lunes, 28 de enero de 2013

Tensa, tensa, ¡No tantooo!

Cuántas ilusiones se han venido abajo con la tapadera de Las Ventas


Todo indica que una trama muy peligrosa está detrás del hundimiento de la tapadera que se había instalado en el interior de la plaza de toros de Las Ventas para cubrir sólo los tendidos. Según fuentes bien informadas, los cabecillas podrían responder a los nombres de Pepe Gotera y Otilio, su lugarteniente para cuando la cosa se complica. Dada la magnitud de los hechos, se ha llegado a la conclusión de que no actuaban solos, sino que se aliaron con otra banda de “ñapas”, Manolo y Benito. Instantes después del hundimiento, y personadas las autoridades competentes, pudieron comprobar la presencia de abundancia de cajas de embalaje de IKEA y Leroy Merlín, lo que hace suponer que la forma de actuación de la banda es no trasladar los materiales desde largas distancias y adquirirlos cerca de la zona en la que actúan.

Parece ser que el origen del incidente/accidente/suceso/lo desconozco/a mí que me registren/la herencia recibida/y tú más, fue un uso incorrecto de las cinchas de agarre a los anclajes laterales del contorno. Tanto la banda de los Goteras, cómo la de los Benitos, a pesar de estar actuando conjuntamente, para ser que recelaban del otro. En un momento de la maniobra, cuando Benito se ajustaba un pitillo a la oreja de forma mecánica, empujó el lápiz de dos colores hacia atrás, haciendo que este cayera repentinamente sobre la hucha de Otilio, quién de un respingo tiró violentamente de la jarcia de la hembrilla del tonelete inferior. En esto que Manolo, que ajustaba la contraria gritó “¡Tensa!”,  vio estupefacto cómo todo el aparataje caía como un paracaídas sobre la arena de la plaza. Según el testimonio del propio Manolo, cabeza visible, y muy visible, de una de las tramas, “el estruendo fue estruendoso”, lo que evidencia claramente que el ruido se pudo escuchar desde el Centro de Asuntos Taurinos de la CAM y que Manolo maneja un vocabulario muy expresivo, pero notablemente exiguo.

Según manifestaciones de los responsables del coso, no se volverá a contar con esta asociación de empresas, de momento, pues en sentido estricto, no son los únicos responsables de la caída de la tapadera. Aunque en previsión de nuevos percances, el ayuntamiento de la capital estudia tomar la medida profiláctica de prohibir el uso de paraguas, sombrillas, y estructuras acampanadas que puedan acoger “personas humanas”, salvo que sean supervisadas por los Goteras y los Benitos, que han adquirido una importante experiencia tras este suceso. Los grupos políticos de ayuntamiento y Comunidad se han dispuesto inmediatamente a tomar medidas. El partido que apoya al gobierno ha afirmado que el derrumbe se ha debido a causas externas y a la ubicación de la plaza en punto de confluencia de los vientos que bajan de la calle de Alcalá, con las corrientes que circulan a lo largo de la M-30, perdón, Calle 30. Por su parte, la oposición se ha reunido para votar si solicita una investigación o si manifiesta su apoyo a los trabajadores de la construcción, excepto a los responsables del hecho.

Por su parte, el diario El Mundo ha destapado una trama de tráfico de material defectuoso que las bandas en cuestión recogían de los contenedores de basura de los centros comerciales especializados en la venta de muebles y artículos de bricolaje. La mercancía era recogida por la noche, se almacenaba en los cuartos trasteros de los presuntos imputados y eran conducidos al lugar de los hechos en furgonetas y motocarros sin la ITV aprobada. El control de calidad no era demasiado exigente, pues además de este origen de las piezas, también se rescataba todo lo que encontraban en los contenedores de las comunidades de vecinos, antes de que pasara el camión de la basura. Esta sospecha rondaba por la cabeza del responsable de obra de la administración, quien veía algo raro en que la iluminación interior de la estructura fuera con lámparas Tiffany y flexos de colores chillones. Asimismo, ABC ha titulado: “Afortunadamente, ningún miembro de Zarzuela ha resultado afectado”. Por su parte La Razón ha dicho: “Los tornillos defectuosos de la ferretería de un afiliado al PSOE”. El País titula: “Nuevo escándalo en el mundo del toro”.

Tras el incidente, numerosos grupos en apoyo de los animales se reunieron a las puertas de la plaza exigiendo mayor seguridad y la toma de medidas para el futuro. Según afirmó uno de los dos manifestantes, ¿qué habría pasado si el desplome se hubiera producido un día de espectáculo? Pues que casi con toda seguridad habrían fallecido casi en el acto, el toro, los dos caballos de picar y quizás alguna de las mascotas de que se hacen acompañar las damas de la Peña Taurina las Majas con Joyas. La Sociedad Protectora del tópico y lugares comunes ha quedado conmovida al comprobar que el ruedo presentaba una escena dantesca, con los cuerpos de los supervivientes hacinados por todas partes. Según confirman, entre estos había dos inmigrantes ecuatorianos, tres subsaharianos, una mujer y seis personas.

