martes, 28 de abril de 2015

La justicia taurina no parece tan justa

Menos mal que esos toros, toros, los imposibles para el "jarte", cada vez frecuentan menos las plazas y así no hacen pasar malos ratos a esos chavales que con tanto salero se menan por los ruedos


Antes se decía que el toro ponía a cada uno en su sitio, ¡qué cosas! Lo que se decía antes. Ahora ya no te colocan ni los acomodadores, que a todo lo más te señalan a un punto y te dicen: “¿Ve aquel señor de la camisa roja que está al lado de la señora del vestido malva y el cubata con un chorrito de bifiter y tres hielos? Pues ocho puestos más pa’llá”. Y ahí te las apañes. Como para que el pobre animalito que echan a la arena los señores criadores se ponga a poner a nadie en ningún sitio. Ahora, quien se ocupa de regular todo esto es la buena voluntad del respetable, el ansia enaltecedora de los microfonoparlantes y los señores “productions managers! que te ponen a su pupilo una y otra vez, una y otra vez, hasta que a los que pagan les sangran los ojos de verle hacer cucamonas y acaban hasta cogiéndole afecto al chaval. Ya saben eso de que del roce nace el cariño.

¿Y cuáles son los méritos que llevan a un mozalbete al estrellato? Pues hombre, tienen que ser muchos y variados, no podemos pensar en una cualidad única. Al menos tiene que ser majete, insistente, casi pesado, buen intérprete, haciendo creer al respetable que está realizando un esfuerzo supremo ante el animalejo que le plantan ante él. En estos casos ayuda mucho eso de corearse a si mismo los pases con un sonido entre grave y agudo, fuerte, pero flojo e intenso pero leve: Eeeeeeeeeeeeeeh. También vale el Aaaaaaaaaaaaah, pero solo en casos de gran dramatismo táurico. Si el público no se entrega, es que no tiene entrañas... o tiene tapones en los oídos. Y por supuesto, no olvidar al final de cada serie, el pegar un golpe de tupé al cielo, así como si se quitara las migrañas a cabezazos, acompañando con una feliz sonrisa plena de orgullo y satisfacción. Da gusto tratar con estos próceres de la tauromaquia, que acaban su labor y te explican con pelos y señales lo sucedido en cuanto le ponen el micrófono de la “Ce y el más”, con un desparpajo que nada tiene que envidiar a “Marron” o al “Hombre de Negro”, cuando te explican un experimento de mucho asombrar. Con estos mimbres, ¿quién no se entrega sin reservas a estos chavales? 

¡Vale! ¡Vale! ¡Vale! No nos pongamos puntillosos. Será que no han visto ustedes nunca a una figura que no sabe por dónde se anda en el primer tercio y que mientras sale y se mete el caballero del penco empetado no encuentra un sitio en el que pararse quieto. Reconozco que no es habitual, más bien sería la excepción, eso de fijar a un toro, de ponerlo al caballo sin salir por el “culo del mulo”, cuando no se quedan plantificados a la derecha del jaco. De lidiar ni hablamos, que eso ya es cosa pasada, caduca y que no viene a cuento. La cuestión es darle mil y un pases al animalito, pero con la muleta, que es cuando el contador se pone en marcha para eso de las orejas. Se habrán dado cuenta de que he obviado al toro, pero si ellos y los amantes del neotaurinismo lo hacen a cada momento, ¿quién soy yo para enmendarles la plana? Pero como nada es perfecto, hay días en que los maestros no están para nadie y no logran alcanzar las glorias para las que estaban predestinados; puede ser que no estén a lo largo de una temporada entera, incluso dos o más, pero, ¿ahora nos vamos a mosquear por un quítame allá esas pajas? ¡Por favor! Un poquito de humanitarismo taurino, comportémonos como buenos aficionados, esos que saben esperar y sobre todo, saben callar. Lo primero es la paciencia y si hace falta, se les ofrecen contratos y más contratos, hasta que les den calambres en la mano de firmar.


