viernes, 30 de enero de 2015

Morante y sus ideas artístico- folklóricas

¿Se acuerdan de Morante toreando con el capote?


Morante es un torero que cuando hace el toreo se pasea por los barrios de lo sublime; ¿alguien es capaz de negar esto? Yo no, desde luego. Pero ya digo, cuando hace el toreo. Yo hace muchos años que no he gozado de ese privilegio, creo que de las últimas veces fue aquel año en que andaba de la mano de Rafael de Paula, cuando lo que le interesaba era precisamente eso, el toreo. Luego he tenido la sensación de verle entrar en un túnel muy luminoso, pero sin la luz del sol, con una tremenda algarabía y alboroto de gozo, pero sin aficionados que lo provocaran. Y con un aire de gloria y divinidad sin ningún dios que lo justificara, sin que nuestro dios de la tauromaquia, el toro, estuviera presente. Ni tan siquiera se le presentía.

Pero lo que tiene Morante de la Puebla es que se ha agarrado a lo de ser artista, antes que a ser matador de toros, ha subvertido los fundamentos del torero. Y de la misma forma ha proyectado esta idea sobre la Fiesta; para él la Tauromaquia es primero arte y luego todo lo demás, restando el valor intrínseco que esta posee en si misma. Precisamente la grandeza de todo esto reside en el dominio de un animal pleno de fiereza y que acomete con violencia. En que un hombre es capaz de ir canalizando tal violencia por caminos de armonía, con la fuerza de la inteligencia, llegando en algunos momentos a alcanzar tal belleza que propicia el nacimiento del arte. Un trayecto que no se puede transitar en sentido opuesto, pues entonces es cuando puede asomar la pantomima, con la inestimable colaboración del fraude y la mentira.

Reitero la admiración que un día tuve a Morante de la Puebla. Ahora simplemente es el respeto del que porta coleta, pero sin pasiones, porque estas o se las llama con muchas ganas o ni hacen amago de asomar. Quizá por todas estas sombras que algunos creemos vislumbrar, es por lo que el sevillano sentencia de la manera que lo hace. Me recordaban en estos días unas palabras suyas acerca de su incomodidad en la plaza de Madrid. No se refería en este caso a ese público malote que incordia a los mentirosos; primero hablaba del toro, siempre exageradamente grande, por supuesto, ese con el que el arte es imposible. ¡Qué cosas! No recuerdo nada serio de Morante de la Puebla desde que frecuenta el borreguillo, ese animalejo chico, cómodo y colaborador que exigen él y sus colegas de francachelas neotaurinas, pero en cambio no se ha borrado aquel toreo de capote de hace ya mucho, hecho precisamente a un toro, no a un elefante, ni al borreguito feliz, a un toro. Aquellos quites que cimentaron definitivamente su fama de figura, artista y esperanza cierta para el aficionado.

A partir de aquella feria de San Isidro, Morante creció más y más. Que si lo del puro, que el cafelito intratoro, que si los caracolillos pescueceros, las exageradas pañoletas y esa pose de torero de Teófilo Gautier. Ahora el gran inconveniente es el ruedo de Madrid ¡Me cachis! Y que no hay manera de solucionar el problema, su problema. El suyo y el de esta panda de fenómenos que con tan poca resignación sufrimos a diario. Resulta que nadie había caído hasta ahora en el agujero negro que es la arena de Madrid. Primero su amplitud. ¡Gran problema! Y aquí no hay ironía que valga, pues en verdad este es un factor que trae por la calle de la amargura a la torería. Que le acortaban diez metros por cada extremo de su diámetro y tan panchos. Que no digo yo que no sería mala idea, pues así se podrían instalar muchos más burladeros en el callejón de las Ventas. Vamos, que ya puestos, hasta una terraza, una sala de fiestas, un bingo, un túnel de lavado, una tienda de chinos y un Macdonal; y en el espacio sobrante, un parking Vip. ¿Cómo no va a resultar grande el ruedo de Madrid? Enorme. ¿Se arreglaría el problema reduciéndolo? En parte y no para todos. Quizá así se acabaría con esas carreras de los coletudos detrás del toro, pero... ¿no sería más fácil que aprendieran a fijar al toro y dejarse en paz de mantazos sin sentido alguno? ¡Ea! Ya le he ahorrado una pasta en obras a la propietaria de la plaza. El sufrimiento no sería tanto para los toreros, pero lo único que se conseguiría sería enmascarar una carencia, la falta de capacidad lidiadora de una gran mayoría de los que visten medias rosas. ¿Y lo de la cuesta? ¡Hombre! Qué esto sorprenda a los visitantes que pisan el ruedo en los conciertos de Bisbal, pues lo entiendo, pero a un señor matador de toros. Que todo es según el color del cristal con que se mire. Que lo que para unos es normal y hasta de cierta utilidad para esos días de agua, para otros es una pista de salto de esquí. No sé qué tendrá de verdad, pero una vez un torero de hace años, allí, sobre el terreno afirmaba que en caso de verse perseguidos los toreros, se aprovechaban de esa pendiente para sacarle ventaja en la huída y salirse de los terrenos del toro. ¿Verdad? Pues no lo sé, simplemente lo cuento tal y como lo escuché. Otra cosa es que Morante y sus colegas se vean apurados con tanta frecuencia como para sentir que la cuesta les pudiera ayudar.


