lunes, 30 de abril de 2012

¿Vamos mañana al apartado?



Los toros esperando a ser enchiquerados, minutos antes del apartado 


Antes era la voz de mi padre y ahora la mía la que pronuncia estas palabras, dirigidas siempre a los mismos oídos, a los de los más pequeños de la casa. El motivo lo decide el papá, que quiere ver los toros de una ganadería que le interesa especialmente, que quiere aprovechar para sacar la entrada de por la tarde o simplemente que quiere dar un paseo con los niños y así de paso, meterles un poco más ese veneno del toro.

Siempre me ha parecido que al apartado se iba vestido de domingo, sin tener que ser esto verdad, pero ir a la plaza por la mañana ya suponía una forma especial de comenzar el domingo. Antes la gente iba formando una larga cola en el patio de caballos delante de la ventanilla que está junto a la puerta reacceso, para coger la entrada con una mano y dársela al portero con la otra, ahora se compra en las taquillas de la plaza. Una peseta, tres, un duro, poco dinero para poder disfrutar viendo a los toros en los corrales.

Se procura ir pronto para coger buen sitio en las balconadas de los corrales y así poder contemplar los toros sin apreturas. La espera se hace larga, pero si te dedicas a mirar lo que pasa, verás como llegan los miembros de las cuadrillas, a veces los ganaderos y mucha gente del toro o no, que quieren arrimarse por aquello del “voy a ver”. Unos señores muy delgados, no demasiados altos y con una cazadora a los hombros y sin meter las mangas; el peón de confianza del primero de la tarde. Sale a su encuentro otro de parecidas características, pero con el pelo más canoso, es el que lleva al chaval que hace tercero. Un abrazo haciendo sonar los lomos del saludado, sonrisas, bromas y el “me alegro verte” de cierre. El señor presidente con gabardina y paraguas pasa casi sin saludar, si acaso un leve gesto para un conocido. “Mira El Platanito”; efectivamente, Blas Romero, como si fuera un capitán pasa revista a la fila. En lugar de condecoraciones, billetes de lotería, y en vez de dar la novedad, se le pregunta si tiene uno acabado en 7 o en 5. El maestro con una sonrisa de circunstancias y entre las fuerzas formadas recortadas contra la pared de la plaza, siempre hay alguien que comenta la historia del torero, que ganó mucho y recogió poco, y además se dice que lo malgastó.

Otro vende papeletas para sortear cualquier cosa, los más pequeños matan el rato cotilleando el guadarnés, donde esperan los petos de los caballos descansando para la corrida, la enfermería de caballos donde a lo mejor están los de los alguacilillos, la cuadra de los caballos, con fuerte olor a zotal y los pencos de picar pacientes hasta que les vistan con sus faldas de oficiar, tuertos por un rato y con las orejas taponadas para no escuchar inconveniencias. El Museo que está cerrado y vuelta a la fila. La placa con los actuantes en pasadas Corridas de la Beneficencia de forma desinteresada y las historias del padre sobre este o aquel torero al que vieron muchas tardes en esta misma plaza. El compañero de espera que interviene, el otro que le pregunta al niño si le gustan los toros, que cuál es su torero y la algazara de los mayores al querer hacerse a la idea de que hay quien recibirá el testigo de su afición, sin plantearse tan siquiera si en el futuro habrá algo para aficionarse.

Las doce, se abre la puerta y como si fueran absorbidos por una corriente de aire van pasando los aficionados a todo correr. De frente una gran sala con gente desganada fumando y hablando, como si nada fuera con ellos. Pero no hay que fijarse en ellos, hay que echar escaleras para arriba. Otra vez el sol y el silencio que rompen los leves sonidos de los cencerros y el cuchicheo de los que escrutan la bravura de los toros en pequeños detalles; los pitones, las orejas, la mirada, los espolones, la testuz rizada, el morrillo, todo es importante en el toro. Tanto correr y ya se ha formado el muro de señores de codos como rocas guardando su puesto en la barandilla. Solo la presencia de un niño les ablanda el corazón y le dejan asomarse, pero solo al niño ¿eh?

Un tolón por aquí, otro por allá, algún repiqueteo provocado por un achuchón de un toro a un cabestro, mientras todo el mundo prosigue su examen. se van tomando posiciones en las pasarelas de las corraletas interiores, aquí sí, ahí no que no se les ve, en esta esquina ves los que están en estas dos. Una espera que parece durar un lustro, cuando de repente se escuchan voces en los corrales y comienza la alegre sintonía de los cencerros, anunciando por donde van los toros siguiendo embobados a sus lazarillos. Ruido de puertas, abre, vale, los cabestros retorciéndose como lagartijas, portazo en las narices de los toros que quieren donde ya hay otro inquilino, los cencerros que se alejan y al final un toro en cada hueco. El toro mira para arriba, busca tras las puertas, se vuelve, hasta que uno por uno han pasado por la corraleta que les dará paso a los chiqueros, una vez se anuncia su orden de lidia y el nombre de su matador.

De nuevo el estruendo de cencerros, que lleva consigo los otros tres toros que completan la corrida. La misma operación, las mismas emociones, las mismas ideas de pensar qué pasaría si alguien cayera a una de las corraletas. No sé, pero no me gustaría ser el que cayera. Al final se enchiqueran los tres últimos y se da por finalizada una operación que tarda solo unos minutos, pero que rebosa excitación, como siempre que el toro está presente. Todo se acabó, ya solo queda ir buscando la calle poco a poco, una mirada a los cabestros, otra a la silueta de los toros que asoman en los corrales de atrás y a esperar la hora de la corrida.

Con la euforia provocada por el ir y venir de los toros, quizás alguno de los niños se animen a acompañarte a la corrida de por la tarde y entre el orgullo y la satisfacción que esto te produce, a veces te asoma el pensamiento de no saber si le estás aficionando a algo al que le quedan dos días o si lo único que conseguirás es que sean los testigos de los últimos coletazos de la Fiesta de los toros. No lo sé, aunque tengo una ligera idea, pero de momento, imagino que como mi padre y otros padres, me guardo para mí la satisfacción de comprobar como se agitan con la simple presencia del toro. 

jueves, 26 de abril de 2012

Curro Romero, una ramita en la solapa



El día que Curro anunció su retirada, tomé esta nota para no olvidar nunca esa fecha


De “El Faraón de Camas” se ha dicho que era único y diferente, que es verdad, pero su sola presencia conseguía que nada fuera igual a cualquier otra tarde de toros. Era entrar en la plaza y ya se notaba que allí pasaba algo. El recibimiento en la puerta era el de un señor con gorra de plato que te cortaba la entrada con una sonrisa cómplice, luciendo una ramita de romero en la solapa. Podría pensarse que se trataba de un currista, pero claro, era empezar a caminar por las galerías de la plaza y la imagen se repetía entre los aficionados, los acomodadores y porteros, la gente de los bares, los señores de las almohadillas, todos eran curristas. A veces llegué a pensar que llevarían esa ramita hasta los compañeros de terna del camero.

