver y tampoco era capaz de parar quieto un momento, citando y siempre echándose para atrás a cada arrancada y lo que es peor, sin recursos que oponer a aquel animalito al que en ningún momento sometió. En su segundo se le hizo salir a saludar... otra vez. Que va a ser uno de los toreros más saludados en esta plaza. Que sus motivos tendrán, pero motivos muy íntimos, que los que nos limitamos a ir a la plaza no llegamos a comprender. Otra chiva y más baile y giro hacia los medios con el capote. Que si anda tan falto de recursos, lo mismo ha calculado mal la fecha de la retirada. Apenas se pico al Adolfo, que solo daba para quedarse a sestear en el peto. En banderillas ya apenas tenía resuello para acudir al cite. Inicio de trasteo sin pararse y cuando se dio cuenta de que el animal se daba los pases solito hacia las tablas, pues ya está, a ponerle el trapo en esa dirección y hecho. Con la muleta retrasada trapazo tras trapazo, para continuar de uno en uno, lo que despertó el entusiasmo de muchos, que igual vieron un gladiador, donde solamente había alguien que no podía con el animalillo, sin recursos y hasta con cierta desconfianza. Eso sí, que aún volverá a saludar allá en el otoño, no me cabe la menor duda.
El tercero en concordia, no discordia, era Manuel Escriban, quién tuvo que plantar cara a otra de las chivas Martín, echando el capote al cielo, no fuera a ser que el animalico se nos desmorrara allí mismo. Simularon con cierta veracidad que picaban a aquello, a lo que el matador decidió banderillear. Que algunos de ustedes no tendrán edad suficiente, pero ya les digo, Orzowei se asomaba más al balcón con su arco y las flechas. Pasado, pasado y si no quieres caldo, toma violinazo. Si le bajaba la mano con la muleta, al suelo. Trallazos y el animal, sin fuerzas, se defendía, se revolvía, pero la cosa era dar derechazos y naturales, no había otra opción... según parece. Y así pasó, que acabó aperreado con la chiva desfondada. Eso sí, alargó el suplicio de toro y asistentes sin necesidad. En el sexto, se fue a portagayola, para dar una larga de salida y otra al hilo de las tablas. Imagínense el alboroto. Lo de los mantazos entre enganchones y sin parar quieto, eso no computaba, En el primer tercio casi se pide un notario para certificar que se había picado. Eso sí, al de aúpa se le aplaudió calurosamente... adivinen, ¡por no picar! Qué grande es el turista taurino. Y de nuevo a poner banderillas y de nuevo a evocar a Orzowei, Robin Hood o el Gato con Botas. Tres pares tirados desde las orejas. Y llegamos al momento cumbre, el trapaceo de muleta. Trapaceo eterno, que comenzó en tablas, acabando casi acorralado por el Adolfo. Y que no podía con la cabra, que se empeñaba en lo de todos, derechazos y naturales y el animal se le subía a las barbas. Igual es que le faltaba un puyacito, pero eso también son cosas mías, no me hagan mucho caso. Pero si no has picado, ¿no queda otra solución? Pues no, porque vivimos el Emporio del Dios Trapazo V. Y venga, que no se cansaba, enganchón tras enganchón y hubo que avisarle desde el palco para que se decidiera a tomar la espada. Y Ferrera aún pedía paciencia, que algunos ya pensaban que les cerraban el metro y que de seguir a aquel ritmo, hasta las calles iban a quitar hasta el día siguiente. Y todo para aguantar a los que un día, quizá fueron emergentes, hace mucho, pero ya solo rellenan tardes insufribles.
Enlace programa Tendido de Sol Hablemos de Toros:
https://www.ivoox.com/podcast-tendido-sol-hablemos_sq_f11340924_1.html
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