viernes, 11 de julio de 2025

Los mismos de siempre, con borrachos debutantes

Y si no quieren ir a los toros a Madrid, póngase el encierro de Pamplona, presentado por un confeso anti de las corridas de toros, pero que si le pagan bien, madruga por San Fermín y se traga sus elevados principios éticos y morales.


Esto de “Engúllete las Ventas” es una oda a la catástrofe. Catástrofe jaleada por la empresa y jaleada y auspiciada, promovida y patrocinada por la Comunidad de Madrid, que también tiene entre sus funciones el alardear de que defienden la Tauromaquia ¡Miau! Que hay muchas formas de entender esto de defender; que claro, como a los madrileños nos gustan las cañitas, las terrazas y el colegueo de hago lo que me sale de mis santas... pues la plaza de Madrid es el ejemplo perfecto, el paradigma de la defensa de la Tauromaquia, nadie mejor... o quizá nos supera el sol de Pamplona, aunque eso ahora parece algo inalcanzable, pero demos tiempo al tiempo. Las Ventas es el mayor botellódromo y el mayor despropósito del mundo de los toros. Chavales, a mansalva, que empiezan a notar los efectos báquicos... que narices báquicas, del alcoholazo garrafero, a partir del tercer toro. Chavales que no paran de pasear por tendidos gradas y andanadas a su aire, sin importarles si hay algún incauto que se interese por lo que sucede en el ruedo. A ellos, evidentemente y como se dice vulgarmente, les suda los... bueno, tan vulgar no hay que ser. Que les importa nada, vamos. De pie, de espaldas a la arena de charla con este, con aquel y eso sí, cuando ellos deciden, ¡Sssssssshhhh! ¡Sssssssshhhh! ¡Sssssssshhhh! ¿Y antes? Y vívases por aquí por allí, apareciendo el hijo de..., el cabr... con solemne descaro, lo que ya les digo que sorprende y ofende a los habituales de las plazas de toros, al menos la de Madrid. Que uno lleva... unos pocos años por esos lares y nunca, salvo ebrias excepciones, había escuchado tal terminología ¡Vivir para ver... y escuchar! Y por si alguien dudaba de lo que había, pudimos ver el triste, tristísimo espectáculo de como a un chaval, porque era un chaval, se lo tenían que llevar sujeto entre sus “colegas!, porque el crío no se sujetaba en pie. Y esto dicen que es defender la Tauromaquia.

Y la empresa sin poner personal de plaza, porque ver un polo azul intentando poner orden es un imposible en estas noches de botellón. Qué gran empresa y que cosa más nefasta. Que el grupo inversor y los de la agencia de viajes deben estar encantados, hasta la Comunidad de Madrid debe estar encantada, pero, ¿ha habido una empresa que haya podido hacer tanto daño a los toros y a la plaza de Madrid? Y anda que no lo tenían fácil, pero lo ha conseguido con creces. Y ya he nombrado dos veces, tres con esta, a la Comunidad de Madrid, concretamente al Centro de Asuntos Taurinos, que no es que intente controlar la gestión de Plaza 1, no es que se abochorne del deplorable espectáculo que se viene produciendo en la plaza de las Ventas, es que ha asumido su posición de subordinada ante la empresa, se ha postrado de hinojos como los siervos ante el tirano, diciendo a todo que sí y que bueno, la Discoventas, el macrobotellón ya habitual, los precios, los carteles, las fechas de festejos, los... si es que son tantas cosas ¿Y el aficionado? Lo primero, ¿qué es el aficionado? Si hablamos de los abonados, pues unos están encantados con que se liberen los precios, pensando que a ellos no les tocará la china -pobres ingenuos, pobres ilusos que igual hasta se ahogan con su propio y abundante baboseo- Los que esperan con ansias el indulto y el rabo, los que jalean al amigo o paisano y les sacan a saludar antes de empezar, los que quieren las ganaderías amigas, los que meriendan como todos y reniegan de las meriendas ajenas, los que pasan lista por si va Pepito o Juanito -que miden el nivel de afición por el desgaste de culo en la piedra- Pero al final, tragan como benditos, tragan y tragan y ya ni montan broncas, no vaya a ser que el periodista amigo, el ganadero amigo, el torero amigo, el amigo del torero amigo o el lucero del Alba, les afee esa actitud tan poco taurina, porque que no se olvide nadie, ellos también quieren ser taurinos, ¡pobres ingenuos, pobres ilusos!

Y me dirán que, ¿y del festejo, qué? Pues un encierro de los Chospes en el que la mansedumbre se enseñoreó a sus anchas, en que cada novillo superaba al anterior y el siguiente al anterior, echando sobre todo tres novillos finales que en muchas plazas pasarían por toros sin ningún esfuerzo. O quizá no, pero más bien porque algunos decidirían que con esa presencia no hay quién se pueda expresar. Blandos, en algún caso en demasía, muy mal lidiados; perdón, corrijo, no lidiados. Con tres novilleros, Nino Julián, Mariscal Ruiz y Juan Alberto Torrijos, que venían a hablar de su libro, a dar trapazos muleteros a diestro y siniestro, dejando el resto para el peonaje, que allí anduvo como Dios se las dio a entender. Los picadores, pues en su línea, pero también hay que reconocer algo, que los dejan a merced, lo que no influye para que peguen un navajazo en la paletilla. Pero si un toro no quiere capotes y mucho menos caballo y se arranca de mala manera, además de evitarse un marronazo, los de a pie, especialmente el matador de turno, deben estar al tanto para sacar al animal del peto y no ponerse a lo lejos a levantar la mano. Y si el toro no va al caballo y el caballo tiene que ir al toro, porque ya solo se trata de picar, no pasa nada porque se pise la raya. Que al final veo que va a montarse la Asociación de amigos de la cal, integrada por esos que luego relinchan una y otra vez, una y otra vez lo de “picadoooor, que malo...”. Que sí, que son muy malos, pero a veces, si nos paráramos a pensar y además pensáramos que esto no es un acto mecánico, pues...

Nino Julián tiene las maneras de un torero del Folie Bergere. Zarandea el capote sin idea, pone banderillas amanerado, como todo lo que hace, y unas veces sobre un pitón, otras al quiebro, según pase. Con la muleta, pues uno de tantos, que si más telonazos o más culerinas, cites descarados con el pico. Sin ningún criterio lidiador, que si el toro se le va a tablas, allí va él sin pensar si en terrenos, si en querencias. Y si su segundo quiere escapar constantemente, pues nada, hay que seguir dando trapazos a tutiplén y si la cosa no pita, entre los pitones. Y la espada... pues eso, bajonazo, pinchazo y siempre tirando el trapo al suelo. Un fenómeno.