Siempre se hablaba del currismo de Sevilla, pero igual no me equivoco al afirmar que Madrid lo era aún más. Incluso el propio aludido nunca se atrevió a negarlo cuando se le hacía esta pregunta y se iba por la tangente diciendo que él estaba muy a gusto con el público de Las Ventas. Como decían algunos, merecía la pena el precio de la entrada solo para verle hacer el paseíllo, con ese andar entre cansino y decidido.

La expectación sobrepasaba los límites imaginables. Unos iban a ver si ese iba a ser el día y otros preparados para el espectáculo final de las almohadillas. Estos incluso llegaron a creerse que eso había sido todo lo que le había hecho famoso a Curro Romero, pero no hay que olvidar las muchas veces que salió por la Puerta Grande en loor de multitudes. Aunque lo de las broncas es un hecho constatable. Se recuerda aquel San Isidro de 1967 cuando se negó a estoquear a un Cortijoliva, porque según aseguraba, estaba “toreao”. Dejó pasar el tiempo entre la bronca y las palmas, hasta que tras los tres avisos el toro fue devuelto a los corrales. Después de salir a saludar, la Policía Armada procedió a detenerle y a conducirle a los calabozos de la Puerta del Sol. Pero la cosa no acababa ahí, porque al día siguiente volvía a estar anunciado en la plaza de Madrid. Después de múltiples rumores y de pasar la noche detenido vestido de torero, se le permitió irse a duchar al hotel, descansar un poco y volver al patio de cuadrillas para torear de nuevo en la feria. Hace falta poca imaginación para hacerse una idea del ambiente que se respiraba ese día en Madrid. Pero como Curro siempre ha sido Curro, ese día tampoco salió solo de la plaza; pero esta vez lo sacaron los aficionados en volandas, después de una tarde memorable.

Lo que yo recuerdo de los días de Curro en Madrid es que era salir el toro y se ponían los microscopios a funcionar; no para ver si era bueno, malo, regular, con trapío, defectuoso, cojo o manso, no, solo se miraba a ver si podía ser del agrado del maestro. Todo era observado e interpretado. Si el peón daba algún pase de más, es que no lo quería ni ver. Y allí salía del burladero muy decidido entre el clamor de sus fieles. Con un capotito recogido, muy pequeñito y cogido muy en corto. Nadie respiraba, el toro iba a su jurisdicción, movía el capotito, nadie respiraba aún, el primer lance, la verónica, rectifica y le pega un mantazo mientras empieza a pedir ayuda a los subalternos. Parece que no le ha gustado, la gente mueve la cabeza y empieza a pensar que no hay nada que hacer, no le gusta al maestro. Pero y si la verónica es perfecta, mecida, templada y enganchando al toro en las telas, entonces se descarga toda la tensión, un ole rotundo y profundo, la gente abre mucho los ojos y manotea en el aire, otra, otra más y el remate. El gran disloque, gritos risas, miradas, guiños y todo el mundo pensando que le ha tocado la lotería de Navidad y el Niño en un solo boleto. Con eso ya se daba todo el mundo por satisfecho, había visto mecer los brazos al maestro de Camas, como si acunara a un niño, cuando en realidad lo hacía con toda una plaza llena hasta la bandera.

Recuerdo una tarde de gloria de Antonio Chenel, en la que este cortó tres orejas, y él, vestido de tabaco y azabache, destapó el tarro de las esencias, que era el tópico que se repetía siempre que desplegaba su toreo. Unos cuantos naturales con la muletita que aprecía el pañuelo de una enamorada, tirando del toro y rematando el pase con garbo el salero, corriendo la mano y quedándose quieto como si estuviera petrificado, lo que no quiere decir que no dudara en pegar un respingo si adivinaba alguna reacción imprevista en el toro. Otro puñado de derechazos. los de pecho, kikirikis y trincherazos suaves pero severos para el toro, una estocada de recurso y la locura de esa oreja que quedaría en la memoria de cada uno. Aquella tarde recuerdo que hasta hizo un amago al empezar la vuelta al ruedo, como si bromeara con sus fieles, para que se dieran cuenta de que no estaban viviendo un sueño. Una sonrisa caminaba al hilo de las tablas y miles le agradecían el regalo que les había hecho.

Su toreo era puro y rebosante de arte, a veces aliviado por citar al pitón contrario, pero de pases completos.  Y no voy a entrar en lo que ocurría otras tardes en las que tras dos trapazos decidía tomar el acero y acabar con ese tormento; como él decía, ¿para qué hacerle perder el tiempo a la gente? Tuvo tardes muy irregulares, muchas, pero nunca perdió la dignidad y siempre fue fiel a lo que era él, lo mismo al salir entre almohadillas habiendo rechazado la protección policial, que cuando un miserable salto al ruedo y le tiró al suelo de un empujón o aquella noche en que dejó helado a Fernández Román, el 23 de noviembre de 2000, al comunicarle que dejaba los toros. Un festival con Morante, en el que este resultó volteado, le abrió los ojos y le hizo tomar esta decisión. Aunque para muchos todavía no se ha retirado, no nos acabamos de hacer a la idea de vivir sin Curro, Curro Romero, el Faraón de Camas, que cada tarde que toreaba en Madrid conseguía que todo el mundo luciera su ramita de romero en la solapa.

PD.: Espero haber solventado esta carencia de no haberle dedicado ninguna entrada a uno de los más grandes de la historia. Emilio Roldán me hizo caer en la cuenta y ahora ya puedo quedarme tranquilo.

sábado, 21 de abril de 2012

Dos mundos, dos Fiestas, dos direcciones opuestas


Un clásico, Domingo Ortega, probablemente no entendería estas moderneces de ahora

Esto parece no tener remedio. Creo que tenemos que empezar a asimilar que la Fiesta clásica de los toros va por un lado y este espectáculo repleto de triunfos, orejas, indultos y bandas de Reina de las Fiestas va por otro. Unos tiran para Cádiz y los otros para Mieres. Empieza a ser descabellado el pretender medir a ambos mundos, a las dos fiestas, por el mismo rasero. Quizás el único punto de unión que exista sea que cuando aparece el toreo clásico con el toro de verdad, pone a casi todos de acuerdo. Unos porque vuelven a encontrarse con lo que esperan ver cada tarde y los otros porque, aunque sorprendidos, no pueden evitar reconocer que algo se les ha removido por dentro.