Ahora sólo queda saber cuál va a ser el futuro de la plaza. Se ha venido abajo la ilusión de ver convertido el recinto en la mayor sala de conciertos de Europa, en que fuera el Madison de las Ventas acogiendo la disciplina de baloncesto en las Olimpiadas, en que superara el record Guiness como el mayor tascuzo del orbe durante la Fiesta de la Cerveza. Una vez visto cómo se ha vaciado de contenido cultural este edificio, se apunta la posibilidad de convertirlo en un centro de ocio en el que la gente se divierta, 200 restaurantes, 1.500 bares de copas, 32 salas de cine, 14 macrodiscotecas, un casino gigante, dos fumaderos de opio, tres bancos, seis prostíbulos de alto standing, 14 hoteles y un kiosko de helados. Y es que ya se sabía, el mantener una plaza de toros en el centro de una gran ciudad no podía traer nada bueno.

A los testigos cualificados de la catástrofe, los Benitos y los Goteras, se les nombrará asesores sobre construcciones de riesgo, estructuras de riesgo, lugares públicos de riesgo y contratación de empresas del ramo con riesgo, para así contratar con mayor seguridad a los "ñapas" más acreditados por los mercados. Pero no piensen que el gobierno municipal y autonómico se ha olvidado de la Fiesta de los toros, no. Una vez al año, que puede ser el 15 de mayo o el 15 de agosto, se celebrará un festejo patrocinado por una comercializadora de Velcro, en el que los toreadores no utilizaran ni puyas, ni banderillas, ni espadas, estos instrumentos se sustituirán por palitos decorados con alegres colores, que en su extremo llevarán pegados un trocito de este tejido adherente. De momento ya han asegurado su presencia Monsieur Castelá y el ciudadano Rincón, que actuaran bajo el patronato de Velcrodelta, antigua Tapadelta, antes Taurodelta, después de que eliminara todo lo anterior y…

viernes, 25 de enero de 2013

Soy torista y tú torerista, con perdón



Si el toro es toro, no caben clasificaciones
Lo que son las cosas: tanto que nos ha costado llegar a los años dos miles, tanto progreso, tanta libertad, tanto liberalismo, para que un  calificativo que ponía más ancho que largo al que lo recibía, ahora es poco menos que un insulto. Qué por menos se han citado los caballeros en el campo del honor para cruzar sus espadas de recio acero toledano, que no de fibra de carbono ultraligera y resistente, como para instrumentar dos millones de pases sin resentirse. Pero es que si te quieren hacer daño en lo más íntimo, basta con que te llamen “torista”. Ya digo, lo que son las cosas.

Quizá sea uno de los males que arrastra la modernidad, el ansia de dividir al personal y encasillar a cada uno en un grupo; puede que para facilitar las cosas a los simples, que solo ven en blanco o en negro: no hay grises. Se va a favor del toro o del torero, la tortilla con cebolla o sin cebolla, el café con azúcar o sin azúcar, del PP o del PSOE, de carne o pescado, tonto o listo, Madrid o Barça, homosexual o machote, ateo o beato, pluma o Boli, guantes o manoplas, paraguas o capucha; no te dan más opción. Pero hay tantos matices y situaciones intermedias como individuos caminan por el mundo.

En esta disputa de toristas o toreristas hay quien no entiende que el aficionado a los toros comparte ambas tendencias y además apasionadamente. Eso sí, siempre teniendo al toro como el eje y los cimientos sobre los que se construye todo este galimatías que es la Fiesta brava. Menuda perogrullada ¿no? Pues parece ser que no, es más, otro tipo de “istas” lo ve como un atraso, un contrasentido, una forma poco práctica y falta de estética al contemplar el fenómeno taurino. Pero es que los hay que toman un nombre o una palabra, al azar, le ponen el sufijo “ista”,  y cataplum, “habemos” creado una tendencia, o hemos etiquetado a esos malignos que nos acechan y que todo lo complican. Con lo simple que es esto de los toros ¿verdad? Pues no, esto no es tan sencillo.

He aquí uno de los males que nos martillean la cabeza, a unos porque por mucho que se fijen no ven la simplicidad por ningún lado y a otros porque no les entra en el cacumen que una cosa pueda ser lo mismo y lo contrario, pero es que esto es “el toro imbécil, es el toro”. Y así corren, saltan, regatean, se agachan e intentan esquivar todos los obstáculos posibles para hacer de esto algo simple, sencillo y de fácil acceso y comprensión para una amplia mayoría. Qué equivocados están. Porque por mucho que nos empeñemos, cómo decía Bergamín, no todo el mundo tiene sensibilidad para poder entender el toreo, ni para que este les remueva por dentro.