Son tantas las ocurrencias, los inventos y las incorporaciones de atrezzo en esto del toro, que uno ya no sabe si en algún momento podrán pensar no solo en que el eje fundamental de todo esto sea el toro, sino que este sea un elemento a tener mínimamente en cuenta. Por el momento parece que tendremos que seguir siendo testigos inoperantes y pacientes de Morante y sus ideas artístico- folklóricas.

martes, 27 de enero de 2015

Haroldo se me ha ido, Haroldo siempre estará

Haroldo, con este picador puedes abrir tu carpeta de pinturas en el cielo.


Acabo de enterarme de que acabo de perder un trozo de la alegría que había en mi corazón; no sé cómo, ni de qué manera, solo sé que no está, que ya no me aparecerá esa luz desde Carora. El hijo del gallero se ha marchado con su papá. Cuanto me contaba de él, de la afición de su papá a los gallos, de su filosofía de la vida. Se me vienen ahora tantas cosas a la mente, se me apelotonan y se me desordenan, su voz profunda y varonil, con ese dulzor del Caribe, con ese oleaje melódico, pero fuerte, de su risa. Qué feliz me hacía cuando me decía que leía todas mis entradas y que se “descojonaba” con mi “fina ironía” como él decía. Me leía todo, guardaba mis pinturas en una carpeta y su disfrute era mi orgullo.

Cuanto hablamos de política, de toros, de la vida, de los nuestros, de nuestra pasión, de su mal que le hacía tanto padecer, aunque no sé si tanto como el sufrimiento que le producía ver el momento de su querida Venezuela. Un tío grande, grande todo, de aspecto, pero sobre todo de espíritu, con un corazón dañado, pero en el que cabía toda la bondad o igual no, igual este no ha podido aguantar tanta generosidad, tan buena voluntad y tanta honradez y honestidad. Le llorarán los suyos hasta el final de sus días y le echarán de menos con cada aliento. No es posible, Haroldo no se ha podido marchar, tiene que haber sido un motivo muy principal el que le haya hecho partir y dejarnos aquí solos, el dejar solos a los suyos. Será que Dios, en el que él tanto confiaba y creía, le ha pedido que le acompañe y él no lo ha dudado, a Él no se podía negar.

Más de una vez me hizo la misma pregunta: “¿Cómo se te ocurren esas cosas que escribes?” Y yo le contestaba que muy fácil, que solo hacía falta tener una obsesión, los Toros, y cruzarla con la realidad, así de simple. La carcajada atravesaba el teléfono y me llegaba fresca desde el otro lado del mundo, siempre con la coletilla de “me descojono”, aparte de eso tan de allí de “carajo”. ¡Qué carajo! Ya no  volverá a llamar desde tan lejos, cuando cogía el teléfono mi hija y me decía que preguntaba por mí un señor con acento raro. Cogía el aparato y ahí estaba él, Haroldo, “descojonado” por las dudas de la niña. Cómo resonaba aquel “Enrique, aquí Haroldo”. Cómo se pasaba el tiempo conversando con él, hablaba y hablaba y no te cansabas nunca. Me transmitía su ilusión por venir a España, por conocernos en persona. Nunca le tuve delante, pero siempre le sentí a mi lado y ya estará dentro de mí para siempre. Yo conocí a Haroldo Izquierdo Rivero, un señor de Carora que se enorgullecía de su herencia española, que quería ver una tarde de toros en la plaza de Madrid. Tenía la costumbre de elegir un párrafo de algo que yo hubiera escrito y lo colgaba en las redes, como se cuelga el pescado para secar y hacía que yo mismo empezara a leer esas líneas y que no las reconociera como mías hasta muy avanzada la lectura. Cómo se reía cuando se lo contaba y que a gusto me sentía contándole lo que yo tenía dentro.

La última vez que hablé con él tenía que cuidar su salud, pero las circunstancias hacían que esto no fuera fácil, de la misma manera que no resultaba fácil convivir con las circunstancias del país. Le dolía España y le destrozaba su Venezuela, pero no faltaba su toque irónico, como cuando se nos cortaba la comunicación y al recuperarla decía que eran las escuchas, que nos habían cortado por decir cosas poco convenientes. No le vi nunca en persona, pero me parece tenerlo aquí delante, alto, flacucho y con la sonrisa de lado a lado. Haroldo, te has marchado a la llamada de alguien a quién no te podías negar. Estoy seguro de que nos encontraremos y que podremos preparar una buena tertulia de toros, tu papá el gallero, el mío desde Tamames, tú y yo. Creo que no me dejaréis abrir el pico, pero que gusto poder abrir los oídos y escucharos. Pero hasta que ese día llegue, no te quepa la menor duda de que yo te recordaré, te echaré de menos y te tendré siempre presente cuando tenga que explicar el por qué de mis escritos. No me lo creo, no es posible, pero la realidad no es otra cosa que muy testaruda.