Sería mucho simplificar si decimos que esta fiebre depende de la plaza de que se estemos hablando. Aparte de las características que definen a cada una, no se puede afirmar esto con rotundidad, ni mucho menos con sólidos argumentos. Desde hace años nos quieren convencer que Sevilla es un coladero donde el buen aficionado brilla por su ausencia y de que en Madrid solo van amargados a pagar con toros y toreros sus cuitas domésticas. En el resto de España solo hay ignorantes que van a la plaza a merendar. Pues la estrategia no está nada mal planteada, todos contra la plaza que mantiene una afición más estructurada por la frecuencia de los festejos y de esta contra los demás. Pues no, no creo que sea así, ni creo que nos debamos dejar manejar por esta burda maniobra. Baste como ejemplo estos párrafos de la crónica que la UTAASevilla tiene la gentileza de hacerme llegar al final de cada festejo. Corresponden a la gloriosa tarde en que José María Manzanares cortó cuatro orejas y abrió la Puerta del Príncipe:

Para hablar de los toreros, antes tenemos que hablar del toro de esta tarde en Sevilla y ¿cuáles son los argumentos?, desgraciadamente ninguno, porque toro, lo que se dice toro, esta tarde en la Maestranza brilló por su ausencia.
Ahora bien si entendemos como toro, aquel animal que se aprueba mal presentado, o sea anovillado, con escasos pitones, algunos de ellos sospechosamente romos o ciertamente reventados, entonces sí podemos decir que lo que salió por chiqueros hoy en Sevilla era lo que cada uno guste, pero nunca un toro integro o bravo.
Lo de esta tarde fue una pasarela del medio toro, de aquel animal criado para las presuntas figuras de hoy en día, que se queda corto en los capotes, que no recibe ni una media vara, que no admite un quite y que llega a la muleta con las tandas justas para que un torero a su medida ejecute una sucesión de muletazos desviados que enervan a quien quiera admitir esta tauromaquia de mentira.
En fín, estos fueron los toros de Victoriano del Rio, los que estas figuras de porcelana se matan por matar, y en este panorama ciertamente son los primeros del escalafón. Nunca serán cabeza del escalafón donde se lidia el toro encastado y         que presenta los problemas propios de su naturaleza brava.
MANZANARES es un torero fabricado desde pequeño en escenarios como el de esta tarde en Sevilla y ahí le reconocemos como número uno en unión de algún otro. Ejecuta la lidia con muchos tiempos perdidos para que el animal al menos le dure varias tandas, desviadas y con muchos resabios, pero pulcras y limpias y en eso basa su tauromaquia. Esa tauromaquia moderna a tiempos de hoy donde estas pretendidas figuras se igualan en lo fácil y eluden retos superiores porque no les interesa o posiblemente porque no saben, quien sabe.

No sé que pensarán al leer esto, pero me parece que no están demasiado de acuerdo con esta fiesta moderna que también les ha tocado sufrir. En sentido contrario podemos recordar como en una plaza seria y considerada de las duras, en Bilbao, el verano pasado se produjo el éxtasis durante una faena en la que Morante de la Puebla superó ampliamente el centenar de pases, sin que la mayoría se planteara ninguna duda al respecto. Bueno sí, las que se produjeron en forma de pitos al inicio de la faena, cuando para unos cuantos se estaban viendo los mejores momentos de la tarde. Que gran mezcla ¿eh? empezamos con lo clásico y seguimos por lo más moderno e innovador, el pase inocuo, el que no produce el más leve quebranto en el torillo.

Ya solo nos queda admitir que cada uno es aficionado a un algo -rito, fiesta, espectáculo o show- diferente, que cada vez se va distanciando más del otro. Unos tienen como referente el pasado y la evolución que durante décadas se han producido en este arte. Otros han decidido echarse a los brazos del triunfalismo, la alegría el jolgorio y la creación de ídolos a los que adorar, sin plantearse la consistencia de estos, ni si perdurarán en el tiempo. Da igual, siempre habrá un nuevo candidato que aupar al pedestal. En parte es una visión pragmática de la vida. Para qué quedarse enganchado en nombres que la mayoría ya ni sabe a quien correspondían, ni si cortaron mil o dos mil orejas; lo que interesa es el gozo del momento, participar de una locura colectiva, del histerismo contagioso y el poder decir que yo estuve allí. Puede que estos beatos de la nueva se encuentren con alguien a la salida que les pida que le cuente que ha pasado; probablemente no sabrán que decir, basta un indescriptible para que el inoportuno preguntón se calle y deje de dar la lata.

En la otra fiesta los habrá que recuerden tal o cual faena, los naturales o de pecho y la forma de embarcar a un animal que empezó ofreciendo muchas complicaciones al torero, pero que este superó a base de aplicar los conceptos eternos de la lidia. Unos alaban al señor que hace pasar el animalito a distancia suficiente para no mancharse el vestido, que a base de molestarle consigue que acuda mil veces al trapo y no ha hecho ni amago de hacer por el sujeto que le hace ir de aquí para allá. Los otros no necesitan tanta caminata, con veinte o treinta veces les vale, aunque exigen que sea porque el torero hace ir al toro por donde no quiere ir y que para seguir la muleta tenga que retorcerse y a veces hacerse un ovillo. Incluso llegan a no conformarse con lo que ven con la muleta, también quieren ver torear de capote y se mu8eren porque el toro acuda al caballo y muestre todo su poder y bravura. Son dos mundos, dos fiestas, que marchan en direcciones opuestas.

miércoles, 18 de abril de 2012

Un toro detrás de un poste

En otras ocasiones tengo la temeridad de plasmar aquí mis pensamientos sobre le mundo de los toros, pero hoy me voy a limitar a escribir las ocurrencias que se me vienen a la cabeza ante ciertas circunstancias de la Fiesta que nos está tocando padecer, sufragar y mantener con nuestra ilusión y nuestro dinero.

- En el toreo de muleta de las figuras, el torero se pone tan perfilrero, tan perfilero, casi de espaldas, que parece que el toro sale detrás de un poste.

- Cuando veo cómo se estiran los modernitos y cómo doblan el espinazo, se me parece una escultura gigante, debajo de la cual pasan los AVE al salir de Atocha.

- Al ver pegar esos trapazos con la muleta intento descifrar el mensaje que mandan los toreros a los guardiamarinas con banderas de colores de un barco imaginario.

- Siempre que un picador se apoya en el palo mientras el torillo está debajo del peto, me recuerda a una vieja prostituta haciéndose las uñas, mientras un viejo desahoga su inmundicia entre estertores.

- Al dejar la montera boca abajo en el suelo con tanto cuidado, ¿estarán cazando un jilguero?

- Al escuchar a las fans de un torero mediático jalear los mantazos, siempre busco el coro de monjas en los tendidos.

- Siempre que los claveleros suben por el tendido con la almohadilla y su vaso de plástico alargado, con su americana, la corbata borbotona, el pelo engominado, gafas oscuras y sin paraguas en tarde con negros nubarrones, pienso lo duro que es ser un yuppi venido a menos.

- Cuando entra en la plaza una peña pertrechada con todo tipo de instrumentos musicales, no sé si es que les aburren los toros o venden pastillas para el dolor de cabeza.

- Si algún partidario del torero de turno me espeta el “baja tú”, siempre pienso: si no traje traje.

- En la suerte de varas, cuando los otros dos toreros se quedan apartados y juntitos, no sé si critican al compañero, el escote de la rubia de la barrera, el peinado del chico Martini del tendido de sol o si están quedando para una noche loca.

- En las ceremonias de alternativa el testigo más me parece una carabina vigilando a una pareja de novios.

- ¿Por qué en las corridas veraniegas el afán del público es ir arrastrándose tendido abajo hasta que el acomodador les manda para arriba otra vez a la salida?