A ver cómo se le puede explicar a un neoaficionado, que habitualmente se deja deslumbrar por las figuras, quizás porque les han creído eso de que son artistas, que no todo vale y que los triunfos no son admisibles a cualquier precio. Como los toros encastados, el aficionado va modificando su opinión a medida que se va desarrollando la lidia. Cuando se abre el portón de los sustos, o de las decepciones, se espera que salga el toro. Entonces manifiesta un profundo convencimiento torista. Si sale la rata desmochada se irrita y lanza su inquina contra todo lo que piensa que puede ser responsable de ese engaño, toreros, ganaderos, empresarios o prensa, porque demostrado está que ésta puede decidir mucho más de lo es imaginable.

Poniéndonos en el caso de que hubiera salido un toro y no un mal sucedáneo, cuando el torero despliega su lienzo rosa pasión y le seca el sudor al morlaco sin enmendarse ni una pizca ante el bruto empuje de éste, entonces la admiración muta al aficionado de torerista, precisamente por la conciencia torista que le corea desde dentro el valor del arte. Salen los caballos enfaldados y vuelve el torismo a gobernar las cabezas, que crece súbitamente en el momento en que el rayo de negro se lanza buscando levantar el peto hasta los cielos. Para los más románticos y vejestorios, este es el momento culmen de la lidia antes de la muerte. No hay nada comparable a ver a un toro cargando el caballo sobre su cuello, tensionando las patas y poniéndose casi de puntillas sobre sus manos, mientras el de arriba se apoya en un palo, mirando al morrillo cómo si fuera su único punto de equilibrio. Entonces no sé si los toristas se convierten picadoristas, toreristas, toristas o en marxistas leninistas falangistas capitalistas. Ahí se entremezclan en una vorágine de emoción todos los “istas”, enredándose unos con otros, dejándose llevar por la casta y la bravura del toro. Esa tensión se hace más leve en el segundo tercio, aunque el espectáculo gana en vistosidad y alegría, pero sin perderse ese mosaico de luces que estalló con el caballo.

De repente todo parece que alcanza la paz, pero es una calma ficticia, que encierra toda la tensión previa a la faena de muleta, al tercio de muerte. Ya se ha visto al toro en el caballo para poder medir su bravura, en las banderillas para apreciar las condiciones en que ha quedado después de sentir los palos y ahora le toca al maestro. Ya decía que el comportamiento puede haber variado, y mucho, el que parecía manso puede haberse destapado cómo un buen bravo, y el que supuesto bravo revelar su mansedumbre en la forma de recibir los palos y de reaccionar al sentirlos en su piel. Pues lo mismo le ocurre a nuestro aficionado mutante.

Ante el toro bravo y encastado, el aficionado se rinde y se entrega a ese torismo recalcitrante, esperando que el matador responda a la calidad del toro. Las miradas escudriñan en las intenciones del espada, con la esperanza de que aproveche lo que tiene entre manos. Si el milagro se produce, si el torero manda y domina a ese buen animal, extrañamente el torista se transforma en torerista, para volver a la actitud original cada vez que se produce una arrancada. Y es en el trance del pase en el que vuelven a mutar las voluntades. Así una y otra vez, hasta culminar en la suerte suprema, cuando se cruza la muerte de los dos protagonistas, uno ofreciendo la espada y el otro entregando la vida al que supere sus dos puñales de gloria. Quizás este baile de sentimientos y sensaciones es lo que convierte al toreo en algo único, lo que hace que nos sintamos encadenados a una afición, de la que jamás queremos liberarnos y aunque algunos se alejen de las plazas, siempre serán aficionados.

Pero esta locura y este enloquecido Jeckyll y Hide no termina con la espada, es más, se acentúa. Tras doblar el toro se produce el estallido de pañuelos entregados al torero, pero acto seguido el toro bravo recibe quizá el mayor tributo de respeto y honores que se puede contemplar en una plaza de toros, la vuelta al ruedo de un toro. Entonces yo me pregunto, ¿es posible ser torista sin ser torerista? Pues creo que no, pues la gloria del matador se construye sobre la verdad e integridad del toro, que es quién da importancia a todo lo que se le haga en la arena. Cuanto más torista se pueda parecer, más se valora lo hecho por el torero, pero no al contrario, sin toro no hay nada. ¿Qué somos? ¿Alguien sabe ya a que bando pertenece? Pues yo creo que sí, tengo la sensación de que podemos quitarnos ese “ista” de encima y colgarlo en el perchero a perpetuidad, porque en invierno no abriga y en verano da calor. Creo que lo mejor es intentar llegar a ser buen aficionado y así se podrá disfrutar de todo lo que ofrece esta Fiesta, uno de los espectáculos menos simples de los que habitan por el mundo; complejo, lleno de contradicciones, con sentimientos encontrados, pero que cuando te atrapa… ¡Ay cuando te atrapa!

lunes, 21 de enero de 2013

Evolución natural o mutación dirigida, ¿Darwin o Frankenstein?