Haroldo Izquierdo Rivero, un hombre bueno, mi amigo.

jueves, 22 de enero de 2015

Técnica y durabilidad

La técnica huye de la verdad y la durabilidad se espanta con la casta.


Hacía tiempo que no rendíamos el homenaje merecido a la tauromaquia moderna, ¿se acuerdan? La Tauromaquia 2.0, que quizá ya hasta se haya visto superada por las continuas actualizaciones de este fraude que preside el Toreo desde hace ya años. No es de ahora el estupor que me produce escuchar y leer a los eruditos de este compendio de mentira y vulgaridad, lo que no quiere decir que queden claros sus argumentos, ni mucho menos que los hayamos superado. Hablar de claridad y modernidad taurina es lo mismo que esperar que se invente el hielo calentito, los corruptos decentes o los mercados solidarios. La solución a este “inconveniente” es tirar de eufemismos y verborrea sin freno, y el que logre aclararse en ese batiburrillo, que se lo haga mirar.

El otro día fui testigo mudo de una discusión entre aficionados, que si el picar a un toro medianamente con criterio trae como consecuencia una faena corta, pues la durabilidad del toro se ve notablemente dañada. Tienen toda la razón del mundo, si se pica a un toro, ya nos podemos ir despidiendo de las faenas largas, esas de mil y un pases. ¿Dónde hay que firmar? Yo me apunto a ello ahora mismo. Pero seguro que no les sorprende mi postura; la que sí me sorprende es la de esos “integristas/talibanes/que gran aficionado soy” que se pasan el día pidiendo variedad de encastes, que las figuras toreen de todo y mil cosas más y sean capaces de renunciar a dos tercios del espectáculo por alargar innecesaria e insustancialmente al tercio de muerte. ¡Caramba! A ver si va a resultar que muchos de los exigentes de los tendidos no nos enteramos de lo que pasa en el ruedo durante la lidia, no sabemos qué pasa con el toro y nos tenemos que agarrar al clavo ardiendo de los muletazos, que por otro lado no pueden ceñirse a 15 o 20, porque en ese espacio tan corto de trapazos tampoco nos llega la ciencia. Perdón por la dureza, quizá excesiva, en la que no hay ni un atisbo de intencionalidad de imponer gustos, pero lo que tampoco se puede pasar es que se le quieran imponer a los aficionados.

La durabilidad no es otra cosa, intentando traducir esto a un lenguaje más llano y accesible para nosotros los mortales, que el que un toro aguante la lidia de principio a fin; tres puyazos midiendo el castigo, con sus correspondientes quites; tres pares de banderillas intentando evitar que aquello se convierta en un correcalles circense; y por último la faena de muleta, que puede que no tenga que sobrepasar los 25 muletazos, siendo generoso, para cerrar con una estocada; no confundir esta con navajazo trapero, ni sablazo a traición, no tiene nada que ver. Si el toro llega muerto al último tercio puede ser porque le matador y el de aúpa no han medido el castigo o por falta de fuelle, algo a resolver el ganadero.

Pero muchos de los espectadores de los toros han claudicado sin condiciones a estas carencias ganaderas y en lugar de exigir la integridad del toro, no confundir con nada parecido a integrismo o integristas, admiten el timo y se dedican a justificar el que le metan la mano en la cartera. Qué cosas, como decía el sabio, es mucho más fácil engañar a estos conformistas, que convencerles de que les están engañando. Es más, es probable que se revuelvan en dos palmos para intentar pegar un derrote al cuello del que les intenta abrir los ojos. A nadie le gusta que le digan que es tonto, que eso es lo que ellos entienden que se les está llamando, en lugar de pensar que es a los taurinos a los que se les tilda de granujas.

Nos encontramos con un animalito que puede ni con la divisa y tal y como exigen los benévolos espectadores, hay que hacer que se mueva de un lado a otro, tenga o no tenga un gramo de fuerza y si se da el caso, no se le torea, se echa mano del “va y viene”. Y aquí viene lo de la técnica, hasta el término está elegido a la perfección. La técnica ese elemento que soporta el engranaje de toda actividad, esa serie de recursos indispensables dirigidos a la resolución de problemas y que te acercarán al éxito. Pero la técnica en el toreo no es otra cosa que la coartada que tapa la mentira, el fraude y la ausencia del toro, porque si este se hace presente, la técnica salta por los aires, entonces habrá que volver a echar mano de la torería, el sitio, el saber ver al toro, el mando, el dominio, el poder y lo que es más importante de todo, el sentirse, el querer ser torero. Lástima que seamos tan estúpidos que nos conformemos con las migajas, con la mentira y que acojamos con gusto y convencimiento al fraude, que con la durabilidad y la técnica nos creamos que estamos viendo una corrida de toros y de lo único que somos testigos es del triunfo de la vulgaridad y del asesinato de la Fiesta de los Toros. Y que nadie pretenda escurrir el bulto, que cada uno apechugue con su penitencia. Pero ya les digo que a mí no me vengan con pamemas, quiten de mi presencia eso de la “Técnica y durabilidad”.