Pero pensarán ustedes que en esto de la tauromaquia todo el monte es orégano. ¡Nooo! ¡Ni mucho menos! Siempre tiene que haber esos elementos discordantes que ni son simpáticos, ni tienen desparpajo ante los micrófonos de “Ce y más” y que no teatralizan el esfuerzo con elevados niveles de dramatismo táurico. ¡Anda que no! Esos que se tienen que conformar con enfrentarse al toro, toro, a ese que los maestros de verdad no ven ni en los cromos de los bollycaos. Los pobres, que los hay que se empeñan en salir del pozo de las ganaderías duras, pero por mucho que quieran, cuando no se tiene garbo y salero... Ahí los tienen, que no es que todos sean un dechado de virtudes lidiadoras, pero que a pesar de todo tienen que tragar saliva a base de bien una tarde sí y a la otra también. Fíjense ustedes la falta de categoría, que hasta se tienen que jugar el pellejo a cada arrancada de esos animales hijos de unas ganaderías que dan miedo con solo oír su nombre. Sí es verdad que hay emoción para regalar, pero, ¿y el “jarte”? ¿Endendónde está el “jarte”? Pero, ¿esto qué es? Menos mal que los que saben de esto, los taurinos, los buenos aficionados, los que saben esperar a los que componen, esos dechados de paciencia, a la mínima despachan a estos toreros en el momento en que no abren las puertas grandes de todas las plazas del “Mundo Mundial”, del “Cielo Celestial” y de todo el Universo de España, Francia y naciones del continente americano. Porque hay que ser justo y saber a quién conceder los favores. Que siempre nos saldrá el sieso, ese tío antipático y amargado, ese que no entiende de “jarte”, ni del que lo inventó y que se atreve a decir que “La justicia taurina no parece tan justa”.

miércoles, 22 de abril de 2015

Nuevo en esta plaza



Resulta que mi amigo también fue "Nuevo en esta plaza", en otras plazas y aún pasado el tiempo, mantiene su afición, su amor infinito por el toro y la dignidad íntegra. Va por mi amigo torero
Ya se sabe que a pesar del descenso de categoría y de exigencia que ha sufrido la plaza de Madrid, esta sigue imponiendo cierto respeto a los que vienen  vestidos de luces, aunque no se puede decir lo mismo de los que pueblan los tendidos, más preocupados de que el paisano salga por la Puerta de Madrid y que con las rentas orejeras obtenidas pueda abrir un próspero negocio de casquería. Incluso hasta me atrevería a proponerles un nombre para el negocio, ¿qué tal “El afanador de orejas y demás despojos”? Pobres chavales, ellos que vienen con todas las ganas del mundo y servidor tratándoles así, pero es que así me tratas, así respondo.

Uno ve al tal Roca Rey que sin ser capaz de templar, ni mucho menos mandar en un muletazo y tras unos sablazos infames, el respetable empieza a agitar sus pañuelos, limpitos, por supuesto, y acto seguido el usía le da un despojo, pues cuanto menos servidor se queda descolocado. Pero luego resulta que lees lo que se escribe y parece la reencarnación de Mazzantini. Aunque si hay alguna comparación posible yo me inclinaría por Luque, Tejela, Caballero o cualquier otro pupilo de la escuela manchego-albaceteña. Pero hacer bullanguero gusta a las masas y como me afirmaban en los tendidos de la plaza, la guinda podría ser el salto de la rana, suerte creada y divulgada por otro señor que un día también se presentó en Las Ventas.

Pero claro, hay muchas formas de presentarse en una plaza como la de Madrid. Puede optarse por la seriedad, por el toreo, por estar metido de lleno en lo que pasa en el ruedo y por querer ganarse el respeto como torero, respetando al público y sobre todo, a la Fiesta de los Toros. Puede ser que no se triunfe, que no se corten despojos, incluso puede darse el caso de que muchos ni se enteren de lo que por allí está pasando. Ni suelo, ni me gusta empezar a verter elogios gratuitos, algo que no haré. Es más, voy a intentar describir lo que le vi hacer a un torero de Huelva, de Trigueros, más concretamente, un tal David de Miranda, que aunque ya se había creado cierto ambiente por las plazas de por ahí abajo, aquí en Madrid no era demasiado conocido, a no ser que uno tenga como amigo, como muy buen amigo, a un señor de su mismo pueblo. Si será amigo, que hasta me desterró de mi grada por un día. Pero amistades aparte, creo que merece la pena hablar de este chaval.

En un día tan señalado, lo habitual es estrenar vestido, pero este chaval se presentó, muy elegante y con gusto, enfundado en un azul y oro ya baqueteado por otros ruedos. Pero eso es más una anécdota que una señal. Desde el primer momento quería hacerse presente y no desperdició su turno de quites en el novillo de un compañero. Un quite justo y ajustado. Luego en sus dos toros demostró que quiere ser, no figura del toreo, sino algo mucho más ambicioso, matador de toros, ¿ustedes se creen semejante desparpajo? Recogió y envolvió a los dos de la Ventana con el capote, no con mantazos, sino toreando, lidiando desde el principio, algo que igual no resulta muy espectacular, ni motivo de algarabía, pero sí muy, muy necesario. ¿Cuántos toros, novillos, erales y demás bovinos de lidia son recogidos y fijados en esta y en el resto de plazas del mundo? Pues este mozo lo hizo con los dos. Se mueve por el ruedo con la soltura seguridad de un viejo, con perdón, pues parece más puesto que la mayoría de los que portan coleta en la actualidad. No nos deleitó con ese quedarse en el culo de mulo cuando abandonan el toro en el caballo, al contrario que lo que sí hizo de forma reiterada el de los despojos paseados a cuestas. Nos demostró el por qué de estar en su sitio en el segundo tercio, cuando oportunamente hizo el quite a dos compañeros que podían verse en apuros al salir del par. Bastaba con cruzarse cuando tocaba, sin estorbar y midiendo las distancias y los terrenos, justo en la medida en que una circunstancia de la lidia puede convertirse en una situación de apuro.


