lunes, 31 de octubre de 2011

Los problemas reales de la fiesta

Si algún aficionado de Madrid levantara la cabeza... ¡Ay! Cuando decías eso de "Madrid, quién te ha visto y quién te ve.


Algunos estamos muy perdidos y muy desorientados sobre lo realmente importante para la fiesta. Creo que muchos somos los que nos enredamos en lo accesible y en lo que ni importa, ni afecta al futuro de los toros. Ingenuos de nosotros, nos pensamos que tenemos la verdad absoluta en nuestra mano y nos atrevemos a pontificar a favor de la integridad del toro, en la casta y en el toreo puro y de verdad ¿A dónde queremos ir con estos argumentos? Si leemos y escuchamos a los que de verdad saben y manejan todo esto, no podemos ir ni a la esquina de la calle. Y dense cuenta que hablo de toros encastados, que no llego ni tan siquiera a pedir que sean bravos, que acepto bajar el listón y exigir lo mínimo, no lo que podría considerarse ideal.

El problema de la fiesta no es que no tenga interés, ni se considere al aburrimiento como un elemento intrínseco de los toros, ni que juntando a los líderes del escalafón de matadores éstos sean incapaces de llenar las plazas, ni que los toros parezcan peluches cariñosos, ni que los aficionados escaparen a la carrera de los tendidos. Todo esto son pamemas y bobadas para distraer de lo que verdaderamente hay que arreglar en el mundo de los toros. Sí señores, lo tenemos que reconocer y entonar un “Mea Culpa” colectivo, porque así solo conseguiremos que esto desaparezca.

Si queremos dar una solución a todo esto y acabar con el acoso de las hordas judeo- masónicas bolcheviques, capitalistas, marxistas, anarquistas, ultraliberales y de la extrema izquierda de la derecha más centrista, tomemos el nuevo pliego de la plaza de Madrid como nuestra Torá taurina. Convirtamos en cabalistas del pliego, en avezados levís de la doctrina de doña Esperanza y del señor Abella, mano ejecutora de los siempre sinceros y desinteresados señores taurinos. Creemos un Sanedrín en el que los doctores de la Tauromaquia puedan condenar a cuarenta latigazos a los infieles que no creen en los taurinos como sumos pontífices de la fiesta.

Pensarán muchos que me he vuelto loco o que al fin he sacado mi taradura a la vista de todo el mundo, pero yo más bien creo que ya he visto la luz. En las que estamos, con los muchos problemas que creíamos que nos amenazaban y todo se resuelve a acortar la temporada de Madrid y a subir el precio de algunas entradas, que no están a la altura de las circunstancias ¡Olé tus corbejones! Eso es atender a las demandas del aficionado, del aficionado Casas, Martínez Erice, Lozano , Matilla, Molés y casi para de contar, aficionado al parné, a hacer lo contrario a lo que marca la lógica y a mantener en el negociado de la torería a los que a ellos les interesan. A esos que cuando juran el cargo les ponen la banda de miss figura del toreo y que luego es casi imposible que la devuelvan, y que si hace falta se la grapan al pecho.

No he visto ninguna manifestación, ni ningún escrito en el que el público de Madrid pida que haya menos festejos durante la temporada. Bien es verdad que cada vez acude menos gente a las corridas de toros y novilladas que se dan fuera de las ferias, pero ¿nadie se ha parado a pensar que esto pueda deberse a la basura de carteles, a que Las Ventas se ha convertido en una plaza de oportunidad para los desheredados y laboratorio para ganaderías de saldo? Pues lo mismo algo de eso debe haber. Lo que no es admisible es que para ir a los toros tengas que buscar el aliciente en un banderillero, en que vas a juntarte con los compañeros de localidad y en que a la sombra se está fresquito. Que sí que es verdad que durante las ferias la plaza está mucho más llena, pero ¿alguien ha caído en la cuenta que en esos días el abonado está obligado a pasar por taquilla si no quiere perder su abono? Un abono al que nos agarramos como a un clavo ardiendo, esperando que esto algún día cambie el signo. Estamos ahí esperando en primera fila a que algún día vuelva a los ruedos Marcial Lalanda y Domingo Ortega mano a mano, lo que no parece muy probable que se produzca.

Pero lo que no parece posible es poder seguir gozando de ese privilegio por unos cuantos euros que algunos nos arrancamos del alma allá por el mes de abril, para así garantizarnos nuestro particular calvario en mayo, apartados de la familia, las amistades y cualquier diversión posible. Ahora resulta que los precios son demasiado baratos. Pero estos señores con espíritu corsario ¿se han parado a pensar en que tipo de gente se va a la andanada o la grada? ¿Se parado a pensar en el esfuerzo que nos supone a muchos el poder quitar una buena tajada del pecunio familiar para ir a los toros? Aunque igual lo que pretenden es que no vayamos a los toros, o que al menos no vayamos todos los días.

Resulta indiscutible que Madrid tiene una de las aficiones más estructuradas del mundo taurino. Las mismas caras año tras año, domingo tras domingo, que se unen para exigir sus derechos y que los taurinos cumplan con sus obligaciones. Pero claro, si esto lo desmantelamos ya no habrá ni sietes, ni gradas del seis, siete y ocho, ni andanadas que pidan y exijan. Todo será una verbena y si se les quitan los festejos de julio y agosto, les importa un pito. No es la primera vez que lo digo y seguro que no será la última, pero están como locos por hacer de Madrid una plaza de feria, que de verbena ya lo es. Pues adelante con los faroles, que acorten las temporadas año tras año y suban los precios al cielo, pero súbanlo mucho, aprovechen, porque como se vayan esos que tanto les molestamos, permítanme el exceso de vanidad de incluirme, ese día tendrán que ir pensando en que esto se ha acabado. Ese día ya no harán falta prohibiciones, ni decretos proteccionistas, ese día habrá que echar el cierre por defunción. Y la declaración de BIC de doña Esperanza y las firmas para una ILP en defensa de la tauromaquia podrán exponerse en el museo de la ciudad como una simple anécdota del pasado. Y es que esto no tiene remedio, uno empieza queriendo entender a estos señores que nos dirigen y acaba poniéndose frente a ellos con cara de perro.

viernes, 28 de octubre de 2011

El G- 10, José Tomás, la tele y la mamá de Tarzán

Hasta los niños quieren rendir homenaje a Antoñete. Pues aquí queda constancia


La vida no para de sorprender a uno. Ahora resulta que los chicos “Ges” han tomado la determinación de arreglar el pitote de la televisión. Ya parecen cansados de que el empresario decida, actúe y cobre por ellos, que se tienen que conformar con lo que les den y suponer a priori que va a haber buena fe por parte de la tele y el empresariado. Vamos, algo muy parecido a lo que en su día reclamó y sigue manteniendo José Tomás, apoyado en su momento por Joselito y secundado por Esplá, casi a costa de costarle su carrera.

Ahora resulta que estos maestros se nos han puesto una vez más reivindicativos y, años después, han decidido meterle mano a la tele. Que no digo yo que no tengan razón, que seguro que la tienen, pero después de lo que ha llovido, de lo que se ha oído y de los reproches que se han hecho, podemos decirles que “a buenas horas, mangas verdes”. Y estando en posesión de la razón, lo que a lo mejor no han elegido bien es el momento de exigir lo que creen que les corresponde. En un momento en que la fiesta de los toros no pasa por uno de sus mejores momentos, quizás uno de los peores, tanto en cuanto a aceptación social, como a la calidad e interés del espectáculo, a lo que además hay que añadir la coartada que supone la crisis. En nombre de esta crisis se pueden cometer todos los atropellos que podamos imaginar y que en otras circunstancias nadie se atrevería ni a imaginar.

Resulta que esta circunstancia parece haber disparado las alarmas en el canal taurino de la tele oficial y oficialista de las ferias y que incluso se plantea hasta su posible desaparición. Ignoro si este puede ser el motivo que origina tal hecho, pero ¿quién nos dice que esto pueda ser una simple excusa? Hasta podría servir como cortina de humo y ocultar un posible fracaso del canal o simplemente una rentabilidad muy por debajo de las expectativas iniciales. Sería una pena, porque a pesar de los locutores y comentaristas, no se puede negar el bien que hace a la fiesta y sobre todo al maltratado aficionado.