PD.: Quiero agradecer desde aquí la forma en que me acogieron en Getafe Voz, en el programa Desde Chiqueros, José A. Mancha y Julián García Moreno. Y si quieren compartir ese buen rato, aquí les dejo el enlace.
http://www.spreaker.com/user/6970332/desdechiqueros-torosgradaseis

lunes, 19 de enero de 2015

Cómo está el Mundo






 ¿Parecidos razonables? El Ayuntamiento de Valdemorillo igual se entera o no, pero calla como un muerto





El otro día un amigo me dijo que ya tenía ganas de ver toros. Le respondí que yo llevo años con esas ganas.

Los taurinos niegan cualquier posible reglamento, pues este no es otra cosa que una mordaza a la expresión artística, algo a lo que no se pueden poner límites. Los estafadores y corruptos piden que se desregule la actividad económica y empresarial. Alguien debería pensarse las cosas, ¿no?

Me preguntó un amigo que si ya había sacado el abono para Madrid. No, a mí me asaltan allá por mayo.

Manos arriba, esto es un atraco, pues deme dos tendidos de sol, centraditos y donde dé pronto la sombra.

Los dignos e íntegros taurinos llaman tunelero al que cobra menos de lo estipulado por torear. Y a los que van a las ganaderías a tentar pagando, quitándole una de las escasas posibilidades de torear a los más modestos, ¿cómo les llamamos? ¿Aficionados prácticos?

La lata que han dado con las ILP en el Parlamento, lo que machacan para que se callen las voces críticas para ellos poder campar a sus anchas y ahora resulta que el demonio les viene de México y les pone a todos a temblar, porque quizá les aplique a ellos la misma medicina que ellos recetan a todo quisque todos los días de la temporada.

Las figuras exigen que la empresa de Sevilla les pida perdón antes de anunciarse de nuevo en la Maestranza. Pues si a ellos se les exigieran las mismas disculpas por el daño que han hecho y están haciendo a la Fiesta, tendrían que estar pagando misas y novenas para toda la eternidad.

Si el mal de la Fiesta son los integristas, lo de la integridad ya les debe parecer el Apocalipsis.

Animalista intenta tirarse por un puente al darse cuenta de que se había comido un bicho en una ensalada mal lavada.

Dicen que si gana Podemos, estos acabarían con la Fiesta de los Toros. Con lo bien que se les da aniquilarla a los señores taurinos, sería una pena que no les dejaran acabar el trabajo ya empezado.

Un grupo de aficionados “integristas”, rama “talibán” pide que se devuelvan todas las orejas cortadas en los años sesenta, setenta y ochenta, si el matador en cuestión entró en quites y si la faena de muleta no llegó como mínimo a los setenta pases. Según informan, llevan quemados una docenita de reproductores de DVD, Bluerray, Mpge, Jdte, Gbte y Nomejd...


Durante la próxima feria de San Isidro se celebrará una feria paralela con el visionado de corridas grabadas en vídeo. Si esta prueba resultara exitosa, para el año siguiente se estudiará este modelo como única manifestación taurina durante el serial. Así los asistentes podrán tomar sus yintonis y canapeses desde el mismo ruedo, siempre y cuando este se enmoquete previamente.

El señor Casas no ha vuelto a hablar; el Juli tampoco.

jueves, 15 de enero de 2015

Simón Casas y el sexo


Eso de unos que "joden" no sé si tiene que ver con el sexo o con otra cosa. ¡Ay! el enigmático don SImón
Estimado señor Casas, don Simón:

Hacía tiempo que no tenía noticias acerca de sus opiniones, que siempre son dignas de tener en cuenta. Echando cuentas, creo que la última vez fue un ratito antes de una subida del pan. Cosas de los caprichosos mercados, basta que su ilustrísima abra la boca, para que el precio de la baguette se ponga por las nubes. En esta ocasión, valiente como siempre, no hay cortes de mangas tan de su estilo, ni tan siquiera desenfunda su lengua contra personas que ya no están entre nosotros, como son don Joaquín Vidal y don Alfonso Navalón, lo que le asegura que no va a ser contestado; usted, siempre con amplitud de miras, que lo mismo monta un tascuzo a la puerta de la plaza de Madrid, que pone boca abajo la plaza de Valencia, quizá para que caiga hasta el último céntimo de los bolsillos de los valencianos, ahora se pone a hablar sobre sexo. Le confieso que esto no me lo esperaba, aunque también le digo que no acabo de entender muy bien el sentido de sus palabras.