No tuvo demasiadas opciones con la muleta, aunque en este caso no quiero entrar en valorar su actuación a la manera habitual, tampoco hay mucho que decir, pues a los toreros no se les puede medir por lo que hagan delante de dos mulos, grandullones, con cuernos y todo, pero mulos. Pero me sorprendió que una vez que iba a esconder la pierna de salida rectificó y ofreció el medio pecho al animal, como si no estuviera cómodo echando mentiras en su discurso. Había intención de rematar los muletazos y hasta ligó el natural con el de pecho en más de una tanda. ¿Se puede sentir satisfecho? Pues claro que no, porque él no creo que viniera a estar digno, él querría reventar Madrid, pero no fue posible. Podía haber escogido el camino del arrimón, de la vana espectacularidad, pero optó por la vía de querer ser torero; quizá la forma más dura y sacrificada de andar en esto, pero a la larga es la que puede convertirle en matador de toros, con todo lo que el término conlleva. Escuchaba comentarios de que había que venir con otra actitud, pero, ¿qué mejor actitud que la de querer ser gente a base del toreo de siempre? Lo del salto de la rana, los aspavientos y la bullanguería ya lo explotaba otro, tampoco era cuestión de quitarle esa exclusiva. Eso sí, si me dan a elegir, lo tengo muy claro, me pido al de Trigueros a ese tal David de Miranda, el que parecía un viejo andando por el ruedo. Y si Taurodelta fuera una empresa organizadora de festejos taurinos y más concretamente la empresa que debería conducir la temporada madrileña y no una simple Bullfighting Productions, al acabar la novillada debería haber anunciado por megafonía la repetición del de los despojos, porque así debe ser, y del de Trigueros, aunque protestara la industria autobusera por no tener tiempo para organizar excursiones desde Lima o Huelva, pero habría que volverlos a ver. Eso sí, que gusto da ver a un pueblo movilizarse por la ilusión de acompañar a su torero a Madrid, justo el día en que debajo de su nombre reza la leyenda “Nuevo en esta plaza”.

domingo, 19 de abril de 2015

¿Se acuerdan de la Venta del Batán?

Un verdadero espectáculo que nos han hurtado entre unos y otros y que solo beneficia a los mediocres y maestros de la vulgaridad


Sí hombre, sí, era un sitio, en la Casa de Campo de Madrid, dónde cabía el disfrute, la ilusión, el juicio crítico, el asombro, el sosiego de la casta, el sestear de los toros y en muchos casos, el sonrojo de muchas figuras, sobre todo si el ganado elegido por sus mentores se exhibía en una corraleta contigua a la de los novillos preparados para los noveles coletudos. Qué malos ratos ha hecho pasar a algunos el Batán; tan malos, tan malos, que no pararon hasta acabar con esta tradición y no permitiendo que pueda volver. Resulta que nunca pasó nada porque los toros se tuvieran a la vista de los aficionados, hasta que empezó a asomar la modernidad, el fraude institucionalizado y esa falta de afición que el negocio se llevó por delante.

Parecía que los toros se caían por pasar una semana en la Casa de Campo, como la falta de trapío, de casta y hasta la bravura. Era desembarcar los toros al pie del Parque de Atracciones y se le escapaban por el rabo todas las cualidades que se le pueden exigir a un toro de lidia. Pero  a ver quién le ponía el cascabel al gato. Pero de repente vino lo de la lengua azul y las jetas adoquinadas y ¡zas! Se acabó el problema, fuera penas, las figuras y sus “entornos” ya podrían descansar para siempre jamás. Se suspende el exponer los toros de San Isidro durante el año obligatorio por causas sanitarias y luego, si te he visto, no me acuerdo. A olvidarse de aquello de saber cuando estarán los toros de fulano o mengano, si con la tarjeta de abonado se podía pasar una vez gratis o si los niños pagaban, por era algo a lo que se llevaban a muchos niños, sin que por ello sufrieran los toros.