Lo que yo me pregunto es qué les ha hecho cambiar de opinión a los mandones del toreo y pasar de un colaboracionismo empalagoso con la tele a un posible plante a las cámaras. Igual se nos han envalentonado después del éxito en las gestiones para pasar a Cultura, aunque puede que no se hayan parado a pensar en la diferencia entre una y otra empresa. Por un lado, a los señores políticos les importa bastante poco esto de la tauromaquia y si los señores toreros quieren cambiar de ministerio y no cuesta dinero, pues se cambia, como si quieren que a partir de ahora se les llame señores artistas, ¿qué más da? Que con su pan se lo coman. Pero lo de las corridas televisadas es otra cosa. Ahí se le toca el bolsillo a demasiada gente, que además coincide que son de los que más poder tienen en este tinglado; después de la mamá de Tarzán, por supuesto.

Resulta que van y le dicen a los señores empresarios que a partir de ahora no van a ganar tanto con la tele como antes y a los señores de la tele que lo mismo que antes costaba cuatro, ahora será cuatro y un pellizquito más. Y los unos y los otros vuelven la mirada al que paga, para ver si se encarecen un poquito más el precio de las entradas. O sea, lo de siempre. Tres discuten y paga un cuarto, ese que no puede, ni debe protestar, al que se le respeta con pulcritud su sacrazo derecho, el pagar y callar. Para que luego digan que no son mirados estos señores.

Lo que a mi me gustaría oír ahora es la opinión de todos aquellos que se despacharon a gusto con José Tomás, que con tele o sin tele, es él único que todavía llena las plazas con solo poner su nombre en los carteles. Les aplicamos a los “Ges” la misma teoría, esa que decía que el que no quería ser televisado era para que no se vieran sus carencias, ni los torillos que mataba, ni para tener que enfrentarse a los sumos pontífices del toreo del s. XXI. Ellos que han hecho del cemento un actor más de la fiesta, que han institucionalizado la bobona chocha desmochada y descastada y que procuran no molestarse entre ellos, no vaya a ser que alguien se enfade. Ellos que se creen capaces de todo, como si fueran la mamá de Tarzán repartiendo justicia, sabiduría y besos repetidos, como las abuelas. Veremos, o no, en que queda todo esto de los toros en la tele y si en el tan cacareado canal de toros veinticuatro horas nos pondrán las ferias más importantes o toda la serie de Tarzán de los Monos, el rey de la jungla.

martes, 25 de octubre de 2011

Respeto y honor a los muertos



Ayer Antoñete salió por la Puerta Grande de Madrid. No hubo naturales, ni medias verónicas, pero como siempre demostró su grandeza. Esa grandeza que el pueblo le aclamó en vida y le reconoció después de muerto. No digo nada nuevo si afirmo que ha sido de los más grandes, sin entrar si estuvo mejor a partir de tal o cual reaparición, fue de los más grandes.

Igual que en las tardes en que se anunciaba para torear en su plaza, en su última cita congregó a miles de aficionados, que podían parecer cualquier cosa, menos unos bárbaros. Hechos como este son el signo más evidente de lo que es este mundo, esta fiesta, este espectáculo o este rito, que cada uno elija el término. Sin necesidad de reconocimiento oficial, ni de ser encuadrado en un epígrafe para definir de que tipo de acto cultural se trataba. La gente, porque no fue solo Madrid, sino aficionados de toda España, estaban en Las Ventas para despedir a un maestro. Unos se hicieron presentes en los corredores de la plaza, en el exterior de la plaza y pudieron llamarle torero una vez más. Algunos no pudimos ir, no por falta de tiempo, sino por no querer ir. Yo no quise ir, no podía verle allí inerte, ni verle marchar para siempre. Cobarde, cómodo, cualquier cosa tendré que aceptarla, pero no podía. Desde el sábado por la tarde he tenido a Antoñete en la cabeza, escribiendo, viendo vídeos, hojeando libros al azar, hablando de él con amigos o contándole a mis hijos quién era ese señor del mechón blanco. El de ese cuadro que está en el salón, el de ese libro gordo; y en todos los casos aparecía también el que me metió este veneno en el cuerpo y que hace años se fue a coger sitio en los tendidos de ahí arriba, para ver el debut del maestro en las ferias celestiales. Él me repetía muy a menudo eso de “yo estuve allí” y yo ahora repito “el abuelo estuvo allí”. Mis hijos, sobre todo mi hija, abren los ojos como si les hablara de un superhéroe que tenía el poder de parar a un animal moviendo un trapo y que conseguía que un torrente de furia y casta se le enroscara a la cintura.

Realmente fue grande, muy grande, un personaje de película, pero tuvo la suerte o la desgracia de haber nacido en el barrio de Ventas y no en Nueva York, Londres o París; quizás en esos lugares habría sido despedido de otra forma. Aquí perdemos la medida de las cosas ante muchas cosas y una de ellas puede que sea la muerte. Una personalidad de esta categoría quizás merecía otra cosa. No es posible que en su casa no se le trate de acuerdo a sus méritos. No parecía posible que la capilla ardiente se instalara en un lugar en el que se facilitara el paso de los visitantes, ni que el momento de las visitas hubiera sido más prolongado. Una mañana y poco más, en una sala de la plaza que ni tan siquiera era la que lleva su nombre.

Igual que en una de sus retiradas, una tarde en la que el ganado hizo imposible el triunfo y el pueblo se lanzo al ruedo para sacarle a hombros saltándose cualquier reglamento, ayer fue la gente quien sacó a hombros al torero, pero al que tampoco se le permitió dar esa merecida vuelta al ruedo. No parecía que fuera posible que se abrieran las puertas para que su gente volviera a llenar los tendidos y para que en el escenario de sus glorias se le tributara el homenaje más sincero. Había otras prioridades, pero es que esas mismas prioridades son las impide que se honre a otras glorias de nuestra tierra como a Cervantes, Velázquez o Larra, que no se sabe donde descansan. Se nos llena la boca con nuestro patriotismo, pero tiramos por la alcantarilla una oportunidad única y definitiva de mostrar nuestro respeto y rendirles honor a los grandes.

Realmente no entiendo ciertas cosas. No creo que haga falta remontarse a la muerte de Joselito al que sacaron de su casa en la calle Arrieta y lo llevaron en procesión hasta el tren que iba a Sevilla, basta en recordar como a El Yiyo le llevaron desde su casa en Canillejas, en la calle Canal del Bósforo, hasta la plaza, donde se le dio la vuelta al ruedo de la plaza de su pueblo, Las Ventas, y desde allí lo portaron en hombros hasta el cementerio de la Almudena. No pretendo establecer comparaciones, no se sostendrían ni un segundo y además serían injustas y no vienen a cuento, pero creo que Antoñete, merecía otro trato por parte de los que nos gobiernan. No se trata de afición o no, es más bien cuestión de sensibilidad y de darse cuenta de lo que todavía arrastra un torero, un gran torero, en esta España de principios del siglo XXI. Lo que sí quedó claro es la entrega y el fervor que siempre tuvo su gente a uno de los más grandes. Antonio Chenel “Antoñete”, matador de toros, nacido en el barrio de Ventas, Que Descanse en Paz.

domingo, 23 de octubre de 2011

Antoñete, un chaval del barrio de Ventas

Antoñete y su toro blanco, Atrevido de Osborne, para siempre en el recuerdo.


Allá por los años treinta, cuarenta y algunas décadas más, en España no había mejor forma de salir de la pobreza y de las estrecheces que haciéndose torero. Muchos eran los que probaban. La empresa era más fácil y más difícil que en los tiempos presentes. Más fácil porque el mundo del toro estaba más presente y porque en el Madrid de aquellos años existían más conexiones con lo rural que ahora. Y más difícil porque el aprendizaje era duro y penoso y el toro se ocupaba de complicarlo todo mucho más. Pero claro, si mientras los niños de aquel tiempo jugaban en la calle al aro, a la lima, al tejo, al balón o a las bolas, tú jugabas al toro en el ruedo de Las Ventas, mucho se tenía que torcer el destino para que no llegaras a ser matador de toros. Y si además cada tarde de toros veías entrar a Marcial, Fuentes Bejerano, Fortuna, Nicanor Villalta, Domingo Ortega, los Domiguines, los Bienvenida, Manolo Escudero, Pepe Luis, Manolete, Gallito y tantas otras divinidades del panteón taurino, pues blanco y en botella.