Habla de “20 o 25 integristas que joden el espectáculo al que acuden 20.000”. Pero eso es una bacanal, una orgía, el desenfreno más absoluto. 20 o 25 dando suelta a sus más bajas pasiones. Y los 20.000, ¿qué pintan en todo esto? ¿Son simples espectadores de esta cópula colectiva? ¿Desearían sumarse al acto?  ¿Simplemente esperan que todo eso acabe? No acabo de comprender el papel de tantos mirando a tan pocos. Que no se me malinterprete, pocos si nos paramos a pensar en el desequilibrio y la proporción. Hay mil sujetos, muy sujetos, siendo testigos de un hecho tan íntimo. Y esos 20 o 25, tan felices de contar con tan nutrida audiencia. Aunque puede que seamos los demás, los que buscamos la intimidad, los que estemos errados, pero ya ve, don Simón, cosas de la educación y la herencia judeo-cristiana. Va a ser eso.

Permítame don Simón que no salga de mi asombro, pues nunca creí que después de la doctora Ochoa, aquella señora que hablaba de sexo en la tele, fuera usted el que abordara el tema, aunque manejando cifras tan abultadas de actores y testigos, casi me recuerda más a aquellas sesiones del Plus los viernes por la noche, de aquellos intentos de aquella filfa de ver la tele con un colador de leche, de que si ponías un tenedor atravesado, que si guiñabas los dos ojos como si te deslumbrara el faro de Alejandría. En fin.


Pero no me puedo aguantar más, ¡Ea! Que lo tengo que decir, que no he sido justo con usted don Simón, que mi primer pensamiento no ha sido este del sexo. Si seré malpensado, que de llegué a creer que usted estaba hablando de los taurinos, los que día a día van minando la Fiesta, los que no reparan en que esto se degrade a pasos agigantados, con tal de embolsarse sus buenos dineritos, pero no me salían las cuentas, pues los “aprovechaos” son más de 20 o 25 y los aficionados igual no llegan a los 20.000. ¡Ah, ya! No iban por ahí los tiros; usted es un genio don Simón. Los 20 o 25 son los que intervienen en una corrida de toros, incluyendo los mulilleros, poniendo todos de su parte para perpetrar las más de las veces esa pantomima vergonzante en que se ha convertido la Tauromaquia, en su versión 2.0. Pero no le veo yo a usted con tan poca clase y tan mal gusto, imposible, no cabe en cabeza humana, usted, don Simón, productor taurino creativo audaz, el mismo que tantas y tantas veces ha demostrado que la Fiesta de los Toros le importa un bledo, que su único objetivo es la pasta, que el público suelte la mosca y calle para siempre, que los ganaderos y toreros cobren poco o nada sin atreverse a levantar la voz y que si hace falta poner en práctica estrategias poco... usuales para sacar una buena tajada, pues adelante con los faroles, pero no, ahora me doy cuenta que su sentencia llena de sabiduría y mala baba solo se relaciona con “Simón Casas y el sexo”.

martes, 13 de enero de 2015

Libertad de expresión

No solo faltan dibujantes, tampoco están otras personas que han pagado con su vida el odio y el fanatismo de unos bárbaros

Lamentablemente en estos días nos hemos encontrado con un terrible ataque a la libertad de expresión, a los derechos humanos y hasta a la misma condición humana. No voy a entrar en los hechos de sobra conocidos, ni en el desenlace, ni tan siquiera valoraré la tragedia. Hay cosas sobre las que es muy difícil hablar con razonamientos lógicos, es imposible, pues todo se reduce a barbarie, salvajismo y la negación absoluta del otro, y me atrevería a decir que de uno mismo; y esto hoy en día no tiene ni medio pase. Quizá en la Edad Media o antes, alguien podía entender al ser humano como una propiedad, como una mercancía o, a veces, en el mejor de los casos, como nada. Se ha hablado con insistencia y frecuentemente con cinismo, de la “Libertad de expresión”, un concepto que a priori es aceptado y ensalzado por todo el mundo, pero que en la práctica ya deja ver demasiadas carencias. Tal y como muchos entienden esta idea es que un sujeto puede decir lo que se le pase por la cabeza, cuando le venga bien, pero siempre y cuando los demás estén de acuerdo con sus pensamientos. En caso contrario ya estamos en eso de “me faltan al respeto” o “eso no me lo dices en la cara y en la calle”.