Pero a ver ahora ¿quién es el político con suficiente valor o insensatez que nos devuelve la Venta del Batán a los madrileños? No solo a los aficionados, también al resto de vecinos del foro que gustaban de pasarse a contemplar aquellas maravillas que eran los toros de Madrid. Igual ese bendito insensato que decidiera reimplantar tan pintoresca tradición se veía al día siguiente regulando el tráfico del cruce de Castellana con Raimundo Fernández Villaverde y Joaquín Costa, a pelo, sorteando las embestidas de los coches en hora punta, un día de lluvia. Habría que oír a los taurinos y a los maestros, no quiero ni imaginarlo. Estos caballeros que de repente han descubierto que todo era un desastre antes de que ellos asomaran por el toro y que si no fuera por sus desvelos, esto sería un sin dios ingobernable. Que si la panza del ruedo de las Ventas, que tanto molesta al arte, que si los toros que parecen ser imposibles para el toreo, que si la gente protesta y no permite expresar, que si me tienen manía y mucha envidia, que si, que si, que si... quesitos El Caserío, porque del Caserío me fío.


Estoy seguro que habrá quién me ponga sobre la mesa mil argumentos sobre la conveniencia de que los toros de la feria no pasen por el Batán, pero claro, si por allí pasó Capitán, aquel portento de bravura de Hernández Pla, los Victorino en sus mejores momentos, todos los toros y ganaderías que hoy lucen azulejos recordando derroches de casta y bravura, pues entiendan que uno dude de tan sesudos planteamientos. También puede ser eso de que el toro actual no aguanta una semana en aquellas corraletas y que acusaría todo eso en el momento de salir a la plaza. Puede ser, pero, ¿por qué no se busca un animal que supere esa estancia sin que luego presentara ninguna deficiencia achacable a tal circunstancia? Porque ya estamos un poquito cansados de los toros que no aguantan muchas de las cosas que hacían que la Fiesta fuera como fue en momentos en los que llegó a ser algo grande. ¿No soportan el tercio de varas? Pues lo eliminamos y creamos un sucedáneo que hasta puede crear la ilusión de que da el pego. ¿No aguanta una lidia completa? Pues se selecciona un animal que no precise de ser lidiado con rigor, se opta por el borreguillo dócil y bobón y punto. ¿No aguanta el quebranto que supone el toreo puro y de verdad? No pasa nada, Se elimina todo lo anterior y lo sustituimos por una suerte mitad danza, mitad farsa. Y así podríamos seguir hasta donde nos diera la gana; eso sí, lo que se llama Fiesta se parecerá cada vez menos a eso que fue la Fiesta, justo lo que ocurre con Madrid y San Isidro, que cada vez se parece menos a lo que fue esta plaza y esta feria. De ser una muestra de ganaderías, encastes, toreros y buenos aficionados, con un ambiente que rebosaba toro por todas partes durante un mes, con presencia en los medios y aficionados deseosos de tener una entrada  para esas tardes marcadas con un circulito, ha pasado a ser un acto de exhibicionismo de los taurinos, un botellón masivo con canapés, ropa de domingo y claveles, sin importar un pito lo que ocurre en el ruedo. Y así pasa, que a esto ya no hay quién lo reconozca, todo es diferente, no sé si mejor o peor, solo sé que a mí cada vez me interesa menos y pienso si a ustedes les pasa lo mismo. Y si me lo permiten, me gustaría hacerles una pregunta: ¿Se acuerdan de la  Venta del Batán?

miércoles, 15 de abril de 2015

Propiedades terapéuticas del Toreo

Una tarde de gloria cada semana y y unas gotitas de buen Toreo con cada comida. Y si no mejora, continúe el tratamiento


Pensarán que servidor se ha vuelto loco, pero no, más bien todo lo contrario. Pido disculpas de entrada, pues lo que aquí voy a contar es una experiencia personal, muy personal, quizá íntima y para algunas personas, algo inconfesable. Pero puede más en mí el sentimiento de gratitud hacia esto de los Toros que cualquier otra cosa. También dicen que no es bueno abrirse en canal ante los demás, pero a estas alturas a uno le da francamente lo mismo, pues los que me quieren y los que no me quieren no creo que vayan a variar sus opiniones por cuatro párrafos mal “contaos”.