Antonio Chenel, “Antoñete”, que era el que tuvo esta infancia tan particular, llegó a culminar su sueño en la plaza de Castellón. Allí se hizo matador de toros. El torero de los huesos de cristal, siempre de la mano de su cuñado, Paco Parejo, de quien muchos decían que era el que dirigía al torero desde el callejón a modo de apuntador y que el del mechón ponía en práctica sin saltarse ni un punto, ni una coma. A pesar de su calidad y sus extraordinarias condiciones para hacer el toreo bueno, tuvo una carrera muy irregular; empezaba a coger sitio y contratos y aparecía una fractura de un hueso. Los contratos empezaban a disminuir, primera retirada, y cuando ya pensaba en cambiar el oro por la plata, vuelve a resurgir en una corrida de agosto de Madrid. Luego aparece Atrevido, o como muchos le conocieron, el toro blanco de Antoñete, de Osborne. Este nuevo relanzamiento acabó con una nueva y triste retirada en 1975.

Se marchó a América, a Venezuela y cuando más pensaba en dedicarse a cuidar ganado para ganarse la vida, la fortuna se le volvió a presentar en forma de vestido de luces. Unas corridas exitosas al otro lado del Atlántico le sirvieron para madurar la idea de reaparecer en España. Era el año 1981 cuando enfundado en un terno grana y oro volvió a su casa a torear, en el patio de juegos de su infancia. Como decía Rafael Herrero Mingorance, con verle liarse el capote y colocarse la esclavina ya se sabía que allí había un torero. Fueron cinco años triunfales jalonados de éxitos y lecciones de torería. Quizás el momento culminante tanto de este período, como de su carrera, fue la faena a Cantinero, de Garzón, premiada con dos orejas. En el otro cortó una y creo recordar que alternó con Curro, que cortó una y con Curro Durán, que se convirtió en un testigo de lujo de lo que los “abuelos” eran capaces de hacer con capote y muleta. Nueva retirada con toros de Belén Ordoñez, de la que nadie salió satisfecho, ni el público, ni mucho menos el torero. Un fracaso ganadero le impidió retirarse como Marcial, tal y como soñaba el torero de Madrid. Pero la dura y exigente afición de Madrid, sensible como ninguna, se echó al ruedo, le cogió en volandas y al grito de torero, torero, reventó la Puerta de Madrid y se lo llevó camino de la calle de Alcalá. No hacían falta ni orejas, ni permiso presidencial, el público soberano estaba decidido a rendir homenaje a su torero. Tiempo después el propio Antoñete quiso agradecer tanto cariño recibido y una tarde entre semana decidió encerrarse con dos toros en su plaza, dejando abiertas las puertas para que fuera gratis todo el que quisiera ver por última vez a su torero.

Volvió nuevamente a vestirse de luces, pero ya no era el mismo. Ese amigo traidor que fue el tabaco le dio más de un susto, uno incluso en la arena, una tarde de toros televisada en la que cayó desvanecido en el ruedo, con muchas dificultades para respirar. Luego vino lo de convertirse en comentarista en la radio y en la televisión, pero de eso prefiero no hablar ahora, creo que es mejor quedarse con su media verónica tan personal y tan llena de belleza y torería, con ese toreo al natural y con esa forma de citar dándole distancia al toro. Ahora, en el momento de su despedida, creo que será mejor quedarse con lo que hizo en los ruedos, con el gran torero que fue y con el sitio que ocupará en la historia del toreo por méritos propios. A uno de los grandes que yo he visto en el ruedo, a uno de los pocos a los que aclamé gritando torero, torero y a uno de los que me hizo conocer como era el toreo clásico, el de siempre, el natural, el que no tiene ni asomo de crispación, el que trata al toro como a un amigo, el toreo eterno. A Antonio Chenel “Antoñete”. Que descanse en paz.

sábado, 22 de octubre de 2011

Y los “hartistas”, ¿dónde están?

Después de sacar esta entrada me he enterado del fallecimiento de Antonio Chenel, "Antoñete", el torero de Madrid. Descanse en paz.


Lo primero que quiero es aclarar que el término hartista está tomado prestado de Xavier González Fisher, quien a su vez lo tomó de un buen amigo, Beto Ruiz (Q.E.P.D.), quien muy acertadamente calificó con este palabro a tanto chavalote con medias rosas que no acaba de tener clara la idea de lo que es el toreo. Seguro que a muchos se nos ocurre más de un nombre que encajaría en esto de “hartista”. Por lo menos nos sale un grupo de 10 nombres, vamos un “G 10” en toda regla.

¡Ay! aquellos muchachos del “G 10” que tanto se movieron para reivindicar el cambio de los toros a Cultura. Con los esfuerzos tan grandes que se tomaron allá por los finales del año pasado y los principios del que se nos está acabando. Ellos que se pusieron los trajes de ir de boda, con su corbata atosigándoles y poniendo una falsa pose de relajación. Incluso tragaron con ser recibidos por los ministros casi de tapadillo y tener que salir corriendo a dar una rueda de prensa a un hotel próximo, como si se fueran el mismísimo Luis Miguel, cinco minutos después de haber pasado el rato con Ava Gardner.

Montaron una mesa, estuvieron de charla con sus señorías y hasta se constituyeron en comité de expertos, el llamado “G 10”, con el único fin de conseguir zafarse de las garras del Ministerio del Interior y caer en los tiernos brazos del de Cultura. Con la que está cayendo y estos chicos no se preocupan de otra cosa que del ministerio al que sean adscritos y de que se reconozca el toreo como hecho cultural. Pero una vez que se perpetró el trueque la mesa se la ha comido la carcoma, no se han preocupado de devolverle la invitación a los señores ministros, aunque hubiera sido a un cafelito en la finca de alguno de ellos, ni de tan siquiera sacar unas camisetas exclusivas del “G 10” con una leyenda que dijera “Lo conseguimos, bieeeen”.
A mí esto me parece un exceso de dejadez por parte de estos mandones del toreo. Total, ¿qué les habría costado un poquito más de celo? Y eso que entre medias se ha producido lo de Barcelona, han surgido iniciativas populares para apoyar a la fiesta y los antis siguen dale que dale con su retahíla de argumentos falsos y vacíos. Quizás les quita más el sueño eso de elegir los toritos, de mantener a taurinos y prensa contentos y de buscar una buena excusa para irse retirando de carteles comprometedores a medida que se acercaba el cierre de la temporada.

Puede ser que unos vean la botella medio llena y otros la veamos prácticamente vacía, pero si son los que más pueden tirar del carro y los que pueden hacer algo para que esto cambie, ¿por qué no lo hacen? ¿Tan aislados viven en ese mundo del “Bieeen torero”, “ole maestro” y del “eres un monstruo”? Pues parece ser que sí. Como niños caprichosos, una vez conseguido el caramelo, se han olvidado de cualquier buen propósito y han vuelto a eso que tanto les gusta, a hartar al personal hasta tal grado que bien ganado se tienen el apelativo de hartistas. Estos que han ido recogiendo triunfos por todas partes, que no han visto un toro de verdad ni en pintura y que han agotado las existencias del toro tragapases, han demostrado su nula generosidad con la fiesta y que aparte de su comodidad y mantenerse en el machito a costa de lo que sea, nada les importa la fiesta. O también puede se que una vez hecho el trasvase y convertidos en Cultura, dejara de interesarles. Lo mismo piensan que eso de la cultura es para señoritos, o que quizás esto les obligue a tener que leer un libro al año o a tener que visitar un museo cada seis meses, aunque duela.