Como suele ser habitual, el mundo del toro transita por los mismos caminos que la sociedad, aunque ni mucho menos puede ni tan siquiera pensarse en comparación alguna con esa monstruosidad que supone el quitarle la vida a un ser humano. No voy yo ahora a subirme al carro y utilizar el crimen como coartada para ir a favor de obra. No me lo perdonaría jamás. Pero sí es verdad que en esto de los toros también existen los aspirantes a calla bocas profesionales, los que no admiten nada que se salga de la doctrina oficialista, ni que moleste al poder, ni a los que este decide que son los que deben mandar aparentemente en la Fiesta. Se tiene libertad de expresión cuando se está de acuerdo con la mayoría, en caso contrario, son ganas de fastidiar, de reventar y lo mejor es irte a tu casa, o a algún sitio peor. Es más, si tu libertad de expresión no coincide con esa mayoría, se te niega toda capacidad intelectual y de criterio para poder emitir un juicio, subjetivo, por supuesto. Se niega la facultad de opinar con argumentos varios que si no te has puesto, que si el que está ahí abajo sabe mejor que nadie lo que hay que hacer, sin pensar en que el espectador tiene sus gustos y preferencias y ya pueden estarle dando oro molido, que si no le gusta, no le gusta y punto.


Esa imposición del momento para opinar y de la forma, que no es que te censuren, es que hay que obedecer las normas que dictan las buenas maneras, esas que por otro lado muchas veces parecen ideadas por el malo de un tebeo de Mortadelo y Filemón, que por una mente que trabaje por la paz social. Esa paz social, que como la libertad de expresión, cada uno entiende a su manera. Que una cosa puede ser actuar con los límites a la persona y a lo que esta es y otra es tener que tragarte sapo tras sapo para que el susodicho, o su casta, vivan cómodamente la posición de privilegio que a otros se les niega. Y dirán que qué tiene que ver esto en el toro, en la vida y con sucesos tan terribles como los de Francia en estos días pasados. Pues desde mi punto de vista, estas pequeñas represiones, este cotidiano no dejar hacer o no dejar hablar, van conformando un clima de intransigencia, fanatismo y represión que no ayudan en nada a la convivencia. Por no ayudar, no ayuda tan siquiera ni a la mejora del mundo, de nuestra sociedad y mucho menos a la de la Fiesta de los Toros, que es en definitiva de lo que nos ocupamos en este espacio, aunque a veces, confieso que resulta muy difícil no dejarse influir por el mundo que nos rodea, especialmente cuando el crimen, la barbarie y la intolerancia se hacen presentes de una forma tan violenta y sin razón.

jueves, 8 de enero de 2015

Toros, márquetin, comunicación y publicidad

Aquel 5 de junio se lanzó una de las mejores campañas publicitarias en favor de la Fiesta de los Toros. Yo ovi el rodaje, la edición y todos los pases de aquel maravilloso spot sobre lo que es torear.


¿Quién no recuerda aquello de “busque, compare y si encuentra algo mejor, cómprelo? Un titular potente y que transmitía una confianza absoluta en el producto propio, aquel detergente. Era una forma categórica de manifestar el convencimiento de la calidad de este, pudiendo enfrentarse con todo tipo de manchas. La fuerza de la comunicación recaía precisamente sobre el producto, no sobre los canales de difusión de este mensaje, ni sobre el atrezzo que hacía más agradable la visión del anuncio; y por supuesto que no se censuraba el que el consumidor eligiera a la competencia, es más, se le empujaba a ello en caso de no ver cumplidas sus expectativas, no se tildaba al posible cliente ni de desleal, ni de poco limpio, ni nada parecido, se le retaba a que comprobara por si mismo cuál era el mejor detergente para su ropa. ¿Se imaginan esto en el mundo del toro? Pues ahora mismo esto es algo impensable, es más, resulta poco recomendable. Paradógicamente, si el toreo respondiera a los presupuestos clásicos, esto del busque y compare le vendría como anillo al dedo, pero claro, cuando el producto mantuviera eses atractivos que nunca debió perder. Le decimos a la gente que en la Fiesta hay emoción, que el toro impresiona por su poder y que mientras él está en el ruedo la incertidumbre siempre está presente. Y con el añadido de un señor que vestido de luces se planta con gallardía, con respeto y hasta con humildad, dispuesto a vencer al toro, incluso desplegando arte, desgranando belleza, armonía, suavidad, naturalidad y el dominio enérgico sobre una fiera.

El taurinismo clama medidas para conseguir que la Fiesta de los toros entre en un renacimiento, en una época de florecimiento del toreo y que abandone este “pasajero” momento de penitencia y abandono al que la empujaron fuerzas ajenas y marcadamente hostiles a los toros. Que si buscar mayor presencia en la tele, en la radio y en los papeles, que si acercar la Fiesta a los jóvenes, el turismo taurino visitando ganaderías, reparto de pañuelos a la entrada de las plazas, dar amplia difusión a los triunfos de los maestros, a los indultos, a las gestas, a las fiestas de presentación de temporada, cursos intensivos para aficionados prácticos, a tantas y tantas cosas que se suponen que son la encarnación de la modernidad y que en consecuencia harán que los toros interesen al personal. Pero no hay quien se atreve a eso del “Busque y compare”, no vaya a ser que el cliente haga caso y se aficione a otras cosas como el punto de cruz, la cocina pakistaní o el bingo en la hora de la merienda del hogar del pensionista.