- Si en las corridas de rejoneo el público va a ver a los caballos, en el hipódromo, ¿qué van a ver¿ ¿Los coches del parking?

- Cuando se torea de capote, ¿por qué no toca la banda por Ricky Martín? Un, dos, tres un pasito pa’lante María; un dos, tres, un pasito pa’tras.

- ¿Por qué hay que tomar el bocadillo al acabar el tercer toro, cuando la corrida empieza a las doce de la mañana? ¿No se dan cuenta de que luego van a dejar la comida en el plato?

- ¿Por qué hay que tomar el bocadillo al acabar el tercer toro, cuando la corrida empieza a las diez de la noche? Y en el sexto, un Cola Cao, visita al baño y a dormir en el tendido.

- El que le explique a los extranjeros de qué va la corrida antes de que entren a la plaza, cuando los vea salir llorando y escandalizados en el segundo toro, debería plantearse perfeccionar su inglés.

- Realmente los únicos que siempre están por encima del toro son los cowboys de los rodeos, pero por muy poquito tiempo y a costa de sus buenos coscorrones.

- Si los toreros no son capaces de guardar la formación medianamente durante el paseíllo, ¿por qué no les ponen una cuerdecita para que vayan agarrados? o ¿por qué no se agarran al capote de paseo del de adelante?

- Creo que debería quedar claro de una vez si para jalear a los toreros nos inclinamos por el ¡Olé! tradicional o por el postmodernista grito de ¡bieeeeejjjnnn!

- ¿Por qué las señoras mayores siempre aplauden y piden las orejas como si los toreros fueran sus hijos o como si los quisieran de yernos para sus hijas?

- ¿Es absolutamente necesario que nada más salir el toro un señor se ponga a hablar por teléfono a voces diciendo: estoy aquí, en los toros, en Las Ventas? ¿Y al mismo tiempo llamar al cervecero para convidar a la parroquia?

- ¿Por qué nos aburrimos tanto en los toros, que nos da tiempo a pensar en estas tonterías durante la corrida? Y más los días en que aparecen las figuras.

domingo, 15 de abril de 2012

Fuga de cerebros, expolio en el campo

Los Patas blancas no han tenido la suerte de elegir entre exilio o matadero


Uno empieza a estar harto de que ciertos hechos se repitan a lo largo de la historia y de que no seamos capaces de aprender y evitar esas situaciones que solo nos perjudican a los que vivimos en esta piel de toro, como la llamó Herodoto. ¡Ay! Herodoto, si tú supieras lo que ha pasado por aquí en estos siglos, la cantidad de gente que vino y se quedó, lo que ha progresado incluso a pesar de nosotros y lo que todavía podía haber llegado a ser si no fuéramos a veces ni tan ciegos, ni tan sordos. Hemos permitido que los mejores de nosotros se tuvieran que marchar a otras tierras para poder descubrir su genio en toda su plenitud, aunque también lo hubieran mostrado aquí, pero más tarde se tuvieron que marchar: Goya, Severo Ochoa, muchos de los genios del 27, Picasso, Arrabal, Barbacid, Pedro Duque, los jóvenes que ahora tienen que buscar su futuro más de nuestras fronteras y tantos y tantos más.

Pero el mal no es solo lo que sale, sino la forma en que abrimos la puerta a los de fuera. Detrás de ese orgullo patrio que nos hace pensar que como España nada, hay una falta absoluta de sintonía entre lo que se dice y lo que se hace. Incluso hasta se podría hablar de cierto desprecio, desdén o falta de aprecio a lo que podría alimentar y justificar ese orgullo, que en ocasiones parece que solo lo aguantan la tortilla, el jamón y la paella. Del resto estamos sobrados. Ya se pueden llevar nuestro arte por cuadro duros, ya pueden asfaltar el litoral y jalonarlo de torres de apartamentos llevándose por delante todo lo que se les ponga por medio, total, si playas hay muchas y arena mucha más.

Se adocenó el flamenco para agradar a japoneses, americanos y demás devoradores del sol de España, y si se ha mantenido con vida y ha llegado al auge y respeto que ahora tiene solo es debido a cuatro locos que no se resignaban a que ese patrimonio se convirtiera en un adefesio. Qué suerte tuvieron los flamencos de que entre ellos aún quedara alguien que no se deslumbrara por el oropel de las divisas. Como en otros casos, volvemos a encontrarnos con la sentencia orteguiana que unía la historia de España y del toreo para poder comprender mejor a ambas. En esta piel de toro aún no hemos acabado de exportar cerebros para hacer progresar otros países, ni nos importa que los símbolos que más nos identifican viajen a otros lugares para gozo de aquellas gentes y que hasta se establezcan allí por los siglos de los siglos.

Dicho en otras palabras, no nos parece suficiente que sea Francia la que soporta el peso del toro bravo, manteniendo vivas las sangres no comerciales que aquí se desprecian con tanta alegría, sino que ahora emigran las ganaderías al completo buscando un futuro mejor. Habrá algún patriota que viva su ceguera nacional pensando que allí mandamos lo malo y que nosotros nos quedamos con lo bueno, con la flor y nata de la cabaña brava ¡miau! A otro perro con ese hueso. Lo que hace unos años no es que pareciera imposible, sino que además nadie podía llegar a imaginarlo, se está dando. El toro está empezando a abandonar el Campo Charro. Entre el matadero, la Unión Europea, la crisis, la falta de afición y el “buen criterio” de las figuras que van tentar a su manera, en Salamanca se está hundiendo el campo bravo. La última en hacer el petate y subirse a al tren del exilio ha sido la ganadería de Valverde, aquellos mozos del cura que con solo nombrarlos ya sembraban el pánico entre los taurinos, aquellos a los que se tuvieron que enfrentar los que no eran figuras, ni tenían pinta de llegar a serlo, pues a la mínima escapaban de verse en el mismo cartel que los toros de Salamanca.

Que felices estamos, esos tontos de franceses se llevan lo malo y los Cuvillitos, Garcigrandes, Zalduendos y todas las “grandes” ganaderías que matan las figuras, nos las dejan para nosotros. Pero que listos somos, para nosotros la toreabilidad, durabilidad, docilidad, bobonería, flojedad, toros bonitos y muy en tipo y proporcionaditos y sin pitones exagerados. Y ellos se tragan lo malo, malísimo, ¡qué listos somos! Anda y que se queden con el toro íntegro, con la variedad de encastes, la casta, las láminas de otras épocas, los toros con unos pitones de impresión, los que van tres veces o más al caballo, esos a los que no hay quien les pegue cien pases porque te comen. Eso no es la fiesta de los toros, eso es la tragedia, lo que quieren algunos aficionados anclados en el pasado, no los amantes del arte, tal y como afirmaba don Finito de Córdoba, el torero de Sabadell. Creo que nos podemos sentir orgullosos de nuestra “listeza”. Y los que no quieran ellos, los vendemos para las calles, que ahí no miran el tipo, solo quieren el toro que parece un toro.

