viernes, 6 de junio de 2025

Tíaaaaa, osá, tíaaaaa, en plan, tíaaaa

La Vane esperaba disfrutar de una manera y quién sabe si al final. Pero ella lo vio así y quizá muchos congéneres, en plan congéneres, de la Vane


Osá, tíaaa, que he visto a José Mari. Tía, después de tanto tiempo, he engañado a mi jefe y le he mandado a una cita con una embajada extraterrestre y se ha ido tan ilu, el pobre, a la Bola del Mundo y por no perder la entrada, pues me la ha dado a mí y, ¡He visto a José Mariiiii! Pero había otros señores con él, uno me decía un señor que no paraba de apoyarse en mis muslos, que era de Gabachandia, que debe ser un pueblo de Guadalajara, porque se Llamaba Sebastián, Sebastián y no sé qué más. ¡Ah, sí! Castella. Y otro, un niño que no era guapo, pero era resultón y que debía tener muchos amigos, porque se ha dado una vuelta para saludarles y con una oreja del toro en la mano, que debía estar invitándoles a comer, aunque, ¿solo una oreja para tanta gente? Pues tendrán que echar mucho arroz, a ver si coge el sabor a la oreja, ¿no?

Los toros eran todos muy monos, así recogiditos los primeros y los otros ya más grandotes, pero no muy grandotes. Y uno, que se ha estampado contra una de las tapias que sobresalen y ¡Pum! Se ha quedado en plan cataplum. El fabricante se llamaba, señor Jandilla, que lo debían conocer muchos de los que estaban en la plazoleta. Y si serían monos, que los señores de los caballos con faldas, los picaderos, ¡tía! Que gordones, que le ponían el palo encima, en plan nombrarles caballeros, en plan “Yo te nombro caballero por... lo que sea”. Y oye, que algunos no les gustaba y se iban corriendo del caballo con faldas y hasta coces, daba uno de ellos. Que desagradecidos en plan desagradecidos, ¿no? ¡Tía! Que los pobres toritos debían haber estado jugando toda la mañana, porque no tenían muchas energías, igual es que no les habían dado ni un poquito de muesli, ni una barrita energética. Aunque mira que eran juguetones, que cuando los chicos se ponían a jugar con un trapito rojo al “ahora lo ves, ahora no lo ves”, no se cansaban de ir detrás. Que me recordaban, tía, a Pumbi, mi perrito salchicha.

De los chicos, el primero que salió a jugar fue el chico que debe ser de es pueblo de Guadalajara, Gabachandia, que debían apretarle las mallas con colgantitos, porque, tía, se movía en plan así muy reposado, como un obispo. Que con el primer torito, como era un poco brutote, le arranco la tela rosa y Sebastián dijo que ya no jugaba más hasta que no se fuera todo el mundo que andaba por allí. Y cunado cogió el trapito rojo, se ponía así, en plan mi tío el guardia, a un lado del torito, estiraba el brazo y le hacía seguir la puntita del trapo, aunque había veces que echaba a correr, porque el animalito se le ponía brusco. Y mira que quiso que siguiera la punta del trapito, mientras él se ponía cerca de las orejas del bicho. Y al final acabó haciéndose un lío, que ya no sabía por dónde llevar el trapito, ni por dónde enseñárselo al toro. Pero a cada uno le dejan jugar con dos toritos, y a Sebastián, Castella, como le llamaba el señor cariñoso, aunque ya se estaba poniendo pesadito el tío baboso. Y al otro con el que salió a juguetear, si sería bruto, tía, que le tiró una coz a Sebastián. Que luego se hacen daño y se quejaran, en plan me ha hecho daño, ¡tía! Y cuando volvió otra vez con el trapito rojo, le hizo así como levantando un telón y el toro jugaba a pasar por debajo, luego le hacía pasar por un lado y por otro, mientras sacudía el trapito, que no veas, tía, lo que le gustaba a la gente cuando se lo pasaba por ahí, por el... por el cucu, ¿sabes? Tía, por el culo, que no te enteras, ¡Jopeta! Y después volvió a jugar a eso de ponerse al lado de las orejas del toro y guiarlo con la puntita del trapo, que lo ponía así como muy atravesado. Luego se ponía el trapo así como casi escondido en el... ya sabes, en el cucu y seguía con la punta, así muy rápido y acabó, después de lo de ponerse en las orejas, se puso entre los cuernos del toro, en plan, que miedo tía, que si el animal le da con el hocico, igual le hace daño. Con los cuernos no, porque si estaba entre los cuernos, no llegaba. Y según parece, Sebastián, perdón, Castella Sebastián, también tenía muchos amigos y se fue a saludarlos a todos.

