jueves, 30 de abril de 2009

Casta Vazqueña- Veragua


Hasta el momento, los encastes que hemos visto se correspondían con una única ganadería, Miura y Partido de Resina, pero hoy nos encontramos con un fenómeno habitual en la cría de ganado bravo, y es que sean varias las ganaderías que procedan de un determinado encaste; es más, es frecuente ver cómo una misma ganadería tiene varias procedencias dentro de un único hierro. Luego cada ganadero ya decide cómo organizar su casa, si separa cada encaste por fincas, cercados o como Dios le dé a entender.

Hoy nos hemos citado con los herederos directos de la que fue Vacada Real, a partir de que Fernando VII decidiera hacerse con la ganadería que Vicente José Vázquez formó en 1780, y que en 1835 pasó a manos de los Duques de Veragua, que son de los que toma nombre esta línea del encaste vazqueño. Estos que después fueron propiedad de don Juan Pedro Domecq en 1930 y que, siguiendo una tradición de décadas, tuvieron el honor de inaugurar la actual plaza de Madrid, como también lo hicieron en la de la Carretera de Aragón y en la de la Puerta de Alcalá, y que hoy se anuncian con el hierro de Prieto de la Cal.

Los veraguas que cuentan con su propia leyenda negra, la de Pocapena, que acabó con la vida del valenciano Manuel Granero en la plaza de Madrid, de forma especialmente trágica, al meterle el pitón por la cuenca del ojo. Ese Pocapena al que según se decía, el mismo Domigo Ortega lo vio embarcar para que viajara hacia su destino fatal, por el que entró en la historia de la tauromaquia, junto a los Bailaor, Islero, Perdigón o Granadino.

Este toro de cabeza ancha, grande y alargada, con un cuello ancho y un morrillo prominente, con rizos en la cara y en el cuello y con una arboladura bien desarrollada. Aparte de presentar variedad de colores, como los astisucios, astinegros, astiblancos o astiacaramelados, suele ser un toro veleto, cornidelantero y abrochado. Los veraguas se caracterizan por ser hondos, anchos de pecho, badanudos y voluminosos de vientre, con patas cortas y fuertes. Algo ensillados, terminan el dorso con una grupa grande y redondeada, con una cola larga y con un poblado borlón y a pesar de poder presentar cualquier color de capa que se nos ocurra y los que no se nos ocurran también, hoy son especialmente reconocidos los jaboneros, los jaboneros de Prieto de la Cal.

Si vemos fotos antiguas de los siglos XIX y primer tercio del XX, se puede apreciar que la variedad de pelaje era frecuente, al contrario de lo que ocurre en nuestros días, en los que cuando no sale un toro negro se oye un ¡oooooh!, e incluso se suele acompañar de algunas palmas; es otra de las cosas de nuestra tauromaquia moderna. Parece ser que éste y otros encastes no se ajustaban del todo al toreo moderno más dirigido a la faena de muleta, aunque si cumplieran y sobradamente en los dos primeros tercios de la lidia. La conclusión es que actualmente los veraguas son casi sinónimo de Prieto de la Cal.

lunes, 20 de abril de 2009

Los quites de capote (2ª Parte)

Si nos paráramos a analizar todos los lances posibles con el capote, podríamos estar aquí días, y si además diferenciamos las distintas formas en que los maestros los interpretaron, muchos más.
En esta nueva edición de los quites con el capote, se puede decir que aparecen los menos frecuentes, aunque se incluya la tafallera, que hoy en día tiene sus leales ejecutores, y que conste que no hablo de ejecutores porque toreen tan mal que parezca que sacrifican el pase. O el galleo con el capote para llevar el toro al caballo y que en ocasiones requiere recolocar al toro tirando de él a una mano. Y también el farol, lance que era más frecuente en otras épocas y que incluso contó con un “Rey del farol”, que era Juanito Belmonte, el hijo del Pasmo de Triana.