Hay un precepto inamovible en el mundo de la comunicación, especialmente en lo que a la publicidad se refiere y es que los mensajes no van encaminados a que el cliente potencial compre el producto o contrate el servicio que se publicite una vez, la cuestión es lograr la repetición y para ello resulta imprescindible que lo ofertado atraiga el interés sobre él, que responda a las expectativas iniciales, que satisfaga la necesidad que desea cubrir el comprador, consiguiendo a partir de ese momento formar parte de su ámbito como consumidor. Los taurinos ven con malos ojos las críticas, no admitiendo ninguna opinión que no les sea absolutamente favorable, como si esto fuera la causa de que su “producto” no sea admitido; el personal no vuelve a una plaza de toros porque unos señores escriben “barbaridades” en los blogs. ¿Se puede ser más simplista? La cuestión es muy simple, el neófito acude a un festejo y si lo que ve le aburre sobre manera, en el mejor de los casos puede que repita una vez más, pero si el panorama no cambia, es probable que no vuelva más a una plaza, a no ser que actúen Sabina o Shaquira. Y lo que es peor, si además escucha que eso que le ha aburrido es lo más grande, lo mejor de lo mejor, la quinta esencia del arte, lo único que se logrará es que se reafirme en una idea: no le gustan, ni le gustarán jamás los toros. Como ocurre con la publicidad y los productos que se anuncian, no hay nada peor que patinar la primera vez. Será más fácil conseguir cien nuevos adeptos a la causa, que recuperar uno que se ha visto defraudado en su primera experiencia taurina. Puede que en algún caso se vea arrastrado por una tarde de merienda en compañía de los colegas, pero igual prefiere tomar el aperitivo a tener que tragarse una tarde de sopor.


Así que quizá lo mejor sería que los señores taurinos se pensaran en mejorar el producto, quizá volviendo a la esencia, a los orígenes para empezar a construir de nuevo, pero ya sobre una base sólida y firme, que no es otra que el toro. Todo esto no quiere decir que para atraer al público sea necesario alcanzar el éxtasis todos los días, no nos equivoquemos. Con el toro y la emoción que este genera se conseguirá crear un interés e incluso yo diría que hasta eliminar poco a poco cualquier posible rechazo a los toros; y el día en que el neófito consiga ser testigo de algo grande, cuando consiga alcanzar el éxtasis, entonces ya no es que se interesará por la Fiesta, a partir de entonces será un cofrade entregado de esto que un día fue grande y que no necesita demasiado para cautivar, casi es suficiente que el espectador saboree las sensaciones que únicamente se dan cuando hay un toro en la plaza. Cuidemos el producto y entonces podremos decir sin miedo eso de “Busque, compare y si encuentra algo mejor... avíseme”. Eso querrá decir que ha vuelto José Tomás.

viernes, 2 de enero de 2015

A los Reyes Magos... que pasan de mí


Uno se empieza a plantear a quién pedir ayuda

Queridos Reyes Magos:

Llevo años escribiendo mi carta con todas las cosas que quería en ese momento, y en otros momentos, que si toros, toros, toreros de los güenos, casta, bravura y todas esas cosas que se espera uno encontrar en sus zapatos el 6 de enero por la mañana. Pero un año tras año, cuando me levanto en tan señalado día no encuentro más que los calcetines que me regala mi suegra y el cartón de tabaco de parte de mi cuñado. Yo no fumo, así que siempre acabo regalándoselo a él, que sí que fuma, justo la marca que sus majestades me dejan junto a mis calcos. Que no diga yo que me sienta ignorado por sus regias personas, no, quizá sea yo demasiado susceptible, aunque empiezo a pensar que si pidiera el Scalextric, sí, ese mismo que quería desde los cinco años, hasta los... hasta hace poco, me lo traerían sin pensárselos dos veces, antes de cumplir mis deseos en esto de los Toros. ¿No serán ustedes taurinos?

Veo que a quien pide autobuses bien bonitos, se los traéis, a los que quieren una gira, también, a los que suspiran por torillos, se encuentran con torillos, pero a los que pedimos otras cosas, que hasta podrían parecer más lógicas, no nos traen ni carbón. No me negaréis que no es para estar un poco amoscado. Que uno va a los toros y se le queda cara de pasmao y sensación de estúpido, cuando ve como disfruta la gente de tantas cosas, mientras que uno casi solo tiene derecho a oír, ver, callar y pagar. Si acaso, solo se permite palmear, bien una mano contra otra, bien en la espalda de un taurino afablemente o para pedir disculpas por estar en desacuerdo. Que yo no creo que haya sido tan malo durante el año, como para no poder merecer un poquito, aunque sean las migajas que dejan otros, de lo que pido cada año. Ya digo que yo me pensaba que no había un regalo más próximo a lo imposible que el Scalextric, pero ya veo que hay cosas peores. Que hasta estoy empezando a pensar que los Reyes son Taurodelta. Perdónenme sus majestades, pero es que la cosa ya pasa de castaño oscuro.