Igual se han creído que lo de ser “hartistas” era “jartarse” a leer, a escribir o a esculpir el Moisés de Miguel Ángel. ¿Y si resulta que no les explicaron bien lo que era eso de ser de Cultura? Pues todo puede ser. Yo la verdad que los entiendo. Con la vida que llevan no creo que les quede un segundo para nada, todos el día de aquí para allá, que si reuniones con el veedor, que si el gimnasio y el fisio para que luego en el ruedo se puedan estirar y doblar hasta límites insospechados, que si hacerse un traje para ver al ministro, que si hoy toca indulto, que si nos llevan en procesión por las Ramblas y luego, cuando ya es hora de irse a dormir, a atender un programa de radio el domingo a la una de la madrugada. Esto no es vivir. ¿Como no se van a querer escaquear en algún momento? Ahora empiezo a entender eso de hartistas.
PD: Gracias por el término a Beto Ruiz (Q.E.P.D.) y a Xavier González Fisher por dárnoslo a conocer.

miércoles, 19 de octubre de 2011

Padilla, la humanidad de los grandes

Uno de los muchos miuras que le quedan por torear a Padilla


Nunca me habría pensado que Padilla pudiera haber despertado en mí tantos sentimientos y tanta afinidad. Al ver su imagen se me vienen a la cabeza recuerdos muy personales, muy íntimos y muy dolorosos, sobre lo vivido por un ser muy, muy querido hace ya algunos años. Esas imágenes saliendo del hospital y dando gracias a todo el mundo como si no hubiera motivo para estar allí esperándole, me han conmovido. Primero me han sorprendido, porque me esperaba verle mucho más desfigurado, aunque siempre es demasiado. Y unos días después no me podría nunca imaginar que se pudiera poner en pie.

Dicen que ante la adversidad y la enfermedad es como se ve la condición de cada persona. Pues este hombre de allá abajo, después del castigo sufrido se ha venido arriba con casta y bravura y ha demostrado lo que es. Tendrá sus ratos malos, ¿qué menos? pero verle así ya dice mucho de lo que es y como es. Creo además que no me equivocaría al decir que todo el mundo, aficionado y no aficionado desearía tenerle delante, darle un abrazo, desearle toda la suerte del mundo y transmitirle la admiración que se ha ganado a fuerza de su sangre.

Un señor al que un toro le ha partido la cara, pero que uno de sus primeros pensamientos y agradecimientos se los dirige al toro y a su mundo, cuando si se hubiera callado nadie le habría censurado. Pero no, él ha querido disipar de un plumazo cualquier tipo de duda y a la primera de cambio se puesto del lado de aquello que tanto dolor le ha provocado. Y se podrá decir que después de más de 40 cornadas, igual ya está habituado, pero no creo que nadie se acostumbre a ello y mucho menos quien verá lo cerca que estuvo la de la guadaña cada vez que se mire en un espejo.

Creo que ahora mismo todo el planeta de los toros está en deuda con él, y no me refiero a calmar cualquier tipo de remordimiento, que por mi parte no existe. Pero sí creo que a cada uno lo suyo. Cuando no estaba de acuerdo con su toreo se lo manifesté en la plaza y ahora que constantemente nos está dando una clase magistral de dignidad, también hay que hacérselo saber. A mí me encantaría que la temporada 2012 de la plaza de Madrid se inaugurara con un festival homenaje al torero jerezano. Ya lo he esbozado en Twitter, pero mi bisoñez en ese medio no me permite demasiados alardes. No estaría mal y creo que sería de justicia, que la plaza con la que tuvo sus más y sus menos, pudiera hacerle sentir el calor y el cariño que Madrid sabe dar como pocos sitios. Me da igual el ganado, me da lo mismo los compañeros y creo que el aspecto económico tampoco sería lo más importante, pero sí que Juan José Padilla vea como se le entrega esta plaza, llena hasta la bandera. No sé como se hace esto en Twitter, pero para los próximos inquilinos de los despachos de Las Ventas sería un buen comienzo el que escucharan un “madridyeltoroconpadilla”.

lunes, 17 de octubre de 2011

Ya vale con los Cuadri

Ya uno se ha acabado cansando de la ganadería de Cuadri. ¿Se dieron cuenta del sexto toro de la corrida de Zaragoza? Tanto, tanto y sale ese toro. Habrá quien me diga lo del cuarto de esa misma tarde, lo de los de Madrid de este año, la del pasado, los premios de corridas concurso y todo lo que quieran, pero ese sexto. Y no voy a entrar en el quinto, porque todo lo malo que fue no es solo mérito suyo, ¿qué me dicen de la indispensable colaboración de la cuadrilla de Paulita? Así que, que tampoco le pongan al ganadero todo el mérito.

¿Ven como a los buenos ganaderos también les sale un toro malo? Lo suyo sería que se fuera toda la ganadería al matadero y hasta a los cabestros que encelan al ganado para manejarlo de un lado a otro. Y que no me venga ningún aficionado de esos que van con el toro y que si lo de Domecq, que si el toro bobo; no, no me cambien de tema, estamos con los de Cuadri. ¿Cómo es posible que eche cuatro toros buenos, uno de ellos muy bueno, uno no bueno, pero al que le dieron una lidia infame y uno malo y no tome una determinación? Eso es motivo suficiente para convertir la finca en un centro multiusos. Y si nos ponemos a analizar las cosas, que alguien me responda como esta ganadería se considera de las mejores en la actualidad, cuando las figuras jamás de los jamases se han enfrentado a ella. Y lo que es peor, que no tienen ni intención. Con muy buen criterio, porque todos sabemos que el toro grande no puede embestir, que los buenos, buenos, son los bajitos, terciaditos, bonitos y con poca cara. Vamos el tamaño justo para que el toro te entre en una Samsonite y que no te cobren por exceso de equipaje. ¿Quién se puede llevar a un Cuadri bajo el brazo como el que lleva un Cuvillito? Pues nadie. Y si alguien no valora el que un hierro lo maten los de los diferentes “Ges”, que piensen a lo que son capaces de llegar otros cuidadores de toros para que sus pupilos figuren junto a los nombres más rimbombantes de la tauromaquia moderna. Nadie vendería su alma al diablo por nada, ¿no? Y que mejor recompensa que ésta.

Luego nos cuentan la milonga del tercio de varas, que si el toro fue de lejos, que si Castaño estuvo hecho un tío y que derrochó generosidad con el toro. Pero ¡por Dios! ¿A quién le importa eso? Luego se vio como el toro solo tenía veinte o veinticinco pases. Vamos, que ya me veía otra faena como aquella del tal Juan Mora en Madrid, que no duró un suspiro. Y menos mal que Castaño no llevaba la espada de verdad, que si no, aún habría tardado bastante menos. ¿Qué pretendía ese chaval? Primero poniendo al toro de lejos. Como no iba a galopar el animal para ir al caballo, además tres veces. ¡Habrase visto! Luego torea con la gorra puesta; ¿no podría haber brindado a la reina de las fiestas? Pues no Yo es que no entiendo nada. Y para colmo se pone de lejos con la muleta por delante. Eso es no saber, porque todo el mundo sabe que el único caso en que el torero se tiene que poner de lejos es para dar un pase por detrás, mientras se arquea el cuerpo exageradamente encogiendo el culo. Luego le plantas el pico de la muleta así al sesgo y te retuerces con “empaque” y “torería”.
Señores taurinos, unámonos para luchar con estos restos de la tauromaquia antigua e indescifrable, esa que no valora las orejas como se debe y que prefieren ver a un toro galopando contra el caballo, a verlo gazaper para un lado y para otro abanicado por un muleta “poderosa”, describiendo líneas rectas. Pero claro, aquí no caben estos Cuadris, que encima exigen que se les hagan las cosas bien, porque si no se acuerdan y luego lo acusan. Encima rencorosos. Y lo que es peor, uno está con el alma en vilo y la merienda no acaba de sentarte bien, porque claro, uno se emociona y entre ¡ay! y ¡huy! uno coge aire, con lo malo que es eso para la digestión. Ni beber de la bota te dejan.

He leído por ahí que a muchos de esos toristas les encantó la corrida, pero ¿y ese sexto? Claro, nos quedamos con lo que nos interesa, con una visión parcial y sesgada de la cuestión. Nos quedamos con lo que nos da la gana, con los cuatro primeros, destacamos al cuarto, que fue de esos bravos en el caballo y que aún tuvo pases para hacerle una faena de esas que llaman clásicas, que no de las modernistas, y nos olvidamos del sacrilegio de ese sexto. El día que vea a un Cuadri que sale de toriles ya picado, toreado y lidiado y que perdone los pequeños deslices de los toreros durante la lidia, entonces que me avisen. O me conformo con que salga un toro artista, una preciosidad de esas que lo mismo sigue una muleta que una zanahoria enganchada a un palo. Así que… ya vale con los Cuadri.