Me siento como un imbécil vestido de payaso con una nariz roja en medio de un funeral, encantado de ser el más animado en un sitio donde todos van de negro, pensando que son unos aburridos. Y es que no aprenderemos nunca. Si de Salamanca a Ciudad Rodrigo todo eran toros a lo largo de la carretera, pronto veremos restaurantes, centros comerciales, clubs nocturnos, urbanizaciones de adosados, clubs de vacaciones, campos de golf y un vivero de plantas vendiendo palmeras, que dicen que es lo que mejor se adapta s los desiertos. La cara que se les va a quedar cuando se den cuenta que para todas esas cosas está mucho mejor Benidorm y la Manga y que además tienen playa para dormir la mona. Pero seguro que esto no es posible, no hombre, ¿a quién se le ocurre? Eso es cosa de los catastrofista y pájaros de mal agüero, lo mismo que decían hace tiempo algunos y Cataluña y… ¿Catalu… ña? ¿Fiesta? ¿Prohibición? ¿Galicia? ¿Los niños no pueden entrar en las plazas? Pero ¿qué está pasando? ¿Qué nos estamos perdiendo? Empiezo a tener la sensación de que los timadores son los timados. Con lo listos que somos aquí, más listos que nadie y nos estamos dejando hacer el tocomocho por alguien que no es ni español. Pero si los “espabilaos” éramos nosotros. Tendrá que hacer algo la Administración, las Comunidades Autónomas, esas que han declarado la fiesta Patrimonio Patrimonial del Patrimonio, el Ministerio de Cultura, Presidencia del Gobierno, el Rey y si hace falta, el Papa. A ver si ahora va a resultar que ya nunca se van a poder prohibir los toros, pero no nos van a quedar toros. Que alguien lo mire detenidamente y si ve algún resquicio por el que todavía podamos creernos los más listos del mundo y no quedar como el tonto la boina, que me lo diga. Que uno así, con esta congoja, no puede vivir.

miércoles, 11 de abril de 2012

Cuidado, que no es oro todo lo que reluce


Vicente Pastor, torero íntegro y de Embajadores


Después del desquiciante invierno que hemos pasado con la tele si, no o depende; si los geses piden derechos, pero no carecen de imagen, al menos de la buena; la incertidumbre de si los fenómenos estarán en tal o cual feria; la ausencia de El Juli de las dos grandes ferias del calendario taurino, Sevilla y Madrid; o de los que a las primeras de cambio se dolieron en varas y buscaron refugio en toriles. Después de todo, el aficionado ha ido haciendo sus cábalas, por un lado, muchos, bastantes, no han dudado en desear que los geses se quedaran en su casa, otros han visto el cielo abierto esperando que se renovara el panorama, otros creían que se empezaba a resquebrajar este emporio de la inmoralidad y la vulgaridad, otros creían que al fin se iba a hacer justicia con algunos toreros que torean menos de lo que se merecen y que todo el mal que han cometido es poder hacer sombra a los fenómenos y otros han empezado a ver virtudes en muchos que torean muy poco y no por las muchas injusticias perpetradas por el bloque de la Tauromaquia 2.0, sino por méritos propios.
Es comprensible caer en esto, pero también hay que tener cuidado, a ver si nos vamos a limitar a quitar a estos inútiles, para poner a otros, pero que son amigos o nos caen bien. Que un inútil lo es con y sin geses, aquí y en Lima. eso sí si tal carencia se muestra delante de un toro de verdad, la cosa cambia, pero seguirán siendo unos inútiles.
Creo que el objetivo no debe ser cambiar unas caras por otras. el error sería monumental y podría hacer pensar a alguien que este es un mar de vulgaridad en el que nadie se salva o incluso que para qué era necesario quitar a los geses, con sus sombreros de cotillón, sus fulares de chavalote progre de los 70 y sus chaquetitas entalladas como los chuletas de los billares de Lavapiés, Chamberí, Cuatro Caminos o el Barrio de Ventas. Yo soy el primero en mostrar mi respeto por los toreros que se enfrentan a todas las ganaderías que las figuras no quieren, pero serenemos el ánimo y no veamos la reencarnación de Lagartijo y Frascuelo donde apenas se llega a don Tancredo.
Parece ser que la oportunidad de renovación se nos ha escapado mirando a las nubes. Creíamos que las distintas sectas de la Tauromaquia 2.0 habían declarado la guerra a todas las demás, pero aquellas escaramuzas previas al inicio de la temporada se han saldado con el sacrificio público de El Juli, inmolado para calmar la ira del dios “Televisión” y los demás han hecho una piña en torno al dios “La pela es la pela”, con la bendición del anterior. Pero bueno, ya se sabe que lo que une el dinero lo puede separar un avaro y en cualquier momento podemos estar en las mismas. Entonces, a ver si nos pillan preparados y ya tenemos claro que no es oro todo lo que reluce.
Que no es nada fácil acabar con esa estructura monolítica en la que se encajan los empresarios y apoderados más poderosos y con mejores relaciones; los toreros que o bien pertenecen a la cuadra de los empresarios o apoderados o no dan ni problemas y además cuentan con el favor de la prensa e y el público, que no del aficionado; los ganaderos que viajan como paquete en el equipaje de estas figuras y que tienen asegurada la venta de sus próximas cien camadas y que por otro lado jamás complicarán la vida ni a empresarios, ni a toreros; y la prensa, la argamasa que lo une todo y que se ocupa de jalear lo visto, lo no visto y lo imaginado, poniendo sus buenas dosis de literatura épico taurina para encandilar a las masas. Y todo este negocio no se echa abajo con un Iván Fandiño, por antes de que éste pueda mover un dedo, o le retiran de la circulación o le dan a probar el fruto prohibido que le haga caer en el abismo del pecado de la Tauromaquia 2.0.
Hay que saber elegir a nuestros campeones y luego exigir que se midan con todos los demás en el ruedo y ante el toro. Y esto último es condición sinequanone para que el plan pueda llevarse a buen puerto, el toro. Solo voy a dar un nombre del corte de torero que puede entrar en liza: Diego Urdiales. A partir de ahí que cada uno presente sus candidatos, porque deben ser varios los que planten cara, no uno solo en plan Llanero Solitario. Y tampoco podemos poner todos los huevos en un torero ambiguo, que ahora parece que sí, pero que en cuanto puede se postula para entrar en la órbita de los geses. Muchos hablan de David Mora, pero claro, ¿dónde está este torero? Lo mismo da tres naturales espléndidos, que echa la pierna más atrás que nadie y eso lo he visto yo en la plaza de Madrid. Tampoco hay que apostar solo por los valientes, porque el puesto es para un torero, no para un futuro mártir. Tiene que ofrecer algo más que testosterona. Ni tan siquiera que sea simpático, porque después de pegar un mitin puede resultar hasta ofensivo que el maestro se parta el pecho a reír delante del respetable.
La cosa no es fácil, así que antes de tomar a un nuevo becerro de oro como un dios verdadero del toreo, pensemos detenidamente en lo que nos puede ofrecer a cambio de nuestras oraciones, lo que es capaz de destacar sobre el monolito de la Tauromaquia 2.0 y si aguantará los mil y un embates o si hará agua a la primera tormenta medio seria. No tendremos muchas oportunidades de acabar con esta dictadura de la vulgaridad y el engaño, así que si no estamos seguros, esperemos que baje Moisés con las tablas de la ley y que acabe con este vagar por el desierto que ya dura demasiado y no nos dejemos deslumbrar, que no es oro todo lo que reluce.
Y no quiero acabar aquí sin más sin recordar al maestro Joaquín Vidal, al que tanto echamos de menos y al que tantos le buscan sucesor. Pero no lo hay, ni lo habrá u el que quiera tomar ese cetro, allá él con sus ansias de hacer el ridículo. Sé que el día del homenaje era ayer, pero sinceramente no me atreví. No quise escribir una semblanza de don Joaquín, como si hice el pasado año, porque en aquel momento, cuando la publiqué, me pareció absurdo y pretencioso. Y como no quiero volver a tener aquella sensación, me limito a recordarle, a seguirle echando de menos y a admirar lo mucho que hizo por esto de los toros.