Hace años que se me diagnosticó una enfermedad, una de esas que es difícil de hacer entender a los que no la han padecido, porque los que sí la han vivido lo entienden todo a la perfección. Una de esas que a los “sanos” les hace pensar con una racionalidad y frialdad que les hace ridículos. Este mal es uno de esos que hacen que pierdas el interés por todo y que no te permite ver nada más que en negro, sin permitir el más mínimo matiz de grises. El futuro se convierte solamente en un tiempo verbal, el pasado es algo de lo que se desconfía y el presente una permanente angustia de la que se quiere escapar, sea por el medio que sea, repito, sea por el medio que sea, porque no hay casi nada que te haga pensar en poder conseguir que se diluya y te deje ver. Cuesta agarrarse a todo y para completar la juerga, el cuerpo se alía con ese mal y se convierte en la realidad fehaciente de la incapacidad. Para que no se olvide que no estás bien. Hay que ver, con lo que yo he cuidado siempre a mi cuerpo, esas buenas comidas, esos helados monumentales, esas orgías de dulces y golosinas, ese hacerle gozar con todo lo que el buen sentido permite y a las primeras de cambio se alía con una enfermedad. ¿Será “jodío”? Pero no se lo reprocho, yo estaba más por seguir lo que me pedía ese mal, que por ir sentido contrario.

Pero en ese no haber casi nada que te sujetara, que diera un motivo para querer ser feliz, siempre estuvo presente una rara y trasnochada afición, mi afición a los toros. Dirán que vaya tío más raro, ¿no? Pues sí, no hay excusas posibles, pero a uno le gustan los toros. Esta pasión tiró de mí para llenar espacios que no debían permanecer vacíos, pues inmediatamente serían ocupados por el desánimo y la desesperación, pero ahí estaba el toro haciéndose fuerte y poniendo los brazos en jarras para ocupar más sitio y no perder terreno. Ya se sabe, en el Toreo siempre hay que ir ganado terreno, siempre adelante y rematar con una media en la boca de riego. Como el maestro riguroso pero lleno de humanidad que exige a los niños cumplir las tareas, así tiró de mí el toro. No se podía faltar a la plaza y además había que contar lo que había visto, sin pretender ser un cronista, pues eso ya lo hacen otros y muy bien, pero contando las vivencias propias. Y cuando no había toros, pues dando mi punto de vista sobre lo que discurría por este caudal de la tauromaquia. Con ese ajetreo de las ferias de Madrid, primero había que escribir y dibujar para Opinión y Toros, a veces hasta las tantas de la madrugada, por la mañana la entrada del blog y luego corriendo a los toros otra vez. Cuántas faenas, cuantos lances, cuantos pases no habré dado con el lápiz o los pinceles. La belleza del toro y el toreo me obligaban a poner los cinco sentidos en cada obra, no había lugar para lamentos, los Toros son muy exigentes, te lo piden todo y todo hay que dárselo, pero ¡caramba! lo que te devuelve lo multiplica por diez o por cien.


Que no digo yo que más de una vez lo visto en la plaza hacía que te dieran más ganas de cortarte las venas, que de dejártelas largas, pero mañana podía ser el día grande y no podías rebozarte en las penas. Penas que te llevan al convencimiento de que esto no tiene remedio, pero algunos queremos ver una lucecita al fondo que nos hace creer que esto aún puede tener remedio. Otra cosa será si esa luz que se ve al final del túnel no es otra cosa que un tren mercancías que te llevará pegado en su proa como un cromo del Coyote, mientras los taurinos militantes se carcajean como el estúpido y sabelotodo del Correcaminos. Este es el efecto de los toros, que empiezas con tus penas y acabas yéndote a si esto tiene porvenir o no. Sin querer puede que en tres líneas haya dicho más de lo que me han dado los Toros, que con todo un tratado de psicoterapia taurina. Esas sesiones con los compañeros de grada que te insuflan ánimos y fuerza vía intravenosa y a los que tanto echas de menos aunque solo falten una tarde a los Toros. Me decía hace poco un amigo que lo que pasaba es que a mí me gustaba esto una barbaridad, él dijo un huevo, pero eso no lo voy a poner aquí, ¿no? Pero sí, es la herencia que me dejó mi padre, una bonita finca en la grada de la Plaza de Madrid, con vistas al ruedo con arena del Manzanares, con música ambiental, clarines, timbales y el espectáculo del toro y los toreros de verdad, los que te devuelven a la infancia y hacen que les admires como los niños cuando tienen ante si la presencia de un semidios vestido de luces. ¿Cómo no iba a estar agradecido a los Toros? Siempre han estado en mi vida y a través de ellos he ido jalonando mi vida: mi primer trabajo, la mili, las novias, mi boda, los hijos, los que se fueron para siempre, los que han venido para quedarse y cuando uno no podía casi ni seguir con esa vida, como el buen amigo, el sincero y desinteresado, te coge de la mano y con temple, con suavidad y naturalidad, mandando en tu viaje te lleva trazando círculos en su derredor, para hacer que sigas viviendo, que sigas en este mundo que tiene muchas cosas malas, pero también te regala cosas tan bellas y tan grandes como el Toreo, la tauromaquia. Así que no se extrañen si alguien les habla de las “Propiedades terapéuticas del Toreo”.