Pero uno es paciente, tampoco voy a perder la compostura porque lleven años haciéndome mobing navideño, dejándome ahí apartado en un rincón de sus obligaciones. Que igual el error está en mí, que no digo yo que no, y por eso he decidido cambiar mi actitud y mis peticiones para este año. Fuera eso de pedir toros toros, toreros, casta y esas cosas que parece que son difíciles de encontrar. Este año igual pueden cubrir mis expectativas con algo comprado en la tienda de los chinos, taurinos, pero chinos. Así que, queridos Reyes Magos, este año he sido un aficionado muy bueno, dependiendo del punto de vista de cada uno, que ha intentado no faltar ninguna tarde a los Toros, aunque algunas no fui. Eso sí, siempre acudí con ilusión, esperando ver algo interesante, dejando en casa cualquier prejuicio molesto y pesado y afrontando cada tarde a cuerpo limpio, con la cara lavada y sin mejunjes extraños. Bien es verdad que las más de las veces me llevé unos sopapos de campeonato, de esos que te dejan marcados los cinco dedos entre la oreja y la nariz. Pero el desánimo no podrá conmigo. Es por eso que les pido que este año me traigan una caja de conformismo grande, de las más grandes que haya, para que me dure hasta octubre o noviembre. Una sonrisa de estúpido, de esas que hacen que estés riendo permanentemente, sin saber por qué,  aunque te estén levantando la cartera colándote borreguillos por toros. También quiero una almohadilla de esas de diseño, de esas que es cogerla y ya te sientes feliz, ya puede dejarte la novia, ya pueden meterte el índice en el ojo, que tú, feliz; y si es posible, que venga acompañada del pañuelo orejero, uno de esos blancos como la virtud y la pureza, que cuando se agita desde el tendido parece que echas a volar directo a la gloria. Y si no es mucho pedir, por favor, unos prismáticos. Estos igual se salen de presupuesto, así que si no os importa, me los dejáis en casa los taurinos, que ya me pasaré a recogerlos. Unos prismáticos de esos que te los echas a la cara y sin saber cómo, ni de que manera, empiezas a soltar un ¡bieeeeejjjnnnn! tras otro. Así los vecinos de localidad se morirán de la envidia, porque verán que allí hay un verdadero “afisionao”, uno de esos que, no comerán durante todo el año, pero que a los toros llevan manjares de reyes.

Espero que no les parezca que he excedido e cupo de peticiones, pero háganse cargo, el pasar de “amargao” torista a “entregao” torerista requiere mucho esfuerzo. y eso que no he pedido el manual de “Cómo justificar la vulgaridad y la mentira en el toreo”, sus seis volúmenes, porque quizá sea abusar demasiado; si acaso para otro año, de momento iré haciendo la oreja poniendo atención a los comentarios de los que ya campan por estos caminos del conformismo entusiasta desde hace tiempo. Me entregaré sin reservas a ver los vídeos de las retrasmisiones taurinas de la tele del más, devoraré la prensa especializada, escucharé los amables programas de radio, de esos en los que las preguntas más comprometidas a los maestros es preguntarles la hora o el tiempo que hace en Isla Cristina o Tielmes.

Ya sé que no es el mejor momento para dispendios, que hay recortes en todo lo imaginable y hasta en lo inimaginable, pero entiéndanme, uno también pone su esfuerzo, o no me negarán que no son recortes eso de rebajar el nivel de exigencia a niveles inferiores al cero. Que no puede ser que siempre carguemos con lo malo los mismos. y encima nos ponen pegas, todo parece poco y todavía se nos exige mucho más. Pues anda, que como todos actuáramos de la misma forma, quizá no seríamos tan comprensivos a la hora de asimilar el motivo de haber pedido un Scalextric durante veintisiete años seguidos y na’ de na’. Anda que no habrán tenido oportunidad de satisfacer un pequeño capricho. Que además pedía el pequeñito, no el de los puentes y pistas cruzadas, no, el más básico de los básicos. Ya está uno cansado de... de... ¿Saben qué les digo, Sus Majestades? Que este año no quiero nada, que me quedo con los calcetines de mi suegra, sí señor, que al menos tendré la cabeza fría y los pies calientes, y no al revés. Así que guárdense su manual de “afisionao” feliz y divertido, que no me da la gana, que voy a seguir esperando a que salga el toro toro, el encastado, el de siempre, con toreros capaces, y que no me divertiré, pero al menos sentiré lo que es la emoción y admiraré a los que hagan el toreo de verdad y no a los vulgares pegapases. Tráiganme lo que quieran y si no me quieren traer nada, pues vale, para el año que viene ya cambiaré de proveedor, ya hablaré con el gordito de rojo y si tampoco responde, pues ya me compraré yo lo que me apetezca, y sin tener que dar cuentas a nadie. Lo que no sé es si volveré a pedir nada de nada “A los Reyes Magos... que pasan de mí”.