domingo, 8 de abril de 2012

50 años es un mundo y más si es en la plaza de Madrid


Juan Belmonte García


Hoy se cumplían 50 años de la muerte de don Juan Belmonte García, el Pasmo de Triana, el revolucionario del toreo, aquel que recomendaban que se fuera a ver con urgencia, no fuera a ser que no se llegara a tiempo y que un toro se le llevara por delante. Pero no, Belmonte fue dueño del toreo, de su vida y lo fue hasta de su muerte. Es lo que tienen los genios, el poder decidir sobre lo importante. Y fue aquel 8 de abril cuando decidió la fecha que pondría fin a su biografía.

Hace cinco décadas no había AVE, ni telefonía móvil, ni Facebook, ni Internet, ni Goldman Sachs, ni euro, ni Unión Europea, ni unos especuladores sin conciencia capaces de empobrecer al mundo entero con tal de tener unos milloncejos de más en un paraíso fiscal. Pero lo que sí había era una vida un poco más sosegada, vecinos con quien tomar el fresco por la noche, Reina por un día, Casa de Fieras en Madrid, niños jugando en la calle, niños jugando al toro e incluso toros y toreros. Todo esto hace 50 años.

Qué tiempos; era cuando en la Plaza de Madrid anunciaban una corrida de toros el Domingo de Resurección, una corrida que sería lidiada y matada a estoque por unos toreros. Lo que ha cambiado esto. Hoy, 50 años después, anuncian lo mismo, pero la realidad no tiene nada que ver con el anuncio. Pero cuando digo nada, es nada. Y si les dicen lo contrario, no se lo crean. Lo que ha pasado en las Ventas este 8 de abril es otra cosa, aunque algunos se pongan cabezones en que nos creamos que allí se celebraba una corrida de toros.

Empezó el espectáculo con un minuto de silencio en memoria de don Juan Belmonte y entre tanto recogimiento alguien ha gritado ¡Viva Joselito el Gallo! No creo que fuera ni por molestar, ni que fuera un antiguo partidario del de Gelves al que se le ha removido el alma. Más me inclino que la responsabilidad del alarido debe achacarse o a la ignorancia o al Don Simón. En cualquier caso, las dos cosas hacen envalentonarse al ser humano. Corrida de don José Luis Pereda con dispar presencia. Alguno aparentaba trapío, otro lo pretendía aparentar con un exceso de kilos y otros ni por esas, parecían más el toro mexicano, con plátanos por pitones o incluso alguno parecía el adelanto de la novillada del domingo que viene.

Los de Pereda han salido flojiiitos, flojitos, necesitando algunos de ellos de andador para poder circular por el ruedo, y el más fortachón el tercero, se ha salvado de la quema gracias a su mansedumbre. Y me explico, no vaya a pensar nadie que haya que jalear a los mansos. Ha aguantado porque no se empleaba en las embestidas y con ello se ha ahorrado los esfuerzos de buscar la muleta con celo y de empujar en el caballo sin rehuir la pelea. Los demás a nada que apretara el viento se venían abajo y no sé si el más afectado por la ventolera ha podido ser el quinto. El pobre empujo con fijeza en el caballo, donde le barrenaron e hicieron la carioca. y unas veces se tambaleaba y otras buscaba el andador o un brazo amigo en el que recostarse. Pero vamos, que si van a la feria, entre los seis no consiguen hacer sonar la campanita del Putching ball.

En cuanto a los matadores, pocas tardes habrá sido más cariñosa que la de hoy. Dos confirmaciones con abrazos y carantoñas y otro tanto en la devolución de trastos. Encabezaba el cartel José Pedro Prados, El Fundi, al que muchos considseran un maestro. Allá cada cual con sus creencias. Total, eso no hace daño a nadie. Yo espero encontrarme cara a cara con los Reyes Magos todos los 6 de enero y tampoco hago daño a nadie. A su manso primero lo recibió con mucho baile con el capote y hasta con ciertas precauciones en un momento dado. Trallazos y pico con la muleta, exentos de temple, arte y torería; estiramientos, carreritas para recolocarse y banderazos de pecho para abrochar cada tanda. Tandas bien, bien cerradas, con más de uno de pecho. Al natural más de lo mismo: Faena en los medios, de las que he podido rescatar un derechazo y un natural aceptables, en los que además no sacaba el culo de fea manera. Una casi entera desprendida mientras perdía la muleta al poner en práctica esa suerte del “busca, busca, busca”. Y orejita. Bueno, ¿qué le vamos a hacer? Pues nada. Aunque solo sea como premio a la honradez, pues vale. Así ya nos consolamos del regalito presidencial. En el siguiente incluso calló esas bocas que hablan de buen lidiador, y permitió que el caos se hiciera el amo durante la lidia. Luego más pico, más trallazos, más maderazos, sin temple, un desarme y para cerrar un bajonazo tripero digno de un casquero.

De los confirmantes, se echó por delante Víctor Barrio, esperando recoger el cetro del toreo de Victoriano de la Serna o Andrés Hernando, pero de momento parece que no tiene sitio en casa para ponerlo ni encima de la tele. Soso, aburrido, sin mando, dejando que el toro se fuera adueñando de la situación y el matador solo se dio cuenta de ello cuando ya estaba colgado de un pitón del de Pereda. Se cruzaba en el primer pase, pues era la única manera de que el castaño se arrancar, pero a partir del segundo pase ya escondía la pierna de salida y se ponía perfilero hasta la desesperación. Quiso echar mano del repertorio favorito de doña vulgaridad que en ocasiones surte efecto en otras plazas de talanqueras, pero hoy no ha sido así en la de Madrid. Para contar su labor en el sexto, podría repetir lo dicho como si fuera el estribillo de una sevillana, pero poniendo que acabó de bajonazo casi envainado y destacando el tercio de banderillas protagonizado por Miguel Martín y Miguel Zayas.