Si algunos vieran en que se ha convertido esto...



Uno de los argumentos que ofrecen los taurinos para defender la solidez del espectáculo taurino con que nos pretenden divertir, que no emocionar, es eso de la evolución, de que todo avanza y el toreo no podía ser menos. Pues vale, aceptamos pantomima, murga, farsa, carnaval, fraude, trampa, circo, engaño, abuso, show, algarabía, choteo, chotada, festival y todos los términos que se les puedan ocurrir, cómo sinónimo de Fiesta de los Toros. Qué remedio, habrá que claudicar a la evolución y al progreso e incluso me declaro sincero y fiel seguidor del progreso. ¡Ea! Ya lo he dicho.

Pero cuidadito, no se me embalen, ni se me crezcan los señores taurinos 2.0, no confundamos las cosas. La evolución supone, evidentemente, un cambio del estado o características de lo evolucionado. Y si algo ha cambiado, que no sé si decir progresado, eso son las formas de encuentro entre el toro y los celtíberos. Que hace casi doscientos años le pusieron un palo  aun trapo blanco y se acababa de inventar la muleta. Qué tuvieron que pasar unas cuantas décadas hasta que a un señor se le pasó por la cabeza lo de reglamentar lo que ya era uno de los divertimentos de mayor aceptación, y que ya que estaba, pues hasta se metió a diseñador de trajes de luces. Hace casi un siglo a otro le pareció mejor que los caballos salieran al ruedo cuando ya estuviera el toro en él, mientras otro empezaba a enroscarse a los animales a la cintura. Luego los caballos con faldas, las faenas con pases ligados, la quietud y un perfeccionamiento en lo del arte y la lidia, pero siempre teniendo como centro de todo al toro.

Y nos presentamos en los albores del siglo XXI, finalizando el XX, cuando se produce el gran cataclismo, la Tierra cambia el ángulo de inclinación 180º, lo que da origen a una terrible mutación en la Fiesta. El toro pasa a ser un mero acompañante y es el torero quién se convierte en el eje del Mundo. El arte, la tele, los ganaderos, el público, todo tiene que estar sometido a los designios que marquen los toreros. Aquí es dónde yo encuentro el quiz de la cuestión entre lo que unos llaman evolución, pero que yo creo que más bien se puede llamar mutación. Que esto no quiere significar únicamente que a una oveja le crezcan dos cabezas. También se le puede aplicar a que un animal cómo es el toro de lidia, pase de ser fiero a estar rayano en la docilidad, que la fuerza y la bravura dejen paso a la nobleza bobona o que la presencia imponente se convierta en un adefesio con vendas en los cuernos. Pequeños matices sin importancia.

El punto de partida de una mutación natural en ocasiones ha sido un cambio brusco de la climatología en un medio, la influencia de un elemento no presente hasta ese momento, una radiación ultravioleta de los sínforos de los heptocarotégenos de la vainilla o, simplemente, el capricho de unos señores, que a fuerza de hacerle más confortable la vida a los toreros, van eliminando caracteres ya fijados en el toro, sustituyéndolos por otros más propios de animales de granja o de película de dibujos animados. El resultado es que un rito, un espectáculo o cómo quieran denominar a las corridas de toros, deja de ser lo que era y pasa a ser un engendro extraño, en el que sólo sobreviven la indumentaria, la música, la merienda, las pipas y el nombre, que a buen seguro debería modificarse para evitar desagradables equívocos entre los aficionados a aquello que fue y que ya no es.

Lógicamente, todo esto influye en todos los elementos que integran la Fiesta y que sin saberlo también se prestan a eso nuevo, que quizás sea la Tauromaquia 2.0. Lo de la vergüenza torera y el orgullo de ser matador de toros suena a chiste, pues estos mismos han optado por la opción de ser artistas, figuras, profesionales o mandones. Lo que viene a significar que unos señores crean un círculo cerrado en el que no es posible entrar a no ser que ellos lo permitan, apropiándose de todo lo que se les ponía por medio, sin poner cuidado en intentar conservar los valores históricos que siempre han presidido el toreo. Así no nos debe extrañar que alguno de los elegidos decida que un supuesto compañero actúe con él o no, sin importarle que restarle actuaciones a los demás. Han desarrollado un sentido muy particular de la soberbia, tildando de ignorante a quién no entiende su numerito danzante.

