lunes, 9 de junio de 2025

Tarde triunfal, tarde infernal

Si a alguien le quedaba alguna duda, las evidencias las aclaran todas


Pues aunque la Beneficencia nunca ha entrado dentro de la feria, tal y como esta empresa monta sus cosas, podemos decir que la feria ha concluido con este festejo extraordinario. Y también podemos decir que ha acabado, como empezó, con triunfo, con salida a cuestas y con la Plaza de Madrid por los suelos. Si bien se preparó aquel triunfo más que discutido de la primera del serial, de la que lo cerraba se pueden decir muchas más cosas y no sé si alguna buena. Un triunfo prefabricado, precocinado, preparado a conciencia, porque el único y último objetivo era subir a los altares al único que podría pasear la púrpura con majeza. Torero tildado de genio por multitud de circunstancias ajenas al ruedo y no tantas de su labor en los ruedos, al menos en el de Madrid. Que sí, que el éxtasis ha sido general o casi general, pero... tan poco consistente. Que me dirán que si ha dado un natural, un adorno, un... ¿y el toro? Que nos pasamos la vida con esa retahíla que suena ya vacía, porque muchos se han empeñado en vaciarla, de que “sin toro, nada tiene importancia”. Pues de verdad, es muy lícito unirse a la locura colectiva, pero tiren la chapita al contenedor azul. Así por lo menos nadie les recordará sus debilidades taurómacas. Que sobre gustos no hay nada escrito, que los hay que mezclan las anchoas con leche condensada o que le echan gaseosa a un Vega Sicilia, pero no me cuenten patrañas que no se creen y que las sueltan para quedar bien. Que son muchas tardes queriendo mantener el tipo y a todos se nos saltan las costuras; a unos más que a otros, por culpa del paisano, el amigo o el que unos dicen que es un gran torero. Y de los toros... que en esta de Juan Pedro Domecq, si alguno se pone a pedir la vuelta al ruedo para alguno de los mostrencos que nos han echado por delante, entonces ya cuadramos el círculo o redondeamos el cuadrado, cómo prefieran.

Corrida de Juan Pedro Domecq, con un sobrero de Garcigrande y otro de Victoriano del Río, para asegurar que los objetivos se iban a cumplir, sí o sí. Que si me dicen que venían bien presentados, pues ,miren, no les voy a llevar la contraria, porque uno no tiene ganas de discutir sobre lo indiscutible. Que sí, alguno cornalón, desde luego, pero ahí paramos. Eran los instrumentos necesarios para una tarde de festival moderno. Y digo instrumentos, porque por eso los toman y nos los presentan; y lo que es peor, la mayoría del público así lo tiene asumido. Unos instrumentos a los que no se ha picado, que alguno hasta pretendía empujar en el peto, pero ni ofreciéndole un Cola Cao con magdalenas podía ni tan siquiera molestar al picador. Que luego, como ese cuarto de la tarde, que no podía ni con el pensamiento, caminaba a pasito borrica y los entusiastas creían ver que el ídolo estaba toreando tan despacio, que se paraba el reloj de la Puerta del Sol. Que tres tardes como estas y las próximas campanadas nos llegan casi al amanecer. Pero oiga, borricas fofas, pero a las que los maestros de turno no eran capaces de darles pases sin que les tocaran los engaños. Aunque la verdad, daba lo mismo, porque esta tropa de entusiasta lo mismo te jaleaban un enganchón, que un pase no dado, que se estremecían con un desarme ¡Válgame!