El último en esta amable tarde de abrazos y parabienes ha sido Jonathan “Juan del Álamo”, otro aspirante a cargar con la púrpura del toreo salmantino. Qué cosas, hace cincuenta años El Viti exigía este derecho y lo ganaba de forma indiscutible y unas décadas después no se lo cree ni el propio del Álamo. Lo más destacable pueden ser las verónicas de recibo, sosas, con paso atrás, pero ganando terreno hacia los medios; algo es algo ¿no? Luego trapazos con la muleta abusando del pico, carreras para recolocarse y trallazos mientras se recorría el ruedo a voluntad del toro. Muy vulgar, con recursos más efectivos en otros ruedos que no en el de Madrid, mitin con la espada incluido, apuntando siempre en los bajos. En el cuarto se permitió el lujo de gustarse, pero sin caer en la cuenta de que era el único al le satisfacía su labor. Muletazos acompañando y sin mandar mientras tiraba del toro con el pico. Retorcimientos haciendo que remataba los pases sin rematarlos, más bien echando al toro para afuera. Otro show para honrar a la diosa vulgaridad y bajonazo infame y traicionero.

¡Hay el tiempo! Lo que dan de si 50 años. Aquel 8 de abril en el que Juan Belmonte decidió ir al encuentro de su querido José, en la novillada de Las Ventas se anunciaban los toros de Flores Albarrán, para Luis Alviz, El Espontáneo y Antonio Medina. ¿Y qué recordamos de aquel festejo? Pues a lo mejor lo mismo que recordarán de este en el primer centenario del fallecimiento del Pasmo de Triana.

jueves, 5 de abril de 2012

Las palabras de un torero


Quien se haya pasado dos veces o más por este blog, aparte de ser muy buena gente, se habrá dado cuenta de que normalmente cuento mis cosas, cosas que me han pasado, que he oído o que he visto en el ruedo; así como mi reticencia a opinar de lo que no he visto en el ruedo y menos si es a través de la televisión, y que de lo que leo o escucho hago mi propia interpretación, sin encomendarme ni a Dios ni al Diablo. Pues hoy voy a romper esta Costumbre y me voy a limitar a hacer un corta y pega en toda regla. Ya dirán, ¡vaya jeta el menda este! No, yo me explico. Hace tiempo leí unas declaraciones de Joselito, ahora tan de moda por el nuevo libro, en el que según oigo, lo más destacado fue su convivencia con la droga. Creo que estas declaraciones tienen mucha sustancia y que cada uno debe saborearlas tomándose el tiempo que considere necesario, sin que el que le atiende le esté repitiendo lo bien que está ese plato y con el mimo que se ha preparado.
Bien, pues aquí me despido y cedo la palabra a José Miguel Arroyo, “Joselito”, siempre tan personal y tan peculiar en sus afirmaciones:
"Los toreros tenemos dos huevos vestidos de luces y luego, al salir a la calle, somos unos mierdas" (revista Jot Down)
"Porque cuando nos vestimos de toreros, tenemos dos huevos. Cuando nos quitamos el vestido, ya sólo tenemos uno. En el umbral de la habitación del hotel ya no nos quedan y al salir a la calle somos unos mierdas. Así nos ha ido"
"Lo digo yo que me he pegado con todo el mundo defendiendo lo que consideraba que era mío y de todos. Por defender que los derechos de televisión de mi figura son míos, me quedé fuera de varias ferias. Oiga: los derechos de imagen que genera mi imagen son míos. Nuestro mundo es del siglo pasado. Y aún hay quien discute lo que hace José Tomás o lo que pretenden otros toreros... Lo que no es de recibo es que si alguien quiere televisarme, en lugar de hablar conmigo cierren el acuerdo con el empresario que organiza esa corrida... ¡Qué yo me he enterado de que me televisaban una feria viendo la tele! Es insultante. No estoy en contra de la televisión, pero sí de la masificación y del sistema actual de contratación" (sobre los toreros revista Jot Down)
"Televisando los grandes eventos, tres figuras del torero, plazas y ferias importantes. De las que gusten a los aficionados y de las que puedan atraer gente nueva. Ahora se televisan ferias enteras cuyos contratos se firman sin saber ni quién torea; hay unos muermos impresentables. Hay veces que pongo la tele para ver una corrida y no ha salido el primer toro y estoy durmiendo" (revista Jot Down)
"Sólo los toros descastados y machacados en varas permiten el toreo encimista y el tercio de pase...No se puede hablar seriamente de toreros sin dejar sentado que citar en corto y con la muleta retrasada es una trampa porque lo difícil es dejarse ver del toro, darle sitio en la arrancada y luego templarlo y someterlo hasta vaciar el pase. Eso es lo arriesgado y lo importante. Cuando el toro viene arrancado desde lejos tiene mucho mas peligro que citándolo dándole con los muslos en los pitones (...) Estoy harto de escuchar a los viejos toreros que lo mas importante es la colocación antes de empezar el muletazo (...) Todos decían lo mismo: "Si te colocas bien mandas en el toro y rematas bien el pase para quedarte otra vez colocado. Si te colocas mal, el que manda es el toro y al terminar el pase quedas descolocado".
La forma correcta de de citar es colocarte enfrente de la mitad del testuz y de la penca del rabo, de forma que haya una línea recta entre la cadera del torero (o el medio pecho) y el espinazo del toro. Una vez afirmado en ese terreno se adelanta la muleta y se espera que el toro llegue a la muleta. Sólo entonces, ni antes ni después, se adelanta la pierna para torear en curva. AL terminar el pase hay que ganar otro paso para quedar otra vez colocado enfrente del testuz. Así de sencillo y así de fácil... Los últimos que han hecho esto fueron Antoñete y Rincón (...)
Mientras Antoñete y Rincón hacían estas cosas tan sencillas y tan verdaderas, una falsa generación de figuras jóvenes inventaron el citar al hilo del pitón o, para colmo de la mentira, con la muleta y la pierna retrasadas (...)
Como ya se había inventado el medio toro de la media casta y desfallecido en la muleta por los tremendos puyazos traseros o el pico de la muleta, este toreo de truco valía para sostener al toro en pie y sacarle la media arrancada que le permitían su falta de fuerza y de casta (...) después de toda esta farsa llegó el delirio del "tomasismo", donde un público impresionable creyó que torear era dar un muñecazo dejándose enganchar la muleta constantemente. Creyeron que torear era hacer el poste y la rigidez vertical.
Y ahora, que cada uno saque sus conclusiones y que decida en qué tiene razón Joselito, si es que la tiene en algo, o en qué se equivoca, si es que lo hace.

