lunes, 23 de noviembre de 2009

A los toros y… a divertirse


Qué cosa más grande eso de ir a los toros a divertirse. Sólo hay que prepararse una buena, suculenta y abundante merienda, no olvidarse de la bota y pa’ la plaza; eso sí, en compañía de los amigos de la peña de petanca del barrio o del pueblo, porque la diversión en buena compañía es más diversión. Evitando que se nos pegue el típico seta que va a los toros a sentir el toreo o a ver el toro. Hasta ahí podíamos llegar. Y si el cartel está compuesto por una terna de matadores postineros de los que salen en la tele o de los que torean seiscientas veinticinco corridas al año, mejor que mejor; y si, además, alguno es un matador banderillero, ¿pa’ qué más? Que hay que divertirse hombre y pocas cosas divierten más que ver a un toreador pegar mil pases por faena y si encima corta orejas y sale a hombros. Bueno, ya me parece el colmo de la rijosidad.

Puede que a algún aficionado le parezca esto una barbaridad, lo cual no es nada descabellado, aunque lo malo es que no se lo parece al oscuro orbe del taurinismo imperante. Lo peor del caso es que esos taurinos, ya sean matadores de moda, periodistas de la prensa del movimiento o ganaderos vendedores de ganado bravo al peso, nos quieran convencer de que este es el futuro de la fiesta y que no podemos luchar contra el “progreso” ni ir al revés de los tiempos.

El engaño actual es tan grande y está tan bien montado que se hace muy difícil, imposible diría yo, pelear contra este montaje. Nos tienen entretenidos con cosas accesorias en las que nos hacen entrar a todos. Un ejemplo es lo de Morante y Curro Vázquez: que si van durar dos días, que no es posible esa unión, que si Cayetano va hacer esto o lo otro, o que si Morante se va a coger el cesto de las chufas a la primera de cambio. Pero ya estamos en lo de siempre, nos detenemos en lo accesorio y obviamos lo fundamental. ¿Qué más nos da que se quieran o que salgan tarifando? Los que más lo pueden sentir son los propios interesados. Pero la cosa cambiaría si tanto el apoderado como sus dos pupilos decidieran hacer algo importante por la fiesta, aunque está claro que tendrían que contar con algunas ayudas. Por ejemplo, si hubiera algún tipo de acuerdo con un torero como José Tomás, ya sí que podrían empezar a plantar cara al taurinismo de la vulgaridad que gobierna los destinos actuales de la fiesta. No sólo se enfrentarían con el resto de toreros del escalafón de matadores, manejados como avanzadilla del cuerpo de empresarios/ apoderados/ ganaderos/ yo me lo guiso yo me lo como, sino que la prensa del movimiento podría ver tambalearse los cimientos de su supervivencia e incluso esa masa que va a los toros a divertirse pensaría que se le acabó el ir a merendar.

Qué casualidad, estos que van a los toros a divertirse son los que no son capaces de saborear el toreo de arte. Ya les pasó con Curro Romero, al que había que ir a tirar almohadillas y que se quedaban descolocados si el “Faraón” les obsequiaba con unas verónicas o naturales marca de la casa. Son estos mismos que ven en Morante al heredero de ese toreo que son blanco de sus iras, que no soportan a José Tomás porque no sale en la tele y porque además le cogen los toros. Amigo, es que es lo que tienen los toros, que cogen, ya sean grandes pequeños o medianos, pero si uno se pone, puede verse con los pies por alto.

Pero no sé si podemos exigir a alguien que dé ese paso adelante; que en conjunción con media docena de ganaderos de verdad organizaran treinta corridas al año en las que se viera la verdadera fiesta de los toros, aunque no nos vayamos a divertir, pero que estoy seguro de que arrastrarían mucho más público que esas meriendas multitudinarias organizadas como si se tratara de un botellón. Qué malas perspectivas se ven en el horizonte, mientras no dejemos de oír que esto es lo que hay mientras nos atruena esa cantinela de que a los toros hay que ir a divertirse. Y yo me pregunto si eso realmente les divierte.

domingo, 15 de noviembre de 2009

El triunfador del año

Todos los números y todas las estadísticas nos dicen que el triunfador del año 2009 ha sido Sebastián Castella, pero esto no quiere decir que tengamos que caer rendidos a lo que nos dicen los números. Los números son muy útiles para medir distancias, contar unidades o medir el tiempo, pero ¿el arte puede valorarse en números? ¿es mejor artista el que pinta cuadros más grandes? ¿es mejor artista el que vende sus cuadros por más dinero? Yo creo que. Y la siguiente pregunta que se me viene a la cabeza es si los toros son un arte o no, o simplemente como consideran los turistas, un deporte. Yo soy de los que aún creen que el toreo es arte y de los que se espantan cuando alguien intenta hacer el más mínimo paralelismo con la actividad deportiva.

No sé si será justo o no, pero yo voy a recordar lo que Castella hizo en la plaza de Madrid, de donde salió dos tardes a hombros, una el 12 de mayo y otra el 3 de octubre. Y en ambas fue aclamado como el gran maestro del toreo de hoy, de ayer y de siempre. Pues bien, en mayo se limitó a arañar una orejita a cada uno de sus toros a los que despachó con un bajonazo y una estocada entera desprendida y trasera. Menudo bagaje. En octubre la cosa fue parecida o peor, porque una faena pródiga en trapazos con el pico de la muleta y escondiendo exageradamente la pierna contraria, fue merecedora de las dos orejas, no se si para premiar al francés o para agraviar a Morante, quien o bien repetía la sinfonía de capote de San Isidro o se le castigaba por haberse atrevido a molestar a la “figuronería torera imperante”.