Que si en su primera actuación ya se percibía un ambiente promorante, en la tarde en cuestión se mascaba ya desde que rompió el paseíllo, volviendo a sacarle a saludar, algo quizá muy tradicional en tal o cual plaza, pero, ¿en Madrid? Aunque, ¿de qué me asombro? Si en las Ventas ya se ha convertido en costumbre el aplaudir por el nombre que aparecía en el programa de mano y en este caso, el primero era el de Morante, nada de Morante de la Puebla, no, solo figuraba Morante ¿Pa qué más? A su primero le manteo con capotazos por la cara, sin conseguir fijarlo a los engaños, para después continuar con chicuelinas de inicio ¡Vamoooosss! Más verónicas por la cara y a por la muleta. Y vaya por delante que todo lo que hace Morante de la Puebla va con un gusto exquisito, pero lo de torear con mando y poder y sobre todo, a un toro, eso ya es harina de otro costal. Que se emocionará todo el orbe, pero volvemos a lo de siempre, no me cuenten milongas. Que si esto va de poses, estupendo, aquí tenemos a un dios, pero, ¿esto va de poses? Con la pañosa ayudados a dos manos plenos de pinturería a un moribundo. Ya con la diestra, citando con el pico, jaleándole algún que otro enganchón como bueno, dando a veces la sensación de que liaba un poco, pero esto es algo subjetivo y que cualquiera me puede rebatir. Cambio a la zurda y naturales citando de culo atravesando la muleta y aún así, tenía que recolocarse. Faena corta culminada con una estocada en buen sitio que hace que el personal le pida el primer despojo. Ya teníamos medio camino hecho. La ruta prosiguió con el chiquito cabezón que hizo cuarto y que no podía más muestras de invalidez, que no se sabía que pata se dejaba más atrás, la diestra o la siniestra. Pero entre protestas y no protestas, el inválido coló y allí que se fue Morante a trapacearle por bajo, para continuar con la mano derecha, siempre tirando de pico y la parroquia enloquecida aclamando los enganchones como esculturas de Bernini. Más tropezones por el pitón izquierdo, ya al ritmo mortecino de un moribundo y que igual a algunos les hizo exclamar eso de no se puede torear más despacio. Como si esa despaciosidad fuera impuesta por el torero y no por la incapacidad del Juan Pedro. Muleta retrasada, siempre sin bajar la mano ni un poquito, no fuera a ser que el moribundo se nos desparramara por la arena, que me cambio la tela de mano, que meto el pico, que me la engancha, pero daba igual, nada se podía interponer para conseguir el objetivo marcado. Ni tan siquiera un bajonazo, quizá no tan artístico, ha hecho que decayera el entusiasmo triunfal. Otro despojito y ya no había nadie que a esa chavalería enloquecida le impidiera pasear a su divinidad por las calles de Madrid. Que parecía que esa chavalería, esa que a lo mejor aún no había visto torear, necesitaba agarrarse a un mito al que venerar y, quién sabe? Igual a sus nietos les contarán la gran tarde que pasaron. Y mientras, otros, que igual una tarde de toros vieron torear, no daban crédito a semejante dislate, pero nada, no hay que preocuparse, o igual sí. Que al fin, casi veintiocho años después de doctorarse, al fin, Morante de la Puebla ha sido sacado a cuestas por esa juventud que Plaza 1 tanto reivindica. Que lo suyo sería que para la temporada próxima, si se da, que les regalen el abono a todos. Que como pasa con los regalados este año, igual van cuatro tardes, pero tengan la seguridad de que a la tarde de Morante no faltará ni uno, porque después del botellón de la plaza, hay juerga por las calles, Alcalá arriba.