Da cosa hablar de mariscal Ruiz después del trompazo que dejó conmocionada a la plaza, pero quizá no nos quede otra. Que el hombre, lo que se dice duende, pues no tiene y además se esfuerza en dejar evidente su vulgaridad en el trapaceo, pico, tirones, manivolazos y perdiendo el tiempo alrededor del novillo. Como sus compañeros, ni piensa en fijar a un toro, que ellos están para dar pases, a ver cuándo nos enteramos. Y en el quinto, que entraba cómo un buey y después de unos telonazos, en un momento se quedó descubierto y allí que tiró el manso el derrote que le levantó y tras una caída a plomo, inmóvil en la arena y con espasmos, fue llevado a la enfermería y los móviles ardiendo, con el personal deseando ver un avance del parte. Salió un banderillero y se señalaba el costado, sin otros ademanes, lo que al menos tranquilizaba algo. Parece que la cosa quedó en solo ese trompazo, que ya es bastante y que pudo haber sido otra cosa.

El tercero era Juan Alberto Torrijos, que ya con el capote dejó evidencias de su escasa pericia capotera. Que claro, si todo tu saber se reduce a irse a portagayola, pues ya es para no esperar demasiado. Con la pañosa, pues, poco que contar, que a veces parecía que era el prólogo al Empastre y el Bombero torero. Trallazos absurdos, enganchones y manteniendo ese nivel de diez en cuanto a la vulgaridad. Vulgaridad en la misma concepción del ciclo, de los carteles, del respetable que no se respeta, de los responsables de la empresa, la plaza y hasta del que vende fantas y al final solo queda en que a esto siempre van los mismos de siempre, con borrachos debutantes.


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viernes, 4 de julio de 2025

El que dijo que esto no podía ir a peor... se equivocó y de qué forma

Igual la cosa sea volver a los orígenes, pero viendo cómo está esto, lo mismo hay que remontarse hasta...


Segunda merienda multitudinaria y ya parece que han devorado el poco prestigio que le quedaba a la plaza de Madrid. Bien servido en unas cajitas de cartón muy monas, con salsa al gusto y una buena bañera de lo que guste para inundar el gaznate y a devorar como hienas esta plaza que un día fue algo que se echa tanto de menos. La afición, por ejemplo, ¿dónde estará la afición? Pues igual ya va camino del panteón de personajes ilustres, pero sin boato, sin plañideras, sin apenas nadie que lamente tal pérdida, quizá porque entre tanta zampa y tanto trasegar alcoholazo, al personal se le va la cabeza y más que pensar en prestigios y tradiciones, está más por eso de ir y venir a por más carnaza que obnubile los sentidos, que ciegue la vista y aceporre el sentido común. Y si a todo esto le unimos la lluvia, pues pasa lo que pasa, que las Ventas enloquece; que siempre quedan unos cuantos, cada vez menos, que no dan crédito, que por las horas, pues se llevan su bocata, que eso no es malo, y su lata o latas de lo que sea y son capaces de seguir el festejo. Y si llueve, pues se mojan, que es lo que tiene el estar al aire libre, pero intentan no perder detalle de lo que pasa en la arena. Pero ya digo que esto son contados, que hasta casi podemos ponerles nombres, que si Alberto, Carlitos, Adrián, Felipe, David y alguno más que sí, que iban a cenar, pero sobre todo iban a los toros, que cenar en los toros ya digo que no es un deshonor, pero ir a cenar y si acaso ver algo de los toros, eso es otro cantar. Que caen cuatro gotas y para arriba, a saltar a las gradas, que como la empresa apenas pone personal para estos días, pues aquello se convierte en una gymcana gigante. Que afloja, pues para abajo otra vez. ¡Ay, que llueve! Venga para arriba, que para, pues... y así toda la santa noche. Y además las visitas al festival del gourmet de las jornadas de “ponga su colesterol a mil”, “A tomar por... la operación bikini” o “Abuela, que eso tiene mucha sal y grasa y... un día es un día”. Que si se pasa un antropólogo estudioso del fenómeno taurino como rito atávico enraizado con la esencia de la civilización mediterránea y ve esto, se vuelve a su casa y quema todos los legajos escrito durante años, para empezar otra tesis de nuevo cuño: “La Tauromaquia del s XXI o el co... de la Bernarda”.

Que dirán que por estas tampoco voy a hablar del festejo, pero, si ustedes hubieran vivido lo que hemos vivido, entenderían mi desamparo, mi sensación de que el fin del mundo ha empezado por Madrid, por la calle de Alcalá. Que no vivas han soltado, que entre el trasiego y el trasegar no daban para más. Que sí, que era una novillada de Sagrario Moreno, una señora novillada de aspecto impecable, seis láminas, seis novillos que en esas plazas del mundo igual habrían pasado tranquilamente como toros. Que a alguno igual algún figura de áureo palmito no lo habrían querido ni ver, ni que les mostraran una foto de los animales. Pero luego han dejado ver demasiada flojedad, más de lo admisible. Eso sí, flojos y todo, pero que han podido con creces con los tres actuantes que estaban anunciados. Que habrá quién piense que nocturna, novillada y que van y ponen a tres que apenas han ido por el mundo, pero ni mucho menos. Fabián Jiménez volvía para demostrar que la primera vez era nada y ahora sigue siéndolo. Bruno Aloi, que seguro que tiene predicamento en México, que ya ha repetido varias veces en eta plaza, pero al que se sigue sin entender que siga viniendo. Y Pedro Luis, novillero llegado de Perú, que lo que ha copiado de los fenómenos de aquellas tierras es el ponerse a torear de salón mientras sus compañeros se las están apañando con el novillo en el ruedo. Será que esto se lo enseñan en las escuelas de allende los mares.

Tres escuelas diferentes que convergen en una, la escuela del mantazo capotero y el trapazo muletero, rematado con sartenazos que deberían ofender hasta a los del sube y baja, baja y sube, pero no, estos lo celebraban, quizá porque así podían volver a la barra a por más pitanza, aunque... si les daba igual que hubiera toro o no, si ellos transitaban por los tendidos como Juan y Manuela.

Que esta escuela de la modernidad ahora dicta que el toreo de capote es sacudir la manta sin criterio ninguno, que igual se ponen a dar chicuelinas o lo que sea de salida... ¡Caramba! ¡Igual que sus mayores! Pero el manejo del capote para simplemente fijar a un toro, eso lo dejan para otra tarde, lo mismo que el poner el toro en suerte. Venga capotazos y más capotazos y al final el toro se les va. Que sí, que lo de Sagrario Moreno andaba suelto y hasta buscando los terrenos de toriles de salida, pero es que nadie le ofrecía un capote para sujetarlo mínimamente. El comportamiento en el caballo ha sido más que discreto, aunque en los tendidos siempre se gritaba eso de ¡Picaaaadoooor! Incluso en el sexto, que no quería caballo de ninguna de las maneras y para poderlo picar, en lugar de ir el toro al caballo, ha ido el caballo al toro y ha tenido que pisar la raya ¡Anatemaaaa! La raya no se toca. En fin, lo de siempre. Luego venga trapazos, sin que el personal hiciera demasiado caso, y cuando se lo hacían, pues venga a jalear lo injaleable. Pico descarado, en los tres, escupiendo al toro y pasándoselo lejos, los tres, venga a pegarse carreras y más carreras, los tres, y dejándosela enganchar hasta la desesperación, los tres. Que como estos sean el futuro, futuro, no vengas. Que algunos nos acusarán de que no vemos nada positivo, pero de verdad, es que está muy difícil el querer ver algo bueno o simplemente nuevo. Que seguiremos yendo a la plaza, faltaría más, pero de verdad, el que dijo que esto no podía ir a peor... se equivocó y de qué forma.