Fdo.: Un fiel al toreo moderno; como Dios manda.

viernes, 14 de octubre de 2011

Simón I, el Adelantado, o el Pequeño Napoleón

Que bien nos vendría ahora un Domingo Ortega que pusiera los puntos sobre las íes.


Don Simón parece notar ya la proximidad del concurso para regentar la plaza de Madrid, la primera plaza del mundo, la cátedra del toreo, la meca y todas esas cosas que se quieran decir de las Ventas y que el público feriante se empeña en echar abajo con su bondad, falta de rigor y mínima exigencia. Pero bueno, si alguno se siente así más feliz, pues que lo siga diciendo. Eso no cambiará la terca realidad.

Pero a pesar de esta carrera alocada hacia el desprestigio todavía sigue siendo un bocado más que apetecible para los voraces empresarios del orbe taurino. Uno de estos tiburones es el señor Casas, don Simón, que lleva años rondando la pieza, que en alguna ocasión se lanzo a su yugular, pero que por unas causas o por otras, quizás más por otras, aún no ha podido vestir la púrpura de máximo monarca del empresariado. No sé si será por la búsqueda de apoyos o por convencimiento, lleva tiempo lanzando sentencias como si estuviera a punto de publicar su próximo libro de filosofía táurica.

Lo que parece evidente es que la afición de Madrid está deseando perder de vista a los señores de Taurodelta y que se marchen con sus saldos ganaderos más allá del Mississippi. Pero claro, si nos ponemos a analizar lo que puede venir, es para echarse a temblar o directamente tirarse por el Viaducto. Y una de las posibilidades es esta la del “Pequeño Napoleón”, Simón Casas. Si esta circunstancia se hubiera presentado hace dos años quizás alguno podría pensar que era la mejor opción, pero después de lo de Valencia, ¿Qué quieren que les diga? Casi preferimos que se extienda lo de Barcelona a Madrid provisionalmente. Así por lo menos sabríamos que hay que luchar contra una clara injusticia y no tendríamos que contemplar como un taurino le hace el trabajo a los antis mientras socava los cimientos de la tauromaquia en nombre del progreso, la evolución de la fiesta y la modernidad, eso sí, todo bajo el paraguas de que este destrozo es un fenómeno cultural.

Uno al pensar en Simón Casas se imagina una feria de San Isidro de lo más mediática, con los toreros que gustan al público, al Canal Pluf y a las revistas del corazón y con muchos “Juanpes”, que para algo ha declarado que la maravilla más grande que sale por los chiqueros. Eso sí, el aficionado que trague y que calle la boca, porque si no habrá de vérselas con este adelantado a su tiempo. Veo la vuelta de los Rivera a Madrid, de El Cordobés, Finito y toda esa legión que ya dejó claras muestras de su divorcio con Madrid. Quizás hasta se atreva de una vez por todas a acabar con la temporada venteña, a poner los precios por las nubes y a montar una corrida de novillos sin picar para las figuras de los “Ges”, en virtud de la plástica del arte postmodernista de estos muchachos ya asentados en su cátedra y los aspirantes a ganarse su sillón.

Perdonen los que piensen que mi visión es demasiado localista y excesivamente centrada en Madrid, pero creo que éste es el último claco ardiendo al que nos podemos agarrar para que una historia de más de dos siglos no se nos vaya por la alcantarilla. Aunque ya no es ni asomo de lo que fue, sí que sigue teniendo cierta influencia sobre la fiesta, no como antaño, pues esa tarea se la ha usurpado la televisión de pago y sus comentaristas, que ejercen esa “docencia” a la perfección, según sean los intereses de los que manejan todo el cotarro.

Según algunos expertos de las crónicas de sociedad de la fiesta, el señor Casas lo tendría complicado para coronarse emperador del toreo, pues por un lado aún se recuerdan los litigios con la Comunidad de Madrid a causa de licitaciones pasadas y por otro, según las malas lenguas, no se puede decir que esté a partir un piñón con el señor Molés, pero ¿qué hay que no arregle un buen talón con muchos ceros? Así que igual allá por marzo vemos como se abre la temporada de las Ventas con una corrida mixta a plaza partida con Juli, Manzanares y Talavante y toros artistas de Zalduendo y otra de El Bombero Torero y sus enanitos toreros. El éxito estaría asegurado y el triunfo se da por supuesto. Sería la consagración de la cuadrilla del apagafuegos torero, saliendo en triunfo por la Puerta de Madrid junto al artífice de semejante esperpento, Simón I el Adelantado, el Pequeño Napoleón.

lunes, 10 de octubre de 2011

No tienen ni p… idea

La soledad del banderillero ¿y la soledad del aficionado?


Uno a veces tiene que contar diez veces hasta diez antes de abrir la boca o coger el teclado para escribir. Esta tarde mientras enredaba leyendo otros blogs taurinos he podido “deleitarme” con las opiniones de Julia Otero, igual que en otras ocasiones lo hago con las de Pilar Róala o cuando entro en facebook y veo como amigos míos no dudan en llamar a los aficionados a los toros “canallas”, “desgraciados” y no se cuántas más lindezas. Amigos que conocen perfectamente mis inclinaciones taurinas, la forma en que yo lo vivo y mi forma de desenvolverme en la vida, mi vida familiar y mis opiniones más personales. En esos momentos lo primero que me pide el cuerpo es darles un toque de atención y pedirles explicaciones, pero ¿para qué? En ese momento en que tienen toda la razón encima de ellos, seguro que no están para escuchar las memeces de un sádico y salvaje aficionado a los toros.

Pero a mí me gustaría saber como han llegado a esas conclusiones en las que nos ven como verdaderos monstruos. En primer lugar se creen los únicos amantes de los animales y de la naturaleza. Para ellos esto se traduce en tener un bicho en casa, sin preocuparse si ese bicho puede vivir en un piso de 60 metros, en una ciudad como Madrid, con una vida social que se reduce a salir a mear por la mañana y por la noche, cinco minutos cada vez. Ellos aman a los animales porque les ponen nombre, les dan de comer chuches y les dejan dormir junto a la calefacción. No se paran a pensar si ese animal es un perro siberiano que vive el verano de Madrid, con 40 grados por el día y 30 por la noche, ni si debe hacer ejercicio o no. Y estos mismos son los que cuando salen al campo quieren demostrar su entusiasmo pegando voces a los cuatro vientos, para que los pobres pajarillos y demás criaturas del campo se enteren de lo que están disfrutando al aire libre. Los mismos que dejan suelto a su perro y que ríen a carcajadas cuando un niño llora y se asusta al ver como se le viene encima. Con el que “no hace nada”, lo arreglan todo. Pero ellos sí que tienen sensibilidad.

El aficionado al toro suele ser un ser inclemente, cruel y sádico que de vez en cuando arrastra a su familia al campo, a pasear tranquilamente, a ver toros en silencio y sin molestar a los animales y como mucho a hacerles fotos. Intentar enseñar a sus hijos el respeto y el amor por un animal único en la naturaleza, el mismo que luego vez en la plaza y al que su padre o su madre o los abuelos llaman bonito cuando esperan que se arranque de lejos al caballo o a la muleta del torero. Ese animal al que aplauden hasta romperse las manos cuando es homenajeado con una vuelta al ruedo.