Estos profesionales han exigido y forzado a los ganaderos a crear un prototipo de toro más propio del doctor Frankenstein, que de criadores de toros de lidia. Los ganaderos de bravo son testigos y víctimas de un sistema sin honra que permite que un empresario les apalabre una corrida varios meses antes de que se inicie la temporada, negándosela a otras plazas, pues nada vale más que la palabra dada. Incluso a fuerza de perder uno sus buenos duros, pero el compromiso no tiene precio, nada por encima del nombre de uno. Pero claro, esta modernidad sí que consiente que esos gestores de una plaza, pongamos la de Bilbao, decidan en el momento de poner el dinero que ese hierro no se anunciará en su plaza, una de las consideradas todavía serias. Pues nada, a un ganadero de Trigueros se le dice que se lo han pensado mejor y si los toros se quedan en el campo, pues mala suerte.

Una mutación que ha acabado con todo lo que no signifique negocio, dinero, comodidad y beneficios. Lo mismo que pasa con algunos toreros y cuadrillas, que si hace falta se va por menos de lo estipulado y así le quitamos el puesto a otro. Por un puñado de euros permiten que no se puedan ver los toros en aquellos rincones del país desde los que no es factible acudir a la plaza. Un señor lo mismo puede se apoderado, ganadero y empresario a la vez. Los toreros se alistan en las filas de los antitaurinos y protegen las corridas sin sangre o igual se lían un día la manta a la cabeza y se apuntan a matar seis toros ellos solitos, más pensando en contarlo que en hacer algo importante. Todo esto no habría sido posible si esto hubiera seguido una evolución lógica, pero ya sabemos que esto es una mutación dirigida, un monstruo de Frankenstein con fundas en los pitones, medias rosas y esa alarmante falta de afición.

lunes, 14 de enero de 2013

Ganaderos a contracorriente

Los cárdenos con picante


Hace como un año contaba aquí un día de campo vivido en una ganadería, aquella de la que contaba como se las gastaban unos buenos mozos con sangre Buendía. Seguro que algunos se acordarán de la historia de la laguna en la que unos novillos obligaron a otro a refugiarse, hasta que éste pereció ahogado. Pues aquella era la finca de don Adolfo Rodríguez Montesinos, un señor, al que no sé si llamar aficionado, ganadero, veterinario con unos profundos conocimientos de genética, y no lo sé, porque tampoco sé que es lo que más pesa en él. Si no fuera aficionado, probablemente no se habría metido en este berenjenal del ganado bravo, si no fuera ganadero, igual no veía colmadas sus inquietudes de aficionado y si no tuviera esos conocimientos de genética, lo mismo habría optado por un encaste más fácil de manejar, más comercial, pero que da menos satisfacciones al aficionado que lo cría. Quizás todos estos obstáculos y exigencias para superarse continuamente le vienen por esa vena atlética que en alguna ocasión ha confesado.

Pero mi vuelta atrás en aquella visita al campo no es para repetir otra vez lo que viví entonces; simplemente lo utilizo cómo recurso para poner un ejemplo de lo que es ser ganadero por afición. Está claro que este tipo de personas que optan por un encaste diferente al que ahora domina la cabaña brava, no son una ONG taurina, pero tampoco se mueven única y exclusivamente por el dinero, aunque si además venden sus productos, pues la cosa les sale redonda. Su situación es muy delicada y basta que un año haya un contratiempo en las previsiones para que todo se tambalee y empiece a aparecer la idea del “¿qué vamos a hacer si…?”. Y ahí se puede poner si no llueve lo suficiente, si suben los piensos desmesuradamente, si no se vende una o dos novilladas, si una enfermedad se cuela en la finca o si los señores de la Unión Europea se ponen a legislar en materia ganadera pensando en vacas y bueyes estabulados, que viven más allá de los pirineos y que se utilizan para dar leche, carne y piel para bolsos, zapatos y las carteras de los políticos que tanto se devanan los sesos en Bruselas.

La cosa no debe estar demasiado bien cuando estos ganaderos, que piensan en el toro qué quieren y les gustaría ver y no en lo que demandan los toreros, son unos bichos raros, con una potente vena de locura y a los que se les tilda poco menos de estúpidos, por criar un animal que “no vale” para esta Fiesta postmoderna. Y repito que me he fijado en Adolfo Rodríguez Montesinos, quizás recordando la visita a su finca, pero podemos poner muchos nombres que se identifican con esta forma de actuar. Lo único que les diferencia a unos de otros en ese grupo de ganaderos es el tiempo que pueden sobrevivir o lo que tardan en verse obligados en mandar las vacas al matadero. Tenemos lo de Atanasio, Barcial o los Coquillas de don Mariano Cifuentes. Se les llena a los taurinos la boca con eso de que la administración debería darles más ayudas, pero luego no mueven un dedo para ayudar a mantener la variedad de encastes que es el embrión de la variedad de la Fiesta. Como he dicho muchas veces, sólo quieren dinero para seguir manteniendo su mismo nivel de beneficios, lo mismo toreros, que empresarios, que ganaderos de la Tauromaquia 2.0, pero nada más. Luego son incapaces de mover un dedo por ayudar a los muchos Rodríguez Montesinos que hay por el campo. Que no hace falta que les den ni un duro, que la cosa no va por ahí, que eso es pan para hoy y hambre para mañana, eso es pegar el pelotazo y ya está.