Hoy en día hay lances que si se quieren ver, hay que echar mano de los libros y ver fotos antiguas. Es más, si a algún osado se le ocurre recuperar alguno de esos lances, se establece una sesión de preguntas entre los aficionados más habituales: ¿Eso qué es? Una serpentina, ¿no? ¿Una orticina? ¿Una criolina? Y así hasta que queramos. Eso sí, los que vean la corrida por la tele seguro que son informados al instante del tipo de lance, del creador, de sus más notables valedores y de quien le cosía los capotes al mismísimo Mazzantini. Algo bueno tenían que tener las corridas televisadas, no todo iba a ser…

Muchos de estos lances están ya casi en desuso, como el toreo al alimón, que casi podríamos llamar el quite de los hermanos, porque en las fotos casi siempre se ejecuta entre hermanos, los Gallo (Rafael y Loselito), Bienvenida (Manolo, Pepote, Antonio, Juanito o Ángel Luis) los Esplá, o el quite de la foto, porque es el único sitio donde se puede ver en la actualidad, si excluimos las capeas de turistas.
Además quiero hacer referencia al toreo mexicano y más concretamente a Pepe Ortiz, incansable creador de quites de capote, como el que aquí he intentado plasmar, la orticina. Más adelante también tendrá su sitio el quite de oro, y alguno más del que, según he leído, era el barroquismo vestido de luces, sin que esta expresión tenga lo más mínimo de censura. Tengo que reconocer mi ignorancia en lo que se refiere al toreo en México, que se ciñe a lo escrito por Pepe Alameda en los heterodoxos del toreo, y a las tardes en que vi a Manolo Arruza, Jorge Gutiérrez, Alejandro Silveti, Eloy Cavazos o Manolo Martínez y al resto de toreros aztecas que nos han visitado en los últimos treinta años. Para solventar esta carencia pido ayuda a los aficionados mexicanos. Seguro que ellos tendrán mucho e interesante que decir. Yo les agradezco su posible aportación desde ahora mismo y espero que en un futuro ésta dé su fruto en forma de nuevas ilustraciones.

martes, 14 de abril de 2009

La gesta de Talavante




El domingo pudimos asistir a lo que los taurinos de ahora llaman una "gesta" o lo que otros denominan "encerrona", y que sirve para que los que no distinguen un burro de un caballo de picar lo repitan una y otra vez; "¿qué tal la "encerrona?¿estuviste en la encerrona?". Pues a estas dos preguntas yo respondo: mal y sí. Mal porque no creo que Alejandro Talavante sea torero para seis toros, él solito. Realmente no creo que haya ahora mismo ningún matador que pueda lidiar, torear y matar a estoque seis toros. Hoy en día esto es sinónimo de a ver si de entre todos sale uno o dos y araño dos orejitas, salgo por la Puerta Grande y a funcionar. No sé lo que será para otros pero, para mí, una corrida de seis toros para un matador supone que éste sepa enfrentarse al toro bueno, malo, regular y al indiferente, dándole a cada uno lo que necesita, con variedad en las suertes, conocimiento de la lidia y ganas, muchas ganas.

De todo esto creo que Talavante se dejó casi todo en el hotel, y es una lástima, la verdad. Recuerdo aquel novillero que un día llegó a Madrid, montó la muleta y se puso a torear como si nada, pero con mucha verdad. Y esto que podía parecer un espejismo, lo repitió otra vez, ya de matador de alternativa, y demostró cómo se torea y que el camino que había elegido era el más duro, pero también el más puro. Pero está claro que ha cambiado de rumbo y ha optado por la autopista, aunque no sepa dónde le llevará.