Estos señores no entienden que el aficionado vaya a los toros y que se ponga de parte del toro, pero no deseando ningún mal para el torero, de quien esperan y desean con todas sus fuerzas que salga triunfador. No entienden estas contradicciones, o se es blanco o negro, para ellos no hay matices. O se es cruel por ir a ver como se lidia un toro o se es un santo por ponerle calcetines de lana en invierno. Ellos creen que nos divertimos y que montamos la juerga padre al ver como sangra en el caballo, como le clavan las banderillas y como acaba muerto a estoque. Pero ¿cómo pueden ser tan ignorantes y tan retorcidos? Y por si esto fuera poco, no nos creen capaces de tener un buen sentimiento ni con nuestros hijos. ¿Qué clase de pensamientos esconden en sus humanistas y pervertidas mentes? ¿Se han parado alguna vez a intentar comprender o simplemente conocer nuestros sentimientos? Yo podría pensar que teniendo esta visión tan simplista del mundo y de la vida, todos son imbéciles, pero no lo pienso. Me vale con creer que no les gustan las corridas de toros, igual que a mí no me gusta el gazpacho. Es más, en muchos casos me asombraría enormemente que les pudiera gustar esto de la fiesta de los toros. Si tengo un amigo argentino, que nunca ha ido a una plaza, que nunca ha visto el toro en el campo y que nunca ha tenido a nadie que le haya llevado de la mano a mostrarle este mundo, ¿cómo puedo esperar que se haga aficionado de la noche al día? Es más, hasta soy capaz de entender que no le resulte agradable ver como muere un animal, pero ahí acaban mis reflexiones sobre él; allá cada uno con sus ideas y con sus inquietudes.

Pero estos señores no. Se construyen su idea en su cabeza y a partir de ahí tejen una madeja en la que no cabe más información que sus creencias. Y esta falta de datos, necesariamente tiene que ser suplida con lo que genere su ignorancia, sus prejuicios y con lo que se supone que debe pensar una mente moderna y progresista, que tiene tan asumido el confort en que vive el ser humano, que dan un paso más y pasan a preocuparse casi de forma enfermiza de los animales. Animales a los que se les dota de atributos propios del ser humano, sin pararse a pensar en si esto es bueno o malo para su “mascota”. Y si no piensan en la “mascota”, no esperemos que piensen en el ser humano.

Realmente a veces me dan miedo. Me asusta ver con que vehemencia y con que odio se dirigen a los que se supone que son sus semejantes, como se ríen y disfrutan cuando un torero resulta herido o algo peor y como disfrutan y hasta brindan con champán en la jeta de quien en ese momento está sufriendo. Pero si no entienden nada de lo que es la fiesta de los toros, de la afición y del porque de todo esto, ¿Cómo van a entender el sufrimiento? Como bien dice en alguna de sus entradas Juan Medina, los nazis sentían el dolor de los animales, pero no se planteaban el del ser humano. Con una mano acariciaban a su perro, mientras que con la otra apretaban el gatillo.

Es tanta la simpleza y la ignorancia que se creen que viven en el mundo de Disney, de repente desaparecen las corridas de toros, los malvados taurinos se marchan y dejan a los afables toros con su familia bovina viviendo en extensas y fértiles dehesas. ¿Cómo se puede tener y alimentar un pensamiento tan pazguato? Y lo mismo se creen que esos malvados taurinos se marcharán por el mundo a seguir de fechoría en fechoría. Pues no, seguramente que los que cuidan los toros, como los aficionados que acaban de trabajar, como los que están en el paro, como los que no tienen necesidad de trabajar, estarán esperando el momento en que lleguen sus hijos, sus nietos o sus sobrinos para abrazarlos, llenarles la cara de besos y espachurrarlos contra su pecho y a lo mejor hasta se pondrán a jugar al toro con ellos, imitando a los grandes del toreo con una toalla, una camisa, un paño de cocina o con el mantel. Así somos señores antis, ni tan retorcidos, ni tan simples. Somos tan complicados y contradictorios como cualquier ser humano, ni somos malos, malos, ni buenos, buenos. Pero total, a ustedes qué más les da, si no tienen ni p… idea.

domingo, 9 de octubre de 2011

Juan José Padilla, torero de Jerez



Sería muy cínico ponerme a escribir sobre mi admiración por el toreo de Juan José Padilla. Realmente, su concepto de todo esto dista un mundo de la idea que yo tengo y de mis gustos, que por supuesto obedecen a algo muy personal. Pero lo mismo que con Padilla, ocurre con todos los que se visten de luces y se enfrentan a un toro, a todos les profeso un tremendo respeto y a todos valoro y admiro, porque tienen el honor de vestir de luces; ahí incluyo tanto a aquellos que no me llenan, como El Juli, Manzanares, Perera, Castella, Ponce, El Cid o El Fandi, como a aquellos que me han emocionado en una tarde de toros, Urdiales, Morante, Fandiño o Frascuelo. Lo que también se extiende a los de plata a los montados y hasta al chulo de toriles y de banderillas. Otra cosa es el jalear como sublime, todo lo que desarrollan en el ruedo.

Lo ocurrido en el coso de la Misericordia sirve para recordar que aunque algunos conviertan esto en una verbena, el peligro no deja de estar presente. Otra cosa es que a algunos no nos agrade el afán de la mayoría por minimizarlo, restándole grandeza a eso que llamamos fiesta brava. A Padilla le recordamos muchas tardes en Madrid, aquella en que se enfrentó al público de las Ventas, la de su vuelta años después y que resultó ser el de la reconciliación o el de la amnesia, olvidando lo sucedido en el pasado.

Ya he dicho que yo no comparto su idea del toreo, pero no puedo negarle su disposición tarde tras tarde, que han sido muchas en las que se ha enfrentado a ganado muy duro, sin perder esa la alegría constante que transmite desde el ruedo. Quizás ese compromiso es el que le ha llevado a Zaragoza, a dar la cara en la última feria importante de la temporada. La misma plaza que la mayoría de las figuras no tienen en cuenta. Ha tenido que esperar hasta el último toro del año para que le partieran el alma.

En estos momentos parece fuera de peligro, aunque lamentablemente crece la amenaza de la pérdida de visión del ojo izquierdo y se reafirma la seguridad de la pérdida de movilidad de la zona afectada del rostro. Pero seguro que su media sonrisa seguirá iluminando el rostro del torero, más preocupado, según dicen, por la campaña americana que por una recuperación que él parece dar por segura.

Desde que conocí la noticia no se me han ido de la cabeza las imágenes de un reportaje en el que aparecía jugando con sus hijas. Se le veía un padre feliz y orgulloso, que ya vestido de luces parecía estar más pendiente de que su familia no se preocupara, que de lo que le esperaba en los toriles. Cada cosa a su tiempo. Son imágenes de un torero que está pasando por un trance muy, muy complicado, al que le queda por delante un largo y duro camino. No sé si le podremos ver otra vez de luces con esos horrorosos vestidos de torear y esas monteras más horrorosas aún, pero puedo asegurar que si vuelvo a verle hacer el paseíllo con aquel aspecto, me parecerá el torero más elegante del mundo y una de las visiones más gratas que se puedan ver en una plaza de toros. Padilla, te esperamos.

viernes, 7 de octubre de 2011

Las ganaderías que fallen, al matadero

Aquel recorte de Morante


Por ahí leo el debate de lo que es o debe ser una moruchada. Hay muchos pareceres sobre ello, porque de la misma forma, hay mucha distancia entre los que unos creemos que es el ganado morucho y su comportamiento y lo que piensan otros. Incluso puede haber quien no llegue a pensar nada y simplemente utiliza el término por parecerle atractivo. Que bien suena eso de “moruchada”.

Pero acabemos con todo esto. Por una vez recogeré una idea que manejan muy a menudo los seguidores del postmodernismo imperante, que no es más que lo que no valga, al matadero y punto. O quizás para ser más exactos, lo que no nos guste o lo que no esté bien una tarde, al cadalso taurino. Que estuvo mal Adolfo en Madrid, pues a pasar toda la ganadería a cuchillo y filetes para un hospicio. Y así lo de Miura, Dolores Aguirre, Palha, Moreno Silva, Barcial, Partido de Resina, todo lo procedente de Coquilla, cualquier hierro con el mínimo rastro de Santa Coloma, Atanasios, Gracilianos, Escolar y ojito los demás que no se anden con bobadas. Lo que pasa es que igual hay quien decide seguir por lo de Núñez y Domecq y al final podremos ver como estos profundos conocedores de la cabaña brava compartirán mesa con Mosterín para discutir si las corridas de toros debían haber desaparecido antes o si se tendría que haber hecho algo más para salvar aquel espectáculo.