Si todo esto es mucho más simple, bastaría con que los empresarios, todos, poderosos y modestos, compraran este tipo de ganado, no cediendo ante las presiones de los toreros. Que a muchos con vender dos novilladas al año ya se darían con un canto en los dientes. ¿Se imaginan que las nocturnas de Las Ventas, que las becerradas de la escuela y las fiestas de la Comunidad de Madrid se celebraran con otro ganado que no fuera Domecq? Es mucho imaginar. Pero claro, si los primeros que no cuidan esto son los ganaduros, que están como locos porque falle el vecino para arrancar el camión lleno de marmolillos, que cría por indicación de un tercero que es quién le vendió las vacas y dos sementales a precio de oro, asegurándoles que eso se vendía muy bien. Y si le cambian una noche los toros por avestruces, pero también las vende, le importaría un pito el bicho que fuera.

Quizás tampoco sería malo el que los políticos españoles defendieran la ganadería de lidia en el Parlamento Europeo, explicando las particularidades que tiene y los motivos por los que no se pueden equiparar a las fábricas de filetes, mantequilla y queso. Pero poco se puede esperar de nuestros representantes en los foros nacionales y mucho menos en los internacionales. Contentémonos con que se queden quietecitos, que ni ayuden, pero que tampoco molesten. No pinta fácil el futuro de estos rancios ganaderos que todavía viven el toro como una afición, una ilusión y no como una mera actividad económica. Que sienten el orgullo de criar el toro y la satisfacción de poderlo ver morir en la plaza derrochando casta y bravura; que se deshacen en atenciones cuando alguien les visita, te explican que ese ternero nació hace dos días, que su madre es la misma de un novillo que salió muy bueno en tal o cual plaza, que espera ver como salen los de aquel cercado que son de un semental nuevo, lo que pasó en una tienta el mes pasado y a pesar de las dificultades, hablan poco de las dificultades económicas. Será que les puede la afición o a lo mejor es que la casta les hace crecerse al castigo y por eso son ganaderos a contracorriente.

jueves, 10 de enero de 2013

Ciudadano César Rincón

Yo no me avergüenzo de esto, ni pretendo esconderlo. Exijo que que no se nos hurte la parte fundamental de la corrida.


Sr. Rincón, don César, le confieso que pocas veces me ha costado tanto abordar un tema como en esta ocasión. Normalmente, a uno la idea le llega por un comentario, una lectura, un recuerdo, una conversación y una vez que el tema me parece interesante, cojo el capote y me echo pa’ fuera, intentando no aliviarme y con la verdad que a mí me permita dormir a gusto y teniendo siempre muy presente, que no hay nada que me pueda permitir el faltarle al respeto a nadie. Como me decía mi padre a la salida de los toros cuando pasaba por delante de nosotros el coche de algún torero, fuera de la plaza ya son personas como cualquiera de nosotros. Pero en esta ocasión he iniciado y reiniciado este escrito varias veces. Vamos, que si no fueran hojas virtuales, tendría la papelera a rebosar.

Y todo esto viene a cuenta de lo que he leído por ahí de su apoyo a las corridas sin sangre. Imagínese la de contradicciones que se me han colado en la cabeza. El choque de ideas que se ha producido, el cruce de sensaciones, sentimientos, mientras me quedaba todavía deslumbrado y cegado por el destello de aquellas tardes en las que se empeñó en que nadie tomara asiento en la Plaza de Madrid. Que no es que uno quiera ponerse a juzgar su actuación de ahora, ni la forma en que se pueda ganar la vida, allá penas, como si de repente abjurara de su fe taurina y se proclamara antitaurino. Aunque igual esto me habría dolido bastante menos, porque a pesar de evitar entrar a juzgar, a uno ciertas cosas le afectan, le causan una profunda decepción. Uno tenía al maestro César Rincón como un ejemplo de torería, valor y honradez y de golpe todo esto se desmorona y aquel semidios se convierte de golpe en el ciudadano César Rincón, promotor de espectáculos que quieren remedar las corridas de toros, pero evitando esas partes tan dolorosas y poco humanas como es el picar y pinchar a los animales, para acabar con ellos de una estocada en todo el morrillo.