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viernes, 27 de junio de 2025

Cénate las Ventas... y no olvides las sales de frutas por quintales

¿Es esta la fila para los torreznos? ¿El último?


Este invento tan... tan... tan hortera, chabacano y vulgar de convertir la plaza de Madrid en la feria del tocino frito, la pizza de morcilla y el pincho de saín en vena a las ricas hierbas de ortigas ya ha empezado. Que algunos pensaban que las Ventas no podía caer más bajo; pues no apuesten, que con estos gestores de Plaza 1, lo que va mal puede ir peor y lo que puede ir peor puede acabar en el Cénate las Ventas y en la Discoventas de después del festejo, con un pincha o dj, de lo más animoso, que dan ganas de no irse a casa y quedarse a ver si te toca una tostadora o una muñeca Chochona, porque el speaker en cuestión a nada lo confunden con Manolo, el animoso locutor de la tómbola de la verbena del barrio de Canillejas en sus fiestas de septiembre. Y digo Canillejas, para que no se me ofenda nadie, aunque igual ustedes tienen otros candidatos que le disputarían el puesto de charlatán del año. Bueno, no, que ese título lo tienen in pectore lo mismo el señor Casas, que el señor Garrido. Bueno, este más sería de tómbola parroquial. A cada uno, lo suyo.

Que si hacemos caso a cómo anuncian tan magno evento los señores Plaza 1, esto va de llenar el buche, que solo respirar los aromas de las planchas y el colesterol se te dispara y alcoholazo, mucho alcoholazo, para que a partir del tercero de la noche los vivas broten como enjambres de chicharras en plena canícula. Y dirán ustedes, ¿y los toros? Pues de los toros, ni noticia, que el cartel solo hablaba de pitanza, no de toros, toreros, ganaderías, ni perrito que le ladre. Y es entrar en la plaza, con solo una puerta abierta, no vaya a ser por las otras se escape el gato, subir a la primera planta y empezar el campeonato de slalom de mesas, sillas, plantones con el vaso en una mano y lo que sea en la otra. Y no molesten, que estamos en la hora de la cena. Bueno, pues me salgo por las terrazas y así esquivo esa manifa de mesas por todos los pasillos, pero... nada, que está peor. Pues habrá que ir pidiendo paso, permite, perdón, permite, perdón, le importa, perdón... y si logra llegar a unas escaleras para subir a la localidad, ¡alabado sea el torrezno! ¡Oiga! ¿No sabe que puede bajarse a los tendidos, como la gente pudiente y se evita el subir a los cielos de gradas y andanadas? No, es que prefiero ir a mi sitio de... Desagradecido, ¡qué gente tan ingrata! Que te dicen que vayas al tendido, no por ver el ruedo desde más cerca, sino porque así tardas menos en salir al pasillo, pedir unas alitas o o que sea, dos barreños de alcoholazo y volver al tendido.

¡Ah! Que además ha habido una novillada, muy anovillada, excepto el sexto, del Retamar, con la que no han podido de ninguna manera los tres de las medias rosas. Dos primeros para estar toreando hasta que se acabaran los torreznos y los pinchitos de morcillas, un tercero por el estilo, pero menos claro. Y tres mansos en la segunda parte que fueron incapaces de fijar mínimamente, pero que sin comerse a nadie, se comían a los tres actuantes. Pérez Pinto, que se presentaba en Madrid y que le veías y parecía capeado por esas plazas de pueblos del mundo, pero para ser el que daba cuatro trapazos seguidos, porque en el momento en que la cosa exigía algo más, como llevar una lidia, poner el toro al caballo o darle cierto sentido al trasteo, enseguida uno se daba cuenta de que solo está para eso, cuatro trapazos en el Carnaval del Toro, tres en las capeas de Arganda y poquito más. Que así se explica que se presentara en Madrid casi una década después de debutar de novillero y de los dos festejos del año anterior. El segundo era Tomás Bastos, que volvía a Madrid, no me pregunten por qué. Este, ni capeado, ni sin capear, un chavalín modernito, que a puntito ha estado de ver a su segundo irse vivo y cuyo punto fuerte, según cree él, el irse a portagayola. Que igual lo es, porque de torear, lo que se dice torear... ¡unas bravas para el caballero! ¿Otra cervecita? Manolo, saca el barreño, que el señor quiere otra cañita. Y el tercero era Pedro Montaldo, que no es que se parezca a sus compañeros, porque ya hasta parece que hay nuevas escuelas de ineptitud y la de este es el dar trapazos a toda velocidad, dando vueltas como un giraldillo en un vendaval, mientras se vivea a todo lo que se mueve. Y venga vivas. Eso sí, el hombre no tiene suerte con la espada y suma las entradas por pérdidas de muleta. Pinchazos en los blandos una y otra vez y el trapo al suelo. Que como dijo una vez alguien con mucho acierto, tendrían que ponerles una pulserita como el mando de la Wii, a ver si así no pierden el engaño con tanto descaro. Eso sí, que llegas a casa y te enteras que el mozalbete se ha dado una vuelta al ruedo en el sexto. Que imagina uno que habrá sido multitudinaria, tanto que quedarían los familiares y los de las almohadillas echando al personal, que había que recoger y se hacía tarde. Pero claro, tanta grasaza, tanto alcoholazo, tantos vivas a la plancha, tanta chabacanería... Pero nada, que no decaiga esto de Cénate las Ventas... y no olvides las sales de frutas por quintales.


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lunes, 23 de junio de 2025

Con los inválidos no hay lugar para posturitas grotescas y vulgares

 