Ignoro si detrás de todo esto hay una red oculta de casquerías y carnicerías. Parece que volvemos a los orígenes de todo esto, cuando los matatoros se cobraban en carne su actuación. Entre este afán de enviar las reses al matadero y el ansia orejero de los públicos, quizás hayamos encontrado una justificación a este fenómeno de la tauromaquia moderna. Pero la cosa es más seria que todo esto. No se puede trasladar al mundo de los toros ese sentido utilitarista de la vida. Sobretodo si nos paramos a echar cuentas y vemos que el tiempo que se necesita para incorporar cualquier modificación en el toro y para conocer el resultado. Las prisas, además de no ser buenas, no son posibles. Hay que ajustarse a lo que va marcando la naturaleza. No se puede esperar que un hierro mantenga una línea absolutamente regular como si en lugar de tener toros pastando en el campo tuviera una cadena de montaje. Aunque muchos lo pretendan. Si decidimos refrescar una ganadería con un semental o una punta de vacas nueva, habrá que esperar unos dos años para ver el resultado en la tienta de las primeras, tres para los novillos y cuatro para el toro, porque todos deberíamos saber que estos pasos son ineludibles. Habrá gente con mucha capacidad que le valga ver lo que dan de si las vacas, pero ¿cuántas ganaderías no tienen unas vacas bravas y encastadas y los machos le salen blandos y mansos? Y cuando no, los novillos salen estupendos y de toros se vienen abajo. Si es que esto no hay quien lo entienda. No es nada fácil.

Igualmente, las ganaderías pasan por períodos de bonanza y por baches tan profundos como el abismo. Entonces ¿qué hacemos? en ese momento sacamos la puntilla a pasear. Pues por esa regla de tres es muy posible que ya no existiera el toro de lidia, ni monoencaste, ni moruchos, ni burras tontas, no quedaría nada. Quizás algunos de estos adalides del utilitarismo deberían saber que la ganadería de Victorino Martín pudo haber ido al matadero antes de que se la llevara el de Galapagar. Lo que nos habríamos perdido. Es en ese momento, cuando todo parece acabado, cuando los más sabios creen que ya no hay salida, cuando empieza a actuar el ganadero de verdad, cuando el mayoral abre el libro de la experiencia y cuando surge el milagro del buen ganadero. Pero si el ganadero es un inversor, pues ni sabe de libros, ni sabe de la cría del toro, ni sabe de nada, solo sabe de números de beneficios y de poder codearse con la aristocracia del toro y darse un barniz al pertenecer a esa élite de los ganaderos de bravo.

Con esta óptica utilitarista, ¿qué habría pasado si ganaderos como el mismo Cuadri, que tan en boga está en los últimos años, después de aquella corrida de Beneficiencia en que salieron sus toros tambaleándose? Afortunadamente el ganadero debía saber lo que tenía en su casa, debió saber identificar el problema y finalmente le encontró una solución. Lo que no quiere decir que no eche de vez en cuando un toro malo, e incluso una corrida mala al completo. Eso es lo que tiene trabajar con animales, eso es lo que tiene el toro. O si en una posterior Feria de San Isidro hubiera visto reaparecer los viejos fantasmas, con una corrida, mala, muy parada, y al tercer toro hubiera decidido cargarse a todas las vacas y toros de la dehesa. Y mira por donde, el último fue el que resultó premiado como mejor toro del serial de aquel año. Es que esto es muy complicado y además de conocimientos y trabajo, además es necesaria la paciencia. Virtud que aunque en menor medida se debe trasladar al aficionado. Lo que no quiere decir que éste deba tragar lo que le echen apelando a esta paciencia. No nos confundamos. La situación actual, dominada por la vulgaridad emanada de los pegapases que desconocen los fundamentos de la lidia y por ganaderos de mulos fofos, no es paciencia precisamente lo que necesita. O sí, pero dirigida en otra dirección; la tranquilidad que se requiere para empezar de nuevo siguiendo las reglas clásicas y olvidándonos de tanta majadería dañina que nos ha llevado a donde estamos ahora, en un mueco en el a un mulo se le parchea poniéndole unos pitones, pintándole de negro para que parezca un toro, cortándole las crines y rizándole la frente, pero aunque acabe teniendo apariencia de toro, por dentro seguirá siendo un mulo.

domingo, 2 de octubre de 2011

No hay que fiarse de las apariencias

Hoy tengo el placer de ilustrar mi entrada con la obra de Luis López, de Tercio de Pinceles. Este es uno de los regalos que me trajo la Exposición de Valdemoro. Muchas gracias Luis.


Última de feria, última de la temporada para muchos abonados que ya no les queda resuello para más toros, última desde Las Ventas en el Canal que es más, vamos, la última de todo. Toros de don Adolfo Martín, los más esperados, al fin volvían a Madrid, atrás quedó aquel desplante por un quítame allá esas pajas con los veterinarios, fuera rencores, de nuevo albaserradas en la calle de Alcalá. Pero una cosa es lo que se espera de regalo de Reyes y otra lo que nos ponen en los zapatos. Los papas igual esperan algo maravilloso y lo que se encuentran es la maldita corbata. Pues lo de los adolfos ha sido algo parecido, nos esperábamos una fantástica corrida de toros y nos hemos encontrado la corbata. Preciosa por fuera, con una lámina todo hermosura, pero cuando te la ponías al cuello, como no estuvieras listo, te ahorcaba hasta quitarte el sentido.

Fuera tonterías, el primero con una arboladura de impresión, desarrollo de salida un sentido por el pitón izquierdo que tuvo como consecuencia inmediata la cogida de José Mora. Manso y peligroso, con un pitón izquierdo imposible. Todo se le hizo por el derecho, hasta que también por ese se dio cuenta de lo que iba la fiesta. El segundo muy justito de fuerzas y con el feo vicio de echar la cara arriba. El tercero se frenaba y derrotaba y en el caballo, en cuanto no le tapaban la salida salía de najas pidiendo un taxi que le llevara a la plaza Castilla. El cuarto, con unos pitones que ponían en evidencia al espabilado que haya enlotado la corrida, fue al caballo con desgana, con la cara alta y empujando de lado, saliéndose suelto como sus hermanos. Esperaba en banderillas y por el pitón izquierdo se cruzaba que era un gusto. El quinto que tiraba todos los viajes por el izquierdo, se dejó sin más en el caballo. El último, quizás el de mejor planta, buscaba los toriles, miraba que había tras la barrera, pero sin intentar saltar la barrera, como el que abrió plaza. Echaba la cara arriba y no disimulaba las molestias que le provocaban el palo del picador, ni los de los banderilleros. Pero si hay que hayar el denominador común de la corrida el resultado es lo parada que ha salido y el peligro que ha desarrollado, aunque en algunos momentos parecían estatuas unánimes. Pero ojito con los paraditos.

Sobre los matadores seguro que cada uno tiene su opinión suficientemente bien formada. Rafaelillo, con fama de duro fajador, se encuentra en estos trámites como pez en el agua porque ese es su toreo, el de parecer que está permanentemente al borde del precipicio, pero no se puede basar una tauromaquia en estar a merced del toro, hay que aportar algo más. Al primero, muy peligroso por el izquierdo, se ha limitado a pegarle mantazos por el pitón menos malo, sin plantarse el poder al toro y prepararlo para la muerte, porque claro, si el toro se acaba avisando por el lado derecho, ¿cómo entramos a matar? ¿Con ballesta? Al final una entera muy habilidosa y el toro se marchó a morir a toriles, por si aún quedaban dudas de su mala condición. En su segundo, otro buen mozo, se ha hinchado a pegar derechazos y naturales con el pico, muy ratonero, con mucha carrerita, alargando el brazo hasta lo imposible y prolongando la faena hasta la desesperación. Un aviso antes de entrar a matar con un metisaca infame al estilo barriobajero, que mandó al del señor Martín al purgatorio de los toros de lidia.

Antonio Barrera, al que hacía años que no veíamos por estos barrios, no nos aclarado el por qué de su inclusión en el cartel. No parece que sea por éxitos recientes, tampoco porque haya reventado las plazas por las que ha circulado esta temporada, ni tan siquiera por ser un consumado lidiador especializado en domeñar a este tipo de toro. Su actuación se reduce a banderazos con la muleta, a citar con el pico y la pierna retrasada y a pegarse una carrerita después de cada pase para recuperar la posición perdida, Si acaso en su segundo pegó algún trallazo destemplado más. Dos pinchazos y el “encastado” animal se echó solo, ante el estupor de su matador, que no es que estuviera dispuesto a entrar otra vez con el estoque, es que pretendía descabellar. A ver si se enteran estos señores, se mata con la espada y si el toro no cae una vez que tiene la espada enterrada en el morrillo al menos hasta la mitad, entonces se utiliza el recurso del verduguillo.