Y ahora sí, tíaaaaa, José Mari, que llevaba un traje... de luces no era, igual era porque no tenía baterías, era de un color... y los dibujitos bordados eran... Bueno, tía, no sé cómo llamarlo y el señor baboso de al lado, tampoco lo sabía. Pero, ¡tíaaaa! Que sosito le he visto a José Mari, que así de sosito hay que llamarlo Manzanares, para que vea que no somos tontas y que no se nos camela con cuatro posturitas de nada, que no, tía. Que hacía lo mismo que el otro, agarrar el palito, ponerse al lado de las orejas y que el toro siguiera la puntita del trapo. Y además no veas que feo, perdía todas las veces, porque el toro agarraba el trapito con los cuernos y si te coge el trapito, pierdes y vuelta a empezar. Y en el otro, pues casi peor, y además le notaba yo que no estaba a gusto, tía, debía estar pensando cómo se llamaba el traje que llevaba, así que al final perdió y se tuvo que ir sin saludar a nadie.

El chico mono debe tener familia que conoce a mis papis, porque se llamaba Borja y ese es un nombre que le ponen los amigos de papi a sus niños. Borja Jiménez. Que debía ganar todas las veces, porque la gente, debían ser los amigos a los que después fue saludando, gritaban mucho. Y debía hacerlo bien, porque se ponía en las orejas, pero seguro que con más gracia. Si hasta saludo al principio al toro, poniéndose de rodillas. Qué educado, tía, ahí a mí ya me ganó. Que majo el niño resultón. Que lo hacía muy bien, ya se por qué, porque el trapito lo ponía muy atravesado, con la puntita por delante y eso debe ser bueno, porque, tía, a la gente, en plan le gustaba. Que atravesaba el trapito así como para que se viera que lo ponía de punta, siempre desde las orejas. Y luego debía ser cosa en plan de volver loco al toro, porque lo ponía, así, asao, de así, de... y la gente hasta aplaudía. Y leugo con la espada, para no dejarla donde le habían picado ellos picaderos del caballo con faldas, se la puso como si fuera más abajo del hombro. Que oye, tía, que hubo a gente que no le pareció bien, ¡bajonero! O algo así gritaban. Pero le quedaba otro toro para jugar, pero con este no podía jugar, porque el toro era un bruto y aunque también le saludó de rodillas, al animalote le daba igual, que se le echaba encima, que se quería esconder en las orejas y enseñarle la puntita, pero enseguida el toro no le dejaba jugar. Él se ponía más por dónde las orejas, pero nada, que el toro se le venía encima. Y acabó dejando la espada como la otra vez, ¿cómo era? Bajonera, bajera, bajonada, ¡Ah, sí! Bajonazo, ya me he acordado. Pero todo esto me daba igual, porque yo solo quería una cosa; que está mayor, tía, pero que guapo y para que lo sepas... Tíaaaaa, osá, tíaaaaa, en plan, tíaaaa.


Enlace programa Tendido de Sol Hablemos de Toros:

https://www.ivoox.com/podcast-tendido-sol-hablemos_sq_f11340924_1.html

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