Se creen divinidades de la tauromaquia y solo son... la nada


Cuando era niño, después de adolescente y ya mayorcito, bastante mayorcito, mis mayores, loa que sabían tanto de esto, me decían que en esto de los toros, de lo que se trata es de poder, dominar y mandar sobre un animal fiero y con un poder desmesurado. Eso se me quedó grabado a fuego en mis ansias de querer llegar a ser algún día un aficionado a los toros y más concretamente un aficionado de Madrid, mi plaza, mi casa, mi refugio, el lugar dónde tanto he recibido y dónde quizá haya querido dejar algo para poder corresponder, pero siento que estoy muy lejos de poder hacerlo. Pero al menos, cuándo veo un espectáculo como el vivido en esta tarde de Valdefresnos, con Luis David Adame, José Fernando Molina y Christian Parejo, no puedo por menos que indignarme y rebelarme contra esta idea ñoña y simplista en que quieren que se convierta esto que un día nos legaron aquellos de los que tanto pudimos aprender. Aquello del poder, dominio y mando ante un toro, ha mutado, porque de una mutación de trata, en un espectáculo, un show, en el que el toro ha desaparecido, porque lo que sale por chiqueros solo llega a a caricatura y en tardes como esta, a caricatura inválida. Y claro, entenderán que en el momento en que no hay toro, nada importa de lo que vaya a suceder en el ruedo. Pero en este nuevo... llámenlo cómo prefieran, el objetivo es que los de luces, paisanos, primos o lo que sea, corten despojos a mansalva, aunque su actuación sea deplorable, vulgar, cateta y vacía de todo lo que debería ser el toreo. Que con esta introducción, igual se hacen una idea de lo que ha sido la última corrida de toros hasta mediados de agosto. Que dicho así, suena fuerte, pero esa es otra, esto es lo que nos ofrece nuestra nunca bien ponderada plaza 1, que tantos desvelos le provoca el tener que cubrir una temporada completa, aunque que no se agobien, que con esto de las obras de la plaza se la van a quitar de encima de un plumazo y lo mismo hasta hacen el gran esfuerzo de que no vuelva, siempre con el amparo y la complicidad de la propietaria de la plaza, la Comunidad de Madrid. Los defensores de la Tauromaquia se proclaman ¡Viva el cinismo!

El esperpento se ha empezado a construir sobre una infumable corrida de Valdefresno, que lo mismo uno era aplaudido por los carniceros, que otro parecía un vaco feo y destartalado, otro más justo, pero todos escasitos de fuerzas, inválidos, ante los que el señor presidente de la corrida ha hecho el Tancredo y lo mismo hasta rezaba para que no se fueran al suelo una vez más de todas las que se fueron, para sí no devolverlos a los corrales. Que si hubiera sido el usía poseedor de un mínimo de afición, igual se habrían vaciado los corrales de las Ventas, porque se podrían haber devuelto la corrida en pleno. En el caballo apenas se les picó, siendo generosos en la valoración, y curiosamente todos peleaban con un solo pitón, el izquierdo y echaban la cara arriba. Unos buscaban más los terrenos de chiqueros, sin que los de luces intentaran fijarlos en los capotes. Inválidos, pero con los que no podían los tres acartelados. Ausentes durante la lidia, mal lidiados, sin orden, ni concierto, para después intentar mantenerse en pie. Eso sí, con estos ejemplares, tampoco pudieron, el colmo de la falta de dignidad taurina.

Luis David Adame muy inseguro y desconfiado, aparte de las ya mentadas carencias lidiadoras, todo su bagaje fue un toreo ventajista, vulgar, con mucho enganchón y contando cada muletazo por un tirón destemplado. Sin saber qué recursos oponer ante sus blandos oponentes. Muletazos en los que era él quién se movía y no el toro, se pasaba solo. Resultó cogido en su primero al entrar a matar, cogiéndose solo, sin pasar, sin hacer la cruz o como en el cuarto, tirando el trapo a la cara del animal.

José Fernando Molina venía con su incondicional grey de partidarios, dispuestos a jalearle hasta saltar a la comba, si así quisiera. Y con estas, ya podía estar dando trapazos a un inválido, que él a lo suyo, a ver si el paisanaje se calienta y le piden un despojo, como ya ha ocurrido con él en esta plaza. Y claro, si se engorda la estadística, te lo ponen otra vez, porque aquí cuenta el cuánto y poco o nada el cómo. Trallazos, pico, muy despegado y a poner posturas mientras el de Valdefresno besaba la arena. Enganchones a mansalva, pico y al tirarse para cobrar un bajonazo, al quedarse en la cara del toro, sufrió un revolcón, por lo que tuvo que pasar a la enfermería. En su segundo, ya con vaqueros y sin chaquetilla, que debe ser muy incómoda, hasta medio lo sujeto con el capote mientras le cedía terreno. Le dejó a su aire por el ruedo, hasta llegar al último tercio, donde le recibió de rodillas, muy chabacano él, dando trapazos de todo tipo y seguir ya en pie con más sacudidas de trapo, corriendo detrás del Valdefrresno, que tenía fijación con irse a tablas. Alargando el brazo, abusando del pico, enganchón tras enganchón y hasta los jaleos del personal sonaban ridículos. Debían creer que los despojos se ganaban a voces, pero Molina se empeñaba en llevarles la contraria, cada vez un pasito más hacia la vulgaridad y penando detrás del toro, como si este ya estuviera harto de tanto trapazo. Los repetidos fallos con los aceros impidieron que los entusiastas hicieran aún más el ridículo pidiendo despojos. Pero que alejado de la realidad está el albaceteño, lo mismo que muchos que visten de luces, que después de semejante parodia, hasta amagó con darse un rulo por el ruedo.

Y si hablamos de partidarios sin sentido del ridículo y de torero alejado de la realidad, quizá Christian Parejo sea un buen ejemplo de esto. Incapaz de sujetar un toro, permitiéndole andar a su aire por el ruedo, ya con la muleta, pues lo de todos, pierna de salida exageradamente atrás, trapazos a un animal que se quería ir, pico abusivamente descarado, siempre fuera y bajonazo. En su segundo, el de menos trapío, con diferencia, parecía desesperantemente desganado, inhibido de la lidia, como si fuera el toro de otro, hasta el punto que con el toro debajo del peto, aunque se cambiara el tercio, él se marchó a pegarse su buchito de agua, a templar la muleta, sin importarle si sacaban al que supuestamente era su toro, del peto o si se lo llevaban a Malta de vacaciones. Y ya con el animal aquerenciado en tablas, allá que soltó todo su repertorio de vulgares trapazos, sin parar quieto un momento, sin otro fin que acumular sacudidas de la tela, una y otra y otra y otra más, hasta la desesperación del personal al que ya no le cabía ni una gota más de chabacanería. Tras un bajonazo aún había quien sacaba los pañuelos de dos en dos, pero lo que quedaba en el espíritu de la ya escasa afición de Madrid es que esto se ha convertido en un esperpento en el que solo valen los despojos a costa de lo que sea; será para comentarlo en el viaje de vuelta. Que este cartel no se puede repetir en mucho, mucho tiempo, ni por el ganado, que bien podría quedarse en la finca varios inviernos seguidos y sin anunciarse en Madrid. Y por supuesto la terna que si de inicio no tenía justificación para asomarse a la calle de Alcalá, al acabar quedó más en evidencia que si quieren, que toreen en su casa, a ver si van los mismos entusiastas vocingleros que solo idolatran los despojos y que si lo creen oportuno, tampoco es necesario que aparezcan por aquí para tirar la honra de la plaza por los suelos. Que ya está bien de tanta chabacanería casposa y a ver si toreros y hooligans se meten en la cabeza que con los inválidos no hay lugar para posturitas grotescas y vulgares.