domingo, 12 de abril de 2015

Antis, no nos comprendan, solo respétennos

No son víctimas, ni enemigos, es el toro


Señores antitaurinos, convencidos animalistas, extremistas del bienestar animal e indiferentes militantes del de las personas, a quienes a veces parece que consideran los culpables de todos los males y no los responsables de ningún bien. Un mundo hecho por el hombre, del que ustedes reniegan, de sus valores, usos, historia y hasta parece que pretenden poner boca abajo esa pirámide en la que el ser humano ocupaba la cúspide. Estaremos equivocados, pero las apariencias nos dicen que ustedes querrían ver como los animales ocupan ese lugar, colocando a sus semejantes por debajo de ellos. Eso sí, paradógicamente también parece que pretenden otorgar a nuestros compañeros de creación los valores, atributos, sentimientos y aspiraciones que a lo largo de la historia ha ido conquistando el hombre.

Me asombra ver como padecen con el sufrimiento de los animales, sufrimiento que no puede compararse con el de un ser humano, entre otros motivos porque unos carecen de raciocinio y otros no, aunque tengo que reconocerles que a veces esto último es casi imposible el creerlo, pero a pesar de todo, así es. Pero esto tampoco es motivo para tratar a las personas como si no sufrieran, no padecieran y como si fueran rocas de pedernal sin el más mínimo asomo de humanidad. ¡Qué curioso! Será por deformación humana, que uno piensa en que los hombres tienen virtudes como la sensibilidad, la solidaridad, la empatía, el amor y yo qué sé cuántas cosas más, que según entendemos algunos, puede que erróneamente, son cosas de personas, o como decía aquel, de “personas humanas”.

De lo que no me cabe duda es de en su escala de “personas humanas” los aficionados a los toros nos encontramos en el sótano de la virtud y la sensibilidad. Tampoco seré yo quien les vaya a intentar convencer de otra cosa, ni les rogaré para que nos asciendan en el escalafón de seres inmundos. No pido que me tengan ninguna consideración, es más, hasta les permito que me desprecien, están en su derecho y respeto tanto la libertad de opinión y el derecho a poder pensar lo que se quiera, que hasta me enfrentaría a quien les negara esta facultad. Yo no soy nadie para impedir que cada uno se quiera devorar el alma con sus propias bilis. Eso sí, servidor también puede pedir y en este caso, en el de ser aficionado a los toros, también pido, ¡Faltaría más! Y es por esto que les pido, no, perdón, les exijo respeto, les exijo que me dejen ejercer mis derechos, que pueda obrar con libertad y realizar aquellos actos que la ley me permite. Otra cosa sería si se prohibieran en España las corridas de toros. Entonces no podría ejercer esta libertad, pero sí que podría clamar por mi derecho a que se volvieran a permitir los festejos taurinos. Sería un intercambio de roles. Ahora yo digo que no y tú que sí y mañana yo diré que sí y tú que no, tan sencillo y hasta democrático.

Otra cosa es eso de las mayorías imponiendo gustos, opiniones o creencias a los demás. ¡No hombre, no! La libertad y la democracia no supone el rodillo de las mayorías, es obedecer y acatar lo de la mayoría, pero sin aplastar a los menos. Pero no se hagan mala sangre, que esto es algo común tanto en ustedes como en muchos taurinos militantes, que se piensan que a todo el mundo le tiene que agradar lo que le guste a la mayoría. Que si los toros le gustaran al 90% de los ciudadanos de este país, tampoco pediría que les borraran a ustedes del mapa, ¡no, por Dios! Que mentecatez más colosal. Perderíamos un campo de debate interesantísimo, nos perderíamos ese apasionamiento tan hispano y a la vez tan taurino, quizá por ese mismo rasgo hispánico, que tanta animación da a los debates. Y es que aquí nos apasionamos a la segunda de cambio, ya sea hablando de fútbol, política, religión, del último ensayo sociológico de Belén Esteban o Kiko Rivera. Lo mismo que pasa en los toros, que nos acaloramos cuando el  torero pega un mitin monumental y nos volvemos locos con un simple natural. A ver si no somos tan diferentes. Tendrían que entrar un día de corrida en la plaza, no vaya a ser que se estén perdiendo algo que les iba a hacer ver la realidad de otra forma. Casi mejor que eso de mandar a una señorita comando a encadenarse a la puerta de Las Ventas; con la tarde que hacía en Madrid y lo malos que son estos fríos repentinos y traicioneros. Me gustaría saber como pasará los días posteriores a esta perfomance. Al menos si lo hubiera hecho un día de festejo. Aunque lo mismo se trataba de un peli de esas para adultos, una de esas que si pillas a la mitad ya pierdes el hilo y no sabes cómo sigue, una de esas que esperas hasta el final, para ver si los protagonistas, y los no protagonistas, se casan.