El domingo pasado tuve la sensación de ver un torero acabado, aunque no me gustaría pensar eso. Parecía que lo mejor que podría hacer es apartarse durante uno o dos años, pensárselo, recapacitar y ver los vídeos suyos, no tiene que irse más lejos, y darse cuenta de lo que es capaz de hacer con una muleta y un capote en las manos. Porque ese toreo con marcha atrás no es el que hemos visto otras veces, ni esa forma de tirarse a matar con el freno de mano echado. Y no es porque tuviera delante una corrida infame a la que no se pudiera meter mano por ningún sitio. Aunque no fueron peritas en dulce, si que fueron toros para poder hacer bastante más, justitos de todo, de tipo, de fuerza, de picante, incluso algunos pasaban la línea esa de "justitos". El único que no estaba por ayudar era el viento, que sí fastidió lo suyo, pero no sirve como excusa. Y los que tampoco estaban para fiestas eran los miembros de la extensa cuadrilla, ni picadores, ni banderilleros y si se me apura, ni el que lleva el botijo.

Fuimos con ilusión y volvimos, yo particularmente, acordándonos del chico aquel que una tarde de seis toros empezó con el primero su lección de tauromaquia y acabó con el último; toreando bien a los buenos, lidiando mejor a los regulares y pudiendo a aquel manso "pregonao" al que le dió una lidia de libro y además contó con unas cuadrillas que no querían quedar fuera de la foto, colaborando a convertir una "gesta" o una "encerrona" en una verdadera tarde de toros, la de Joselito el dos de mayo y punto.


sábado, 11 de abril de 2009

Los quites de capote

Después de iniciar la lidia con la verónica y la media, parece obligado que el siguiente paso sea hablar de la gran cantidad de quites que se pueden ejecutar con el capote. Estos se pueden dividir en dos grandes grupos: en los que pasa el toro y en los que es el torero quien se mueve. Aunque yo prefiero diferenciarlos de otra forma y es si el toro tiene que llevarse toreado o no. Como en todo lo que se desarrolla durante la lidia, cada uno tiene su función: unos para poder al toro y someterlo para prepararlo para la faena de muleta, y otros, aparte de su vistosidad, para permitirle un cierto desahogo; pero no debemos pensar que sean exclusivos para animales sin fuerza, ya que, en ocasiones, el fundamento del lance está en aprovechar la acometividad.
























Como en todo, en esto también han intervenido las modas; todos conocemos los casos de un matador que tiene predilección por un tipo de quite, que lo ejecuta con una personalidad muy marcada, que es aceptado por el público y que a continuación es imitado por otros matadores. El caso más reciente puede ser el de José Tomás y las gaoneras, y el runrún que provoca cuando se echa el capote a la espalda forzando la postura, poniéndose en la trayectoria del toro. Pero aunque este momento está lleno de emoción y dramatismo, según mi forma de entender la lidia prefiero que se inicie el quite de frente, mostrando todo el capote y después del primer lance, colocarse el capote a la espalda, para ya disponerse a torear por gaoneras, pero como ya he dicho, esto es un gusto personal.
























Hubo otra época en que eran mucho más habituales las navarras o los delantales, y otro que se mantiene a lo largo del tiempo, como es la chicuelina, aunque con notables diferencias en la forma de ser interpretado. Unos se aproximaban más al lance original con las manos altas y otros con las manos exageradamente bajas e incluso con el defecto de torear dando sólo medio capote o a veces menos.

Y ha habido otros matadores que no han puesto de moda un lance, sino que recuperaron una idea de la lidia clásica, como es el caso de Luis Francisco Esplá, quien parecía que toreaba para el toro, para mostrar todo lo que éste llevaba dentro, lo cual es muy de agradecer, sobre todo en estos tiempos en que todo se guarda para dar miles de pases con la muleta. En este apartado, aunque su filosofía del toreo era completamente diferente, me atrevo a incluir a Joselito, y muy especialmente la tarde del “Dos de Mayo” en la que la lección de tauromaquia cubrió todas las fases de la lidia, desde el paseíllo hasta la salida a hombros. Serpentinas, navarras, verónicas, chicuelitas y todo lo que pudieron imaginar Pepe Hillo y Paquiro en sus tauromaquias.