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lunes, 16 de junio de 2025

¡Ay, Madrid! Quién te ha visto y quién... ya no te ve

La Plaza de Madrid, una gran desconocida para los que vivieron algo muy distinto

 


Quizá alguien recuerde aquello de que Madrid daba y quitaba, de que era una afición que sabía lo que quería, que sabía valorar con justicia y justeza, que era generosa, pero que no se chupaba el dedo. Pues si se han pasado, aunque fuera de refilón por la “In memoriam a Victorino Martín”, mejor que se olviden de todo lo anterior y casi hasta mejor que se olviden que estuvieran en la plaza de la calle de Alcalá. Porque Madrid se ha convertido en un despropósito, el despropósito al que ha llegado todo este mundo de los Toros, en que ni toros, ni toreros, ni toreo, ni nada de lo que en otros momentos pudiera ser referente, motivo de orgullo. Que ya parece haberse impuesto el agarrarse al triunfalismo, en ocasiones dando la sensación de que esos provocadores del triunfalismo se agarran a esto como a un clavo ardiendo. Dejan pasar y pasan por encima de demasiadas cosas, tantas de esas que antes encendían el ánimo de Madrid y por menos del canto de un duro te montaban un bronca de impresión. Eso sí, quizá porque ahora el personal está más leído, sean las lecturas que sean, tienen más argumentos, más excusas para justificar su ansia triunfalista. Que si hay que elevar a los altares a un coletudo, basta con que ha estado hecho un tío, con que ha dado dos muy buenos o que simplemente le premian por ser quién es, algo vivido muy recientemente. Y si es para homenajear a un toro, basta una frase, que es que el toro perfecto no existe. Y con eso ya han barrido, o ellos se lo creen, cualquier crítica que sea acorde con ese triunfalismo desbocado y hasta un tanto irracional. Y no es solo que preparen los mimbres para esos triunfos, es que la crítica habitual se desactiva, enmudece, dependiendo de quién se trate. Pues así estamos y en este supuesto homenaje al ganadero de la “a” coronada, al menos a la conclusión del festejo, esta vez sí que estaba la furgoneta esperando al caballero que sacaban a cuestas. Algo es algo o quizá también puede ser que el caballero en cuestión no tiene el pedigrí de quien hace una semana justa... Bueno, todo llegará, bastará con que se cumplan veintiocho años de alternativa, porque con diez años doctorado solamente, ese derecho aún no ha sido adquirido. Ya saben, que aún hay quién mide los méritos por años de estancia y no por conocimientos, cualidades o vaya usted a saber qué.

Corrida Victorino Martín que ha sido ovacionada en algún que otro toro, aunque bien es verdad que con cierta timidez. Cuatro primeros impresentables para esta plaza, que más recordaban el género caprino, que el bovino descendiente del bos primigenius. Y los dos últimos que tenían un pase, pero que ni mucho menos eran para recibir ningún parabién. Eso sí, al quinto se le aplaudió por la leña, no por el trapío. Los ancestros de esta sangre eran toros que solían lucir en el caballo, así que si quieren recrearse en ello, pónganse a hacer memoria, pero tómenselo muy en serio, que si no... Al primero apenas se le picó, con la cara alta, derrotando el peto o lo que pillará, a pesar de que por momentos le barrenaron tapándole la salida. Más derrotes, especialmente por el pitón izquierdo. El segundo, con marronazo trasero y caído, tirando viajes por el zocato y más tarde apenas solo se dejaba mientras le tapaban la salida. El tercero, solo se dejaba, mientras apenas le castigaban, tirando derrotes en la segunda vara, dónde al menos se le dio algo más, pero sin llegar a nada considerable. El cuarto sí que planteó cierta batalla y recibió más que sus hermanos, no así en el segundo puyazo caído. El quinto que se fue andandito al caballo, donde le taparon la salida para no picar, mientras solo peleaba de lado y con el derecho, para pasar a que no le picaran, tirando derrotes con el otro pitón. Y el sexto, al que habrá que prestar más atención, un toro que echaba las manos por delante de salida, ya en el caballo, al que no le debía hacer gracia acudir, le pusieron a cierta distancia, para liarse a cabecear en el peto de lado y solo por el izquierdo. En el segundo encuentro ya más cerca, casi en la raya, le castigaron poquito, mientras solo se empleaba por el izquierdo.

De los componentes de la terna, Paco Ureña, Emilio de Justo y Borja Jiménez, iremos a continuación, intentando aplicar cierta minuciosidad. Paco Ureña se encontró con un primero escaso de bríos, al que de salida se le vio que no podía con él. Con la muleta solo acompañó el viaje y aún así, muchos interpretaban esto como temple, algo muy habitual en esta “tauromaquia” presente. Muchos trapazos al aire a un moribundo, retorcimientos, exagerando el pico y después cuartos de muletazo que eso siempre gusta en estos días. Luego que dejo el palo para largar tela en cada trapazo. Muy vulgar, venga enganchones y teniendo que recolocarse constantemente, para culminar con un bajonazo. En el cuarto, a darse la vuelta para perder terreno hacia los medios. Ya en la faena de muleta, trapaceo por abajo acortando el viaje. Cites con el pico, inseguro, sin bajar la mano, mucho trapazo y muchas carreras, hasta que el animal acabó yendo como un burro al trapo. Siempre muy fuera, venga enganchones y alargando aquel suplicio innecesariamente, para cerrar con una media muy caída.

Emilio de Justo, torero con excesivo predicamento en esta plaza, y en muchas más, es incapaz de mandar en la lidia, limitándose a plantarse en mitad del ruedo y que los peones vayan haciendo, un supervisor de lujo. Con la muleta es un simple pegar trapazos, zarandear la muleta, que si se la engancha, que la enganche, en mitad de un maratón de carreras para recolocarse y un recital de voces y gritos para llamar al toro... o para lo que a él le venga bien. Que se lo llevan al máster de tenis y no desentonaría en cuestión de voces. Siempre citando desde muy fuera, tanto, que hasta los desplantes los hace desde las orejas del toro. Y como cierre, un bajonazo muy trasero. En el quinto, como en su primero, mantazos y a girarse de espaldas a los medios, algo que parece que a la parroquia le gusta sobremanera, que gusta eso de perderle terreno a los toros. De nuevo inhibido de la lidia, allí de plantón a una distancia prudencial. Y ya con la pañosa, pues carreras y más carreras, cazando trapazos por doquier, ahora unos trallazos con la zurda, sin parar quieto un instante y sin mandar jamás al de Victorino, que tampoco es que fuera Barrabás de cárdeno, pero si las cualidades son tan escasas, pues ese es el resultado, piernas y más piernas. Alargando el brazo, citando desde fuera y venga a abusar hasta lo inaudito del pico. Pero sería por las carreras, sería por los alaridos, una orejita que regaló el generoso usía, don José Luis González, conocido por los habituales de la plaza por su buen corazón con los de luces. Tan generoso como es público amable que hoy en día ocupa la plaza de Madrid, unos con pañuelos de un torero, otros con polos con el hierro del día, otros con chapitas, pero que son de un buena gente, que tira pa trás.