Y acompañaban al ídolo de la chavalería Fernando Adrián y Borja Jiménez, que vistas sus últimas actuaciones, uno ya no sabe si aún son los preferidos de muchos, pocos o solo paisanos. Y en la tarde de autos, pues no sé si ha quedado claro. Con un Fernando Adrián siempre pendiente de lo que reclama la galería, le convenga al toro o deje de convenirle. Que con el capote se quiere poner pinturero y solo consigue que el toro le deje atrás sin hacerle ningún caso. Y con la pañosa, pues como una vez le jalearon lo de la rodilla en tierra, pues adelante con ello, siempre tirando de pico, sea por un pitón o por el otro. Tremendamente ventajista, tremendamente vulgar y chabacano, con sus enganchones y todo, sus culerinas, así, porque yo lo valgo. Y después de bernadinas y vulgaridades varias, un despojo para el caballero. Que quería repetir triunfo triunfalista y saludó a su segundo con varios afarolados de rodillas y hasta chicuelinas. Un galleo vistoso para llevar el toro al caballo, no para picar, sino para echar allí un rato. Y de nuevo con la muleta, de rodillas en los medios para liarse a dar trapazos atravesando la muleta, evitando que el animal se acercara más de la cuenta. Prosiguió tirando de repertorio talanquerero, pico, culerinas, muletazos apelotonados, más pico, el toro por allí y el trapo por allá, un desarme, banderazos varios, ahora me meto entre los cuernos y todo se nos vino abajo primero por un metisaca en los blandos, que le hizo caer al poco.

Cerraba Borja Jiménez, el que para algunos iba camino de ser idolatrado. Que instrumentó unas verónicas a su primero con el pasito atrás, pero con el toro más metido en el capote que cómo parecen acostumbrar otros. Con la muleta, contando que el Juan Pedro bastante tenía con aguantarse en pie, trapazos dando aire al animal, venga a correr, entre los cuernos, muletazos de uno en uno y alargando el trasteo más de lo debido con un moribundo que pedía ya que lo mandaran a descansar. Pinchazo tras pinchazo y más pinchazos y al final el animal se echó solo y quizá se podía contar como otro que hubo que apuntillar en el ruedo, pero como ya había entrado varias veces con la espada, nos creeremos que uno de los pinchazos en hueso le tocaron el nervio ciatiforme, que pinzó el claristerio, interesó a la membrana peritocoidal y cayó, ¿no? Al que cerraba plaza ya le costaba hasta tomar los mantazos iniciales. Venga trapazos, venga a darle aire al mortecino, venga trallazos, muy perfilero, venga tirones y de nuevo pinchazo tras pinchazo, para al final concluir de monumental bajonazo. Que había quién se preguntaba si en Madrid había despenado algún toro sin un bajonazo. Y así concluyó la tarde la feria, el sopor, la vergüenza, el prestigio de una plaza y es que al final solo quedó una idea en la cabeza de muchos de los que no se tiraron al ruedo apara beatificar a su divinidad taurina y todo se resumía en cuatro palabras, tarde triunfal, tarde infernal.


Enlace programa Tendido de Sol Hablemos de Toros:

https://www.ivoox.com/podcast-tendido-sol-hablemos_sq_f11340924_1.html

7 comentarios:

Héctor dijo...

Y esto es lo que nos queda, cuesta abajo sin frenos, barco a la deriva, capitán borracho...

Pero a sacar dinero en el bar y llenar asientos de "aficionados"

Un placer seguir leyendo a alguien que dice las cosas que piensa, sabiendo lo que dice...

Gregorio Tébar Pérez dijo...

Maestro Don Enrique Martín.
Mi agradecido, por explicar otra muy importante lección.
Me ha recordado a las que nos solía plasmar don Joaquín Vidal.
Siempre en defensa del TORO Y TOREO. Me uno a ud totalmente.
"Morante, mostró ayer ser un trilero más del negocio.".

Anónimo dijo...

La tarde que quedará para la estadística. Porque para la historia, solo queda el sonrojo de la vulgaridad del público de Madrid

Anónimo dijo...