PD de 9 de abril: Acabo de recibir un correo de José Morente del blog "La razón incorpórea" en el que me aclara que las declaraciones que no corresponden a Jot Down, son de don Alfonso Navalón. Él al principio receló de que esto lo pudiera decir un torero, se puso a investigar el origen y al final ha dado con ello. Yo le agradezco este celo y esta colaboración que ha hecho a este blog. No obstante, para quien quiera abundar en el tema, dejo aquí el enlace que el propio José me ha facilitado http://www.alfonsonavalon.com/paginas/ultimas%20cronicas/299.htm

lunes, 2 de abril de 2012

Domingo de Ramos, sopapo en toda la jeta


Los Jandilla, ideales para una barbacoa, pero no para una corrida de toros

Menudo sopapo que nos hemos llevado los que hemos acudido a la primera corrida de toros de la nueva temporada de la plaza de Madrid. En el metro y autobuses que partían de Ventas y en los alrededores de la plaza se conocía en seguida a los taurinos por llevar una mano tapándose la cara. La cosa no estaba para dejarla al aire. Con la ilusión que iba la gente a la plaza. Con los dos matadores que más gustaron en el pasado año y en los comienzos de este, pero… ¡Ay! ese pero, el pero de siempre. Lo que no puede ser es anunciarse con una corrida de Jandilla. Con una presencia en algunos casos muy justita, pasados de kilos, contradiciendo esa máxima de que los toros no deben sobrepasar los 525 o 530 kg. Pero el señor ganadero esto se lo ha pasado por el forro.
Mansos, blandos, descastados, algunos inválidos y de una nobleza rayana en la bobonería. Entre todos no se podríamos juntar un correcto tercio de varas. El que mejor ha cubierto las apariencias ha sido el tercero, que pareció que empujaba fijo, aunque sin fuerza, pero que a la primera escaramuza salió pidiendo socorro y en el segundo encuentro con el caballo cabeceó el peto sin pudor alguno. El castigo que recibieron casi se puede reducir a un “¡te voy a…”! pero luego nada, ni una colleja. Tras esa “dura” pelea en el caballo, en banderillas se dolieron como y se retorcieron por las molestias de los palos de colores. En la muleta algunos iban y venían, pero con una sosería. Ha resultado más encastado el molesto viento que los chicos de Jandilla.
Abría la tarde Iván Fandiño y sin dudarlo se fue a la puerta de toriles a recibir al primero con unas destempladas gaoneras apartándose. Luego un quite por chicuelinas trapaceras, en las que ponía más interés que en estar bien colocado durante el tercio de varas. Ya se sabe. Lo importante de esta Tauromaquia 2.0 son los pases, el resto, como la lidia, los terrenos o poner el toro en suerte y no soltárselo a la acorazada montada al relance, son naderías sin importancia. Inició la faena con unos banderazos a una mano y a pies juntos. Ya ha quedado claro lo inconveniente del viento, pero eso no tiene nada que ver en que el vasco retrasara la pierna y se retorciera como una ostra con limón. Mucho mantazo al soso primero, sin poder cogerle el sitio al natural, sin mando, para acabar con una casi entera y trasera. En su segundo, Fandiño siguió en la misma línea al mansote y descastado Jandilla; más mantazos, más trapazos, más aburrimiento y paseos por el ruedo y sin vender una escoba. Quizás fue en el quinto donde el espada se encontró más a si mismo, al torero peleón que asusta al miedo. Pero el mulo que le tocó en suerte no estaba por ayudar y le faltó la casta y ganas de pelea de su oponente. Con este material, tanto los mantazos de recibo, como las tafalleras en un quite, lucieron bastante menos de lo deseado. Empezó por el pitón derecho, intercalando algún pase más que aceptable, con otros que decían poco o menos. El animal se tragaba tres y el de pecho, porque en el cuarto ya decía que nanay, que no bailaba ni él, ni su prima. No se puede decir que el torero se cruzara, el punto estaba al hilo del pitón, porque bastaba que se quedara un dedo más en la pala para que el mulo no diera un paso. Por el izquierdo ni uno, ni dos ni tres; además de que se le acortaron demasiado las distancias, se defendía. Vuelta a los orígenes cambiando de mano, pero ya no había nada que hacer, el pozo ya se había secado. Ni las manoletinas animaron ni al de negro, ni al de luces, ni al personal. Parecía que el ambiente era propicio para cortar una oreja y como en otras ocasiones, Fandiño se tiró a matar, aunque sin la épica de otras tardes, para cobrar una estocada trasera, soltando la muleta. Ya son demasiadas las oportunidades en las que pierde la muleta al ejecutar la suerte suprema, dándose la coincidencia de que esto sucede cuando asoma algún trofeo en el horizonte. Esto puede hacer pensar a más de uno que tal circunstancia sea más abusar de un vicio, que un accidente propio de la lidia.
No se puede decir categóricamente que Iván Fandiño haya bajado su cartel en Madrid, pero lo que sí es cierto es que ha quedado demostrado que él necesita del toro. No es un artista fino y pinturero, así que su camino parece apuntar hacia la lucha con el toro de verdad; lo que no quiere decir que tenga que mejorar en cuanto a su capacidad lidiadora, porque torear no es solo aguantar delante del toro a ver si me coge o no me coge. También hay que saber poner sobre la mesa los recursos que todo buen lidiador tiene que llevar siempre en el esportón, por lo que pudiera pasar.
El otro espada, David Mora, a mi me ha aclarado bastantes de las dudas que me levantaba el de Borox. Intentó el toreo a la verónica, siempre echando la pierna atrás, cuando no dando un pasito para aliviarse. Decidido a ofrecer variedad, a su primero lo quiso llevar al caballo con un garboso galleo, pero ni fue garboso, ni fue galleo. El torero iba por un lado y el toro por otro, pero siempre a una distancia prudencial. Se retorció en demasía con la muleta, muy a la moda del momento, aunque con cierto temple. AL natural se limitó a dar medios pases y todos, tanto con una como con otra mano, dándolos de uno en uno, teniendo que rectificar los terrenos a cada momento. En su siguiente, más variedad con el capote; en este caso unas chicuelinas apartándose y dándole la salida antes de que el toro llegara a jurisdicción. Empezó la faena citando de lejos, pero sin mandar nunca en la embestida y hasta escupiendo al toro de la suerte. Un conato de arrimón y poco más, mientras el público se empezaba a desesperar con tanto afán por hacerle faena a un zambombo sin fuerzas. En el sexto tuvo un inicio de faena un tanto ratonero entre retorcimientos y siempre dejando atrás la pierna de salida. Pico, enganchones y muchos pases, que no es lo mismo que torear. Aburrido, pesado y desesperante. Entera caída para cerrar una tarde en la que nunca mató arriba y lo que es peor, en la que parece que ha empezado a dejar claras sus intenciones de querer subirse al carro de la Tauromaquia 2.0 y a ver si con un poco de suerte suple a algún compañero del G-10 o éste se amplía al G-11.
Tarde aburrida y decepcionante, en la que los toros de Jandilla tuvieron mucha culpa del chasco, pero no hay que perder de vista las intenciones que han dejado ver los dos matadores, uno que parece querer ser el protagonista de Gladiator II, el corajudo, y el otro renovándose el pasaporte para viajar a la república independiente de las figuritas 2.0. Y mientras, los aficionados que se las prometían tan felices, tuvieron que irse corriendo a casa con la mano tapándose la cara, hasta poder ponerse hielo en la zona afectada por un sonoro sopapo en toda la jeta.