Y llegamos al tercero en liza, Borja Jiménez, que pasó por la plaza en sus otras apariciones sin pena ni gloria y quizá para algunos ya iba siendo demasiado. Quizá echaban de menos ese prototipo de toreo moderno sin el que ya parece que muchos no pueden vivir. En su primero, trallazos por abajo en el recibo de muleta, que si un enganchón por aquí y dejando ver que no podía con la chiva de Victorino, con perdón. Excesivas carreras, muleta atravesadísima y que el animal no se le viniera al suelo. Y será que no ando muy bien de memoria, pero que no recuerdo una estocada de este torero que no fuera un bajonazo, aunque pocos como el que propinó casi en la barriga a este su primero. Y salió el sexto, ese que no cumplió en el caballo, ni de lejos, que se limitó a pegar cabezazos en el peto, que tras el segundo tercio se acomodó en tablas y al que todo el trasteo hubo de hacérselo al amparo de estas. Se lo empezó sacando por abajo, para continuar con la zurda y en el último pase de la tanda, ¡un natural! Un natural, damas y caballeros, gran hazaña, gran logro. Que me dirán que si estoy con lo del toreo de bisturí y no podré más que darles la razón, perdonen la emoción. Y ya digo que próximo siempre al olivo, comenzó la sinfonía de trapazos siempre, pero siempre, con el pico de la muleta, atravesándola de manera muy especial con la zurda, cuartos de muletazo, dejándosela tropezar y teniendo que colocarse entre trapazo y trapazo constantemente, para acabar entre contorsiones muy celebradas, harto vulgar y con demasiadas trampas. Acabó, como es la habitual marca de la casa, con un soberbio y solemne bajonazo, que a nadie debió importar, en especial al que regalaba orejas como el que regala papeletas a la puerta del metro. Que si un pañuelo blanco, que si otro más, que lo del bajonazo son pequeñeces y para colmo, la vuelta al ruedo al toro. Un toro que lo del caballo no era su ideal de vida, pero, ¿qué más da? ¿No estamos de fiesta? Pues que no pare la juerga. Que el señor ganadero estará encantado con su corrida, con la escasa presentación, con el suspenso en varas y con cierta flojedad que limitaba mucho muchas cosas, pero era día para estar feliz como una perdiz. Y que el que no lo esté, que se quede en su casa, eso es. ¡Ay, Madrid! Quién te ha visto y quién... ya no te ve.


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lunes, 9 de junio de 2025

Tarde triunfal, tarde infernal

Si a alguien le quedaba alguna duda, las evidencias las aclaran todas


Pues aunque la Beneficencia nunca ha entrado dentro de la feria, tal y como esta empresa monta sus cosas, podemos decir que la feria ha concluido con este festejo extraordinario. Y también podemos decir que ha acabado, como empezó, con triunfo, con salida a cuestas y con la Plaza de Madrid por los suelos. Si bien se preparó aquel triunfo más que discutido de la primera del serial, de la que lo cerraba se pueden decir muchas más cosas y no sé si alguna buena. Un triunfo prefabricado, precocinado, preparado a conciencia, porque el único y último objetivo era subir a los altares al único que podría pasear la púrpura con majeza. Torero tildado de genio por multitud de circunstancias ajenas al ruedo y no tantas de su labor en los ruedos, al menos en el de Madrid. Que sí, que el éxtasis ha sido general o casi general, pero... tan poco consistente. Que me dirán que si ha dado un natural, un adorno, un... ¿y el toro? Que nos pasamos la vida con esa retahíla que suena ya vacía, porque muchos se han empeñado en vaciarla, de que “sin toro, nada tiene importancia”. Pues de verdad, es muy lícito unirse a la locura colectiva, pero tiren la chapita al contenedor azul. Así por lo menos nadie les recordará sus debilidades taurómacas. Que sobre gustos no hay nada escrito, que los hay que mezclan las anchoas con leche condensada o que le echan gaseosa a un Vega Sicilia, pero no me cuenten patrañas que no se creen y que las sueltan para quedar bien. Que son muchas tardes queriendo mantener el tipo y a todos se nos saltan las costuras; a unos más que a otros, por culpa del paisano, el amigo o el que unos dicen que es un gran torero. Y de los toros... que en esta de Juan Pedro Domecq, si alguno se pone a pedir la vuelta al ruedo para alguno de los mostrencos que nos han echado por delante, entonces ya cuadramos el círculo o redondeamos el cuadrado, cómo prefieran.

Corrida de Juan Pedro Domecq, con un sobrero de Garcigrande y otro de Victoriano del Río, para asegurar que los objetivos se iban a cumplir, sí o sí. Que si me dicen que venían bien presentados, pues ,miren, no les voy a llevar la contraria, porque uno no tiene ganas de discutir sobre lo indiscutible. Que sí, alguno cornalón, desde luego, pero ahí paramos. Eran los instrumentos necesarios para una tarde de festival moderno. Y digo instrumentos, porque por eso los toman y nos los presentan; y lo que es peor, la mayoría del público así lo tiene asumido. Unos instrumentos a los que no se ha picado, que alguno hasta pretendía empujar en el peto, pero ni ofreciéndole un Cola Cao con magdalenas podía ni tan siquiera molestar al picador. Que luego, como ese cuarto de la tarde, que no podía ni con el pensamiento, caminaba a pasito borrica y los entusiastas creían ver que el ídolo estaba toreando tan despacio, que se paraba el reloj de la Puerta del Sol. Que tres tardes como estas y las próximas campanadas nos llegan casi al amanecer. Pero oiga, borricas fofas, pero a las que los maestros de turno no eran capaces de darles pases sin que les tocaran los engaños. Aunque la verdad, daba lo mismo, porque esta tropa de entusiasta lo mismo te jaleaban un enganchón, que un pase no dado, que se estremecían con un desarme ¡Válgame!