En estas ilustraciones he querido incluir el quite de la mariposa por cuestiones personales, porque mi padre, que era un sabio de verdad en esto del toreo, estuvo años explicándome cómo era: el capote se ponía en la espalda e iba ofreciéndose al toro por uno y otro pitón alternativamente, como si fueran las alas de una mariposa. Y al fin lo vi en directo una tarde gracias a Ortega Cano, que lo recuperó para que los jóvenes de entonces nos hiciéramos una idea aproximada del quite. Y resulta que a la salida esa tarde, me encontré con el mismísimo Marcial Lalanda. Yo, que no soy demasiado mitómano, no me pude resistir a pedirle que me firmara la entrada que, por supuesto, guardo como oro en paño.

lunes, 6 de abril de 2009

Que vivan los isidros



Y llegaron los carteles de San Isidro 2009, la gran farsa y estafa al público de Madrid, donde nos hacen pagar la pescadilla a precio de caviar iraní. Y lo que es peor, es que todavía habrá quien nos quiera callar la boca y querernos convencer de que los toreros jóvenes pueden sustentar el presente y el futuro de la fiesta. Para creerme esto me tendrían que hacer un lavado de cerebro en profundidad.

La ausencia de Ponce: la verdad es que yo particularmente la agradezco, porque en los últimos años se ha limitado a venir una tarde y utilizar como coartada a sus deficiencias la exigencia del público de Madrid, que no sabe entender su toreo a larga distancia, sin hondura y más pendiente de la postura que de la esencia de lo que es torear. Este es el paradigma del pegapasismo. Ya vale con eso de que la gente no sabe lo difícil que era el toro, de que no han sabido ver su forma de hacer y eso de que el toro miraba por encima de la muleta. Todo eso es muy legítimo, pero estamos hablando del rey del toreo, del indultador oficial del reino, de la elegancia e inteligencia vestida de luces. ¡A otro gato con ese arenque!

Y lo más sangrante son las ausencias de José Tomás, Cayetano e incluso Julio Aparicio. Resulta que no nos queda dinero para pagarles, que si está la tele por medio, que si uno no es simpático y no le ríe las gracias al poder taurino o que si el otro se peina con la raya a un lado. Yo me pregunto si esto pasaría si la empresa tuviera que vender abonos y no tuviera más del 80% de la plaza vendida. Seguro que entonces se compensaría la talegada de millones que se van a llevar el resto de tardes con lo que no ganarían dos o tres en toda la feria. Aunque también se me ocurre otra solución: ¿por qué no llegan a un acuerdo con la tele oficial de la feria y la negocian aparte? Entonces si que nos encontraríamos con una situación divertida. Igual en ese momento el resto del escalafón despertaría y pediría lo suyo, y que en la actualidad no se llevan.

Pero el caso es que nos encontramos con una feria montada sobre la base de los Ferrera, Perera, Manzanares, Fundi, Juli, Bolívar o Urdiales, aunque este es el más justificado de todos, ya que se lo ganó en el ruedo el año pasado. Y aquí es donde la gente se cabrea de verdad, por querer convertir a toreros pundonorosos, vulgares en la mayoría de los casos, maestros de la tauromaquia moderna en pilares de la fiesta.

Y otro caso son los rejones. ¿Cuándo podremos volver a ver a los rejoneadores en corridas mixtas alternado con matadores de a pie?, ¿Cuándo dejará de ser la tarde de los rejones la tarde de las familias de los abonados, de las pipas o de los caballos en exclusiva? A mi también me gustan los caballos, pero en la plaza me gustan los jinetes que saben torear con el caballo, que no se dedican a dar caballazo tras caballazo y que clavan allá dónde les venga bien. Y que conste mi admiración por Hermoso de Mendoza o el Moura de hace años, al que todavía le queda esa concepción tan grande de lo que es torear a caballo.

Ya está aquí San Isidro como aquel que dice y, al contrario que hace años, muchos años, sólo se frotarán las manos la empresa, los que van a torear lo que nunca se imaginaron, los propietarios de autobuses de alquiler para traer a todo el paisanaje de toda la España taurina y los vendedores de “canapeses” y “güisquises” de la plaza y alrededores.