Eso sí, no sé si es mucho pedir que ya que nos vamos a poner a debatir, infórmense un poquito de lo que va esto de los toros y de todo lo que rodea este espectáculo. No voy a entrar por el lado del tradicionalismo, pues hay tradiciones que si dejan de serlo y se borran de nuestras mentes, mejor que mejor. Tampoco iré por el aspecto económico, casi por las mismas razones que en el punto anterior. Todo esto es mucho más sencillo. Esto no tiene otra causa, ni otro origen que el que unos señores, hace muchos, muchos años, se percataron de que ese animal se les arrancaba solo con verlos y en lugar de asustarse vieron lo que el sortear esas embestidas les ponía a cien, tanto a los sorteadores, como a los que contemplaban tal suceso. Y a partir de ahí vino todo esto que a ustedes tanto ofusca, como a nosotros, pero de forma diferente. Y esos animales a los que no se puede tratar tal y como se hace con otros, como el ganado manso, las gallinas, los cochinos marranos, los corderos y las cigalas del Cantábrico, se criaría para eso de jugar con él, para lo que ahora se llama Toreo. ¡Qué cosas! Porque si se les destinara exclusivamente para carne no creo que hubiera ganadero o consumidor que estuviera dispuesto a pagar lo que costarían estos animales. Aunque sí habría una forma de abaratar su precio de forma radical. Prohíban las corridas de toros hoy y en menos de diez días perecerían en holocausto miles y miles de cabezas de ganado bravo que no tendrían ya ninguna utilidad para sus criadores. ¿Se les podría dejar a su aire en las dehesas patrias? Pues probablemente sí, aunque entonces los que no darían abasto serían los médicos de urgencias. “Familia devastada por un toro en los campos de Salamanca mientras celebraban una boda en la finca de Campo Cerrado”. Eso sí, igual ustedes mismos se organizaban en grupos para peinar las dehesas haciendo batidas para eliminar a semejantes criaturitas. Perdonen ustedes por toda esta parrafada señores antitaurinos, animalistas, veganos, simples vegetarianos, ovolacteovegetarianos o no conformes con las corridas de toros, quizá les pillen muy lejanos todos estos argumentos; no pretendo que los compartan, ni tan siquiera que los comprenda, simplemente pido que a los que vivimos esto de una forma muy especial, que nos respeten. Así de fácil y, según parece, así de complicado.


Fausto D.E.P.

miércoles, 8 de abril de 2015

Siguiendo patrones sin saber por qué

El picar se va a acabar


A los trogloditas del toreo se nos echa en cara muchas veces, no que pequemos de inmovilistas, sino que nos rebozamos en posturas monolíticas que no estamos dispuestos a abandonar. Una acusación de los taurinos, neotaurinos, taurinos sección 2.0, taurinos aficionados prácticos, taurinos aficionados pragmáticos, afisionaos al jarte, toreristas y demás señores respetables, con la que coincido plenamente. No le demos más vueltas, el trogloditismo tiene que saber reconocer la situación en la que nos encontramos. los habitantes de la cavernas taurinas nos hemos quedado anclados en una Santísima Trinidad Taurina y de ahí no nos meneamos, la que forman el toro, su integridad y la verdad en el toreo. Y ahora, que cada uno aguante su vela. Luego, dejando de lado a los que se llaman talibanes, a partir de esta terna sagrada, estamos dispuestos a admitir que una cuadrilla se convierta en objetivo de nuestra adoración, que una corrida salga mala, que los toreros no tengan su día, que las ganaderías sufran bajones, que las faenas no duren lo mismo que una novena a San Judas, el de los imposibles, que pueda haber toros mansos sin necesidad de protestarlos y otras muchas veleidades, pero que nunca afecten a los fundamental, a esa Santísima Trinidad Taurina.