Que si en su primera actuación ya se percibía un ambiente promorante, en la tarde en cuestión se mascaba ya desde que rompió el paseíllo, volviendo a sacarle a saludar, algo quizá muy tradicional en tal o cual plaza, pero, ¿en Madrid? Aunque, ¿de qué me asombro? Si en las Ventas ya se ha convertido en costumbre el aplaudir por el nombre que aparecía en el programa de mano y en este caso, el primero era el de Morante, nada de Morante de la Puebla, no, solo figuraba Morante ¿Pa qué más? A su primero le manteo con capotazos por la cara, sin conseguir fijarlo a los engaños, para después continuar con chicuelinas de inicio ¡Vamoooosss! Más verónicas por la cara y a por la muleta. Y vaya por delante que todo lo que hace Morante de la Puebla va con un gusto exquisito, pero lo de torear con mando y poder y sobre todo, a un toro, eso ya es harina de otro costal. Que se emocionará todo el orbe, pero volvemos a lo de siempre, no me cuenten milongas. Que si esto va de poses, estupendo, aquí tenemos a un dios, pero, ¿esto va de poses? Con la pañosa ayudados a dos manos plenos de pinturería a un moribundo. Ya con la diestra, citando con el pico, jaleándole algún que otro enganchón como bueno, dando a veces la sensación de que liaba un poco, pero esto es algo subjetivo y que cualquiera me puede rebatir. Cambio a la zurda y naturales citando de culo atravesando la muleta y aún así, tenía que recolocarse. Faena corta culminada con una estocada en buen sitio que hace que el personal le pida el primer despojo. Ya teníamos medio camino hecho. La ruta prosiguió con el chiquito cabezón que hizo cuarto y que no podía más muestras de invalidez, que no se sabía que pata se dejaba más atrás, la diestra o la siniestra. Pero entre protestas y no protestas, el inválido coló y allí que se fue Morante a trapacearle por bajo, para continuar con la mano derecha, siempre tirando de pico y la parroquia enloquecida aclamando los enganchones como esculturas de Bernini. Más tropezones por el pitón izquierdo, ya al ritmo mortecino de un moribundo y que igual a algunos les hizo exclamar eso de no se puede torear más despacio. Como si esa despaciosidad fuera impuesta por el torero y no por la incapacidad del Juan Pedro. Muleta retrasada, siempre sin bajar la mano ni un poquito, no fuera a ser que el moribundo se nos desparramara por la arena, que me cambio la tela de mano, que meto el pico, que me la engancha, pero daba igual, nada se podía interponer para conseguir el objetivo marcado. Ni tan siquiera un bajonazo, quizá no tan artístico, ha hecho que decayera el entusiasmo triunfal. Otro despojito y ya no había nadie que a esa chavalería enloquecida le impidiera pasear a su divinidad por las calles de Madrid. Que parecía que esa chavalería, esa que a lo mejor aún no había visto torear, necesitaba agarrarse a un mito al que venerar y, quién sabe? Igual a sus nietos les contarán la gran tarde que pasaron. Y mientras, otros, que igual una tarde de toros vieron torear, no daban crédito a semejante dislate, pero nada, no hay que preocuparse, o igual sí. Que al fin, casi veintiocho años después de doctorarse, al fin, Morante de la Puebla ha sido sacado a cuestas por esa juventud que Plaza 1 tanto reivindica. Que lo suyo sería que para la temporada próxima, si se da, que les regalen el abono a todos. Que como pasa con los regalados este año, igual van cuatro tardes, pero tengan la seguridad de que a la tarde de Morante no faltará ni uno, porque después del botellón de la plaza, hay juerga por las calles, Alcalá arriba.

Y acompañaban al ídolo de la chavalería Fernando Adrián y Borja Jiménez, que vistas sus últimas actuaciones, uno ya no sabe si aún son los preferidos de muchos, pocos o solo paisanos. Y en la tarde de autos, pues no sé si ha quedado claro. Con un Fernando Adrián siempre pendiente de lo que reclama la galería, le convenga al toro o deje de convenirle. Que con el capote se quiere poner pinturero y solo consigue que el toro le deje atrás sin hacerle ningún caso. Y con la pañosa, pues como una vez le jalearon lo de la rodilla en tierra, pues adelante con ello, siempre tirando de pico, sea por un pitón o por el otro. Tremendamente ventajista, tremendamente vulgar y chabacano, con sus enganchones y todo, sus culerinas, así, porque yo lo valgo. Y después de bernadinas y vulgaridades varias, un despojo para el caballero. Que quería repetir triunfo triunfalista y saludó a su segundo con varios afarolados de rodillas y hasta chicuelinas. Un galleo vistoso para llevar el toro al caballo, no para picar, sino para echar allí un rato. Y de nuevo con la muleta, de rodillas en los medios para liarse a dar trapazos atravesando la muleta, evitando que el animal se acercara más de la cuenta. Prosiguió tirando de repertorio talanquerero, pico, culerinas, muletazos apelotonados, más pico, el toro por allí y el trapo por allá, un desarme, banderazos varios, ahora me meto entre los cuernos y todo se nos vino abajo primero por un metisaca en los blandos, que le hizo caer al poco.

Cerraba Borja Jiménez, el que para algunos iba camino de ser idolatrado. Que instrumentó unas verónicas a su primero con el pasito atrás, pero con el toro más metido en el capote que cómo parecen acostumbrar otros. Con la muleta, contando que el Juan Pedro bastante tenía con aguantarse en pie, trapazos dando aire al animal, venga a correr, entre los cuernos, muletazos de uno en uno y alargando el trasteo más de lo debido con un moribundo que pedía ya que lo mandaran a descansar. Pinchazo tras pinchazo y más pinchazos y al final el animal se echó solo y quizá se podía contar como otro que hubo que apuntillar en el ruedo, pero como ya había entrado varias veces con la espada, nos creeremos que uno de los pinchazos en hueso le tocaron el nervio ciatiforme, que pinzó el claristerio, interesó a la membrana peritocoidal y cayó, ¿no? Al que cerraba plaza ya le costaba hasta tomar los mantazos iniciales. Venga trapazos, venga a darle aire al mortecino, venga trallazos, muy perfilero, venga tirones y de nuevo pinchazo tras pinchazo, para al final concluir de monumental bajonazo. Que había quién se preguntaba si en Madrid había despenado algún toro sin un bajonazo. Y así concluyó la tarde la feria, el sopor, la vergüenza, el prestigio de una plaza y es que al final solo quedó una idea en la cabeza de muchos de los que no se tiraron al ruedo apara beatificar a su divinidad taurina y todo se resumía en cuatro palabras, tarde triunfal, tarde infernal.


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domingo, 8 de junio de 2025

Quizá fueron emergentes, hace mucho, pero ya solo rellenan tardes insufribles

Y los picadores se fueron diluyendo poco a poco, hasta solo ser unas sombras poco antes de desaparecer para siempre


Les ponen este cartel hace no se cuántos años, bastantes, y lo mismo a alguien se le removía la campanilla y se iba a la plaza a ver una corrida de las que llamaban torista, con tres toreros que igual sabían aparentar que tenían algo que decir. Incluso si ese alguien se ha pasado los últimos quince años en el Paraguay o criando canguros en Australia y de regreso ve tales nombres anunciados, hasta es posible que se fuera enloquecido a buscar una entrada como fuera. Toros de Adolfo Martín, una de esas ganaderías en las que a pesar de todo, mantiene la confianza de la gente y hasta le echan valor y la califican de eso, de torista. Que te salen con que un día, a saber, le salió un toro con el que fulanito... Hace que a un Adolfo no se puede picar y que aguante, hace... vaya usted a saber. Que si son prototipo de algo, y desde hace ya demasiado tiempo, es de la sosería que no se quitan de encima, además de la flojera que les adorna y si quieren, a partir de esta tarde de isidros, ya ni la presentación. Que me dirán que tal o cual estaba muy bien presentado y lo mismo hasta lo admito, pero junto con ese que me digan, ha salido cada cabra, que solo faltaban Heidi, Pedro y Niebla jugando con ellos por el ruedo. Eso sí, que no les hicieran correr demasiado, que igual se les despanzurraban en la arena y no les quedaría otra que apuntillarlo en mitad del ruedo, como el devuelto que no ha podido ni seguir el camino del cabestraje. Que lo que era una excepción que se veía una vez cada no sé cuántos años, en esta feria ya es la tercera vez en que hay que apuntillar un toro en el ruedo porque o se echan o no pueden mover ni una pezuña para avanzar. Anda, al final sí que va a ser verdad eso que anunciaba Plaza 1 a bombo y platillo, que este iba a ser un ciclo histórico. Pues sí, histórico es que haya que acabar con tres reses en el ruedo, dos sin que tan siquiera hubieran permitido montar la espada y este, para el que los cabestros caminaban muy rápido. Que habría que pedir a Plaza 1 que nos aclararan en qué bazar de los chinos compran las corridas. Y de los sobreros, ¿para qué hablar? Que del tiempo que han pasado en el Batán, algunos tienen hasta club de fans.