Serafín Marín, que venía a Madrid después del trago de su tierra en el que los “ángeles antitaurinos” le expulsaron de su paraíso brindando con cava en copas de fuego, tampoco ha vivido su mejor tarde de matador de toros. Con demasiadas precauciones, sin pararse quieto, con muchas carreritas y sin caer en la cuenta de que lo mejor en su primero habría sido el torear por bajo, a ver si se le quitaba el vicio de llevar la cara a media altura. En el último más de lo mismo, lo único que cambiaba era el defecto del toro que se quedaba a medio pase, cuando no se le volvía. El catalán se limitó a merodear por allí, sin acabar de saber muy bien por donde empezar la tarta.

Ahora ya nos queda Frascuelo, alguna novillada y a pensar que el año próximo será mejor. Los aficionados conservarán su abono con la esperanza de que esto repunte, pero me da a mí que es más fácil que reaparezca Domingo Ortega a que la cosa cambie para mejor. Lo primero que tendría que cambiar es el toro y eso, mientras las figuras lo lleven debajo del brazo como parte de su equipaje, parece harto complicado.

sábado, 1 de octubre de 2011

Madrid y sus mansos

A veces el toreo se convierte en una pelea.


Si hay una cosa que saca de quicio a la plaza de Madrid es un toro manso. Es salir un manso y la plaza desarrolla una personalidad bipolar digna de ser estudiada por el mismísimo López Ibor. Lo mismo los hay que se ponen a protestar y a tocar palmas de tango, se supone que para pedir que sea devuelto a los corrales, que en el arrastre se le ponen a ovacionarle, aunque el mansito haya ido cinco veces al caballo y en todas haya salido despavorido al notar el hiero, incluyendo el lanzamiento de coces mientras iniciaba la huida. Quizás en el próximo pliego de condiciones para la explotación del coso venteño habrá que incluir una nueva cláusula que obligue a los adjudicatarios a entregar un bono de diez sesiones de psicoanalista junto al abono de San Isidro. O quizás en las largas colas de espera habrá un señor con bata blanca y un sofa para todo aquel que quiera hablar de su relación los mansos de las Ventas.

Y si no es solo un manso, sino que lo son los seis que salieron por toriles, cinco de Gavira, pues eso puede ser el manicomio más grande del mundo. Hasta el sobrero de los Hermanos Lozano manseó. Casi todos se han despachado con un puyazo y un picotazo, y ninguno ha sido colocado en su sitio frente al caballo. Iban de cualquier manera, sueltos, al hilo de las tablas, al reserva cuando salía por la puerta de cuadrillas, pero la palma se la ha llevado el quinto, que después de cinco encuentros con el caballo, al final se ha quedado sin picar. Resultaba imposible hasta hacerle la carioca; era notar el palo y pegaba tal respingo como si recibiera una descarga eléctrica. Pero en su veloz huída aún le quedaba tiempo y fuerzas para soltar una coz al caballo. Será por está habilidad por lo que parte del público se ha puesto a ovacionarle en el arrastre. Si es que estamos como queremos.

La terna se ha reducido a una pareja y un sobresaliente al que no le han dejado ni ponerse en la foto. A estos chicos no les enseñaron que en el quinto toro se le permitía hacer un quite al chaval, a ver si dejaba algún detalle que le abriera alguna puerta de esas plazas de Dios. La terna de dos la componían dos de los toreros que más progresión han demostrado durante la temporada, Iván Fandiño y David Mora.

El vasco ha salido muy decidido desde el principio. Dejando de lado lo del primer Gavira, que se partió un pitón por la cepa al chocar contra el peto, sí, sí contra el peto, nos centraremos en el sobrero de los Hermanos Lozano. Mansote, sin hacer caso de los capotes, se fue como una flecha hacia el reserva mientras salía por la puerta de cuadrillas y un segundo picotazo haciéndole la carioca. Entró en quites por chicuelinas David Mora, con dos primeros lances ajustados, más por la condición del toro, que por la decisión del torero. Quiso responder Fandiño y a la primera, ajustadísima, acabó prendido. Se rehizo y volvió por lo mismo, chicuelinas, muy ajustadas las que recibían al toro por el pitón derecho. La faena de muleta se redujo a unos derechazos a la carrera y varios intentos de naturales entre enganchones. Una buena estocada, en buen sitio y con buena ejecución y a otra cosa. El tercero muy suelto, fue tres veces al caballo, aunque sin emplearse, con la cara alta y empujando de lado. Fandiño se empeñó en hacer el toreo de derechazos y naturales, cuando quizás lo más razonable habría sido machetearle por abajo, reventarle y luego si le quedaban fuerzas, ver si se le podía dar alguna serie.

Lo mejor llegó en el quinto, un manso de libro, el de las coces al caballo. Se le picó poco y mal como se pudo. Dos pases por abajo y Fandiño se fue a esperarle a los medios. Una serie de derechazos con emoción, una segunda aguantando y una tercera con dos pases cargando la suerte y tirando del toro. Por el izquierdo entraba con más violencia y enganchando la muleta. Tandas de pases largos, que no hondos. Para que el toro cogiera la muleta era necesario cruzarse mucho y ofrecerle los muslos, aunque nunca mostró una claridad medio convincente en sus embestidas. Después de la manoletinas de cierre, Fandiño sacó la espada que llevaba desde el inicio de la faena, se cuadro y acto seguido se fue tras el acero con la vista fija en el morrillo. En el encuentro se quedó prendido en los pitones del manso de Gavira durante unos segundos interminables. Por fin se liberó de las guadañas y se quedó encogido en el ruedo. Todo hacía pensar que iba cogido, pero solo fue una paliza más. Por su parte el toro ya llevaba la muerte dentro y tal fue la estocada que solo pudo dar un par de pasos en su huída hacía los toriles. Cayó fulminado, rodando sin puntilla. La plaza pidió la oreja, que habrá quien diga que fue merecida y quien lo contrario. Yo no voy a entrar ahí, ni se la he protestado, ni se la he pedido, pero en este caso, la estocada podía ser ya mérito suficiente para llevársela en el esportón.

David Mora parecía que también venía dispuesto a todo, pero al final la cosa no ha sido para tanto. Recibió a su primero a portagayola, para luego seguir con verónicas echando el pasito atrás. Mal colocado durante el primer tercio y con serias dificultades para poner el toro al caballo, para al final desistir y dejar que el toro fuera como le diera la gana. Con la muleta toreó al Gavira muy despacito, con mimo, queriendo evitar que éste rodara por el suelo. Un buen natural en una de las cortas tandas que admitía el animal, al que acabó atosigando acortando demasiado las distancias. Media y dos pinchazos y a por el descabello. En su segundo volvió a poner en práctica el famoso “ahí te quedas” en la suerte de varas, para que el picador simulara que hacía, cuando no hacía. Faena con naturales intercalados entre carrera y carrera, para acabar poniéndose pesado delante de aquel mulo. Al sexto nuevas verónicas echándose para atrás y más falta de colocación durante la lidia. El comienzo de la faena fue emocionante, cuando citó desde los medios y el toro se le vino desde el burladero del 1, Dos derechazos con el pico y al tercero resultó cogido. Por el izquierdo se le revolvía el toro, que se vencía por ambos pitones, vicio que se acrecentaba cuando David Mora se quedaba fuera de cacho. Quizás lo más oportuno habría sido machetearle por bajo y sanseacabó.

La tarde que empezó con toda la ilusión del mundo, haciendo salir a los dos matadores a saludar al final del paseíllo, acabó con esas dudas con que a veces nos sorprende el público de Madrid; ¿los mansos se protestan? ¿Los mansos se ovacionan? ¿Qué hacemos con los mansos? A mi se me ocurre una respuesta, aunque quizás sea un tanto disparatada, ¿y si los lidiamos?