Enrique, la plaza ha perdido el norte. Los otrora cabales e imparciales aficionados, aun teniendo sus toreros predilectos, sabían reconocer tanto sus aciertos como sus errores. Han dado paso a neoaficionados llenos de incongruencias donde lo que no vale para los demás si vale para lo que interesa. Da igual cómo se mate, que haya enganchones o que se toreen chotos que no pueden ni con su alma. Ayer como nunca vi en aficionados de toda la vida muestras de hooliganismo e histeria colectiva. Digámoslo así, han salido del armario. El nivel ha bajado tanto que resultaría sonrojante regatear una oreja a un pobre desnutrido de corridas que se la juega ante un toro de esos que no permiten parar los relojes o una faena finiquitada con un mal colofón. Dónde han puesto el nivel? Madrid ayer vivió su particular batalla de Stalingrado, pero ésta vez han perdido los buenos.
Un abrazo, J.Carlos

Anónimo dijo...

Buenas tardes ,gracias por todas las publicaciones de la feria.
Una pena que la plaza este asi de desvirtuada, el proximo año en vez de regalar 2000 entradas regalaran 4000 , solo falta un disjockey en vez de la banda y copas gratis, , lo dicho mil gracias por tus cronicas.

Anónimo dijo...

Los cayetanos han convertido Las Ventas en un lupanar

Anónimo dijo...

Ya decía Domingo Ortega que el toro marca diferencia con el toreo de su tiempo. El de ahora sale noblote, pues tiene menos movimiento intelectual. Antes había mayor número de toros complicados y es con ellos con los que se funde el arte de torear.

Hoy se dice con demasiado convencimiento que se “torea mejor que nunca”. No es cierto, depende de la concepción del toreo. Digamos que en cada etapa se ha ido toreando distinto, y cada etapa evolutiva ha tenido su mejor toreo. Y es que el toreo desde sus inicios ha evolucionado, eso sí lentamente, pero ¡¡ojo!!, no quiere decir que esa evolución se haya convertido en progreso. Las actuales formas llevan demasiado tiempo estáticas, los principios de la creación del arte se han roto, cada vez hay menos esplendor en la fiesta.

El arte de torear no es cualquier cosa, no es dar pases para que el toro vaya y venga, citando de costado donde las más de las veces es torero está «fuera de cacho».Generalmente se cita de costado, el torero y el toro transcurren por líneas paralelas y rara vez se desvía la trayectoria o lo que es lo mismo, no se carga la suerte. Seha implantado un toreo de quietud en línea, con una evidente pérdida de “gallardía”; con demasiada asiduidad el torero pierde la verticalidad inclinándose hacia la trayectoria del toro acompañando el pase con el cuerpo, con el único propósito de alargarlo hacia afuera, minimizando el riesgo. Hoy el toreo se caracteriza por faenas largas de muleta que resultan tediosas, exentas de emoción. A los tres tercios tradicionales de la lidia, habría que añadir un cuarto; el de los avisos, que se practica a partir del lánguido sonar del cornetín.

La estética «postural» es un arte que practican determinados toreros; «un pase de cartel» es la expresión más al uso. Es cierto que el arte en tauromaquia es efímero, pero no lo debe ser tanto como para limitarse a plasmar una serie de detalles a los que les falte la continuidad del mando, de la ligazón, del riesgo, en fin, de la emoción encadenada aunque tenga pocos eslabones.

Es indudable que las nuevas formas de torear han influido de manera decisiva en la selección del comportamiento del toro. También esta influencia se ha transmitido al sentir del público que la ha aceptado sin reservas.

Ya Domingo Ortega culpaba en gran medida a los aficionados por no haber sido consecuentes con sus convicciones, que se han dejado arrastrar por la personalidad de los toreros, pero nunca o casi nunca de las buenas normas de practicar el arte.

Los derroteros por donde caminan los pilares de la fiesta: Toro, torero y toreo, no tienen retorno. Un toro más toreable a las nuevas formas se ha ido implantando y ha sido aceptado por el público. Pero, felizmente quedan reductos de «aficionados» que discrepan de esta modernidad. Reivindican la recuperación de «encastes» que protagonicen una forma de lidia que reinase en otras épocas, los toros con poder y variado comportamiento, cuyas inciertas y misteriosas embestidas devuelvan la emoción al espectáculo.