Dos tardes de triunfo más que cuestionado, pero que sirvieron para engrosar la particular numerología de Castella y para ser utilizadas de coartada para justificar la supuesta de grandeza de un torero que no lo es. Quizás muchos estarán de acuerdo en el hecho de que no acaba de zambullirse en la vulgaridad en que se mueven otros colegas suyos, incluso por momentos parece que va a despreciar el “lado oscuro del toreo” y que se va a inclinar por la verdad de este arte, que no deporte. Pero no se puede vivir eternamente de las faenas iniciadas con el pase por detrás, la quietud y un tedioso toreo con el pico de la muleta y la pierna contraria atrasada, ni con matar de cualquier manera con tal de no soltar las orejas. Quizás si Sebastián Castella se olvidara de los números y decidiera beber en las fuentes clásicas de la tauromaquia, llegaría a ser un gran torero. No sería considerado el triunfador de la temporada, seguro, pero si como un gran torero. A lo mejor debe romper con su entorno actual y pensarse también en irse con Curro Vázquez y si muchos tomaran esta iniciativa, el torero de Linares podría montar una escuela homologada y organizarse sus propias ferias en el salón de su casa.

martes, 10 de noviembre de 2009

Esta fiesta es para ellos


¿Y quiénes son ellos? Pues yo se lo voy a decir, ellos son esos que quieren montar una fiesta a su medida, cómoda y sin que nadie les dé el más mínimo problema. Son esos empresarios que hagan lo que hagan siempre tienen razón y que montan los carteles con el mejor ganado y los mejores matadores imaginables y quien no lo ve así es que o no sabe de esto o tiene mala fe. Luego si el cartel o la feria es un auténtico desastre se limitan a recaudar y a hacer “mutis por el foro”.

Otra de las patas de este grupo son los toreros, verdaderos expertos en esgrimir estúpidas coartadas que a fuerza de repetirlas y repetirlas parece que se las acaban creyendo. Contra los críticos a su actuación o a su forma habitual de hacer se limitan a decir eso de que el toro era muy peligroso pero el público no lo ha sabido ver o nos hablan del mérito de estar delante de un toro, que es verdad, pero que excluye a cualquiera que no vista el traje de luces, de poder esbozar tan siquiera una crítica.

A continuación tenemos a los periodistas, verdaderos maestros en el arte de escribir o relatar lo contrario a lo que el resto de los mortales ha visto y encauzar las cosas de tal forma que “su” torero o “sus” toreros parezcan auténticos héroes mitológicos. Bien se agarran a las cifras, con esa frase tan de moda de que fulanito ha puntuado, o si se da el caso convierten al matador en un genio lidiador. Pero lo que es casi peor es que si el torero en cuestión no pertenece a su cuerda, son capaces de desprestigiarlo e incluso, dependiendo de la ignorancia y desfachatez del periodista, ridiculizarlo. Y si no, no hay más que ver la rapidez con que su lupa gana aumentos cuando se trata de no valorar lo bueno y resaltar lo malo, aunque escaso, de toreros como Curro Díaz, Diego Urdiales y no digamos de José Tomás. Es que ya se sabe, es mejor caer en gracia que ser gracioso. Por el contrario, nos cansamos de leer y oír las excelencias de los Ponce, Castella, Fandi, Fundi, Juli y el resto de toreros del régimen. Estos son los que no dudan en llevarse a su terreno a aquellos matadores que de una u otra forma un día admiramos y aclamamos como toreros de una pieza y les hacen quedar en ridículo ante la audiencia, haciendo que su leyenda se vaya emborronando retransmisión a retransmisión. Ahí están los ejemplos de Bernadó, al que daba gusto ir a ver a la plaza, al valiente Ruiz Miguel, honrado donde los hubiera y sobre todos a Antoñete, del que no hay que decir mucho más. Y ahora puestos a destruir mitos, también han fichado a Joselito, quien siempre habló claro pero ¿se atreverá a criticar la labor de un compañero en público? No lo creo.

Por último están los ganaderos, que a su vez se clasifican en los que mandan y en los que asienten, sin querer decir que estos últimos no se llenen bien los bolsillos, precisamente por saber a quien decir “amén, Jesús”. Lo de elucubrar sobre lo divino y lo humano del toro de lidia y de los experimentos genéticos con cebúes del Himalaya lo dejan para los listos que buscan el encaste perfecto del siglo XXI. Pero todos coinciden en lo mismo, en que el público no ha sabido ver este o aquel toro y lo justo que ha sido éste o aquel indulto, aunque a mi me gustaría hacerles una pregunta, y es si todos los toros indultados los echan a las vacas de su propia ganadería o no. Imagino que nadie me contestará.

La conclusión es que en este mundo maniqueísta de buenos listos y malos tontos no cabemos los demás, prefieren un listo inútil, como suelen ser muchos de esta tribu de taurinos, a los tontos útiles, que somos el resto. Parece que no nos queda otra opción que pagar, callar, aplaudir y seguir callados porque tal y como está montado este circo, los demás sobramos. Y no me refiero a todos los aficionados, porque aquí también hay un grupo de estos que sirven como coartada para toda esta caterva de iluminados, y con toda la desfachatez se autoproclaman portavoces de una afición muda. Y es que todo esto que llamamos fiesta de los toros es para ellos. Pero ¿qué pasará el día en acabemos marchándonos y se queden solos con su coro de pelotilleros y rufianes interesados?