Los que parece que aunque tengan club de fans, ya no son tan entusiastas como antes, son los tres coletas, Antonio Ferrera, Fernando Robleño y Manuel Escribano, que entre los tres suman años de sobra para el cien por cien de una jubilación. Que sumando años de alternativa, superan con creces los que reinó Isabel de Inglaterra y la reina Victoria. Que llevan ya tanto, que cuando alguien se les cruza ya les sueltan a modo de piropo eso de “si estás hecho un chaval”, algo que solo se les dice... pues eso, a un chaval de “solo” quince años de alternativa, no, a estos se les llama emergentes. Curiosa la medida del tiempo en la actualidad taurina.

Pero si vamos a lo sucedido en el festejo, pues a un primero, bien presentado, el que decíamos antes, Ferrera le ha intentado recoger sacando chepa, que eso es que se pone en plan lidiador, pero sin lidiar. Al animal no le ha gustado eso del palo en el lomo y eso que tampoco es que le hayan picado. Brindis en los medios a Robleño, ya saben, por eso de la discreción de Ferrera, ese no querer dar la nota. Siempre inventando. Que si no quieres que te oigan, háblale bajito. Al de Adolfo había que cuidarle para que no se fuera demasiadas veces al suelo. Muletazos con el pico, sin bajar la mano, siempre notablemente fuera, queriendo llegar al tendido con esa pose de artista erguido y supuestamente natural, que puede ser, pero realmente no fue. Pico muy exagerado, muletazos de uno en uno, que ahora tiro el palo, ¡fuera chismes! Y el cárdeno pidiendo un armisticio. Y aparte del accidente en la primera entrada, en la segunda pegó un sablazo trasero poco digno. Su segundo, una vez devuelto el que hubo de apuntillarse en la arena una vez devuelto, fue un jamelgo de Martín Lorca. Suelto por el ruedo, se fue al caballo a su aire de punta a punta del ruedo, ¿y el matador? Bien, gracias. El toro jugó al entro y me voy del caballo, porque eso del palo no le hacía gracia. En el último tercio iba como un mulo y entre que el personal no quería mulos, entre que Ferrera insistía y el alboroto que se monto en un tendido, aquello parecía el patio de un colegio a la salida. Pero el espada allí seguía, sin que nadie, o muy pocos, supieran qué pretendía, alargando sin sentido un trasteo ya demasiado largo. Se volvía al público pidiendo paciencia, pero... ¡Todavía más paciencia! Que los turistas de la feria no sé, pero el abono habitual ya no pueden ser más pacientes.

Fernando Robleño, torero con una parroquia fiel en esta plaza; y por favor, no me pregunten por qué. Eso está fuera de mi negociado. Aquí ya empezó el desfile de chivas corniarmadas. El madrileño lo recibió entre danzas y bailes, girándose para perder terreno, como si aquello fuera Belcebú encabritado, con perdón. Ni se le puso en suerte, no se le picó. Con la muleta, al segundo trapazo el toro al suelo. No lo acababa de ver y tampoco era capaz de parar quieto un momento, citando y siempre echándose para atrás a cada arrancada y lo que es peor, sin recursos que oponer a aquel animalito al que en ningún momento sometió. En su segundo se le hizo salir a saludar... otra vez. Que va a ser uno de los toreros más saludados en esta plaza. Que sus motivos tendrán, pero motivos muy íntimos, que los que nos limitamos a ir a la plaza no llegamos a comprender. Otra chiva y más baile y giro hacia los medios con el capote. Que si anda tan falto de recursos, lo mismo ha calculado mal la fecha de la retirada. Apenas se pico al Adolfo, que solo daba para quedarse a sestear en el peto. En banderillas ya apenas tenía resuello para acudir al cite. Inicio de trasteo sin pararse y cuando se dio cuenta de que el animal se daba los pases solito hacia las tablas, pues ya está, a ponerle el trapo en esa dirección y hecho. Con la muleta retrasada trapazo tras trapazo, para continuar de uno en uno, lo que despertó el entusiasmo de muchos, que igual vieron un gladiador, donde solamente había alguien que no podía con el animalillo, sin recursos y hasta con cierta desconfianza. Eso sí, que aún volverá a saludar allá en el otoño, no me cabe la menor duda.

El tercero en concordia, no discordia, era Manuel Escriban, quién tuvo que plantar cara a otra de las chivas Martín, echando el capote al cielo, no fuera a ser que el animalico se nos desmorrara allí mismo. Simularon con cierta veracidad que picaban a aquello, a lo que el matador decidió banderillear. Que algunos de ustedes no tendrán edad suficiente, pero ya les digo, Orzowei se asomaba más al balcón con su arco y las flechas. Pasado, pasado y si no quieres caldo, toma violinazo. Si le bajaba la mano con la muleta, al suelo. Trallazos y el animal, sin fuerzas, se defendía, se revolvía, pero la cosa era dar derechazos y naturales, no había otra opción... según parece. Y así pasó, que acabó aperreado con la chiva desfondada. Eso sí, alargó el suplicio de toro y asistentes sin necesidad. En el sexto, se fue a portagayola, para dar una larga de salida y otra al hilo de las tablas. Imagínense el alboroto. Lo de los mantazos entre enganchones y sin parar quieto, eso no computaba, En el primer tercio casi se pide un notario para certificar que se había picado. Eso sí, al de aúpa se le aplaudió calurosamente... adivinen, ¡por no picar! Qué grande es el turista taurino. Y de nuevo a poner banderillas y de nuevo a evocar a Orzowei, Robin Hood o el Gato con Botas. Tres pares tirados desde las orejas. Y llegamos al momento cumbre, el trapaceo de muleta. Trapaceo eterno, que comenzó en tablas, acabando casi acorralado por el Adolfo. Y que no podía con la cabra, que se empeñaba en lo de todos, derechazos y naturales y el animal se le subía a las barbas. Igual es que le faltaba un puyacito, pero eso también son cosas mías, no me hagan mucho caso. Pero si no has picado, ¿no queda otra solución? Pues no, porque vivimos el Emporio del Dios Trapazo V. Y venga, que no se cansaba, enganchón tras enganchón y hubo que avisarle desde el palco para que se decidiera a tomar la espada. Y Ferrera aún pedía paciencia, que algunos ya pensaban que les cerraban el metro y que de seguir a aquel ritmo, hasta las calles iban a quitar hasta el día siguiente. Y todo para aguantar a los que un día, quizá fueron emergentes, hace mucho, pero ya solo rellenan tardes insufribles.


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