Uno que se pensaba que el que un toro entrara al caballo y mostrara su fuerza y su fiereza era algo tan bello y emocionante que a algunos nos empujaba a idolatrar a ese fenómeno de la naturaleza. Nunca vi a los toreros como maltratadores, ni como burdos burladores de embestidas, quizás me dejaba embrujar por la forma en que la elegancia y la inteligencia dominaban a la fuerza bruta, a la casta y a la bravura. Una conjunción que culminaba en el momento supremo de la estocada, en ese duelo final del “O tú, o yo”, en el que cualquiera de los dos protagonistas puede pagar el cruce con sangre. Ya ve ciudadano Rincón lo ingenuo que uno puede llegar a ser. Aquellos días en que usted citaba con la muleta echada para adelante, en que cargaba la suerte, esperaba clavado en el suelo y libraba la cornada metiendo los pitones en los pliegues de su muleta, parece ser que dónde unos veían el rito del arte, otros solo sentían que interpretaban un papel, el del profesional al que solo le importa el dinero. Que no digo que no sea esta una actitud positivista y pragmática de todo esto, pero hasta ahora, nunca me lo pude imaginar. Me cuadra en esos pegapases a los que no les importa lo más mínimo ser el origen de la degradación y ridiculización de la fiesta, pero en un matador de toros que tanto tuvo que superarse, que luchó con el toro, con las mesas de despachos, con la enfermedad, con las cornadas, siempre creí que le impulsaba su afición, no el poder del dinero exclusivamente. Eso de poner a su finca “Las Ventas del Espíritu Santo” siempre lo tomé como un rasgo de agradecimiento y de orgullo del que fue el emperador indiscutible de la plaza de Madrid, pero ahora pienso si no será solo el recuerdo del lugar dónde empezó a crecer su cuenta corriente.

Ya me cuesta digerir el que Castella diga que no le gusta ver a un animal, refiriéndose al toro, o los toreros que abogan por el arte y no por la tragedia, como dicen ellos, Finito de Córdoba o Manzanares. Pero me consolaba yo solo creyendo que estos ciudadanos son fruto de un presente en el que en la cima de su escala de valores está el dinero y la apariencia, dejando en último lugar lo sustancial, lo importante. Olvidan el origen, el motivo, la causa de todo esto y anteponen sus intereses a cualquier cosa, incluso son capaces de sacrificar el futuro de la Fiesta, no parece importarles. Incluso pierden la boina corriendo a los requerimientos de un negociante, don Bull, para participar en esas corridas del Velcro, aceptando que la mera presencia de la sangre ya es para sentirse avergonzados.

Quizá tendría que haber alguien que me explicara cuál es el motivo que justifica ahora el toreo. Será el arte, si aceptamos como tal la acumulación de pases sin sentido, será el sostenimiento de un sector económico y turístico. Lo que sea, menos la esencia, el toro, como fuerza de la naturaleza, dominado por la inteligencia del hombre llegando a convertirse en un arte, para acabar en la estocada, el por qué de todo el rito. Qué razón tienen los franceses cuando llaman a estos señores toreadores y que equivocados los que nos empeñamos en llamarles matadores de toros. En qué estará uno pensando. Nos creemos todavía el cuento de Caperucita, que los Reyes Magos viven en Oriente, que el Ratoncito Pérez tiene un cuarto lleno de dientes, que en la curva hay una chica con camisón blanco que se sube y se baja de los coches en marcha, que el pan y la cerveza engordan y que el toreo es una manifestación cultural de siglos que sobrevivió en la Península Ibérica para extenderse por el mundo, con el único fin de dominar al toro. Pues así tendrá que ser ciudadano Rincón, no seré yo el que le quite la razón, pero aún estupefacto por su actitud, quiero que sepa que no cuente conmigo para esta forma de humillación de la Fiesta de los Toros y que deseo con todas mis fuerzas la abolición inmediata de estas parodias que nada tienen que ver con el Toreo.

viernes, 4 de enero de 2013

Estimados señores “De Magos”:

Como algunos no se espabilen, la ilustración de un niño de cuando tenía doce años, puede hacerse realidad



Como lo vengo haciendo desde hace años, me pongo en contacto con ustedes por estas fechas, una vez que ya ha nacido el Niño Jesús y después de las Campanadas de Nochevieja, así que espero que ya estén más desocupados ¿no? Lo suyo sería que me dispusiera a pedirles una serie de regalos, que a fuerza de ser bueno y portarme bien, se supone que me he merecido. Pero todos los años es la misma cantinela, nos tienen con el corazón en un puño, pensando que si no ayudamos a una viejecita a cruzar la calle y acaba debajo de un trailer, la culpa es nuestra y nos quedamos, en el mejor de los casos, con un saco de carbón. Como si fuera cosa nuestra el que la vieja no hiciera caso de las voces de “¡Cuidado, cuidado, un trailer!” ¿Qué pensaba la señora, que el que corría peligro era el camión por si se chocaba con su cadera de politietulueno reforzado de cuatro capas? Y el sopapo que se llevó la cuidadora al soltarse de su brazo de un tirón, resulta que también afecta a lo de “MIS” regalos. Señores “De Magos”, esto ya no cuela, esto no tiene un pase. Así que perdonen que les hable de otra forma.