Pero, ¡caramba! Los idólatras de la modernidad, del progresismo, de la flexibilidad y los aromas jartistas se agarran a patrones que en el fondo no son nada permisivos y que han dejado que se impongan sin saber por qué, sin tener muy clara una causa lógica que haga que esto de los toros se beneficie. Y es que no cuesta mucho fundirles los plomos, basta con poner la plancha, el microondas, el secador de pelo y decirles que te apetece ver a Morante con una de Adolfo o José Escolar y ¡Zas! Se les funden los plomos. ¿Será posible que con semejante tontería se les recalienten los circuitos hasta pegar el petardazo? Prueben, prueben. Una vez repuestos del cortocircuito, con las guedejas aún chamuscadas, les dirán que ellos no le piden a las figuras el vérselas con eso que ellos mismos llaman hierros duros porque sería inútil ese toro les va a contraestilo ¿Cómo es posible? ¿Cómo puede ser que desprecien y falten al respeto a las máximas figuras de la historia de la Fiesta? Ya de primeras no les creen capaces de encararse con otro animal que no sea el borrego al uso. Yo que las figuras me lo tomaría a mal. Eso es como cuando de niños echaban a pies los dos mejores con el balón y a ti te dejaban para el final y te regalaban al equipo rival, junto con el entradito en carnes y el de las gafas. ¡Menudo desprecio! Pero a las figuras les evitamos el trago de vérselas con el toro, no por ellos, sino porque el espectador se aburriría. ¡Huy sí! Anda que no tiene que ser aburrido ver a los querubines de la tauromaquia sudando tinta para matar un Escolar o un Cuadri. No me lo quiero ni imaginar. Ya ven un patrón que se aplica y se tiene profundamente asumido por los que vistan las plazas para divertirse y merendar. Y no les bajes del burro, que nanay.

Otro patrón sólidamente establecido es eso de que el toro que presenta alguna dificultad, directamente “no sirve” y punto. Tampoco se plantean la capacidad del torero para limar asperezas, consiguiendo finalmente que obedezca los engaños. No sirve y no sirve y no hay más que hablar. ¡Ojo! Que esta incapacidad del toro se manifiesta solo cuando el espada asoma con la muleta, la planta así de medio lado y el animalejo no se presta, “no colabora”. Que la situación no está exenta de cierta lógica. La tauromaquia moderna sigue la línea que impusieron los Espartaco, Ojedas, Ponces y demás, eso de “deje usted el toro a su aire “. Luego ya con la muleta toldera, de toldo; ya se pegarán los pases que haya menester para eso que se llama “meter en el canasto”. Pero claro, si el animalito recuerda aunque vagamente su casta de toro de lidia, puede acabe acusando el que su matador despreciara los dos primeros tercios de la lidia y acabe poniéndose imposible y muy peligroso. Es lo que pasa cuando el maestro dimite como jefe del cotarro y cede el control de aquello al toro. Para que luego se fíen de ese patrón de los toros artistas.

¿Y qué me dicen de ese modelo, ese patrón, que dice que el espectador debe ser respetuoso? Pero claro, lo que entienden por ser respetuoso más bien coincide con ser benévolo, verbenero y sin un gramo de crítica en su ánimo. Ahora resulta que un caballero te pega un petardo de dimensiones colosales, se te enfurruña y se encara con el público, lo que antes se llamaba el respetable, y hay que entender al caballero. ¡Caramba! Le pago, me tima y le tengo que aplaudir por la gracia y el salero con el que me acaba de levantar la cartera y robar el tiempo que he empleado en verle a él, esperando ver un torero y no un saltimbanqui caprichoso. Que se anuncian, un día, una vez y como algo excepcional, con una corrida de toros y automáticamente queda mutilada cualquier posibilidad de crítica, aunque solo sea por decirle que las calzas rayadas color pistacho y frambuesa no quedan bien cuando uno viste de luces.

¡Ay eso del respeto! Cuántos dolores de cabeza provocan al personal. No sé quién ha dicho o escrito o wasapeado, que la crítica es una falta de respeto. Con las veces que mi profe de Física y Química me faltó al respeto. Se pasó el curso irrespetuosamente, siguió en septiembre y acabó guardando el respeto debido en febrero y creo que por caridad cristiana, más que porque servidor se lo mereciera. Te cuentan que un tal o un cual, o los dos, son figuras del toreo, con lo que esto supone, y de entrada, si vas a verlos a la plaza, ya te encuentras con limitaciones por todas partes. No te quejes del ganado, pues a estos “maestros” hay que ponerles con el toro que más garantías ofrezca; ni hablar de lo de no saber llevar la lidia ni por asomo, porque hay que dejarle hacer, hay que aguantar y opinar al final; y si acabamos por hablar de las formas, pues ya es el acabose. A callar la mui si no eres capaz de bajar tú al ruedo a ejercer de aficionado crítico práctico. ¿Se imaginan que un día uno de esos disconformes fueran retados con el “baja tú”, que bajara y que dejara en ridículo al que invita, al que aplaude, al que calla y al que otorga? La juerga iba a ser grande, irrespetuosa, pero grande. Ya me gustaría que me explicaran el origen de todos esos patrones de nueva planta y lo que es más, que me convencieran de la idoneidad de su aplicación. Pero me da a mí que eso no lo verán mis ojos. Visto lo visto, bastante tendríamos con que no se agravara la situación, pero me parece que por el momento no nos queda otra que ir “siguiendo patrones sin saber por qué”.