Señores “De Magos”, exijo, repito, exijo que se sirvan hacer efectivos los regalos que se detallan en este comunicado, sin saltarse ni un punto, ni una coma, a no ser que quieran ver sustancialmente modificadas sus condiciones laborales, bien reduciendo el parque de camellos del que ahora disponen, o disminuyendo  ampliamente el número de pajes asesores asignados a dedo por ustedes mismos y de los cuales no se conoce ni la cantidad, ni su filiación, ni domicilio al que enviarles las multas por acceder irregularmente a las viviendas, que eso de que todo es mágico ya no cuela. Y no se pongan gallitos, que lo siguiente es aplicar un ERE entre ustedes y dejarles de tres en dos o en uno, y hasta puede ser que se emplee para el mismo trabajo a un gordito de rojo, que es acabar diciembre y ya está pensando en irse al polo a gandulear.

Pues bien, un año más y van… les pido que me traigan toros encastados, oyen bien, toros encastados, no tordos desgastados, como el último año, que el pajarito ni llegó al día de San Antón, Patrón de los animales. Que yo entiendo que ahora es difícil encontrar esto, pero ¿Qué quieren qué les diga? Es lo que quiero. ¿Por qué a mí no me pueden traer lo que pido y a los taurinillos siempre les traen borreguitos bobones, pequeñitos y acochinados? Que todo es ponerse y echarle un poco más de ganas y afición. No sé, si les sirve de pista, vayan a las fincas que no tienen nada que ver con lo de Domecq. Las identificarán enseguida, son aquellas en las que los animales dan miedo nada más verlos y no parece que están de brandy hasta los crotales.

También les pido toreros con dignidad, que no quieran ser figuras y que aspiren a más, a matadores de toros. Es que las figuras estas, al menos las que me trajeron el año pasado, esas que iban en packs de 10, al final salen muy malos, ya se sabe, lo barato… Empecé a jugar con ellos y uno no encajaba en ninguna parte, no pude jugar con él en la plaza de Madrid y este año tampoco lo podré hacer en Sevilla. Aparte que las articulaciones deben estar mal, porque se dobla mucho y no se sujeta derecho ni con el palo de un helado. Otro no sé si es un torero, o el arco del triunfo, porque entre él y la muleta hay un espacio muy grande, que por otra parte me viene muy bien cuando quiero hacer un desfile de modelos y lo pongo a la salida, para que pasen por allí todas las Barbie y Ken con dos señoritas del brazo. El que menos me gusta es uno con cara de enfadado permanentemente y otro con cara místico, que solo mueve un brazo para adelante y para atrás. Hay otro muy gracioso, al que le han pintado unas patillas muy gordas y le ponen mojando un puro en un café con leche; qué raro, ya le podían haber puesto unas magdalenas ¿no? Eso sí, resulta muy gracioso, porque pone unas posturas muy raras, así como las que ponen los bailarines de las películas americanas antiguas.

No me traigan picadores como los del año pasado, menudo tiempo, ni picaban, ni nada y me los dejaron como si fueran buenos. A ver si nos rascamos un poquito más el bolsillo y cogemos unos de los que pican. Y es que así no hay quién tenga ganas de jugar a los toros. Que hasta puedo llegar a entender su buena intención al traerme un juguete reversible, que si lo miras de un lado parece un juego de toros y si te mueves un poquito a un lado, parece un circo. Pero al final acaba siendo un despropósito que cabrea más que entretiene. Así que señores “De Magos”, dejémonos de inventos y experimentos y traigan toros de verdad, toreros que no sean de juguete, aunque parezca una contradicción, y si vienen sin público, casi mejor, porque luego lo ponen todo hecho una porquería de cáscaras de pipas.

Y puestos a exigir las cosas como deben ser, cuando pedí una localidad tapada el año para el año siguiente, no me refería a que me pusieran una tapadera de una olla encima. Una olla tamaño pequeño y que no tapa nada, fíjense que casi media plaza se queda fuera sin ver los toros. Procuren tomarse esto de los regalos un poco más en serio, porque esto no se puede andar haciendo así a tontas y a locas, que ya tragué cuando pedía un Scalextric y me topaba con un coche de plástico, o sin pedirlo, todos los años caían unas pinturas Alpino, que ganas daban de mandarlas al quinto co…, pero como uno estaba buscando debajo de las camas lo que se pedía en la carta, al final se quedaba con los lápices. Todos los años igual, traían lo que les salía del gorro, sin pensar en quién iba a recibir aquello. Pues ojito ¡señores de Magos”, que si seguimos por este camino, ahí está esperando el gordo simpático de rojo, que con un trineo y un reno con la nariz roja de darle al morapio, se apaña medio mundo en una noche y además no hay que dejarle ni roscón, ni agua para los camellos, ni una copita de licor. Y además, se lee lo que se le pide en las cartas, no como otros.